Introducción
La búsqueda de la formación integral, para que los educandos comprendan y sean partícipes de la sociedad en la que viven, ha llevado a las instituciones de educación superior a cuestionarse sobre la formación que brindan a sus estudiantes, la cual debe estar orientada a que el estudiante sea consciente de sí mismo, de su entorno: ‘educar para aprender a vivir en el mundo y con el otro, a sabiendas de que el otro es una persona a la vez igual y diferente que yo, orientados a la misma finalidad: la conformación del ser humano y el bien social’ [1].
Para Orozco [2], ‘la formación integral va más allá de la capacitación profesional, aunque la incluye. Es un enfoque o forma de educar’ (p.26). También Ortega [3] aporta a la comprensión sobre la importancia de la formación integral del ser humano cuando concibe ‘la educación como una acción comunicativa que comporta de manera holística las tres perspectivas racionales (vértices): una racionalidad epistemológica, racionalidad ética y racionalidad estética’.
Por otro lado, distintas instancias nacionales e internacionales se han expresado frente a este tema; por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos [4], en su artículo 26.2, plantea la importancia de una formación integral desde la educación, la cual ‘tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales y que a su vez favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos’.
Específicamente, en la formación del médico es relevante un enfoque en la integralidad del ser, en el ‘desarrollo armónico de todas la dimensiones del individuo, involucrando en el proceso los elementos científicos, tecnológicos, éticos, culturales, sociales y humanísticos requeridos para la consolidación progresiva del profesionalismo médico’ [5].
La Declaración de Edimburgo, en el marco de la Conferencia Mundial sobre Educación Médica [6], expresa: ‘el paciente debe poder contar con un médico capacitado que sepa escuchar, sea observador cuidadoso, comunicador sensible y clínico eficiente […]; el hombre necesita más que sólo la ciencia, y son las necesidades de salud de la raza en general, y de toda la persona, lo que los educadores médicos deben afirmar’.
Por su parte, el Instituto para la Educación Médica Internacional señala las bases de los currículos de la medicina, destacando una ‘formación en valores profesionales, actitudes, comportamientos y ética; fundamentos científicos de la medicina; habilidades de la comunicación; habilidades clínicas; salud pública; manejo de la información; análisis crítico e investigación’ [7].
La reforma curricular del programa de medicina de la Universidad de Antioquia, en el año 2000, buscó que ‘el estudiante esté involucrado de forma permanente con las diferentes manifestaciones culturales, al garantizarle un espacio para el encuentro cotidiano con las creaciones de la cultura’ [8]; entonces, se implementaron los cursos de cultura como parte del componente flexible (cursos electivos) y como actividades complementarias a las académicas [9], que aportan a la formación integral de los estudiantes. Nace la banda sinfónica, el inicio a la implementación de espacios extracurriculares encaminados a la formación integral del estudiante de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.
La preocupación por evaluar y pensar lo que sucede en el interior de los programas que ofrece la Facultad de Medicina fue el espacio propicio para la investigación ‘Aires de música, formación y bienestar’; en ésta se preguntó por la influencia de la práctica musical en la formación integral, especialmente en el desarrollo de las dimensiones formativa y sociointeractiva de los estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.
Sujetos y métodos
Esta investigación cualitativa fue una experiencia hermenéutica. ‘La experiencia hermenéutica […] implica, en primera instancia, un proceso de formación del ser que investiga y simultáneamente un proceso de traducción de las estructuras de sentido’ [10]. El enfoque hermenéutico permitió una interpretación de la realidad personal y profesional de los estudiantes de los pregrados que han participado de las diversas prácticas musicales de la Facultad de Medicina y la influencia en su formación integral de dichas prácticas.
Para el acopio de la información se utilizó la entrevista, tanto de grupo focal como individual; ambos tipos de entrevista se realizaron mediante la conversación, con preguntas abiertas donde se buscó que de cada respuesta emergieran múltiples sentidos acerca de la temática tratada. La entrevista a siete grupos focales, con un total de 33 personas: integrantes de los comités de currículo y cultural de la Facultad de Medicina, además de las diferentes agrupaciones musicales (grupo de pop, grupo de rock, grupo de cuerda frotada, grupo tropical y prebanda), integradas por estudiantes de la facultad.
