SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número86Industria Farmacéutica y PsiquiatríaEficacia de la rehabilitación cognitiva en la esquizofrenia: una revisión índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versión On-line ISSN 2340-2733versión impresa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq.  no.86 Madrid abr./jun. 2003

 

HISTORIA

 

Lou Andreas-Salomé, algo más que una coleccionista de genios

Lou Andreas-Salomé, someone beyond a geniuses collector

 

 

Reyes Vallejo Orellana, Antonio Sánchez-Barranco Ruiz

Universidad de Sevilla

 

 


RESUMEN

Lou Andreas-Salomé ha pasado de puntillas por la historia del psicoanálisis, resaltándose más que nada su papel de amante de grandes figuras de principios del siglo pasado o sus escritos literarios. No se ha solido dar gran valor a sus aportaciones psicoanalíticas, las cuales sibien no fueron de extraordinario valor, sí merecen un lugar digno en el recuerdo. Por ello, tratamos de recoger en este trabajo,además de un esbozo de su biografía, las ideas psicoanalíticas de mayor prevalencia de esta bella rusa, particularmente las referidas al narcisismo y a la sexualidad femenina.

Palabras clave: Andreas-Salomé, narcisismo, sexualidad femenina.


ABSTRACT

Lou Andreas-Saloméhas been always considered a mino rcharacter in the history of Psychoanalisys. For the most part, she is remembered by her role as a lover of major figures of the beginning of the past century as well as by her literature writings yet not by any of her psychoanalytic contributions. These contributions, even though not of a great value, are worth of attention. In this work we attempt to briefly review her biography as well as to present some of her main psychoanalytic ideas, specifically those about narcisism and female sexuality.

Key words: Andreas-Salomé, narcisism, female sexuality.


 

Introducción

La reputación que va unida al nombre de Louise (Lou) Andreas-Salomé (1861-1937) debería proceder de su interesante obra literaria y en menor grado de su contribuciones psicoanalíticas, dejándose al margen sus asuntos amorosos con hombres más o menos importantes, como fueron Friedrich Nietzsche, Rainer Maria Rilke, Poul Bjerre y Viktor Tausk. Lugar aparte merece la persona de Sigmund Freud, con el que existió una relación de admirada alumna al maestro y de respetuosa y profunda amistad por parte de éste a ella. En todo caso, no es adecuado considerar a Lou como una mera coleccionista de genios, pues ello es una falacia, como puede comprobarse cuando se profundiza en su biografía y en sus logros profesionales.

En efecto, Liola, disminutivo ruso de Louise que con 17 años cambió por Lou, ya que uno de sus protectores y amigos, el holandés Hendrik Gillot era incapaz de pronunciar aquel nombre (1), fue una notable psicoanalista y una valiosa escritora, simbolizando la lucha por trascender convenciones y tradiciones en cuanto a modos de vida femeninos, y, aunque se relacionó con grandes intelectuales varones, supo mantener su personalidad e identidad propia, sin ser engullida por ellos, representando de este modo el compromiso de la mujer moderna (2).

Andreas-Salomé accedió algo tarde al psicoanálisis, pues contaba con cincuenta y un años de edad cuando tuvo su primer contacto con este saber, al que no sólo consideró como un sistema teórico capaz de dar adecuada cuenta de la vida humana y una profesión en la que poder asentarse definitivamente para adquirir una suficiente autoestima y un sentido a su vida, sino sobre todo como una causa a la que dedicarse por entero.

Dado que no se ha solido dar a esta pionera del psicoanálisis su genuino valor, en este trabajo nos vamos a ocupar de los rasgos más notables de la biografía de Lou Andreas-Salomé, así como de su aportación como psicoanalista y como escritora literaria, donde se ocupó en muchas ocasiones de temas muy relacionados con la psicología, como fueron sus ensayos sobre el amor femenino y sus novelas donde propiciaba el papel de una mujer liberada de las convenciones tradicionales.

 

Una adolescente rebelde

Liola (Lou) von Salomé nació en San Petersburgo, capital entonces de la Rusia Imperial, el 12 de febrero de 1861, justamente cuando en su país acababa de abolirse la esclavitud (3). Gustav von Salomé, el padre, era un militar ruso de ascendencia franco-germana, y Louise Wilm, la madre, era hija de un rico fabricante de azúcar, de raigambre germano-danesa. La familia estaba compuesta por el matrimonio y seis hijos, desenvolviéndose dentro de un alto nivel socio-económico. Liola era la benjamina y la única chica, contándose que la madre había deseado otro varón cuando estaba embarazada de ella, a diferencia del padre que quería una niña. Quizás por ello las relaciones de Lou con su padre fueron bastante tiernas y positivas, pero no así con su madre, que siempre le mostró una actitud fría y distante. En cuanto a sus hermanos, dos fallecieron pronto, siendo Liola tratada por los restantes como la hermanita pequeña, lo que a ella le desagradaba profundamente.

Tras la muerte del padre en 1879, el hermano mayor, Alexander (que era conocido como Sacha), fue designado como cabeza de familia, actuando con mucha generosidad respecto a Lou durante una serie de años. En correspondencia, cuando ésta escribe Mirada retrospectiva (4) tiene palabras llenas de ternura para Sacha y también para sus otros dos hermanos, Robert y Eugen. Así mismo tiene recuerdos muy cariñosos cuando se refiere a Njianna, su ama rusa, mujer dulce y hermosa de la que aprendió el amor por Rusia.

