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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versión On-line ISSN 2340-2733versión impresa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq.  no.90 Madrid abr./jun. 2004

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Crecimiento y comportamiento en la adolescencia1

Growth and behaviour in the adolescence

 

 

José Luis Lillo Espinosa

Médico-psiquiatra Psicoanalista miembro de la Sociedad Española de Psicoanálisis (Asociación Psicoanalítica Internacional)

Texto de la conferencia pronunciada en el VII curso "L'atenció específica als adolecents", organizado por el Centre Jove d"Anticoncepció i Sexualitat y celebrado en Barcelona, abril del 2002

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Se describen las características del crecimiento y comportamiento en la adolescencia, haciendo hincapié en sus tres características fundamentales: la adolescencia como duelo por el mundo infantil, como renovación de la problemática psíquica establecida en la infancia y su resolución y finalmente por ser una etapa llena de nuevas expectativas, ilusiones y descubrimientos vitales. Se analizan los significados de los cambios corporales en la configuración de la identidad definitiva como adulto. Se detallan las tendencias o movimientos emocionales que están presentes en la adolescencia, tanto los regresivos como los progresivos.

Palabras clave: Adolescencia. Cambios corporales. Regresión. Progresión.


SUMMARY

The characteristics of growing and behaviour in the adolescence are described, emphasizing its three fundamental characteristics: the adolescence as a grief of the infantile world, as a physical problematical renovation established in the childhood and his resolution and finally as a stage full of new expectancy, illusions and vital discoveries. The significant corporal changes are analysed in the configuration of his definitive identity as an adult. The tendency or emotional movements that are present in the adolescence are related, both the regressive and the progressive ones.

Key words: Adolescense. Corporal changes. Regression. Progression.


 

Introducción

La adolescencia constituye un período especial del desarrollo, del crecimiento y en la vida de cada individuo. Es una fase de transición entre un estadio, el infantil, para culminar en el adulto. Se trata de una etapa de elaboración de la identidad definitiva de cada sujeto que se plasmará en su individuación adulta. Todo ello supone un trabajo mental gradual, lento y lleno de dificultades que hacen de la adolescencia un episodio del que casi todo el mundo se avergüenza, se relega al olvido y que como dice J. Marías (1) "con facilidad o esfuerzo se confina... a la esfera de los malos sueños, o de lo que no ha existido". Esta labor se manifestará en un conjunto de complejos sintomáticos que resumen las luchas y en ocasiones violentos esfuerzos por resolver los retos que plantea el crecimiento y poder alcanzar el estadio adulto. Es lo que se ha venido en llamar el Síndrome Normal de la Adolescencia o la Crisis de la Adolescencia.

En la adolescencia se despliegan un conjunto de cambios corporales que incluyen desde el crecimiento físico hasta los neuroendocrinos que ponen en marcha unas modificaciones corporales que culminarán en la consolidación de un cuerpo adulto y facilitarán la aparición de los caracteres sexuales secundarios, diferenciados en el varón y en la mujer. Aparecen por primera vez manifestaciones de la capacidad genésica y reproductiva con la menstruación y la primera emisión seminal. Estos cambios se acompañan también por el desarrollo de los deseos y las pulsiones sexuales, con una intensidad que desconocía hasta ese momento y que constituyen uno de los elementos más difíciles de asimilar emocionalmente. Este conjunto de cambios físicos reciben la denominación desde la perspectiva biológica de pubertad. Igualmente cambia la ubicación social del adolescente que pasa de la infancia como etapa bien determinada del ciclo de la vida a una nueva, aunque poco definida y de límites cada vez menos precisos y variables según el contexto cultural. Esta nueva etapa social es transitoria y no tiene la delimitación tan clara como la pueden tener otras. Estos cambios dan lugar a la calificación desde la perspectiva social y antropológica del adolescente como joven, adquiriendo así un nuevo status social. Este concepto de juventud hace referencia a un criterio cronológico en el desarrollo vital y remite a la idea de nuevo y a la vez de inexperto e inmaduro, de algo que requiere tiempo para acabar su proceso de maduración. El adolescente que no ha logrado la mayoría de edad legal es calificado judicialmente como menor, con unos derechos específicos así como de unas determinadas responsabilidades penales que han recibido la denominación de Derecho del menor. Este período de la vida se puede y se aborda desde diversas perspectivas dependiendo del vértice desde el que se lo contemple. Sin embargo creo que el concepto de adolescencia es más abarcativo e incluye a todos ellos: el psicológico, el biológico, el sociológico, el antropológico y el judicial, porque se trata de un proceso de cambio que incluye la mente, el cuerpo y todo el complejo entramado de relaciones con su medio social y en su calidad de ciudadano de la comunidad donde vive.

