INTRODUCCIÓN
El cuidado de personas mayores está relacionado con factores sociales y culturales, existiendo características distintas en cada región y país1,2. En Europa se apoya en un modelo social con menores gastos y un fuerte desembolso en pensiones y, particularmente, en España recae sobre la familia, asumiendo un modelo mediterráneo, donde la mujer es el elemento principal de la red no profesional de cuidados2. La prestación de cuidados en nuestro país está basada en una herencia cultural, es un legado patriarcal, ligado a creencias que se mantienen en el inconsciente colectivo y que se transmiten de generación en generación, siendo muy diferentes para hombres y mujeres3,4.
Desde hace varias décadas, a la persona que presta cuidados no remunerados en el domicilio se le ha denominado cuidador informal. Pero, en España, con la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, se inicia un proceso de reconocimiento jurídico de la figura del cuidador informal, denominándolo cuidador no profesional (art. 2.5) o familiar (art.18.1); el cuidado familiar se realiza a personas con diferentes grados de dependencia, generalmente por parte de miembros de la familia (hasta el tercer grado de parentesco), o bien por personas cercanas que asumen el cuidado por vecindad o amistad; además, esta ley contempla beneficios económicos o ayudas para el cuidado5,6. Por ello, en adelante, nos referiremos a la persona que presta cuidados como cuidador familiar, un término usado actualmente por diversos autores3,7.
Algunos autores identifican desigualdades de género en la distribución y en las tareas relacionadas con el cuidado familiar1,3,8,9. En todos los contextos, las mujeres tienen más probabilidades de ser cuidadoras que los hombres1,2,3,8,9,10. Pero las estructuras familiares y los roles tradicionales están cambiando, y los hombres asumen el cuidado cuando las mujeres de la familia no están presentes; parece existir una tendencia donde cada vez existen más hombres dedicados al cuidado familiar3,8. A pesar de ello, el hecho de que el cuidado haya sido y siga siendo considerado como un tema femenino refuerza los estereotipos de género sobre los roles asignados a hombres y mujeres. Es necesario hacer referencia al género cuando hablamos de las construcciones sociales y culturales sobre la masculinidad y la feminidad, no al estatus purista de ser hombre o ser mujer1.
La prestación de cuidados familiares tiene consecuencias físicas y psicológicas. Diversos estudios revelan que el nivel de dependencia y la intensidad del cuidado son factores que afectan negativamente a la salud de las personas cuidadoras1,3. Estos factores están modulados por diferencias de sexo, la edad avanzada, el bajo nivel educativo, la mala salud previa y la falta de apoyo social11. Las características asociadas a los roles de género determinan un mayor nivel de sobrecarga, mayor morbilidad y depresión, y una peor calidad de vida en las mujeres cuidadoras que en los hombres12. Debido a ello, actualmente emergen nuevos enfoques centrados en los cuidadores y cuidadoras familiares, no solo como proveedores de cuidados, sino como usuarios de los mismos1.
En España, si se mantuvieran las tendencias demográficas actuales, para 2035 los mayores de sesenta y cinco y más años supondrían el 26,5% de la población total, y el 18,1% tendrían más de ochenta años; y en la Comunidad Valenciana las proyecciones para este mismo año son de un 26,4% de personas con sesenta y cinco años o más y de un 7,9% de mayores de ochenta años13. Teniendo en cuenta que el 20,7% de la población de sesenta y cinco años o más años tienen dificultad para realizar alguna de las actividades básicas de la vida diaria (ABVD), afectando a la mitad de los mayores de ochenta años8, el país se enfrenta ante un gran reto por la demanda de servicios sanitarios y sociales destinados a las personas dependientes y a sus cuidadoras/es.
