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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versão On-line ISSN 2340-2733versão impressa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.34 no.123 Madrid  2014

https://dx.doi.org/10.4321/S0211-57352014000300008 

ORIGINALES Y REVISIONES

 

Pensamiento y límite en psicoanálisis

Thought and limit in psychoanalysis

 

 

Jaime Gordo Sánchez

Doctor en Psicología-Psicoanalista, Profesor Departamento Psicología Clínica, Experimental y Social de la Universidad de Huelva, España.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El objetivo de este artículo es desarrollar una serie de líneas de reflexión que se articulan en torno a la cuestión del pensamiento en psicoanálisis. La idea central es que pensar en psicoanálisis es pensar sobre el límite y que ese pensar se ubica allí donde el propio pensamiento encuentra su límite. Para mostrar esto partiremos de dos dimensiones de la elaboración freudiana (el límite en el pensamiento de la capacidad asociativa y el límite en el pensamiento de la escena) para, a continuación, analizar la importancia del concepto de límite en el pensamiento y la conceptualización teórica en psicoanálisis. Es esta orientación del pensamiento hacia un límite que implica el psicoanálisis, la razón de su radicalidad y de su irreductible dificultad de formalización y transmisión.

Palabras clave: Pensamiento, Límite, Psicoanálisis, Asociación Libre, Escena.


ABSTRACT

The aim of this paper is to develop some lines of reflection that put together around the question of thinking in psychoanalysis. The central idea is that thinking in psychoanalysis is thinking about limit and that such thinking is there where the own thought finds its limit. To show this we'll begin with two dimensions of the Freudian elaboration (the limit in the thinking of the associative capacity and the limit on the thinking of the scene) to continue with the analysis of the importance of the concept of limit in thought and the theoretical conceptualization in psychoanalysis. It is this approach of thinking towards a limit involving psychoanalysis, the reason of its radicalism and its irreducible difficulty of formalization and transmission.

Key words: Thought, Limit, Psychoanalysis, Free association, Scene.


 

Introducción

Si es cierto, como afirma Green (1), que en psicoanálisis existe un modo original de racionalidad surgido de la experiencia práctica, cabría preguntarse qué hay de específico en la forma de producción de pensamiento del psicoanálisis: ¿Qué es pensar psicoanalíticamente?

Evidentemente esta cuestión atañe al encuentro-desencuentro, entrecruzamiento, entre psicoanálisis y filosofía, que ha tenido en Lacan el nombre de antifilosofía. En realidad el psicoanálisis no puede desentenderse de la filosofía pero tampoco puede asociarse claramente a ella. Por otra parte, esta cuestión atañe también a la relación entre psicoanálisis y ciencias cognitivas aunque salta a la vista que hay una diferencia radical en la concepción de lo que es el pensamiento para las ciencias cognitivas y para el psicoanálisis.

Consideramos que, si existe una característica definitoria de la razón analítica, esta es su radicalidad: el psicoanálisis es pensar en profundidad. Es esta radicalidad que lleva a confrontarse de continuo con un límite, la que nos permite convertir la cuestión del límite en objeto de reflexión e interrogación; e incluso poner este límite en el centro de todo. Pensar en psicoanálisis es pensar el límite.

En ese sentido la cuestión del límite es un elemento ordenador de la pregunta sobre qué es pensar en psicoanálisis. Curiosamente es esta la apuesta filosófica de Eugenio Trias por él llamada razón fronteriza: poner en el centro de toda reflexión filosófica el límite que a esta siempre le sale al paso.

Para Trias (2), el límite de lo pensable puesto en el centro es el reto que instiga y la salvaguarda que impide a la filosofía el desfondamiento en la nada. A la razón que se interroga por este límite la llama Trias "razón fronteriza". Dicha razón se interroga por el límite que imposibilita al sujeto el conocimiento de sus causas. A esto él lo llama fundamento en falta. De esta condición fronteriza se desprende también una ética fronteriza donde el hombre hallaría su ser más precioso: la libertad.

 

Pensamiento del límite de la capacidad asociativa.

La cuestión del límite es rastreable en significativos puntos de la obra freudiana. En primer lugar se presenta a propósito de la asociación libre; Freud se confronta desde el comienzo de su recorrido con el hecho de que hay un límite en la capacidad asociativa.

