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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría
versão On-line ISSN 2340-2733versão impressa ISSN 0211-5735
Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.31 no.3 Madrid Jul./Set. 2011
https://dx.doi.org/10.4321/S0211-57352011000300008
Otra época, otro malestar en la cultura: vigencia del psicoanálisis como crítica social
Another time, another uneasiness in culture: validity of psychoanalysis as social criticism
Nicolás Vucínovicha, Rafael Romero Gamerob, Silvia Poves Oñatec, Juan Otero Rodríguezd
aPsiquiatra. Unidad de Salud Mental Comunitaria-Oriente. Hospitales Universitarios "Virgen del Rocío". Sevilla
bPsicólogo Clínico. Hospital de Día de Salud Mental. Hospital Universitario "Virgen Macarena". Sevilla
cPsicóloga Clínica. Unidad de Salud Mental Comunitaria de Osuna. Hospital "Virgen de la Merced" de Osuna. Sevilla
dPsicólogo Clínico. Unidad de Salud Mental Comunitaria-Oriente. Hospitales Universitarios "Virgen del Rocío". Sevilla.
Dirección para correspondencia
RESUMEN
Mediante este trabajo pretendemos mostrar la vigencia que el psicoanálisis mantiene en cuánto crítica social, haciendo un recorrido desde sus inicios hasta su actualidad, pasando por el empleo que hicieron los filósofos de la Escuela de Frankfurt de conceptos como superyó, libido y sublimación. Son conceptos utilizados por tres tradiciones distintas (freudiana, lacaniana y frankfurtiana), en tres momentos históricos diferentes, pero empleados para desentrañar la misma pregunta: la del malestar del hombre civilizado.
Palabras clave: Psicoanálisis, Cultura, Superyó, Libido, Sublimación.
ABSTRACT
Through this article we try to show the validity of psychoanalysis as social criticism, following a route since beginnings to present days. These pages intend to review the different usages of concepts like superego, libido and sublimation by three important schools of thought linked to psychoanalysis (Freudian, Lacanian and school of Frankfurt) among three historical moments. The relevance today of these concepts is used in order to ask the same big question: Uneasiness in socialized man.
Key words: Psychoanalysis, Culture, Superego, Libido, Sublimation.
"En el camino de la ciencia moderna, los hombres renuncian al sentido"
HORKHEIMER Y ADORNO.
Introducción
El psicoanálisis ha tenido un empuje hacia la crítica social desde sus inicios. Con escritos como "El Malestar en la Cultura" o "El Porvenir de una Ilusión", Freud avanza sobre aspectos sociales empleando los mismos conceptos que sirvieron a la clínica y a la terapéutica. Actualmente continúa sirviendo al análisis social aunque desde una perspectiva inversa: ya no realiza una lectura de lo social empleando conceptos clínicos, sino que atiende plenamente al lugar que tiene el sujeto en la sociedad actual, como sujeto comprimido entre el discurso científico y el discurso capitalista.
El psicoanálisis ha mostrado una gran plasticidad a la hora de leer los cambios culturales durante los últimos cien años. Es sin duda gracias a los conceptos de pulsión y libido, a las fluctuaciones de la libido en cuanto a los medios y los objetos que abraza, y a sus relaciones con la sublimación como su destino cultural e histórico por excelencia (1), que el psicoanálisis mantiene su vigencia en la interpretación de los hechos sociales. Mediante estos conceptos es posible hacer una lectura psicoanalítica de las creaciones del sujeto, de sus construcciones culturales; de su lugar y malestar en la cultura. Libido, pulsión y sublimación son conceptos que tienden un puente entre lo corporal y lo cultural. En su Seminario El Otro que no existe y sus comités de ética, Miller analiza las diferencias entre la pulsión y el instinto, sentando en esta diferencia esencial las posibilidades del psicoanálisis como crítica social: "La pulsión freudiana es (en contraposición al instinto), por el contrario, esencialmente plástica, se transforma, se desplaza, es capaz de sustituciones inesperadas, de conexiones inéditas, está sujeta a metáforas y metonimias, y por eso se la puede descubrir presente, actuante donde desde hace mucho tiempo los instintos y las necesidades están fuera de juego. Se la puede descubrir, precisamente -y es lo que hace Freud-, allí donde hay idealización y sublimación, en el lugar mismo de valores tanto éticos como estéticos. Consiguientemente, con el concepto de pulsión el psicoanálisis entró en el campo reservado a la cultura, lo que justifica la doctrina freudiana sobre la civilización y su diagnóstico de un malestar" (2).