Además, en los últimos años se está produciendo un cambio de mentalidad importante relacionado con el papel de las personas mayores en diferentes líneas de pensamiento y actuación. Los adultos mayores desean envejecer y vivir en su hogar, pero las características sociales y familiares están complicando este deseo; la disgregación de la familia y las características limitadas de la vivienda, sobre todo en las ciudades, son responsables de que los mayores terminen sus últimos años viviendo solos o en pareja, asumiendo ellos mismos sus problemas de salud y cuidados, al ser sus familiares cada vez menos capaces de atenderlos1,14,15. Este fenómeno, denominado por algunos autores crisis de los cuidados, ha aportado una nueva dimensión al problema del envejecimiento de la población, constituyendo un desafío demográfico al comportar costes considerables relacionados con una adecuada atención sanitaria y provisión de cuidados1.
Algunos estudios apuntan que asumir el rol de persona cuidadora tiene diferentes implicaciones relacionadas no solo con el género, sino también según las etapas de la vida16. No es lo mismo cuidar siendo hombre o mujer, ni tampoco cuidar durante la etapa laboral o durante la jubilación y/o vejez. Un problema importante y poco estudiado es la provisión de atención y cuidados familiares por parte de personas mayores de setenta años desde la perspectiva de género. Por tanto, el objetivo de este estudio fue analizar la influencia del género en el cuidado familiar durante la vejez, identificando las características sociodemográficas de las personas cuidadoras.
SUJETOS Y MÉTODOS
Diseño.
Se realizó un estudio cualitativo desde la perspectiva fenomenológica descriptiva e interpretativa de Taylor y Bogdan17, en el que se propuso un análisis en tres momentos: Descubrimiento, Codificación y Relativización. Se realizaron entrevistas en profundidad acerca del objeto de estudio. Se recopilaron interpretaciones que las personas evaluadas poseían, en base a su experiencia individual, hasta alcanzar el grado de saturación en la información18.
Población y muestra.
La muestra fue intencional no probabilística. Los criterios de inclusión fueron: personas de setenta y más años que vivían en la ciudad de Valencia; en el mismo hogar que la persona receptora de cuidados; con ausencia de cualquier relación administrativa contractual con entidades o empresas de servicios formales; y con capacidad comunicativa para ser entrevistada. Además, la persona receptora de cuidados tenía que cumplir con los siguientes criterios: edad de setenta y más años; con algún grado de dependencia; e incapaz de ir a su centro de Atención Primaria de forma autónoma.
Recogida de datos.
Se realizó entre enero y junio de 2018. Se contactó con las personas participantes a través de los/as enfermeros/as de Atención Primaria. La investigadora principal explicó por teléfono el propósito de la investigación a quienes de forma voluntaria aceptaron participar. Previamente a la entrevista, se concertó una cita en el domicilio de las personas participantes, de acuerdo con sus preferencias y disponibilidad. Las entrevistas fueron codificadas (E1 a E13) manteniendo anonimización, custodia y protección de los datos de todas las personas participantes durante las grabaciones de audio. La duración aproximada fue de sesenta minutos. Fueron realizadas de forma abierta y global, sin anticipar temas específicos de la siguiente cuestión: Cuénteme sobre su experiencia cotidiana de cuidado.
En las personas cuidadoras se recogieron datos sociodemográficos (edad, sexo, nivel de estudios y parentesco con la persona que cuidaba) y se valoró la carga subjetiva según el test de Zarit y el Índice de esfuerzo del cuidador19. Y en las personas receptoras de cuidados se identificaron la edad, sexo, parentesco, evaluando el grado de dependencia para la realización de las ABVD mediante el Índice de Barthel y el estado cognitivo según el Test de Pfeiffer19.
El análisis de los datos se puede observar en la Tabla 1. En todas las fases hubo verificación y consenso entre el equipo de investigación. Para la redacción del informe se siguieron las recomendaciones de los Criterios Consolidados para la Presentación de Informes de Investigación Cualitativa (COREQ)20.
Consideraciones éticas.
Se obtuvo el consentimiento informado por escrito de todos los participantes, siguiendo los principios establecidos en la Declaración de Helsinki y el Informe Belmont21. El proyecto fue aprobado por el Comité de Ética del Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia (nº de registro 2012/0525).
