OBESIDAD INFANTIL
La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. Su prevalencia mundial ha aumentado notablemente en las últimas décadas hasta alcanzar proporciones alarmantes (1).
El exceso de peso en la infancia tiene graves consecuencias sanitarias y es uno de los principales factores que contribuyen al aumento de los gastos sanitarios (1). Afecta al metabolismo de la glucosa (aumenta el riesgo de resistencia a la insulina, prediabetes y diabetes mellitus de tipo 2), al sistema cardiovascular (es causa de hipertensión, dislipemia, enfermedad coronaria, etc.) y se asocia con problemas a muy variados niveles: gastrointestinales, pulmonares, psicosociales, dermatológicos, ortopédicos, etc. (1).
La epidemia de obesidad infantil tiene la capacidad potencial de neutralizar muchos de los beneficios para la salud que han contribuido al aumento de la longevidad constatado a nivel mundial. De hecho, la OMS (2) sugiere que el incremento creciente en la longevidad que viene observándose a lo largo del tiempo es previsible que se detenga o se revierta en los próximos años como consecuencia del incremento en la obesidad infantil y sus consecuencias sanitarias.
Por todo lo anterior, es indudable que el tema merece atención prioritaria. El primer paso es conocer el número de afectados y los factores asociados a la obesidad para planificar las medidas de intervención más adecuadas.
PORCENTAJE DE AFECTADOS POR EL SOBREPESO Y LA OBESIDAD
Si se presta atención a la evolución del exceso de peso en la infancia (6 a 9 años) en España durante los años 2011, 2015 y 2019 (3), se observa que se ha producido un descenso en el padecimiento de sobrepeso y exceso ponderal (sobrepeso + obesidad) y que ha aumentado significativamente el porcentaje de niños con normopeso. La prevalencia de obesidad ha disminuido, aunque no de manera significativa (Tabla I).
La tendencia registrada es favorable, pero hay que destacar que en 2019 un 40,6 % de los niños tenían exceso de peso (3), lo que pone de relieve la magnitud del problema y la necesidad de la vigilancia y del control.
FACTORES ASOCIADOS AL EXCESO DE PESO
Ante esta realidad es importante profundizar en los factores asociados al exceso de peso para planificar las campañas de intervención que puedan ser más eficaces.
Prestando atención a las influencias socioeconómicas y de educación se observa que los hijos de padres con menor nivel de estudios y menos ingresos padecen con más frecuencia sobrepeso/obesidad. También el hecho de que los padres fumen o tengan exceso de peso se asocia con mayor padecimiento de obesidad en los descendientes (3,4).
Las pautas de actividad de los niños tienen un importante papel (4,5); en concreto, realizar una actividad física moderada o vigorosa, limitar los comportamientos sedentarios y tener una adecuada duración del sueño se relacionan con una situación ponderal y una composición corporal más favorables, especialmente cuando estos factores interactúan entre sí. Sin embargo, un elevado porcentaje de la población infantil española no cumple con las pautas de actividad y sedentarismo marcadas como deseables (6,7).
Teniendo en cuenta las pautas de adherencia a las guías de movimiento de 24 horas para niños (8):
– Realizar al menos 60 minutos diarios de actividad física moderada o vigorosa.
– Restringir el tiempo de uso de pantalla a ≤ 2 horas/día.
– Duración diaria del sueño de entre 9 y 11 horas. Y clasificando a los escolares de 7-11 años en función de su adherencia a estas pautas:
– Baja adherencia (BA) si cumplían entre ninguna y 1 recomendación.
– Adherencia media (AM) si cumplían 2 de las recomendaciones.
– Alta adherencia (AA) si cumplían las 3 recomendaciones.
Peral et al. (7) encontraron que solo un 15 % de los escolares cumplía con todas las guías de movimiento, que el porcentaje de sobrepeso era mayor en el grupo BA que en el AM y el AA y que los escolares que incumplían la recomendación referente al tiempo de pantalla tenían mayor riesgo de desarrollar sobrepeso u obesidad (OR = 1,92, 1,10-3,36; p = 0,022). Prestando atención a datos dietéticos también constataron que el grupo BA presentaba una menor ingesta de fibra, una menor contribución a las recomendaciones de vitaminas B6, B12 y C, de selenio y de magnesio y una mayor ingesta de ácidos grasos saturados. Los autores concluyen que los escolares que se adhieren a 2 o más recomendaciones de las guías de movimiento presentan menos sobrepeso y una mejor calidad nutricional de la dieta (6).
