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Archivos Españoles de Urología (Ed. impresa)

Print version ISSN 0004-0614

Arch. Esp. Urol. vol.60 n.8  Oct. 2007

 

EDITORIAL

 

Introducción al desarrollo y evolución de la urología española

 

 

Mariano Pérez Albacete

Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca. Murcia. España.

 

 

Podríamos comenzar la historia urológica española con la investigación sobre el arte rupestre en las representaciones del Paleolítico sobre las que el Dr. Angulo realiza un interesante y excelente estudio acerca de su posible significado.

La época romana, de gran trascendencia en España, no ha dejado en la Península vestigios de índole urológica y es en el periodo árabe en el que resalta Albucasis (Córdoba, 936-1013), con su magistral obra enciclopédica de treinta libros Kitab al-Tasrif, donde recoge su experiencia y su conocimiento médico-quirúrgico, que se trasmitió en el Medievo gracias a la versión en latín realizada por Gerardo de Cremona y cuyo contenido analizan el Dr. Otero y cols.

La Edad Media se caracteriza por el seguimiento de la doctrina galénica y por la traducción de los textos árabes por la escuela de Toledo, la cirugía se encuentra abandonada en manos de gentes sin preparación, la patología urogenital queda escasamente recopilada en obras de cirugía si exceptuamos las aportaciones sobre la litiasis del valenciano Arnaldo de Vilanova (ca. 1238-1311) con su opúsculo Tractatus contra calculum y las del leridano Joan Jacme con su Tractatus contra calculis in vesicae. El Dr. Vela nos ofrece unos magistrales comentarios a la obra de Vilanova sobre la higiene y el envejecimiento.

El Renacimiento en España, reinados de los Reyes Católicos, de Carlos V y de Felipe II, se corresponde con el periodo de mayor esplendor de nuestra historia, en el que los médicos españoles efectúan importantes innovaciones para el avance de la Medicina. El gran cambio que paulatinamente se inicia es la renovación del conocimiento, el pasar de una medicina transmitida desde las doctrinas clásicas de Hipócrates y Galeno a realizar estudios propios de observación de las enfermedades y de sus tratamientos, el comenzar las disecciones anatómicas con la descripción macroscópica de los órganos, de sus alteraciones, de las lesiones encontradas y el buscar las causas patogénicas que las producen. A todo lo anterior hay que sumar la novedad que supuso para la farmacopea la difusión de las propiedades medicinales de las plantas traídas del Nuevo Mundo gracias a la obra del sevillano Nicolás Monardes (1507-1588), Historia medicinal de las cosas que traen de nuestras Indias Occidentales que sirven en Medicina (Sevilla, 1569), amén de que se escribieran varios tratados médicos rápidamente extendidos y admirados por toda Europa así como las aportaciones anatómicas de Bernardino Montaña de Monserrate (ca. 1480) en su Libro de la anatomía del hombre (Valladolid, 1551), redactado en romance al igual que la de Juan Valverde de Amusco (Palencia, ca. 1525), Composición del cuerpo humano (Roma, 1556) en la que corrige algunos errores de Vesalio.

La Urología española del Renacimiento ocupa el periodo más fecundo en el estudio de las enfermedades de las vías urinarias, en el que sobresale la edición de dos importantes obras, Cura de la piedra y dolor de la ijada o y cólica renal (Toledo, 1498), de Gutiérrez de Toledo, que tiene la prioridad histórica de ser el libro que recoge ampliamente toda la ciencia que sobre la patología litiásica se tenía, y el Tratado nuevamente impreso de todas las enfermedades de los riñones, vejiga y carnosidades de la verga y orina (Madrid, 1588) del alcalaíno Francisco Díaz (1527-1590), en el que se reúne todo el saber urológico de su tiempo, es éste uno de los mejores textos europeos de la época, aceptado como el primer tratado de Urología de la historia de la Medicina y que se anticipa a la especialización médico-quirúrgica al exponer únicamente el contenido de la patología urogenital; en él describe el instrumento cisorio de su invención, el primitivo uretrotomo. Su autor está considerado internacionalmente como “Padre de la Urología” y de él el Dr. Maganto nos presenta un bien documentado y sorprendente estudio. Escritos ya estos últimos textos en castellano deliberadamente, contra la costumbre de la época, para su mejor divulgación entre los cirujanos sin formación universitaria, representó, sin embargo, un obstáculo para su difusión y conocimiento en Europa.

