INTRODUCCIÓN
La transición demográfica a nivel mundial ha tenido un impacto directo en el incremento de la población mayor de 60 años (1). En el caso de Chile, se proyecta que para el año 2050 las personas mayores representarán un 30,6 % del total de la población (2), posicionando al país como una de las naciones más longevas dentro de los países latinoamericanos (3).
El envejecimiento es un proceso fisiológico caracterizado por una pérdida progresiva de la reserva funcional; sin embargo, el envejecimiento patológico trae consigo la acentuación de condiciones de salud poco favorables, como el desarrollo de síndromes geriátricos de alta prevalencia e impacto para la salud, como, por ejemplo, el síndrome de fragilidad (4,5). La fragilidad se define como un síndrome multifactorial caracterizado por disminución de la fuerza, resistencia y función fisiológica, que incrementa la vulnerabilidad individual, disminuyendo la funcionalidad e independencia e incrementando el riesgo de caídas y la mortalidad (6,7).
A pesar de los distintos instrumentos de cribado para determinar la fragilidad, aún no existe un método gold standard para su diagnóstico; sin embargo, las herramientas más utilizadas son el fenotipo de fragilidad, propuesto por Fried y cols. en el Cardiovascular Health Study (7). La falta de consenso tanto en la definición como en los métodos de detección, han derivado en una amplia variabilidad en la estimación de su prevalencia, tanto a nivel internacional como nacional (8,9). En Chile, mientras que el estudio ALEXANDROS determinó una prevalencia de fragilidad de un 13,9 %, evaluado mediante los criterios de Fried (10), Troncoso-Pantoja y cols. reportaron solo un 10,9 % en una población mayor de 60 años utilizando la misma escala de evaluación (11).
En las personas mayores, una de las intervenciones no farmacológicas que han demostrado efectos beneficiosos sobre la prevención y el manejo de la fragilidad y otros síndromes geriátricos es la práctica regular de actividad física (AF). Cumplir con las recomendaciones de AF trae consigo amplios beneficios sobre la salud de las personas; sin embargo, algunos estudios han demostrado que, conforme avanza la edad, las personas mayores disminuyen sus niveles de AF y, a la vez, aumentan el tiempo destinado al desarrollo de actividades sedentarias, es decir, el tiempo sentados (12). De hecho, la probabilidad de no cumplir con las recomendaciones de AF se inicia alrededor de los 55 años en los hombres y a los 70 años en las mujeres, lo que podría aumentar la prevalencia de condiciones de salud adversas, entre ellas el síndrome de fragilidad (13).
Considerando que se espera un incremento de la población mayor de 60 años y con ello un aumento en la prevalencia de fragilidad, y que se ha visto que niveles adecuados de AF han demostrado efectos beneficiosos sobre la salud y, particularmente, sobre la condición física de las personas, el objetivo de este estudio fue caracterizar los niveles de AF y tiempo sedente en personas mayores chilenas con fragilidad.
MÉTODOS
DISEÑO Y MUESTRA DEL ESTUDIO
Este estudio utilizó datos de la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017 (ENS 2016-2017). Dicha encuesta se desarrolló entre agosto del año 2016 y marzo de 2017 y correspondió a un estudio poblacional de tipo transversal, probabilístico, estratificado geográficamente, multietápico y de conglomerados de 6233 personas chilenas mayores de 15 años, provenientes de zonas urbanas y rurales de 15 regiones del país. Sin embargo, en el presente estudio se incluyó una submuestra de 232 personas mayores de 60 años (89 hombres y 143 mujeres) de la Región Metropolitana que contaban con datos para determinar la fragilidad. Para ponderar la muestra a la población nacional se aplicaron los factores de expansión sugeridos por la ENS 2016-2017; por lo tanto, la muestra expandida incluida en este estudio representa a 1.053.597 personas mayores de Chile. El protocolo del estudio fue aprobado por el Comité de Ética de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile (16-019) y todos los participantes firmaron un consentimiento informado (14).
