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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

On-line version ISSN 2340-2733Print version ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.32 n.113 Madrid Jan./Mar. 2012

https://dx.doi.org/10.4321/S0211-57352012000100012 

CARTAS AL EDITOR

 

Diagnósticos

Diagnostics

 

 

Oigan, ustedes, los de las tres dimensiones. ¿Se han imaginado alguna vez levantarse un sábado por la mañana, desayunar, ponerse a leer, y al rato, sin aviso alguno del cuerpo, empezar a girar la cabeza de un lado a otro sin poder evitarlo pero siendo consciente de todo? Supongo que sí, porque a mí me pasó y no soy tan raro. Sólo conservo tres videoconsolas y dos ordenadores. Tampoco les parecerá anormal que al mes hablara alargando las vocales o con acentos extraños. Esto puede suceder por muchas causas, por lo que no es para tanto. Los gritos durante horas a pleno pulmón sin parar un instante tampoco creo que lleve a escándalo a nadie. Por algo se dice que a uno le ha dado un aire, que le entra y le sale por la boca. Viendo claro el diagnóstico, no les extrañará que la cosa desemboque en cantar, aullar, cacarear, sisear, hablar en lenguas extrañas, saltar, caminar bajo el peso de una gravedad superior a la de la Tierra, y, finalmente, una sinfonía de movimientos y sonidos combinando todo el repertorio de mi memoria.

A la luz de lo anterior el diagnóstico es claro: seis o siete. Diagnósticos diferentes, quiero decir. ¿No me siguen? Imagínense el escenario y así entenderán mejor lo que viene. Al psiquiatra le llega un enfermo nuevo y como humano no puede ser racional, sino meramente racionalizador. Como todo profesional tiene una formación, y esta, irónicamente, puede ser nuestra condena porque sucede demasiado que esta se convierte en un texto sagrado que no permite desviación alguna a la hora de encajar los síntomas en un nombre. Y es que, el demonio siempre ha estado en los detalles, y no hay nada más detallista que un sistema nervioso. (Advertencia sanitaria: la enfermedad mental es consecuencia de una patología del sistema nervioso. Los enfermos mentales no son ni enfermos morales ni adoradores de demonios).

La consecuencia funesta de este error en la nomenclatura es que la medicación puede no ser la adecuada y el falso sambenito se traslade al psicólogo y así la metedura de pata es completa.

 

Gonzalo Nielfa Murcia

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