Introducción
La empatía y la conducta prosocial en la infancia y adolescencia pueden ser factores de protección de la persona, dado que pueden inhibir conductas antisociales y promover comportamientos de adaptación personal y social (Carlo et al., 2014; Mikolajewski, Chavarria, Moltisanti, Hart y Taylor, 2014).
La empatía entendida como la capacidad de ponerse en el lugar del otro, ha sido definida como una respuesta afectiva de comprensión sobre el estado emocional del otro, que induce a sentir el estado en que se encuentra el otro (Eisenberg, Cumberland, Guthrie, Murphy y Shepard, 2005). Las diversas investigaciones sobre la empatía le otorgan un carácter multidimensional y diferencian entre las dimensiones afectiva, cognitiva (Davis, 1980; Eisenberg et al., 2005; Silfver, Helkama, Lönnqvist y Verkasalo, 2008) perceptual (Eisenberg y Strayer, 1987) e, incluso, situacional y disposicional (Litvack, McDougall y Romney, 1997). Se ha comprobado que el componente emocional de la empatía se desarrolla antes que el cognitivo (Chakrabarti y Baron-Cohen, 2006).
Atendiendo al enfoque multidimensional e integrador de la empatía, la dimensión afectiva alude a una respuesta empática que tiene en cuenta la posición del otro, y asume el sentimiento del otro o, lo que es lo mismo, la respuesta emocional sobre el sentimiento del otro. Desde la dimensión cognitiva, la empatía atiende a la capacidad de comprender los estados emocionales del otro y de sentir lo que siente el otro. En esta posición teórica es necesario una reelaboración cognitiva para poder discriminar entre el yo y los demás (Eisenberg et al., 2005; Garaigordobil y García de Galdeano, 2006; Mestre, Frías, Samper y Tur, 2004).
En tercer lugar, la empatía comprende una dimensión perceptual, entendida como la capacidad de representar mentalmente la situación del otro, según una localización espacial y temporal (Eisenberg y Strayer, 1987; Fernández-Pinto, López-Pérez y Márquez, 2008). Finalmente, alude también a una dimensión situacional, que se refiere a la emoción vicaria de experimentar el estado emocional del otro. La representación es producto de lo que se ve, se trata de una activación empática creada ante una determinada situación a modo de “estoy triste porque te veo triste” (De Wied, Branje y Meeus, 2007; Igartua y Páez, 1998).
La empatía disposicional está presente en el comportamiento prosocial (Garaigordobil y García de Galdeano, 2006; Mestre et al., 2004, Strayer y Roberts, 2004). En este sentido, se han encontrado importantes relaciones significativas entre ambas, empatía y conducta prosocial en la infancia y la adolescencia, tanto en contextos americanos (Carlo, Hausman, Christiansen y Randall, 2003; Carlo y Randall, 2002; Eisenberg et al., 2005), como españoles (Gutiérrez, Escartí y Pascual, 2011; Mestre, Tur, Samper, Nácher y Cortés, 2007). Del mismo modo, la falta de empatía ha llegado a relacionarse con la psicopatología y la clínica relacionada con el espectro autista (Cornelio-Nieto, 2009; Oberman, Ramachandran y Pineda, 2008), con la agresividad (Carlo et al., 2014) y con la delincuencia (Hare, 2006).
En los últimos años ha cobrado protagonismo la investigación neuropsicológica, que sitúa a la empatía en el ámbito cerebral. Desde esta posición teórica, se han llegado a observar dos posibles sistemas para la empatía. Uno básico de contagio emocional y otro cognitivo, de toma de perspectiva (Bzdok, et al., 2012). Incluso, se han llegado a definir sustratos anatómico-cerebrales diferentes para las dimensiones: afectiva y cognitiva (Klimecki, Leiberg, Ricard y Singer, 2014). De este modo, la percepción del comportamiento del otro activa representaciones propias de la conducta que requieren de áreas motoras (Jabbi, Swart y Keysers, 2007). Así, a la empatía emocional se la sitúa en el área 44 de Brodman y el girus frontal inferior. Mientras que la perspectiva más cognitiva de la empatía, que requiere comprender y entender intelectualmente esas emociones, se la sitúa en la corteza ventromedial y en las áreas 11 y 10 de Brodman (Bird, Castelli, Malik, Frith y Husain, 2004).
