Introducción
Los antecedentes de dicho virus se sitúan el 31 de diciembre de 2019, la Comisión Municipal de Salud y Sanidad de Wuhan (provincia de Hubei, China) informó sobre un grupo de 27 casos de neumonía de etiología desconocida. El 7 de enero de 2020, las autoridades chinas identificaron como agente causante del brote un nuevo tipo de virus de la familia Coronaviridae, SARS-CoV-2, cuya secuencia genética fue compartida por las autoridades chinas el 12 de enero1. El 11 de marzo, la OMS declaró la pandemia mundial. En España, el 24 de febrero se detectan, a la vez, casos en Madrid, Cataluña y Valencia, y el 9 de marzo el Gobierno establece medidas contundentes de cuarentena y confinamiento. En la actualidad, y según datos recogidos del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad del Gobierno de España, los casos confirmados por la COVID-19 se cifran en 3.188.5532 y los muertos en las residencias geriátricas ascienden a casi 30.000.
España es un país altamente envejecido, con una tasa de personas mayores de 65 años próxima al 19% de la población (8.764.204), de los cuales un 4% (aproximadamente 366.633) viven en residencias, de las que solo el 27% tienen titularidad pública3.
El análisis de la situación y la búsqueda de información muestra el impacto que esta pandemia ha tenido en población envejecida, siendo un gran grupo de riesgo4, concretamente un grupo especialmente vulnerable ante la COVID-19 y que presenta un peor pronóstico5.
La Sección de Cardiología Geriátrica de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología destaca la importancia de determinados factores específicos de las personas mayores que influyen en este peor pronóstico, como la comorbilidad y los síndromes geriátricos, la institucionalización en residencias y la fragilidad asociada al envejecimiento. Este último factor condiciona su pobre respuesta inmunitaria, y la disminución de la reserva funcional, que conlleva una reducción en la capacidad intrínseca y la resiliencia6. Transcurridos aproximadamente 12 meses desde el inicio del confinamiento en España, cada vez se prodigan más los estudios acerca de los efectos de la COVID-19 sobre la población anciana, pero aún escasean los que investigan las consecuencias del confinamiento a partir de los 75 años, y aún menos los que relatan las vivencias y experiencias de esta población sobre el confinamiento. En uno, los autores concluyen que las personas mayores con autopercepción positiva sobre el envejecimiento parecen ser más resilientes durante el sufrimiento que supone la pandemia actual, presumiblemente por una mejor regulación emocional7. Otros hablan de que es conveniente comprender con detalle el impacto de estos efectos negativos para establecer medidas adicionales al confinamiento que promuevan el seguimiento, la detección precoz y las intervenciones preventivas, de rehabilitación o paliativas. Estas medidas pueden englobar actividades ya conocidas de promoción de la actividad física o estimulación cognitiva, así como las medidas emergentes de prescripción social para la soledad y la afectación del estado emocional8. También profundizan en la vulnerabilidad frente a la COVID-19 y la implementación de medidas más restrictivas de confinamiento en los mayores, que no tanto en los adultos, y a la implementación de medidas intensivas de control de propagación de la infección en las residencias y alojamientos residenciales, como centros sociosanitarios o viviendas asistidas9. Otros dicen que las personas con enfermedades crónicas experimentaron dificultades más allá del riesgo de contagio: interferencias en el cuidado y en la atención sanitaria recibida. Es necesaria una mayor información y más formación a los/las pacientes y mejoras en la accesibilidad a los servicios sanitarios en situaciones de crisis sanitaria10. A partir de aquí, nos planteamos unas oportunidades que mejoren la salud de los individuos y comunidades. Las personas están más abiertas a sugerencias sobre estilos de vida saludables, ya que si una cosa ha unificado a todos en esta epidemia es que todos somos vulnerables, aunque algunos lo son más que otros11.
Es importante el uso de la telemedicina, que está alcanzando niveles de protagonismo que en circunstancias como las que vivimos (mayor soledad y aislamiento, y menor relación con el entorno), pueda ser una alternativa y recurso al tratamiento y seguimiento de las personas que permanecen mayor tiempo en sus domicilios y viviendas. La telemedicina conecta la conveniencia, el bajo coste y la fácil accesibilidad de la información y la comunicación relacionadas con la salud mediante Internet y las tecnologías asociadas12.