La asociación libre es, sin duda, el elemento central del descubrimiento freudiano. Se trata del instrumento, concepto, o método, desde el que poder pensar un sujeto descentrado que subvertirá radicalmente la concepción clásica del sujeto y conduce a un nuevo y específico tipo de racionalidad. Al fin y al cabo, la asociación libre, ¿lo es de la palabra o del pensamiento?: lo es de la palabra y del pensamiento; pues la puesta en marcha del método de la asociación libre introduce un cambio radical en lo que supone pensar. En primera instancia, produce una liberación del pensamiento que permite pasar de un pensamiento coagulado a la movilidad de las representaciones, pero además permite la radical apertura a lo nuevo orientado a un límite.

Evidentemente el concepto clave para concebir este límite en la obra de Freud es el de "ombligo del sueño". Se trata de un concepto que aparece en dos ocasiones en La interpretación de los sueños. La primera en el análisis del conocido sueño de "La inyección de Irma", la segunda en el capitulo séptimo.

Freud (3) presenta el sueño de "La inyección de Irma" en el capitulo segundo de La interpretación de los sueños, que lleva por título "El método de la interpretación de los sueños. Análisis de un sueño paradigmático". Este sueño es, como afirman E. Roudinesco y M. Plon (4), un mito del psicoanálisis porque contiene una especie de novela familiar de los orígenes y la historia del psicoanálisis. Tal vez por eso ha sido objeto de una ingente cantidad de estudios.

El concepto de "ombligo del sueño" aparece en las asociaciones a los trozos consecutivos del sueño "La llevo hasta la ventana para mirar dentro de su garganta. Se muestra un poco renuente, como las mujeres que llevan dentadura postiza: pienso entre mí que en modo alguno tiene necesidad de ello" (5) y "después la boca se abre bien".

Introduce Freud entonces una nota sobre el "ombligo del sueño", los límites de la interpretación y el tema de las tres mujeres:

Sospecho que la interpretación de este fragmento no avanzó lo suficiente para desentrañar todo su sentido oculto. Si quisiera proseguir la comparación de las tres mujeres, me llevaría muy lejos. Todo sueño tiene por lo menos un lugar en el cual es insondable, un ombligo por el que conecta con lo no conocido.

Es importante considerar lo que se propone aquí como límite: tres mujeres y el misterio del embarazo, del nacimiento. En ese sentido, el término ombligo designa realmente un "resto" del primitivo vínculo con la madre, con lo femenino materno. Ese "resto" coincidiría en indagación freudiana con la imposibilidad de añadir palabras, con un límite en la capacidad asociativa.

Tanto en el texto del sueño de "La inyección de Irma" como en las asociaciones al mismo, la presencia de referencias a lo femenino es masiva. Por otra parte, esto enigmático incumbe también a la búsqueda que el propio psicoanálisis supone. Aparece en este fragmento, algo que retorna sucesivamente en la obra de Freud: la cuestión de las tres mujeres marcada por un tono inquietante.

Efectivamente, el tema de las tres mujeres, se repite reiteradamente en el sueño: 1-La primera serie de tres mujeres es aquella que aparece en el elemento que Freud considera el "ombligo del sueño", en la que están presentes Irma, la amiga y la gobernanta -podemos pensar: la esposa, la hija, la madre-; 2-Las tres mujeres aparecen también en las asociaciones a Es probable que la jeringa no estuviera limpia: la esposa, Mathilde e Irma; 3-Finalmente en el sueño están presentes los nombres de las tres hijas de Freud: Mathilde, Sophie y Anna.

Por lo demás, el número tres aparecerá también en el sueño bajo otras formas: en el número de los colegas que aparecen; en la historia judía del caldero; en la trimetilamina; en el número de años que cumple Martha Freud, etc. En nuestra opinión, es posible formular la hipótesis de que la presencia reiterada de este dígito puede tener que ver con el descubrimiento del complejo de Edipo, que está en ciernes; esa sería la solución.