Varían en cada sociedad y en cada etapa histórica las circunstancias y avatares de lo que hemos venido en llamar adolescencia. Incluso una misma sociedad puede tener criterios diferentes según los conceptos de referencia. Hay sociedades o comunidades donde se facilita el tránsito adolescente mediante ritos de iniciación cuya superación supone la consideración de adulto, al igual que en los propios grupos adolescentes podemos encontrar con relativa frecuencia la exigencia de cumplimiento de unos ritos o pruebas para la admisión de un nuevo miembro. Estos ritos y pruebas son unas medidas que el adolescente tiene que superar para ser considerado adulto y admitido entre sus congéneres adultos. La dureza e incluso la crueldad de algunas de esas pruebas nos dan una idea de las dificultades que siente el adolescente que tiene que superar para alcanzar la madurez. El adolescente sabe en estos casos a lo que atenerse, frente a la indefinición y dudas sobre lo que se le está solicitando como ocurre en la mayoría de las sociedades de ámbito occidental.

Estas pruebas de iniciación dejan claro lo que se espera de él. El adolescente deja de ser un niño pero a la vez esos cambios no se concretan, no estan estipulados o no están claros. Se le pide que se comporte como un adulto aunque aún no se le reconoce esa cualidad. Se le deja en tierra de nadie, no es un niño y ha de comportarse como un adulto aunque no se le considere como tal aún. Entre nosotros este tránsito se produce de forma borrosa, con una amplia gama de variaciones y a lo largo de un período más prolongado de tiempo en los cuales el adolescente se encuentra atemorizado a quedar descolgado de los procesos de desarrollo y crecimiento como un nuevo Moisés que contempla la posibilidad de no entrar en la tierra prometida de ser un adulto y considerado como tal por los demás, o como el cojito del cuento del flautista de Hamelin.

En las sociedades occidentales podemos encontrar diversos criterios que establecen umbrales diferentes para la entrada en la vida adulta. En los Estados Unidos recientemente hemos podido comprobar que al adolescente se le encuentra maduro para ser juzgado como un adulto por actos delictivos que haya cometido en este período de tiempo y sin embargo esta edad penal puede ser totalmente diferente de la edad para votar, o la edad en la que se considera útil su aportación al mundo laboral en la explotación infantil o la edad en la que se le considera apto para matar o morir en la sucesivas guerras que asolan a gran número de países en calidad de niño-soldado, etc... Globalmente podemos considerar que los límites de lo que consideramos como adolescencia se han visto ampliados tanto en la edad de inicio como en su terminación. La inclusión de los estudios de E.S.O. en el ámbito de los Institutos ha acelerado la entrada en la adolescencia al aproximar a los niños de 1º de ESO a compañeros ya adolescentes. Las dificultades y trabas sociales que obstaculizan el desarrollo y elaboración de la Crisis de la Adolescencia así como el aprovechamiento consumista de los jóvenes, entre otros factores, ha tenido como consecuencia la prolongación de la adolescencia, llegando en ocasiones a superar la veintena de años.

Lo que caracteriza a la adolescencia en resumidas cuentas es la simultaneidad de funcionamientos infantiles y adultos en su mundo interno, presentándose un gradiente según la edad del adolescente. En su inicio encontraremos más manifestaciones de su funcionamiento infantil y tentativas del adulto hasta que a medida que va transcurriendo el tiempo irán predominado los comportamientos adultos sobre los infantiles. Esta simultaneidad es lo que da esta impronta característica a la adolescencia que se expresará en la Crisis de la Adolescencia, donde nos podemos encontrar a adolescentes con una amplia gama de conductas y comportamientos tanto infantiles como adultos simultáneamente y sin diferenciar o discriminar y que en ocasiones ni siquiera los adultos pueden diferenciar dando lugar a las confusiones en el diálogo con los adolescentes.

