Sr. Editor:
Al leer la revisión sistematizada realizada por González y cols. (1), donde se nos habla de los efectos de la privación parcial del sueño y cómo esta puede aumentar la ingesta total de energía, en comparación con el sueño habitual, nos hizo pensar en la forma en que este fenómeno y otros asociados pueden afectar a los trabajadores nocturnos. En Chile la modalidad 24/7 se ha extendido, siendo común dentro del comercio minoristas y pequeñas empresas. En la actualidad un 20 % de la fuerza laboral mundial se clasifica como trabajadores por turnos, lo que los convierte en un grupo de interés dado el impacto que esta modalidad puede tener en su salud (2,3).
El cuerpo humano nace con un reloj biológico que regula los ciclos que controlan el comportamiento y las actividades fisiológicas (4). Este adapta a los seres vivos a los ciclos diarios de luz/oscuridad y a los cambios estacionales (5). El sueño es una necesidad básica (4), y su alteración, debido al cambio de la jornada laboral de diurna a nocturna, puede producir trastornos que propician enfermedades, ya que el cuerpo está sometido a una atención continua en un intento de adaptarse al cambio (2,6). Esta alteración de los patrones de sueño tiene efectos inmediatos en el cuerpo humano, como la pérdida del estado de vigilia, fatiga, somnolencia (1,7) y, a largo plazo, aumenta el riesgo de trastornos cardiacos, respiratorios, metabólicos, adiposidad abdominal, DM2 y aumento de la prevalencia de obesidad (2,4,7-9). La privación parcial de sueño se ha asociado con niveles más bajos de insulina, leptina (4), aumento del hambre y por consecuencia, una mayor ingesta de alimentos (1).
Los hábitos alimentarios de los trabajadores nocturnos sufren alteraciones en la calidad, cantidad y ritmo de las comidas (6), lo cual termina siendo un factor de riesgo en la salud ya que la distribución de la ingesta de nutrientes cambia en función de la turnicidad (10) y esto puede tener un impacto importante en la mayor parte de las causas de morbilidad y mortalidad (4).
Las personas sometidas a turnos ingieren mayor cantidad de calorías, proteínas y lípidos (9) como una respuesta a la restricción de sueño, lo que provoca la desregulación del apetito debido al incremento de los niveles de ghrelina que estimula ciertas neuronas hipotalámicas, ocasionando un aumento en la ingesta (4). Además, se han demostrado alteraciones en los niveles hormonales, incluidos los niveles de tiroxina, prolactina, hormona del crecimiento, melatonina y cortisol, que explican la relación y predisposición de la turnicidad con la obesidad (9).
Dado todos los antecedentes anteriores, es importante que tanto la comunidad científica como las empresas comiencen a trabajar en forma activa en pro de la protección de quienes trabajan en turnos, desarrollando estrategias nutricionales acordes a los ritmos metabólicos de una persona que trabaja de noche, esto acompañado de una mayor supervisión de su estado de salud por parte de los empleadores, como manera de mostrar una señal de responsabilidad e interés por contribuir con un tema que no ha sido enfrentado adecuadamente.