Ahora bien, el lugar del sujeto en la sociedad ha cambiado en los últimos cien años: ya no es el sujeto freudiano de la religión, sometido a la represión propia de una moral que lo obliga a moderar su goce y a entrar en los canales de los ideales que lo orientan. El sujeto que recoge en su diván actualmente está desamarrado de sus anteriores ideales y es sujeto de la ciencia justamente en el punto en que ésta no atiende a la subjetividad ni al sujeto sino desde una ambición de objetividad. Recoge entonces lo que no es escuchado, lo desatendido por la ciencia. En una de sus últimas afirmaciones, dice Lacan que la ciencia se constituye mediante una exclusión fundante, la del sujeto, cuyos efectos de retorno pueden reconocerse en lo que Freud denomina "El malestar en la cultura" (3).
El malestar en la cultura freudiana
En "El Malestar en la Cultura" Freud se pregunta sobre la infelicidad del hombre que vive en sociedad. Encuentra tres fuentes de sufrimiento: la naturaleza hiperpotente que lo somete, el cuerpo propio como fuente de sufrimiento y las relaciones mantenidas con los otros (sociales, amorosas). Las salidas que halle el sujeto para moderar este sufrimiento dependen de las maniobras que consiga hacer con sus pulsiones, a las que debe renunciar en mayor o menor medida (represión, sublimación, delirio).
Se aproxima al problema de la cultura desde un enfoque genético, preguntándose por su origen y trazando su historia como lo hace con la del sujeto desde su infancia: hay un desplazamiento manifiesto y reconocido por Freud desde lo ontogenético hacia lo filogenético. Lo primitivo en el origen de la cultura (pre -cultural) es equiparable al hombre en su vida infantil y su relación con la ley y las pulsiones. Después de este período infantil inicial y tras una crisis sufrida tanto por la comunidad como por el sujeto, sobreviene la tramitación de las pulsiones por canales, la renuncia a éstas y el consiguiente malestar, en la cultura y en la neurosis. En Tótem y Tabú (4), Freud describe la crisis ligada a los inicios de la sociedad: el asesinato del padre de la horda primitiva instaura al Tótem como prohibición fundante, como orientadora del goce en relación a la ley de la prohibición del incesto, abriendo así los canales del deseo sexual en la cultura. En el sujeto infantil, esta crisis está relacionada con el surgimiento del superyó, que se describe como una escisión del yo, y cuyo origen se relaciona tanto con la introyección de las figuras de autoridad como con la ambivalencia que el niño mantiene hacia ellas (amor-odio). Son las pulsiones agresivas dirigidas hacia esa figura exterior las que causarían en un principio el sentimiento de culpa, figura central para Freud en este momento, que define como anterior al superyó y a la conciencia moral: "es la expresión inmediata de la angustia frente a la autoridad externa, el reconocimiento de la tensión entre el yo y esta última, el retoño directo del conflicto entre la necesidad de su amor y el esfuerzo hacia la satisfacción pulsional, producto de cuya inhibición es la inclinación a agredir" (pág .132.). Destaca la relación entre este sentimiento de culpa originario y su relación con el malestar en la cultura: "el propósito de situar al sentimiento de culpa como el problema más importante del desarrollo cultural, y mostrar que el precio del progreso cultural debe pagarse con el déficit de dicha provocado por la elevación del sentimiento de culpa".
Así responde Freud a la pregunta por la infelicidad del hombre que vive en sociedad: no sitúa la causa en cuestiones históricas, morales o educativas, propias de su época, sino en las vicisitudes de la pulsión de muerte, en la mezcla que mantenga esta con la pulsión de vida, y en el devenir de estas pulsiones agresivas en la figura del superyo.
El malestar de la escuela de Frankfurt
Los conceptos psicoanalíticos fueron empleados y adaptados, con mayor o menor rigor, por distintas tradiciones críticas. Tomaremos en este trabajo a los pensadores de la escuela de Frankfurt porque utilizan conceptos freudianos, que directamente extraen de textos como el antes resumido, al tiempo que los articulan con elementos coyunturales, que son analizados desde la tradición del materialismo histórico. Nos centraremos en el análisis que estos autores realizan sobre el desarrollo tecnológico y sus efectos sobre el sujeto. Creemos relevante este paso que el psicoanálisis hace por la sociología en su vertiente crítica, articulado con conceptos del materialismo histórico. De esta forma parece relanzar sus posibilidades y su pertinencia como crítica social.
Los pensadores de los que nos ocuparemos definen una "teoría crítica de la sociedad", partiendo para esto de dos preceptos: el juicio que afirma que la vida puede y debe ser hecha digna de vivirse, y el segundo juicio que afirma que en una sociedad dada existen posibilidades para su mejoramiento, formas y medios para realizar estas posibilidades (5)(6).