ANTECEDENTES DESCRIPTIVOS Y COVARIABLES
Las variables sociodemográficas edad, grupo etario, sexo (hombre o mujer), zona de residencia (rural o urbano), nivel educacional (básica < 8 años, media 8 a 12 años o educación superior > 12 años), estilos de vida y autopercepción de salud y bienestar personal, se obtuvieron mediante la aplicación de cuestionarios de la ENS 2016-2017 (14). El estado nutricional fue clasificado en base al Índice de masa corporal (IMC = peso/altura2) utilizando puntos de corte de valoración específica para personas mayores (bajo peso: ≤ 22,9 kg/m2; normo peso: 23,0-27,9 kg/m2; sobrepeso: 28,0- 31,9 kg/m2 y obesidad: ≥ 32,0 kg/m2) (15).
La obesidad central fue definida como un perímetro de cintura ≥ 88 cm para mujeres y ≥ 102 cm para hombres (16). La multimorbilidad fue definida mediante la presencia de 3 o más enfermedades de un total de 15 enfermedades crónicas, para las cuales se recolectaron datos en la ENS 2016-2017 (16).
FRAGILIDAD
La fragilidad se evaluó a través de la escala de fenotipo de Fried y las modificaciones propuestas por Troncoso-Pantoja y cols. (7,11), que incluyó: a) evaluación de la fuerza de prensión manual (Hand Grip Strength Test) mediante un dinamómetro hidráulico marca JAMAR® (Sammons Preston, Bolingbrook, IL, USA) previamente calibrado; b) la inactividad física se estimó considerando como inactiva a toda persona que realizara < 150 minutos/semana de AF; c) autorreporte de ritmo de caminata lento mediante la siguiente pregunta incluida en la ENS 2016-2017: ¿Cómo describiría su velocidad habitual de caminar? Esta pregunta tenía 3 opciones de respuestas: lenta, normal o rápida (14); d) IMC < 23,0 kg/m2. Este valor se utilizó como puente para determinar pérdida de peso en los últimos 6 meses; e) incapacidad de realizar tareas de la vida diaria por cansancio o agotamiento (autorreportado). Se consideró persona mayor frágil a quien presentaba 3 o más de los 5 criterios; aquellos con 2 o 1 criterios fueron clasificados como pre-frágil y las personas sin ninguno de estos criterios se clasificaron como robustas (7).
NIVEL DE ACTIVIDAD FÍSICA Y TIEMPO SEDENTE
El tiempo destinado para la AF relacionada con el transporte (p. ej., caminar, andar en bicicleta) y actividades de intensidad moderada o vigorosa realizadas durante el tiempo libre y/o en el trabajo, se determinó mediante la aplicación del cuestionario “Global Physical Activity Questionnaire” (GPAQ v2), el cual ha sido validado internacionalmente y en una población latina (17,18). La AF total se presenta como la suma del tiempo reportado en actividades de transporte (p, ej., caminar y andar en bicicleta) y la AF de intensidad moderada y vigorosa realizada en el tiempo libre y laboral. Las variables asociadas a los niveles de AF se registraron a través de Metabolic Energy Equivalents (METs/min/día) y los minutos/día.
La prevalencia de inactividad física fue determinada con los puntos de corte sugeridos por la Organización Mundial de la Salud (un gasto energético < 600 METs/minutos/semana) y los niveles de sedentarismo fueron determinados mediante autorreporte (18,19). Se consideró un alto nivel de sedentarismo cuando la persona destinaba más de 4 horas a estar sentada o reclinada al día durante el tiempo libre o de trabajo (p. ej., tiempo sentado frente al computador, viendo televisión, viajando en bus, tren o auto, entre otras) (20).
ANÁLISIS ESTADÍSTICO
Todos los análisis fueron realizados con el software estadístico STATA MP versión 15. Los análisis fueron realizados mediante la aplicación del factor de expansión sugerido por la ENS 2016-2017. Los datos de caracterización de la población estudiada son presentados como promedios para población nacional en variables de tipo continuo y como prevalencia expandida para variables de tipo categórico, junto a sus respectivos intervalos de confianza del 95 % (IC 95 %).
Para determinar los niveles de AF (de transporte, laboral, total moderada y vigorosa) y tiempo sedentario según los diferentes estados de fragilidad tanto en hombres como en mujeres, se utilizaron análisis de regresión lineal. Se utilizó como referencia el grupo de personas mayores consideradas como robustas. Los datos se presentan como sus promedios o coeficientes beta (β) con sus respectivos intervalos de confianza del 95 % (IC 95 %). Estos análisis se ajustaron por edad y nivel educacional. El nivel de significancia se definió como p < 0,05.
