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Archivos Españoles de Urología (Ed. impresa)

versão impressa ISSN 0004-0614

Arch. Esp. Urol. vol.61 no.10  Dez. 2008

 

CENTENARIO DEL DR. CIFUENTES

 

Algunas notas y breves reflexiones sobre Don Luis Cifuentes Delatte (1907 - 2005) y su tiempo

Notes and brief thoughts about Dr. Luis Cifuentes Delatte (1907-2005)

 

 

Juan José Gómiz-León.

Servicio y Cátedra de Urología del Hospital Clínico Universitario San Carlos. Madrid. España.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

En el presente trabajo se ofrece una breve semblanza de don Luis Cifuentes Delatte (1907-2005), y de su actividad profesional y docente desarrollada durante sus últimos años asistenciales en el Servicio de Urología de la Fundación Jiménez Díaz (1979-1987), según la perspectiva y apreciación de su personalidad desde el punto de vista particular y testimonial del autor. Así mismo, se resalta la amistad de don Luis con el filósofo don Xavier Zubiri (1898-1983) y los vínculos culturales con la sociedad intelectual de su tiempo, sus orígenes y trayectoria personal desde una óptica filosófico-humanista orteguiana. Igualmente se resalta la aportación del doctor Cifuentes a la ilustre Academia Nacional de Medicina, Corporación de la que fue miembro numerario (1972-2005), resumiéndose cronológicamente sus intervenciones, así como se exponen brevemente alguno de los, desafortunadamente escasos, recuerdos autobiográficos que el distinguido urólogo se decidió a publicar.

Palabras clave: Luis Cifuentes Delatte. Xavier Zubiri. Julian Marías.


SUMMARY

This paper offers a brief biographical sketch of Dr. Luis Cifuentes Delatte (1907-2005) and his professional and educational activities developed in his late years in the Department of Urology at Fundacion Jimenez Diaz (1979-1987), from the perspective, the testimony and particular point of view of the author. In addition, we emphasize the friendship of Dr. Luis Cifuentes with the philosopher Xavier Zubiri (1898-1983) and his cultural links with the intellectual society of his time, his origin and personal trajectory from the Ortega's philosophical-humanist view. In the same way we emphasize Dr. Luis Cifuentes Delatte's contribution to the National Academy of Medicine, where he was member (1972-2005), summarizing his lectures; we also briefly show some of the, unfortunately scarce, autobiographical memories the distinguished urologist published.

Key words: Luis Cifuentes Delatte. Xavier Zubiri. Julian Marías.


 

Introducción

Recién estrenada la primavera madrileña, la cálida y luminosa tarde del día 5 de abril de 2005, un grupo no excesivamente numeroso integrado por familiares, parientes, amigos, compañeros y discípulos de don Luis Cifuentes Delatte (1907-2005) aguardaba, en el recoleto patio empedrado que da entrada a la Iglesia del Monasterio de la Encarnación, de elegante y sobria fachada herreriana de sillares berroqueños y pórtico de tres arcos, la hora señalada.

Conforme al aspecto social que estos actos entrañan, los concurrentes se cruzaban e intercambiaban, en los prolegómenos, afectuosos saludos y breves comentarios, manifestándose la satisfacción del reencuentro cuando, en su caso, el tiempo, que cursa tan fugaz, o las circunstancias, tan diversas y divergentes, dilataron la coincidencia entre los antiguos amigos. Ya todos en el interior de la capilla, como rodeando y abrigando cariñosamente con su asistencia y testimonio de reconocimiento a la señora viuda de don Luis, doña Irene de Castro, se celebró el Santo Sacrificio de la misa en sufragio y memoria del ilustre urólogo. En las bóvedas y pechinas del templo, bellamente iluminadas al fresco con abigarradas y esplendorosas escenas religiosas, que por su magistral factura atraían de vez en cuando, inevitablemente, la atención de los presentes, tesoro del arte y de la ornamentación neoclásica dieciochesca, quizá el más hermoso ejemplo de la arquitectura y pintura madrileña remozada y ejecutada, una y otra, bajo la dirección de don Ventura Rodríguez (1717-1785), resonaron tristes las notas del órgano, graves las santas palabras del padre capellán oficiante y fervorosamente sinceras las oraciones de los allí reunidos.