En la actualidad hay un aumento de estudios cualitativos que abordan el estudio de seres humanos y de su entorno en toda su complejidad, y reconocen que cada individuo es único en cuanto a personalidad, comportamiento, cultura, entorno social, capacidades mentales, valores, creencias, estilo de vida y visión sobre el mundo que le rodea, entre otros aspectos13. Este, facilita una práctica de enfermería sensible a las realidades de las personas cuidadas, a la diversidad cultural y a los contextos en los que se desenvuelven sus vidas14. Este trabajo pretendió conocer y explorar las preocupaciones y sentimientos que genera el confinamiento por la COVID-19 en las personas mayores de la Residencia de Mayores Javalambre de Teruel (RMJT), y profundizó en cómo lo vivieron los más vulnerables y frágiles: ancianos/as institucionalizados/as.
Metodología
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Datos cualitativos. Los métodos cualitativos resultan especialmente adecuados para la comprensión en profundidad del fenómeno que hay que investigar o evaluar, desde el punto de vista de los propios sujetos implicados15. La perspectiva fenomenológica guio el estudio. La persona expresa su experiencia para que el investigador describa e interprete la explicación de quien ha tenido la vivencia16. Este trabajo reseñó el objeto y propósito estudiado (estudio descriptivo); se acercó al por qué de las vivencias relatadas de los mayores durante el confinamiento por la COVID-19. Se realizó de junio de 2020 a marzo de 2021 en la RMJT. La recolección de los datos mediante entrevistas semiestructuradas (Anexo 1) se hizo en los pisos de la RMJT en los que viven los residentes.
La RMJT es una residencia pública con capacidad para 413 residentes con atención a personas mayores con dependencia y/o no dependencia. El muestreo utilizado fue el no probabilístico del tipo “en avalancha o nominado”17.
Criterios de inclusión. Los criterios de inclusión fueron: edad ≥ 70 años, aceptación de participar en el estudio, realización del test de Pfeiffer (Anexo 2) previo a la entrevista no superior a 2 errores y vivir en la RMJT.
Criterios de exclusión. Los criterios de exclusión fueron: no querer participar en el estudio, tener un resultado ≥ 3 puntos en el test de Pfeiffer, poseer < 70 años y no vivir en la RMJT. Para evitar un sesgo de selección de los participantes, se seleccionaron a los ancianos con patologías dispares, con mayor y menor grado de autonomía, y con circunstancias personales diferentes (con hijos y sin, viudos/as y solteros/as) para lograr heterogeneidad en las opiniones.
Participaron 45 (15 hombres y 30 mujeres), con edades entre 70 y 96 años (Anexo 3). La muestra se consiguió con la ayuda de 2 informantes clave para reclutar a los participantes (una psicóloga y una enfermera) que trabajan en la residencia. Les explicaron el objetivo del estudio y la importancia de conocer sus opiniones y percepciones. Les solicitaron el consentimiento informado (firmado); Trabajadoras de la RMJT acordaron día y hora para realizar la entrevista (realizadas por una enfermera y un TCAE). La recogida de datos fue con la entrevista individual semiestructurada (realizada individualmente) con un guion de preguntas preestablecido para profundizar en los objetivos del estudio (Anexo 1). Las entrevistas se realizaron en 2 tandas diferenciadas: la primera de junio a noviembre (etapa en la que el aislamiento fue más estricto, no salían de sus habitaciones y no recibían visitas de sus allegados); se consiguió la saturación de los datos con la 30 entrevista (repetición de los discursos no encontrándose datos nuevos)18. La segunda tanda fue de enero a marzo. En esta etapa se les vacunó. Se permitió a sus allegados las visitas y se autorizó a los residentes a salir al exterior de la residencia. Se consiguió la saturación de los datos con la 15 entrevista. La duración de las entrevistas duró de 45 min a 1 h. El ambiente de las entrevistas fue cordial y de confianza. Los entrevistados agradecieron la confianza puesta en ellos.