La adolescencia sería la etapa de la vida que por sus características de crisis del desarrollo, presenta un potencial mayor de trastornos en múltiples áreas, que la hacen susceptible de manifestaciones patológicas. Resulta de interés considerar la adolescencia como un período en que el adolescente se encuentra sometido a enormes presiones, tanto internas como externas. El adolescente para alcanzar la etapa adulta tiene que hacer frente a una laboriosa elaboración psíquica de suma trascendencia para su vida futura. Entre los factores comunes a todos los adolescentes, que ejercen un efecto especial sobre su conducta y comportamiento destacaríamos tres:
1. Sus relaciones con sus padres: supone su capacidad de ir cambiando de un estadio de dependencia emocional infantil a uno de mayor independencia afectiva, en el que el adolescente adquiere conciencia de que sus pensamientos y sentimientos son propios, no dependiendo totalmente de como pudieran influir, condicionar o reaccionar sus padres. Adquieren conciencia de tener una vida íntima propia que procuran mantener alejada de los ojos de los adultos, una vida que buscan que sea secreta y propia. Esto es fuente de enriquecimientos lingüísticos ya que es la forma de crear un código de comunicación entre ellos que sea diferente e ininteligible para los adultos.
2. Sus relaciones con sus amigos: donde se muestra su capacidad para encontrar y escoger a otros adolescentes, que aumenta, en grupo, sus esfuerzos y deseos de hacerse adulto. Un grupo donde ensayar a través de las múltiples identificaciones proyectivas en sus miembros, su identidad y sus nuevas capacidades.
3. La visión que tiene el adolescente de sí mismo como persona: si se ve o no como una persona físicamente madura, que incluye su capacidad para cambiar su visión de su self, pasando de un self dependiente de los cuidados paternos a un self en el que se siente dueño de un cuerpo masculino o femenino. Su visión de sí mismo como persona le tiene que llevar a la exploración del mundo externo, donde ensayar y probar las nuevas posibilidades adquiridas, donde aparecen nuevos intereses y preocupaciones. Es la proyección en el mundo exterior de la transformación que está viviendo, con el consiguiente cambio en sus relaciones sociales.

 

El duelo en la adolescencia

La adolescencia se caracteriza por ser una etapa de pérdida y de renovación. Una etapa en la que gradualmente tiene que ir abandonando el funcionamiento infantil, las relaciones infantiles con los padres, un cuerpo infantil y unas vivencias psíquicas de tipo infantil. Es un período en el cual destacan los elementos de ruptura, de pérdidas y abandonos necesarios para seguir adelante en el desarrollo, un período donde el adolescente debe elaborar ese duelo con las ansiedades y dolor depresivo consiguiente. Podemos agrupar la labor de duelo y dolor depresivo del adolescente en tres ámbitos fundamentales: a) duelo por el cuerpo infantil perdido. El adolescente no pocas veces ve sus cambios como algo externo, como espectador impotente de lo que sucede en su propio organismo; b) el duelo por el rol y la identidad infantil que le obliga a una renuncia de la dependencia infantil y a una aceptación de responsabilidades, que en muchas ocasiones desconoce; c) y el duelo por los padres de la infancia a los que persistentemente trata de retener en su mundo interior, buscando el refugio y la protección que ellos significan. Esta situación se ve complicada por la actitud de los propios padres que también tienen que aceptar su envejecimiento y el hecho de que sus hijos ya no son niños, y sí en cambio adultos o como mínimo están en vías de serlo. A estos duelos hay que añadir el duelo por la bisexualidad infantil que también se perderá en aras de conseguir una identidad sexual clara y definida.

Este período supone un cambio, en concreto, en la relación con los padres, quienes para el niño lo sabían y lo podían todo, y ahora para el adolescente ya no saben ni pueden tanto, lo que, si bien provoca dolor e inseguridad al perder también la seguridad y contención que proporcionaba, permite al niño liberarse de la sumisión y obediencia a ellos. Este cambio es vivido como una pérdida y se expande a sus creencias, relaciones de objeto y al mundo en general, tal como lo conocía de niño. En definitiva, afecta a todo el sistema de valores infantiles. Las modificaciones corporales incontrolables e irreversibles, junto a la presión del medio que exige del adolescente nuevas pautas de comportamiento y convivencia, pueden hacer el proceso de duelo persecutorio. Esto obliga al adolescente, en ocasiones, a retener como defensa muchos de sus logros infantiles, como un refugio temporal, de acopio de fuerzas psíquicas para dar el siguente paso. Estamos hablando del concepto de "Regresión al servicio del desarrollo". El niño necesita tomarse tiempo para terminar de asumir y conformarse a esos cambios, en definitiva para aceptarse a sí mismo. Pero sólo llega a esta conformidad mediante un largo proceso de duelo a través del cual puede tolerar renunciar a su cuerpo de niño y abandonar la fantasía omnipotente de la bisexualidad. El niño pide tiempo para crecer y dejar de ser niño.

El adolescente se puede sentir amenazado si se ve forzado a asumir precozmente su identidad genital. Esto supondría la pérdida de su dependencia infantil en un momento de confusión, de duelo, en el que esa dependencia se hace aún más necesaria si cabe por lo que necesita tomarse su tiempo. Necesita realizar ensayos y pruebas de pérdida y recuperación de ambas edades: la infantil y la adulta, para consolidar así una mayor confianza en su nueva identidad, en esa nueva independencia.

