Introducción
El plan terapéutico de determinadas patologías en la población adulta incluye habitualmente la realización de una actividad física moderada, con el objetivo de prevenir el riesgo cardiovascular derivado del sedentarismo1. Además, la Organización Mundial de la Salud recomienda el ejercicio físico, no solo por sus efectos cardio saludables, sino también para mejorar el tono muscular y el equilibrio con el fin de prevenir caídas2, mejorar la salud ósea y mantener un correcto estado funcional y de salud mental. Sin embargo, esta actividad puede verse impedida por el dolor derivado de determinadas lesiones musculoesqueléticas, de baja o moderada importancia3. Una de estas lesiones es la metatarsalgia, que es uno de los motivos de consulta más frecuente en patología del pie. Esta consiste en un dolor agudo o crónico en la zona plantar del antepié, a nivel de uno o varios metatarsianos centrales y de sus respectivas articulaciones metatarsofalángicas4. Además, este dolor plantar se acompaña de deformidades digitales y luxaciones en articulaciones metatarsofalángicas, lo que agrava el cuadro clínico de los pacientes que la padecen5. Esta deformidad progresiva favorece que exista un exceso de presión plantar y, por ende, la aparición de hiperqueratosis o helomas que incrementan el dolor preexistente6. Todos estos signos y síntomas son más frecuentes en mujeres, y además en edades superiores a 55 o 60 años7, y pueden deteriorar la función de la marcha e incrementar el riesgo de caídas, con las terribles consecuencias que pueden tener en esta edad postmenopáusica8. Esta problemática provoca que las pacientes perciban una disminución en su calidad de vida y encuentran en el dolor crónico asociado a la metatarsalgia un factor limitante para la deambulación y, por lo tanto, para tener una vida activa8.
Si bien en un pie normal y equilibrado la carga es mayor en los metatarsianos centrales, la progresiva deformidad de las articulaciones metatarsofalángicas centrales, ya sea en metatarsalgias primarias, secundarias o iatrogénicas, provoca un aumento significativo de los valores de presión plantar en el antepié, conocida comúnmente como sobrecarga metatarsal9. Así pues, se presenta el siguiente escenario: a) un dolor plantar, vivido como una experiencia emocional desagradable asociada a la percepción de daño en los tejidos10; b) más prevalente, hasta un 83 %, en pacientes de 55 años o más11; c) más prevalente en mujeres12; d) una hiperpresión mantenida en la zona del antepié central, y e) una disminución de la actividad física debido a este problema13. Sin embargo, este modelo puede ser revertido con un tratamiento que restaure el daño primario y permita la realización ejercicio aeróbico regular, que seguiría beneficiando en la mejora de los efectos del dolor crónico de origen musculoesquelético14.
Un método conservador común para el manejo de la metatarsalgia es implementar un tratamiento mediante ortesis plantares de descarga, que tendrían como objetivo estabilizar la patomecánica del pie y realizar una descarga selectiva de las cabezas metatarsales afectadas15, siendo eficaces en reducir la presión plantar en la zona del antepié y aliviar el dolor asociado16. Sin embargo, estas ortesis deben ser revisadas o retocadas y no siempre pueden integrarse eficientemente en el calzado. Otro tratamiento, provisional en este caso, es la aplicación de pads (almohadillas) metatarsales17, que se aplican en forma de U recubriendo toda la zona metatarsal a excepción del sector sobrecargado y dolorido, que quedaría en un plano algo más elevado y por lo tanto con una menor participación en la marcha18. Por un lado, son bastante eficaces reduciendo el dolor y mejorando el estado clínico del paciente19, además de ser muy económicos, mientras que presentan la desventaja de tener que ser sustituidos de una manera muy frecuente, cada 3-5 días, por lo que su eficacia se entiende a corto plazo20. Como alternativa a esto, surgen los dispositivos removibles de alineación y descarga, que tendrían la función de estabilizar y descargar la articulación metatarsofalángica afectada y no precisan de cambio frecuente por ser elementos lavables y reutilizables21. Sin embargo, estos tratamientos dependen de la adherencia a una planificación engorrosa, ya que deben ser sustituidos a menudo, precisan de retoques o revisiones periódicas o bien dificultan la adaptación al calzado habitual del paciente.