Análisis de los datos. Una vez transcritos literalmente los discursos, se realizó el análisis de contenido: manual e inductivo, realizado por la misma persona conocedora de la metodología cualitativa. Después se contrastó con dos profesionales de la salud que habían participado en el estudio y con otras dos que no, para evitar la subjetividad de una misma persona y poder conseguir la triangulación de los datos. El análisis de contenido significó ir examinando y codificando los datos, después de categorizar las respuestas en diferentes unidades temáticas y poder extraer las conclusiones pertinentes19. Las entrevistas se codificaron palabra a palabra, frase a frase y las categorías y subcategorías se crearon a partir de agrupar códigos similares en cuanto a contenido, pero teniendo presente las opiniones divergentes como expresiones latentes del texto. Los temas se crearon relacionando los significados, los nexos y entornos entre las categorías, manifestando el contendido presente de los datos. Para asegurar el rigor del estudio, se pretendió que la investigación fuera válida y relevante20, y para conseguir criterios de calidad (credibilidad, transferibilidad, dependencia, confirmabilidad y relevancia) y rigor metodológico (revisión del problema-método-diseño, diseño correcto de la muestra, análisis de datos, y triangulación)21. A los participantes se les leyeron las transcripciones de las entrevistas para que validaran los contenidos.
Aspectos éticos. El consentimiento informado fue el procedimiento formal aplicado que respondió al principio de autonomía, basado en la voluntariedad, la información y la comprensión de los mayores que participaron indicando que los resultados solo se utilizarían con fines científicos, para garantizar el principio de confidencialidad y privacidad, omitiendo cualquier dato potencialmente reidentificativo de los entrevistados. El Comité de Ética de la Investigación de la Comunidad Autónoma de Aragón aceptó y refrendó la investigación y los resultados. Se informó a la Dirección de la RMJT, verbalmente y por escrito, del proyecto y motivo del estudio, con los propósitos y la metodología que se aplicaría, así como a posteriori con la exposición de los resultados. En ambos se obtuvo la aprobación y reconocimiento.
Resultados
Los resultados se vertebraron en 8 categorías relacionadas con las experiencias vividas (Tabla 1).
Subcategorías | Citas textuales |
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Categoría 1: sentimientos durante el confinamiento | |
• Miedo al propio contagio/familiares/amigos | “Soy mayor y ya tengo muchos achaques. Tengo mucho miedo de cogerlo y de morirme” (mujer de 90 años) |
• Emociones básicas negativas | “Me he pasado muchas horas, noches llorando. No encontraba consuelo ni leyendo, ni viendo la televisión” (mujer de 87 años) |
Categoría 2: cambios en los hábitos de vida | |
•Disminución autocuidados | “Antes iba cada mañana a pasear un rato. También bajaba 2 veces a la semana a la rehabilitación" (mujer de 90 años) |
• Ocio | “Pinto cada día 3 o 4 hojas de las que me dan las auxiliares. Otros días veo más la televisión...” (hombre de 81 años) |
Categoría 3: cambios en la propia salud | |
• Cambios físicos | “Tengo más dolores en las rodillas. Cada día me cuesta más levantarme de la silla” (mujer de 88 años) |
• Cambios psicológicos/emocionales | “Antes me enfadaba menos, ahora estoy más triste” (mujer de 78 años) |
Categoría 4: inquietudes por la salud | |
• Propia salud/salud de la familia | “Solo hago que rezar y pedirle a la Virgen que no se enfermen mis nietos” (mujer de 90 años) |
Categoría 5: estrategias de afrontamiento del confinamiento | |
• Recursos para mejorar la situación | “Cada día intento pasear por la habitación 10 o 12 veces. Por las tardes rezo. Intento estar contenta y darle gracias a Dios por estar aquí” (mujer de 92 años) |
• Importancia del uso de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) | “Mi hijo está muy pendiente de mí, me llama a mi teléfono todos los días” (hombre de 83 años) |
Categoría 6: apoyo de los profesionales de la salud | |
• Necesidad de ayuda emocional | “Gracias a todas vosotras. Lo único que quiero, daros las gracias y hablar un ratito con alguien...” (mujer de 83 años) |
• Necesidad de ayuda física | “Yo cada día necesito más de vuestra ayuda, para levantarme, para vestirme, para ducharme” (mujer de 91 años) |
