Introducción
El bullying es un fenómeno importante que ha de abordar una sociedad cada vez más concienciada. Una persona se convierte en víctima cuando está expuesta, de forma repetida durante un tiempo, a acciones negativas que llevan a cabo una o varias personas y existe un desequilibrio de poder entre las partes, es decir, la clara inferioridad e indefensión de la víctima (Olweus, 2004).
El último informe del Defensor del Pueblo (2007), sobre el acoso escolar, informa que el acoso “tradicional” sigue siendo el más frecuente frente al “ciberacoso”, pese al avance del uso de las nuevas tecnologías. Destaca que las conductas de abuso con mayores porcentajes corresponden a las “menos graves”, como insultar, poner motes (32% y 33% respectivamente) o la exclusión social. Por otro lado, las conductas de mayor gravedad, como agresiones físicas y acoso sexual, tienen porcentajes inferiores (5% y 0.4% respectivamente). También observa diferencias entre los varones que acosan de una forma más directa como insultos o golpes, y las mujeres que acosan de una forma más indirecta, por ejemplo, hablar mal de esa persona. A su vez, los chicos suelen recibir un acoso más directo y las chicas suelen recibir un acoso más indirecto. Respecto a la edad, dichas conductas empiezan entre los 10-11 años, alcanzando un pico máximo en torno a los 13-14 años, para ir disminuyendo hasta darse pocos casos a partir de los 17 años. El estudio hace referencia a las características de la víctima, como ser inmigrante o tener algún aspecto físico o psicológico diferente, que hace que se vea “indefensa” (Avilés, 2006; Montañés, Bartolomé y Montañés, 2009). El tipo de centro escolar no es determinante en cuanto al acoso.
Estudios actuales como el de Oliveros et al. (2012) alertan de un incremento en cuanto al número de conductas de “ciberacoso”, al igual que dichas conductas comienzan a edades más tempranas llegando a su pico máximo a la edad de 12 a 13 años (Montañés, et al., 2009). En cuanto a las diferencias de género, los chicos suelen acosar y ser acosados por conductas más directas y las chicas mediante actos más indirectos (Kowalski, Limber y Agatston, 2010; Montañés et al., 2009).
Si bien las consecuencias negativas del “ciberacoso” se amplifican con respecto al “tradicional” (Kowalski et al. 2010; Oliveros et al. 2012), las herramientas tecnológicas no sólo suponen una amenaza en sí mismas para las víctimas (Barrón, 2007), sino que también son un medio o herramienta para relacionarse con sus iguales.
Acoso escolar
Se puede entender el acoso y el “ciberacoso” escolar como una conducta voluntaria de hacer daño a alguien a través de acciones que van desde las más directas, como pegar e insultar, hasta las más indirectas, como aislar a la víctima. Además, es una conducta que suele prolongarse en el tiempo o pueden ser actos muy puntuales pero con un impacto más grave para la víctima (Olweus, 2004).
El “ciberacoso” explicado por Oliveros et al. (2012) indica que, a mayor disponibilidad de dispositivos como móviles u ordenadores con conexión a internet y la falta de supervisión por parte de un adulto, aumentan las probabilidades de un uso irresponsable de la tecnología (Gámez-Guadix, M., Orue, I., Smith, P. K. y Calvete, E., 2013). Esto conlleva que el menor pueda cometer o soportar conductas de acoso por parte de iguales o “depredadores”. A pesar de ser menores, el acoso no deja de ser un crimen punible para los adultos quienes, sabiendo del fenómeno, no actúen para pararlo (Martín, 2008; Morillas, 2008; Rubio, 2008; Tarrago, 2008). Es importante resaltar que la mayoría de conductas de acoso y de “ciberacoso” ocurren en ausencia de una figura de autoridad como, en el caso del profesor, durante los descansos entre clases o en el patio (Kowalski et al., 2010; Olweus, 2004).