La asociación entre conductas saludables que suele coexistir y ayuda en el control de peso ha sido descrita por diversos autores (4,9,10). En este sentido, Pérez-Farinós et al. (10) observan que un mayor tiempo de pantalla y una menor duración del sueño se asocian con un aumento del índice de masa corporal (IMC), pero también con dietas más incorrectas con mayor consumo de alimentos densos en energía y pobres en micronutrientes (refrescos azucarados, snacks, chocolates, etc.) y menor consumo de frutas y verduras, por lo que tanto la actividad como la dieta pueden sumarse para modificar el IMC.
También encuentran Pérez-Farinós et al. (10) que la frecuencia de consumo de frutas y de vegetales es menor en niños cuyos padres tienen una educación primaria o inferior, disminuye al aumentar el tiempo de pantalla, pero aumenta al dormir suficiente número de horas.
Profundizando en el impacto de la calidad de la dieta en el control de peso de los niños, se ha constatado que en niños que no desayunan es más frecuente el padecimiento de sobrepeso y de obesidad (3,4,11,12); por otra parte, la calidad del desayuno está directamente asociada con la calidad total de la dieta (13). En relación con la primera comida del día, Ardeshirlarijani et al. (14), analizando estudios transversales, observaron que el riesgo de obesidad en niños y en adolescentes que se saltaban el desayuno era un 43 % mayor que en los que desayunaban regularmente.
Prestando atención al consumo de frutas y de verduras, diversos estudios encuentran un consumo muy insuficiente en población infantil (3,15). Concretamente en el estudio ALADINO (3) se constata que solo un 37,1 % y un 13,4 % de los escolares toman fruta y verduras a diario, respectivamente. Teniendo en cuenta la pauta aconsejada de incluir un mínimo de 5 raciones al día entre fruta y verdura (16,17), se constata que, en este sentido, la alimentación es muy mejorable. La situación es más preocupante en los escolares con obesidad, ya que en 2019 superaron el consumo de > 4 veces a la semana solo el 61,3 % respecto a la fruta y el 39,9 % para las verduras frescas, mientras que los escolares con normopeso tuvieron un consumo significativamente superior (69,5 % y 46,5 % tomaron > 4 raciones a la semana de frutas y verduras, respectivamente). El consumo, aunque muy insuficiente en todos los casos, se aleja más del recomendado en niños con obesidad (3).
Respecto a los alimentos cuyo consumo debería ser ocasional (refrescos, galletas, pasteles o productos de bollería), el 25,3 % de los escolares consume más de 4 veces por semana alguno de estos alimentos, pero sin diferencias en función de la categoría ponderal, salvo para los refrescos con azúcar, ya que un 4,4 % de los niños obesos toman refrescos con azúcar ≥ 4 veces a la semana en comparación con lo observado en un 3,3 % de los niños con peso normal (3).
Numerosos estudios afirman que las bebidas que contienen azúcar pueden jugar un papel clave en la etiología de la obesidad. Sin embargo, las revisiones científicas muestran resultados contradictorios. Nissensohn et al. (18) realizaron un estudio en el que incluyeron seis metaanálisis (contando solo con estudios que incluían un control aleatorizado). Dos de ellos mostraron una asociación positiva entre consumo de bebidas azucaradas y de obesidad, pero en los otros cuatro no encontraron asociación. Por ello, los autores señalan que las bebidas azucaradas están siendo acusadas de ser la causa principal de la obesidad, pero que el tema requiere un enfoque más amplio que incluya un análisis exhaustivo de la dieta y del estilo de vida.
