INTRODUCCIÓN
La aparición del tratamiento antirretroviral combinado de alta efectividad (TAR) ha supuesto un punto de inflexión en la evolución de la enfermedad por VIH y prácticamente ha logrado equiparar la esperanza de vida a la de la población no infectada1,2. Sin embargo, aunque ésta sea prácticamente igual, no lo es la calidad de vida1. Numerosas razones se hallan detrás de este hecho. Algunas de ellas son naturales a la propia enfermedad, que crea un estado de inflamación crónica que aumenta la prevalencia de numerosas comorbilidades3; otras son derivadas de la propia persona, ya que, en general, se trata de poblaciones con hábitos tóxicos más prevalentes como el consumo de alcohol o de tabaco4; y, finalmente, otras se originan en los medicamentos empleados para el propio tratamiento del VIH. En este sentido, uno de los efectos adversos más clásicos del TAR son las alteraciones en la calidad del sueño5. La mala calidad del sueño se asocia a problemas de concentración, depresión, alteraciones del estado de ánimo y a una menor adherencia al tratamiento, lo que conduce potencialmente a un mal control de la enfermedad6.
Un nuevo grupo de fármacos, los inhibidores de la integrasa, se han posicionado de manera reciente en todas las Guías Clínicas de VIH como TAR de primera línea debido a su elevada eficacia. No obstante, dos de los fármacos integrantes en este grupo, bictegravir y dolutegravir, se han relacionado con alteraciones en el sistema nervioso central, principalmente en el sueño7.
Con este escenario, el objetivo de este estudio fue analizar la influencia de bictegravir y dolutegravir en la calidad del sueño de las personas que viven con VIH (PVIH).
SUJETOS Y MÉTODOS
Se realizó un estudio observacional y transversal en el que se incluyeron PVIH a las que se les dispensó medicación en la Unidad de Pacientes Externos del Servicio de Farmacia del Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid, España), entre diciembre de 2020 y enero de 2021. La inclusión se realizó de manera consecutiva.
Se registraron las siguientes variables: fecha de nacimiento; sexo; nacionalidad; nivel de estudios; situación laboral; necesidad de soporte psicológico; consumo de drogas; tipo de tratamiento del VIH y año de inicio; tratamiento para insomnio. Se midió la adherencia al TAR empleando dos métodos; el Cuestionario Morisky Green y por registro de dispensaciones. Para Morisky Green se consideró adherente si contestaba correctamente las cuatro preguntas, y para el registro de dispensaciones se usó la fórmula siguiente:
[(número de unidades dispensadas-número de unidades remanentes) / (número prescrito de unidades por día x número de días entre las dos visitas)] x 100
Se consideró adherente a aquellos que durante un año tuviesen 95% o superior. Se consideró a la PVIH adherente si lo fue por ambos métodos. La calidad del sueño se analizó mediante el Cuestionario de Pittsburgh o PSQI. Se describieron los siete componentes de los que consta. Se consideró que el tratamiento no afectaba a la calidad del sueño de la PVIH si presentó una puntuación menor a 5 en el PSQI8. En función de este resultado, se clasificó los participantes en dos grupos: mala calidad del sueño (puntuación igual o superior a 5) o buena calidad del sueño (menor de 5).
Se excluyeron aquellas personas que no aceptaron cumplimentar la encuesta, los inicios de tratamiento y los PVIH en tratamiento con efavirenz (cuyo efecto sobre la calidad del sueño es ya conocido). Se consideraron pérdidas para el cálculo del PSQI a las personas con VIH que no cumplimentaron todos los campos de la encuesta.
Las PVIH se clasificaron en dos grupos. Los del grupo estudio fueron PVIH con bictegravir o dolutegravir en su TAR. El grupo control fue el resto de PVIH. Se analizó la influencia de las variables recogidas sobre el resultado del PSQI mediante la prueba de chi cuadrado/odds ratio para variables categóricas y el de t de Student o U de Mann Whitney para variables continuas.
