INTRODUCCIÓN
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad se define como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud (1). Dentro de la obesidad, cabe destacar la obesidad central, es decir, el depósito de grasa visceral, que se sitúa alrededor de los órganos vitales a nivel abdominal. La obesidad central se considera más perjudicial debido a su mayor relación con distintas comorbilidades (2).
La obesidad se considera uno de los mayores desafíos de salud pública. Según un estudio realizado en España en 2023, la prevalencia de exceso de peso es del 55,8 % y la prevalencia de obesidad y obesidad severa es del 18,7 % y un 4,9 %, respectivamente (3).
Es importante tener presente la obesidad tanto a nivel clínico como en las políticas de salud pública. Se ha observado cómo la obesidad reduce la esperanza de vida y aumenta el riesgo de numerosas enfermedades crónicas prevenibles, como la diabetes mellitus tipo 2, enfermedades cardiovasculares, enfermedad del hígado graso no alcohólico, varios tipos de cáncer, depresión o apnea del sueño, entre otras. Además, un índice de masa corporal (IMC) entre 30 y 40 kg/m2 se ha asociado con casi un 50 % más de gastos de atención médica debido al manejo de comorbilidades relacionadas con la obesidad, mientras que un IMC mayor a 40 kg/m2 se asoció con un 100 % más de gastos en atención médica (4).
La investigación nutricional tradicional se ha basado en el estudio de micronutrientes claves y en su relación con las distintas enfermedades; sin embargo, cada vez parece más evidente que esto puede dar resultados parciales, incompletos y controvertidos, ya que no se tienen en cuenta los efectos sinérgicos de los nutrientes dentro de los alimentos ni los efectos sinérgicos de los diferentes alimentos entre sí. Por ello conviene centrar la atención en los patrones dietéticos, que se definen como las cantidades, proporciones, variedad o combinación de diferentes alimentos, bebidas y nutrientes (cuando estén disponibles) en las dietas, así como la frecuencia con la que se consumen habitualmente (5). Dentro de estos patrones dietéticos en el manejo de la obesidad destacan los patrones basados en plantas, que engloban patrones basados en las tradiciones geográficas como la dieta mediterránea, basados en recomendaciones como el Dietary Approaches to Stop Hypertension (DASH) o en otros factores, como las dietas vegetarianas (6) (Fig. 1).
El objetivo principal de este estudio consiste en investigar la relación existente entre la obesidad y su tratamiento mediante diversos patrones dietéticos saludables, además de estudiar la relación de estos patrones dietéticos con diferentes comorbilidades de la obesidad.
TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD
Los pacientes con obesidad deben recibir terapia de nutrición médica individualizada proporcionada por un dietista-nutricionista (cuando esté disponible) para mejorar los resultados. Esta terapia tiene que centrarse en reorientar la intervenciones en mejorar la salud y el bienestar en lugar de centrarse únicamente en el peso (7).
El patrón dietético mediterráneo, vegetariano, la dieta DASH o la dieta nórdica pueden ser útiles en la pérdida de peso y en el tratamiento de las comorbilidades. Sin embargo, las recomendaciones nutricionales deben ser personalizadas de acuerdo con los valores, las preferencias y los objetivos de tratamiento individuales y deben respaldar un enfoque dietético que sea seguro, eficaz, nutricionalmente adecuado, culturalmente aceptable y asequible para el cumplimiento a largo plazo (7).
Además, debe evitarse el sesgo de peso, es decir, actitudes y creencias negativas sobre el peso y sobre las personas con mayor peso o las personas con obesidad. Para ello, los sanitarios deben evitar el uso de palabras, imágenes y prácticas críticas cuando trabajan con pacientes que viven con obesidad (7).
DIETA MEDITERRÁNEA
Se conoce como dieta mediterránea a la dieta que tradicionalmente se ha consumido en la cuenca del Mediterráneo. Esta dieta está compuesta principalmente por un consumo diario de cereales (preferiblemente integrales), frutas y verduras, por un alto consumo de frutos secos y semillas y el uso de aceite de oliva como principal grasa culinaria (8).
Una adherencia a la dieta mediterránea se ha relacionado con un menor riesgo de sobrepeso y obesidad, además de con un menor aumento de peso durante los 5 años de seguimiento en los estudios de cohorte (9). Por otro lado, la dieta mediterránea tiene el potencial de reducir diferentes medidas de obesidad central. Por tanto, la recomendación de la dieta mediterránea podría incorporarse en las estrategias de tratamiento para reducir la obesidad central, considerando que los riesgos relacionados con esta dieta son insignificantes (2).
En el caso de la población infantil y adolescente, una revisión sistemática con metaanálisis evidenció cómo ayudaba a reducir el IMC y el porcentaje de obesidad en la población; de hecho, por cada 7 jóvenes tratados con intervenciones basadas en dieta mediterránea, uno ya no tendría obesidad. No obstante, es importante destacar que estas intervenciones tuvieron efectos mayores cuando se realizaron en países de la cuenca mediterránea (como España o Turquía) (10).