La adolescencia es el período entre la triste despedida de la infancia, del self y de los objetos del pasado, y una gradual entrada en el mundo adulto, lo que requiere una reorientación, transformaciones energéticas y estructurales, y una drástica recomposición de toda la organización psíquica. En afortunada expresión de L. Kaplan (2), la adolescencia es " El adiós a la infancia".

Para comprender cabalmente el significado profundo y el dolor del duelo que tiene que efectuar el adolescente ante esas pérdidas, podríamos decir que: "Aceptar la pérdida de la niñez, significa aceptar la muerte de una parte del yo y sus objetos para poder ubicarlos en el pasado " (Aberastury y Knobel) (3).

Quizás sea Pablo Neruda (4) quien en su poema El niño perdido recoja las ansiedades que dicha pérdida comporta para el adolescente y del que podemos destacar los siguientes versos que dicen así:
Y de repente apareció en mi rostro
Un rostro de extranjero
Y eras también yo mismo:
Era yo que crecía,
Eras tú que crecías,
Era todo,
Y cambiamos
Y nunca más supimos quiénes éramos,
Y a veces recordamos
Al que vivió en nosotros
Y le pedimos algo, tal vez que nos recuerde,
Que sepa por lo menos que fuimos él, que hablamos
Con su lengua,
Pero desde las horas consumidas
Aquél nos mira y no nos reconoce.

 

La renovación en la adolescencia

El adolescente tiene que ir abandonando paulatinamente el mundo de la infancia y niñez, pero a la vez tiene que ir haciendo frente a los cambios puberales. Tiene que asumir las pérdidas y a la vez abordar la propuesta de lo nuevo que surge en su vida con la aparición de la genitalidad y su potencial de devenir un adulto. Lo nuevo puede ser vivido como una amenaza al equilibrio obtenido durante el período de latencia.

Lo característico de la adolescencia es la ansiedad del Yo ante la amenaza del desarrollo instintivo, un Yo que quedó formado en la infancia y que tiene que desplegar las más variadas defensas para sobrevivir ante la presión instintivo-pulsional. La emergencia pulsional es una amenaza en la medida en que pone en peligro el equilibrio obtenido y configurado en la latencia. En la adolescencia los deseos edípicos son experimentados dentro del contexto de una persona que posee genitales maduros físicamente pero un Yo inmaduro todavía, por lo que se instrumentan defensas que alejen el peligro del incesto, buscando un equilibrio de compromiso entre lo que es deseado y lo que superyoicamente es permitido.

El adolescente se ve sometido a los impulsos sexuales que emergen en la pubertad, resignificando sus fantasías edípicas y preedípicas. El adolescente se ve con deseos incestuosos y con el temor de actuarlos. Sus defensas irán encaminadas a atajar los deseos pulsionales, rechazando la sexualidad o deformando los deseos inconscientes. Busca controlar sus pulsiones edípicas porque en caso contrario, si pierde su control se vería perturbado por sus ansiedades edípicas y preedípicas. Podríamos considerar y describir las siguientes defensas, siguiendo a A. Freud (5):
1. Defensas yoicas contra los vínculos objetales infantiles, en la medida en que las pulsiones genitales, si entraban en contacto con objetos infantiles, podían materializar y hacer realidad las fantasías pregenitales. Éstas las podríamos dividir a su vez en:
a) Defensa por desplazamiento de la libido: que consiste en que en lugar de permitir una gradual separación de los padres, retiran la libido depositada en ellos de manera repentina y completa.
b) Defensa por inversión de los afectos: en ésta en lugar de retirar la libido depositada en los padres, el yo del adolescente se defiende convirtiendo los afectos experimentados hacia ellos en sus opuestos, en una forma de acting out.
c) Defensa por la retirada de la libido hacia la propia persona: si las ansiedades e inhibiciones bloquean el camino hacia objetos ajenos a la familia, la libido permanece en la persona del propio adolescente, utilizándola para catectizar al yo y al superyo, exagerando así su significación.
d) Defensa por regresión: en la que los límites yoicos se amplían hasta abarcar también partes del objeto, desvaneciéndose la distinción entre mundo interno y externo.
2. Defensas contra los impulsos: que se manifiesta en dos variantes;
a) El adolescente ascético que lucha contra sus impulsos preedípicos y edípicos, tanto sexuales como agresivos y abarca también las satisfacciones de las necesidades físicas como alimento, sueño y bienestar físico.
b) El adolescente intransigente: cuya intransigencia se extiende a procesos esenciales para la vida como por ejemplo la cooperación entre impulsos, la fusión de pulsiones opuestas o la mitigación de pulsiones por intervención del yo, es decir separando intransigentemente su yo de su ello.

El adolescente se ve sometido a los impulsos sexuales que emergen en la pubertad. Sus defensas irán encaminadas a atajar los deseos pulsionales, rechazando la sexualidad, su cuerpo o deformando los deseos inconscientes. Teme perder el control, verse anormal, perturbado por ansiedades edípicas y preedípicas, que no vive como pasadas sino como presentes.