Concluida la ceremonia religiosa, inmediatamente a continuación, en el Aula Magna de la Real Academia de Medicina aledaña al Monasterio de las madres agustinas recoletas, tuvo lugar la solemne Sesión Necrológica "in memoriam" bajo la presidencia del excelentísimo profesor doctor don Amador Schüller Pérez, cuyo discurso "de precepto" fue declamado por el excelentísimo profesor y doctor académico don Diego Gracia Guillen, quien, en su brillante introducción preliminar al bosquejo biográfico del compañero y maestro desaparecido con el que proseguiría en adelante, reflexionando sobre el sentido de la vida y la sucesión generacional, dijo: "... nuestro modo de estar en la realidad se distingue del de cualquier época anterior en que está dotado de unas posibilidades que nuestros predecesores no tuvieron. Esto es lo que nos legan y entregan (parádosis, traditio), posibilidades de vida, modos de estar en la realidad, la base, en definitiva, sobre la que tenemos que edificar nuestra propia vida, cuyos frutos, inexorablemente, ofreceremos a nuestros sucesores..." (1).

Con estas palabras iniciaba el profesor Gracia Guillén su disertación, palabras evocadoras y síntesis de los tres tiempos del hombre: pasado, presente, futuro. El recuerdo, que no es sino la selectiva memoria personal afectiva. La inmediata realidad, nuestro presente, envuelto en sus circunstancias, fugaz y transitorio. Lo por llegar, intangible entre el deseo, la voluntad y lo inexorable. El auditorio atendía con vivo interés la interesante intervención del veterano profesor, médico y filósofo, formado en la brillante estela intelectual de don Pedro Laín Entralgo (1908-2001) para continuar después en la de don Xavier Zubiri Apalategui (1898-1983) a partir de los años setenta. De entonces databa su conocimiento, muy próximo, de la persona en cuya rememoración y elogio dedicaba su conferencia. Poco a poco, su discurso se entremezclaba, fundiéndose, con los personales y propios recuerdos que suscitaba en los allí presentes, en esa compleja amalgama mental que nace de lo que penetra por los sentidos y surge de los pensamientos: sensaciones, emociones, ideas y reflexiones.

 

Discusión

A principios de la década de los ochenta del pasado siglo, la sociedad española transitaba por tiempos de cambio y reforma a los que la Medicina y la Sanidad no eran ajenos. Quienes por entonces llegaban a la Clínica de la Concepción de la Fundación Jiménez Díaz con juveniles e ilusionados anhelos de adquirir una formación clínica o quirúrgica especializada, a todas las vicisitudes y controversias del momento, que naturalmente afectaban y polemizaban el ambiente científico, docente y asistencial de la Casa, anteponían su obligado y legítimo objetivo de alcanzar por el mérito del trabajo, del estudio y de la imitación del ejemplo de los magníficos cirujanos y clínicos que a los pacientes y a la Institución servían laboriosamente, de alcanzar una suficiencia profesional con la que iniciar sus propias carreras. Para no pocos, la extraordinaria biblioteca, las aulas, estaciones, consultas y quirófanos del centro hospitalario no resultaban novedad, pues les eran bien conocidos desde los años de estudios de pre-grado.

El doctor Cifuentes Delatte, Consultor Jefe del Servicio de Urología, "oficialmente jubilado" como gustaba definirse, no era sino sencillamente don Luis, como el doctor López García, vocal del Patronato Rector y Consultor Jefe del Servicio de Medicina Interna, era don Eloy, al modo como siempre se apeló al Fundador, don Carlos (1898-1967). No deja de resultar costumbre curiosa esto de nombrar a relevantes personalidades médicas simplemente por su nombre de pila, pero siempre, inexcusablemente, con el don por delante indisolublemente unido, de corrido, como signo manifiesto de respeto y admiración hacia su persona, obra y trayectoria, a modo de elegante homenaje cotidiano.

Don Luis mantenía sus consultas y pacientes personales o particulares, calificativos aquellos más humanos y menos mercantiles que el de "privados", operaba todavía regularmente, se dedicaba con tesón de residente investigador a los que serían sus últimos estudios sobre los cálculos urinarios y no faltaba a la consulta semanal conjunta de Urolitiasis y la Unidad Metabólica, en la policlínica del Servicio de Urología, a la que también acudían todos los urólogos y residentes francos de otras ocupaciones. Revestido con su bata confeccionada a medida, de doble botonadura, siempre inmaculadamente blanca y abrochada, dirigía la consulta, interrogaba minuciosamente a los pacientes, muchos de los cuales le conocían de años atrás, alegrándose al verle sentado frente a ellos rodeado de "su equipo".