En los últimos tiempos ha surgido la posibilidad de integrar determinados elementos tridimensionales plantares, a modo de piezas ortopédicas, en un elemento que forma parte de la indumentaria habitual del individuo, como son las medias o calcetines. Estos calcetines biomecánicos han mostrado un efecto preliminar positivo en la reducción de las presiones plantares dinámicas bajo las cabezas metatarsales segunda y tercera22, aunque su efecto a medio o largo plazo todavía no ha sido probado. Este proyecto parte de la hipótesis de partida que unos calcetines con elemento de descarga metatarsal tendrían un impacto positivo en la reducción del dolor asociado a la metatarsalgia. Creemos que se incrementarían el número de horas efectivas de uso de los tratamientos, ya que los calcetines forman parte de la indumentaria habitual de las pacientes. Además, se reducirían los costes asociados, por no requerir reemplazo frecuente de las almohadillas removibles, dispositivos estabilizadores ni revisiones periódicas para adaptar las ortesis plantares. Por ello, el objetivo de este estudio fue valorar el efecto clínico de este dispositivo en pacientes mujeres con metatarsalgia tras un mes de uso de calcetines de alivio metatarsal, respecto a un grupo control con calcetines sin elemento de descarga.
Pacientes y métodos
Se plantea un ensayo clínico aleatorio con una muestra que se compuso de 32 participantes, todas ellas mujeres, de entre 55 y 71 años (edad media 61.6 ± 4.9 años), con un peso medio de 72.5 ± 9.7 kg, una altura media de 1.6 ± 0.07 m, que colaboraron de manera voluntaria y facilitando su consentimiento informado para participar en dicho estudio.
Criterios de inclusión y exclusión
Los criterios de inclusión para formar parte del presente estudio fueron los siguientes: a) sexo mujer; b) edad ≥ 55 años, por ser la metatarsalgia más prevalente a partir de esta edad; b) manifestar dolor de moderado a severo en la zona plantar del antepié; c) presentar hiperqueratosis en la zona de las cabezas metatarsales centrales; d) presentar síndrome de predislocación de la segunda o tercera articulación metatarsofalángica. Se excluyeron aquellos sujetos que: a) presentaban deterioro cognitivo que impedía el correcto desarrollo del estudio; b) habían sufrido cirugías previas osteoarticulares en los pies; c) diagnóstico de artritis reumatoidea, artritis psoriásica u en otras enfermedades reumáticas con afectación en las articulaciones metatarsofalángicas del pie, d) presentaban sintomatología compatible con neuritis de Morton; e) utilizaban de forma habitual dispositivos de ayuda a la marcha; f) llevaban tratamiento con ortesis plantares o g) rechazaron la utilización de los calcetines designados o de los soportes plantares durante el tiempo de seguimiento.
Protocolo de estudio
Para cada participante se llevó a cabo una breve recogida de datos antropométricos (sexo, edad, talla en cm, peso en kg y numero de pie, talla EU). Se realizó la exploración física al paciente, y se confirmó que realmente presentaba metatarsalgia mecánica (confirmada tras realizar la anamnesis, palpación y exploraciones complementarias habituales en la práctica podológica); se le realizó el cuestionario de dolor y The Foot Function Index (FFI). Si el resultado del FFI, refleja un valor elevado, los síntomas generales que presenta el participante en el pie serán más graves que si presenta un valor disminuido en el FFI23. En este artículo se ha evaluado la puntuación global, así como las subescalas individuales que lo componen (dolor, discapacidad y limitación).
