Introducción
El acoso escolar (o bullying) es una agresión que se ejerce de manera intencionada y repetida sobre otras personas, quienes no pueden defenderse fácilmente de su agresor, y en la que existe un desequilibrio de poder entre víctima y agresor (Smith y Brain, 2000). Con la llegada de las nuevas tecnologías y el auge de los dispositivos electrónicos, la forma de comunicarnos y relacionarnos interpersonalmente ha sufrido importantes cambios positivos, como la facilidad, rapidez y disponibilidad de la información, pero también ha favorecido la extensión del acoso escolar al ámbito del ciberespacio (e.g., Muñoz-Maldonado et al., 2021). Smith et al. (2008)supplemented by focus groups; (2 definieron el ciberacoso (o ciberbullying) como la agresión intencional y repetitiva que se ejerce a los demás a través de dispositivos electrónicos o el empleo de Internet. Aunque tanto el acoso escolar como el ciberacoso comparten características comunes, el ciberacoso se diferencia en que la conducta dañina tiene una difusión más rápida, amplia y permanente, junto con la posibilidad del anonimato por parte del agresor (Deschamps & McNutt, 2016), dificultando todo ello aún más la posibilidad de que la víctima pueda defenderse.
Tanto el acoso como el ciberacoso están presentes en diferentes países aunque su prevalencia varía de unos a otros (e.g., Koyanagi et al., 2019; Sorrentino et al., 2019). A nivel nacional, García-García et al. (2017) realizaron una revisión sistemática de 32 estudios sobre violencia escolar en España, encontrándose una prevalencia del 13.30% para el acoso y de un 7.62% para el ciberacoso. Sin embargo, durante los últimos años se ha observado un incremento de las conductas de agresión ejercidas a través del uso de las tecnologías digitales; concretamente, en un estudio reciente realizado con 4536 adolescentes españoles entre 12 y 14 años el 18% de ellos informaron haber sufrido ciberacoso (Donoso Vázquez et al., 2019).
La literatura muestra evidencias sobre el importante impacto negativo que este fenómeno tiene sobre la salud y el ajuste psicológico de los adolescentes involucrados (e.g., Estévez et al., 2019; Eyuboglu et al., 2021). Entre las consecuencias que sufren tanto las víctimas como los agresores se encuentran mayores problemas externalizantes e internalizantes, mayor riesgo de suicidio y menores niveles de satisfacción vital y autoestima (Estévez et al., 2019; Eyuboglu et al., 2021; Garaigordobil & Machimbarrena, 2019; Hinduja & Patchin, 2019).
Teniendo en cuenta el grave impacto sobre la salud física y mental, existen numerosas investigaciones que examinan y exploran qué variables pueden predecir la agresión y la victimización en situaciones de acoso y ciberacoso, indagando sobre los factores de riesgo y de protección (e.g., Rodrigues Mandira & Stoltz, 2021). Por una parte, se ha encontrado que un menor desarrollo de competencias emocionales, sociales y de resolución de problemas, así como niveles más altos de ansiedad, depresión, agresividad, ira y comportamiento impulsivo suponen factores de riesgo para que los adolescentes ejerzan o sufran conductas agresivas en situaciones de acoso y ciberacoso (Arató et al., 2021; Camerini et al., 2020; Martínez-Monteagudo et al., 2019; Zych et al., 2019). Por otra parte, entre los factores o recursos personales que han mostrado evidencias de su influencia positiva sobre el ajuste psicológico en los adolescentes, sus niveles de agresividad y un mejor manejo de las situaciones difíciles se encuentran las estrategias de afrontamiento cognitivo-emocional (e.g., Melero et al., 2021; Shamsipour et al., 2018).