Para Marcuse (6), las sociedades industrializadas están caracterizadas por un desarrollo tecnológico que impregna con sus instrumentos "no solo las ocupaciones, aptitudes y actitudes socialmente necesarias, sino también necesidades y aspiraciones individuales"..."ante las características totalitarias de esta sociedad, no puede sostenerse la noción tradicional de la neutralidad de la tecnología. La tecnología como tal no puede ser separada del empleo que se hace de ella; la sociedad tecnológica es un sistema de dominación que opera ya en el concepto y la construcción de técnicas" (pág. 26).
Según Marcuse, la mecanización ha restado libido a ciertas actividades de la vida que él entiende como erotizadas, en el sentido de portadoras de la marca de Eros en tanto pulsión de vida. Con la mecanización se ve deserotizada toda una dimensión de la actividad humana y el universo de la catexia libidinal se reduce. Dice: "Obligada en la lucha por extender el campo de gratificación erótico, la libido se hace menos polimorfa, menos capaz de un erotismo que vaya más allá de una sexualidad localizada... Así, disminuyendo lo erótico e intensificando la energía sexual, la realidad tecnológica limita el campo de la sublimación".
En su trabajo "Dialéctica de la Ilustración", Horkheimer y Adorno (7) analizan el curso que la ilustración toma en la modernidad, la forma que adopta en su retorno a la barbarie y en su renuncia a los primeros ideales: liberar al hombre del mito para entrar en el reino de la razón y el conocimiento científico. Para estos pensadores, la lógica que impulsa la ilustración es en su origen la del dominio de la naturaleza. Este dominio retorna sobre el hombre en tanto ser "biológico". Este es el punto que retoma el psicoanálisis en la actualidad: el sujeto en tanto observado de forma muda por las nuevas tecnologías, cuerpo biológico en continuidad con la naturaleza antes sometida. Continúan: "La Ilustración se relaciona con las cosas como el dictador con los hombres. Éste los conoce en la medida en que puede manipularlos. El hombre de la ciencia conoce las cosas en la medida en que puede hacerlas. De tal modo, el en sí de las mismas se convierte en para él. En la transformación se revela la esencia de las cosas siempre como lo mismo: como materia o substrato de dominio" (pág. 64). Y sobre esta vuelta que el dominio hace sobre el hombre, dicen: "El dominio universal sobre la naturaleza se vuelve sobre el mismo sujeto pensante, del cual no queda más que aquel yo pienso eternamente igual, que debe poder acompañar todas mis representaciones. Sujeto y objeto quedan, ambos, anulados."(pág. 64).
Tenemos entonces dos malestares en la cultura. El primero, freudiano, originado en la propia pulsión introyectada, en la pulsión de muerte tramitada por el uperyo, elementos que en principio parecen no relacionados con aspectos sociales e históricos, sino con el dinamismo propio de la pulsión y sus destinos. El segundo malestar, el frankfurtiano, toma los conceptos de libido y sublimación, dos elementos que sí están condicionados culturalmente, sometidos a coyunturas históricas, como por ejemplo el encuentro del operario con la máquina o el encuentro del hombre con la ciencia cuando ésta lo trata como puro cuerpo biológico. El malestar de los pensadores de la Escuela de Frankfurt se explica por un "afuera" que retorna sobre el sujeto, convirtiéndolo tanto en objeto de una cadena productiva y de consumo, como en objeto de la ciencia en su avance sobre la naturaleza. Hay una dificultad externa al sujeto, condicionado por los medios de producción, para la sublimación, entendida por Marcuse como erotización del trabajo, que genera un estancamiento de la libido y un consiguiente malestar (8).
El malestar en la escuela lacaniana
Creemos que el psicoanálisis, en su vertiente lacaniana, articula el original "adentro" freudiano con el "afuera" de la escuela de Frankfurt y el materialismo histórico.
En el seminario antes citado, Miller (9) se proponen explotar esta vertiente crítica del discurso psicoanalítico: "Este año decidimos abordar como siempre nuestra clínica y sus conceptos, pero lo haremos por un sesgo especial, que es el del relativismo. Las estructuras de la clínica dependen de lo prehistórico, como indicaba Freud, de lo inmemorial, pero también - y es el aspecto que este año decidimos privilegiar- nuestras categorías son relativas a la historia, la sociología, el estado de la civilización"(pág. 32).
Se observa un esfuerzo constante en la producción de la escuela lacaniana por contextualizar, resituar los conceptos freudianos, respondiendo a exigencias de la clínica actual. En relación al concepto de superyó, por ejemplo, en el seminario "La ética del psicoanálisis" (10), Lacan suscribe al origen del superyo planteado en "el malestar en la cultura": la génesis de la dimensión moral arraiga en el deseo mismo, y de la energía de este deseo se desprende su elaboración como censura. Más tarde, este superyó freudiano queda marcado, en la enseñanza de Lacan, por el estado actual de la civilización: como explica Miller: "El superyó freudiano produjo cosas como lo prohibido, el deber, hasta la culpabilidad, que son términos que hacen existir al Otro, son los semblantes de otro, suponen Otro. El superyó lacaniano produce un imperativo distinto: ¡Goza! Este es el superyo de nuestra civilización" (pág. 19).