Se le presentaban a don Luis los resultados de los estudios metabólicos, la variación de los parámetros analíticos en función del tratamiento, algunos de éstos novedosos y originales, fruto de las investigaciones de la Unidad; la evolución de los cálculos en las radiografías simples y urográficas, sucediéndose sobre el negatoscopio las placas, cronológicamente preparadas con antelación, bien ordenadas, y en cuya lectura don Luis hacía gala de extraordinaria sabiduría radiológica, extrayendo, exprimiendo, toda la información que aportaban las imágenes. Y siempre, invariablemente, el resultado del estudio en fresco e inmediato del sedimento de orina y su ph, que el residente había examinado minutos antes. Porque entonces, en una pequeña habitación interior de la policlínica, se hallaban instalados un minilaboratorio dotado de tubos de ensayo, portas, cubres, papel tornasol, una centrifugadora, un microscopio, la mesa de cistoscopias y todo el material necesario para realizar ésta última exploración de manera coincidente con la consulta clínica cuando la sintomatología o los antecedentes del paciente la hicieran indicada, sin demoras. Observaba los urolitos que aportaban algunos pacientes, satisfechos de su expulsión espontánea, con curiosidad detectivesca para referenciarlos, catalogarlos e incorporarlos a su particular colección, quizá la más extensa y diversa de la urología mundial.

Preguntaba don Luis a los colaboradores, residentes y alumnos sin exigencias, respetuosa y siempre educadamente; aportaba corteses observaciones bien documentadas y, sin otorgar privilegios de confianza, mantenía un trato correcto a medio camino entre la distancia y la intimidad. Sus comentarios sobre la fisico-química de la litogénesis, el crecimiento y la agregación cristalina, las teorías de la nucleación calculosa, el desarrollo de la placa papilar de Randall, las hipercalciurias, hiperoxalurias e hiperuricosurias, los infrecuentes casos de xantinuria y cistinuria, la profilaxis y tratamiento de éstas litiasis "metabólicamente activas", los diferentes hiperparatiroidismos y el severo problema clínico-quirúrgico que aquellos tiempos suponía tanto la litiasis infectiva como las secuelas de las cirugías iterativas eran siempre ilustrativos y bien actualizados. Igualmente, insistía perseverantemente en las posibles y graves patologías tumorales que pudieran manifestarse (o encubrirse) detrás de una simple sintomatología miccional "irritativa", una microhematuria persistente o una hematuria rutilante, signos y síntomas que en ningún caso debían, reiteraba don Luis a los más jóvenes, interpretarse banalmente, relacionándolos superficialmente con una cistitis bacteriana o con un origen prostático indolente.

Las intervenciones del doctor Cifuentes suponían siempre para el discípulo un acicate para adquirir y ampliar conocimientos, ofreciendo su perspicaz estilo clínico una permanente revisión crítica de la evidencia y su personalidad un ejemplo de urólogo vocacional y constante. Su último texto, "Composición y Estructura de los cálculos renales" (Editorial Salvat. 1984), ilustrado con excelentes fotografías, ya estaba concluido en tiempos venturosos para el hasta entonces sufrido enfermo litiásico, pues en el departamento de Urología de la Universidad de Munich se había aplicado con eficacia y seguridad la tecnología de la litrotricia (entonces "litotripsia") por ondas de choque-presión generadas extracorpóreamente, y la máquina Dornier HM3 había demostrado su efectividad en la destrucción de los cálculos renales en humanos en febrero de 1980, para ya, en el primer trimestre de 1982, haber sido exitosamente tratados los primeros 200 pacientes. Una verdadera "revolución tecnológica-terapéutica", más que una novedad o simple progreso, significaba la incorporación de esta original terapia al arsenal urológico, y a nadie se le escapaba, menos aún a don Luis, que tantos pacientes había pasado por sus manos y atendido con los sinsabores propios de los resultados de los tratamientos tradicionales quirúrgicos, su trascendencia. Y que a lo largo de su dilatada vida profesional había conocido y disfrutado los extraordinarios beneficios de otras "revoluciones" diagnósticas y terapéuticas de su época, hoy rutinarias, como la antibioticoterapia, la urografía intravenosa, la cirugía endoscópica o el trasplante renal.

Don Luis era una "autoridad" o referencia en distintas materias de su especialidad, siendo "autor" originalísimo de importantes parcelas de la misma, algunas plenamente vigentes, pero que no serán objeto de repaso por no reiterar lo ya referenciado y publicado anteriormente con excelente documentación (2, 3, 4). Autoridad dimanante de su sabiduría, de su señorial personalidad y de su esfuerzo profesional infatigable de muchos años.

Gozaba don Luis por aquellos años a principios de la década de los ochenta de una inteligencia vivaz, analítica; una memoria sin lagunas y una voluntad tenaz y perseverante. Las tres potencias del alma en perfecta sintonía entonces todavía con una excelente salud física, no representando externamente, biológicamente, su edad cronológica. Por todo ello trasmitía sensación de actividad y dinamismo, en contadas ocasiones rayana con un autocontrolado apremio. Pero don Luis no tuvo "discípulos", según la plena acepción semántica de la palabra, sino "colaboradores" más o menos próximos; y es dudoso atribuirle creara Escuela, no obstante fuera un verdadero ejemplo de urólogo que manifestaba cotidianamente, más que trasmitía formalmente, metódicamente, su saber.

