INTRODUCCIÓN
Los/las trabajadores/as de la salud en las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) están en constante riesgo biológico por el contacto directo con fluidos corporales, cultivos y/o desechos orgánicos, además de microorganismos que pueden transmitir enfermedades infectocontagiosas tales como el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), hepatitis B y hepatitis C1,2,3. La Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA), que es parte del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos, refirió en 2019 que el personal sanitario en todo el mundo está especialmente expuesto a lesiones con objetos cortopunzantes que usan en el desempeño de sus funciones, que incluyen aplicación de inyecciones, toma de muestras de material biológico y sustitución repetida del capuchón de la aguja ya utilizada4.
En Colombia, los sectores económicos con mayor incidencia de accidentes laborales son los servicios sociales y de salud, quienes reportaron 79.257 casos en 2020 (de ellos, 90% en el sector salud), porcentaje que se incrementó en comparación con 2018 (40%) y 2019 (36,60%)5. En concordancia, los profesionales de la salud son más propensos a infectarse dentro de los grupos ocupacionales con riesgo biológico6. En los entornos hospitalarios, por cada cien horas laborales trabajadas se generan alrededor de ochenta accidentes con residuos biológicos, más del 90% con material cortopunzante7.
Los accidentes laborales en profesionales de la salud se deben principalmente a factores como el estrés y a movimientos del paciente durante los procedimientos. Se ha identificado una prevalencia de 76% en personal femenino y suelen ocurrir con mayor frecuencia en personal con antigüedad de cinco a nueve años8; el 44% de las lesiones se da por pinchazo con agujas y el 20% por salpicaduras de diferentes agentes, afectando principalmente la piel y comprometiendo áreas como los miembros superiores (54,5%), el rostro (11,6%) y múltiples sitios (5,7%)9.
Actualmente, un accidente laboral de tipo biológico conlleva un protocolo de procedimientos complejos que comprometen el bienestar físico y emocional de los afectados10,11. Los/las trabajadores/as en salud deben someterse a procedimientos de diagnóstico y tratamiento médico que restan horas laborales y de ocio, al igual que experimentan consecuencias psicológicas que afectan a su persona y permean en su entorno familiar. También conllevan cambios psicolaborales como estrés, depresión, ansiedad, temor por la actividad laboral, agotamiento y disminución del rendimiento laboral12, lo cual genera la necesidad de plantear escenarios individuales para dimensionar el impacto de sufrir una exposición al riesgo desde la particularidad del profesional.
El objetivo de este estudio fue comprender la experiencia de los profesionales sanitarios de una Unidad de cuidados intensivos (UCI) en Cali (Colombia) que sufrieron accidentes biológicos.
MATERIAL Y MÉTODOS
El estudio fue un diseño mixto, explicativo, que se llevó a cabo en dos fases. La primera fase de la investigación fue un diseño descriptivo de corte transversal, se aplicó una encuesta validada de conocimientos sobre bioseguridad que contenía doce preguntas13. La muestra estuvo constituida por el total de la población de profesionales de la salud (medicina, enfermería y fisioterapia) que trabajan en una UCI (n=40) ubicada en un hospital público de Cali. La fase cualitativa fue de carácter fenomenológico, conduciendo a la descripción de los significados a partir de la experiencia vivida narrada por cada persona14. La fenomenología comprende los aspectos más profundos y complejos de la vida humana desde la perspectiva personal. Se efectuó siguiendo los parámetros de la guía para estudios cualitativos Coreq15.
Se consideró como criterios de inclusión tener experiencia en UCI mayor de un año, haber tenido un accidente de trabajo de riesgo biológico (reportado o no), querer participar voluntariamente en el estudio y tener la voluntad de hablar sobre la experiencia vivida de accidente de trabajo.
Las técnicas de recolección de información fueron encuesta y entrevista. La muestra estuvo conformada por cuarenta y cinco participantes, respectivamente. La encuesta interrogó sobre conocimientos en bioseguridad y prevalencia de accidentes biológicos16,17. Para la entrevista se diseñó una guía de entrevista y un protocolo de reclutamiento.