El adolescente puede sentirse aterrado por la incapacidad yoica de tratar con los cambios cualitativos y cuantitativos de las demandas instintivas que tienen lugar en la pubertad. Lo que normalmente es fantasía inconsciente se hace ahora pensamiento consciente y puede convertirse en acción. El adolescente puede entrar en una crisis de su desarrollo caracterizado por el rechazo al cuerpo sexual y a sus propios genitales, de rechazo básico al desarrollo. La crisis del desarrollo la podríamos definir, siguiendo a M. y E. Laufer (6): " ... como el rechazo inconsciente al cuerpo sexual y un sentimiento acompañante de estar pasivo frente a las demandas del propio cuerpo, con el resultado de que los propios genitales son ignorados o negados o, en los casos más severos, el sentimiento de que son diferentes de los que necesitaría" (pp. 40). Representa la incapacidad del adolescente de permitir un cambio en su imagen corporal de manera que incluya a los genitales sexualmente maduros y diferenciarse en varón o hembra. La patología de la crisis del desarrollo representa las medidas defensivas que el adolescente tiene a mano para evitar o impedir que tales cambios tengan lugar. El adolescente entra en una crisis de su desarrollo caracterizado por el rechazo al cuerpo sexual y a sus propios genitales, de rechazo básico al desarrollo.

La adolescencia es considerada como una etapa de turbulencia emocional que irrumpe tras el período de latencia por la transformación puberal, cuestiona su identidad, desorganizando su sistema psíquico. Se subraya la conmoción que supone la aparición de la pubertad, cómo amenaza su equilibrio psíquico logrado en el período de latencia, generando un estado confusional donde se reactivan las defensas narcisistas y la conflictiva edípica y preedípica, dando lugar a un "estado de resignificación del mundo infantil" (7).

Durante la adolescencia se produciría una regresión en dirección al mundo infantil, volviendo a vivir, aunque en otro plano yoico, el desarrollo por el que pasó en los primeros cinco años de su vida. Se trataría pues de una recapitulación, una reactivación, una reanimación, un "refrescamiento de la sexualidad infantil" (8). La adolescencia es como un vaivén repetido hacia varios y cambiantes niveles infantiles, restableciendo los primitivos tipos de relación objetal e identificaciones, reanimándose arcaicas fantasías de fusión con los objetos. Cada nuevo paso en el camino hacia la madurez supondría experimentar ansiedad, confusión, desorganización psíquica y un retorno a posiciones infantiles, seguidas de una propulsión y reorganización hacia niveles más avanzados y adultos.

No está restablecido el pasado tal como fue, sino que el pasado se infiltra en el presente y el adolescente recurre a un modo primitivo de funcionamiento mental para elaborar y resolver una crisis presente. Cuando el pasado está disponible en el presente se le puede transformar y reinterpretar. La adolescencia proporciona así la posibilidad de seleccionar lo que habrá de continuar y lo que permanecerá en el pasado, ya que el futuro del adolescente no sería posible en tanto el pasado no haya sido recordado y revisado. Cuando el adolescente presenta el pasado en el presente, estas representaciones reflejan el modo que esas primeras relaciones quedaron encaminadas en su mente y por eso se puede hablar de que en la adolescencia, la infancia adquiere nuevas intensidades o nuevos significados en el presente. Esto conllevaría la capacidad de regresar para retrabajar aquellas tareas infantiles pero ahora abordadas por un Yo que a través de los años ha adquirido las habilidades necesarias. Esta regresión es una "Regresión al servicio del desarrollo" (9), bien diferente de la regresión patológica que también se puede dar en la adolescencia y que no hay que confundir. No toda regresión es patológica, sino que en ocasiones forma parte del proceso benéfico de crecimiento.

El impulso hacia adelante del crecimiento busca integrar a las antiguas modalidades de funcionamiento psíquico para mantener el equilibrio. Esa integración preserva la continuidad psíquica a expensas del Yo que facilita la sensación de estabilidad o un mínimo sentido de la identidad. Esta continuidad en la cesura adolescente también se denomina "Segundo proceso de individuación" según P. Blos (10), a diferencia de la primera que permitió al niño pequeño la existencia como una entidad psicológica diferenciada gracias a la internalización de la madre. Se separa así de su pasado, para resucitar a una nueva forma de vida, a una nueva experiencia como adulto. Es un segundo nacimiento que le hace accesible a un nuevo universo social y cultural. Este segundo proceso de individuación supondría para el adolescente la tarea de lograr su independencia de los objetos paternos y sustraerse a su influencia.