RESULTADOS
Las características de las personas cuidadoras y receptoras de cuidados se exponen en la Tabla 2. El total de personas entrevistadas fueron trece (cinco hombres y ocho mujeres). Contaban una edad media de 81,7 años, un nivel de estudios bajo, un 60% poseía estudios primarios y un 15% no tenía estudios (todas eran mujeres). La media de años dedicados al cuidado fue mayor en hombres que en mujeres (quince y ocho años, respectivamente). Las mujeres tenían una mayor carga relacionada con los cuidados que los hombres. Las personas receptoras de cuidados tenían una edad media de 83,1 años y un alto grado de dependencia (53,8% con gran dependencia). El 76,8 % poseía deterioro cognitivo y el 30,7% estaba en estado vegetativo.
Del análisis de la información se identificaron tres categorías con sus respectivas subcategorías. La influencia de la cultura androcéntrica marca todas las vivencias de las personas cuidadoras desde la perspectiva de género. Las categorías fueron: Perspectiva vital, Motivos que sustentan el cuidado y Estrategias de afrontamiento[Figura 1].
1. Perspectiva vital. De los relatos de las personas participantes emergieron varias subcategorias:
1.1. Ciclo vital: Maternidad, crianza, enfermedad y muerte. Las cuidadoras mantenían en la memoria las experiencias vividas y replicaban comportamientos relacionados con la maternidad y crianza, la enfermedad y la muerte. Todas hacían referencia a los cuidados como una cuestión de mujeres que se vive en soledad.
"Yo cuidé mucho de mi madre, ella apoyadita en mi hombro y yo sentadita en la cama, así me tiré dos noches y dos días seguidos. Mi padre estaba ciego, se murió mi madre y me quedé yo tres años cuidando a mi padre hasta que murió" (E1/Cuidadora).
"(...) Cuidé a mi madre, que se me murió aquí en mi casa, me la traje del pueblo, mi hermano decidió que me la trajera. Después cuide a mi suegra, nunca nos libramos, que la cuidábamos entre mi cuñada y yo, también se me murió aquí" (E3/Cuidadora).
"Siempre sola, mire si le digo, la pequeña la tuve a las tres de la tarde, mi marido se fue a por los otros al colegio y cuando llegaron, me levanté para darles de cenar, nadie pregunto nada, era lo normal. Me levanté, hice la cena y allí estuve con él [su marido] ya ve, eran las nueve de la noche y yo estaba en la cocina y la chiquilla nació a las tres de la tarde (...)" (E13/Cuidadora).
Los hombres manifestaron su falta de preparación para el cuidado del hogar y de la familia. Relataron vivencias pasadas relacionadas con el mundo laboral, donde desempeñaban su rol como hombre.
"Ha habido que aprender a cocinar, a limpiar. Yo he sido ebanista y ella estaba en casa. Pues, claro, he tenido que aprender a todo. Un cambio del cielo a la tierra (...) Porque cambia todo, de arriba abajo y ella está ahí, hay que cuidarla (...)" (E5/Cuidador).
"Trabaje en el campo, he ido por ahí a segar, a la vendimia. En el carbón, en una fábrica de gaseosas, al final en una fábrica de saneamientos y allí me he jubilado" (E7/cuidador).
1.2. Apoyo y ayuda familiar. Una cuidadora anciana informó de la importancia que había tenido para ella la relación que mantenía con la familia y la función tan importante que desarrollaba como soporte y ayuda.
"La familia siempre nos hemos llevado muy bien, nos hemos criado todos juntos, nos ayudábamos y siempre muy unidos" (E1/Cuidadora).
Un cuidador expresó que no podía contar con la familia, añoraba la ayuda que podría recibir de sus amigos y la comparaba con tiempos pasados en el pueblo.
"No podemos tener ayuda de la familia. No puedes contar con nadie [amistades]" (...) Antes era como en el pueblo, que decías "eh" y enseguida todos ahí y luego cada uno a su casa. Así siempre tienes amigos" (E2/Cuidador).
1.3. Educación y formación. Existe analfabetismo por la escasez del sistema educativo y las condiciones de vida en la infancia. Dos mujeres manifestaron que su formación no tenía ninguna consideración, las obligaciones impuestas respecto al trabajo en casa y en el campo les impedía asistir a la escuela.