En todo caso, no es cuestión resuelta la de si es el maestro quien crea al discípulo o éste quien hace al maestro, pero a su lado fueron muchos los que se iniciaron en la Urología, hoy brillantes y reconocidos especialistas. Tampoco ambicionó ni alcanzó cargos directivos en el seno de la Asociación Española de Urología, ni mostró interés alguno por influir en la sociedad civil o urológica, más allá de su quehacer profesional. Como excelente reseccionista, fue, en tal parcela, necesariamente individualista; como clínico e investigador, actuó siempre en primera persona y sin delegación, sin encomiendas ajenas o a terceros, tanto en sus propios trabajos como en los desarrollados en colaboración.

En el medio hospitalario, en la consulta o en el quirófano, podía columbrarse una de las realidades patentes de don Luis: su actividad cotidiana profesional y su modo personal de acometerla. Pero a esta realidad "patente" se añadía una realidad "latente", como sucede en todos los individuos, una realidad más o menos oculta y accesible su conocimiento solamente a quienes, por ejemplo, a lo largo de la vida, acompañan en la intimidad a la persona, o la estudian desde un punto de vista humanístico; clase de realidad que condiciona a la visible y permite interpretarla mejor.

Siguiendo uno de los preclaros trabajos de don Julián Marías (5), personalidad a quien don Luis conoció y frecuentó, coincidiendo además sus respectivos fallecimientos el mismo año, cuando tratamos a una persona la pregunta que nos hacemos es: ¿Quién es? , y no solamente: ¿Qué es?, pues ésta última tiene fácil respuesta en el inventario de sus cualidades, en su currículum vital; la primera cuestión, sin embargo, indaga en la persona en su globalidad y en sus circunstancias, en su actitud ante la existencia, en sus solapadas realidades, en su generalidad integrada. Si cuando en vida, cuando desaparecido el personaje interrogarse: ¿Quién fue?, pasa entonces a primerísimo plano.

La tarde del 21 de septiembre de 1983 ingresó en la Clínica de la Concepción, moribundo, quien ha sido considerado como el último filósofo español original. El doctor don Luis Inglada Galiana, residente de "guardia" de Medicina Interna, compañero entonces del autor, le recibió en un pequeño "box" del Servicio de Urgencias. El ilustre paciente, que había sido intervenido años antes de un tumor intestinal por el jefe de Cirugía, doctor don Carlos Moreno, fallecía al poco de su ingreso víctima de una violenta e incoercible hemorragia intestinal. Horas antes, desde su domicilio, avisaron a su íntimo amigo, don Luis, quien dispuso, acompañó y organizó el traslado y la primera asistencia del ilustre y controvertido don Xavier Zubiri Apalategui. Don Diego Gracia Guillén, que veintidós años después leerá el discurso necrológico de don Luis en la Real Academia de Medicina, también se encontraba entre los presentes en aquella triste hora. Zubiri, donostiarra; y Cifuentes, madrileño, mantenían una amistad entrañable y leal de más de medio siglo; sus respectivas esposas, doña Carmen Castro y doña Irene de Castro, igualmente. Ambos se admiraban sinceramente. En Zubiri latía la Filosofía desde Kant hasta Heidegger y Husserl pasando por Unamuno y Ortega, su venerado maestro. Una trayectoria vital compleja, a veces turbulenta, pero siempre con el insobornable compromiso de la consecuencia intelectual.