• Importancia de vivir en la residencia | “En mi casa nunca hubiera estado tan cuidado” (hombre de 86 años) |
Categoría 7: información sobre la COVID-19 y el confinamiento | |
• Exceso de información/desinformación | “Ya no enciendo el televisor: siempre lo mismo, enfermos, muertos y desgracias...” (hombre de 72 años) |
Categoría 8: preocupaciones sobre el futuro | |
• Limitaciones en la forma de vida | “Estoy acostumbrado a pasar mucho tiempo solo. Pasar tanto tiempo sin salir a la calle es como si estuviéramos presos” (hombre de 81 años) |
• Incertidumbre sobre el futuro | “Pobres jóvenes. Creo que lo van a pasar muy mal. Esto es como una guerra...” (mujer de 85 años) |
Sentimientos durante el confinamiento
Afirmaron haber pasado más emociones negativas que positivas. La ansiedad y la tristeza prevalecieron sobre la tranquilidad y la alegría. La desesperanza y la incertidumbre les provocó cambios de humor, pena e impotencia. No realizar las actividades de antes les produjo agotamiento y sufrimiento. Necesitaron ayuda psicológica y emocional del equipo sanitario. Vivir en la residencia les dio seguridad y confianza. Estas emociones fueron mayores en las mujeres y en los de menos edad.
Cambios en los hábitos de vida
Aseveraron haber cambiado sus rutinas. La disminución del ejercicio, el aislamiento y el cambio de la situación, les creó desinterés por sus autocuidados. El sexo femenino mantuvo más sus rutinas y autocuidados. El tiempo dedicado al ocio fue mayor. La falta de relaciones interpersonales aumentó el uso de las de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) para comunicarse con sus allegados.
Cambios en la propia salud
Los participantes con más pluripatologías y más frágiles manifestaron más problemas físicos-psíquicos. Los que fueron al hospital durante el confinamiento se preocuparon más por su salud. La falta de ejercicio, el insomnio y la ansiedad les hizo sentir peor.
Inquietudes por la salud
La esperanza en la vacunación y en el avance de los tratamientos les hizo “estar mejor”. Refirieron una preocupación excesiva por la salud de familiares. El miedo al contagio fue notorio.
Estrategias de afrontamiento
Aseguraron haber realizado actividades (pintar, etc.) para soportarlo mejor. Los que expresaron rezar y meditar se sintieron más tranquilos y esperanzados. “Sentirse contentos” les hizo estar mejor consigo mismos. Las mujeres y los más ancianos fueron más resilientes.
Apoyo de los profesionales de la salud
Muestran especial mención a la figura de la psicóloga. Los que fueron visitados por ella expresaron encontrarse mejor. Las palabras a los sanitarios fueron de agradecimiento.
Información sobre la COVID-19
El exceso de información en los medios de comunicación les produjo angustia, miedo, cansancio y desmotivación. Al ser las residencias constante foco de atención les hizo sentir más vulnerables. Manifestaron tener poca información sobre cómo se contagia la COVID-19 y el tiempo que tendrían que estar confinados.
Discusión
Los resultados del estudio, al igual que los de otros realizados, confirman que hay una extensa bibliografía que relaciona el confinamiento con un aumento de la morbimortalidad22. Cuando este aislamiento se produce en residencias (aislados del exterior y en su habitación sin gozar de las zonas comunes) y, sobre todo, de personas con demencias23 tiene muchas consecuencias negativas como: la reducción o inactividad física y su implicación en problemas de sueño, insomnio y somnolencia diurna, que ya se ha demostrado en diferentes investigaciones24,25. Del mismo modo, la soledad aumenta el riesgo de sedentarismo, la enfermedad cardiovascular, la alimentación inadecuada y el riesgo de muerte26,27.
Las personas que han sufrido eventos traumáticos podrían enfrentar situaciones adversas con mayor resistencia y resiliencia para procesar las situaciones de estrés y la angustia que han vivido28. Los datos de nuestra investigación no coinciden con estudios que respaldan que el bienestar emocional mejora a lo largo del ciclo vital29,30, y sí con los estudios que encuentran un mayor malestar psicológico en personas mayores con respecto a personas jóvenes31,32. Han contado con el apoyo profesional para disminuir el impacto del confinamiento en su salud mental33 (más en el sexo femenino).
