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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría
versão On-line ISSN 2340-2733versão impressa ISSN 0211-5735
Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.35 no.126 Madrid Abr./Jun. 2015
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Enrique González Duro. Prácticas e ideas en el tratamiento de la locura. De la Revolución francesa al final del Nazismo. eBOOKfacil.es, 2014. 374 pp. Edición digital.
El papel que tuvieron los psiquiatras en la esterilización y exterminio de enfermos mentales en la Alemania nazi y los territorios ocupados fue silenciado durante décadas. Es a partir de los años ochenta del siglo XX cuando comienzan a aparecer los primeros estudios y publicaciones sobre este dramático acontecimiento (inicialmente llevados a cabo por historiadores y no por médicos). Estas investigaciones han ido proliferando en los primeros años del siglo XXI, destacando en este sentido los tres números monográficos que la revista International Journal of Mental Health dedicó en los años 2006-2007 a los efectos que la ideología nacionalsocialista y la Segunda Guerra Mundial tuvieron en los enfermos mentales y asilos de Europa, centrándose en las políticas de exterminio de pacientes, los efectos del hambre en los asilos y la práctica de la esterilización forzada.
Enrique González Duro, conocido psiquiatra y escritor, nos presenta a través de Prácticas e ideas en el tratamiento de la locura. De la Revolución francesa al final del Nazismo, un recorrido histórico de la psiquiatría a lo largo de dicho periodo, tratando de explicar cómo la evolución y el desarrollo de las prácticas e ideas psiquiátricas pudieron llevar a la participación de esta ciencia médica (y necesariamente también humanista) en el exterminio de enfermos mentales en la Alemania nazi. Su lectura, a pesar de las casi cuatrocientas páginas de extensión, resulta sencilla y amena, lo cual no sorprende en un autor que cuenta con varios libros divulgativos, entre ellos diversas biografías de personajes relevantes de la historia de España como Fernando VII, Juan Ramón Jiménez o Franco, entre otras. Sin duda, La historia de la locura en España, a pesar de que ha cumplido ya las dos décadas, sigue siendo un libro de referencia para acercarse a la historia del tratamiento a los enfermos mentales en nuestro país.
Prácticas e ideas en el tratamiento de la locura se divide en once capítulos, encabezados por un prefacio. Ya en éste, a mi modo de ver, el autor hace una declaración de intenciones al iniciar la obra con una carta que Antonin Artaud escribió a los directores de manicomios tras pasar nueve años internado en diversas instituciones y recibir numerosas sesiones de terapia electroconvulsiva. Artaud denuncia los internamientos arbitrarios, la prepotencia de la ciencia y el desposeer al loco de su palabra, aunque sea delirante. Algunas de estas ideas sobrevuelan a lo largo de la obra mostrándose de nuevo que el conocimiento de la historia es indispensable para evitar la repetición de los errores y para reflexionar sobre las ideas y prácticas que rigen nuestro tiempo.
Los primeros capítulos están dedicados al desarrollo de la psiquiatría francesa en el siglo XIX. El autor marca el origen de la psiquiatría como ciencia en la Revolución francesa, aun reconociendo lo que de mito fundacional siempre ha tenido este acervo, y si bien dedica un primer capítulo para apuntar los antecedentes pre-revolu-cionarios que llevaron a un confinamiento cada vez más generalizado de los locos en los asilos. Describe González Duro el nacimiento del alienismo con Pinel y cómo éste acabó, siguiendo la tesis foucaultiana, convirtiendo al asilo en un espacio judicial, y al tratamiento moral, según ha señalado Robert Castel, en una pedagogía moral. Se desarrolla a continuación en el libro la expansión del alienismo y la proliferación de asilos, con Esquirol como figura central, deteniéndose en su concepción de la monomanía y la penetración, a través de ésta, del alienismo en el aparato judicial. Señala también el autor la influencia de Esquirol en la promulgación en 1838 de una legislación sobre el internamiento de enfermos mentales.
El fracaso del tratamiento moral, con unos asilos atestados de enfermos a los que no era posible dar un tratamiento individualizado y donde el trato coercitivo estaba a la orden del día, dejó paso al degeneracionismo, al que el autor dedica los siguientes capítulos. Nos recuerda la concepción de "degeneración" de Morel de 1857 y su influencia en el concepto de "criminal nato" de Lombroso que, junto con las primeras investigaciones anatomoclínicas, sumiría a la concepción de la enfermedad mental en el pesimismo terapéutico y la cronicidad. Por otro lado, la degeneración trascendería el campo médico para entrar en el social, convirtiendo al clínico en garante y guardián del bien social. Y en este sentido, se apunta cómo la esperada ley de 1838 sirvió para que se llevaran a cabo internamientos masivos, algunos con carácter preventivo, de enfermos, indigentes, o cualquiera que se consideraba que tenía una conducta socialmente anormal -lo que relaciona el autor con el surgimiento de la noción de instinto-.
Los últimos capítulos están centrados en la psiquiatría alemana, donde el autor expone los avatares de esta ciencia en Alemania hasta la irrupción de la Primera Guerra Mundial, con la relevancia que tuvo (y tiene) la figura de Kraepelin a través del desarrollo de su nosología, basada en criterios evolutivos. El libro describe a continuación como, en el contexto histórico del fracaso alemán en la Primera Guerra Mundial que llevó al alzamiento del Tercer Reich, las teorías degeneracionistas influyeron en los psiquiatras alemanes, junto con la obra de Alfred Hoche donde éste abogaba por la eutanasia negativa de enfermos mentales, por ser consideradas "vidas desprovistas de valor".
Dedica el autor el último capítulo a las políticas de esterilización y exterminio de enfermos mentales en la Alemania nazi. Las teorías eugenésicas, que eran seguidas y aplicadas en un gran número de países occidentales, llevaron a la esterilización forzada de dos millones de personas en Alemania entre 1933-1945. Por su parte, el Programa T4 acabaría con la vida de unos cien mil enfermos en cámaras de gas, continuando con otras formas de muerte en los asilos, como la privación de alimentos o las sobredosis de fármacos. Termina el autor denunciando la impunidad que tuvieron estos crímenes y la falta de arrepentimiento de los psiquiatras que participaron en ellos.
Tal vez el cierre del libro resulte un tanto desasosegante, al hacerlo con uno de los episodios más abominables de la historia de la psiquiatría y sin un apunte hacia la evolución que ha tenido esta ciencia, ayudada por el desarrollo de las sucesivas legislaciones sobre Derechos Humanos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Uno se pregunta si este final perturbador no querrá tener el efecto, como dicen los psicoanalistas del final de las sesiones, de inquietarnos y hacernos reflexionar a los que nos dedicamos a la clínica.
Paloma Vázquez de la Torre Escalera