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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versión On-line ISSN 2340-2733versión impresa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.38 no.134 Madrid jul./dic. 2018  Epub 01-Feb-2021

https://dx.doi.org/10.4321/s0211-57352018000200015 

Crítica de Libros

Las culturas de Lepenies

Lepenies' cultures

Mauricio Jalón1 

1Universidad de Valladolid, España.

LEPENIES, Wolf. 2018. Melancolía y sociedad. Madrid: AEN, (Colección Historia n° 29). ISBN: 978-84-95287-84-7, 254 páginasp. Traducción de Enric Novella y Maria Luisa Vea Soriano. Prefacio de Enric Novella,

El libro de Wolf Lepenies, de 1969, es un clásico alemán de la sociología cultural. Melancolía y sociedad fue su tesis de doctorado, donde sumergía su discusión melancólica en este saber tan “mundano”, terreno específico que luego ha procurado seguir revitalizando, como se vio en Las tres culturas: la sociología entre la literatura y la ciencia, de 1985. Con el paso de cinco decenios, sus atisbos sociohistóricos han sido ampliados por otros estudiosos, aunque, por encima de todo, su libro ha sido una referencia para buena parte de sus revisiones culturales hasta el presente; así se percibe en ¿Qué es un intelectual europeo? (2007), que se inicia con la lección inaugural de 1992 que dio en el Colegio de Francia: ‘El fin de la utopía y el retorno de la melancolía’.

Por ello, Melancolía y sociedad es muy distinto a todo lo publicado por la Asociación Española de Neuropsiquiatría en lo relativo a la reflexión melancólica. Enric Novella tomó el relevo de los dos directores de la colección AEN-Historia, iniciada en 1996, con Ferrand, y cuyo número 28 corresponde a otro tratado melancólico, el de Du Laurens. Melancolía y sociedad renueva los temas desarrollados hasta ahora. Hay que precisar que muy contemporáneo era, por ejemplo, el Diálogo con el insensato, de Gladys Swain, aparecido en 2009 en dicha serie, y que este incisivo texto lo utiliza aquí generosamente Novella, con otros muchos libros de la colección AEN-Historia, en su excelente prólogo, que enriquece y actualiza, para 2018, este ya veterano trabajo —tan alemán— de 1969.

Lepenies ofrece al principio una perspectiva muy alemana, como muestran bien sus fuentes. Había nacido en 1941 en Allenstein (hoy, situada en Polonia), e hizo los pasos iniciales en Coblenza, ciudad donde la familia se instaló tras la guerra. Después de realizar estudios de sociología y filosofía en la Universidad de Münster, se licenció en 1967. Algo más tarde, leída ya su tesis, obtuvo en 1970 su habilitación en la Universidad Libre de Berlín.

Pero su experiencia se agrandó con salidas fructíferas al extranjero. Pronto visitaría Princeton como estudioso, pero antes, y fundamentalmente para él, estuvo en la Casa de las Ciencias del Hombre parisina (y será amigo más tarde de su fundador, Clemens Heller). Pues el francés fue la lengua en su escuela, y sus padres le enviaban los veranos a Francia regularmente desde joven. Como efecto de esta jeunesse française, codirigirá —ya como sociólogo y para la destacada editorial Hanser— una colección con trabajos selectos de Mauss, Devereux y Ariès, así como de su admirado Canguilhem y de Foucault, cuya Histoire de la folie à l’âge classique, reciente por entonces, cita a veces en este libro.

Sus lazos franceses eran firmes. Y por mediación de Bourdieu —su gran amigo y notable renovador de la sociología—, Lepenies ocupó en 1992 la Cátedra Europea del Colegio de Francia, inaugurada en 1989 por Harald Weinrich, nacido en 1927. Impulsor de estudios interdisciplinares, Weinrich es un notable lingüista y romanista que conoce bien las entrañas del Siglo de Oro español, como se ve en su Conscience linguistique et lectures litéraires, de 1989, aspecto este que no está presente en la formación de Lepenies. El asunto no es trivial aquí, pues su referencia a Luis de León es un simple adorno. En el Renacimiento tardío, que va entre el quiebro religioso de 1520 y el final manierista (hacia 1630), la contribución hispana fue manifiesta, y su maestro, Robert Burton, reconocía entre muchos otros a Cortés y Acosta, a Vives, Valles, Cristóbal de Vega o Luis Mercado. Tanto sus figuras como sus opiniones revivían.