En resumidas cuentas, podríamos decir que la tarea del adolescente se aboca a que los conflictos infantiles tienen que ser reelaborados nuevamente a la luz de los nuevos e intensos impulsos genitales que ponen a prueba la calidad de la interiorización de anteriores relaciones objetales e identificaciones.

 

La ilusión ante la madurez

El adolescente lo estrena todo: cuerpo, relaciones, capacidades, sexualidad, ideas, relaciones con los demás y con el mundo que le rodea etc. revelando denodados esfuerzos progresivos por conseguir su identidad adulta. Se esfuerza por adquirir su madurez y el temor de verse dominado por ansiedades y conflictos infantiles. No solo tenemos a un adolescente aterrorizado por descubrir un cuerpo sexual, sino a un adolescente atemorizado por no lograr su anhelo de desarrollarse. El modo de comprobación de estas nuevas facultades es mediante la actuación. La actuación es una expresión de sus tentativas de ponerse a prueba y verificar en el mundo externo sus habilidades y capacidades recién adquiridas. El adolescente actúa también para lograr deshacer la ligazón, el vínculo con los padres de la infancia. Esta actuación conviene diferenciarla de la psicopatía donde nos encontraríamos acciones repetidas e impulsivas, que no proporcionan experiencia y en las que predomina la insinceridad y la amoralidad. El adolescente se pone a prueba para experimentar la idoneidad de las nuevas capacidades adquiridas y acomodarse a las nuevas posibilidades que se le ofrecen.

Podemos resaltar las similitudes con los niños pero las actividades imaginativas del adolescente se adaptan más a la realidad y a sus intereses yoicos. El adolescente necesita dar pruebas de coraje en el mundo real. Sobresalen más sus deseos de competir con otros y la necesidad de lograr la admiración por brillantes proezas. Una de las dificultades en el desarrollo de los adolescentes es la ansiedad y culpa producidos por el hecho de que sus impulsos sádicos hubieran podido destruir su interior, sus capacidades. Esta destructividad y el daño efectuado conllevaría el temor a no poder seguir adelante en su desarrollo. Sus ataques a las figuras de los padres y de los adultos, expresión de sus sentimientos envidiosos pueden generar la convicción de haberlo estropeado todo, tanto a sí mismo como los objetivos que anhela alcanzar. Por eso podemos observar adolescentes que sienten que su desarrollo sólo pueden realizarlo parcialmente, principalmente en el aspecto intelectual, mientras que su vida sexual y personalidad se fijan en la latencia, dando como resultado una inhibición general. El adolescente puede ver obstaculizado su desarrollo por sus dificultades en resolver sus sentimientos de culpa por sus ataques sádicos a los padres, o por su masturbación que ha destruido y/o dañado su cuerpo, dejándolo insuficiente para una relación adulta.

El adolescente puede sentirse extremadamente sensible frente a la presión de ser adulto y de verse en evidencia ante los demás. Vemos el intenso anhelo de crecer y madurar que entra en conflicto con el desagradable reconocimiento de no poder enfrentar sus problemas solos, y de no hacerlo se convertiría en un infante desvalido. Se muestran sensibles al rechazo o a una observación que suponga su descalificación como adulto, y su necesidad de sentirse entendidos también con relación a nuevos desarrollos verdaderos que incluyan contribuciones reparatorias al objeto y al self. El desarrollo puberal despierta en el adolescente un hambre de objetos, busca formar pareja, con la ansiedad de que si no lo consigue, si no obtiene en la realidad pruebas de su adecuación adulta sexual, puede quedar excluido del "Arca de Noé" (11). Así sus posibilidades de ser adulto se alejarán definitivamente y con el convencimiento de que será para siempre. Esta vivencia de ser excluido del Arca de Noé también aparece en adultos y persiste a lo largo de su vida, en los que podremos encontrar que su personalidad se caracteriza por ser "una organización adolescente de la personalidad" según la formulación de D. Meltzer (11).

En definitiva, podríamos resumir este vértice diciendo que el adolescente presenta miedo claustrofóbico a sentirse invadido por el pasado y no poder realizar así su anhelo de ser adulto en el futuro.

 

Adolescencia y cuerpo

Veamos ahora la relación entre la adolescencia y el desarrollo corporal. La adolescencia se inicia por unos cambios corporales que se recogen bajo el concepto de pubertad. Unos cambios neuroendocrinológicos que ponen en marcha unas modificaciones corporales que culminarán en la consolidación de un cuerpo adulto.

Estos cambios se pueden concretar en dos ámbitos:
1. Los cambios anatómico-estructurales consistentes en los desarrollos de los caracteres sexuales secundarios: tamaño, masa muscular, ósea...
2. Los cambios funcionales: se desarrolla la capacidad de procrear, de reproducción, iniciándose con la aparición del período menstrual y la primera emisión seminal.