"¿Dice usted a la escuela? Pues en el momento que te ponías de pie ya tenías que ayudar en casa, limpiar, arreglar a los hermanos y trabajar en el campo" (E8/Cuidadora).
"Yo nunca he aprendido a leer, fui un poco tiempo a la escuela y enseguida a trabajar en casa" (E10/Cuidadora).
Un hombre narró las diferencias entre el padre y la madre a la hora de afrontar su discapacidad. La educación del padre le motivó para ser autónomo; sin embargo, la superprotección de la madre le originó problemas de relación con ella.
"Yo no he querido nunca a mi madre, porque era de esas mujeres que le gustaba que estuvieras bajo las faldas (...). No sé si se sentía culpable de que yo naciera así [pies varos], mi padre no, mi padre era de los que decía "mira, hay que hacer esto, ya te apañarás" (E2/Cuidador).
1.4. Actividad laboral y doméstica. Las participantes narraron tareas domésticas que se solapaban con otras y trabajos con sueldos bajos o sin cotizar, habiendo estado siempre supeditadas al padre, marido y/o hermano.
"(...) Mire usted, me levantaba a las cinco de la mañana y antes de salir, fregaba mi casa, con decirle que fregaba el umbral y en el invierno se helaba enseguida (...) Trabajaba también en el campo [segando], teníamos huerta y teníamos campo, antes estábamos bien, pero cuando la guerra, nos quitaron la galera, los gañanes nos quitaron las tierras y, nos quedamos sin "ná" (E10/Cuidadora).
"Yo he trabajado siempre mucho, "arrastrá", yo he vivido "arrastrá" como los perros, yo digo, "no se con quién habré sido tan mala porque no lo entiendo". Toda mi vida, desde los ocho años, he estado fregando, ya que no aprendí otra cosa, toda la vida, desde los ocho años, que me ponía mojá hasta aquí [señala el cuello] eh, hasta que me casé con mi marido" (E8/cuidadora).
"Mi marido no quiso que yo cotizara durante el tiempo que trabajaba en la tienda, dijo: "tú para qué tienes que pagar nada", no quiso (...) ahora yo cobraría una pensión y así mira, lo mío no ha valido para nada..." (E6/Cuidadora).
"Yo he trabajado mucho, en el campo (...) iba a la remolacha, a recoger las patatas, a sembrarlas. Luego aquí [en Valencia] (...) trabajaba por las casas de costurera, a limpiar plata, a planchar, trabajaba en lo que me daban y en casa claro; cobrando una miseria (...)" (E1/cuidadora).
Los hombres mostraron la necesidad de tener ayuda femenina para realizar las tareas domésticas.
"Tengo esta señora [servicio doméstico], está para todas las cosas que hay que hacer, limpieza, todo; tengo que tener una mujer, la levanta (...)" (E4/cuidador).
"Esta chica lleva ya con nosotros va para tres años (...) y en fin, ella sabe todo lo de la casa y muy bien; aparte tengo otra chica del ayuntamiento que viene a limpiar y a comprar" (E11/cuidador).
1.5. Obedecer y consentir. Las narraciones mostraron que las mujeres siempre habían estado supeditadas a los hombres (padre, marido y hermano).
"Cuando mi padre murió, mi hermano vendió las mulas y se marchó. Mi madre se quedó sin ná, ná, ná, sin una peseta, así era (...), mi hermano el grande dijo "te quedas aquí en la casa con madre y tú la mantienes" ¿sabe? y yo me quedé allí en casa con mi madre, una pena" (E10/Cuidadora).
"Mi marido, si faltaba algo en la mesa, decía "mujer, que falta una cuchara, que falta esto o lo otro" (...). Siempre se ha hecho lo que él ha querido. Antes, te casabas para estar en casa y tener hijos. Él un poco desastre para mí sí que ha sido, sí" (E3/Cuidadora).
1.6. Salir de la situación. Una cuidadora narró la decisión que tomó de emigrar al extranjero, sola y siendo mujer, para mejorar sus condiciones de vida. Otra tomó la decisión de cambiar de trabajo.