La entrevista fue presencial en el lugar y hora propuesto por el informante, cada individuo fue entrevistado una vez con una duración promedio de dos horas y se procuró una conversación espontánea, cómoda y relajada que le permitiera hablar ampliamente de su experiencia. Durante el desarrollo de las entrevistas no se contó con la participación de personas adicionales. La investigadora principal efectuó las entrevistas, la cual cuenta con experiencia clínica de diez años dentro del área contextual en la que fue desarrollada esta investigación; en el momento del desarrollo de las entrevistas era docente de práctica clínica, había recibido formación en la comprensión de los fenómenos cualitativos y el equipo contaba con experiencia en el desarrollo de investigaciones similares previas. Se hizo un proceso previo de evaluación de las preguntas y abordaje a los participantes entre el equipo investigador y expertos en el área.
Las entrevistas fueron grabadas, transcritas y exportadas al programa de análisis de datos cualitativo Atlas.ti como una sola unidad hermenéutica (Muhr T. Scientific Software Development GmbH, Berlín, Alemania). Estas transcripciones fueron presentadas de forma individual a cada uno de los participantes con el objetivo de reportar la realidad manifestada por cada uno de ellos y dar la oportunidad a correcciones. Se realizó análisis fenomenológico que incluye tres fases14: descripción, reducción e interpretación; en la primera fase se detallaron las experiencias, comportamiento, opiniones, valores, sentimientos, sensaciones y conocimientos; en la segunda fase se codificó y categorizó según los cuatro existenciales básicos fenomenológicos (cuerpo, relaciones humanas, espacio y tiempo vivido); en la tercera fase se especificó el sentido de la experiencia con accidentes biológicos.
Criterios éticos.
Los participantes fueron informados sobre los objetivos del estudio, el procedimiento para la recolección de información, la posibilidad de abandonar el estudio si así se deseaba, la confidencialidad y la protección de los datos. Se resolvieron todas las dudas y se firmó consentimiento informado.
Esta investigación contó con el aval ético del Comité Institucional de Revisión de Ética Humana de la Universidad del Valle y fue clasificado como estudio con riesgo mínimo18.
RESULTADOS
Análisis estadístico descriptivo.
La población de estudio estuvo conformada por cuarenta personas con edades entre los 22 y los 38 años, con una media estimada de 28 años y desviación estándar de 3,89 (distribución normal según la prueba de Shapiro Wilks; p=0,14), la mayoría de sexo femenino (65%, n=26), el 40% manifestaron ejercer como médicos (n=16) y fisioterapeutas y el 20% restante como enfermeras (n=8). En la encuesta de bioseguridad, el 41,03% de los participantes refirió no haber recibido nunca capacitaciones sobre bioseguridad, mientras que el 39,4% reconoció los principios básicos sobre universalidad, barreras protectoras y control de residuos, el 35% identificó las principales vías de trasmisión de patógenos y el 70% indicó el jabón antiséptico como el agente apropiado para la higienización. Adicionalmente, el 87,18%, conocían la razón por la cual se aplican las normas de bioseguridad y el 82,5% identificó el manejo correcto del instrumental contaminado.
Acerca de la frecuencia del lavado de manos, 39 personas contestaron, de estas el 51,28% seleccionó correctamente antes y después de efectuar el procedimiento, el 48,72% restante admitió lavarse las manos siempre que sea necesario. En cuanto a la clasificación de residuos, el 29,73% aceptó tener dificultad para clasificarlos correctamente. Por otra parte, el 97,44% de los profesionales respondió correctamente a la pregunta sobre la aplicación de los principios de precaución universal (sin importar su diagnóstico). Finalmente, respecto al procedimiento recomendado ante un accidente biológico, el 38,46% reconoció reporte, pruebas al paciente implicado, esperar indicaciones del infectólogo como la opción adecuada, el 48,72% seleccionó la opción primeros auxilios, reporte, pruebas al paciente implicado, inicio de tratamiento con medicamentos y el 12,82% la opción pruebas al paciente implicado, inicio de tratamiento con medicamentos, reporte.
Análisis Fenomenológico.
Fase 1. Descripción.
Los participantes en las entrevistas fueron dos médicos, dos enfermeras y un fisioterapeuta que refirieron haber experimentado un accidente de tipo biológico. En la Tabla 1 se presentan las características de los participantes que fueron abordados en las entrevistas.
Fase 2. Exploración del material.