El ambiente culto y lujoso en que Lou se crio sirvió sin duda para potenciar su lúcida y rica fantasía, inventando extraordinarias aventuras en las que involucraba a personas de su entorno cercano. Dentro de esas fantasías infantiles, Dios ocupaba un papel central, creando con Él una relación de carácter personal, al modo protestante, sin tener ello nada que ver con los modos de culto del pueblo ruso (5). Sin embargo, siendo aún muy pequeña, perdió la fe en su Dios, aunque cuando ya había cumplido setenta años le dijo a Freud en una ocasión que el problema de la fe seguía ocupando su mente (6).

La etapa escolar le resultó a Lou Salomé muy aburrida, asistiendo inicialmente a una escuela primaria particular que seguía el modelo inglés, cursando la segunda enseñanza en el Peter-Gymnasium prácticamente como alumna libre. Siendo una jovencita, y en su búsqueda de personas valiosas que le pudieran enseñar cosas de interés, contactó con el prestigioso clérigo Hendrik Gillot (1836-1916). Éste, que despreciaba a Rusia, era muy diferente al pastor Hermann Dalton, de la Iglesia Evangélica Reformada, que la preparaba para la Confirmación cuando Lou contaba diecisiete años. Por entonces mostraba un abierto rechazo por todo lo religioso, hasta el punto de estar dispuesta a no confirmarse y separarse de la Iglesia, con gran disgusto de su madre. La confirmación era, sin embargo, un trámite esencial en la Rusia de aquella época, hasta el punto que no se podía sacar el pasaporte sin ese requisito religioso, cosa que ella deseaba para poderse ir a estudiar a Zúrich. A diferencia de Dalton, Gillot era una persona brillante, culta y fascinante (era preceptor de los hijos del zar y pastor adjunto en la embajada holandesa de San Petersburgo), por lo que fue aceptado por Lou como responsable de su formación religiosa para la confirmación. Éste, en todo caso, en vez de proporcionarle tal enseñanza, se ocupó, entre el invierno de 1878 y la primavera de 1879, de iniciarla en el conocimiento de historia comparada de las religiones, de filosofía (leyó junto a ella a Kant, Kierkegaard, Rousseau, Voltaire, Leibniz, Fichte y Schopenhauer) y de literatura clásica francesa.

Con el fin de obtener el pasaporte, Lou aceptó a regañadientes que Gillot le arreglara el asunto de la confirmación, consiguiendo el oportuno certificado en una ceremonia íntima celebrada en mayo de 1880 en una pequeña iglesia de una aldea de Holanda, donde aquél ejercía. Allí fue acompañada por su madre que no entendió lo que decía Guillot, quien pronunció casi una fórmula nupcial, expresando de esta forma el amor que profesaba a Liola: No temas, porque yo te he elegido, yo te he llamado por tu nombre: mía eres (4). Liola juró ser un miembro fiel de la Iglesia de Cristo y desde ese instante fue conocida por Lou y no por el anterior nombre ruso.

Sin embargo, la relación con Gillot, que se había enamorado de ella, tuvo que romperse, ya que era un hombre casado y con dos hijos. Ello precipitó la decisión de irse a Zúrich con el fin de poder seguir estudios universitarios, dado que era uno de los pocos lugares europeos donde se aceptaban a las mujeres para tal fin. En septiembre de 1880, llegaban a tal ciudad austriaca la ya viuda del general Salomé (el esposo había fallecido el 11 de febrero de 1878) y su hija Lou de diecinueve años, que aceptó a regañadientes la vigilante compañía de aquélla, pues su único proyecto era estudiar, lo que llevó a cabo con varios de los más destacados profesores zuriqueses, uno de los cuales fue el teólogo protestante Alois Emanuel Biedermann (1819-1885), con el que se formó en dogmática, historia general de la religión desde una perspectiva filosófica, lógica y metafísica. El 7 de julio de 1883 Biedermann le envió la siguiente carta a la viuda de von Salomé, refiriéndose a su hija (4):

Desde el primer momento en que la conocí me interesé cordialmente por la vida espiritual de la insólita muchacha, y ella también me correspondió con una confianza que yo supe apreciar plenamente, y que me he empeñado por merecer y corresponder, intentando, según mi leal saber y entender, ejercer un influjo sano y sobrio en la dirección de su empeño intelectual. (...) Su señorita hija es un ser femenino de especie extremadamente poco común: de infantil pureza y salud de la mente y, al mismo tiempo, de una dirección de espíritu y una independencia de la voluntad nada infantiles, casi no femeninos, y en ambas cosas un diamante (...).

Como puede inferirse, Lou era admirada y temida, ya que muchos la encontraban demasiado independiente para ser mujer y por su juventud, criticándole su falta de interés por los temas entonces tenidos por femeninos; otros la calificaban de exageradamente egocéntrica y le reprochaban la indiferencia que mostraba respecto a los sentimientos que despertaba en los demás, diciendo que su vitalidad era demasiado cerebral y su voluntad muy varonil (3).