En Cifuentes, la Urología moderna, aprendida y aprehendida, podemos decir, casi hereditariamente, desde Guyón, "el patrón", y su sucesor, el ilustre español de Cuba don Joaquín Albarrán (Hospital Necker), de Marion (Hospital Lariboisiére) y de Legueu (Hospital Tenon), maestros franceses de su propio padre, don Pedro Cifuentes Díaz (18801960). Los amigos pasaron ambos por Friburgo a finales de los años veinte, el filósofo cerca del gran Heidegger en la Facultad de Filosofía; el entonces estudiante de Medicina con el profesor Hofman en el Instituto de Fisiología, animado por don Carlos Jiménez Díaz (1898-1967), de quien era alumno interno en la Facultad de Medicina de Madrid. Posteriormente, en el Berlín de los años treinta, Zubiri cerca de Schódinger, el joven Cifuentes del profesor Alexander von Lichtenberg que en el Hospital St. Edwig perfeccionaba la técnica urográfica. Un Berlín en pleno auge del nacionalsocialismo que a la postre derivará en la II Guerra Mundial. Vidas casi paralelas, no obstante los casi diez años de edad de diferencia entre los dos. La amistad se elige tanto como es elegida recíprocamente. Amistad desinteresada, pues la verdadera amistad lo es por naturaleza; amigos intelectualmente próximos, no obstante la manifiesta complejidad intelectual de Zubiri, especulativa, y la práctica, directa y científica de Cifuentes, pero ambas enraizadas en un mismo origen ético y moral. Enterados algunos por la dolorosa circunstancia de la muerte de Zubiri del vínculo fraternal que a ambos personajes unía, despejar la incógnita de quién era don Luis Cifuentes Delatte resultaba mucho más sencillo y sus conclusiones más admirables. Los dos venían de la fuente original y generatriz del 98, de las minorías ilustradas del conocido como "medio siglo de oro", del compromiso con la modernización de España desde la creación y el activismo laborioso y fecundo. Que Zubiri y Cifuentes se eligieran amigos, se frecuentaran sin intermitencias a lo largo del tiempo y recíprocamente se admiraran, es testimonio por sí mismo de la talla y el fuste de ambas personalidades, que curiosamente se formaron con aprovechamiento durante sus determinantes años escolares en los "liberales" colegios marianistas: Zubiri en el donostiarra Colegio Católico de Santa María y Cifuentes en el madrileño del Pilar. Don Luis regaló a su buen amigo un ejemplar de su primera gran obra "Cistitis y Cistopatías" (Editorial Paz Montalvo. Madrid), que se conserva en la biblioteca de la "Fundación Zubiri" (Signatura B041) con su correspondiente dedicatoria manuscrita: "Para Xavier y Carmen, con todo cariño, este manual de interioridades más o menos nutridas. Luis. 6 de Noviembre de 1947".

En 1970 -téngase en cuenta las circunstancias políticas del momento y el concepto y calificación de Zubiri por determinados círculos del Régimen- unió su pluma científica a la de otras figuras en el segundo gran homenaje que la intelectualidad española brindó al maestro: "Homenaje a Zubiri" (Vols. I y II. Editorial Moneda y Crédito. Madrid. 1970), y en 1978, en las páginas del extinto diario "YA" con motivo del octogésimo aniversario del filósofo, un artículo glosando aspectos de su personalidad: "La sencillez de Zubiri" (Diario YA. 3 de Diciembre de 1978. pp 67). Acaecido el fallecimiento del amigo, en el mismo diario publicó don Luis el artículo titulado "Las dos últimas lecturas de Zubiri" (Diario YA. 24 de Septiembre de 1983. p 5). Bien conocía el urólogo al filósofo, a quien intervino quirúrgicamente su adenoma de próstata, y en cuya reciente y documentadísima biografía actualizada se registran específicamente nueve referencias a don Luis en su índice onomástico y algún que otro curioso documento fotográfico (6). A los pocos años de la muerte de Zubiri, una vez disuelta la Fundación Cultural del Banco Urquijo, don Luis será designado miembro vocal de la madrileña "Fundación Xavier Zubiri" (constituida el 17 de abril de 1989), y al frente de la misma, precisamente, don Diego Gracia Guillén, su Director.

Como todo hombre comprometido con su tiempo, fue don Luis persona de espíritu cultivado e ilustrado en otras áreas del saber, aparentemente ajenas a su profesión. No un simple técnico sobresaliente en su especialidad, un "operador" práctico y seguro, monográfico y unidireccional, sino un médico con acusados rasgos humanistas y cultos. Se escribió "aparentemente ajenas" pues, verdaderamente, ningún conocimiento que nos aproxime al hombre y a su alma, a las infinitas facetas y posibilidades del "ser", a su evolución histórica, a todas las diversas y heterogéneas expresiones humanas, a nuestra inmediata realidad, a la sociedad en que nacimos y vivimos y a nuestros arcanos orígenes, complejos itinerarios e inciertos destinos, es ajeno, ni debería dejar de serlo, al universitario en la más amplia acepción de tal palabra. Conocer al hombre para atender mejor al hombre cuando enferma, globalmente; no tratar solamente la enfermedad o intervenir sobre el órgano como excluido del individuo, sin definición: "un cólico"; "una próstata"; "una nefrectomía"; "una retención", expresiones simplificadas hasta el minimalismo, que si válidas en la intimidad y confianza profesional de la sala de sesiones, del parte de guardia o de las habitaciones de descanso del quirófano, no pueden extrapolarse en ningún caso, por rutinario que sea, al ejercicio y práctica profesional.