Espacio vivido. Los cinco participantes refirieron tener trayectoria y experiencia en las UCI lo que les favoreció su aprendizaje y adquisición de habilidades para el trabajo seguro, sin embargo, todos habían sufrido accidentes biológicos [Tabla 2].
“[…] Yo llevo 20 años aproximadamente y cada día que voy a trabajar, aprendo algo nuevo y el riesgo biológico está presente, es como un fantasma que te acompaña de manera constante y por más que quieras que no esté, siempre está. Sufrí un accidente biológico, que reporté, estuve incapacitada, con miedo por no saber que podía pasar, me cuestioné a mí misma, sobre la experiencia que tenía, cómo se lo decía a mi familia, cómo le comentaba a mis jefes, que por error propio me había puncionado con una aguja, sentí temor por mi vida y vergüenza, sentía que me iban a vigilar […]” (Enfermera. 45 años. 20 años de experiencia)
Los participantes refirieron que el proceso posterior al accidente biológico les provocó sentimientos de temor, sufrimiento, estigmatización, señalamientos, frustración. Sin embargo, logran con el tiempo y el apoyo de compañeros e incluso de la propia organización asumir constructivamente la experiencia.
“[…] Después que me pinché, sentí que me desmayaba, pero seguía en pie, tomé mi mano, la miraba con detenimiento y tenía una sensación de frío. Una compañera que ingresó me vio la cara, me dice que estaba paralizada, me preguntó: ¿tomaste los gases? ¿Estás bien? No hablé y moví la cabeza, me chucé, eran como las 4:00 a.m., dije una grosería, y me dijo, tranquila, vamos, me lavó, me ayudó con el reporte y todo el personal estaba atento. ¿Sabes que recuerdo? Que me dolió […]” (Enfermera. 45 años. 20 años de experiencia)
Tiempo vivido. En cuanto al tiempo en función del trabajo, los entrevistados declararon que los procesos de atención eran exigentes, rigurosos y además se debe invertir parte del tiempo del turno en cada una de las acciones de bioseguridad, respecto a lavarse las manos, revisar y colocarse los elementos de bioseguridad [Tabla 2]:
“[…] En la UCI, debes tener cuenta que el tiempo apremia, siempre debes estar presto a la atención del paciente, pero no solo eso: vestirse, colocarse las monogafas, el tapabocas, la bata, los guantes limpios y los estériles que te queden bien ajustados, sin filtros. Es tiempo que se debe dedicar y que nadie tiene en cuenta. […]” (Enfermero. 34 años. 9 años de experiencia)
Los entrevistados, reconocieron en sus relatos que habían surgido cambios en relación al pasado y presente, mostraron expectativas de mejora en cuanto a manejo de bioseguridad en salas de cuidados intensivos:
“[…] Antes la implementación de los protocolos no era tan rigurosa, ni tan detallada, no veíamos tantos letreros educativos en las unidades. El lavado de manos, si bien era importante, no había un paso a paso tan fácil de interpretar como lo hay ahora. Siento que aunque hay falencias se ha mejorado mucho este aspecto […]” (Fisioterapeuta. 28 años. 6 años de experiencia)
Cuerpo vivido. Con respecto a las sensaciones referidas por los profesionales al hablar sobre bioseguridad y riesgo biológico, aludieron sentir miedo y preocupación en el momento de realizar intervenciones a los pacientes, debido al alto riesgo de infección al que están expuestos. Independientemente del agotamiento físico y mental, priorizaron la salud de los pacientes:
“[…] En la Unidad de cuidado intensivo, te enfrentas a que expones tu vida, tu seguridad, hasta tu integridad por la del usuario, muchas veces sin pensar en ti mismo. Uno se despoja de sus propias necesidades, por la del paciente […]” (Médica. 30 años. 5 años de experiencia)
Las experiencias propias y ajenas que ponen en riesgo la integridad de los profesionales del área de salud son cotidianas y frecuentes, razón por la cual reconocieron la importancia del uso adecuado de los Elementos de protección personal (EPP) para proteger su integridad física, la de sus compañeros, pacientes y hasta sus propios familiares:
“[…] A veces te sientes desprotegido, frente a tantas infecciones y riesgos, pero lo único que te recuerda que estás a salvo y que puedes proteger a tu familia, y a tus compañeros, son los EPP, no más, no hay otra forma de evitar que te lleves cualquier virus a tu casa […]” (Enfermera. 45 años. 20 años de experiencia)
Otras sensaciones y sentimientos expresados por los entrevistados incluyeron angustia y temor por presentar accidentes biológicos o pérdida de su trabajo luego de sufrirlo. Lo expresado conlleva a que los profesionales se encontraran en constante agotamiento físico y mental [Tabla 3].