La formación intelectual que Lou había emprendido se vio cortada de repente por la tuberculosis, la enfermedad de la época. Así, en enero de 1882, con el fin de recuperarse, ella y su madre se desplazan a Roma, buscando un mejor clima que el suizo (4). En Italia, se vio envuelta en una serie de acontecimientos propiciados por Malwida von Meysenbug (1816-1903), una notable figura del feminismo alemán, que entonces contaba sesenta y cinco años de edad y que reunía en su casa a muchos intelectuales y artistas destacados. Lou había sido recomendada a Malwida por el profesor Gottfried Kinkel, su maestro en historia del arte, siendo acogida con gran cordialidad en su casa romana de la Via della Polveriera, facilitándole el conocimiento de algunas de las importantes personas que visitaban su grupo, como los filósofos Paul Rée y Friedrich Nietzsche, con quienes Lou llegó a establecer una especie de ménage à trois intelectual, grupo de estudio que llamaban en broma la Trinidad (7). Al conocer este plan, la madre intentó convencer a su hija para que ambas regresaran a San Petersburgo en la primavera de 1882, pero no pudo conseguirlo y Lou siguió viajando, con estancias más o menos largas en Lucerna, Zúrich, Hamburgo, Stibbe, Tautenburg (un pueblecito de Turingia, donde pasó un mes con Nietzsche, con la indignación de Elisabeth, la hermana de éste), Léipzig, Berlín (donde vivió una temporada con Paul Rée y se relacionó amorosamente con el sociólogo Ferdinand Tönnies y el psicólogo Hermann Ebbinghaus), Viena, etc.

La vida que Lou Salomé llevaba resultaba escandalosa para la gente conservadora de la época, como era el caso de los miembros de su propia familia. Quizás para tranquilizarlos, y para hacerles ver que se ocupaba de cosas serias, escribió y publicó (bajo el seudónimo de Henri Lou) la novela En lucha por Dios (1885), una prefiguración de sus futuras narraciones y ensayos, que redactó en el verano de 1883 en el balneario austriaco de Gries-Meran, donde pasaba las vacaciones con Paul Rée. En tal obra se muestran recuerdos infantiles, la cuestión del significado psicológico de la religión, la posición problemática de la mujer de su tiempo, las complicaciones del amor, la separación de la familia y el significado de lo artístico, abordándose el curso de la vida y el calvario del hombre moderno, cuya individuación no puede ser ya comprendida por la religión y la moral tradicionales (2). La novela es, por otro lado, la justificación de la pérdida de la fe por el conflicto con el pensamiento racional.

Poco después, Lou y Paul dejaron de vivir en la misma casa, viéndose sólo los fines de semana, acabando definitivamente sus relaciones afectivas en torno a la primavera de 1887. Años después, el 28 de octubre de 1901, Rée moriría despeñado, posiblemente en un acto suicida, en Celerina (Oberengandin). Tras romper con Rée, apareció en su vida el que llegaría a ser su esposo, Carl Friedrich Andreas (1846-1930), el más competente iranista de su época, que alcanzó la cátedra de Lengua Persa y Lengua Turca en Berlín y luego de Filología Iranista y de Lenguas del Asia Occidental en Gotinga. Empezaron a convivir en junio de 1886, después de ocho meses de dudas y enfrentamientos, y ello bajo un chantaje de Andreas, que intentó suicidarse ante Lou para obligarla a casarse con él, clavándose una navaja en el pecho, que afortunadamente se rompió antes de alcanzar el corazón. La boda civil tuvo lugar en 1887 en San Petersburgo y la ceremonia eclesiástica en Santpoort (Holanda), con el oficio de Hendrik Gillot. En Mirada retrospectiva (4), Andreas-Salomé dedica un cariñoso capítulo a su esposo, con el que se sabe que no llegó a consumar el matrimonio, viviendo cada cual su vida, incluso en pisos distintos de la casa de Gotinga, hasta el punto que Andreas tuvo en 1905 una hija con la señora que cuidaba del hogar, Marie Stephan, que compartía la planta baja con él. Tras el asentamiento en Gotinga, a partir del otoño de 1903, Lou Andreas-Salomé viajó por toda Europa, aunque siempre tenía tal ciudad alemana como punto fijo de referencia, lugar donde estaba el domicilio familiar, en el que se vivían difíciles situaciones en la pareja, que en más de una ocasión se plantearon el divorcio o el suicidio de ambos (4).

En su búsqueda de autonomía, Lou obtenía dinero por medio de sus artículos y libros. En uno de ellos, Personajes femeninos de Henrik Ibsen, publicado en 1892, plantea la cuestión de la necesidad de libertad y sus soluciones en mujeres prisioneras de variadas circunstancias. Éste, como otros trabajos literarios, le dio un halo notable de prestigio entre cierto público, que compraba sus obras y las convertían en éxitos editoriales. Entre su producción de esta época pueden destacarse también los libros Friedrich Nietzsche en su obra (1894) (hay traducción española) (8), Ruth (1895), De un alma extraña (1896), Fenitschka: Una divagación. Dos narraciones (1898) (hay traducción española) (9), Hijos de los hombres (1899), Ma. Un retrato (1901) y Zona crepuscular. Cinco historias de la vida del alma de las mujeres (1902), así como numerosos artículos y relatos breves, como Vuelta al universo (1899).