Este imperativo que comanda al sujeto en nuestra civilización, en tanto empuje a gozar sin límites (del consumo, de la comunicación, de todos los preciosos objetos que el mercado pone en sus manos, de su cuerpo y su sexualidad), es el mismo que parece imprimirle cierto impulso ciego a la ciencia, diciendo: ¡conoce! ¡avanza!, sin rumbo. Esto obliga al hombre a poner en juego nuevas defensas, nuevas figuras para humanizar el discurso de la ciencia: los comités de ética, como las mismas leyes, corren apresurados detrás de los descubrimientos científicos, buscando abrir una nueva brecha en el campo del derecho, donde alojar al sujeto.
Este nuevo superyó condiciona una clínica moderna, con la que tenemos que trabajar: es la clínica de la impulsividad, de los trastornos de la personalidad, de las adicciones, de las conductas alimentarías, de los trastornos conductuales en los niños y adolescentes y el suicidio. En el encuentro con estos pacientes se manifiesta un goce desamarrado del deseo, alocado, ineducable según las tradiciones psicológicas cognitivo conductuales, y resistente según la psicofarmacología. La perspectiva lacaniana nos permite escuchar a estos pacientes atendiendo a dos vectores en juego: el imperativo de goce inherente al cuerpo y el lugar estrecho que le queda al sujeto y su deseo, colapsado entre el discurso científico y el capitalista.
Conclusión
El malestar de la escuela lacaniana, tercer malestar según nuestra conceptualización, es el que parece integrar y continuar esta vertiente crítica del psicoanálisis: partiendo de la clínica, desde las necesidades que plantea atender al "caso por caso", constata y denuncia los efectos que tienen sobre el sujeto, sobre sus síntomas y modalidades de goce, la cultura occidental en su versión actual. Se reformula la pregunta de los pensadores de Frankfurt: ¿qué sucede con el sujeto cuando el dominio del hombre sobre la naturaleza y el conocimiento científico en su versión técnica se aplican sobre su propio organismo? Se atiende al cuerpo en tanto órgano, ignorándose su dimensión simbolizada, erotizada, como cuerpo atravesado por el lenguaje. "En el camino de la ciencia moderna, los hombres renuncian al sentido", escriben Horkheimer y Adorno (7). Entonces, y puede ser éste el lazo que amarra las tres tradiciones tratadas aquí, renunciar al sentido es renunciar al sujeto. Se renuncia al sentido a medida que se olvida la dimensión simbólica del síntoma, al síntoma en tanto "querer decir", dimensión descubierta por Freud a partir de su trabajo con pacientes histéricas. Se renuncia entonces al sentido del síntoma, que es tratado como un error del pensamiento; se retrocede ante el sentido de los sueños y de los actos fallidos; se descree del deseo inconciente y la pulsión, que sin embargo continúan moviendo el aparato psíquico, que insiste en forma de síntomas resistentes a cualquier combinación psicofarmacológica.
Creemos fundamental atender a ciertas peculiaridades de nuestra época en nuestro trabajo en salud mental. De esta forma podremos estar advertidos y no reproducir, en el encuentro con los pacientes, el semblante cientificista que podría desalojarlos como sujetos de sentido.
Bibliografía
(1) Freud, S. Obras completas, tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 1976 [ Links ]
(2) Miller, J. A. El Otro que no existe y sus comités de ética. Buenos Aires: Paidós. 2005 [ Links ]
(3) Dessal, G. Las ciencias inhumanas. Madrid: Editorial Gredos. 2009 [ Links ]
(4) Freud, S. Obras completas, tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 1976 [ Links ]
(5) Horkheimer, M. Teoría crítica. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 1974 [ Links ]
(6) Marcuse, H. El hombre unidimensional. Barcelona: Biblioteca Breve. 1971 [ Links ]
(7) Horkheimer, M. Adorno T. W. Dialéctica de la ilustración. Madrid: Trotta, 1994 [ Links ]
(8) Marcuse, H. Eros y civilización. Barcelona: Editorial Ariel. 1981 [ Links ]
(9) Lacan, J. La ética del psicoanálisis. Buenos Aires: Editorial Paidós. 1988. [ Links ]
(10) Miller, J. A. Introducción a la clínica lacaniana. Barcelona: ELP. 2006 [ Links ]
Dirección para correspondencia:
Rafael Romero Gamero
rrgamero@yahoo.es
Recibido: 18/12/2010
Aceptado con modificaciones: 08/01/2011