Más aún, en 1968, fecha de Melancolía y sociedad, no existían fuentes directas seguras sobre ese legado cultural, y menos aún sobre la melancolía en particular. Es más, solo de 1989-1994 es la imprescindible edición oxoniense de The anatomy of melancholy —de 1621—: de ella es deudora la del todo pionera Anatomía de la melancolía, ofrecida por la AEN en 1997-2002. El lector en general tampoco disponía entonces de libros sobre la tristeza: los de Pedro Mercado (1558), Furió Ceriol (1559), Alfonso de Santa Cruz (1569) o Andrés Velázquez (1585).

Por añadidura, antaño faltaban ediciones del adelantado Ficino (Tres libros sobre la vida, 1489) —Melancolía y sociedad tiene aliento ficiniano— y de las melancolías del inglés Bright (1586), de los franceses Guibelet, Ferrand o antes Du Laurens, con su primera monografía en su lengua sobre el decaimiento (De las enfermedades melancólicas, 1594). Este libro fue citado ochenta veces por Burton, pero solo apareció en Madrid y París en 2011. Aunque mal conocidos antaño, Bright, Du Laurens y Ferrand aparecían en el texto de Lepenies, poco después de aludir a libros de la familia ‘germánica’ dominados por la locura, como los de Erasmo y Brand, y repasando el clásico del humanismo alemán, Saturno y melancolía, sobre el hundimiento anímico a partir de Durero. La erudición de finales del siglo XX e inicios de la presente centuria —por mutaciones del gusto y del pensamiento, por la política mundial vigente, de la que Lepenies desconfía— ha cambiado ciertas perspectivas, y hoy añadiríamos, por cierto, las iluminaciones de dos valiosos alemanes sobre la ociosidad del intelectual y sus fantasmas que serían complementarias para este Lepenies: Agrippa (Incertidumbre de las ciencias, 1530, trad. en Cáceres, 2013) y Melanchthon (Del alma, 1540).

Volvamos a la Anatomía de la melancolía, de Burton, que es la gran referencia para el arranque, decisivo, de Lepenies, quien se apoya para ello en el afamado L. Babb (1965), The Elizabethan malady. A study of melancholy in English literature from 1580 to 1642. Pues Burton, en su arranque “anatómico”, auscultaba la realidad social y el ejercicio del poder tal como se manifestó en Inglaterra, entre 1600 y 1640, el año de su muerte; una soberbia literatura se había encargado de exponer un vertiginoso quiebro europeo, muy evidente en Inglaterra, desde Shakespeare hasta Donne o Bacon; la ruptura en dos de la cristiandad fue allí mortífera. Y es Burton quien establece un vínculo no expreso antes, atisbado por Moro, entre melancolía y utopía, y que utiliza Lepenies, al describir lo utópico como un paliativo frente a la depresión que ese hondo desorden suscitaba. Lo sintetiza de modo claro y matizado (pp. 39-55), con apoyo final en La ciudad del sol, de Campanella, páginas que habría que citar íntegramente para comprobar su consistencia.

En L'encre de la mélancolie, que se inicia en 1960, y se adentra por capas en la literatura utópica hasta 2012 —rozando un momento a Lepenies—, Jean Starobinski escribirá en paralelo que el orden utópico “se define como lo contrario de un mundo entregado al desarreglo caótico; restablece el dominio de la razón sobre los elementos que la locura deja abandonados. La violencia —que en el desorden del estado enfermo se malgastaba en los conflictos y los abusos dictados por el interés particular— pasa a manos de la fuerza pública por completo”; así que “se transforma, por mediación de la ley, en una violencia potencial, cuyo monopolio se confía al Estado”. Estado-Utopía: la palabra elegida por Burton fue analizada bellamente por Lepenies, a partir del desorden, el capricho, el hundimiento melancólico de los modernos.

También Lepenies es deudor, y con fuerza, de la literatura francesa. El proyecto inicial de su Melancolía y sociedad consistiría en girar en torno a La Rochefoucauld (1613-1680), cortesano activo y luego hombre de letras replegado. En los años formativos de Lepenies, los estudios franceses sobre ese clásico abundaban: las Máximas y reflexiones se editaron con prólogos uno de Barthes (1961), otro de Starobinski (1964); y más aún proliferaron las indagaciones sobre el gran moralista, pues este médico y crítico ginebrino (invitado en 1988 por el Colegio de Francia para hablar de poética de la melancolía) publicó, entre 1955 y 1966, cuatro importantes artículos sobre La Rochefoucauld, sobre su extraña complejidad y lo que él llamaba “las morales sustitutivas”.