"(...) Me dijeron de ir a Londres y me fui, lo dejé aquí todo, estuve quince años, de doméstica (...), en hoteles y en un hospital. Había temporadas que tenía hasta tres trabajos, todo con el afán de ahorrar para comprar un piso en España. Esa ha sido mi vida, trabajar, trabajar y trabajar" (E1/Cuidadora).
"Mi padre estaba enfermo, el cabeza de familia y murió a los cincuenta y tres años, usted sabe que no se cobraba nada, ni viudez, ni nada, entonces tuve que luchar a muerte y me dije: "yo no me voy a morir" (...) hemos pasado de todo, cogí una bolsa, metí unos peines, unos rulos, los arreglos de peluquería y como en el barrio todo el mundo me conocía, pues a peinar por las casas, yo no sabía de cepillos ni de peinar, pero, la necesidad. Usted imagínese el valor que tuve yo" (E12/cuidadora).
Un hombre describió como abandonó el pueblo por estar con sus hijos.
"Del pueblo, empezó a irse la gente, se quedó solo, yo no quise que estuvieran solos [hijos] y me vine por eso (...). Yo allí estaba de maravilla (...), tenía buenísimas amistades, y en fin, que estábamos muy bien" (E4/cuidador).
2. Motivos que sustentan el cuidado.
Las personas ancianas cuidaban de familiares ancianos dependientes por:
2.1. Deber y Responsabilidad. Los hombres participantes consideraron que cuidar a su esposa era un deber y responsabilidad. Sin embargo, las mujeres pensaron que cuidar de su esposo era un deber y una obligación, al igual que cuidar a sus padres.
"Pues un deber [silencio] ya se lo he dicho antes, no tengo por qué estar pesaroso en hacerlo, porque me gustaría que a mí me lo hiciesen, pues por eso yo también lo hago" (E2/Cuidador).
"Cuidar a mí mujer es mi responsabilidad, algo que tengo que hacer y nada más, y lo llevo a gusto" (E4/Cuidador).
"A mí me parece que es una obligación, igual que cuidar a los padres, también me parecía una obligación" (E3/Cuidadora).
2.2. Creencias Religiosas. Las mujeres encontraron en la religión la justificación y el apoyo necesario para cuidar.
"Yo me aclamo siempre a Dios y se me pasa todo (...) el que no cree es diferente porque una persona que no cree, no tiene temor de Dios (...) hay veces que pienso, "hay Señor, tanto me merezco" pero es así la vida y tengo que acatarla. Si yo no creyera ¡madre mía!, si me encontrara a mi cuñada en el suelo, me daría igual, si no creyera, me sería igual" (E9/Cuidadora).
2.3. Compasión. Una mujer narró la compasión que siente por una amiga.
"(...) Ella tenía hermanos, pero, como estaba un poco "mal de la cabeza", no tenía dinero, ni fincas, pues nadie le dijo de atenderla cuando murió su mamá, y como siempre estaba conmigo en la peluquería, le dije: "chica pues vente, vente conmigo" y la tengo ya, pues cuarenta y cuatro años, cuando murió su mamá ya se vino aquí la chiquilla, bueno chiquilla que ya tiene ochenta años y yo ochenta y uno [se ríe]. (...) Yo la cuido pues, porque yo soy una persona muy sensible, me da pena" (E12/Cuidadora).
2.4. Agradecimiento y reciprocidad. Una hija cuidaba de su madre y expresó el agradecimiento y cariño que sentía por ella, y dos cónyuges expresaron reciprocidad.
"Yo la cuido porque la quiero, la quiero mucho, mi madre se lo merece, ella siempre me cuidó" (E6/Cuidadora).
"Ya se lo he dicho antes, si a mí me hubiera gustado que también lo hiciera para mí, no tengo porque estar pesaroso en hacerlo (...) Como yo empiezo porque me gustaría que a mí me lo hiciesen, pues, por eso yo también lo hago" (E2/Cuidador).