Don Luis escribía mejor que se expresaba verbalmente quizá por causa, o consecuencia, de la misma dislalia que padeció; textos científicos pero sin embargo plenos de amenidad, tal vez en compensación a su congénito inconveniente, excelentemente redactados por ser minuciosamente corregidos sintáctica y gramaticalmente, adjetivados y puntuados con precisión, todos bien estructurados y rematados, que prueban su dominio gramatical de la lengua castellana, hoy día cada vez menos común.

Quizá por elegancia o por no ser jactancioso, desestimó escribir su autobiografía, pero muchos de sus trabajos los salpicó con interesantes notas personales que permiten al lector interesado penetrar en sus inquietudes. Así, por ejemplo, con motivo de la celebración del quincuagésimo Congreso Nacional de Urología (Tenerife. 1985), a don Luis se le solicitó reseñara alguno de sus recuerdos (7), lo cual aceptó decidiéndose a publicar unas páginas que dedicó a rememorar a su asistencia al Congreso Francés de Urología celebrado en 1930 en París, contando por entonces solamente veintitrés años, y a su participación en el Congreso Hispano-Portugués de Coimbra de 1932. En ellas, entre otras, nos ofrece el doctor Cifuentes noticia y descripción en primera persona de figuras históricas de la Urología, como el profesor Marion, con quien almorzó en compañía de su propio padre e introductor en la sociedad urológica, don Pedro.

De Octave Pasteu, gran cistoscopista, discípulo que fuera de Guyon; de los compatriotas urólogos don Leonardo (1875-1957), también discípulo de Albarrán y primer catedrático de Urología desde que en 1920 fuera creada la Cátedra (8) y don Alfonso de la Peña (1904- 1971), su hijo y sucesor docente a partir de 1958, elogiando su Ponencia versada en el reflujo urinario y que tenía como base los recientes estudios realizados por don Alfonso en la Clínica Mayo de Rochester. De un Paris que se le reveló tan bello en otoño, de la universitaria y emblemática Coimbra, de la vinícola y verde Oporto, del paisaje luso de la comarca de Tras-Os-Montes en que se levanta la ciudad y balneario de Vidago, de la señorial y atlántica Estoril y el Sagrés de don Enrique el Navegante: nos trasmite, en resumen, su sensibilidad y personal admiración hacia Portugal, de las gloriosas páginas escritas por la nación hermana y del carácter respetuoso de los portugueses, lamentándose de la poca "lusofilia" que, según su opinión, caracteriza al español en general, y que él, como muchos, no compartía, sino todo lo contrario.

En el mismo artículo, aprovecha cuando trae a la memoria sus recuerdos del alemán doctor Stutzin para ofrecer algunos breves retazos de sus impresiones a su llegada a Berlín en febrero de 1933 "todavía humeantes las ruinas del Reichstag y resonante de la marcialidad de las Fakelzug", cuando, invitado por su anfitrión, precisamente Stutzin, en su domicilio, mientras tenía lugar la amena tertulia semanal cuyo tema aquella tarde versaba sobre la literatura lírica contemporánea sueca, su amigo, en un aparte, le confesaba con lágrimas en los ojos que, por ser "tachado de hebreo", según sus propias palabras, se encontraba en el doloroso trance de tener que abandonar Alemania por estar señalado y perseguido, todo lo cual pudo perfectamente corroborar como cierto y de manera tristemente evidente don Luis en la sesión de la sección berlinesa de la Sociedad Alemana de Urología. Cifuentes, nos cuenta, telefoneó a Stutzin, pero, prosigue con la tristeza indisimulada que aquéllos recuerdos le despertaban, no pudo despedirse de él pues efectivamente había huido ya a Chile. Fiel a sus maestros, don Pedro, su padre en primer lugar; el cirujano don Plácido González Duarte (1897-1986) y don Carlos Jiménez Díaz, siempre que se terció la ocasión les reconoció públicamente su agradecimiento.

Don Luis, como su padre (en 1929), don Leonardo de la Peña (en 1930) y don Alfonso (en 1968), ingresó a su vez en la Real Academia Nacional de Medicina en 1972 como numerario, declamando en su discurso una lección magistral sobre "Estructura, origen y desarrollo de los cálculos renales", no sin en el preámbulo dejar de recordar aquella tarde del mes de diciembre en la que tuvo el honor y la doble satisfacción, como hijo y discípulo, de asistir a la solemne sesión en que su padre fue recibido en la ilustre Corporación, y de dedicar palabras de elogio a su propio antecesor, don Alfonso, así como a don Carlos Jiménez Díaz.