Lepenies —profesor de sociología en la Universidad Libre de Berlín y luego politólogo y organizador de instituciones culturales de matriz alemana en varios países— no abandonó del todo la idea inicial, y el severo barroco, La Rochefoucauld, tiene un lugar importante en su libro, que arranca del violento siglo XVII allí donde resuena el intelectual que se queja del mundo y busca compensación —para la selva anómica en la que vive o para su distancia personal—, pensando en organismos sociales ficticios, muy razonables y demasiado armoniosos: la utopía sería un fantasioso proyecto de orden.

Lepenies aborda sociológicamente ese marco cultural (dibujado por Burton), con el maestro Merton (otro exiliado más del siglo XX), con sus grandes tramas sociales y con un funcionalismo histórico que se acerca a los conflictos. Le suceden las referencias nuevas de Dahrendorf y Luhmann. Y, de inmediato, aparece en escena El proceso de la civilización, de Elias, que elige una ‘larga duración’ moderna —el tiempo de Lepenies— para hablar de la estructura de las emociones humanas, del monopolio estatal de la violencia y analizar la civilización como metamorfosis del comportamiento.

Que otras fuentes comentadas por él sean el “biógrafo” Georg Misch o clásicos en historia y sociología (Huizinga, Halbwachs, Simmel y Mannheim) o psiquiatría (Freud, Binswanger y Jaspers) no puede sorprender. Pero, dada su mirada sobre el papel de las letras creadoras, están presentes teorizadores mixtos de la talla de Lukács, Löwenthal, Adorno, Horkheimer, Ernst Bloch, Arendt o, en ese momento difundido, Marcuse, que no extrañan en un libro germánico valioso e informado de 1968 (tampoco extrañaría hoy, con las incorporaciones de otros países). Con todo, hay un interés literario abierto en Lepenies, de ahí sus apelaciones a Rousseau y Goethe para el final de la Ilustración, a Kierkegaard, Schopenhauer, Baudelaire o Walter Benjamin, para el ennui del siglo XIX (como sucede con su recuerdo del Oblómov de Goncharov), a la suspensión del tiempo en Proust (de la mano de Poulet) y Valéry, a la obra de Lucien Goldmann (Para una sociología de la novela es de 1964) o a las intuiciones desoladoras de Robbe-Grillet y Susan Sontag, quien acababa de publicar Contra la interpretación (1966), un libro actualizado. Estas últimas fuentes son esclarecedoras de sus matices.

Aparecen estos juicios tan plurales, mezclados con arte y saber, en las sucesivas discusiones de Melancolía y sociedad: sobre el exceso de orden, sobre el aburrimiento —tan de la literatura contemporánea—, sobre la melancolía burguesa desde el siglo XVIII; también sobre la renuncia, motivo muy propio del fin-de-siècle. El capítulo exclusivo sobre Gehlen, cuyo pasado nos desazona tanto, forma parte de una comprensión global de la Alemania de posguerra; es situado (p. 166) en La seducción de la cultura en la historia alemana (2006), documentado ensayo de Lepenies. Cabe la observación de que Gottfried Benn está tratado con rigor; en cambio, valiosos literatos de la RDA se ven muy ladeados e incomprendidos al tratar la fractura del año 1989, y hubiese muy sido interesante, p. ej., un tratamiento singular de Heiner Müller (p. 190), sobresaliente dramaturgo de la melancolía más actual, que traspasó el Muro con su teatro, al igual que otros con sus novelas.

La seducción de la cultura llega hasta el siglo XXI, tras la reunificación, con los monumentos berlineses de Libeskind y Eisenman —tan abrumadores, dice, que parecen apelar a un Poder anónimo—, e indica Lepenies con sagacidad que los pequeños memoriales que sobre el enorme Crimen salpican Berlín se dirigen más claramente a cada ciudadano en particular, con su complicidad y silencio, no solo el de ayer. Hacen de recordatorio más real y diario para un duelo imborrable.

Otro ángulo de su mirada social se halla en El poder del Mediterráneo: sueños franceses de una Europa distinta (2016). Antes, con su documentado Sainte-Beuve (1997), hacía largo relato crítico sobre este viejo conocedor de la literatura francesa (y de La Rochefoucauld), autor de Voluptuosidad y representante moderado de la sociedad francesa del siglo XIX. Si se tradujese al castellano, permitiría comprender mejor las filias —y también las fobias— del alemán Lepenies, nostálgico europeísta que se abre al fin ante nosotros con su pionero Melancolía y sociedad.

Correspondencia: mjalon@maf.uva.es

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