"Si tiene que pasar algo, que pase delante de mí y se cuida hasta que le toque (...) pero hay que cuidarla, está ahí (...) bueno, yo lo veo así, está ahí [silencio] Yo creo que hay que cuidarla hasta que Dios quiera y se la lleve (...) Hemos vivido cincuenta años juntos, ya desde que nos conocimos, toda la vida, es toda la vida" (E5/cuidador).
2.5. Amor. Una mujer manifestó el amor que sentía por su marido. Sin embargo, un hombre expresó un sentimiento de cariño, no de amor.
"(...) Es una persona que me ha querido y se ha portado muy bien con mis hijas y con mis nietos y quizá por eso que no me lo toque nadie, mis hijas lo quieren con locura, mis nietos lo mismo y yo, daría la vida por él" (E8/Cuidadora).
"Tengo una obligación y ya está: Hemos vivido cincuenta años juntos, ya desde que nos conocimos, toda la vida, es toda la vida, dices amor, bueno sí, la quieres; luego responsabilidad, deber, todo, todo está ahí, es que es todo, un conjunto, ¿no?" (E5/cuidador).
2.6. Satisfacción. Los hombres vivían el cuidado como un reto y un logro personal.
"Al principio un problema, ¿qué compro?, ¿qué hago?, ahora, ya me voy defendiendo, voy aprendiendo, esto me interesa, esto no me interesa, esto es así, voy aprendiendo (...), nunca pensé que podría hacer todo esto" (E5/Cuidador).
3. Estrategias de afrontamiento.
3.1. Resiliencia. Los participantes tenían gran capacidad de resiliencia, sabían adaptarse a la adversidad con paciencia y fuerza de voluntad, aunque el mantenimiento de relaciones sociales y los momentos de respiro eran escasos en ambos sexos; salir de casa para ir a la compra o al médico lo identificaron como momentos para mantener relaciones sociales. Los hombres salían más de casa y buscaban momentos de ocio. Las mujeres salían menos de casa, se distraían leyendo o viendo la televisión.
"Yo tenía y tengo mucha fuerza de voluntad, la conservo todavía y me hace vivir siempre bien, "joer" con todo lo que he vivido y muy optimista [risas]" (E4/Cuidador).
"Tengo mucha paciencia, mucha paciencia. Yo creo que me he adaptado, después de pasar tanto y tanto (...)" (E8/Cuidadora).
"Hombre, pues, aunque no quieras, algo me he tenido que adaptar, acepto la enfermedad, eso es muy natural porque si no, yo habría dicho "ahí os quedáis y me voy" y no lo he hecho (...), todo lo haces con paciencia y nada más" (E9/Cuidadora).
"Salgo todos los días a comprar el pan, a la farmacia, al médico y dedico media mañana" (E4/Cuidador).
"Las horas que está la señora, aprovecho para ir al banco, hacer gestiones, para salir con la bicicleta, pues claro, aprovecho (...) Por las tardes no estoy libre, estoy en casa porque mis hijas tampoco están aquí, se van" (E5/Cuidador).
"Me entretengo traduciendo o haciendo crucigramas, leo" (E2/Cuidador).
"(...) Salgo a comprar o si tengo que ir al consultorio, algún recao, luego me meto en mi casa y ya está, ya "fa" años ya (...) por la tarde, me siento ahí a leer o a ver la televisión, hasta la noche" (E13/Cuidadora).
"Alguna vez vienen las amigas a casa y jugamos al parchís, me hacen mucha compañía, compartimos cosas... o me pongo a coser" (E12/Cuidadora).
Los cuidadores narraron estar motivados por el cuidado realizado, lo percibían como fuente de enriquecimiento personal, era algo nuevo para ellos, un logro y motivo de satisfacción. Sin embargo, las cuidadoras obtenían en la religión la estrategia de afrontamiento más frecuente.
"En fin, hay que aguantar lo que venga, [mira a su mujer con cariño, están cogidos del brazo, transmiten paz, tranquilidad], yo ya lo he hecho todo en la vida, solo la tengo a ella" (E7/Cuidador).