Razonamiento moral prosocial
Por otro lado, el razonamiento moral prosocial se ha definido como la toma de decisiones sobre la ayuda hacia el otro en una situación marcada por el conflicto entre las necesidades propias y las necesidades del otro (Carlo, Mestre, Samper, Tur y Armenta, 2010; Eisenberg, 1986). Contempla, por tanto, un juicio moral prosocial y un razonamiento cognitivo, de toma de perspectiva y de toma de decisión, ante una situación marcada por un conflicto de intereses entre personas ajenas a uno mismo (Carlo, 2006). Además, el razonamiento moral prosocial suele estar acorde con los valores morales y con la jerarquía, que dirige la conducta de ayudar, de ahí que se espere que contribuya a consolidar las características personales prosociales (Eisenberg, Hofer, Sulik y Liew, 2014). De este modo, el razonamiento moral prosocial se relaciona con conductas prosociales o acciones destinadas a beneficiar al otro (Carlo et al., 2010; Eisenberg, Zhou y Koller, 2001) y se vincula a ciertas emociones morales, como la empatía emocional (Eisenberg, Fabes y Spinrad, 2006; Malti y Keller, 2009). Por el contrario, el razonamiento moral prosocial se relaciona negativamente con razonamiento hedonista en adolescentes (Eisenberg, Carlo, Murphy y Van Court, 1995) y con la conducta agresiva (Carlo et al., 2013).
Por lo que se refiere a las diferencias según el sexo, se ha comprobado que los chicos puntúan más alto en razonamiento moral hedonista y orientado hacia la aprobación. Mientras que las chicas puntúan más alto en razonamiento moral orientado hacia las necesidades, estereotipado e interiorizado (Carlo et al., 2013).
Este trabajo tiene un doble objetivo. De una parte, analizar las relaciones entre empatía, conducta prosocial, razonamiento moral prosocial y agresión y estudiar las diferencias entre chicos y chicas adolescentes. De otra, analizar el valor predictor de las variables mencionadas, tomando como variables explicativas la conducta prosocial, el razonamiento moral prosocial y la agresividad, y como variable a explicar a la empatía. De este modo, las hipótesis de partida planteadas son: 1) Se espera obtener diferencias entre los varones y las mujeres adolescentes en empatía, conducta prosocial y razonamiento moral prosocial, a favor de las mujeres en todas sus dimensiones, excepto en el razonamiento moral hedonista y el orientado a la aprobación (Carlo et al., 2013). Se espera también que los varones obtengan índices más elevado en agresividad; 2) Se espera que la empatía se relacione positivamente con el razonamiento moral prosocial en todas sus dimensiones, excepto con el hedonismo que lo hará en negativo.
Método
Participantes
En la investigación han participado 1557 adolescentes de edades comprendidas entre 12 y 15 años (M = 13.13; DT = 0.86). La distribución es la siguiente: 12 años (25.9 %), 13 años (43.1 %), 14 años (24.4 %) y 15 años (6.6 %). El 47.4 % son mujeres y el 52.6 % varones. Todos ellos cursan la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO), el 51.3 % cursa el primer ciclo de la etapa (primer y segundo curso) y el 48.7 % el segundo ciclo de la ESO (tercer y cuarto curso).
La selección de la muestra se ha realizado con criterios de aleatoriedad simple respetando la catalogación de centros por la Generalitat Valenciana, al amparo de la Orden de 4 de julio de 2001, por la que se regula el programa de educación compensatoria. La población resultante se encuentra escolarizada en 20 centros de la provincia de Valencia. De ellos, siete centros desarrollan programas de Compensación Educativa (al menos entre el 20 % y el 30 % de su alumnado es inmigrante o pertenece a minorías étnicas). Otros siete centros desarrollan Acciones Compensatorias (hasta el 20 % de su alumnado es inmigrante) y los restantes seis centros no incluyen acciones de compensación de desigualdades, debido a que no tienen alumnos inmigrantes o, en caso de tenerlos, éste es poco significativo e inferior al 10 %. Tras la obtención de los permisos del centro y de las familias, se procedió a la evaluación de los estudiantes. Se realizó de forma colectiva y en los mismos centros educativos, respetando la confidencialidad y el anonimato. Las sesiones tuvieron una duración entre 45 y 50 minutos. El procesamiento estadístico se ha realizado con apoyo del SPSS, versión 19.
Instrumentos de evaluación
Medida Objetiva del Razonamiento Prosocial (Prosocial Reasoning Objective Measure, PROM; Carlo, Eisenberg y Knight., 1992; Mestre, Frías, Samper y Tur, 2002). Constituye una medida objetiva dirigida a evaluar el nivel de razonamiento moral prosocial de la persona ante una necesidad planteada en otras personas. Implica, por tanto, pensamiento lógico y abstracto ante una respuesta de ayuda. Se presenta mediante cinco historias o dilemas, seguidos de una serie de respuestas que plantean diferentes estilos de razonamiento: hedonista, orientado a la necesidad, orientado a la aprobación de los otros, estereotipado e interiorizado (ejemplo de ítem “Depende de si la otra chica está llorando mucho o no”. La consistencia interna del instrumento se ha confirmado mediante el alpha de Cronbach, situado entre .60 y .76 para las diferentes categorías de razonamiento moral prosocial, con índices similares a los obtenidos en otras muestras (Carlo et al., 2003).
Escala de Conducta Prosocial (Prosocial Behavior Scale; Caprara y Pastorelli, 1993; Tur, 2003): Evalúa la conducta de ayuda y simpatía, a través de 15 ítems con tres alternativas de respuesta (casi siempre, a veces o nunca) que responden a la frecuencia con que se den las conductas descritas (ejemplo de ítem “Intento consolar al que está triste”. Se ha obtenido un índice de fiabilidad de .76 en el alpha de Cronbach.
Escala de Agresividad Física y Verbal (AFV; Caprara y Pastorelli, 1993; Del Barrio, Moreno y López, 2001). A través de sus 20 ítems evalúa la conducta de hacer daño a otros física y verbalmente. El formato de respuesta es de tres alternativas (a menudo, a veces o nunca), según la frecuencia de aparición de la conducta (ejemplo de ítem “Fastidio a los otros”). El índice de fiabilidad alpha es de .78, obtenido en esta población.
Índice de Empatía para Niños y Adolescentes (Index of Empathy for Children and Adolescents, IECA; Bryant, 1982; Mestre, Pérez, Frías y Samper, 1999): Este instrumento constituye una adaptación para población infantil y adolescente de la escala para adultos de Mehrabian y Epstein (1972). Se trata de una medida de los componentes emocional y situacional de la empatía. El instrumento consta de 22 ítems. De ellos, cuatro aluden a situaciones protagonizadas por mujeres, cuatro por varones y los 14 restantes sin referente de género (ejemplo de ítem “Me siento triste al ver a una chica que no encuentra a nadie con quien jugar”). El alpha de Cronbach ha sido de .67
Análisis de datos
En primer lugar, se ha realizado un análisis de comparación de medias entre varones y mujeres junto a la prueba t de Student para observar posibles diferencias estadísticamente significativas en razón del sexo, en relación con las variables analizadas (empatía, conducta prosocial, agresividad y todas las dimensiones del razonamiento moral prosocial).
En segundo lugar, se ha realizado un análisis correlacional de Pearson para chicos y otro para chicas, a fin de analizar las relaciones internas entre las variables. Finalmente se han llevado a cabo dos análisis de regresión lineal múltiple, uno para la población masculina y otro para la femenina. Tienen el objetivo de observar las variables predictoras de la empatía, de entre la conducta prosocial, la agresividad y las diferentes dimensiones de razonamiento moral prosocial (hedonista, razonamiento orientado hacia la aprobación, hacia la necesidad, estereotipado e interiorizado). La empatía actúa como variable dependiente y el resto como variables explicativas.
Resultados
En primer lugar, se presentan las puntuaciones obtenidas a través de la prueba t de Student, donde se comparan las diferencias significativas entre chicos y chicas adolescentes en las variables analizadas de empatía, conducta prosocial, agresividad y razonamiento moral prosocial, en todas sus dimensiones (hedonismo, orientado hacia la necesidad, orientado hacia la aprobación, estereotipado e interiorizado).
La Tabla 1 muestra los resultados del análisis de comparación de medias entre la población masculina y femenina. En ella aparecen las diferencias en razón de género en empatía, conducta prosocial, agresión y razonamiento moral prosocial en todas sus dimensiones (hedonismo, razonamiento orientado hacia la necesidad, hacia la aprobación, estereotipado e interiorizado).
Nota. (1) Razonamiento moral hedonista; (2) Razonamiento moral orientado hacia la necesidad; (3) Razonamiento moral orientado hacia la aprobación; (4) Razonamiento moral estereotipado y (5) Razonamiento moral interiorizado.
Entre mujeres y varones adolescentes existen diferencias significativas en todas las variables analizadas. Así pues, las chicas adolescentes obtienen puntuaciones más elevadas en empatía, conducta prosocial y en el razonamiento moral prosocial, en las dimensiones de razonamiento orientado hacia la necesidad, estereotipado e interiorizado. Sin embargo, los chicos adolescentes muestran mayores puntuaciones en agresividad -física y verbal- y en dos tipos de razonamiento (hedonista y orientado hacia la aprobación). Por otro lado, la magnitud del cambio, observado a través de la prueba de Cohen, se sitúa en valores altos (por encima de .800), valores medios -por encima de .500- y bajos -en torno a .200- (Cohen, 1992).
La Tabla 2 muestra los resultados de los análisis correlacionales (Pearson) en chicas y chicos adolescentes. En ambos colectivos aparecen relaciones significativas positivas de la empatía con la conducta prosocial (chicos: r = .357, p ≤ .01; chicas: r = .392, p ≤ .01), empatía con razonamiento moral orientado a la necesidad (chicos: r = .196, p ≤ .01; chicas: r = .127, p ≤ .01), estereotipado (chicos: r = .095; p ≤ .01; chicas: r = .109, p ≤ .01) y con razonamiento moral interiorizado (chicos: r = .233, p ≤ .01; chicas: r = .165, p ≤ .01). Por el contrario, la empatía se relaciona negativamente con la inestabilidad emocional (chicos: r = -.170, p ≤ .01; chicas: r = -.130, p ≤ .01), con agresividad física y verbal (chicos: r = -.200, p ≤ .01; chicas: r = -.150, p ≤ .01), con razonamiento moral hedonista (chicos: r = -.277, p ≤ .01; chicas: r = -.216, p ≤ .01), y con razonamiento moral orientado a la aprobación (chicos: r = -.114, p ≤ .01, chicas: r = -.091, p ≤ .05). Por lo que respecta la conducta prosocial las relaciones son semejantes a las anteriores, tanto en chicos como en chicas. Por otra parte, mantiene relaciones positivas con el razonamiento moral orientado a la necesidad (chicos: r = .153, p ≤ .01; chicas: r = .093, p ≤ .05), estereotipado (chicos: r = .164, p ≤ .01; chicas: r = .166, p ≤ .01) e interiorizado (chicos: r = .131, p ≤ .01; chicas: r = .166, p ≤ .01). Por el contrario, la conducta prosocial se relaciona negativamente con la inestabilidad emocional (chicos: r = -.171, p ≤ .01; chicas: r = -.156, p ≤ .01), la agresividad física y verbal (chicos: r = -.213, p ≤ .01; chicas: r = -.213, p ≤ .01) y el razonamiento moral hedonista (chicos: r = -.228, p ≤ .01, chicas: r = -.181, p ≤ .01) y orientado hacia la aprobación (chicos: r = -.107, p ≤ .01; chicas: r = -.136, p ≤ .01).
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1.Empatía | - | .392** | -.130** | -.150** | -.216** | .127** | -.091* | .109** | .165** |
2.Conducta Prosocial | .357** | - | -,156** | -.213** | -.181** | .093* | -.136** | .166** | .166** |
3.Inestabilidad emocional | -.170** | -.171** | - | .598** | .207** | -.083* | ,011 | -.112** | -.076* |
4.Agresividad Física y Verbal | -.200** | -.213** | .633** | - | .184** | -.075* | -.003 | -.105** | -.040 |
5.Hedonista (1) | -.277** | -.228** | .186** | .232** | - | -.385** | -.079* | -.369** | -.363** |
6.Necesidad (2) | .196** | .153** | -.099** | -.149** | -.464** | - | -.451** | .083* | .025 |
7.Aprobación (3) | -.114** | -.107** | .050 | .014 | -.094** | -.353** | - | -.487** | -.428** |
8.Estereotipado (4) | .095** | .164** | -.090* | -.048 | -.330** | .020 | -,452** | - | .081* |
9.Interiorizado (5) | .233** | .131** | -.126** | -.132** | -.421** | .079* | -.403** | .021 | - |
Varones: Abajo izquierda; Mujeres: arriba-derecha
**p ≤ .01
*p ≤ .05
(1)Razonamiento moral hedonista
(2)Razonamiento moral orientado hacia la necesidad
(3)Razonamiento moral orientado hacia la aprobación
(4)Razonamiento moral estereotipado
(5)Razonamiento moral interiorizado
A la vista de estos resultados se ha considerado oportuno conocer el peso de las variables analizadas -razonamiento moral prosocial, conducta prosocial y agresividad- en el desarrollo de la empatía, como variable protectora de la personalidad y facilitadora de comportamientos sociales adaptados (Eisenberg et al, 2006).
La Tabla 3 transcribe los resultados del análisis de regresión lineal múltiple para la submuestra de varones. El 19.4 % de la varianza (R2 = .194) está informada por la conducta prosocial, el razonamiento moral interiorizado y el razonamiento moral orientado hacia la necesidad, en positivo, además del razonamiento moral hedonista y la agresividad, en negativo.
Nota.(1) Razonamiento moral hedonista; (2) Razonamiento moral interiorizado; (3) Razonamiento moral orientado hacia la necesidad; (4) Factor de incremento de la varianza
En cuanto a los resultados del análisis de regresión lineal múltiple en la explicación de la empatía de las mujeres adolescentes, la Tabla 4 muestra que el 17.6 % de la varianza (R2 = .176) está explicada por las variables de conducta prosocial, en positivo, y razonamiento hedonista en negativo.
En ambos análisis de regresión, se ha comprobado el supuesto de independencia entre las variables explicativas respecto a la variable criterio o explicada. Para ello se ha tenido en cuenta el índice de Durbin-Watson obtiene una puntuación de 1.896 (chicos) y de 1.935 (chicas). Valores situados entre 1.5 y 2.5 en este índice indican que los residuos son independientes y, por tanto, cumple con el supuesto de independencia entre las variables (Pardo y Ruiz, 2005). Además, los valores del Factor de Incremento de la Varianza (FIV) se sitúan en torno a la unidad en todos los casos, lo cual refuerza la no existencia de problemas de colinealidad.
En síntesis, las variables con mayor poder predictor de la empatía, tanto en mujeres como en varones adolescentes, son la conducta prosocial (en positivo) y el razonamiento moral hedonista (en negativo). Además, en varones también tienen poder predictor el razonamiento moral interiorizado y orientado hacia la necesidad (en positivo), además de la agresividad, en negativo.
Discusión
Los resultados de la investigación indican, en primer lugar, las diferencias entre mujeres y varones adolescentes en empatía, conducta prosocial, agresividad física y verbal y razonamiento moral prosocial, en todas sus dimensiones. Los chicos adolescentes, al compararlos con las chicas, muestran mayor tendencia a la agresividad y a mantener un razonamiento moral hedonista y orientado hacia la aprobación (Hipótesis 1). Las chicas adolescentes muestran niveles más altos en prosocialidad y empatía (Mestre, Samper, Frías y Tur, 2009), además de un razonamiento moral orientado hacia la necesidad, interiorizado y estereotipado (Hipótesis 1). Estos resultados corroboran los obtenidos por Carlo et al. (2013) que hallaron las mismas tendencias al relacionar chicos y chicas adolescentes y se encuentran en la línea de Eisenberg et al. (1995) al comprobar que los varones adolescentes tienden a desarrollar posturas más hedonistas. Parece que el proceso de socialización de las chicas adolescentes está dirigido a fomentar la solidaridad y la conducta de ayuda, lo que se entiende como ser más comunales, mientras que los chicos se orientan hacia el instrumentalismo (Eagly, 2009; Gilligan, 1982). Son ellos quienes buscan en mayor medida el beneficio propio.