Las referencias hacia la presencia de la psicóloga como “gestora” de sus angustias y miedos han sido significativas. Vivir en la residencia les ha hecho sentir más protegidos y mejor cuidados. La sobreinformación y el “afectarles” más, les ha hecho tener miedo, ansiedad y problemas con el sueño. Los estereotipos negativos sobre el envejecimiento aparecen claramente vinculados a la experiencia de sintomatología ansiosa y depresiva en los mayores; y estos acontecimientos vitales negativos (p. ej., la COVID-19) y el edadismo se internalizan y afectan a la cognición, el afecto, la conducta y la salud física de las personas34. Todas estas circunstancias del aislamiento les han acarreado importantes consecuencias físicas y psicosociales35. Los cambios de rutinas han resurgido actividades (leer, rezar) y no hacer otras (actividad física). Estas les ha permitido reducir el estrés y la angustia produciendo mejorías significativas en su salud mental36.
Las personas con mejor autopercepción y las que refieren sobrellevar mejor el envejecimiento, o las que dicen tener más mecanismos para afrontar los problemas, constatan la presencia de una mayor resiliencia37 (más en mujeres). La importancia del uso de las TIC38 les ha posibilitado comunicación con familiares y allegados. En los más jóvenes, el uso del móvil y las videoconferencias ha sido mayor.
El inicio de la vacunación y las noticias más “alentadoras” sobre la evolución de la pandemia han aumentado sus emociones positivas, la esperanza de ver a sus seres queridos y el fin del confinamiento.
Las vivencias de los residentes han manifestado la capacidad de adaptación y resistencia que tienen los mayores ante una situación límite como la vivida con la pandemia por la COVID-19. Han expresado tener preocupaciones por su propia salud y por la de sus allegados; sufrir cambios significativos en sus rutinas de vida; experimentar mayor soledad en su día a día; no poder comunicarse e interrelacionarse con los amigos y familiares; referir más complicaciones físicas consecuentes al sedentarismo y la inactividad; padecer más angustia y ansiedad; dormir peor; desconocer cuándo podrían volver a la normalidad. A pesar de esto, han incrementado y buscado estrategias para afrontar los problemas; han valorado vivir la pandemia en la residencia como una posibilidad de seguir viviendo y no contagiarse (les ha inferido seguridad y confianza); han expresado a los sanitarios sus inquietudes y emociones. La esperanza la han volcado en poder ver pronto a familiares/amigos, y en la vacunación.
Limitaciones del estudio
A continuación se referencian las limitaciones del estudio: a) realizar la entrevista semiestructurada y no hacerla en profundidad39 pudo dirigir a los participantes hacia los temas que nosotros creímos más relevantes (hemos pretendido que con mayor diversidad de preguntas, las opiniones fueran más diferentes); b) el no empleo de otras técnicas de investigación cualitativas, como la observación participante, la autoobservación, etc. ha limitado conocer y explorar más percepciones y experiencias de los participantes acerca del objeto de estudio40; c) no tener en la muestra participantes que tuvieran y/o hubieran pasado la COVID-19.
Conclusiones
Identificar las vivencias de los mayores durante el confinamiento por la COVID-19 ha mostrado en esta población las dificultades surgidas del día a día, y las capacidades que han tenido que llevar a cabo para soportar y superar este difícil período de la pandemia. Las experiencias con emociones negativas han prevalecido sobre las positivas. El cambio de rutinas consecuente a la pandemia les ha provocado más problemas de salud. Las personas resilientes y con estrategias de afrontamiento óptimas lo han vivido mejor. La constante preocupación por la salud de sus familiares ha disminuido con la presencia diaria con los sanitarios. Vivir el confinamiento en la residencia y la esperanza en la vacunación han generado esperanzas en volver pronto a la normalidad. Los resultados del presente estudio nos acercan a buscar nuevos modelos de cuidados hacia los mayores en los que se tengan más en cuenta sus opiniones, prioridades y creencias. Con la contribución del siguiente estudio se hace visible contemplar las vivencias de las personas mayores delante de situaciones tan complicadas como las derivadas por el confinamiento de la COVID-19.