"Yo no soy de misa, (...), pero yo creo y todas las mañanas me encomiendo y lo hago porque yo soy así, y le pido a Dios que siempre me ayude y así ha sido, así hemos ido jugando y ya está, y soy feliz, y no quiero pensar en nada, ni nada y adelante que si me acobardo es peor (...), Bueno, ahora me da fuerzas para seguir" (E12/Cuidadora).
DISCUSIÓN
En este trabajo se analiza la influencia del género en el cuidado familiar, identificando las características sociodemográficas de las personas cuidadoras. De acuerdo con otras investigaciones12,22, la mayor parte de los participantes de este estudio (cuidadoras/es y personas receptoras de cuidados) son octogenarios, siendo la edad media en hombres cuidadores mayor que en mujeres; todos conviven en su hogar, la mayoría con su pareja, lo que justifica edades homogéneas entre las personas cuidadoras y las receptoras de cuidados.
Las parejas envejecen y los hombres de edad avanzada asumen el papel de cuidador que no desarrollaron siendo jóvenes; aparece una nueva tendencia en proporciones crecientes en nuestro país, donde las personas mayores viven cada vez más en pareja o solas en el hogar, necesitando más horas de cuidado8,15. El nivel de instrucción en España es más bajo en personas de mayor edad, de tal forma que existe analfabetismo por la escasez del sistema educativo y las condiciones de vida8. Los datos hallados coinciden con otros estudios9,22, hecho que refleja la cultura androcéntrica vivida por esta generación4, donde la educación escolar solo se reservaba para los hombres, mientras que las mujeres debían dedicarse a las tareas del hogar o realizar aquellas tareas que les ordenaban.
El tiempo dedicado al cuidado es elevado respecto a otras investigaciones9,10,15. Destaca que los hombres llevan más años prestando cuidados que las mujeres, no coincidiendo este resultado con otras investigaciones 10,12,15. Las personas mayores, cuando cuidan, lo hacen con alta dedicación horaria (más de veinte horas por semana)8,19. Los motivos que sustentan el cuidado vienen determinados por la dedicación en largos periodos de tiempo a personas con altos niveles de dependencia e importantes déficits cognitivos. Todo ello justificaría la elevada carga objetiva y subjetiva observada en las mujeres respecto a los hombres, resultados que coinciden con estudios donde las horas de cuidado, la salud de la cuidadora y el grado de parentesco inciden en el nivel de sobrecarga2,9,23,24,25. Los problemas de salud de las personas receptoras de cuidados no solo parecen tener una relación con la carga subjetiva y el agotamiento, sino que también son un factor de riesgo del deterioro funcional, demencia y comorbilidad de las personas cuidadoras26. Estas no tienen momentos de respiro, conviven y cuidan acumulando más riesgos. Especialmente, se detecta en las estrategias de afrontamiento de la mujer de edad avanzada, con un nivel educativo bajo. En un entorno mediterráneo con alta familiaridad o en países con bajo nivel familiar, las mujeres tienen mayor carga subjetiva, lo que sugiere que esta diferencia es una característica intercultural7,27. Algunos autores7,28,29 indican que existen determinantes del entorno que influyen en el cuidado, provocando estrés en las personas que cuidan, como vivir con el receptor de la atención y ser su pareja; cuidar a un hombre parece ser más exigente que cuidar a una mujer. En esta línea, aunque no se ha valorado el nivel de estrés, se han detectado altos niveles de sobrecarga, sobre todo en mujeres que cuidan de sus cónyuges.
El rol de cuidadora es impuesto a partir de una socialización que marca desigualdades, tanto en las atribuciones que hace la familia como en la autopercepción y expectativas sobre los comportamientos sociales para ambos géneros4,30. La aparición de enfermedad modifica los roles y la relación entre ambas personas (cuidadora y receptora de cuidados). A medida que avanza la necesidad de cuidado, la calidad de la relación se convierte en elemento central de la experiencia. Se ha detectado que una mala relación tiene consecuencias negativas y aumenta la carga y el agotamiento, circunstancia que también se produce en otros estudios26. La desigualdad en la relación es un factor clave para los cuidados de los cónyuges, especialmente cuando se siente que el/la cuidador/a es de menor importancia en la pareja. Desde la perspectiva vital, la ayuda familiar, y con ella la cercanía en la relación, parece ser un recurso cuando la enfermedad es manejable y la muerte se percibe como lejana16.