Por la importancia que Nietzsche tuvo para la vida de Lou, merece la pena hacer algún breve comentario de la obra dedicada a este filósofo (8). Aquí ella describe la producción filosófica de Nietzsche como una manifestación de su personalidad, mostrando además que aporta lo típico de un intelectual en tiempos de transición cultural, con el habitual desmoronamiento del orden establecido. Divide el pensamiento nietzschiano en tres fases: la primera centrada en la metafísica de la estética wagneriana-schopenhaueriana, la siguiente en la perspectiva del racionalismo positivista y la última en la apoteosis de sí mismo, camino que fue emprendido por la pérdida de la fe en Dios y la emoción ante la muerte de Éste. Y si Dios había muerto, nada ataba al hombre a lo trascendente, nada lo liberaba de la urgencia y del riesgo de la autodeterminación: el hombre, en su soledad, tenía que inventar lo bueno y lo malo, así como justificarlo y soportarlo (2).

El 12 de mayo de 1897, Lou conoce en Múnich a Rainer Maria Rilke (1875-1926), personaje que sería fundamental en su vida afectiva e intelectual. Rilke, que contaba entonces veintidós años de edad, la ve no sólo como su gran amor, sino sobre todo como su amiga y su confidente (3), aunque quizás el principal papel que Lou jugó en la vida de Rilke fue el de terapeuta. Hasta su muerte causada por una leucemia, en diciembre de 1926, Rilke se aferró a ella como un náufrago, utilizándola como un lazarillo para tener a raya sus angustias y sus fobias, aunque había dejado todo contacto propiamente erótico a partir de 1901, poco antes de que contrajera matrimonio con Clara Westhoff.

En el verano de 1902, tras la muerte de Paolo Rée, Lou Andreas-Salomé entró en una fuerte crisis psíquica, que fue tratada por el que sería otro de sus amores a lo largo de varios años, el doctor Pineles (al que en su intimidad llamaba Zemek). Se trataba de un joven médico internista vienés, con el que pasó ese verano en Kärnten y el Tirol, gozando del maravilloso paisaje alpino. El tratamiento surtió efecto, recuperándose de su depresión, pero Lou quedó embarazada. La pareja se planteó contraer matrimonio tras el divorcio de ésta, aunque sabía que su marido jamás le concedería la libertad, trámite imprescindible en la época. El caso es que perdió el hijo, según ella por efecto de una caída cuando cogía manzanas de un árbol, aunque al parecer se trató de un aborto voluntario (3).

Al inicio de la década de 1910, aparece un nuevo libro de Andreas-Salomé con el título de El erotismo (10), obra de setenta páginas, donde el tema central es la sexualidad femenina, o mejor el eterno femenino, con un discurso convincente desde un enfoque cercano al psicoanalítico, al que aún no había accedido. Esta obra es un canto progresista al amor libre y a la infidelidad, lo que quizás era una especie de construcción defensiva frente su propia vida. Según Lou, la sexualidad ha de entenderse como una necesidad puramente fisiológica, como el comer o el beber, una necesidad arraigada en procesos corporales estrictamente vegetativos, una fuerza animal, aunque en el ser humano se añada, en ocasiones, una idealización romántica que puede convertir el sexo en amor, pero donde lo que late en el trasfondo es el deseo de prolongar las sensaciones sexuales. Pero como todos los deseos animales, sigue manifestando Andreas-Salomé, la sexualidad queda rápidamente satisfecha y exige variación, de forma que esta necesidad termina muriendo por saciedad; además, la repetición del acto sexual con una misma persona disminuye la tolerancia, destruye el encanto y empuja el deseo hacia la búsqueda de otras experiencias eróticas, de forma que la vida amorosa natural se basa en el principio de la infidelidad, para así poder seguir experimentando el elixir de la juventud (10). Estas ideas, que algunos enmarcan en una sexualidad libertaria, eran en todo caso una constante de la época, al menos en el ambiente intelectual, habiendo sido un gran defensor de la alternativa poligámica Otto Gros (1887-1920), un psiquiatra freudiano que fue tratado por Jung, al que sin duda influyó en su comportamiento sexual (11).

Por otro lado, Andreas-Salomé defiende en esa obra que el impulso sexual alienta el afán de la fusión completa en las células elementales, como las amebas, de forma que concepción, nacimiento, muerte e inmortalidad suponen el mismo proceso que se da en la fusión. Sin embargo, habida cuenta de la diferenciación celular del hombre, con una especialización específica dada por una serie de células y órganos sexuales, en nosotros el amor físico es una unión parcial, aunque tras ella siempre late el deseo a la búsqueda de la fusión total (10).

Finalmente, Lou coloca como aspectos diferenciados de una misma fuerza vital el amor sexual, la creación artística y el fervor religioso, pues en estos dos últimos estados también laten elementos eróticos: el símbolo de este triple aspecto de la fuerza vital es la mujer como amante, madre y virgen, la cual tiene grandes afinidades con el artista y el genio (10).

 

Gotinga, una referencia estable

Cuando en el otoño de 1903 Carl Friedrich Andreas (1846-1930), el esposo de Lou, obtiene la cátedra de Gotinga, la pareja compra su primera casa en las afueras de la ciudad, mansión que llamarían Loufried (la alegría de Lou), que estaba situada en una empinada ladera de Hainberg. Ella se instaló en el primer piso y su esposo en la planta baja, con su fiel ama de llaves Marie (donde también habitaría el hijo que ésta tuvo con Carl Friedrich). La llegada de aquel extraño grupo a Gotinga fue objeto de críticas y comidillas por parte de la gente conservadora del lugar, pero ni Carl ni Lou se dejaron influir, haciendo cada uno de ellos su peculiar vida hasta que sus convecinos terminaron por dejarlos en paz.