Las secuelas de este tipo de conductas van desde lesiones físicas, material roto o robado, hasta cambios en el comportamiento como sacar peores notas, exclusión de los grupos, sentirse intimidados, insultados o les cuesta participar en clase. Para Muñoz (2009) son características que no tienen por qué aparecer todas, pero son indicadores para que el profesorado y la familia intervengan antes de su agravamiento. Kowalski et al. (2010) describe más indicadores como ansiedad, humor cambiante, problemas de sueño, poco apetito, dolencias, pocos amigos o miedo a ir al colegio. También detalla las siguientes características para los menores que acosan: personalidad dominante, dificultad en cumplir las normas, actitud más positiva hacia la violencia, poca empatía hacia los acosados, tienen mucho ingenio o son impulsivos, entre otras. Una última figura es la víctima-acosadora (Kowalski et al., 2010; Muñoz, 2009; Olweus, 2004) que destaca por ser acosada y acosar a personas más débiles, llegando incluso a cometer las mismas conductas de acoso que soporta de sus acosadores.
Como indican Kowalski et al. (2010) y Bauman (2010) los componentes del círculo del acoso son además: los seguidores del acosador que toman parte activamente en el acoso, los partidarios que apoyan el acoso pero no intervienen, los partidarios pasivos que disfrutan del acoso pero no lo apoyan abiertamente, los observadores neutrales que ni participan ni se sienten responsables de parar el acoso, los posibles defensores que se sienten responsables de parar el acoso pero no lo hacen, y, finalmente, los defensores que desaprueban el acoso y tratan de ayudar a la víctima. Bauman, (2010) considera el acoso como un fenómeno grupal pues en más del 80% de los casos suele ser observado por otras personas y se han identificado roles grupales en los participantes. Otro factor es el rol de los adultos en el entorno de los menores puesto que una actitud permisiva del profesor o del progenitor fomenta las conductas de acoso frente a una intolerancia hacia el acoso por parte del adulto (Kowalski et al., 2010; Olweus, 2004).
Las medidas que se proponen en la literatura (Cava, 2011; Kowalski et al., 2010; Martín, Martínez, y Díaz-Aguado, 2008; Montañés et al., 2010; Muñoz, 2009; Oliveros, 2012; Olweus, 2004) pasan por una prevención - intervención a todos los niveles. Por un lado, se pide a los padres una mayor supervisión de los menores a la hora del uso de las nuevas tecnologías y el fomento de una relación de confianza en la que los menores se sientan seguros para comunicar a los padres cualquier incidente. Por otro lado, los profesores deben mostrar una actitud intolerante hacia el acoso. También en los centros educativos se deben implantar unas normas de convivencia y del uso de las nuevas tecnologías para prevenir el “ciberacoso”. Además, se lleva tiempo promoviendo en los colegios los círculos de amigos, esto es, el desarrollo de redes sociales positivas en los estudiantes. Igualmente, los centros pueden organizar talleres para los padres y los profesores y empoderar al estudiante para intervenir frente a las conductas de acoso, como la formación de estudiante mediador para la detección de acoso entre los menores.
Grupos de apoyo y de autoayuda
Para Barrón (2006) y Gracia (1997) el ambiente tiene efectos positivos sobre la salud y el bienestar de las personas, considerando el apoyo social como toda transacción de ayuda: emocional, de información y material que cualquier persona recibe de sus redes informales o de otros grupos, incluyendo las transacciones reales como la percepción de las mismas y la satisfacción de la ayuda recibida. Este apoyo tiene efectos directos en la salud, a mayor nivel de apoyo social mejor salud, y un efecto protector frente al estrés u otras enfermedades. Actualmente y debido a las nuevas tecnologías el apoyo social no implica la presencia física del grupo, sino que, a través de las redes sociales, se dan los mismos efectos (Arias y Barrón, 2009).
Los grupos de apoyo social son grupos constituidos de forma voluntaria por personas que se ayudan mutuamente a alcanzar un fin o meta (Barrón 1996; Hombrados y Martímportugués, 2006). Los componentes comparten problemas comunes y están aquejados de estrés por su situación, aunque no tienen enfermedades físicas o psicológicas (Gracia, 1997). A diferencia de los grupos terapéuticos el rol del terapeuta o profesional en los grupos de apoyo es el de asesor frente al de director; los grupos de apoyo son más versátiles y tienen la capacidad de adaptarse mejor a las necesidades de los componentes, siendo más eficaces en cuanto a la capacidad de apoyo social dada y recibida; asimismo fomentan más el empoderamiento frente a los grupos terapéuticos. Por otro lado, los grupos de autoayuda tienen efectos muy parecidos a los de los grupos de apoyo, solo que su funcionamiento es diferente al no estar limitados en el tiempo y funcionar de forma autónoma aunque cuenten con un profesional en ocasiones (Hombrados, 2006).