Estos cambios tienen dos consecuencias de amplia resonancia emocional:
- la pérdida del cuerpo infantil, que conlleva la necesidad de elaboración del duelo consiguiente.
- y la renovación y el estreno que supone la adquisición de un cuerpo nuevo, con posibilidades y funciones también nuevas.

Es decir, la pérdida de lo conocido, el cuerpo infantil, para pasar a estrenar un cuerpo nuevo que se desconoce y teme. Como ante cualquier cambio, frente a lo nuevo y desconocido, el adolescente puede reaccionar aferrándose al cuerpo infantil y los logros obtenidos porque es algo que ya conoce y domina, negando el desarrollo y su crecimiento. Pero también puede reaccionar ante lo nuevo y que estrena: verificando, probando y comprobando su idoneidad a fin de poderse acomodar a las experiencias y posibilidades que el cuerpo proporciona. Por eso en muchas ocasiones busca los medios que le faciliten un control sobre su cuerpo, principalmente a través de la gimnasia, actividades deportivas, etc...

El adolescente siente el cuerpo como algo extraño a él, que le viene impuesto, ajeno a su voluntad y control. El cuerpo proporciona unas referencias espaciales nuevas que hacen sentir al adolescente como un ciego en medio de unas dimensiones espaciales que han cambiado, le han cambiado las medidas. Por éso puede aparecer una torpeza psicomotórica en su respuesta a estímulos súbitos porque carece de las pautas aprendidas al no estar familiarizado con las nuevas medidas de su cuerpo.
El adolescente se siente invadido por un cuerpo que siente ajeno, que no controla ni puede guiar y que supone la pérdida dolorosa del cuerpo de la infancia, pérdida que es vivida de forma irreversible e irrectificable, viéndose obligado a aceptar un cuerpo que no ha elegido. El adolescente necesita y pide tiempo para aceptar su nuevo cuerpo.
Todo ello le hace temer su inadecuación, tanto en su evolución y capacidades psicomotoras, como en su función sexual. Así se compara con los demás. Necesita saber si es normal o no, qué piensan los demás de él. Necesita diferenciarse de los demás en las pirámides de edad, busca su reaseguramiento con los de su edad, se burla de las discapacidades de los demás en la medida en que suponen una amenza para la propia integridad y normalidad. Vigila, observa y sigue atentamente cada uno de los cambios que se producen en su cuerpo. Como consecuencia de su estudio minucioso pueden aparecer ansiedades hipocondríacas, dismorfofóbicas; como los cambios son nuevos y extraños proporcionan la base de los sentimientos de extrañeza y de despersonalización.

Los intentos de dominar los cambios corporales pueden estimular su interés por los regímenes dietéticos, tatuajes, perforaciones de orejas, adornos... Presentan una enorme sensibilidad a los comentarios que hacen los demás, que pueden ser vividos como confirmación de sus temores de inadecuación. Su observación de los cambios corporales le lleva, junto a los comentarios de los familiares y allegados, a encontrar parecidos físicos con padres, abuelos y otros antepasados, proporcionándose así la vivencia de que su cuerpo está hecho de pedazos, fragmentos de otros reunidos en él, que crea la sensación de un cuerpo y una identidad configurada como un puzzle de retazos, lo que perturba su sentido de la identidad. Mención aparte merecen dos situaciones de disociación entre el crecimiento físico-hormonal y el psíquico: se puede dar el caso del adolescente que psíquica y mentalmente ha seguido su desarrollo, hecho que no ha ido acompañado del correspondiente crecimiento físico-anatómico. Se trataría pues del caso del adolescente psíquico en un cuerpo aún infantil que lo atrapa o que amenaza su anhelo de evolución como adulto, con un cuerpo que no le acompaña. Igualmente se puede dar el caso del adolescente cuyo cuerpo ha seguido su crecimiento y desarrollo mientras que mentalmente aún se encuentra en la latencia. Se trataría pues del adolescente cuyo cuerpo reclama su presencia adulta cuando aún está en la latencia internamente, incapacitado para comprender los cambios que se suceden vertiginosamente y sin control, desbordando su capacidad de comprensión.

La necesidad de una identidad hace que en estas edades se plantee sus raices genéticas, que quiera investigar en sus orígenes biológicos, aspecto que adquiere una gran relevancia en aquellos adolescentes adoptados en su infancia. Es la búsqueda de la continuidad biológica que proporciona elementos reaseguradores para la asunción de su nueva identidad como adulto. Seguramente este será un hecho cada vez más frecuente en la medida en que las nuevas técnicas de fertilización o de uso de embriones de los correspondientes bancos aumentarán el número de niños nacidos por estos métodos.