En el capitulo séptimo de La interpretación de los sueños, Freud (6) se refiere nuevamente al "ombligo del sueño". Dicho capítulo es el apartado teórico del libro, con el que Freud se propone construir una estructura teórica que dé cuenta de su descubrimiento. Es la parte metapsicológica del texto. Lleva por título "Sobre la psicología de los procesos oníricos" y consta de seis subapartados. Es en el primero, "El olvido del sueño", donde aparece una nueva utilización del término "ombligo del sueño". Se trata de un punto de su elaboración donde se confronta con los límites de la elaboración metapsicológica. El problema que se plantea es el de esclarecer el sueño como hecho psíquico, de explicarlo en el sentido de conducirlo a lo conocido; pero no existe ningún conocimiento psicológico al que subordinar lo discernido a partir del examen psicológico de los sueños. Ésa es la tarea en la que se empeña en este capítulo que Freud considera como un viaje que desemboca en la oscuridad. Dicha terminología -adentrarse en la oscuridad, llevar lo conocido a lo no conocido-, parece marcada por el deseo y la imposibilidad de adentrarse en lo enigmático de los primeros vínculos con la madre. Freud empieza el capitulo con el relato de un sueño enigmático que, en principio, no se amoldaría a su hipótesis de que el sueño es una realización de deseos: el sueño "Niño que se abrasa". Le fue referido por una paciente que, a su vez, lo había escuchado en una conferencia. Es en el primer apartado del mismo donde introduce nuevamente el término "ombligo del sueño":

Aún en los sueños mejor interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en sombras, porque en la interpretación se observa que de ahí arranca una madeja de pensamientos oníricos que no se dejan desenredar, pero que tampoco han hecho otras contribuciones al contenido del sueño.

Entonces ése es el ombligo del sueño, el lugar en que él se asienta en lo no conocido. Los pensamientos oníricos con que nos topamos a raíz de la interpretación tienen que permanecer sin clausura alguna y desbandar en todas las direcciones dentro de la enmarañada red de nuestro mundo de pensamientos. Y desde un lugar más espeso de ese tejido se eleva luego el deseo del sueño como el hongo de su micelio.

Indagando en esta definición hemos de decir que se trata de un lugar que se ha de dejar a menudo en sombras. Sería entonces un lugar oscuro, eso es, ajeno a la luz del sentido. Ése es el lugar en que el sueño se asienta en lo no conocido. Pero, al respecto, cabe evidentemente la pregunta de qué clase de "no conocido" es accesible a través de la escucha psicoanalítica. Que clase de no conocido se ofrece como límite a la indagación analítica.

La reflexión en torno al límite de la asociación libre aparecerá también en el recorrido freudiano a propósito del concepto de "simbolismo". Freud (7) analizará aquí el momento en que no es posible la asociación de ideas en torno a un sueño. Sólo en ese caso es pertinente el uso de una interpretación simbólica del mismo. Podríamos pensar que esta parálisis de las asociaciones es de distinto orden que la considerada a propósito del "ombligo del sueño". La primera es una expresión de la resistencia, la segunda es un límite propio de la estructura. Por otra parte, esta parálisis puede presentarse con efecto inquietante, así, en el último apartado del segundo capitulo de Lo siniestro (8), Freud considera el hecho de que se produzca efecto siniestro "...cuando un símbolo asume la plena operación y el significado de lo simbolizado". La angustia que aquí se produce sería del mismo orden que la que aparece en el sueño de angustia.

A partir de estas observaciones nos parece posible considerar que el "ombligo del sueño" es un límite de acceso a lo originario en el que coinciden, sin duda, varios planos. Para abordar esta cuestión, nos serviremos de un párrafo agregado al segundo apartado del mismo capitulo séptimo de La interpretación de los sueños, titulado "La regresión", donde Freud (9) distingue tres modos de "regresión":

1. Una regresión tópica, que consistiría en una reactivación de las huellas en el inconsciente.

2. Una regresión temporal, pues se trataría de una retrogresión a formaciones psíquicas más antiguas.

3. Una regresión formal, ya que los modos de figuración primitivos sustituyen a los habituales.

Finalmente estos tres modos de regresión son, según Freud, uno sólo, y en la mayoría de los casos coinciden, pues lo más antiguo en el tiempo es a la vez lo más primitivo en sentido formal y lo más próximo al extremo perceptivo dentro de la tópica psíquica.