El estudio fue aprobado por el Comité de Ética del Hospital Universitario Ramón y Cajal.
RESULTADOS
Se entrevistó a 119 PVIH. Noventa y cinco PVIH (79,8%) fueron varones. La mediana de la edad fue de 50,1 años (36,4-56,5). Ochenta y dos (68,9%) eran de nacionalidad española. Los TAR mayoritarios del grupo estudio fueron: Biktarvy® (N=43; 36,1%) y Dovato® (N=12; 10,1%). Del grupo control fueron Odefsey® (N=16; 13,4%) y Symtuza® (N=12; 10,1%). Treinta y seis PVIH (30,2%) llevaban recibiendo medicación entre uno y cinco años, veintisiete (23,5%) entre seis y diez años, veintidós (18,5%) entre once y veinte años y 34 (28,6%) más de veintiún años. Ochenta y seis PVIH (72,9%) no tomaban ninguna medicación para conciliar el sueño, catorce (11,9%) lo hacían de forma puntual y dieciocho (15,2%) de manera continua.
Se obtuvo la puntuación global de PSQI de 103 de los 119 PVIH incluidas en el estudio. El 64% fueron clasificadas como con mala calidad del sueño en el grupo estudio y el 67% en el grupo control (p=0,788). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas cuando se analizó la influencia de los grupos sobre los distintos componentes del sueño, como se observa en la Tabla 1.
La influencia de las variables analizadas sobre el PSQI fueron edad (p=0,106), sexo (p=0,118), consumo de drogas (p=0,620), tiempo con tratamiento antirretroviral (p=0,789), nacionalidad (p=0,225), nivel de estudios (p=0,536), situación laboral (p=0,607), soporte psicológico (p=0,158), adherencia al tratamiento (p=0,613), tipo de tratamiento para el VIH (p=0,587) y tratamiento para el insomnio, la cual fue estadísticamente significativa y mostró que las PVIH que tomaban medicación para el insomnio presentaban peor calidad del sueño (p=0,020).
DISCUSIÓN
En este estudio se encuentra que un elevado porcentaje de PVIH, independientemente de su TAR, presentan una mala calidad del sueño. Esto coincide con los datos recogidos en una revisión que eleva este porcentaje hasta incluso el 70%6. Cabe señalar que diversas cohortes indican que esta prevalencia es mayor en mujeres y se acentúa con la edad7, lo cual es una limitación para nuestro estudio, ya que esta población estuvo claramente poco representada. Igualmente, como limitaciones, destacan aquellas inherentes al diseño transversal y observacional, principalmente aquellas derivadas de no poder establecer relaciones de causalidad. Recientemente, estudios farmacogenéticos han postulado que diversos polimorfismos podrían estar relacionados con este efecto adverso9.
A pesar del tamaño muestral, creemos que nuestros datos son representativos de nuestra población, ya que es un motivo frecuente de consulta de nuestras PVIH, y, además, podemos demostrar que aquellos que toman medicación para el insomnio muestran peores datos de calidad del sueño. Con este porcentaje tan elevado de mala calidad del sueño, creemos prioritario implantar medidas para mejorar la higiene del sueño, así como profundizar en otras variables que puedan influir en la mala calidad de este. Se debe tener en cuenta que este efecto adverso puede conllevar pérdida de adherencia. En base a esto, recientemente se ha publicado un documento de consenso para mejorar la adherencia al TAR en PVIH desde las consultas de Farmacia10.
Como conclusión a nuestra investigación, no encontramos correlación entre bictegravir y dolutegravir con la calidad del sueño en las PVIH. Sin embargo, siguen haciendo falta estudios más amplios y que consideren explorar otras variables, para tener así datos más robustos que nos ayuden a encontrar un tratamiento dirigido a paliar la mala calidad del sueño referida por una gran parte de las PVIH.