Desde su ingreso, asistió y participó regular y activamente en la Academia (Tabla I), y hoy, releyendo alguno de los textos de sus intervenciones es posible a partir de los mismos fundamentar el conocimiento de algunas circunstancias de su vida, particularmente del titulado "Aprendizaje de la Cirugía Endoscópica" (1993) las motivaciones que alentaron su viaje a Norteamérica en el año de 1946, las vicisitudes que se le presentaron, el positivo impacto y laboriosidad que apreció en la sociedad americana comparada con la española de entonces y el desarrollo de su estancia discente junto a Nesbit en Ann Arbor, Flocks en Iowa y el equipo urológico de la clínica Mayo en Rochester, donde naturalmente le sorprendió que éstos últimos exclusivamente estuvieran autorizados institucionalmente a realizar estudios especiales de diagnóstico y operar solamente por vía endoscópica.

La adquisición en Nueva York del necesario instrumental reseccionista, ópticas y generadores, y la implantación metódica de la novedosa técnica en el Servicio de Urología del Hospital de la Beneficencia del Estado (La Princesa), cuya jefatura ostentaba su padre desde 1910. Arduo aprendizaje por razón de la rudimentaria calidad tecnológica de los aparatos y de su propia y personal ejecución, casi hermética, que impedía ser contemplada en todas sus fases, ayudada, compartida o dirigida, comparada con la evolución de la misma por la fecha en que redactó su artículo, cuando las potentes fuentes de luz y las fibras ópticas, asociadas a la cámara de televisión, monitores y video-grabadores posibilitaban ya un eficaz, cómodo y rápido aprovechamiento docente.

En su imprescindible y todavía actual "Cirugía Urológica Endoscópica" (Editorial Paz Montalvo. 1ª Edición: 1961; 2ª Edición: 1981. Madrid), vertió todo su extenso conocimiento magistral de una técnica que dominó y de la que él mismo confesó sinceramente, "era la más apta para mi manera de ser y mis condiciones personales". En su "Elogio del doctor don Plácido González Duarte" (1995), que será su última intervención en el Aula de la Academia que preside la efigie del monarca que auspició esta Corporación en 1734 como Real Academia Médica Matritense, Felipe V de Borbón, don Luis reivindica a su amigo y maestro quirúrgico sus dotes como cirujano, su republicanismo liberal militante, el Madrid de la Guerra Civil y el Hospital de Guerra en que se había trasformado el colegio marianista del Pilar, el 5º Regimiento del general don Enrique Líster formado en el paseo de la Castellana y el Madrid de la entrada victoriosa del ejército nacional.

Admira caballerosamente la digna actitud bélica de un pelotón derrotado y rendido en la calle de Cea Bermúdez y relata su propia intercesión, la de su padre y la del profesor Jiménez Díaz con objeto de liberar a su maestro y querido amigo de la Embajada de Colombia donde había buscado refugio cautamente en razón de su ideología. Don Luis demuestra su agradecimiento y lealtad sin importarle las eventuales consecuencias que tal conducta hubiera podido acarrearle, su liberalismo y respeto por los fundamentales Derechos del Hombre; así como también, en contraste, superado ya el vendaval de la Guerra Civil (1936-1939), las reuniones musicales en el domicilio del cirujano, culto y aficionado a la pintura, donde en una ocasión, el Cuarteto Clásico Madrileño que tres o cuatro veces al año actuaba para un selecto auditorio, interpretó una pieza de Brahms en cuya partitura don Luis, siempre curioso, al hojearla encontró la siguiente dedicatoria "Theodor Billroth gewidmet" (dedicada a Teodoro Billroth): una obra musical dedicada por el maestro al gran cirujano y profesor alemán... ¡interpretada precisamente en la propia casa de un eminente cirujano español¡.

Como a Zubiri, fue Cifuentes quien también intervino quirúrgicamente al doctor Duarte el adenoma prostático que padecía, por vía abierta, practicándole una adenomectomía retropúbica Millin, y como no deja de ser extrañamente frecuente en los casos en que cirujano y paciente se encuentran vinculados más allá de la exclusiva relación profesional, hubo de reoperarle a consecuencia de un pertinaz sangrado proveniente de un insignificante, pero impertinente, vasito arterial cervico-capsular.

El doctor Cifuentes vivió en un tiempo, hoy periclitado, en el que la sociedad aún no se había "proletarizado" y en la que se mantenían las clases sociales o "sociedades parciales" pero sin caer en el "señoritismo", tentación de su época que si se le presentó, rechazó con energía, entendiéndose conceptualmente tal como el hacer las cosas a medias, mediocremente, sin entusiasmo, confortablemente, por inercia, privilegiadamente. Al ¿quién?, debemos añadir ahora el ¿qué?; ¿qué fue don Luis?: Urólogo, porque ejerció su profesión a conciencia, plena y fecundamente; porque, tal vez sin necesitarlo perentoriamente, vivió de y para ella, lo cual incrementa todavía más su mérito. Pero aquéllas "clases sociales" no siempre eran sinónimas de determinadas condiciones económicas o profesionales y por "proletarización" debe colegirse la pérdida de la forma social con independencia del grupo social a que afecte, en definitiva, la indefinición.