Siguiendo esta forma de acercamiento a la cuestión de la "regresión", consideramos que el límite al que apunta el "ombligo del sueño" coincide con tres límites en los tres planos temporal, formal y tópico:

1. El término ombligo, que remite al primer vínculo con la madre será lo primero en el plano temporal.

2. Este límite coincide también con lo primario en el aspecto formal: lo no asimilable, no reconocible en el orden del lenguaje.

3. Desde el punto de vista tópico sería lo reprimido originario.

Se trata pues de un concepto que apunta al límite de lo originario ante el que Freud se detiene. En nuestra opinión, la indagación lacaniana presenta la posibilidad de ir más allá de este punto de inflexión de la conceptualización freudiana.

Efectivamente, Lacan (10) dedica dos clases del Seminario II, "El Yo en la Teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica", a analizar el sueño de "La inyección de Irma". Para él, lo que Freud ve en la garganta de Irma es algo innombrable, una verdadera cabeza de la Medusa, lo Real como imposible. Según Lacan, lo que en este sueño se le revela a Freud, es el hecho de que la única palabra clave del sueño es la naturaleza misma de lo simbólico.

Por otra parte, en la misma época, en que dicta estas dos clases, en su "Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud" (11), recogerá del artículo de Freud "La negación" (1925), el término Bejahung para designar un momento mítico de simbolización primordial que daría cuenta de la entrada del sujeto en el lenguaje. En esta simbolización se produce un corte entre lo que será del orden de lo reprimido y lo que retornará desde lo Real que Lacan ejemplificará a través de un recuerdo de El Hombre de los Lobos (1918 [1914]). Se puede conceptualizar así un no-reconocido que no será el que retorna desde lo reprimido. En nuestra opinión, es este límite al que apunta la conceptualización freudiana sobre el "ombligo del sueño".

Es interesante constatar el hecho de que el concepto de "ombligo del sueño" surge como el reverso de la confrontación con el límite de la indagación psicoanalítica y de la elaboración teórica metapsicológica. Efectivamente el sueño de la "Inyección de Irma" muestra a Freud ante el límite angustioso de su descubrimiento y la definición del "ombligo del sueño" se enmarca en el límite de la teorización metapsicológica desarrollada en el Capítulo VII de La Interpretación de los sueños. Retomaremos posteriormente esta cuestión.

 

Pensamiento del límite en la conceptualizacion de la escena.

Fue Lacan quien hizo prestar atención a la frase "eine anderer Schauplatz", "el otro escenario", tomada por Freud de Fechner y que Lacan (12) consideró un modo constituyente de la razón analítica. Freud utiliza también con frecuencia el término Szene desde el inicio de su obra en relación a la teoría de la seducción y posteriormente en relación a la "escena originaria" (Urszene). Es evidente que el pensamiento sobre la escena y la pregunta por su límite en la construcción de sujeto ha sido central en todo el recorrido freudiano y particularmente en lo que hace referencia a la "escena originaria"; ninguna fantasía se orienta al límite de lo conceptualizable del sujeto y la teorización en psicoanálisis como la escena originaria.

El término alemán Urszene ha sido traducido al castellano por "escena originaria" o "escena primaria", nosotros nos referiremos al término alemán Urszene con la expresión escena originaria, por considerarla más exacta. Seguimos, en este punto, a Laplanche (13), quién hace la misma elección para el idioma francés y considera que el término scene originaire establece un puente con otros términos que Freud consideró como originarios. Clásicamente (14) se ha considerado la "escena originaria" como la escena de relación sexual entre los padres, observada o supuesta basándose en ciertos indicios y fantaseada por el niño, quien la interpreta generalmente como un acto de violencia por parte del padre.

Se trata de un concepto que se fue definiendo poco a poco en el progresivo desarrollo de la obra de Freud. Se pueden establecer una serie de etapas en el proceso de constitución del concepto.

En un primer momento, Freud plantea desde los primeros trabajos sobre la histeria, la importancia de la percepción del comercio sexual entre los padres como generadora de una excitación que se transforma en angustia. A la vez, el término Urszene, está presente en las cartas a Fliess aunque con acepciones distintas a la de escena de relación entre los padres.

