IN MEMORIAM
El 16 de mayo de 2023 falleció Juan del Rey Calero, una figura señera de la Medicina Preventiva y la Salud Pública en España durante la segunda mitad del siglo XX. Había nacido en Pozoblanco en 1928, hijo de un maestro de escuela, que trasladó a su familia hasta Asturias, donde ejerció en un pequeño pueblo. Quizás por sus orígenes, siempre fue una persona austera y muy estudiosa. Ello le permitió abrirse camino en la vida, licenciándose en Medicina a los 22 años, para luego completar su formación en algunos de los mejores laboratorios del mundo y consolidándose como un excelente opositor; fue número uno en algunas de las oposiciones más exigentes de la época y alcanzó, tras superar los famosos seis ejercicios, la cátedra de Microbiología, Parasitología e Higiene y Sanidad de la Universidad de Cádiz a los 40 años de edad. Es de destacar que no formó parte de las Escuelas dominantes en la especialidad, pues siempre fue un hombre independiente de los principales grupos de presión, aunque nos mencionó cierta proximidad con D. Gerardo Clavero del Campo, su antecesor en la cátedra de Cádiz. Cuando en la Universidad se crearon las áreas de conocimiento, y los profesionales de nuestro campo tuvieron que optar entre la Microbiología o la Medicina Preventiva y la Salud Pública, Rey Calero optó por la segunda. Por ello, cuenta entre sus primeros discípulos con reconocidos microbiólogos como García de Lomas, Casal Román, Calbo Torrecillas o Mira, entre otros; y también con profesionales de la segunda área de conocimiento, como Otero Puime, González R. Salinas, Domínguez Rojas, García Caballero, López Sánchez, Conde Herrera, Dueñas, Malo, Pastor, De Juanes, Bello, Bravo, Gil Miguel, Calle Purón, Diez Sebastián o los propios firmantes de este trabajo, a lo largo de varias décadas.
No glosaremos su excelente curriculum, pero el que tenga curiosidad puede encontrarlo en estas referencias1 2. Baste saber que en el momento de su jubilación era Jefe del Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública del Hospital Universitario La Paz y Catedrático de la misma disciplina en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Nosotros tuvimos la fortuna de trabajar con él en la UAM y deseamos compartir algunas de nuestras vivencias, que reflejan su talante personal más que sus logros profesionales. Para ello hemos elegido la Revista Española de Salud Pública porque es una casa común de la Salud Pública en nuestro país y porque Don Juan, como le llamábamos en el trabajo, siempre tuvo especial aprecio por la Revista; de hecho, fue uno de los autores más productivos en la misma en el periodo 1940-19703 y posteriormente4, cuando aún se denominaba Revista de Sanidad e Higiene Pública. Además, fue de los primeros que se interesó en la Revista por las técnicas inmunológicas, la epidemiología y los indicadores sanitarios de la población escolar3.
Don Juan nos contaba algunas anécdotas vividas en Cádiz con motivo del control de un brote de diarrea en el personal marítimo de la bahía de San Fernando y con las medidas de prevención de la extensión de la epidemia de cólera de 1971. En especial, refería cómo envió al joven graduado Curro Calbo a Melilla donde aisló un vibrio del cólera en un residente de la ciudad, y cómo cuestionó algunas de las opiniones del Gobernador Civil de la provincia, que en aquella época era el máximo responsable sanitario. Pudo hacer ambas cosas por su doble condición de Jefe Provincial de Sanidad y Catedrático de la Facultad de Medicina. Ello le servía para argumentar la importancia del profesionalismo en la Salud Pública, que permite cierta independencia y facilita una clara separación entre la función técnica y la política. Por supuesto, el profesionalismo implicaba la lealtad obligada al decisor político, que tiene la legitimidad para obrar en nombre de todos. A diferencia de lo que ocurre con los médicos asistenciales, hoy es desgraciadamente imposible desempeñar un puesto en la administración sanitaria y ser profesor permanente en la Universidad. Ello impide a los profesores de nuestro campo adquirir o mantener el bagaje del ejercicio profesional de la Salud Pública (aunque sí pueden ejercer funciones en el campo de la medicina preventiva hospitalaria) y probablemente dificulte atraer más vocaciones hacia nuestra disciplina entre los estudiantes.
Al poco de llegar a Madrid en 1972, y gracias al apoyo de los responsables del Instituto Nacional de Previsión, Don Juan impulsó el desarrollo de una nueva especialidad: la de Medicina Preventiva y Salud Pública, inicialmente orientada al control de la infección nosocomial y a la prevención y control de riesgo laborales (estas últimas responsabilidades son ejercidas hoy por los especialistas en Medicina del Trabajo). Es la única forma en la que los médicos pueden adquirir en nuestro país una formación especializada para ejercer la Medicina Preventiva y la Salud Pública tanto en ámbitos intra como extrahospitalarios, que incluyen la vigilancia epidemiológica, la promoción de la salud, la salud medioambiental o la gestión sanitaria, entre otros campos. Sin ella, los médicos de Salud Pública no tendrían la misma condición de especialista (ni tampoco un prestigio similar) que los que se dedican a la cardiología, la cirugía o la medicina de familia.
Durante los primeros años de su estancia en Madrid, tiempo en que el pluriempleo era frecuente, el Dr. Rey Calero desempeñó también la dirección del departamento de epidemiologia de la Escuela Nacional de Sanidad (ENS). Ello permitió que los MIR de la nueva especialidad realizaran el Curso Superior de Oficial Sanitario (recordemos la impronta militar en la Salud Pública de muchos países en la primera mitad del siglo XX); este curso hoy se llama Máster de Salud Pública y se imparte en la ENS, dentro del Instituto de Salud Carlos III. Por ello, nuestra especialidad es la única vía MIR que cuenta con una formación reglada a nivel de máster, cuyo coste financia la administración sanitaria. Es una experiencia valiosa dada la gran amplitud de nuestra especialidad, por lo que para mantener y afianzar la vocación es necesario contar con una introducción sistemática a los fundamentos de las principales áreas de trabajo, que no es posible adquirir durante los estudios del grado en medicina. Cada edición del máster genera una nueva cohorte de salubristas, que se distribuye por muchos lugares de España y que mantienen lazos de cooperación y amistad a lo largo de la vida.
Además de un referente profesional en nuestro campo, el Dr. Rey Calero fue una persona buena y tolerante, que permitió que gente con vidas y orígenes muy diversos, con bastante transversalidad ideológica y social, pudiéramos crecer profesionalmente y ser nosotros mismos a su lado. Fue el primero en darnos crédito por el trabajo que hacíamos sin reservarse apenas mérito para él. En un ambiente universitario en el que lo habitual era que todos trabajaran para el catedrático, él facilitó nuestro trabajo sin pedir nada a cambio. Lo que hoy puede parecer normal, hace cuarenta años era una muestra de generosidad y afecto.
Don Juan era hombre extraordinariamente amable, con un sentido del humor muy gaditano, y excelente conversación. Tenía cierta timidez, pero ésta desaparecía en el trato con nosotros, al sentirse con los suyos, como podíamos comprobar en los 15-20 minutos que dedicábamos al café de la mañana en un cubículo frente a su despacho. Daba igual de lo que se hablase, dada su cultura enciclopédica incluida la religiosa, él tenía una opinión informada y abierta a los comentarios de los demás.
Era prudente y tenía sentido de la justicia, por lo que nunca nos prometió nada relativo a nuestra carrera profesional. Cuando se convocaba una oposición, nos decía “preséntate y muestra lo que vales, pues sacar la plaza no es lo único importante”. Suponemos que haría lo posible por ayudarnos en aquellos trances, pero fue siempre muy discreto al respecto; lo importante es que su despacho estaba permanentemente abierto y su tiempo a nuestra disposición para todo tipo de asuntos. El mismo día de su jubilación dio un paso al lado, y nunca más trató de influir en las decisiones que se tomaron en el Departamento. Ya sin responsabilidades académicas, supo transmitir la historia de nuestra Salud Pública a las nuevas generaciones de profesores y doctorandos.
Por todo ello, junto a algunos hitos de su trayectoria profesional, hemos querido destacar su forma de ser y estar en el trabajo y en la vida, porque es un ejemplo permanente para nosotros. Descanse en paz, Don Juan.