RESULTADOS
La tabla I muestra las características descriptivas de la población estudiada según nivel de fragilidad (robusto, pre-frágil y frágil). Principalmente, las personas con fragilidad fueron mujeres (14,1 %) y con niveles más bajos de educación formal (< 8 años). En cuanto a las características antropométricas, las personas mayores clasificadas como frágiles presentaron un menor IMC y menos fuerza de prensión manual en comparación con sus pares categorizados como pre-frágiles y robustos. Además, la prevalencia de la fragilidad fue mayor en las personas con bajo peso o enflaquecidas (39,4 %) en comparación con las personas mayores clasificadas como robustas, que no presentaron casos de bajo peso.
Datos presentados como promedio o prevalencia expandidos a la población nacional y sus respectivos intervalos de confianza (IC). IMC: índice de masa corporal; METS: Metabolic Energy Equivalents; AF: actividad física.
En la figura 1 se observa la distribución de los criterios del fenotipo de fragilidad para toda la población por sexo. Destaca el 21,9 % de la muestra total que presenta debilidad muscular, con una mayor prevalencia en los hombres (24,7 %) versus las mujeres (19,3 %). Además se observa que un 44,0 % tienen un bajo nivel de actividad física, siendo estos valores mayores en las mujeres (49,9 %) que en los hombres (37,5 %). El 9,3 % de la muestra presentó un IMC < 23,0 kg/m2 y el 41,2 % reportó una velocidad de marcha lenta. Finalmente, el 5,4 % de la muestra reportaron sensación de agotamiento y cansancio, siendo este valor mayor en las mujeres que en los hombres (6,7 % frente a 4,1 %, respectivamente).
Los niveles de AF y tiempo sedente según el fenotipo de fragilidad se presentan en la figura 2. En comparación con el grupo de referencia (robustos), las personas mayores con fragilidad exhibían menor cantidad de AF total (β = -292,6 min/día [IC 95 %:399,5; -185,7], p = 0,001), laboral (β = -5821,8 min/día [IC 95 %: 8680,8; -2962,8], p = 0,001) y de transporte (β = -68,0 min/día [IC 95 %: -105,4; -30,62], p = 0,001). Del mismo modo, las personas mayores frágiles realizaban menor cantidad de AF moderada (β = -137,7 min/día [IC 95 %: -202,0; -73,5], p = 0,001); vigorosa (β = -43,4 min/día [IC 95 %: -81,6; -5,20], p = 0,026) y reportaron un mayor tiempo sedente (β = 3,55 hora/día [IC 95 %: -1,97; 5,14 ], p = 0,001) en comparación a las personas mayores robustas. Al analizar el nivel de AF y el estado de fragilidad por sexo, se puede observar que los hombres frágiles destinaban menos tiempo al desarrollo de AF total y moderada. Así también, realizaban menos minutos/día de AF de transporte (β = -56,5 min/día [IC 95 %: -129,4; 16,4], p = 0,03) y destinaban un mayor tiempo al desarrollo de actividades sedentes (β = 1,81 hora/día [IC 9 5%: 0,56; 3,05], p = 0,001. Similares resultados se evidencian en las mujeres, en donde se pudo observar que las mujeres mayores frágiles realizaban menos AF total, de transporte y AF moderada en comparación con el grupo de referencia. Además, las mujeres mayores frágiles destinaban un mayor tiempo a las actividades sedentes.
DISCUSIÓN
El principal resultado de esta investigación reveló que las personas mayores frágiles presentaban menores niveles de AF total, de transporte y laboral. De igual manera este grupo de personas realiza una menor cantidad de AF moderada y vigorosa, pero destinan mayor tiempo del día al desarrollo de actividades que implican estar sentado o reclinado, es decir, mantenían una mayor conducta sedentaria en comparación al grupo de referencia (robustos). Estos hallazgos se mantuvieron al separar a los participantes por sexos.
Los niveles más bajos de AF en individuos frágiles son consistentes con la evidencia previa, en donde se ha mostrado que los individuos frágiles tienen niveles más altos de inactividad física y niveles de comportamiento sedentario (21,22). Estos resultados no son inesperados dado que el nivel de AF es uno de los componentes del fenotipo de Fried y cols. Similares hallazgos fueron entregados por Blodgett y cols., quienes a partir de datos de la National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES) reportaron que las personas mayores frágiles tienen más probabilidades de tener niveles más altos de comportamiento sedentario y menos probabilidades de cumplir con las recomendaciones de AF moderada-vigorosa semanal (23). El mismo estudio demostró además que aumentar una hora/día de AF de intensidad moderada a vigorosa potencia la reducción del riesgo de fragilidad en personas mayores (23).