El afrontamiento cognitivo-emocional se define como las estrategias cognitivas empleadas por las personas en el transcurso de o posterior a situaciones estresantes o amenazantes para gestionar y regular las emociones y los sentimientos experimentados, evitando que los sobrepasen (Garnefski et al., 2001). Garnefski et al. (2001) distinguieron nueve estrategias de regulación cognitiva-emocional que podían clasificarse, a su vez, en dos grandes grupos: estrategias desadaptativas (i.e., rumiación, autoculpa, culpar a los demás y catastrofismo) y estrategias adaptativas (i.e., aceptación, focalización positiva, planificación, toma de perspectiva y reevaluación positiva).
Diversos estudios evidencian cómo el uso de determinadas estrategias de afrontamiento cognitivo puede predecir los niveles de bienestar, depresión, ansiedad y hostilidad, así como la aparición de conductas problemáticas (Balzarotti et al., 2016; Garnefski et al., 2017; Melero et al., 2021; Mumtaz et al., 2017). En los contextos de violencia entre iguales, existen pocos estudios que hayan analizado el rol de estas estrategias de afrontamiento, y aún menos su papel predictivo de estas situaciones. En investigaciones previas se muestran evidencias sobre cómo el uso de determinadas estrategias como culpar a los demás (Shamsipour et al., 2018; Tagavi & Shegefti, 2018), autoculparse o rumiar (Tagavi & Shegefti, 2018) parecen incrementar la agresión en los adolescentes. Asimismo, los resultados de Arató et al. (2020) sugieren que el uso de la autoculpa predice la cibervictimización. A pesar de estos hallazgos es necesario una mayor investigación que examine y profundice en el posible rol predictivo de las estrategias adaptativas y desadaptativas sobre la agresión y la victimización en situaciones de acoso y ciberacoso.
Además, la literatura científica ha explorado y analizado las posibles diferencias en función del sexo en las conductas de acoso y ciberacoso, así como en la frecuencia de uso de las estrategias de afrontamiento cognitivo (e.g., Chamizo-Nieto et al., 2020; Eyuboglu et al., 2021; Potard et al., 2021; Romera et al., 2021)to analyse reliability and validity, and to examine the factor structure by confirmatory factor analysis. Method: The Spanish version of CERQ (CERQ-S. Por una parte, en relación con las posibles diferencias de sexo en acoso y ciberacoso, las investigaciones previas muestran resultados inconsistentes. Algunos estudios no hallan diferencias de sexo significativas en agresión ni en victimización en ambas situaciones (Kritsotakis et al., 2017; Sorrentino et al., 2019). En cambio, otras investigaciones muestran que son los chicos quienes ejercen una mayor agresión, ciberagresión (e.g., Eyuboglu et al., 2021; Romera et al., 2021) y victimización (Arslan et al., 2020; Potard et al., 2021); mientras que otros estudios señalan que son las chicas quienes parecen sufrir una mayor victimización (Semenza, 2021) y cibervictimización (Eyuboglu et al., 2021; Salmon et al., 2018).
En cuanto a las estrategias de afrontamiento, en investigaciones previas también se encuentran resultados diferenciales en relación con las diferencias de sexo. Algunos hallazgos previos señalan que los chicos tienden a usar más frecuentemente la aceptación (Mumtaz et al., 2017), la focalización positiva, la planificación (Esmaeilinasab et al., 2016), la reevaluación positiva y el culpar a otros (Potard et al., 2021) en comparación a las chicas para manejar las situaciones estresantes. Mientras que ellas suelen emplear con más frecuencia la rumiación (Balzarotti et al., 2016; Chamizo-Nieto et al., 2020; Mumtaz et al., 2017; Potard et al., 2021), el catastrofismo (Balzarotti et al., 2016; Mumtaz et al., 2017), la autoculpa (Potard et al., 2021) y la toma de perspectiva (e.g., Chamizo-Nieto et al., 2020) en comparación a los chicos.Por ello, para intentar profundizar en el conocimiento existente en la literatura científica en torno al acoso, el ciberacoso y las estrategias de afrontamiento cognitivo, así como para esclarecer los hallazgos diversos sobre las diferencias de sexo en estas variables, se plantearon dos objetivos en este estudio. Por un lado, examinar las diferencias de sexo en agresión y victimización en acoso y ciberacoso, y en el uso de las estrategias de afrontamiento cognitivo. Considerando evidencias previas (e.g., Esmaeilinasab et al., 2016; Eyuboglu et al., 2021; Mumtaz et al., 2017; Potard et al., 2021), se plantean las siguientes hipótesis: los chicos obtendrán puntuaciones significativamente más altas que las chicas en agresión y ciberagresión (hipótesis 1); las chicas puntuarán significativamente más alto que los chicos en cibervictimización (hipótesis 2); se esperan encontrar diferencias de sexo significativas en victimización (hipótesis 3), aunque no se especifica la dirección de estas diferencias, dado los resultados mixtos hallados en la literatura respecto a la variable sexo (e.g., Arslan et al., 2020; Potard et al., 2021; Semenza, 2021); los chicos obtendrán puntuaciones significativamente más altas en culpar a otros y en la mayoría de las estrategias de afrontamiento adaptativas, mientras que las chicas puntuarán significativamente más alto en rumiación (hipótesis 4).