Posteriormente, el intercambio sexual entre los padres aparece espiado a través del oído y produce un efecto siniestro. En el proceso de construcción del concepto a partir de la publicación del artículo "Sobre las teorías sexuales infantiles", marcado por el análisis del pequeño Hans, Freud (15) considerará que el coito entre los padres, interpretado por el niño como un acto sádico, es una de las construcciones teóricas que el niño se formula y que forman parte de las teorías sexuales infantiles; teorías con las que el niño responde, conforme a su propio funcionamiento psíquico, a preguntas fundamentales relacionadas con la sexualidad. A partir de 1915 (16) la "escena originaria" será considerada por Freud como una de las "fantasías originarias" (Urphantasien). Por otra parte, Freud atenderá en reiteradas ocasiones a las identificaciones que se producen en la observación del comercio sexual entre los padres.

Pero donde será llevada hasta el paroxismo la reflexión en torno al límite de la escena originaria será en el historial de "El hombre de los Lobos". Efectivamente, a partir del sueño que da título al caso, Freud (17) construye con gran exactitud y de modo obsesivo, casi delirante, una "escena originaria", en la que se encontraría la causa de la neurosis infantil y que habría sido percibida a través de la mirada. En el camino aborda la presencia de la mirada en el sueño, en la escena originaria y en la construcción del sujeto. Freud describe en este paciente la existencia de una temprana curiosidad vehiculizada a través de la mirada que será un elemento nuclear en el sueño y en la "construcción" (Konstruktion) de la "escena originaria" que Freud hace a partir de ella. El mirar fijo de los lobos, se presenta así, como un elemento fundamental en la carga angustiosa del sueño. Por otra parte, Freud (18) nos dice que el paciente siempre había destacado dos aspectos del sueño que le provocaron la máxima impresión: "en primer lugar, el total reposo e inmovilidad de los lobos, y segundo, la tensa atención con que todos ellos lo miraban. También le parecía digno de notarse el duradero sentimiento de realidad efectiva en que desembocó el sueño." El sentimiento de realidad indicaría que dentro del material latente del sueño hay algo que ocurrió en la realidad material. Freud se refiere a este suceso con el término "escena". De este modo lleva las cosas a su terreno. A continuación señala las claves para descubrir dicha escena. La mirada es, en ese sentido, un elemento fundamental: "Tenía que llevarnos hasta el contenido de esta escena lo que el soñante destaca en el contenido manifiesto del sueño, a saber, los aspectos del mirar atento y de la inmovilidad." La mirada está presente también en un síntoma fundamental del "Hombre de los Lobos", relacionado con la escena originaria: el síntoma del enema. A partir de este síntoma y de los comentarios de Freud se comprende que hay una ligazón que une en este síntoma la pulsión escópica y la pulsión anal. El sujeto libera esfínteres y desaparece el velo.

En este recorrido Freud parece llegar al límite de la conceptualización de la escena originaria del sujeto, de esa escena que parece dar un determinado tono a todo el escenario donde se representa el mundo imaginario, la escena encargada de montar el escenario.

De este modo, como ya hemos afirmado en otro lugar (19), consideramos que la "escena originaria" resulta determinante en el intento de dar cuenta de un punto límite en la indagación sobre el nacimiento del sujeto.

Por otra parte, es necesario señalar que este pensar el límite de la escena es llevado una vuelta de tuerca más por Lacan, pues gran parte de su indagación irá destinada a teorizar como está construida la escena dentro del escenario.

 

Pensamiento del límite en la conceptualización teórica.

Como anteriormente señalábamos existe una coincidencia entre el límite con el que se confronta la indagación psicoanalítica y el límite que sale al paso en la elaboración teórica en psicoanálisis. Se deriva esta coincidencia del hecho, muchas veces señalado, de que existe en la indagación freudiana una total coincidencia entre descubrimiento del objeto de estudio y elaboración del método de descubrimiento del mismo.

De este modo, la cuestión del límite como elemento central del pensar en psicoanálisis se percibe también en la formalización teórica psicoanalítica. De entrada aquí hay que señalar la existencia de un punto de imposibilidad en el pensamiento psicoanalítico donde siempre hay un salto entre la teorización y el pensamiento en movimiento. El núcleo duro del edificio teórico en psicoanálisis, el edificio metapsicológico, es una muestra de ello.