La cirugía, tenida como cosa manual, es despreciada por los médicos ilustrados formados en las universidades por lo que es atendida por gentes sin preparación culta, los llamados prácticos o empíricos, entre los que encontramos a los litotomistas, diestros en la intervención de la talla para extraer los cálculos de la vejiga, de los que destacaron, en Valladolid, Juan Izquierdo y Martín de Castellanos (ca. 1545-1614). A las obras anteriormente citadas se suma la explicación de lo que son las carúnculas o callos de la vía de la orina, enfermedad nueva expuesta por el segoviano Andrés Laguna (ca. 1494-1560) en su pequeña monografía Methodus cognoscendi extirpandisque excrementes in vesicae collo carunculas (Roma, 1551). Podemos completar este análisis con los estudios de la litiasis realizados por Luís Lobera de Ávila en su Libro de las cuatro enfermedades cortesanas (Toledo, 1544) y el Discurso para averiguar que mal de orina sea el que padece Diego Anriquez León su amigo y compadre (Sevilla, 1594) de Francisco Sánchez de Oropesa.

Tras la brillantez y el alto nivel adquirido por la Medicina Española durante el Renacimiento, comienza una etapa de declive con la llegada al trono de Felipe II, quien en la pragmática de 1556, prohibía el cursar estudios en Universidades extranjeras así como la entrada de textos o el tener contactos con el resto de los países de nuestro entorno, a lo que hay que sumar el control de los libros científicos por la Inquisición, para impedir la propagación de la doctrina protestante, caemos en un periodo de estancamiento del conocimiento, mientras que en el resto de Europa se va a producir su continua progresión con el abandono de las teorías clásicas. De este modo entramos en el siglo XVII, definido culturalmente como Barroco, con una decadencia en todos los órdenes científicos y, aunque en las Universidades se crean las cátedras de cirugía, no se produce avance quirúrgico alguno ya que mantienen su enseñanza tradicional y su práctica continúa en manos de los empíricos. Destaca el madrileño Pedro Martín Martínez (1684-1784) como uno de los iniciadores de la renovación de la Medicina en España quien dio impulso a la cirugía al considerar la trascendencia que tiene para el cirujano el saber anatómico, especialmente en sus obras Cirugía moderna, tratado de operaciones quirúrgicas (Madrid, 1722) y Anatomía completa del hombre (Madrid, 1728) y cuyo contenido nos pormenoriza el Dr. Saiz.

Principia el siglo XVIII con la entrada en España de los Borbones, con Felipe V, en 1700, y se extiende hasta el término de la invasión napoleónica, época conocida como la Ilustración, en la que se experimenta un auge creciente de la burguesía en detrimento de la nobleza acompañado de una gran influencia francesa, con manifestaciones culturales, y de traducciones de textos extranjeros. La presencia de médicos galos incorpora la actualidad científica europea, con ello la Medicina alcanza un notable desarrollo, en cirugía es Juan Lacomba (+1748) quien, en su puesto de Cirujano Mayor de la Armada y consciente de la deplorable situación quirúrgica existente, consideró preciso preparar a los cirujanos de los navíos de su Majestad y organizó un anfiteatro anatómico para hacer disecciones y quien destaca, para formar quirurgos competentes, a Pedro Virgili (1699-1776), persona de extraordinaria capacidad, que fue quien fundó los Reales Colegios de Cirugía, el de Cádiz, en 1748, para preparar a los cirujanos de la Armada, el de Barcelona, en 1760, para los del Ejercito y el de Madrid, en 1787, para los civiles, lo que determinó una completa renovación de la enseñanza y del ejercicio de la cirugía, le dio un extraordinario impulso y logró situarla a la altura de los mejores centros europeos. Entre sus alumnos sobresalieron Francisco Canivell (1721-1797) y Antonio Gimbernat (1734-1816) por su gran personalidad, por su excelencia quirúrgica y por su especial habilidad en realizar la litotomía, para la que idearon instrumentos para mejorar su práctica.

