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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versión On-line ISSN 2340-2733versión impresa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.28 no.1 Madrid  2008

 

MÁRGENES DE LA PSIQUIATRÍA

 

Examen de ingenios

The examination of talents

 

 

I. La obra y personalidad de Huarte de San Juan me han producido extraordinario interés desde la adolescencia. Para que esto fuera así, influyó en mi ánimo, como en tantas otras ocasiones, mi tío Pío Baroja, que en su biblioteca de "Itzea" llegó a reunir varias ediciones raras del Examen de ingenios, así como traducciones latinas, francesas e italianas, muy difíciles de conseguir ya en su tiempo y hoy todavía más. Él lo veía como a personalidad destacada y enigmática de su país natal. Muy diferenciada del cliché que en siglos pasados corría como bueno, para caracterizar a los vascos, de un lado, y a los navarros, de otro, tenidos siempre por "cortos de razones". Sin embargo, ampliando el ámbito de observación, podría llegarse a advertir que Huarte tenía cierta semejanza con grandes personalidades de las que había sido madre la tierra vecina del sudoeste y sur de Francia, como el bordelés Montaigne.

La lectura de Huarte me produjo gran impresión. Y a los veinte años y por la época en la que hice, hacia 1934, o antes, recuerdo que al Ateneo de Madrid iba un señor delgado, de estatura y edad medias, moreno, con perilla ya poco usual, que hablaba poco, que no frecuentaba tertulias y que se llamaba don Rodrigo Sanz. Éste había publicado, en 1930, una edición del Examen, de la que se habló con elogio, y que le había costado largos años de preparación. Traté poco a don Rodrigo Sanz, pero ahora he de recordarle. Frente a lo que sostuvieron los biógrafos anteriores, Sanz fijaba la fecha de la muerte de Huarte entre el 25 de noviembre de 1588 y el 19 de febrero de 1589. Esto significa la celebración del centenario ahora. No voy a repetir una vez más lo poco de su biografía que está claro. Sí recordar que es evidente que era natural de Saint Jean de Pied-de-Port, capital de la merindad de Ultrapuertas, como él mismo lo afirma en la portada de la edición de su obra impresa en Baeza, en 1575: el doctor Juan Huarte de Sant Juan, natural de Sant Juan del Pie del Puerto. Huarte estudió en universidades españolas y luego ejerció lejos, muy lejos de su país natal. Dejemos todo esto a un lado. Digamos, en cambio, algo de su formación, que es doble: médica, de un lado; filosófica, de otro. Estudiara donde estudiara, Huarte tenía un conocimiento de los clásicos griegos de la Medicina muy superior al de la generalidad de los profesionales de su época. Leyó, sin duda, asiduamente el Corpus hipocrático y del libro primero de los cuatro Del régimen sacó una base (que en parte es filosófica) respecto a la inteligencia y los órganos, el espíritu y el temperamento.

Más fuerte es, sin embargo, el influjo de Galeno, sobre todo en lo relativo a la conformidad de temperamentos y caracteres: algo que, de todas formas, se incorporó como indiscutible a la Medicina general renacentista.

La teoría de los humores establece –como es bien sa– la existencia de varios en relación con los temperamentos. En punto a la constitución, complexión y proporción del hombre, Huarte admitía la existencia de cuatro cualidades primarias: 1) calor; 2) frío; 3) humedad; 4) sequedad. Son éstas claramente relacionables con los cuatro temperamentos de Galeno; a saber: 1) flemático; 2) sanguíneo; 3) bilioso; 4) melancólico, dominados, respectivamente, por la sangre, la bilis, la pituita y la atrabilis.

En relación con la formación filosófica de Huarte, salta, a primera vista, que tenía un conocimiento sólido de Platón, al que cita con frecuencia, y también de Aristóteles. Los preceptos pedagógicos de uno y otro se hallan recordados en su texto desde el principio. Sin embargo, hace ya mucho se señaló que sobre él ejerció una influencia decisiva otro filósofo griego anterior, y del que Platón era enemigo declarado: Demócrito de Abdera. Huarte, como parece que les ocurrió a otros médicos españoles del XVI, aceptó la concepción atomista de Demócrito y la aplicó al concepto cristiano del alma. No sin grandes dificultades, que fueron las que provocaron, en parte, las fuertes mutilaciones inquisitoriales de su libro.