Hay otros nutrientes críticos cuyo consumo supera con más frecuencia el límite aconsejado y que pueden contribuir al incremento de peso de la población infantil (19). Concretamente, el consumo de sodio, valorado por la excreción urinaria del mineral en orina de 24 h, superó lo aconsejado en un 84,5 % de los niños de ≤ 10 años (20) y diversos estudios encuentran una asociación positiva entre la ingesta de sodio y el riesgo de obesidad en los escolares (21). Por otra parte, la grasa saturada se consumió en exceso por un elevado porcentaje de niños (15) y también contribuye al incremento de la adiposidad.
Pero además de intentar reducir el consumo de nutrientes críticos es necesario prestar atención a los componentes que conviene incrementar en la dieta.
La población española tiene un bajo consumo de frutas y hortalizas, cereales, cereales integrales y lácteos. Algunos estudios han puesto de relieve que las personas con sobrepeso/obesidad (IMC ≥ 25 kg/m2) y adiposidad abdominal (cintura/altura ≥ 0,5) muestran menor cumplimiento con las guías dietéticas. En concreto, en varones, ajustando por la edad, el consumo inadecuado de cereales (< 4 porciones al día) y verduras más frutas (< 5 porciones al día) se asoció con mayor riesgo de sobrepeso y adiposidad abdominal. Por ello, es importante que se lleven a cabo campañas encaminadas a mejorar los hábitos alimentarios de la población española, especialmente en individuos con exceso de peso que tienen menor adherencia a las guías dietéticas (22).
Diversos estudios señalan que las dietas que disminuyen el riesgo de llegar a tener sobrepeso u obesidad son las que incluyen bajos niveles de azúcar y grasa y altos consumos de frutas, verduras, cereales integrales, pescado, nueces, legumbres y yogur (23).
También en este sentido Ojeda-Rodríguez et al. (24) destacan que las altas tasas de obesidad infantil requieren un tratamiento integral con modificaciones de estilo de vida para lograr:
– Mejor control del peso y reducción de sobrepeso/obesidad.
– Mejor adecuación en la ingesta de nutrientes y en la calidad de la dieta.
No es aceptable establecer pautas restrictivas indiscriminadas. Cualquier medida encaminada a luchar contra la obesidad infantil debe intentar aproximar la dieta a la recomendada y transmitir a la población las características de una alimentación correcta, indicando las raciones de los diferentes grupos de alimentos que conviene consumir cada día, guías que son desconocidas por un elevado porcentaje de individuos (1,17). En diferentes estudios se ha comprobado que las pautas que aconsejan mejoras en la alimentación son más útiles que las que marcan restricciones (1).
Evidencias consistentes demuestran que un patrón dietético saludable se asocia con resultados beneficiosos para la mortalidad por todas las causas, enfermedades cardiovasculares, diabetes de tipo 2, salud ósea y ciertos tipos de cáncer y con una protección frente al sobrepeso y la obesidad (15-17,25).
La infancia es una etapa de transición y de formación de hábitos alimentarios. La ingesta y la actividad física inadecuadas contribuyen al sobrepeso y a la obesidad en esta etapa y al aumento del riesgo de enfermedades crónicas posteriores. Cambiar la trayectoria es vital (25).
CONSIDERACIONES FINALES
Teniendo en cuenta el elevado porcentaje de niños con exceso de peso (40,6 % de los niños de 6-9 años en 2019) es indudable que nos encontramos ante una situación antropométrica preocupante, con consecuencias sanitarias previsiblemente graves, a largo plazo.
Diversos aspectos sociodemográficos, así como la inactividad y el sedentarismo de los niños, son factores que se asocian con mayor riesgo de padecimiento de obesidad y de adiposidad central.
Disminuir el consumo de azúcar, de grasa y de sodio, y sobre todo aumentar el consumo de frutas, verduras, cereales integrales, pescado y lácteos, se asocia con menor padecimiento de obesidad y de obesidad central en los niños.
La interacción entre conductas saludables aumenta las posibilidades de reducir el exceso de peso, lo que debe considerarse al planificar campañas de educación nutricional encaminadas a mejorar los hábitos alimentarios y el control de peso de la población infantil. Por otra parte, las pautas constructivas deberían recibir mayor atención en el futuro respecto a las pautas restrictivas.