 

Imagen corporal

La adquisición de la imagen corporal dependerá de:
1. La percepción subjetiva del aspecto físico y su capacidad funcional sexual, que supone una reconstrucción radical de su imagen al perder la de la infancia. Tiene que renovarla con la adulta. El cuerpo adquiere un nuevo valor: el sexual. Cualquier rasgo corporal puede ser vivido como prueba de ello y por lo tanto las diferencias (estatura, vello, pechos, caderas...) adquieren un valor global de si es adecuado o no para la función sexual.
2. Las relaciones de objeto y de sus configuraciones internas. Si el adolescente tuvo una infancia marcada por fracasos en su adaptación, aumentará sus fracasos en la adolescencia. La imagen corporal es una representación simbólica condensada de las experiencias presentes y pasadas del individuo con su propio cuerpo, ya sean reales o imaginarias. El adolescente se puede sentir abrumado por los efectos del proceso de maduración. Así por ejemplo, en el varón su pene está orientado hacia afuera y a la vista, se nota visual y táctilmente, lo que puede poner en peligro su mundo interno de deseos y excitaciones, que se exteriorizará en el pene, poniéndose al descubierto. Hablamos de un adolescente en el que su sexualidad se pone de manifiesto al mundo exterior y no siempre controlando sus excitaciones e impulsos que le harán sentir en evidencia. Todo ello configura un adolescente muy sensibilizado hacia cualquier cosa que pudiera suponer una crítica o que se le parezca como una descalificación o que le hiciera sentir inferior.
3. Su entorno: La valoración del cuerpo aumentará o disminuirá dependiendo de si percibe que satisface o no las expectativas de quienes le rodean: los padres, y de lo que éstos proyectan inconcientemente sobre él: deseos de otro sexo en el hijo, obesidad, etc..., que aumenta la vivencia de inadecuación. El adolescente muestra una enorme vulnerabilidad ante la aprobación o desaprobación de los demás.
4. Imagen corporal ideal: con la que se compara y que constituye el ideal del Yo.

 

Resumiendo o modo de conclusión

1. En la adolescencia no se inicia la actividad sexual sino que se intensifica.
2. El cuerpo actúa y sirve como representante simbólico, como pantalla de proyección donde expresar conflictos, formas de relación de objeto, ansiedades , defensas ...
3. En el cuerpo se centran también los aspectos y defensas narcisistas, en forma de un hiperinvestimiento del mismo.
4. Las dificultades de aceptarse se proyectan en el cuerpo, en su apariencia y en sus realizaciones, fundamentalmente en su adecuación sexual, afectando la autoestima y generando sentimientos intensos de humillación.

 

Movimientos y tendencias en la adolescencia

A tenor de lo que hemos venido exponiendo hasta ahora podríamos resumir y concretar las líneas del desarrollo y crecimiento del adolescente en las siguientes tendencias y movimientos:
1. Movimientos o expresiones de funcionamiento infantil que no se pueden calificar de regresivos en la medida en que son expresión de los componentes infantiles presentes en el momento adolescente.
2. Movimientos regresivos a posiciones y satisfacciones infantiles normales para adquirir nuevamente vigor y fuerza para nuevos logros y pasos en su crecimiento y madurez. Es lo que hemos denominado "Regresiones al Servicio del Desarrollo".
3. Movimientos regresivos patológicos de características polimorfas y/o perversas tendentes a bloquear e impedir o como mínimo dificultar el desarrollo adulto, tanto por las dificultades en la aceptación y elaboración de las pérdidas y duelos como por el temor a la aparición de todo el apremio instintivo-pulsional de la pubertad del que se huiría hacia la infancia, en un repliegue patológico.
4. Tendencias progresivas, ilusión por seguir hacia delante, expresión de los deseos de crecimiento adulto y de verificar sus posibilidades.
5. Tendencias de pseudomadurez de características maníaco-omnipotentes y narcisistas como una huida hacia delante ante el temor claustrofóbico de quedar atrapado y anclado en la infancia. Intentan imitar lo que considera que es un adulto y huir así de las tendencias regresivas y de dependencia de los adultos para seguir su desarrollo.
6. Tendencias a saltarse la Crisis de la Adolescencia, negando su existencia y asegurándose así que llegarán a la edad adulta sin sufrir el dolor que supone la adolescencia.


1Texto de la conferencia pronunciada en el VII curso «L’atenció específica als adolecents», organizado por el Centre Jove d»Anticoncepció i Sexualitat y celebrado en Barcelona, abril del 2002.

 

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Dirección para correspondencia:
José Luis Lillo Espinosa
C/. Cardenal Reig, 25
08028 BARCELONA

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