La entrevista individual se realizó a 35 personas: 22 estudiantes y un profesor que han formado parte y han vivido las diferentes prácticas musicales, siete egresados que formaron parte de las agrupaciones, dos médicos que regresaron a la facultad para formar parte de los grupos musicales y tres directores de las agrupaciones musicales de la facultad.
Para el análisis de la información se utilizó el programa Atlas.ti 7.0. Se presentan en este artículo las categorías: aportes de la música al estudiante de medicina y aportes de la música a la relación médico-paciente.
Resultados
Aportes de la práctica musical al estudiante de medicina
Los estudiantes y egresados entrevistados manifestaron que las experiencias vividas en las prácticas musicales les aportan en su desarrollo como personas, estudiantes y profesionales, y que estos espacios, de libre esparcimiento, ayudan en su aprendizaje y conocimiento de una realidad diferente, representada en la diversidad cultural de los estudiantes de medicina.
El contacto con la diversidad cultural es un eje trasversal que favorece el desarrollo del sujeto, al enriquecer el vivir en comunidad, y la adquisición de competencias como el trabajo en equipo, la comunicación y el respeto por la diferencia.
Para los entrevistados, las prácticas musicales se constituyen en generadoras de dinámicas personales, que les permiten complementar su formación médica y los lleva a ser personas felices.
Algunos entrevistados encuentran en las prácticas musicales un medio para descansar de las múltiples y demandantes actividades académicas, haciendo posible un uso diferente de su energía vital y convirtiéndose, en ocasiones, en una actividad necesaria:
‘La práctica musical y de las artes en la facultad ha creado un cambio en la forma de ver el arte; ver la música ha ayudado de alguna manera a darle un ambiente más tranquilo a algunos estudiantes, ya sea que estén practicando o estén escuchando la música, sienten un descanso, un relax de la jornada de trabajo y estudio del día’ (entrevista a profesores).
De igual manera, la práctica musical, vista desde un plano cognitivo, se considera un instrumento pedagógico. Los participantes manifiestan que ya sea escuchando música, interpretando un instrumento o relacionando la música con elementos biológicos y fisiológicos del cuerpo humano, les facilita la preparación de una actividad evaluativa, mejorando su desempeño académico:
‘Uno se acuerda de las anécdotas cuando veía cardiología; para estudiar los ritmos y los bloqueos, uno pensaba en una orquesta, y eso ayuda mucho; uno lo aplica y hace que entienda más fácilmente las cosas’ (entrevista a estudiantes).
‘Cada vez que estudio para los parciales, que es lo más duro, realizo descansos activos, tocando alguna obra de música clásica en la guitarra, de Johann Sebastian Bach, algún arreglo de Mozart, cualquier cosa así. En hechos me he dado cuenta de que me ayuda mucho a la concentración’ (entrevista a estudiantes).
También, los entrevistados relacionan su práctica médica, en el momento de la atención del paciente, con elementos propios de la música:
‘Uno tiene una mayor capacidad diagnóstica. Oyes los pulmones mejor; te imaginas cómo es el cuerpo de la persona por dentro, cómo está el corazón, cosas que uno hace con la imaginación que le genera la música’ (entrevista a egresados).
Los participantes reconocen que en estos espacios de práctica musical se dan interacciones sociales, en las cuales el estudiante se ve permeado por una realidad diversa; no sólo se da una relación con personas de la región en la que se encuentra ubicada la universidad, sino con sujetos de diferentes zonas geográficas del país, de diversas profesiones, edades, niveles socioeconómicos e intereses:
‘Aquí vienen chicos de todas partes del país; entonces cada uno viene con su cultura, con una escuela artística, ya que muchos de ellos vienen con conocimientos previos musicales, y aquí se juntan y empiezan a hacer música. La idea es que esto es un trabajo de socialización, hacer música en grupo socializa, y eso va a tener su influencia en otros aspectos a nivel social’ (entrevista a profesores).