Por otra parte, este límite del pensamiento de la teoría produce una suerte de redoblamiento que hace que pensar la teoría sea pensar el proceso mismo de construcción de la teoría. Así, en "Psicopatología de la vida cotidiana", cuando por primera vez se refiere Freud (20) en su obra a la metapsicología, nombra a la percepción endopsíquica como un proceso del pensamiento analítico y de su formalización desde percepciones profundas. El sujeto tendría una "percepción endopsíquca" de algunos fenómenos que él desconoce y que están presentes como conocimiento oscuro. Ese conocimiento se proyectaría al mundo exterior y se vería reflejado en una construcción de la realidad suprasensible", que se correspondería con las grandes entidades metafísicas y mitológicas. La metapsicología vendría a transformar esa realidad transcendente en "psicología del inconsciente". Observamos, de este modo, desde el principio, una verdadera interrogación sobre lo que sería pensar psicoanalíticamente.

La metapsicología, que puede ser definida como el conjunto de los elementos estructurales fundamentales de la teoría freudiana, se nos presenta tentándonos una y otra vez con el aspecto de un saber terminado y definitivo. Sin embargo, sería un saber muerto si no se entiende como un lugar de producción de pensamiento.

Sabemos hasta que punto la elaboración de este proyecto le hizo a Freud confrontarse con lo imposible. Así, en 1898 (21) no duda en pedir permiso a Fliess para dar comienzo a tal empeño de nombrar y dar forma a esta su creación más problemática. Igualmente, cuando en 1915 se propone hacer una especie de compendio de metapsicología, se ve confrontado a la imposibilidad de concluirlo, calificando diez años más tarde ese ensayo de torso, de escultura sin terminar. Hay algo entonces en este edificio teórico que está en permanente estado de construcción y que sólo adquiere su verdadera fuerza en relación al objeto que intenta elaborar que no es otro que la cosa analítica misma.

Efectivamente, en este interminable intento de dar cuenta de lo inelaborable de la cosa analítica, la metapsicología se presenta como una especie de punto límite; y al mismo tiempo, principio generador y, final terminado, del pensamiento psicoanalítico que tiraría de continuo anticipatoriamente hacia un imposible ideal de completud. Siendo a la vez un lugar de análisis del propio proceso de pensamiento analítico.

Desde esta perspectiva, lo más interesante de la metapsicología no sería, entonces, su condición de sólido fundamento teórico, sino su disponibilidad como territorio de ensayo metodológico que ofrece la posibilidad de pensar. Así habría que entender, en nuestra opinión, la afirmación de Freud (22) en "Análisis terminable e interminable" cuando invoca a la bruja metapsicológica: "Sin un especular y un teorizar metapsicológicos- a punto estuve de decir fantasear- no se da aquí un solo paso adelante". Con esta perspectiva resulta de muy limitado interés realizar un acercamiento meramente descriptivo a la metapsicología, y esto porque en ningún otro ámbito es tan grande el riesgo de caer en la construcción de un saber muerto y en ninguno se genera con tanta fuerza la tensión entre la existencia supuesta de un saber definitivo y establecido y la imposibilidad del mismo. Esto lo convierte, por el contrario, en un terreno privilegiado para la investigación en psicoanálisis y para el planteamiento de cuestiones centrales de la enseñanza y la metodología psicoanalítica.

Consideramos que es una ineludible condición de un modo de pensar la teoría en psicoanálisis que esté viva y que ponga en juego el deseo de saber, la de permitir la emergencia de una mirada nueva, que tenga el efecto sorpresa generado por el retorno de lo reprimido. No puede presentarse como un saber establecido y definitivo, ni puede eludir en su esfuerzo por pensar la teoría una suerte de permanente redoblamiento sobre si mismo que lo exponga de continuo a la radicalidad de su objeto y a los puntos límite de su desarrollo conceptual.