Por otro lado, con el segundo objetivo se pretende examinar qué estrategias de afrontamiento cognitivo podrían potencialmente predecir mejor la agresión y la victimización, tanto en acoso como en ciberacoso, para chicos y para chicas de manera independiente. Considerando los escasos estudios que han analizado el papel predictivo de las estrategias de afrontamiento cognitivo en situaciones de violencia entre iguales, y aún menos examinando las diferencias de sexo, este objetivo tiene carácter exploratorio.
Método
Participantes
Una muestra de 1904 adolescentes (902 varones y 1002 mujeres) entre 11 y 18 años (M = 14.64, DT = 1.78) participaron en este estudio. La muestra fue recogida de nueve centros educativos de la comunidad autónoma de Andalucía (España). El nivel de estudios que estaban cursando los adolescentes en el momento de la recogida de datos eran: educación secundaria (68.64%), bachillerato (29.67%) y formación profesional (1.16%). 10 participantes (.53%) no indicaron su nivel de estudios. La mayoría de los participantes tenía nacionalidad española (93.59%) (3 participantes no indicaron este dato).
Instrumentos
Las estrategias de afrontamiento cognitivo-emocional se evaluaron mediante la versión española para adolescentes del Cognitive Emotional Regulation Questionnaire (CERQ-SA; Chamizo-Nieto et al., 2020; versión original desarrollada por Garnefski et al., 2002) to analyse reliability and validity, and to examine the factor structure by confirmatory factor analysis. Method: The Spanish version of CERQ (CERQ-S. Este cuestionario consta de 36 ítems que evalúan nueve estrategias de afrontamiento cognitivo-emocional: rumiación (e.g., “Pienso a menudo en cómo me siento en relación con lo que me ha pasado”), catastrofismo (e.g., “A menudo pienso que lo me ha pasado es mucho peor que lo que le ha ocurrido a otras personas”), autoculpa (e.g., “Siento que soy el único culpable de lo que ha pasado”), culpar a otros (e.g., “Me parece que otros son culpables de lo ocurrido”), toma de perspectiva (e.g., “Creo que podría haber sido mucho peor”), aceptación (e.g., “Creo que tengo que aceptar lo que ha pasado”), focalización positiva (e.g., “Pienso en algo más agradable que lo que me ha ocurrido”), reevaluación positiva (e.g., “Creo que puedo aprender algo de la situación”) y planificación (e.g., “Pienso en qué es lo mejor que podría hacer”). Cada ítem se contesta mediante una escala tipo Likert de cinco opciones de respuesta, desde 1 (casi nunca) hasta 5 (casi siempre).