El hombre, en suma, está lleno de imperfecciones a causa del pecado original, como hace ver utilizando el Antiguo Testamento y algún texto de san Pablo. Esto es causa de que la sociedad humana sea imperfecta. La razón del reír constante de Demócrito, según la fama popular, era la observación de esta imperfección de la locura humana. Semejante locura mucho tiempo después de Demócrito, pero antes de Huarte, se expresó en la imagen de La nave de los locos: Stultifera navis morta suum. Puede uno pensar –haciendo un in– que si es cierta, habría más razón para el continuo llorar, que (según la fama popular también) era propio de Heráclito.

II. Pero, en suma, ahí están las enormes imperfecciones del hombre, que gravitan sobre las sociedades y los Estados, y sobre los hombres de toda condición. Huarte se enfrenta con el hecho no sólo como médico y filósofo, sino también como pedagogo y patriota. En la dedicatoria de Felipe II esto se ve de modo claro.

Como pedagogo arranca de un confiado voluntarismo y de la idea de que se puede dirigir la sociedad con confianza en programas. Ahora bien, éstos hay que elaborarlos, y de ahí la necesidad de una investigación previa: la que contiene su libro, que en su corto título lleva tres palabras clave: 1) examen; 2) ingenios; 3) ciencias. ¿Por qué hay que realizar el examen? Por una razón utilitaria: la de la necesidad de seleccionar; desde la infancia, a los hombres para que den el mayor rendimiento en la profesión que han de seguir, no dejándoles dedicarse a aquello para que no sirvan.

Huarte profesaba una especie de organicismo médico, que incluso podría denominarse monismo. El alma y el cuerpo forman un conjunto, constituyen un todo. En este y otros aspectos coincide con pensadores positivistas de mucho después. También en cierta valoración o escala de estimación de las Ciencias y las Artes.

Así, por ejemplo, dirá que los temperamentos fríos tienen buena memoria y son aptos, por lo mismo, para el estudio de la Geografía, la Historia, la Gramática y las lenguas en general. En el caso se ve que Huarte, como otros muchos pedagogos después (y también hombres de Ciencia) creía que la Historia es una especie de retahíla de nombres, fechas y hechos, sin más. Todo aspecto analítico, filosófico, de ella queda eliminado. Puede ser discutible también el agrupar como propio de los "buenos entendimientos" el cultivo de la Dialéctica, la Jurisprudencia, la Filosofía Moral (o Ética) y la Teología, de un lado, y la Filosofía Natural (es decir, las Ciencias Naturales) y la Medicina teórica, de otro. Con respecto a la tercera agrupación, la referente a ciencias y artes que necesitan de "brillante imaginativa", puede pasar lo mismo. Porque comprende desde la Música, la Poesía y la Oratoria (sagrada y profana), y el Diseño (con la Caligrafía, la Arquitectura e Ingeniería y la Mecánica), a las Matemáticas, la Medicina, el Arte militar... y el Comercio. Huarte construyó su esquema dentro de una escala de valores que, como digo, se criticó y es susceptible de crítica, evidentemente. Pero planteó la necesidad de fijarse en la aptitud de los jóvenes para todo esto, de forma que aún no se ha llegado a resolver, y planteó la cuestión de la forma de agrupar las Ciencias y las Artes.

III. Toco aspectos teóricos de primera importancia, porque dejando a un lado la clasificación de los temperamentos, se ocupó de las posibles influencias sobre ellos de hechos tales como las diferencias de los climas, la herencia, el régimen, el nivel científico y educativo de cada país, de forma que sorprende y admira en un hombre solitario de la época de Felipe II, que ejerció la profesión oscuramente y que no dejó más que esta obra genial, con una suerte bastante rara también.