Sumado a lo anterior, los participantes toman elementos de la interacción que se da en los ensayos de una agrupación musical o de una clase de música, que aplican en su relación con otros, e identifican por medio de dichas interacciones un crecimiento en valores personales y grupales que beneficia sus prácticas clínicas y su vida en comunidad. Resaltan valores como la sensibilidad, la disciplina, el respeto, la tolerancia, el compromiso, la responsabilidad, la escucha, el autocontrol y la humildad, valores a través de los cuales miran a la otra persona de una forma más integral y ayudan a entender las dificultades que se presentan a diario:
‘El estudio de la música, y más desde el contexto de una prebanda y un semillero de música, ayuda a fortalecer la idea de que el papel que desempeña cada uno de los participantes es importante porque sin su presencia no sonaría igual; además, estimula el deseo de ayudar a algún compañero cuando tiene dificultades para que el resultado general como grupo sea el mejor’ (entrevista a estudiantes).
A su vez, la práctica musical es mirada como una forma de expresión, constituyéndose en un medio diferente a los convencionales de la palabra y la escritura. Los estudiantes entrevistados encuentran en estos espacios, desde su variedad, la posibilidad de expresar sentimientos, enojos, alegrías, frustraciones, y otros, por una situación vivida:
‘La música es otra manera de expresarse; el ser humano, a lo largo de la historia, ha buscado maneras de sacar todo lo que lleva dentro, lo que está pensado, y la música es una posibilidad de eso, para muchos, muy importante. Creo que favorece ese querer expresar lo que siento y hacerlo de la mejor manera’ (entrevista a estudiantes).
Consideran que la práctica musical les ayuda en la búsqueda de ser un profesional integro, más humano desde los valores aportados por experiencias vividas en una agrupación musical, que entiende al paciente como un ser humano con unas necesidades específicas, y que le permite conectarse con él a través de la escucha, orientando su labor a la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud:
‘Un médico que tenga muy bien desarrollada su parte humana va a tener mayor aceptación por parte del paciente, va a haber una mejor comunicación entre ambos, va a haber un mejor trato, un respeto, más compasión’ (entrevista a un profesor).
Aportes de la práctica musical a la relación médico-paciente
Esta investigación permitió identificar los beneficios de la práctica musical en la atención al paciente tanto en la forma de acercarse a él como en la manera de brindar un diagnóstico más certero y poder ofrecer un tratamiento opcional, diferente al farmacológico.
Al considerar cómo su práctica musical influye en la aproximación al paciente, expresan que cambia su visión y percepción de éste, concibiéndolo como un ser humano, como la integración de un conjunto de dimensiones, una historia y un contexto; asuntos que pueden influir en su estado de salud, dejando de lado aquel pensamiento basado en que simplemente es una patología en un organismo biológico.
‘La música nos da mucha integralidad, es como la expresión del alma; nos ayuda a entender que no todo está en un libro, no todo es ciencia, no todo es tan exacto, sino que hay muchas cosas que influyen en el paciente. Entonces, es entender que no sólo son los órganos vitales del paciente, también es su vida. Un problema personal se puede volver somático y estar referido en algún órgano, entonces se percibe como una integralidad’ (entrevista a grupo focal, grupo de rock).
‘Se ve beneficiado en no sentirse menos o inferior, simplemente son dos seres humanos, uno aplicando su conocimiento en beneficio del otro; creo que eso sería lo primordial, que el paciente no se vea menos y que se sientan dos seres humanos simplemente ayudándose, apoyándose para solucionar un problema’ (entrevista individual a un profesor).
Son los propios participantes quienes logran llevar esta experiencia a sus diferentes rotaciones clínicas y consideran que la práctica musical les ha propiciado la oportunidad de una mirada diferente de estas relaciones:
‘No somos médicos solos, trabajamos con equipos, con grupos en los cuales, si no tenemos una integración apropiada, no podemos producir un fruto. En el caso de la salud, formamos parte de grupos determinados y de nuestra dedicación o esfuerzo concienzudo, en esa parte en la que estamos, como sucede en las bandas y en la orquesta, va a depender que todo funcione de manera apropiada’ (entrevista a un profesor).
Los entrevistados también mencionan que sus prácticas musicales les han permitido adquirir y desarrollar habilidades para hacer un diagnóstico más certero.