El acoso escolar se evaluó mediante la versión española del cuestionario European Bullying Intervention Project Questionnaire (EBIPQ; Ortega-Ruiz et al., 2016; versión original desarrollada por Brighi et al., 2012) ”title”:”European Bullying Intervention Project Questionnaire (EBIPQ. Este cuestionario consta de 14 ítems que evalúan la frecuencia de experiencias relacionadas con el acoso escolar que se han podido vivir en los últimos dos meses. Se compone de dos subescalas: victimización (e.g., “Alguien me ha golpeado, me ha pateado o me ha empujado”) y agresión (e.g., “He amenazado a alguien”). Cada ítem se contesta mediante una escala tipo Likert de cinco opciones de respuesta, desde 0 (no) hasta 4 (sí, más de una vez por semana).
El ciberacoso se evaluó mediante la versión española del cuestionario European Cyberbullying Intervention Project Questionnaire (ECIPQ; Ortega-Ruiz et al., 2016; versión original desarrollada por Del Rey et al., 2015) cyberbullying has become an increasing concern which has been addressed by diverse theoretical and methodological approaches. As a result there is a debate about its nature and rigorously validated assessment instruments have not yet been validated. In this context, in the present study an instrument composed of 22 items representing the different types of behaviours and actions that define cyberbullying has been structurally validated and its cross-cultural robustness has been calculated for the two main dimensions: cyber-victimization and cyber-aggression. To this end, 5679 secondary school students from six European countries (Spain, Germany, Italy, Poland, United Kingdom, and Greece. Este cuestionario consta de 22 ítems que evalúan la frecuencia de experiencias relacionadas con el ciberacoso que se han podido vivir en los últimos dos meses. Se compone de dos subescalas: cibervictimización (e.g., “Alguien ha dicho a otros palabras malsonantes sobre mí usando internet o SMS”) y ciberagresión (e.g., “He colgado información personal de alguien en internet”). Cada ítem se contesta mediante una escala tipo Likert de cinco opciones de respuesta, desde 0 (no) hasta 4 (sí, más de una vez por semana).
Procedimiento
Este estudio siguió los principios éticos de la declaracion de Helsinki (2013) y contó con la aprobación del Comité Ético de la Universidad de (detalles eliminados para la revisión ciega). Se contactó con los directores de los centros educativos participantes, se les informó del procedimiento y firmaron un consentimiento informado de participación. Los centros educativos se encargaron de informar a los tutores legales de los alumnos sobre la participación en la investigación (consentimiento informado pasivo). Los participantes completaron los cuestionarios en formato de papel y lápiz, y proporcionaron algunos datos sociodemográficos (i.e., sexo, edad, curso y nacionalidad) de manera voluntaria y anónima, preservándose la confidencialidad de los datos en todo momento. Durante la cumplimentación de los cuestionarios estuvo presente siempre un miembro del grupo de investigación, junto con un docente del centro educativo, proporcionando las instrucciones precisas y resolviendo cualquier duda que pudieran tener los participantes.
Análisis de datos
Se utilizó el programa SPSS versión 23 para la realización de los análisis. En primer lugar, se calculó la consistencia interna y los estadísticos descriptivos (media y desviaciones típicas) de las variables de estudio (i.e., agresión, victimización, ciberagresión, cibervictimización y las nueve estrategias de afrontamiento cognitivo). Para analizar las diferencias de sexo en las variables estudiadas se realizó la prueba t de Student para muestras independientes. Para medir el tamaño del efecto de las diferencias encontradas, se calculó la d de Cohen (Cohen, 1977) considerándose el tamaño del efecto pequeño (d entre .20 y .30), medio (d alrededor de .50) o grande (d alrededor de .80). Por último, mediante los análisis de regresión jerárquica se examinó qué estrategias de afrontamiento predecían mejor la agresión y victimización en acoso y ciberacoso de manera separada para chicos y para chicas. En estos análisis se introdujo en el paso 1 la edad como covariable y en el paso 2 las nueve estrategias de afrontamiento cognitivo.
Resultados
Consistencias internas y correlaciones de Pearson
La Tabla 1 muestra las consistencias internas de cada una de las variables del estudio, así como las correlaciones de Pearson. Los índices alfa de Cronbach mostraron resultados entre aceptables y satisfactorios en las diferentes variables de estudio, a excepción de la subescala de aceptación donde se obtuvo menor fiabilidad (α = .51).