Relaciones humanas vividas. El trabajo en equipo, en gran medida, era percibido desde la rivalidad de poderes por parte del personal a cargo de las unidades. Existían sentimientos de subestimación y abuso de poder entre los colaboradores, debido a que se subvaloraban acciones poco contundentes dentro del ámbito laboral en lo referente a bioseguridad, existiendo una constante actitud de discriminación por parte de quien podía ejercer la voz de mando, desencadenando ambientes laborales hostiles [Tabla 3].
Por otra parte, los participantes percibían las acciones encaminadas a la bioseguridad como un trabajo en cadena que permitía reconocer y corregir los errores cometidos con el fin de proteger a todo el equipo interdisciplinario de la UCI y obtener un reconocimiento que favoreciera los estándares de calidad de la institución. Sin embargo, manifestaron momentos de tensión propios de UCI, que provocaron ambiente laboral estresante para los profesionales.
En los relatos también recalcaron valores grupales como la comunicación asertiva, el apoyo emocional y la retroalimentación mutua en el equipo interdisciplinar, los cuales pueden ser fortalecidos para generar un ambiente de aprendizaje de los principios de bioseguridad sin tensión:
“[…] Por eso toca trabajar en equipo, porque en las UCIs no solo estamos los médicos y las enfermeras, también hay auxiliares, los fisios, personal de aseo y, entre todos, tratar de fortalecer el proceso hasta que logremos cumplir el objetivo de recuperar al usuario. Debemos olvidar la tensión, el estrés de que la muerte nos visite todo el tiempo y cuidarnos entre nosotros, partiendo de la bioseguridad. […]” (Enfermera. 45 años. 20 años de experiencia)
Fase 3. Interpretación.
En esta fase se buscaba dar interpretación a la experiencia de trabajar con riesgo biológico, contagiarse con infecciones graves y poderlas transmitir a la familia, y cómo la bioseguridad estricta es parte fundamental del buen desempeño durante la jornada laboral. Los profesionales reconocieron la UCI como un área de trabajo con una probabilidad de riesgo alta, identificaron momentos de estrés, angustia y/o cansancio, pudiendo aparecer en cualquier momento del turno, con mayor frecuencia en turnos nocturnos por factores como mayor presión laboral y malestar térmico. La bioseguridad la reconocieron como su mayor fuente de protección pero manifestaron su incomodidad al utilizar estos medios, debido a generar zonas de presión, irritación e incluso ahogo. Sin embargo, son necesarios para el cumplimiento de los protocolos [Figura 1].
DISCUSIÓN
La encuesta de nuestro estudio demuestra que los temas de mayor claridad y menor margen de error para los profesionales son: aplicación de normas de bioseguridad; uso de EPP; frecuencia del lavado de manos; clasificación de residuos y principios de precaución universal. Zúñiga, en su estudio con profesionales de la salud en UCI19, difiere de esta investigación, al identificar que las principales medidas de bioseguridad, los métodos de barrera, la adecuada eliminación del material contaminado, el manejo de los elementos cortopunzantes y el lavado de manos no son aplicadas correctamente, estando de acuerdo con las respuestas en encuestas de conocimiento sobre bioseguridad, incrementando el riesgo de presentar un accidente laboral en este tipo de población. Zuñiga relaciona estos resultados con la falta de capacitación del personal, la carga laboral que no favorece espacios de aprendizaje y la baja experiencia de trabajo en UCI.
Díaz et al.10, quienes aplicaron un instrumento de recolección de datos en una población de estudiantes y docentes de instrumentación quirúrgica (n=103), encontraron que solo el 13% reconoce la universalidad de los principios de bioseguridad. También refirieron que el 83% de la población reconoce el agente adecuado para la higienización. Los autores del presente estudio identifican que puede justificarse esta situación, ya que la mayoría de la población participante nunca recibió capacitación de bioseguridad.