La asociación positiva que se observa entre la fragilidad y la combinación de insuficientes niveles de AF y un aumento de la conducta sedentaria puede explicarse, en parte, por la serie de efectos deletéreos provocados por estos comportamientos. Estos dos aspectos conductuales distintos, cuando se combinan, pueden exacerbar las alteraciones fisiológicas resultantes del proceso de envejecimiento, lo que lleva a una disminución del gasto energético total, el consumo máximo de oxígeno y la tasa metabólica en reposo (24).
Por el contrario, se ha demostrado que la participación regular y el cumplimiento de las recomendaciones de AF moderada o vigorosa es un comportamiento protector contra la fragilidad en las personas mayores (25,26). Una posible explicación de estos hallazgos es que mantener adecuados niveles de AF contribuyen de manera importante en la mantención de la aptitud física, la cual es clave para conservar una adecuada independencia funcional. Diversos estudios han señalado que una buena aptitud física confiere beneficios fisiológicos y psicológicos, y además puede proteger contra el desarrollo de trastornos relacionados con el estrés y las enfermedades crónicas (27-29). De igual manera, una reciente revisión sistemática y metaanálisis reportó asociaciones entre la aptitud física y el síndrome de fragilidad, indicando que la disminución de cualidades como la fuerza muscular, el equilibrio, la velocidad de la marcha y la capacidad aeróbica están claramente asociados con la fragilidad (30).
Del mismo modo, estudios anteriores han demostrado que practicar AF de manera regular mejora la aptitud física y que además, es una estrategia útil en la prevención de la fragilidad (31,32). Estos hallazgos apoyan la importancia de fomentar la práctica de AF en la población mayor y diseñar estrategias útiles, como programas de formación específicos, para atenuar o prevenir la fragilidad en esta población.
Actualmente se han identificado determinantes sociodemográficas y de estilos de vida que aumentan el riesgo de desarrollar fragilidad en la población mayor. Por ejemplo, ser de sexo femenino (33,34). Según diversos autores, las mujeres mantienen una ingesta calórica más baja en comparación con los hombres, lo que influye en la mayor prevalencia (35). Estos investigadores también sugirieren que la fragilidad es más frecuente en las mujeres dado que los hombres tienen niveles basales más altos de masa muscular (35).
Si bien este estudio presenta fortalezas, como la medición algunas variables mediante protocolos estandarizados, no está exento de limitaciones. Por ejemplo, solo se incluyó una submuestra de personas mayores de la región metropolitana, lo que impide la generalización de los hallazgos a toda la población mayor chilena. Por ende, los niveles de AF, conducta sedentaria y fragilidad de las personas mayores que viven en otras regiones del país podrían ser diferentes a los encontrados en esta submuestra. Si bien se aplicó⊠ un factor de expansión para extender esta muestra a la población nacional, esta es solo una estimación teórica. Otro aspecto a considerar es la modificación de los criterios del fenotipo de Fried. Debido a la ausencia de ciertas mediciones, en la ENS 2016-2017 se utilizaron variables autorreportadas, lo cual limita la comparación con otros estudios realizados a nivel nacional e internacional. Este autorreporte además podría sobre o subvalorar los resultados obtenidos, afectando, en parte, a las estimaciones derivadas en este trabajo.
CONCLUSIÓN
Los resultados de este estudio indican que las personas mayores frágiles presentan más bajos niveles de AF en comparación con sus pares sin fragilidad. Al mismo tiempo, las personas mayores frágiles destinan más tiempo al desarrollo de actividades que involucran comportamiento sedentario. Es necesaria la implementación y creación de estrategias de fomento de la práctica de AF con el objetivo de prevenir la fragilidad en las personas mayores, pero además es importante centrarse en reducir el tiempo dedicado a la conducta sedentaria.
Evaluar el nivel de AF y tiempo sedente en la población proporciona información complementaria sobre la salud de las personas mayores, con respecto al envejecimiento saludable y los factores adversos para la salud.