Una sociedad en la que no todo está previsto permite al individuo ejercer su vida en libertad. Inversamente, puede conducir a un aparente cómodo conformismo y delegación o sometimiento del individuo a las instituciones. Cuestiones éstas de raíz orteguiana, después ampliadas por muchos de sus discípulos y más concretamente por don Julián Marías (1914-2005) en su "La estructura social. Teoría y Método" (Sociedad de Estudios y Publicaciones. Madrid. 1955) y, anteriormente, en páginas de su "Historia de la Filosofía" (Edit. Revista de Occidente. Madrid. 1941), obra prologada por el mismo Zubiri y epilogada por don José Ortega y Gasset (1883-1955). Pocas coincidencias, escasos nexos de conexión entre la sociedad, la Medicina y la Urología de entonces con la actual, que de ser entonces una profesión "liberal", "personal", "magistral", ha transitado hacia lo "funcionarial", "institucional" y "social", promoviéndose casi exclusivamente la capacitación técnica para resolver eficazmente los procesos; es decir, simplificándose los contenidos por su racionalización y homogenización, y a los profesionales por la vía del igualitarismo. Valga para poner de manifiesto, sin otras reflexiones, el "tiempo viejo" frente al "tiempo nuevo" y emplear lo más acertadamente posible en el actual la herencia legada, no sólo del doctor Cifuentes, sino la de todos los que nos han precedido. Diferente realidad contemporánea que no obsta, sino al contrario, para perseverar en la innovación, en la creación y el desarrollo.

Este es, en síntesis, el ejemplo de don Luis y el de otros muchos como él: la dedicación entusiasta, la curiosidad permanente, la progresión constante, la preocupación responsable, la labor infatigable, tanto valiéndose y aprovechando las condiciones favorables como luchando enérgicamente, con las armas de la cultura, la inteligencia y el trabajo, cuando a ello las circunstancias de los tiempos obligan, para vencer las adversas: el ejemplo fructífero de las que debieran ser las principales obligaciones del hombre en todo tiempo y lugar.

 

Bibliografía y lecturas recomendadas (*lectura de interés y **lectura fundamental)

1. "Sesión Necrológica en Memoria del Excmo. Sr. D. Luis Cifuentes Delatte". Anales de la Real Academia Nacional de Medicina, 122: 251, 2005.        [ Links ]

2. VELA NAVARRETE, R.:. "Monográfico dedicado al doctor don Luis Cifuentes Delatte". Actas Urológicas Españolas, 30: 1, 2006.        [ Links ]

3. GARCÍA CUERPO, E.: "Clínica Nuestra Señora de la Concepción". Historia Biográfica y Bibliográfica de la Urología Española en el Siglo XX. Maganto Pavón, E y Pérez Albacete, M., editores. Oficina de Historia de la Asociación Española de Urología. Edicomplet. Madrid, pág. 251-255, 2002.        [ Links ]

4. CLEMENTE RAMOS, L.: "Hospital Universitario de la Princesa". Historia Biográfica y Bibliográfica de la Urología Española en el Siglo XX. Oficina de Historia de la Asociación Española de Urología. Edicomplet. Madrid, pág 278-281, 2002.        [ Links ]

5. MARÍAS, J.: "Gregorio Marañón". Los Españoles, Edit. Revista de Occidente. 2ª Edición. Madrid, pág. 191-200, 1963.        [ Links ]

6. COROMINAS, J.; VICENS, J.A.: "Xavier Zubiri. La soledad sonora". Taurus / Santillana Ediciones Generales. Madrid, 2006.        [ Links ]

7. CIFUENTES, L.: "Mi primer Congreso". Actas. Urol. Esp ., Vol. Extra, pág. 9-12, 1985.        [ Links ]

8. MAGANTO PAVÓN, E.: "Leonardo de la Peña Díaz (1875-1957) y la fundación de la primera Cátedra de Urología en España". Arch. Esp. Urol., 55: 9, 2002.        [ Links ]

 

 

Dirección para correspondencia:
Juan José Gómiz-León
Servicio y Cátedra de Urología
Hospital Clínico Universitario San Carlos
Prof. Martín Lagos s/n.
28001 Madrid. (España).
gomizjj@hotmail.com

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