Asignación de grupos
Los participantes con diagnóstico de metatarsalgia se dividieron en dos grupos de forma aleatoria: Grupo A o experimental y Grupo B o control. Para ello se empleó la macro para Excel AleatorMetod.xls (https://www4.ujaen.es/~mramos/EPIP/AleatorMetod.xls). La aleatorización obtenida se aplicó según el orden de citación de los pacientes en el centro de atención podológica, de forma que al primer paciente citado se le asignó el número 1, y así sucesivamente. Antes de saber esta asignación numérica, los pacientes elegieron libremente la fecha y la hora para asistir al centro, de entre los ofrecidos por el personal investigador:
Grupo experimental de 16 participantes, que llevó calcetines de descarga metatarsal Podoks®. Estos están fabricados en Coolmax Eco® (50 % poliéster, 35 % poliamida y 15 % elastano) y contiene un elemento biomecánico, en forma de descarga en U en segunda y tercera cabezas metatarsales (Figura 1).
Grupo control de 16 participantes (calcetines de igual diseño, grosor y fibras que el calcetín experimental, pero sin el elemento de descarga).

Figura 1. Calcetín Podoks de descarga metatarsal. Izquierda: vista general. Derecha: detalle del elemento de descarga.
La investigadora responsable de la recogida de datos funcionales estuvo cegada a la entrega de los calcetines, que fue realizada por el primer autor. Se entregaron dos pares de calcetines a cada participante para que pudieran llevarlo el mayor tiempo posible. La participante debía utilizar el calcetín entregado durante un periodo de 30 días. Se aconsejó ponerlo cada mañana y hacer uso de él durante todo el día. Tras haber pasado este periodo de 30 días, la participante debía acudir nuevamente para que la investigadora cegada pudiera realizar la recogida final del cuestionario funcional Foot Function Index sin conocer a qué grupo pertenecía la participante.
Resultados
Puntuación del FFI antes de la intervención
La puntuación media Foot Function Index (FFI) en el grupo global fue de 54.82 ± 19.99. Respecto a las diferentes escalas: 1) el dolor presentó un valor previo de 61.80 ± 21.40; 2) la escala de discapacidad previa fue de 58.35 ± 21.55; 3) escala de limitación presentó una media de 24.36 ± 11.44 (Tabla I).
Comparando el valor del FFI según el grupo al que pertenecían los participantes (experimental o control), se observa una media de 53.77 ± 19,15 en el grupo experimental, 55.76 ± 20.01 en el grupo control, no presentando diferencia significativa (p = 0.713).
Puntuación del FFI tras la intervención
Realizando la comparación de la puntuación general del FFI antes de la intervención y tras el mes de seguimiento, se observó una reducción significativa entre ambos valores (54.82 ± 19.99 pre vs. 35.55 ± 16.38 post, p = 0.013). En relación con los diferentes ítems por grupos, el grupo control presentó una mayor puntuación (38.3 ± 19.77) que el grupo experimental (29.8 ± 15.16), siendo la diferencia estadísticamente significativa (p = 0.032, Tabla II).
En comparación a las subescalas del FFI tras al mes de seguimiento, en la escala de dolor posterior hemos obtenido una media de 38.6 ± 19.2 en el grupo experimental, por 49.4 ± 22.8 en el grupo control, siendo esta diferencia estadísticamente significativa (p = 0.023, Tabla 3). También se encontró una menor puntuación en el grupo experimental que en control en la subescala de discapacidad (29.5 ± 22.8 vs. 40.9 ± 18.6 respectivamente, p = 0.042, Tabla 3). No se encontraron diferencias en la subescala de limitación (p = 0.313, Tabla 3).
Discusión
En este proyecto se investigó el dolor en la zona plantar del pie, lo que es muy común en mujeres de 55 años o más. Este dolor impide además que se pueda realizar ejercicio físico, por lo que limita la actividad que puede hacer la persona, además de influir negativamente en su salud física global. Nuestros pacientes, independientemente del grupo, partían de una situación clínica de un FFI con una puntuación moderada (54 puntos), donde una puntuación de 100 indicaría el mayor deterioro posible. Las participantes de ambos grupos partían de una situación clínica similar, puesto que sus valores del FFI previos fueron similares (53 en grupo experimental vs. 55 en el control).
Tras la intervención (30 días de uso intensivo de los calcetines), en la muestra general, se ha observado una mejoría en el estado clínico, reduciéndose en 19 puntos el FFI. Sin embargo, esta reducción no fue homogénea en ambos grupos, ya que el grupo control mejoró 16 puntos, por los 25 puntos del grupo experimental.