Por entonces, Zemek era el compañero de viaje de Lou en la mayoría de las ocasiones, época en la que visitó Noruega, España, Francia, Rusia, Alemania y los Balcanes. Cuando pasaba por Viena, su equipaje era enviado a la casa de Zemek, hasta que un día éste devolvió las maletas al hotel de Lou, cansado de los caprichos y de la independencia de ésta, rompiéndose definitivamente aquellas peculiares relaciones. El Dr. Pineles, Zemek, nunca se casó, llegando a ser una eminencia médica y falleciendo en 1936 (3).

 

Weimar, el encuentro con Freud

Tras la ruptura con Zemek, Lou se volvió a enamorar, esta vez del psiquiatra Poul Bjerre (1876-1964), al que había conocido en Estocolmo en agosto de 1911, con ocasión de una visita a la escritora Ellen Key, que era una pariente lejana de Bjerre, un hombre casado y quince años más joven que ella. Algunas de las impresiones que Bjerre ha dejado de Lou merecen la pena recogerse, pues matizan con precisión su personalidad narcisista (3):

Era una persona excepcional; esto se notaba enseguida. Poseía el don de hacerse cargo inmediatamente del modo de pensar de otra persona, en especial cuando la amaba (...) Recuerdo también que me sentí horrorizado cuando me habló del suicidio de Rée ¿Y no sientes remordimientos?, le pregunté. Ella se echó a reír y me dijo que los remordimientos eran síntomas de debilidad (...). Lou parecía indiferente por completo a las consecuencias que pudieran tener sus actos (...). Tenía una extraordinaria fuerza de voluntad y le producía una gran alegría triunfar sobre los hombres. Podía inflamarse, sí, pero sólo por un momento y con una pasión de singular frialdad (...). Sí, destruyó matrimonios y vidas humanas, pero, en lo espiritual, su proximidad resultaba fructífera, estimulante y hasta excitante (...).

Sostuvimos estrechas relaciones durante casi dos años y viajamos juntos (...). Pero cuando, en 1913, volví a verla en Múnich, había cambiado por completo, se había apartado de mí para seguir a Freud. Necesitaba un nuevo nombre para su colección: y estaba también el joven Tausk, que la amaba desesperadamente y que después se suicidaría (...). Tenía gran facilidad para las lenguas. Podría decirse que combinaba una extraordinaria intuición con una mente excepcional (...).

Me contó que había estado encinta pero que no pudo o no quiso ser madre (...). No podía sacrificarse, no podía entregarse por entero, ni siquiera en el más apasionado abrazo. Y no es que fuera frígida. Espiritualmente podía concentrarse en determinada persona, pero fundirse con ella, no. Tal vez consistiera en esto la tragedia de su vida...

Poul Bjerre fue quien la invitó y la acompañó al III Congreso Psicoanalítico Internacional que se celebró en Weimar del 21 al 23 de septiembre de 1911, presentándole a Freud. Lou quedó inmediatamente enganchada al psicoanálisis, mostrando una gran vehemencia por conocer con profundidad lo que era esta teoría, comportándose, a pesar de sus cincuenta y un años, como una niña que acaba de descubrir un maravilloso juguete nuevo. Tras la finalización del citado congreso, escribió a Freud solicitándole la admisión en su grupo de estudio vienés, diciendo estar dispuesta a marchar a Viena durante una temporada para formarse en el nuevo saber. Freud aceptó encantado y Lou llegó a Viena el 25 de octubre de 1912, acompañándole su amiga Ellen Delp, a quien había conocido en la primavera anterior en Berlín, en el círculo de actores que se reunían en torno a Max Reinhardt, director del Deutsche Theater. Andreas-Salomé permaneció en Viena durante unos seis meses, desde la fecha anterior hasta abril de 1913, con el fin de asistir a los seminarios de Freud y de Adler.

Cuando Andreas-Salomé accedió al círculo psicoanalítico tenía una elevada reputación como escritora de vanguardia, especialmente como creadora de heroínas ficticias que representaban la nueva mujer que nacía en Europa, no sometida al yugo del matrimonio tradicional, a la estrecha maternidad o al tradicional papel masoquista en la sexualidad. Así mismo iba de boca en boca sus relaciones amorosas o amistosas con grandes personalidades de la época, todo lo que, sin duda, le abrió las puertas a un grupo que seguía instalado en cierto conservadurismo, el cual, en todo caso, mostró inicialmente ciertas reservas en relación con sus posibilidades teóricas, hasta que de alguna forma fue avalada por Karl Abraham (1877-1925), que le escribió a Freud que nunca había conocido a nadie con una comprensión tan amplia y sutil del psicoanálisis (12).

Freud y Andreas-Salomé establecieron unas relaciones profesionales y amistosas basadas en el respeto mutuo no exento de un profundo afecto, como lo prueba el hecho de haber sido una de las pocas personas que tenía acceso a la vida familiar de Freud y que llegó a ser a partir de 1921 una especie de mentora de su hija Anna, dado que éste no confiaba mucho en el papel como educadora de su esposa Martha.