Las características de los grupos de apoyo y de autoayuda para Barrón (1996) y Hombrados y Martímportugués (2006) son las siguientes: promueven sentimiento psicológico de comunidad, de pertenencia y de vinculación a otras personas; proporcionan una ideología que da significado a las circunstancias de su vida diaria; ofrecen una oportunidad para la crítica mutua; proporcionan modelos de conducta intercambiable, el que ofrece ayuda en un momento puede recibirla en otro; proporcionan igualmente estrategias de afrontamiento y facilitan el acceso a una red de relaciones; los miembros comparten un problema común; el estatus es de igual a igual; persiguen un objetivo definido; y funcionan autónomamente, dónde el profesional tiene un papel de facilitador de recursos.
Los efectos que tienen estos grupos según Barrón (1996) y Gracia (1997) podrían describirse como: el acceso a relaciones íntimas o redes sociales positivas se ha asociado con el bienestar psicológico; modera los efectos del estrés laboral y el desempleo; aumenta las probabilidades de éxito en la integración de la comunidad; además el aislamiento social se ha identificado como factor de riesgo del acoso infantil, entre otros.
Grupos de apoyo y acoso escolar
A lo largo de los años se han desarrollado diferentes técnicas basadas en los grupos de apoyo para afrontar el acoso escolar:
El método No Blame Approach: una vez detectado el acoso, se forma un grupo de búsqueda de problemas constituido por varios estudiantes, entre ellos algunos acosadores de la víctima. Con este método se intenta que el acosador desarrolle empatía hacia la víctima y se evite que vuelva a reincidir en el acoso. Las desventajas de esta técnica son: primero, no garantiza que la víctima adquiera habilidades sociales para integrarse; segundo, el acosador se ofrece voluntario para participar y se evita culpabilizarle, por lo que puede parecer que el acosador quede impune (Smith, Howard, y Thompson, 2007). Otro método es el Solution-focused: Brief Therapy (Kvarme, Aabø, y Sæteren, 2013) en el que el grupo se enfoca en dar soluciones al problema. Los componentes del grupo deberán crear un ambiente positivo, optimista, de confianza y creer en uno mismo para cambiar la situación interpretando el rol “de amigo” de la víctima. Las limitaciones son que el “nuevo amigo” no siempre puede estar disponible y solamente enfoca su rol en la escuela. Los grupos de Justicia Restaurativa (Ahmed, E., y Braithwaite, 2011) pese a no ser grupos de apoyo en sí, son grupos constituidos incluyendo a víctima y acosador, fomentando una forma de compensación hacia la víctima. Se elige un castigo por el cual el acosador busque una respuesta proactiva, que suele realizarse en los centros, en lugar de la expulsión y el resentimiento que genere. Sin embargo, puede tener efectos diversos como que el acosador encuentre otra víctima o la propia víctima se vuelva acosador. El último, denominado PIKAS, (Department for Education, 2011) se basa en la formación de un grupo que va a supervisar el progreso tanto de la víctima como del acosador. Al principio identificarán a ambas partes, para entrevistarlos. Luego, de forma individual, se van verificado mejoras fundadas en objetivos acordados por el grupo con la víctima y con el acosador. El siguiente paso consiste en, una vez verificado que se puede dar una situación donde víctima y acosador puedan encontrarse, solucionar el fenómeno de manera conjunta. Las posibles desventajas del método residen en la colaboración voluntaria del acosador y la evitación de juicios y de castigos.