Parece, en primer lugar, que pudo influir en el primer "ingenio" español: es decir, en Cervantes. Se cree también que hay imitaciones del texto huartiano en De la Sagresse, de Charron. Desde luego, en el siglo XVIII español tuvo seguidores, claro, que escribieron sobre "Anatomía" y aun "Filosofía" de los ingenios, aunque no de modo brillante. Pero fue fuera donde produjo el mayor efecto, no siempre positivo. Un jesuita, A. Possevin o Posevino (nacido en Mantua en 1534 y muerto en 1612), criticó en un Traité des études sus agrupaciones de las ciencias con arreglo a temperamentos; también algunos otros juicios y estimaciones. Otro autor que escribió en francés, Sorel, le siguió en el título de un libro, Vray examen des esprits... en que ya está implícita, sin embargo, la crítica, al considerarse el verdadero. Para Sorel, Huarte era pensador excesivamente materialista: una clasificación que como elogio o como reproche cae sobre Demócrito y los atomistas en general. Por su parte, Jourdain Guibelet, en L'Examen de l'examen des Esprits (París, 1631), critica su idea respecto a la desigualdad básica de los hombres y acerca del predominio, del temperamento sobre las facultades del Alma, que limita el poder del libre albedrío, según él. También un exceso de Naturalismo y su secuela; es decir, pesimismo frente a la potestad de superación, que se ilustra con los ejemplos de Demóstenes y otros grandes hombres que dominaron deficiencias básicas. Hay, por último, en este autor una acusación contra Huarte, que consiste en "avoir en l'âme quelque pointe de Judaïsme", la cual puede coincidir con hipótesis hechas posteriormente de autores que siguen el curioso principio de "Dime qué piensas (sobre un tema particular) y te diré de qué raza eres".

Huarte fue elogiado por T. de Bordeu y por Feijoo; interesó a Lessing y fue conocido por Lavater y Gall (los dos grandes teóricos de la Fisiognómica y la Frenología o Craneoscopia, respectivamente). Tuvo un gran apologista en el doctor Joseph Michel Guardia, médico menorquín, nacido en 1830, nacionalizado francés, bibliotecario de la Academia de Medicina de París en 1865, el cual, en 1855, publicó un Essai sur l'ouvrage de J. Huarte. Examen des aptitudes diverses pour les Sciences (Examen de ingenio para las Ciencias), que es de mucha utilidad y que me ha servido bastante para componer estas notas.

¿Qué significa ahora Huarte para nosotros? Navarra está en deuda con él, sin duda alguna. En épocas en que se dan violencias, absolutismo ideológico y otros excesos es un ejemplo y un modelo de ponderación. También un ejemplo, de optimismo y de fe (contra lo que dijeron sus detractores) respecto al poder del hombre y de la sociedad para perfeccionarse y remodelarse. No sólo estimula y excita. También alimenta.

Desearíamos que hubiera escrito más, pero en tiempos como los actuales, de autores superabundantes, gesticulantes y alabanciosos, también nos da un admirable ejemplo de sobriedad.

 

Nota

El gran antropólogo Julio Caro Baroja (1914-1995), eligió comentar para el suplemento Culturas, 6-IV-1989, esta obra predilecta suya, el Examen de ingenios para las ciencias (1575), del navarro Juan Huarte de San Juan (1529-1588). Esta recuperación hoy es un homenaje al médico renacentista y a uno de nuestros mejores intelectuales de la segunda mitad del siglo XX. Véanse las palabras recién recuperadas de Benet: "Conocí a Julio Caro en la década de los 40, en la tertulia de su tío en la casa de la calle Alarcón. Es un hombre que habla bajo, con el ceño permanentemente fruncido y la voz dirigida al suelo, que acompaña con gestos de la mano derecha, generalmente de protesta. Y solo de vez en cuando levanta la expresión y las cejas, para señalar lo poco amable y excepcional que hay en este mundo. En aquella tertulia donde todas las opiniones que se cruzaban eran radicales, donde los calificativos más usuales eran los de majadero y sus aledaños, donde solo en contadas y merecidas ocasiones se hacía uso del privilegio de la indulgencia, Julio Caro era sin duda el más radical y el más intransigente. Yo no sé si lo recuerda pero en una ocasión le oí decir que si le hubieran dado a elegir habría optado por ser los componentes químicos de su cuerpo, unos cuantos kilos de agua y de sales de carbono", Juan BENET, Infidelidad del regreso, Cuatro, 2007.

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