Algún tiempo después de su compromiso con el Psicoanálisis, en concreto en 1915, aparecerá en Imago el artículo de Andreas-Salomé titulado Anal y sexual, que Freud alabó en varias ocasiones y que también refiere Lacan (13). Éste y otros artículos psicoanalíticos de Andreas-Salomé (los comprendidos entre 1913 y 1933) están recogidos en castellano en 1982 en la obra titulada El narcisismo como doble dirección. Obras psicoanalíticas, editada por Tusquets (14).

Lou vivió en aquellos años los primeros conflictos del movimiento psicoanalítico que abocaron en la secesión de Alfred Adler (1870-1937), Wilhelm Stekel (1868-1940) y Carl Gustav Jung (1875-1961). Curiosamente, ella fue la única persona que, asistiendo a las reuniones de los miércoles de Freud, fue autorizada por éste a ir también a las sesiones de los adlerianos, con la condición de que no refiriera en uno y otro lugar lo que oía o aprendía en el grupo rival, cosa que Lou llevó a rajatabla, hasta el punto de que Freud tuvo conocimiento del momento en que aquélla dejó de asistir a los encuentros adlerianos meses después de que ello sucediera (4).

A Andreas-Salomé le molestaba de Adler que su teoría se basara en la superación de un déficit físico o minusvalía orgánica (que posteriormente modificaría para referirse al estilo de vida creado a partir del intento de superación de sentimientos de inferioridad universales del niño frente al adulto, lo ya que suponía una genuina psicologización de su doctrina), pues ella veía en tal enfoque una excesiva biologización y un abandono del inconsciente, apostando por el papel preponderante de los procesos ajenos a la consciencia, planteando el papel del inconsciente como una fuente de creación, por lo que es extraño que no se adscribiera en un momento dado a la psicología junguiana. Sus objeciones a Adler, se ven muy claras en una carta que le dirigió el 12 de agosto de 1913 (4), donde le dice que lo orgánico por sí mismo no puede explicar ni condicionar lo psíquico, sino que únicamente lo pone de algún modo de manifiesto.

En las reuniones de la Asociación Psicoanalítica de Viena, de la que Andreas-Salomé llegó a ser miembro en 1922, recibió una buena acogida, aunque adoptó una postura más bien de escucha que de compromiso explícito, llegando incluso a ocupar el tiempo de las sesiones científicas tejiendo lana, hábito frecuente en las mujeres de la época. También asistió al curso que Freud daba los sábados en la Universidad de Viena, bajo el título de Algunos capítulos de la doctrina psicoanalítica (15).

Durante su estancia en Viena, Lou hizo amistad con algunos de los miembros de la Asociación Psicoanalítica, particularmente con Viktor Tausk (1877-1919), con el que estableció una relación erótica y compartió tareas intelectuales, pues tenían varios campos comunes de interés, como la filosofía spinoziana y el narcisismo. Tausk fue también responsable de iniciarla en el contacto con pacientes, permitiéndole asistir con él a las visitas que hacía en un hospital vienés de enfermedades nerviosas, concretamente la clínica neurológica de Frankl-Hochwarts. Andreas-Salomé admiraba a Tausk por sus conocimientos y su elocuencia, captando que los conflictos que tenía con Freud tenían como raíz los celos mutuos, pues uno y otro querían llegar primero a ciertas ideas y conclusiones. Cuando ella regresó a Alemania, y sobre todo cuando se instaló en Gotinga, dio por terminadas las relaciones con Tausk, dejando de responder a sus cartas. Al enterarse por Freud que se había suicidado en agosto de 1919, le comentó en su misiva de respuesta del 25 de agosto (16) que el problema de Tausk residía en que tenía un alma de fiera con un corazón tierno.

 

Tiempos de guerra, una época de prestigio profesional y posterior decaimiento físico

A partir de 1915, en plena guerra mundial, Andreas-Salomé abre su consulta psicoanalítica en Gotinga. La catástrofe bélica aumentó la demanda de asistencia psicológica, dado el estado de agotamiento de la psiquiatría académica. Tras dicha contienda, además, muchos psiquiatras antes escépticos comenzaron a darle al psicoanálisis un lugar entre las ofertas terapéuticas, lo que facilitó el aumento del prestigio de Lou. Así, algunos años después, en 1923, fue solicitada desde Königsberg para llevar a cabo cinco análisis didácticos a médicos internistas de la localidad, asistiendo también a varios pacientes.

Durante estos años, a pesar de su enorme trabajo clínico, encontraba algún tiempo para escribir, redactando varios artículos que recogió la revista Imago, como Antiguos oficios divinos (1913), Sobre el tipo de mujer (1914), Anal y sexual (1915), Psicosexualidad (1917) y El narcisismo como doble dirección (1921), además de los libros Tres cartas a un niño (1917), La casa (1919), La hora sin Dios y otros cuentos infantiles (1922), El diablo y su abuela (1922) y Rodinka (1923) (realmente escrito veinte años atrás). De los trabajos psicoanalíticos merece la pena detenerse un momento en el ensayo Sobre el tipo de mujer (1914), donde realiza reflexiones de interés sobre el tema de la feminidad y el psicoanálisis (17) y en el titulado El narcisismo como doble dirección (1921), con el que abrió nuevas vías al asunto del narcisismo en la línea que hoy se mantiene, por lo que se considera su contribución más cotizada: el narcisismo no designa sólo un amor egoísta por sí mismo, sino también un amor al otro de naturaleza positiva, que posibilita la unión con él, que es de hecho lo que encanta a Narciso; el narcisismo, mantiene Andreas-Salomé, se dirige tanto hacia la fusión como hacia la separación y tal es su doble dirección, de manera que Narciso es a la vez egoísmo (separación) y sexo (fusión) y de aquí que el amor narcisista pueda llegar a empobrecer al objeto amado, pues espera de él lo que nunca podrá obtener, la unión originaria con el Todo, con Dios (4).