Con respecto a las comorbilidades asociadas a la obesidad, la dieta mediterránea ha demostrado efectos beneficiosos en mejorar la resistencia a la insulina, reducir la disfunción endotelial, reducir el estrés oxidativo, reducir la inflamación, reducir la trombosis, modular la microbiota intestinal, mejorar la inmunidad o mejorar el perfil lipídico (11), además de disminuir el riesgo de otras enfermedades asociadas, como la diabetes mellitus de tipo 2, el síndrome metabólico, el deterioro cognitivo, la depresión o varios tipos de cáncer (4).
DIETA VEGETARIANA Y VEGANA
El interés por las dietas vegetarianas ha aumentado en los últimos años debido a diversos motivos relacionados con el bienestar animal, las convicciones ideológicas, la obtención de beneficios para la salud, por gusto, moda o por aspectos de sostenibilidad ambiental. Las dietas vegetarianas son aquellas que pueden incluir algún producto derivado de los animales (como la leche, huevos o miel), mientras que las dietas veganas son aquellas que excluyen todos los productos de origen animal (12).
Las dietas vegetarianas y veganas se han visto útiles para el control de peso en comparación con las dietas omnívoras (13,14); las dietas veganas especialmente se han asociado con mayor pérdida de peso aún que las dietas vegetarianas (15). Por otro lado, se ha observado que estas dietas se han relacionado con un beneficio en relación con parámetros glucémicos como la glucosa o la resistencia a la insulina (13,16,17), aunque en un metaanálisis de ensayos clínicos aleatorizados no se observó relación con el resto de los factores metabólicos, antropométricos o de presión arterial (13). Es por ello que aún se necesitan ensayos clínicos aleatorizados más grandes para evaluar los efectos de la dieta vegetariana sobre los factores relacionados con la obesidad.
Además, aunque las dietas vegetarianas y veganas bien planificadas son apropiadas para todas las etapas del ciclo vital, una dieta mal planificada puede llevar a deficiencias nutricionales. Esto es especialmente importante en el caso de embarazadas, lactantes, niños, adolescentes y ancianos (12).
DIETA DASH
La dieta DASH nació del Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre, de Estados Unidos, para examinar los factores dietéticos que afectan a la presión arterial. La dieta DASH se caracteriza principalmente por ser rica en productos vegetales, pescados y productos lácteos bajos en grasa (Tabla I).
Este patrón dietético ha demostrado ser beneficioso para reducir la presión arterial a través de metaanálisis (18). No obstante, también parece beneficioso para reducir el riesgo de distintos factores metabólicos, como la hipercolesterolemia (19) o la resistencia a la insulina (20). Con respecto a la pérdida de peso, la dieta DASH disminuyó el peso corporal, el IMC y la circunferencia de la cintura en un metaanálisis. Además, esta disminución fue mayor cuando se realizó una restricción calórica. No se observó el mismo efecto cuando se comparó la dieta DASH con otras dietas que controlaban estrictamente la ingesta energética. Esto puede explicarse porque este patrón dietético tiene una densidad energética relativamente baja, lo que puede afectar a la saciedad (21).
En el caso de la población infantil también se observan efectos beneficiosos con respecto al exceso de peso, la presión arterial o el síndrome metabólico (22,23). En una revisión sistemática realizada en adolescentes se observaron efectos positivos sobre la presión arterial, el sobrepeso y la obesidad, aunque tenues, y se encontró que la adhesión a dicho patrón dietético parece ser baja en este grupo de edad (24). A pesar de lo expuesto anteriormente, la bibliografía científica sobre el tema es aún limitada, en especial las revisiones sistemáticas y los metaanálisis, por lo que hacen falta más estudios científicos al respecto.
CONCLUSIONES
La obesidad es una enfermedad prevalente y de gran importancia que requiere un enfoque integral y un tratamiento continúo. Los hallazgos respaldan la necesidad de enfocarse en patrones dietéticos integrales en lugar de centrarse exclusivamente en componentes alimentarios específicos, como son los nutrientes o los alimentos aislados, debido a su efecto sinérgico en la dieta.
La dieta mediterránea y la dieta DASH parecen ser patrones dietéticos eficaces para el control del peso y los factores concomitantes. Aunque las dietas vegetarianas o veganas se consideran opciones adecuadas para la obesidad y sus comorbilidades, su implementación requiere una planificación cuidadosa para evitar deficiencias nutricionales.
En general, se recomienda aumentar la ingesta de productos vegetales, priorizar el consumo de granos enteros y de cereales integrales frente a sus análogos refinados y reducir el consumo de carnes rojas, alimentos ricos en sodio y productos azucarados como una medida efectiva para mantener un adecuado estado ponderal. Estas directrices ofrecen un enfoque sólido para la gestión nutricional de la obesidad, subrayando la importancia de adoptar patrones alimentarios saludables como medida preventiva y terapéutica frente a esta condición crónica de alta relevancia epidemiológica.