Redes sociales y grupos de apoyo
El uso de las redes sociales es positivo para Barrón (2007); las nuevas tecnologías tienen ventajas como poner en contacto a personas que viven lejos, buscar información, evitar estigmatizaciones por parte de personas excluidas, el valor terapéutico de la escritura o simplemente un espacio donde poder expresarse (Green-Hamann, Campbell, Sherblom, 2011). Es tarea de los padres tutorizar el uso de las nuevas tecnologías, ya que suponen tanto un potencial desarrollador del menor como una posible amenaza para éste. Actualmente la tecnología y el papel de los emoticonos ayudan a suplir la carencia de la comunicación no verbal, pero con ciertas limitaciones como la ambigüedad del mensaje, caso de la ironía, o que los emoticonos sólo funcionan en el mensaje como apoyo del texto (Ahmed, Hayati, 2013; Huang, Yen, Zhang, 2008; López, 2011; O´Neill, 2010; Shao-Kang Lo, 2008).
Los grupos de apoyo online cuentan con las ventajas de los grupos de apoyo y de las redes sociales (Barak, Boniel-Nissim, Suler, 2008; Lin, Hsu, Cheng, Chiu, 2012) a la hora de enfrentarse a problemas como estrés, depresión (Wright et al. 2013) o mejorar la autoestima y el bienestar psicológico (Lin, et al., 2012; Topa, Morales, Moriano, Beléndez, 2010). Sin embargo, cuentan con las desventajas de ambos, como volverse dependiente de las redes sociales, búsqueda de información errónea, relaciones interpersonales negativas, preferencia de muchos contactos a una relación cara a cara o la dificultad de captación del mensaje. Por tanto, son una herramienta a considerar por sus potenciales beneficios. Primero, por quienes comparten un mismo problema, en este caso víctimas de acoso, pueden ser los más adecuados para ayudarse entre sí (Barrón, 2006; Fuster, 1997; Wright et al., 2013); segundo, por la posibilidad de recibir la ayuda a pesar de la distancia gracias a las TIC (Arias y Barrón, 2009; Barrón, 2007); y, tercero, la ayuda puede ser como la que el participante precise en persona, a través de un foro, por videoconferencia (Barak, et al., 2008; Lin, et al., 2012).
El objetivo principal de esta investigación es: revisar las técnicas empleadas para intervenir con víctimas de acoso escolar y estudiar la posible implantación de técnicas de grupos de apoyo utilizando redes sociales como herramientas de intervención. Para ello se realizarán las siguientes acciones: estudiar factores que rodean al acoso, así como el uso de las nuevas tecnologías para llevarlo a cabo. Analizar las intervenciones que se hacen en casos de acoso escolar. Explorar la propuesta de los grupos de apoyo y de autoayuda como una herramienta para facilitar la recuperación de las víctimas. Analizar la predisposición por parte del entorno de las víctimas al uso de las TIC, en especial de las redes sociales, para el desarrollo de los grupos de apoyo.
Método
Participantes
Se entrevistó a seis personas que conforman el entorno del menor y tienen responsabilidad legal de intervenir: dos madres de víctimas de acoso, dos psicólogos, una orientadora y un jefe de estudios. Las dos últimas implantan las medidas que se imponen desde el centro a los acosadores. De los entrevistados, dos personas, un varón y una mujer, están solteras, tienen menos de 30 años, su nivel educativo es de licenciatura en Psicología, ambas trabajan y no tienen hijos. Las otras cuatro tienen más de 40 años, tres mujeres y un varón: el varón está casado, sin hijos, licenciado y trabajando como jefe de estudios. Todas las mujeres tienen hijos, una está casada y las otras separadas, la primera licenciada, trabajando como orientadora y las dos restantes son bachilleres, una de ellas en paro y la otra funcionaria.
Instrumento
Para el desarrollo del trabajo se elaboró el guión de una entrevista semiestructurada, dividida en cinco partes, por lo que se trata de un estudio de casos exploratorio (véase Anexo I). La primera parte fue diseñada para recoger datos sociodemográficos del menor y del adulto. En la segunda parte, se recolectan datos en cuanto al acoso: causa, frecuencia, tipo y lugar del acoso, actuaciones de los padres y del centro o de los observadores. La tercera parte se centra en conocer la opinión de los entrevistados para que las víctimas de acoso participaran en grupos de apoyo. La cuarta recoge la actitud de los participantes frente a las nuevas tecnologías y su posible uso en los grupos de apoyo. Finalmente se incluyeron ciertas preguntas sin numerar, que serían útiles para complementar la información dada por los participantes, al igual que una última pregunta para aclarar o completar alguna respuesta del entrevistado.