En la década de los veinte, la juventud y la belleza de Lou empiezan a flaquear: así, a consecuencia de una gripe padecida en 1918, se le cayó el pelo y tuvo que utilizar a partir de entonces un gorrito de encaje como el que usaban las viejas aldeanas. Además, la inflación de los años veinte hace que sus ingresos disminuyan notablemente, por lo que Freud tuvo que ayudarla económicamente. Y, para colmo, vino el cáncer del maestro lo que le afectó mucho, aunque por esos años tuvo la dicha de ser nombrada miembro de la Asociación Psicoanalítica de Viena, a mediados de junio de 1922, haciéndose la excepción con ella de evitarle la presentación del preceptivo trabajo para dicho ingreso, en lo que sin duda influyó mucho Anna Freud, con la que Lou había tenido una entrañable relación, ayudándole a redactar el artículo para su admisión en dicha Asociación (18).

El último encuentro con Freud tuvo lugar algunos años después, concretamente en 1928 en la ciudad de Berlín, donde aconteció una emocionante y tierna despedida. Ese año publicó un libro dedicado a Rilke (19) y tres años después redactaría un homenaje a Freud con el título Mi agradecimiento a Freud. Carta al profesor Sigmund Freud en su 75 cumpleaños (1931), donde Lou menciona el diario que escribió entre 1912 y 1913 (el pequeño librito de cuero rojo), que aparecería en 1958 con el título Aprendiendo con Freud(19). En la Carta al profesor Sigmund Freud, además de alabanzas respetuosas y cariñosas, expresa ciertas divergencias con la doctrina del maestro, como su concepto del arte, que ella no entiende como un mero derivado de la represión, sino el producto de una fuerza incoercible que proviene de una fuente que está más allá de lo estrictamente personal, permitiendo un gozo que supera la gloria y el dinero. Lou también se aleja de la visión que Freud tenía de la religiosidad, que considera como un mero producto de una proyección erótica de alto nivel, ideas que ya había esbozado en La lucha por Dios, y no como una mera formación de compromiso de la represión. En otro orden de cosas, Andreas-Salomé conectó el impulso narcisista primario con la psicología del artista, de modo que estimó que los impulsos sexuales de éste tienen un acentuado ascetismo, lo que constituye la tragedia del espíritu creador que tiene que ser un esclavo de su obra de arte (20).

 

Los años de la caótica destructividad del nazismo: vejez y muerte

En torno a los años treinta del pasado siglo el nazismo, con su caótica destructividad, va tomando posiciones de poder. Dada la amistad de Andreas-Salomé con Freud y su compromiso con la práctica psicoanalítica, su seguridad física empezó a correr peligro en Alemania. Pero una mujer que apenas conocía el miedo no iba a huir: permaneció en su casa de Gotinga, soportando los controles nazis, a la par que le llegaba la vejez y la enfermedad. Primero le apareció una diabetes y en 1935 un cáncer de mama, del que se intervino quirúrgicamente. Para mantener una cierta estética, colocó una pequeña almohadilla en el hueco que dejó la operación y sarcásticamente dijo: Nietzsche tenía razón. Ahora tengo un pecho postizo (3). Ello era una referencia a un comentario despectivo de tiempos atrás de Nietzsche respecto de sus pechos.

A pesar de que se iba deteriorando progresivamente, Lou siguió recibiendo en su casa a algunos amigos, además de mantener una copiosa correspondencia. La bruja de Hainberg, como era llamada por sus vecinos, seguía alimentándose de los restos de la vitalidad que siempre tuvo: paseaba por los bosques de haya de los alrededores de su hogar y comía manjares vegetarianos, aunque seguía sin participar en la vida social de Gotinga.

La noche del 5 de febrero de 1937 Lou Andreas-Salomé dejó de existir a causa de una uremia irreversible por un fracaso renal. Sólo sus dos últimos amigos, Josef Köning, profesor emérito de filosofía, y Ernst Pfeiffer, su albacea, acompañaron su cadáver al tanatorio de Hannover. Ella había expresado el deseo de que sus cenizas se esparcieran por el jardín de su hogar, pero las leyes alemanas prohíben que tal cosa pueda hacerse, obligando a que los restos humanos se depositen en tierra sagrada. Por ello, el destino quiso que finalmente yaciera junto a la tumba de su esposo, en el cementerio municipal de Gotinga, de forma que ni la muerte logró separar a Lou de Carl Friedrich (21).