Por otra parte, se ha comprobado que la empatía se relaciona positivamente con la conducta prosocial y con el razonamiento moral orientado a la necesidad, estereotipado e interiorizado, en chicos y chicas adolescentes. También se ha comprobado que la empatía se relaciona negativamente con hedonismo y con razonamiento moral orientado a la aprobación, en chicos y chicas (Hipótesis 2).
Además, al hilo de los resultados, la predicción de la empatía viene informada, principalmente, por la conducta prosocial y el razonamiento moral hedonista, tanto en chicos como en chicas adolescentes. Y, en este sentido, resalta la relación positiva de la empatía con la conducta prosocial y negativa con el razonamiento hedonista (Eisenberg et al., 2002; Telle y Pfister, 2016). El razonamiento moral hedonista tiene en cuenta el beneficio de la propia conducta sobre uno mismo, por tanto, está regido por el egoísmo. De esta forma, los adolescentes más hedonistas tenderán a manifestarse poco empáticos con los demás.
Observamos, pues, la estrecha relación de la empatía y el comportamiento prosocial tanto en chicos como en chicas adolescentes (Mestre et al., 2007). Las relaciones entre ambas variables han inducido a hablar de rasgos prosociales que contribuyen a la personalidad prosocial (Mikolajewski et al., 2014). Se habla de personalidad prosocial como la tendencia a pensar en el bienestar y los derechos de los demás, a sentir preocupación y empatía por ellos y a actuar de forma que les beneficie (Mehrabian y Epstein, 1972). De este modo, en la personalidad prosocial confluyen la disposición empática y la conducta prosocial e incluye valores, cogniciones y conductas prosociales orientadas a los otros (Eisenberg et al., 2002). Es más, parece que los rasgos prosociales mantienen una cierta estabilidad después de la infancia (Knafo y Plomin, 2006). Esta estabilidad puede deberse, en parte, a la retroalimentación producida por los mensajes y valores sociales que considera a la mujer orientada a roles de ayuda y apoyo a los demás (Carlo y Raldall, 2002; Eagly, 2009).
Los resultados expuestos en este estudio empírico pueden ayudar a la hora de establecer programas de intervención dirigidos a fomentar conductas de acercamiento a los demás, altruistas y prosociales. Serán necesarios programas que incluyan tanto los procesos de razonamiento como los procesos afectivos implicados. Se considera que la prosocialidad y la empatía forman dos constructos psicológicos que estimulan comportamientos adaptados socialmente, a la vez que frenan el desarrollo de comportamientos inadaptados (Mestre et al., 2007). A este respecto caben mencionar algunos programas de intervención en el aula, que están dando resultados positivos y esperanzadores (Mestre, Tur, Samper y Malonda, 2011; Romersi, Martínez-Fernández y Roche, 2011).
Para terminar, es necesario comentar las limitaciones del estudio. La primera limitación deriva del carácter trasversal de la investigación, por lo que no se pueden obtener relaciones de causalidad. Sería deseable continuar esta investigación para que tuviera carácter longitudinal y observar la evolución. Otra limitación procede de la recogida de la información, realizada mediante autoinformes de los propios adolescentes. Hubiera sido deseable recoger información de otras fuentes para relacionarlas ambas. Con todo, se ha comprobado que los adolescentes obtienen menores índices de deseabilidad social que otras fuentes de información, como los padres (Gaylord, Kitzmann y Coleman, 2003). Además, la investigación se ha centrado en la adolescencia temprana (12-15 años), aunque en una muestra bastante amplia de 1557 adolescentes de la Comunidad Valenciana. Convendría que se ampliara a toda la adolescencia, de esta forma se podrían comparar diferentes edades. Por otra parte, el objetivo de la investigación se dirige a analizar las relaciones entre empatía, conducta prosocial y razonamiento moral prosocial. Convendría relacionar la empatía y la conducta prosocial con variables de la personalidad, que pueden ser interesantes a la hora de estudiar el desarrollo de la prosocialidad y la empatía. Todo ello aportaría información sobre el desarrollo de la personalidad prosocial y ayudaría a diseñar programas precoces de intervención para fomentar dicha personalidad prosocial.