‘Uno, como músico, escucha y eso hace la diferencia con muchas personas. Uno siempre escucha y es capaz de llegar a una interpretación más acertada del medio y de las personas, las primeras impresiones, lo que el paciente quiere decir, el tono de la voz, si es pausado, y uno ahí puede hacer muchos diagnósticos cuando una persona habla no sólo en su parte emocional, sino en su parte neurológica, y también en la parte de escuchar los sonidos del cuerpo’ (entrevista a egresados).
Por otra parte, los médicos entrevistados expresan llegar a recomendar a sus pacientes prácticas musicales como un complemento o alternativa al tratamiento con fármacos, resaltando la importancia de la musicoterapia en la salud e ilustrando al paciente sobre el poder sanador de la música, pues esta propicia un estado de bienestar.
Los participantes también consideran que la música puede utilizarse en los cuidados paliativos, como medio para brindar atención y acompañamiento en circunstancias complejas y de angustia.
Discusión
Dado que en las prácticas musicales que se presentan en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia predominan las prácticas en conjunto, se favorece un sistema de relaciones interpersonales, cuya analogía más apropiada es la de una sociedad donde un grupo de personas posee características y funciones particulares que buscan un propósito común; se propician espacios en donde se convive, se comparte, se trabaja, se dialoga y se articula un vivir con el otro, haciéndose necesaria la extracción de este tipo de relaciones a un contexto de facultad, universidad, ciudad, país y, en algunos casos, del mundo.
Se convierte, de igual manera, en un espacio desde el cual el estudiante aborda la comunicación en su integridad, donde la palabra es complementada por un conjunto de miradas, gestos o respiraciones, y a través de los cuales los intérpretes entienden cuándo deben tocar juntos, quién lleva la melodía, quién debe sobresalir, sea con la presencia de un director o desde los mismos participantes.
Estos principios van de la mano del paradigma orquestal de la comunicación, propuesto por la Escuela de Palo Alto, la cual entiende la comunicación como ‘un proceso social permanente que integra múltiples modos de comportamiento: la palabra, el gesto, la mirada, la mímica, el espacio interindividual, etc.’ [11]. Es a partir de lo que ocurre en una orquesta que este grupo reconoce en la comunicación ‘un contexto de interacción infinitamente más rico que los contenidos que circulan entre dos actores comunicativos’.
La comunicación es ‘la puesta en común, la participación, la comunión’ [12], concepto que se desarrolla en la relación médico-paciente; está también la puesta en común de las necesidades del paciente, hay una comunión en el acto médico. El favorecer que los estudiantes, durante su formación, sean partícipes de una orquesta o grupo de música les permite adquirir habilidades de la comunicación como una puesta en común, para después tener una interacción y una comunicación más holística con sus pacientes.
Las prácticas musicales existentes en la Facultad de Medicina, y en las cuales participan los estudiantes entrevistados, favorecen el reconocimiento tanto en el quehacer médico como en el ser personas que disfrutan la vida en todas sus dimensiones. Así pues, las prácticas musicales constituyen un espacio que propicia el desarrollo de habilidades sociales y cognitivas, favorece la formación de profesionales íntegros, responsables en lo ético y en lo humano, poseedores de valores para la convivencia en un equipo de salud y en comunidad; estos resultados están en consonancia con un estudio realizado en la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston [13], donde se encuentra que la interpretación de música diversa dentro de la institución, por un grupo conformado por profesores, estudiantes y médicos, de diferentes culturas y lugares del mundo, mejora la comunicación y la competencia cultural, enriquece el ambiente de aprendizaje y promueve el humanismo médico.
La pertenencia a un grupo musical favorece relaciones desde las cuales el estudiante aprende y conoce otras culturas, intercambia conceptos y percepciones del mundo, permitiendo la construcción de tejido social y una visión más amplia del entorno al que se enfrentará en el ejercicio de su profesión.
Las cualidades humanas adquiridas por estos estudiantes fortalecen la relación médico-paciente, ya que el paciente estará en presencia de una persona que escucha no sólo su cuerpo en la auscultación, sino también cada una de sus palabras, una persona comprensiva y sensible, con una mirada más allá de lo físico, que ofrece su ayuda. Para Hanes y Newell [14], ‘la música encarna las características del humanismo médico (cuidado, empatía, dignidad humana, compasión) y fomenta las relaciones interpersonales’.