Procedimiento
Para la búsqueda de los participantes se requirió, a través de redes sociales y académicas, el contacto de los perfiles que se necesitaban: psicólogos/as que trabajasen o que hubieran trabajado con víctimas de acoso escolar, padres y/o madres de víctimas de acoso, y orientadores y jefes de estudio de institutos. Una vez obtenidos los contactos, a través de sus números de teléfono se concertó una cita para realizar las entrevistas. Durante la toma de contacto se les comunicó la razón del estudio, que todos los datos se iban a tratar de forma confidencial, que se realizaría una entrevista y que podían abandonarla en cualquier momento. Para la entrevista se acordó un lugar lo menos ruidoso posible y con la ayuda de una grabadora, se obtuvieron los datos para su posterior transcripción. Se procuró crear un ambiente lo más distendido y natural posible, para generar confianza y que la persona pudiera hablar sin interrupciones formulando las preguntas en orden y dando tiempo para que el entrevistado comentase todo lo que quisiera. Ninguno de los participantes abandonó la entrevista antes de terminarla. Para analizar los datos se transcribieron los seis casos y se utilizó el programa QDA Miner v 4.0.13 creando una base de datos y extrayendo códigos que hacen referencia a las preguntas de la entrevista, a partir de un principio de anidación donde se escoge un código principal y se indican las variables dentro del mismo. Cada código y variable se selecciona y define por el investigador, por lo que existe una multitud de posibilidades de clasificación. Se solicitó la ayuda de otro psicólogo para un proceso de clasificación inter-jueces. Dicho psicólogo tenía que realizar el mismo proceso de análisis. Acabado el análisis, se compararon ambas clasificaciones, lo que dio lugar al cambio de nombre de algunos códigos y a la unión de otros hasta obtener el resultado final con cuatro variables: datos sociodemográficos, acoso, medidas y grupos de apoyo.
Resultados
Acoso escolar
Imagen: los acosadores perciben a las víctimas como inofensivas o que no van a responder de forma firme al acoso. Conductas: La mayoría de conductas de acoso se centran en la humillación y el ciberacoso, seguidos de aislar a la víctima y en último lugar escupir, violencia física y acoso sexual. Frecuencia: La frecuencia de las conductas van de varias veces a la semana a diariamente. Los lugares más frecuentes para el acoso son aquellos donde hay ausencia de un adulto, como el patio y en los cambios de clase. Lugar: Los acosadores son de la misma clase que la víctima y en pocas ocasiones son ajenos al centro. Observadores: el rol mayoritario era ignorar la situación o apoyar al acosador de forma activa y pasiva, siendo menos frecuentes las ocasiones de defender a la víctima o apartarse. Efectos: los más encontrados a corto plazo han sido aislamiento, indefensión, inseguridad, tristeza y baja autoestima. Por el contario los efectos que menos se han observado son bajo nivel académico y miedo entre otros. Emociones: de las víctimas: van desde la frustración, estrés, indefensión, cambios de humor, no querer comer, no querer ir al centro o solicitar un cambio de éste. Efectos futuros: los entrevistados comentan que tanto la víctima como el acosador tendrán problemas cuando se relacionen con otras personas, si bien desde la inseguridad o baja autoestima de la víctima a la sociopatía y el maltrato del acosador. Ayuda: en sólo dos de los casos las víctimas pidieron ayuda; las primeras personas que conocen el acoso suelen ser los padres y en más de la mitad de los casos, los padres responden de forma eficaz. Acoso generalizado: las respuestas sobre si el acoso es puntual o está generalizado en la sociedad, la mayoría de los entrevistados respondieron lo segundo. Efectos del ciberacoso: observamos peores los efectos del “ciberacoso” frente al acoso “tradicional”, en más de la mitad de los participantes. Respuesta de las víctimas al acoso: los entrevistados afirmaron que las víctimas suelen intentar ignorar o no responder a los acosadores y en menor medida intentan defenderse o responder.