En relación con las correlaciones de Pearson, los resultados mostraron que las variables de acoso y ciberacoso correlacionaron significativa y positivamente entre sí, asimismo las estrategias de afrontamiento lo hicieron en la dirección esperada. Además, se hallaron correlaciones positivas y significativas de varias estrategias de afrontamiento desadaptativas con variables de acoso y ciberacoso.
Diferencias de sexo
Como se observa en la Tabla 2, se hallaron diferencias de sexo significativas en agresión, ciberagresión y victimización, donde los chicos puntuaron significativamente más alto en agresión y ciberagresión que las chicas, siendo el tamaño del efecto medio y pequeño, respectivamente. En cambio, la victimización fue significativamente más alta en las chicas en comparación con los chicos, siendo el tamaño del efecto pequeño.
Respecto a las estrategias de afrontamiento, encontramos diferencias de sexo significativas en cinco estrategias: aceptación, focalización positiva, planificación, rumiación y culpar a otros. De estas estrategias, únicamente las chicas obtuvieron puntuaciones más altas que los chicos en rumiación con un tamaño del efecto medio. En cambio, los chicos puntuaron más alto que las chicas en las cuatro estrategias restantes, encontrándose un tamaño del efecto pequeño en todas ellas (ver Tabla 2).
Regresiones jerárquicas
En la Tabla 3 se puede observar los resultados de los análisis de regresión jerárquica realizados para las variables de acoso y ciberacoso en la muestra de chicos. Los resultados obtenidos muestran que la estrategia de culpar a otros predijo la agresión y victimización en acoso y ciberacoso. Asimismo, se encontró que las estrategias de aceptación y autoculpa predecían, también, la agresión y victimización, respectivamente.
En la Tabla 4 se muestran los resultados de los análisis de regresión jerárquica realizados con las mismas variables para la muestra de chicas. Los resultados señalan que culpar a otros predijo la agresión y victimización en ambos contextos. Además, se encontraron otras estrategias predictoras. Específicamente, la rumiación predijo la agresión, la autoculpa predijo la cibervictimización, y el catastrofismo predijo la agresión, victimización y cibervictimización.
Discusión
Con este estudio se pretendió analizar el potencial papel predictivo que pueden tener las estrategias de afrontamiento cognitivo para que los adolescentes se vean involucrados en situaciones de acoso y ciberacoso. Asimismo, se examinó las diferencias en función del sexo en las variables de acoso, ciberacoso y en el uso de las estrategias cognitivas.
En relación con el primer objetivo, los resultados de este estudio sobre las diferencias en función del sexo encontradas en las variables estudiadas (i.e., acoso, ciberacoso y estrategias cognitivas) confirmarían los hallazgos de algunos estudios previos (e.g., Eyuboglu et al., 2021; Romera et al., 2021; Semenza, 2019). Así, se muestran evidencias significativas de que los chicos tienden a realizar más conductas agresivas en sus relaciones con los iguales, tanto de manera presencial como a través del ciberespacio, confirmándose la hipótesis 1. Mientras que las chicas suelen ser con más frecuencia que los chicos, el objetivo de las agresiones realizadas cara a cara, confirmando la hipótesis 3, pero no la 2. Algunos investigadores como Carrera Fernández et al. (2013) sugieren como posible explicación a estas diferencias de sexo encontradas que los procesos de socialización podrían influir en la diferente involucración de chicos y chicas en situaciones acoso y ciberacoso, observándose la asociación de los roles masculinos con rasgos de dominancia y agresividad, mientras que los femeninos estarían relacionados con dependencia y pasividad. Además, aunque en nuestro estudio únicamente las chicas informaron sufrir mayor victimización, la literatura previa ofrece resultados inconsistentes al respecto. Tal y como plantearon Salmon et al. (2018) es posible que estos diferentes hallazgos puedan deberse a la forma de evaluar y definir el acoso y ciberacoso que han utilizado los estudios previos, por ejemplo, si han evaluado de manera general las conductas de acoso y ciberacoso o han considerado diferentes tipos de conductas. Ante esto último, se encontró que parece que los chicos tienden a sufrir más agresiones o amenazas de carácter físico, mientras que para ellas serían de carácter verbal (Salmon et al., 2018).