Esta mejoría respecto al momento inicial podría atribuirse al uso de los calcetines de forma intensiva. Observamos que en el grupo control se consigue una mejoría en la función del pie, probablemente por pautar el uso de calcetines con amortiguación delantera (aún sin elemento de descarga). En la mayoría de las pacientes, previamente al estudio, se estaban empleando medias, pinkys o calcetines de grosores muy reducidos (1 mm aprox.). La mejoría significativa en la escala se consigue con los calcetines experimentales (con placa de descarga metatarsal), mostrando unos menores valores que en el grupo control, sobre todo en la escala de dolor y de discapacidad (Tabla 3). Así, el acolchado selectivo, en forma de U, favorece que las cabezas metatarales segunda y tercera queden en un plano más elevado, reduciendo así su interacción con el suela del calzado. Esta reducción de presión y fricción reduce la carga total soportada, llevando a la reducción del dolor. Este elemento en U es similar a los utilizados en las descargas provisionales24, pero que se mantiene de forma duradera en el calcetín. Otros modelos de calcetines con elementos biomecánicos también han mostrado reducir de manera leve el dolor asociado a la fascitis plantar, tras un periodo corto de uso de 15 días25.
A pesar de que hasta un 83 % de los pacientes de 65 años padecen dolor plantar con un impacto negativo en la calidad de vida, este problema no ha tenido una suficiente atención en la literatura. Parece que el aumento del dolor por la deformación progresiva del pie deba aceptarse como un signo del envejecimiento y no merezca el desarrollo de nuevos tratamientos. Sin embargo, la instauración de un tratamiento extremadamente sencillo, como un calcetín26, ha mostrado unos efectos preliminares de reducción de la presión plantar22 relacionada con la aparición de dolor, y una reducción de la fricción en el antepié27, lo que está relacionado con la aparición de queratopatías. Así, de una manera sencilla, bajo control de la propia paciente, sin monitorización médica constante y sin efectos secundarios, se podría conseguir un efecto altamente beneficioso.
Además, los calcetines de descarga metatarsal son compatibles con el uso de los soportes plantares que, hasta la fecha, es el tratamiento recomendado para el abordaje de la matatarsalgia. En estadios iniciales, los calcetines podrían ser la primera línea terapéutica, mientras que estadios más avanzados podrían combinarse con el uso de las ortesis plantares. Nuestras pacientes padecían metatarsalgia en estadios iniciales, no habiendo llevado previamente tratamiento ortésico para su patología. Se observó además que el grupo experimental redujo considerablemente su puntuación del FFI, mostrando una mejora sintomatológica y en la capacidad para realizar tareas de la vida diaria.
Esta novedosa propuesta dará lugar a transferencia de conocimiento a la sociedad y a la industria textil médica para desarrollar nuevos elementos ortopédicos tridimensionales integrados en calcetines. Además, esto supondrá un avance en la prevención y el manejo de la metatarsalgia, lo que repercutirá de manera directa sobre la calidad de vida de las pacientes que la padecen.
Sin embargo, nuestro estudio presenta una serie de limitaciones, que deben tenerse en cuenta a la hora de interpretar los resultados. La primera de ellas es que contamos con una muestra limitada, por lo que necesitaríamos una muestra más grande para poder inferir el efecto conseguido a otros grupos de población. Otra limitación es que el seguimiento es únicamente a 30 días. Un seguimiento a mayor plazo podría aportar datos interesantes para valorar el tratamiento con calcetines biomecánicos a largo plazo como tratamiento para la metatarsalgia.
En conclusión, el uso de calcetines con elementos de descarga ha mostrado una reducción de la sintomatología asociada a la metatarsalgia, sobre todo en el alivio del dolor. Esto podría ser el punto de partida para incorporar los calcetines con elementos biomecánicos al arsenal terapéutico del podólogo, como un elemento de tratamiento en estadios iniciales o bien como coadyuvante en deformidades más severas.










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