Medidas
Las medidas recogidas muestran una gran variedad entre las que destacan las sanciones de los centros, en su mayor parte expulsiones, acudir a la policía, control de las TIC por parte del centro y crear un ambiente sano. Las que se han utilizado en menor frecuencia fueron trabajar con agresor y víctima de forma conjunta, trabajar con las víctimas y sus familias, vigilancia en el patio, habilidades sociales, acudir a la psicóloga o el cambio de centro. La efectividad percibida de las medidas fue muy dispar: por un lado, se considera que la expulsión o la sanción del centro no son eficaces en la mayor parte de los casos, al igual que la policía o la psicóloga. Sí se ven como eficaces el trabajo con las víctimas y sus familias y con los acosadores, al igual que el control de las TIC para evitar el ciberacoso. El trabajo del profesorado contra el acoso y las habilidades sociales también se han percibido como eficaces. En cuanto a las limitaciones, los entrevistados marcaron en su mayoría la implicación de la familia del acosador, la burocracia del centro o la cultura del silencio, como factores que impiden el cese del acoso. Los participantes manifestaron otras medidas que llevarían a cabo como la denuncia ante la policía, educación en TIC o romper la “ley del silencio”. En cuanto al uso de las TIC por parte de los menores, los entrevistados indican en su totalidad que los menores deberían usar las TIC pero siempre bajo un control al principio, por parte de un adulto.
Grupos de apoyo
Los grupos de apoyo son percibidos como una herramienta eficaz para ayudar a las víctimas, si bien la mitad de ellos indican aspectos negativos que hay que prevenir o elementos que se deberían incluir, como, por ejemplo, un taller de autoestima y de habilidades sociales. En cuanto a los grupos de apoyo con familiares ocurre lo contrario, ya que hay unanimidad en sus potenciales beneficios, sólo mostraron alguna reticencia a la implicación de algunas familias, especialmente las de los acosadores. Finalmente, sobre los grupos de apoyo online los entrevistados se muestran más críticos y escépticos. Sus opiniones van desde que no ven adecuado el uso de las TIC por parte de los jóvenes, puesto que prefieren un cara a cara, hasta el proyecto que debe reunir unas determinadas características para hacerlo efectivo, como la presencia de un administrador.
Conclusión y discusión
Los resultados confirman estudios anteriores sobre el acoso, a pesar de la singularidad de cada caso. Siendo un fenómeno social, hay muchos factores que intervienen: el acosador ve a la víctima como una persona indefensa; la víctima no responde al agresor y guarda silencio; el acosador suele ser cercano a la víctima, por lo que la frecuencia del acoso suele ser varias veces a la semana o diariamente; el acoso se comete habitualmente cuando está ausente la figura del adulto; los observadores en su mayoría o apoyan al acosador o no defienden a la víctima; muchas veces los primeros en detectarlos son los padres, quienes detectan un cambio de humor cuando sus hijos van a la escuela o se les pregunta por ella; hay implícita una “ley del silencio” que dificulta la comunicación sobre el acoso. Aunque actualmente ha aumentado la frecuencia de ciberacoso, el acoso “tradicional” se presenta en mayores casos siendo ambos además no excluyentes (Bauman, 2010; Defensor del Pueblo, 2007; Department for education, 2011; Kowalski et al., 2010; Martín, 2008; Montañes et al., 2009; Morillas, 2008).
Las intervenciones vistas en los casos, pasan desde las sanciones, las expulsiones y las denuncias a la policía hasta el trabajo con las familias de víctimas y acosadores, y el trabajo con los protagonistas del acoso. Lamentablemente las primeras medidas son las que más se utilizan y su efectividad está cada vez más en entredicho por los expertos y los familiares. (Cava, 2011 Department for education, 2011; Kvarme, 2013; Martín, 2008). El cambio de centro tampoco es una solución efectiva si lo que se intenta es dar a la víctima herramientas para enfrentar ese tipo de situaciones. Por ello, las estrategias más efectivas son las que involucran la participación de todos los implicados, además de un mayor coste de recursos y tiempo (Ahmed et al., 2011; Bauman, 2010; Cava, 2011; Department of education, 2011; Kowalski et al., 2010; Kvarme et al., 2013; Smith et al., 2007).