Los motivos por los que los hombres y mujeres participantes cuidan del cónyuge son distintos. Coincidiendo con los resultados, algunos autores exponen que la religión y/o la espiritualidad producen bienestar, sobre todo en las cuidadoras30. Se detecta, coincidiendo con otros estudios, que la atención brindada forma parte de los votos matrimoniales, encontrando en ellos un significado y una fortaleza30. El género influye en cómo se percibe la satisfacción de brindar atención. En hombres, el cuidado es una fuente de enriquecimiento personal; en mujeres, algo que deben hacer para demostrar el amor que sienten por la persona que cuidan, lo que convierte la tarea en algo mucho más exigente y menos satisfactorio. Las mujeres asumen este papel porque sienten que es lo que se espera de ellas, particularmente en países en los que el cuidado familiar es importante4,31. Todo ello podría justificar el desarrollo de habilidades de resiliencia adquiridas, permitiéndoles alcanzar mayores niveles de afrontamiento y adaptación. A través de la resiliencia se modela el estrés, afrontando las adversidades e intentando mantener niveles óptimos de funcionamiento y bienestar, como respaldan algunos autores32. Sin embargo, otros estudios7 describen que, a mayor nivel de sobrecarga percibida por la persona cuidadora, menor es la capacidad de resiliencia. No obstante, los roles normativos de las mujeres como cuidadoras están integrados en el curso de la vida. La intimidad matrimonial crea una interdependencia donde el cuidado y el compromiso son tanto para hombres como para mujeres33. Las obligaciones individuales y sociales resultan evidentes, lo que demuestra en este estudio cómo se asumen los cuidados.
El mantenimiento de las relaciones sociales y los momentos de respiro son escasos en ambos sexos, aunque los hombres manifiestan salir más de casa y buscar momentos de ocio. Algunos autores apuntan que existe una correlación significativa entre las estrategias de planificación y apoyo social percibido con el bienestar psicológico34. En el estudio de Xiong et al.3, los cuidadores comenzaron a buscar ayuda antes, resaltando la importancia de tener tiempo para sí mismos; estaban más dispuestos a compartir el cuidado y hacer actividades que les proporcionaban respiro. Estos hallazgos coinciden y proporcionan un nivel de comprensión, diferenciando las cargas observadas entre mujeres y hombres. En general, las personas cuidadoras que tienen altos niveles de apoyo social obtienen mayores niveles de bienestar y salud general, así como más probabilidades de estar satisfechas con su rol7.
Los hallazgos de este estudio muestran que el significado de la experiencia de cuidar a otra persona anciana dependiente durante la vejez está determinado por la cultura androcéntrica. Las cuidadoras sienten la presión de familiares, pareja y sociedad; cuidan por obligación moral, manifiestan que su actividad no se reconoce y que no son comprendidas. Los cuidadores, por el contrario, cuidan por responsabilidad, manifiestan un aprendizaje personal y un logro, lo que se traduce en experiencia satisfactoria para continuar cuidando. Ambos desarrollan habilidades de resiliencia que les permiten alcanzar mayores niveles de adaptación: los hombres utilizan más mecanismos protectores de afrontamiento en su vida diaria y las mujeres tienen en la religión el apoyo que más les reconforta.
Las limitaciones del estudio son las propias de la investigación cualitativa. No es posible generalizar los resultados para otros contextos. Es una limitación importante la muestra, aunque el perfil de las personas participantes se asemeja al entorno sociocultural del contexto estudiado, lo que facilitó la saturación de la información18.
En futuras líneas de investigación se debe contemplar que existe una necesidad de aplicar la perspectiva de género y llevar a cabo un observatorio social relacionado con los cuidados familiares en el domicilio.