Entre las actividades de los Reales Colegios resaltamos las «Juntas Literarias», sesiones en las que sus miembros analizan y discuten sobre casos clínicos, que estudian ampliamente, muchos de ellos de patología urogenital; la exposición y sus conclusiones quedan recopiladas en escritos, los cuales, junto con las «Disertaciones y Memorias» de la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla, fundada en 1697, cuyo estudio efectúa el Dr. Romero Tenorio, y de las que subrayamos Observación de operación litotómica y demostración anatómica operada y demostrada en el insigne Hospital de El Espíritu Santo llamado vulgarmente de calle colcheros, de Luis Montero (Sevilla, 1736), por su cuidadosa exposición de la técnica utilizada, y las de la Regia Academia Matritense de 1734, representan la aportación al conocimiento y al desarrollo médico quirúrgico de la época. El Dr. Fariña recoge la descripción de las enfermedades urogenitales realizada por el Dr. Casal aunque en la centuria únicamente se edita, de contenido urológico, la obra de Juan Naval, Tratado médico quirúrgico de las enfermedades de la vía de la orina (Madrid. 1799), en la que expone y ordena todo el saber que de afecciones de las vías urinarias tenían los autores europeos, con lo que se llena el vacío existente en lengua española sobre estas enfermedades.

Se inicia el siglo XIX con la represión absolutista de Fernando VII, con la pérdida de la libertad científica y de imprenta, es un agitado periodo de nuestra historia en el que se produce un importante retroceso y una progresiva decadencia y en el que queda detenido cualquier intento de renovación. El Dr. Gomiz nos ofrece un análisis sobre la patología urológica que presentaba Goya. La llegada al trono de Isabel II en 1834 estabiliza algo la situación política, se inicia un auge económico seguido de una apertura ideológica que hace que regresen numerosos exilados lo que repercute en un paulatino resurgir de la Medicina y de la Cirugía; gracias a la libertad de prensa comienza el periodismo científico con la aparición de las primeras revistas médicas, en las que se publican casos de patología urológica, y de los Congresos de Medicina. Jacinto Martra con su obra Enfermedades de las Vías urinarias (Madrid, 1856) edita la primera netamente urológica del siglo.

En su segunda mitad se produce la transformación de la Cirugía con la introducción de la anestesia (1846) junto con la medidas de asepsia, la aplicación de la antisepsia en los quirófanos (1868) y el control hemostático en las operaciones, todo ello marca su despegue con el acceso a las grandes cavidades naturales y sitúa al arte de operar en un lugar preeminente de la ciencia médica. Se abre el estudio anatomo-clínico, fisio-patológico y la aplicación de pruebas lo que conduce al diagnóstico etiopatogénico.

La continua labor docente realizada por los Reales Colegios de Cirugía preparó a una generación de grandes cirujanos generales con un amplio conocimiento anatómico, extenso bagaje y habilidad manual que fueron quienes mantuvieron la práctica urológica. Destacan en Barcelona, Antonio San Germán y Tort (1755-1833), autor de un Tratado de afectos y operaciones quirúrgicas (Barcelona, 1822), y Antonio Mendoza y Rueda (1811-1872) con su Estudios Clínicos de Cirugía (Barcelona, 1850). En Madrid, Diego de Argumosa (1792-1865) recoge en su Resumen de cirugía (Madrid, 1856) todo el fruto de su dilatada experiencia, creó escuela que fue seguida por Juan Creus y Manso (1828-1897) quien publicó su importante obra Tratado elemental de Anatomía Quirúrgica (Granada, 1861) y José Ribera y Sans (1852-1912) la suya sobre Clínica Quirúrgica General (Madrid, 1895). En todos ellos encontramos apartados con la patología de vías urinarias.

El sevillano Federico Rubio y Galí (1827-1902), del que el Dr. Poyato nos presenta una faceta de su actividad, destaca en el campo quirúrgico del siglo por su amplia labor profesional, inauguró la Universidad Libre de Medicina en Sevilla en 1868, donde impartió la enseñanza urológica, pero sobre todo por la fundación del Instituto de Terapéutica Operatoria de Madrid, en 1880, docente y asistencial en el que se inició la especialización quirúrgica en nuestro país con el privilegio de poder otorgar títulos al margen de la Universidad y donde organizó un dispensario de enfermedades de los órganos genitourinarios, en 1885, que fue atendido por Enrique Suénder Rodríguez (1829-1897) como profesor de vías urinarias y considerado como el primer urólogo español, al que sucedió en la jefatura, a su fallecimiento, Luís González-Bravo Serrano (1855-1929). Practicó el Dr. Rubio, además, la primera nefrectomía realizada por vía lumbar en España, en Madrid, en 1874.

Se establecen centros de atención urológica; en Madrid, en el Hospital de la Princesa, comenzó a funcionar una consulta de patología urogenital en 1890 con Manuel Barragán y Bonet (1861-1932) al frente; en el Hospital Provincial se creó el quirúrgico de los órganos genitourinarios en 1889, dirigido por Alfredo Rodríguez Viforcos (1854-1903). En Barcelona, hacia 1870, alcanzó gran prestigio por su habilidad con los sondajes el Dr. Marsillach tenido como el precursor de la Urología en Cataluña; fue el pionero de la especialidad Víctor Azcárreta Colán (1857-1937) quien montó una clínica en 1895, en la que impartía lecciones sobre patología de las Vías Urinarias; el primer servicio se instituyó en el Hospital del Sagrado Corazón en 1880, dirigido por José Parés y Puig (1863-1926).

Rafael Mollá Rodrigo (1862-1930), iniciador de la docencia de la especialidad en Valencia, cierra el saber urológico del siglo XIX con su obra Resumen práctico de diagnóstico y técnica médico quirúrgica de las afecciones de las vías urinarias (Valencia, 1894), un importante y completo compendio de Urología de gran trascendencia por la época en la que se escribió y que antecede a la disgregación de la Cirugía en sus diferentes ramas.

Despierta el siglo XX con el Real Decreto, en julio de 1900, por el cual se autoriza a los Hospitales Generales o de la Beneficencia del país para la enseñanza práctica de la Medicina, lo que redunda en beneficio de la formación en aquellos centros que cuentan con unidades urológicas, y con el decreto del plan de estudios en la Universidad de 1902, que creó varias cátedras de especialidades quirúrgicas como asignaturas independientes de la Cirugía y, aunque se relegó la Urología, permitió introducir su enseñanza libre en sus aulas con el reconocimiento académico de profesor auxiliar de Vías Urinarias a quien la desempeñase, que fue Alberto Suárez de Mendoza (n.1849), con lo que se convirtió en el primer docente que impartió la disciplina urológica en la universidad española, y de lo que realizamos una reseña, sus clases quedaron recogidas en su libro Diagnóstico y tratamiento de las enfermedades de las vías urinarias (Madrid, 1908). Habrá que esperar hasta 1920 para que se haga oficial la creación de una cátedra del Doctorado en Urología, que fue ocupada por el profesor Leonardo de la Peña Díaz (1875-1957), y hasta 1964 para la constitución de la primera de la licenciatura en la Universidad de Zaragoza, ganada por el profesor Francisco Romero Aguirre (1918-2006), de quien ofrecemos su semblanza, y no es hasta 2005 cuando se logra el «área específica de Urología» en la Universidad con lo que definitivamente se separa del tronco común de la Cirugía General.

En el primer tercio de la centuria los médicos españoles que deseaban formarse en la cirugía del aparato urinario acudían a los principales Hospitales europeos en los que la Urología se encontraba plenamente desarrollada a Viena, Berlín, o Londres pero sobre todo a París, al Hospital Necker, junto a Félix Guyon (1831-1920) y al hispano cubano Joaquín Albarrán (1860-1912); lo que dará lugar a la formación de una brillante y numerosa generación de urólogos con vocación y con un tremendo esfuerzo personal, sin prácticamente ayuda lograrán levantar la especialidad en España y darle una entidad con reconocido prestigio, fueron los que organizaron los servicios de Urología en los Hospitales, con una categoría equiparable a la de los mejores centros europeos y donde crearon escuela en la que se formó la siguiente generación de urólogos españoles; la constitución de la Asociación Española de Urología en enero de 1911, por Luis González-Bravo y Serrano, su fundador y primer presidente, da entrada al reconocimiento oficial de la especialidad. Junto con el Dr. Ponce de León presentamos un artículo conmemorativo del nacimiento de la Sociedad Internacional de Urología en 1907 y el papel desempeñado por los urólogos españoles así como sus aportaciones a sus congresos a lo largo del siglo XX. El Dr. Serrallach recoge la labor de las Hojas Urológicas como imagen del despliegue de la especialidad en Cataluña y la Dra. Gonzalo nos ilustra sobre el descubrimiento de la anestesia raquídea y su introducción en España.

Sería demasiado prolijo y sobrepasa la intención de este somero apunte sobre el desarrollo de la Urología española la descripción detallada de los principales servicios urológicos del país y su evolución. La Guerra Civil dio al traste con la labor realizada y la siguiente etapa de aislamiento internacional postergó durante cerca de veinte años el progreso médico.

Tres urólogos españoles sobresalen en la segunda mitad del siglo XX, por su extraordinaria personalidad, por su saber y calidad científica, por toda su obra y por su proyección y su reconocimiento internacional por lo que consideramos un deber nombrarlos, son: Salvador Gil Vernet (1892-1987) de quien encontramos una muestra de su trabajo en sus apuntes y dibujos ofrecida por el Dr. Gelabert, Antonio Puigvert Gorro (1905-1987) y Luis Cifuentes Delatte (1907-2005), recientemente homenajeados en sus respectivos centenarios. No podemos dejar de resaltar también la gran capacidad quirúrgica de José María Gil Vernet, ni la trascendencia que ha tenido la aportación a la Urología de Enrique Pérez-Castro Ellendt con su diseño del ureteroscopio, de cuyo descubrimiento nos ofrece la primicia de cómo aconteció, así como Eduardo Sánchez de Badajoz, con sus trabajos pioneros en el desarrollo de las técnicas laparoscópicas en Urología.

Completamos este breve repaso histórico con el estudio de dos patologías que han tenido importancia en el desarrollo de la especialidad a lo largo de los años, la gota militar por el Dr. Martín Laborda y la renovación del tratamiento de la patología litiásica por el Dr. Ruiz Marcellán con la introducción en España de la litotricia por ondas de choque.

Por último el Dr. Francisco López nos ofrece las vicisitudes que sufre el inventor para lograr dar forma a su trabajo y el Dr. Virseda, con su magnífica prosa, nos acerca al conocimiento de cómo se hacía la Urología en el Madrid de los años sesenta, representado en la labor de Carlos Younger, periodo en que, con la construcción de Hospitales por la Seguridad Social con las plazas médicas jerarquizadas, renace la labor asistencial, docente e investigadora que marca la línea que sigue la Sanidad española. La creación del sistema MIR de formación de especialistas hace que una nueva generación de urólogos bien preparada con la ayuda de las nuevas técnicas de comunicación y la facilidad de desplazamiento, represente un extraordinario avance en el progreso de la Urología y en su futuro.

 


Mariano Pérez Albacete

Natural de Murcia, licenciado en Medicina por la Universidad de Zaragoza, 1965. Doctor por la Universidad de Murcia, 1990.

Interno en el Servicio de Urología del Dr. D. Luis Cifuentes Delatte, Hospital de La Princesa, de Madrid, 1966. Becario en el Hospital de la Santa Cruz y San Pablo, Fundación Puigvert, de Barcelona 1967-1969. Especializado en Urología por la Escuela Profesional de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1969.

Toda su actividad profesional transcurre en el Servicio de Urología del Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia, médico adjunto en 1970, jefe de Sección, por oposición, 1973 y jefe de Servicio desde 1990.

Profesor ayudante de clases prácticas de Urología, Facultad de Medicina, Universidad de Murcia, 1973-1990. Profesor asociado en el departamento de Cirugía, encargado de la docencia en Urología desde 1990.

Socio de la Asociación Española de Urología, AEU, 1968.

Miembro de la Oficina de Historia de la AEU desde su constitución 1996 y coordinador de la misma desde 2003. Miembro del Consejo de Salud Sexual de la AEU desde el año 2000.

Presidente del LXVII Congreso Nacional de Urología de la AEU, Murcia, 2002, organizador de las reuniones de los Grupos de trabajo en Murcia de Andrología en 1984 y de Trasplante renal en 2006.

Socio fundador de ASESA, 1985 y vocal de la primera junta directiva.

Fundador de la Asociación Murciana de Urología, 1994 y su primer presidente 1994-2003. Director del Boletín de la Asociación Murciana de Urología desde 1995.

Coautor del libro Historia Biográfica y Bibliográfica de la Urología Española, Madrid, 2000 y coordinador y coautor de Historia Biográfica y Bibliográfica de la Urología Española en el siglo XX, Madrid, 2002. Autor de La Urología Española en su Bibliografía, Murcia, 2002, Las Reuniones de los Urólogos de Levante en el siglo XX, Murcia 2004, Cien Figuras de la Urología Española, Murcia, 2005 y coordinador y coautor de Crónica Histórica de la Urología Valenciana, Valencia, 2006.

 

Bibliografía y lecturas recomendadas (*lectura de interés y ** lectura fundamental)

1. FERRER, D.: "Historia del Real Colegio de Cirugía de la Armada de Cádiz". Publica Universidad de Cádiz, 1983.

*2. INSAUSTI CORDÓN, J.L.: "Compendio Histórico de la Urología española y su asociación". Ponencia IV Congreso Iberoamericano de de Urología, Acapulco, (Mejico) edit. Reycosa, Madrid, 1982.

*3. MAGANTO PAVÓN, E.: "Fuentes legales para el desarrollo de la Urología en España en el siglo XX". En Historia Biográfica y Bibliográfica de la Urología Española en el siglo XX. Edicomplet. Madrid, 2002.

*4. IBID.: "La Urología Española durante el siglo XIX y principios del XX". En Historia Biográfica y Bibliográ.ca de la Urología Española. Edicomplet. Madrid, 2000.

5. OTERO TEJERO, I: "La Urología en la Edad Antigua y Medievo". En Historia Biográfica y Bibliográfica de la Urología Española. Edicomplet. Madrid, 2000.

6. PÉREZ ALBACETE, M.: "Patologías urológicas en las memorias y censuras de la Juntas Literarias del Real Colegio de San Carlos de Madrid (1788-1834)". Arch. Esp. Urol.; 55 (5): 483 495, 2002.

*7. IBID.: "La Urología Española en el Renacimiento y Barroco". En Historia Biográfica y Bibliográfica de la Urología Española. Edicomplet. Madrid, 2000.

8. IBID.: "La enseñanza de la Urología en España en la primera mitad del siglo XX". Urol. Integr. Invest.; 7 (2): 191-198, 2002.

**9. IBID.: "Cien Figuras de la Urología Española". Tip. San Francisco. Murcia, 2005.

*10. RIERA, J.: "Cirujanos, urólogos y algebristas del Renacimiento y Barroco". Acta Histórico-Médica Vallisoletana XXIX. Univ. Valladolid, 1990.

11. USANDIZAGA SORALUCE, M.: "Historia del Real Colegio de Cirugía de San Carlos de Madrid". Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1948.

12. IBID.: "Historia del Real Colegio de Cirugía de Barcelona (1760-1843)". Instituto municipal de Historia, Ayuntamiento de Barcelona, 1964.

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