En cuanto a las diferencias de sexo halladas en el uso de las estrategias de afrontamiento cognitivo, los resultados encontrados corroboran los hallazgos de estudios previos (e.g., Chamizo-Nieto et al., 2020; Esmaeilinasab et al., 2016; Mumtaz et al., 2017; Potard et al., 2021) to analyse reliability and validity, and to examine the factor structure by confirmatory factor analysis. Method: The Spanish version of CERQ (CERQ-S, donde se observa que los chicos parecen que tienden a utilizar con más frecuencia estrategias de afrontamiento más adaptativas, además de la estrategia de culpar a los demás, para afrontar las situaciones difíciles en comparación con las chicas. En cambio, ellas tienden a rumiar más sobre las experiencias como forma de gestionar esas emociones generadas, confirmándose la hipótesis 4. Estas diferencias de sexo podrían ser, en parte, explicadas por las diferencias en el procesamiento emocional y las normas sociales para chicos y para chicas (Davis et al., 2020). Tal y como señalan Davis et al. (2020), aunque las chicas tienden a expresar sus emociones en mayor medida que los chicos, parece que la utilización de la rumiación como estrategia para gestionar sus emociones negativas tendría el propósito de evitar la aparición de algún daño o inconveniente en sus relaciones interpersonales.
Respecto a los resultados de los análisis de regresión jerárquica, estos en general, aportan evidencias de que las estrategias consideradas desadaptativas predicen, en ambos sexos, conductas de acoso y ciberacoso (i.e., agresión, ciberagresión, victimización y cibervictimización). Estos hallazgos irían en la línea de investigaciones previas (Arató et al., 2020; Shamsipour et al., 2018; Tagavi & Shegefti, 2018) que muestran como el uso más frecuente de estrategias como culpar a los demás, autoculparse o rumiar para gestionar las situaciones difíciles o estresantes, puede tener repercusiones negativas en las relaciones interpersonales, incrementando las posibilidades de que los adolescentes se involucren en situaciones de violencia entre iguales, ya sea realizando conductas agresivas o sufriéndolas. Una posible explicación a esto podría estar relacionada con la mayor vulnerabilidad (e.g., niveles más bajos de bienestar y salud mental; Balzarotti et al., 2016; Mumtaz et al., 2017) que podrían presentar los adolescentes que utilizan frecuentemente estas estrategias menos adaptativas, siendo esta mayor vulnerabilidad un factor de riesgo para involucrarse en situaciones de acoso y ciberacoso (e.g., Camerini et al., 2020; Tudela & Barón, 2017). Los hallazgos encontrados parecen sugerir que el uso de estas estrategias desadaptativas tendría más repercusiones negativas sobre la violencia entre iguales en las chicas, donde se han encontrado que las cuatro estrategias menos adaptativas (i.e., rumiación, autoculpa, culpar a los demás y catastrofismo) han mostrado un papel predictor de las conductas de acoso y ciberacoso. En cambio, en los chicos, aunque se ha observado que la estrategia de autoculpa predice su victimización, ha sido la estrategia de culpar a los demás la que ha destacado especialmente como predictora de todas las conductas de acoso y ciberacoso. Considerando las diferencias existentes en cuanto a socializar y en manejo emocional en función del sexo (Davis et al., 2020), es tentativo pensar que estos aspectos no sólo influyen en el tipo de estrategias que usan diferencialmente los adolescentes, sino también en las consecuencias que el uso de estas puede acarrear (e.g., Arató et al., 2020; Tagavi & Shegefti, 2018). Por tanto, sería necesario mayor investigación que pudiera profundizar en esta temática.