Los grupos de apoyo suponen, desde el trabajo con las víctimas para su desarrollo personal hasta el trabajo con sus familiares (Barak et al., 2008; Barrón, 2006; Gámez-Guadix et al., 2013; Smith et al., 2007). Dependiendo de las características y su funcionalidad, pueden trabajar con o aparte de los acosadores, aunque se intenta implicar al acosador en el proceso para ayudar a la víctima y terminar con el acoso (Department of education, 2011, Kvarme et al., 2013). A la hora de plantear un grupo de apoyo con víctimas de acoso hay que comprobar varias cosas, como la gravedad del caso y la madurez de la víctima. Una persona más joven puede no ser capaz de entender el proceso y otra más madura puede tener problemas de no encontrarse en un grupo de referencia, lo que perdería efectos del apoyo social que brindan estos grupos (Barrón, 2007). Frente a las intervenciones actuales individuales, los grupos de apoyo ayudarían a las víctimas a entender que no son los únicos en sufrir acoso. Al mismo tiempo les daría un sentido de grupo y comenzarían a desarrollar habilidades sociales y actitudes proactivas, como ayudar a otras víctimas, para recuperarse del acoso y poder desarrollarse de forma positiva (Barak et al., 2008; Arias A. y Barrón A.,2009; Cava, 2011; Topa et al., 2010). Todo grupo de apoyo empezaría con la detección del caso y la creación del grupo que, supervisado primero y luego asesorado por un experto, comenzaría a crear un ambiente seguro para que los participantes inicien su recuperación.
A pesar del “ciberacoso”, el uso adecuado de las TIC y de las redes sociales es positivo para su desarrollo como personas, al igual que fomentan su capacidad de expresión y sus relaciones interpersonales (Barrón, 2007; Green-Hamann et al., 2011; Wright et al., 2013). Los resultados arrojados en esta investigación coinciden con la literatura, que las redes sociales pueden ser el medio de realización de los grupos de apoyo ya que permitirían crear un entorno seguro para las víctimas de acoso siempre que haya una figura de referencia que asegure un ambiente positivo y cordial. Igualmente existen diversas formas de dar soporte online con los grupos de apoyo, lo que permitiría una mayor flexibilidad y adaptación a los grupos (Gámez-Guadix et al., 2013; Lin, et al.,2012; Oliveros, et al., 2012; Topa et al., 2010).
Por ello se propone desde este estudio un grupo de apoyo online con víctimas de acoso escolar que tenga las siguientes características: primero, que el grupo lo conformen víctimas de acoso apoyados y dirigidos por un psicólogo quien trabajaría el problema con ellos; segundo, si bien inicialmente el grupo estará llevado por un psicólogo deberá tener la finalidad de convertirse en un grupo de apoyo, siendo el psicólogo un asesor en lugar de director; tercero, las redes sociales deberán adecuarse a la demanda del grupo, esto es, funcionar a través de mensajes en línea a modo de un foro y/o reunirse a través de programas de videoconferencia como Voodoo o Skype. El grupo de apoyo online puede adecuarse a las necesidades de cada uno de los miembros, pudiendo ser inmediata esta adecuación y siendo ellos mismos lo protagonistas de su propio cambio.
Limitaciones
Al no haber entrevistado a ninguna víctima, en futuras investigaciones se debería recoger información de víctimas y acosadores. Tampoco se ha entrevistado a ningún padre de víctima de acoso y, a ningún padre, madre o tutor de acosador. Además, es recomendable entrevistar a los observadores de conductas de acoso y compañeros de la víctima. También el instrumento no estaba diseñado para evaluar la eficacia de las medidas tomadas en los centros, sino que se ha centrado en la eficacia percibida por parte de los entrevistados. Por último, aunque las redes sociales se han utilizado para diversos grupos de apoyo social, no hay ningún estudio publicado actualmente sobre grupos de apoyo online con víctimas de acoso que pudiera respaldar esta propuesta, lo que se propone para futuras investigaciones.