Esta radicalidad orientada a un límite está presente en la teorización sobre lo originario en Freud y es rastreable igualmente en el análisis de los tres elementos centrales de la metapsicología. Por supuesto la pulsión es ya considerada por Freud como un concepto límite entre lo psíquico y lo somático; esta se apoya en las zonas del cuerpo que hacen borde, que están sometidas a movimiento de apertura y cierre. Este aspecto limítrofe de la pulsión está presente, por otra parte, en su carácter fundador de lo originario de la formación del adentro y del afuera que Freud intenta conceptualizar en "Pulsiones y destinos de pulsión". Por otra parte, la cuestión que más apunta a ciertos límites de lo originario en el desarrollo teórico de la pulsión, es la introducción de la compulsión a la repetición y la conceptualización de la pulsión de muerte desarrollada en "Más allá del principio del placer". En cuanto a la represión hay que señalar de entrada que su conceptualización apunta directamente a la cuestión de lo originario como límite. Por su parte, el concepto central de Inconsciente, pone en juego una descripción espacial que hay que repensar en relación a la cuestión topológica, porque la metáfora espacial del adentro y el afuera se presenta como un límite a reconsiderar y así como decíamos antes que la pulsión se apoya en las zonas del cuerpo que hacen borde, habría que considerar el Inconsciente como una estructura topológica de borde.

En este contexto, una cuestión central a considerar atañe a las formas de lectura y estudio del texto freudiano. Es necesario plantear de continuo la pregunta de qué es lo que tira de un texto, que produce las posibilidades de transferencia hacia el mismo. Creemos que es aquello que se orienta a los puntos límite, a la emergencia de lo Real: creo que el encuentro con lo Real hace resonar en uno la existencia de la falta y produce la transferencia con el texto.

Hay que pensar, entonces, la formalización como límite y el límite como brújula en el que objeto de estudio y mirada se retroalimentan y atrapan, cuestionando el límite y apuntando hacia una transgresión, hacia un más allá y que produce una especie de continuo redoblamiento sobre sí mismo que lo transforma en su propio objeto. Tal vez este continuo redoblamiento sea una particularidad del pensar analítico mismo que se deriva o es acorde con el hecho de que lo que moviliza el trabajo analítico es un deseo que es una pregunta por el deseo con lo que eso tiene de circular, y por lo tanto de inagotable.

En definitiva, el pensar en psicoanálisis es un verdadero movimiento del pensamiento hacia el límite, hacia su límite. Se trata efectivamente de un pensamiento que tiene como límite la pregunta por su propio límite. Un pensamiento que atrapa su propio movimiento.

De nuestro recorrido se desprenden dos puntos claros de coincidencia con la concepción de la filosofía de Eugenio Trias. Por un lado, para Trias (23) lo que hace posible la existencia del pensamiento en filosofía es lo impensable que traza un límite radical respecto al ser. Es eso lo que hace posible que el pensar piense. Aquí la coincidencia con la cuestión de lo Real lacaniano en el campo del psicoanálisis es evidente. Por otra parte, si el pensamiento en psicoanálisis es una continua reflexión de la pregunta sobre sí misma, igualmente la filosofía es, según Trias (24), una erótica reflexiva, reflexionada y reflexionante que concita una infinita capacidad de interrogación.

En esta encrucijada se sitúa la dificultad de transmisión y formalización del psicoanálisis. Si en el pensamiento del psicoanálisis hay un permanente movimiento de pregunta sobre la pregunta, una constante retroalimentación que se expone a pensar todo, todo el tiempo; esto hace que de continuo también en el avance del pensamiento analítico hay un olvido de lo avanzado y que avanzar sea en gran parte olvidar lo avanzado. El efecto es entonces parecido al de una mirada producida por una lente donde de continuo el campo que cae bajo el efecto de la lente forma parte de la lente misma, de modo que se produce el efecto de que algo permanece estático cuando en realidad hay un movimiento continuo. Ese punto límite implica, como afirma Lacan (25), que el psicoanálisis sea intransmisible y que cada analista está obligado a reinventar el psicoanálisis. Quedan, no obstante, otras preguntas: ¿Qué significa reinventar?, ¿qué condiciones son necesarias para que algo nuevo nazca en el encuentro con lo imposible?

 

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25. Lacan, J. Conclusiones del IX congreso de la Escuela Freudiana, 9 de julio de 1978. En http://elpsicoanalistalector.blogspot.com.es/2008/01/jacques-lacan-conclusiones-del-ix.html.         [ Links ]

 

 

Dirección para correspondencia:
Jaime Gordo Sánchez
(gordo@uhu.es)

Recibido: 15/08/2013
Aceptado: 29/03/2014

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