Por último, cabe señalar que de las estrategias desadaptativas destaca la culpabilización a los demás como predictora de la agresión y victimización en ambos contextos tanto en chicos como en chicas. Al culpabilizar a otros de las experiencias difíciles, la responsabilidad se atribuiría fuera de la propia persona, disminuyendo las posibilidades de controlar la situación. Esto podría servir como una posible justificación que favoreciera la realización de conductas agresivas hacia sus iguales con la intención de controlar la situación, regulando y disminuyendo las propias emociones negativas (Roberton et al., 2012; Shamsipour et al., 2018), en lugar de utilizar otras estrategias más adaptativas. También, es posible que los adolescentes que culpen a otros y sitúen el control en factores externos a ellos, puedan reducir su nivel de autoeficacia en sí mismos para actuar ante situaciones difíciles, así como para minimizar las emociones negativas y el malestar psicológico (MacLeod, 1999), pudiendo incrementar los factores de riesgo para sufrir conductas de violencia entre iguales en un futuro (e.g., Camerini et al., 2020; Tudela & Barón, 2017). Sin embargo, son necesarios futuros estudios que puedan esclarecer y profundizar en la relación existente entre las estrategias de afrontamiento cognitivo utilizadas por los adolescentes y su involucración en situaciones de acoso y ciberacoso.
Limitaciones
En este estudio habría que considerar una serie de limitaciones de cara a la interpretación y generalización de los resultados. En primer lugar, aunque el tamaño muestral ha sido relativamente grande, la selección de los centros no se realizó con procedimientos aleatorios, sino que se utilizó una muestra de conveniencia. Asimismo, al tratarse de un diseño de corte transversal no se pudieron establecer relaciones causales ni analizar los resultados a largo plazo. Por último, sólo se han utilizado medidas de autoinforme y se han considerado únicamente las estrategias de afrontamiento cognitivo como variables predictoras. Por ello, dado que los fenómenos de acoso y ciberacoso son complejos, interviniendo en ellos diferentes factores, sería necesario que investigaciones posteriores pudieran realizar no sólo procedimientos de aleatorización de la muestra y estudios longitudinales, para corroborar y ampliar los resultados obtenidos, sino, también, utilizar otras medidas de evaluación y considerar el análisis de otras variables (e.g., sociales, familiares u otros recursos personales) de manera que se pudiera profundizar en la comprensión de estos fenómenos.
Implicaciones
Este estudio tiene interesantes implicaciones a considerar: a nivel teórico, estos hallazgos permitirán expandir el conocimiento que hasta el momento se tenía sobre el papel de las estrategias de afrontamiento cognitivo en situaciones de acoso y ciberacoso. De esta manera, se invitaría a que futuras investigaciones pudieran continuar analizando el rol que el uso de determinadas estrategias cognitivas para gestionar situaciones difíciles puede ejercer en los fenómenos de violencia entre iguales, no sólo una vez que estos se han producido, sino también como prevención de ellos. Así como profundizar en la influencia y las consecuencias que las diferencias de sexo puedan tener ante la utilización de determinadas estrategias de afrontamiento cognitivas y en el tipo de implicación en contextos de acoso y ciberacoso.
A nivel práctico, estos hallazgos podrían contribuir en la mejora o complementación de los actuales programas de prevención del acoso y ciberacoso para población adolescente. Por un lado, el entrenamiento de estrategias de afrontamiento más adaptativas que puedan favorecer un mejor abordaje de las situaciones difíciles o estresantes, previniendo de las consecuencias negativas derivadas sobre la salud y la realización de conductas agresivas como forma de solucionar los problemas. Por otro lado, estos hallazgos podrían ayudar a adaptar el contenido de los programas de intervención para chicos y para chicas, considerando las diferencias de sexo halladas en las estrategias cognitivas utilizadas más frecuentemente para afrontar situaciones estresantes, así como en la implicación en situaciones de violencia entre iguales. Todo ello, con el propósito de que cada persona pudiera obtener el mayor beneficio de la formación recibida, desarrollando sus recursos personales según sus necesidades, y se pudieran optimizar las medidas de prevención del acoso y ciberacoso.