En la categoría relaciones humanas vividas, el trabajo en equipo es percibido y definido con una conducta de rivalidad entre el personal encargado de las unidades, se identifican sentimientos de subestimación y abuso de poder entre los actuantes. Sin embargo, se reconoce una mejoría en las acciones encaminadas a la implementación de políticas de bioseguridad. Estos resultados son similares y respaldados por estudios como el de Canova20 y Villagra et al.21 reportaron que los profesionales en salud tienen una percepción de poco respaldo y compromiso de quienes toman las decisiones relevantes hacia el personal inferior.
Los valores identificados fueron el empoderamiento y el nivel de responsabilidad, donde los profesionales, por medio de estrategias interpersonales como frases de ánimo, reconocimientos y espacios de encuentro, fomentan una comunicación asertiva para integrar el equipo y encaminar acciones de bioseguridad, buscando así retroalimentación y ayuda mutua. Al comparar con Villagra et al.21 se encuentran similitudes, los autores hallaron que la mejor dimensión es la motivación intrínseca, conductas motivadas dirigidas a la satisfacción personal y efectuar actividades de servicio por el placer de realizarlas, fortaleciendo la búsqueda de estrategias para empoderamiento.
Por otro lado, en las relaciones vividas con el personal de salud, se encuentra una alta presión laboral para cumplir los protocolos establecidos en un modelo de abuso de poder por parte de los líderes de las acciones en bioseguridad, situaciones que los participantes reconocen como causa de baja adherencia a políticas en bioseguridad, ocasionando estrés e inconformidad entre profesionales. Al compararlo con Saltos et al.22 se encuentran similitudes, los autores manifiestan un exceso de carga laboral en enfermeros que brindan atención a usuarios en esta unidad, aspectos que pueden conllevar un detrimento de la calidad en la atención al paciente.
El ambiente laboral no se percibe como lugar de trabajo integrado con los otros profesionales del área. Estos resultados son parecidos a los reportados por Torre et al.23, qué evidenciaron altos niveles de estrés y cansancio en los participantes de su estudio que eran enfermeras. La situación más causal de estrés para la enfermería es el tiempo insuficiente para realizar las tareas asignadas. Zuñiga19 concluyó que gran porcentaje de profesionales refieren incumplir normas de bioseguridad debido a la sobrecarga laboral.
Los profesionales expresan que se trabaja con temor y con alto riesgo de contraer infecciones en el ambiente laboral, resultados que se apoyan en los reportados por Pérez et al.24, que encontraron que la población estudiada presenta altos niveles de temor y posible exceso de confianza frente a lo desconocido.
La protección familiar, de los compañeros y pacientes resulta ser una motivación para el cuidado de la propia salud de los entrevistados. En la investigación de Uribe et al.25, el 64% de los trabajadores asistenciales de un hospital consideran que la exposición al riesgo biológico puede afectar a su núcleo familiar; sin embargo, también encontraron que la percepción sobre el riesgo biológico en las prácticas clínicas es más bajo a mayor antigüedad en el cargo, lo cual interviene con la rigurosidad con la que se usan los elementos de protección personal. Por su parte, Zuñiga19 resalta la importancia de la disponibilidad, el buen uso de los recursos y el conocimiento sobre el uso de los elementos de protección personal para evitar las infecciones cruzadas en pacientes y otros profesionales sanitarios.
El lavado de manos se percibe en el tiempo como una acción rígida, repetitiva, resultando agotadora, lo cual puede estar relacionada con la adherencia a este procedimiento. Kumar et al.26 evidenciaron que los profesionales en salud participantes en su estudio están familiarizados con las normas de bioseguridad y el lavado de manos; sin embargo, en la práctica es diferente, algunos comentan que no realizan el lavado de manos por olvido, por falta de control de este procedimiento en el lugar y la falta de tiempo. Este hallazgo puede indicar que las estrategias de socialización, concienciación e implementación de la guía en este grupo de profesionales han sido insuficientes o mal dirigidas.
Como limitación de este estudio se encontró que es importante establecer un estudio con muestras de diferentes contextos para que las respuestas abordadas aquí puedan ser generalizadas.
A modo de conclusiones, los participantes perciben la UCI como un lugar de alto riesgo donde han experimentado y presenciado experiencias negativas de riesgo biológico, ocasionándoles sentimientos de temor, angustia y estrés; coinciden en que su trabajo los expone, pero dan relevancia a la recuperación del paciente.