Introducción
El psicoanálisis –permítasenos, de manera preliminar, el empleo del singular– forma parte de la discusión contemporánea de un modo que cabe calificar al menos de espinoso. Rechazado categóricamente, abrazado acéfalamente, refutado enfáticamente, comprobado empíricamente, redescubierto, releído, desacreditado…, la gama de reacciones, demasiado extensa para poder dar cuenta de ella exhaustivamente, es tan vasta como antagónica. En este contexto, tan polémico como productivo, se ha afirmado que Freud, uno de sus protagonistas indiscutidos, o, mejor dicho, quien après-coup se ha convertido en su principal protagonista precisamente debido a la abundante y prolífica discusión, "es recordado, pero a la vez olvidado" (1). Dicho recuerdo, que es a la vez un olvido, podría explicar, al menos parcialmente, la diversidad e intensidad de las reacciones a su pensamiento.
Si bien es posible discrepar con respecto a las referencias que Gros se esfuerza por traer a colación con tal de probar la actualidad de Freud (en primer plano, Honneth y Žižek; en segundo, Waldenfels, Critchley, Leary, Zaretsky y Bird-Pollan) (1), resulta difícil estar en desacuerdo con su diagnóstico: a pesar del sobreexplotado retour à Freud –a estas alturas convertido en slogan publicitario más que en interpelación a la lectura cuidadosa y pormenorizada–, en la actualidad se lee poco a Freud, y cuando se le lee, se hace dentro de los acotados límites establecidos por los prismas y cánones tradicionales, que, la mayoría de las veces, determinan a priori los "hallazgos" y las "novedades" que se habrán de descubrir. Sin afán de exhaustividad y con tal de nombrar solamente algunas de las principales corrientes identificadas a propósito de la variopinta recepción de Freud, si nos guiásemos por una lógica de la presencia, ordenadas por "disciplinas" pero no necesariamente por relevancia o prioridad, habría que hacer alusión a: el freudo-marxismo (con Herbert Marcuse, Wilhelm Reich o Siegfried Bernfeld entre sus principales expositores), la teoría literaria teñida psicoanalíticamente (principalmente, Walter Muschg, Walter Schönau, Doris Feldmann), ciertas tendencias filosóficas contemporáneas (habría que destacar, sobre todo, a Jürgen Habermas, sin olvidar a Anthony Elliott, pero también, desde otra vereda, a Jacques Derrida y Gilles Deleuze), cierto feminismo (Judith Butler, Silvia Tubert), y así sucesivamente.
Por un lado, sobre la base de sus apariciones, ya sea como nombre propio asociado a una obra o en la estela de alguno de sus conceptos rectores (represión, pulsión, conflicto inconsciente, etc.), es posible afirmar que el pensamiento de Freud ha permeado el debate contemporáneo, pero, por el otro, que las lecturas de Freud, al estar siempre sujetas a ciertas premisas o concepciones previas, la mayoría de las veces inadvertidas, necesariamente cometen un olvido; o, dicho de otra manera, producen, en su mención, un resto, algo abyecto, desdeñado y no integrado. Cabe recordar en este contexto que el primero en dar inicio a las infinitas y siempre renovadas relecturas de Freud, que resultarían en una práctica exegética a lo largo de cuyo devenir se iría borroneando la distinción entre el original y la lectura, fue precisamente el propio Sigmund Freud, siempre dispuesto, mejor dicho, obligado compulsivamente por una suerte de imperativo inapelable, no solo a revisar minuciosamente, palabra por palabra, lo escrito, sino a reescribir lo dicho, de esta manera configurándolo a posteriori.