Freud (22) redactó un obituario el mismo mes de su muerte, parte del cual vamos a recoger aquí, sirviéndonos como una síntesis de la valoración que merece esta pionera del psicoanálisis. Hemos de señalar que, a causa de la inadecuada traducción de algún párrafo de la edición de Amorrortu (como el que insinúa muy sutilmente el episodio del aborto de 1902 cuando habla del episodio más conmovedor de su vida de mujer), hay dificultad para percatarse de lo que Freud quiere comunicar, por lo que hemos introducido algunos cambios que colocamos entre corchetes, modificaciones en parte inspiradas en la traducción de López Ballesteros de la editorial Biblioteca Nueva:

El 5 de febrero de este año, tuvo dulce muerte, en su casita de Gotinga, Lou Andreas-Salomé, poco antes de cumplir los setenta y seis años. Los últimos veinticinco años de vida de esta mujer extraordinaria estuvieron dedicados al psicoanálisis, al cual brindó valiosos trabajos científicos, ejerciéndolo además en la práctica. No digo gran cosa si confieso que nosotros sentimos como un honor su ingreso en las filas de nuestros colaboradores y compañeros de lucha, y, al mismo tiempo, como una nueva confirmación del contenido de verdad de las doctrinas analíticas.

Se sabía que siendo joven había mantenido intensa amistad con Friedrich Nietzsche, una amistad fundada en su profunda inteligencia para las osadas ideas del filósofo. La relación halló un final repentino cuando ella rechazó la propuesta matrimonial que él le hizo. Y de años posteriores se conocía que había sido tanto musa como madre solícita para el gran poeta Rainer Maria Rilke, hombre bastante desvalido en el diario vivir. Pero en lo demás, su personalidad permaneció en las sombras. Era de una modestia y una discreción poco comunes. Nunca hablaba de sus propias producciones poéticas y literarias. Era evidente que sabía dónde era preciso buscar los reales valores de la vida. Quien se le acercaba recibía la más intensa impresión de la autenticidad y la armonía de su ser, y también podía comprobar, para su asombro, que todas las debilidades femeninas y quizás la mayoría de las debilidades humanas le eran ajenas, o las había vencido en el curso de la vida.

En Viena se había desarrollado, [hace mucho tiempo], el episodio más conmovedor de [su vida de mujer]. En 1912 regresó a esta ciudad para [iniciarse] en el psicoanálisis. Mi hija, que mantenía trato familiar con ella, la oyó lamentarse por no haber conocido al psicoanálisis en su juventud. En verdad que por entonces no lo había.

 

Bibliografía

1. Michaud, S. . Lou Andreas-Salomé. La aliada de la vida. Barcelona: Crítica, 2001.        [ Links ]

2. González, A. El pensamiento filosófico de Lou Andreas-Salomé. Madrid: Ediciones Cátedra.        [ Links ]

3. Peters, H. F. Lou Andreas-Salomé. Mi hermana, mi esposa. Barcelona: Paidós, 1995.        [ Links ]

4. Andreas-Salomé, L. Mirada restrospectiva. Madrid: Alianza, 1984.        [ Links ]

5. Andreas-Salomé, L. Sobre el culto temprano a Dios. En El narcisismo como doble dirección. Obras psicoanalíticas. Barcelona: Tusquets, 1982, 21-34.        [ Links ]

6. Sayers, J. Les mères de la psychanalyse. Paris: PUF, 1995.        [ Links ]

7. Ross, W. Friedrich Nietzsche. El águila angustiada. Una biografía. Barcelona: Paidós, 1994.        [ Links ]

8. Andreas-Salomé, L. Nietzsche. Madrid: Zero, 1980.        [ Links ]

9. Andreas-Salomé, L. Fenitschka. Una divagación. Barcelona: Icaria, 1986.        [ Links ]

10. Andreas-Salomé, L. El erotismo. Barcelona: Olañeta, 1993.        [ Links ]

11. Noll, R. Jung el Cristo ario. Barcelona: Vergara, 2002.        [ Links ]

12. Appignanesi, L. y Forrester, J. Las mujeres de Freud. Buenos Aires: Planeta, 1996.        [ Links ]

13. Koop, G. L. y Dessal, G. Fantasma de L(o)uno. En L. Andreas-Salomé, El narcisismo como doble dirección. Obras psicoanalíticas. Barcelona: Tusquets, 9-19        [ Links ]

14. Andreas-Salomé, L. El narcisismo como doble dirección. Obras psicoanalíticas. Barcelona: Tusquets, 1982.        [ Links ]

15. Pfeiffer, E. Notas. En L. Andreas-Salomé, Aprendiendo con Freud. Barcelona: Laertes, 1984, 223-267.        [ Links ]

16. Freud, S. y Andreas-Salomé, L. Correspondencia. México: Siglo XXI, 1968.        [ Links ]

17. Weber. I. Andreas-Salomé, Louise, dite Lou. En A. de Mijolla (dir.), Dictionnaire International de la Psychanalyse, A/L. Paris: Calmann-Lévy, 2002 98-99.        [ Links ]

18. Yoing-Bruehl, E. Anna Freud. Buenos Aires: Emecé, 1991.        [ Links ]

19. Andreas-Salomé, L. Rainer Maria Rilke. Leipzig: Insel-Verlag. 1928        [ Links ]

20. Andreas-Salomé, L. Aprendiendo con Freud. Barcelona: Laertes, 1984.        [ Links ]

21. Livingstone, A. Lou Andreas-Salomé. Sa vie et ses écrits. Paris: PUF, 1990.        [ Links ]

22. Freud, S. Lou Andreas-Salomé. En Obras Completas, XXIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1980, 299-300.        [ Links ]

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons