Para los profesionales de la salud no existe ninguna duda del papel de la nutrición en la prevención de la enfermedad, así como en el tratamiento y la pronta recuperación de la persona enferma, siguiendo el aforismo de Hipócrates de Cos (460 a.C.): “Que tu medicina sea tu alimento y el alimento tu medicina”. La difusión del conocimiento en revistas como Nutrición Hospitalaria se centra en ese objetivo.
Pero además, la alimentación impacta de una forma directa en la mortalidad, en la esperanza de vida y en las posibilidades de desarrollo económico no solo de los individuos sino también de los colectivos o de los países, convirtiéndose en un buen indicador de los estándares de vida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala periódicamente unos objetivos de salud entre los que la atención a la alimentación de la mujer en el embarazo y del niño a lo largo de toda la infancia tiene un papel destacado (Global Targets 2025: To improve maternal, infant and young child nutrition. OMS).
En este contexto es muy interesante el estudio de la transición nutricional, el cambio en el consumo dietético y el gasto energético que coincide con los cambios económicos, demográficos y epidemiológicos, y que influye de forma notable en los resultados de salud de las poblaciones o los países.
Entre los países occidentales, España es un buen ejemplo para ilustrar el efecto de la transición nutricional ya que, en nuestro país, los cambios sociales y económicos han sido muy rápidos durante los dos últimos siglos. Los editores, colaboradores habituales de Nutrición Hospitalaria, recogen en este volumen, a lo largo de 10 capítulos, nuevos hallazgos relacionados no solo con la transición nutricional en los distintos periodos de nuestra historia reciente sino también con las diferencias (inequidades) entre los distintos territorios, así como entre hombres y mujeres.
La principal virtud de este volumen radica en el rigor a la hora de obtener datos fiables tanto de los cambios de la alimentación ocurridos en estos dos siglos como de su influencia en los datos auxológicos. Para ello han recurrido a las fuentes primarias: registros de dietas en instituciones (hospitales, ejército, etc.) o encuestas sobre la renta familiar a lo largo del tiempo. Las variaciones antropométricas, en especial la estatura, se han recogido de registros de reclutamiento de soldados en su gran mayoría. Como dato de interés, por ejemplo, los españoles crecieron de media 13 cm entre las cohortes de los nacidos en 1840 y de los nacidos en 1980.
Gran parte de los cambios en la alimentación y, en menor medida, de los datos antropométricos han ocurrido en paralelo al complejo devenir de la historia de España en los dos últimos siglos. El último capítulo del libro está dedicado a las repercusiones que sobre los patrones de consumo alimentario ocasionó la Gran Recesión de 2008.
Enhorabuena a los editores, los profesores Medina-Albadalejo, Martínez Carrión y Calatayud, que han conseguido reunir a un prestigioso elenco de autores para publicar una obra inédita que profundiza en cómo han influido los cambios sociales y económicos en la alimentación de nuestros conciudadanos y ayuda a explicar los cambios en su forma de vivir y de enfermar. Recordamos ahora una frase del filósofo español Ruiz de Santayana: “El hombre que no conoce su historia está condenado a repetirla”, tan bien aplicable a este volumen.