Frente a tan variado e inabarcable panorama, tras una primera revisión del tipo "vuelo de águila", o sea, vigilancia imperial sobre el inabarcable panorama, es posible distinguir, aunque sea meramente de manera pedagógica, varios tipos de distinciones que han intentado ordenar el exuberante flujo de publicaciones: textos enraizados en el discurso universitario versus textos ligados al quehacer práctico; trabajos que buscan la relación con el pensamiento de Freud, interesándose en particular por sus "aplicaciones" o sus aspectos "clínicos" versus textos abstractos o desligados precisamente de aquel sustrato clínico; textos que forman parte de la izquierda versus el ala derecha freudiana; y así sucesivamente. Sin cuestionar la innegable fertilidad de dichas distinciones, en este lugar se quisiera proponer que la mayor parte de estas recepciones, independientemente de su tenor, orientación o filiación, han pensado el psicoanálisis de Freud como una teoría de la representación [Vorstellung] o, al menos, articulada a partir de y en torno a este concepto. Esto se aplica tanto en el caso de la recuperación del psicoanálisis como en el de la interpretación de la cultura (2) de aquellas lecturas que ven en Freud un autor perteneciente a la tradición ilustrada, es decir, de la Aufklärung o de las Lumières2 (3), así como de sus lectores desde la denominada Teoría Crítica3 (4). La hipótesis es que a estas lecturas, agrupadas a partir de un denominador común que trasciende sus respectivas discrepancias, y que consiste, justamente, en la centralidad que le otorgan al concepto de representación a la hora de leer a Freud, habría que oponerles ciertas lecturas articuladas a partir de la noción de Entstellung, habitualmente traducida como "desfiguración" o "dislocación". Con esta distinción no se pretende estatuir una lectura canónica de Freud basada en una oposición dogmática, ni aportar un criterio, ya sea cualitativo o cuantitativo, para establecer juicios de valor respecto de las distintas lecturas de sus textos, sino que se trata de mostrar el rendimiento diferenciado que tiene para su lectura la consideración de la noción de Entstellung como un cuasi, pre o peri-concepto desfundamental, en lugar del habitual privilegio otorgado a la noción de representación. Sería precisamente su desfundamentalidad, su renuncia a formar parte de un metarrelato o una narrativa maestra, ya sea bajo la forma de un métarécit (5) o una Meistererzählung (6), la que le otorgaría su rendimiento epistémico y que, conforme al imperativo freudiano, lo situaría en las antípodas de todo discurso edificador.
Para llevar a cabo este propósito, si bien se considerarán ciertos desarrollos posteriores a Freud, la mayoría de ellos justamente no calificables como "postfreudianos" desde un punto de vista epistemológico a pesar de su ulterioridad cronológica, la intención es volver a visitar el texto freudiano, en particular, La interpretación de los sueños, pero sin pretender consultarlo ingenuamente, "como si fuera la primera vez", sino a partir de un desvío o un descarrío, con el objetivo de elaborar el concepto de desfiguración recortándolo a partir del mismo entramado textual producido por Freud, mediante una lectura que se sabe parcial, deudora de otras lecturas. En nuestra opinión, el concepto de desfiguración, que hasta la fecha ha recibido una atención más bien escasa, al menos entre los lectores de Freud, posee para las lecturas del psicoanálisis una relevancia parecida a la que tuvo, en su momento, el concepto de a posteriori, après-coup, deferred action o Nachträglichkeit. Como es sabido (7), en vida Freud nunca elevó esta idea al estatuto de concepto, sino que, por lo general, empleó el adjetivo [nachträglich], asociándolo a cierto modo de temporalidad. Tal como sucede en el caso de la Nachträglichkeit, cuya relevancia, siguiendo a Lacan, ha sido destacada en la tradición francesa (8), su valor para un proceder metódico propio, es decir, las premisas de las cuales partimos al acercarnos a un tema psicoanalítico, acaso pueden compararse con ciertos efectos que ha tenido para la discusión conceptual la deconstrucción derridiana. Como consecuencia del arraigo del pensamiento freudiano en la lengua, mejor dicho, en las lenguas, se considerará, asimismo, por un lado, las operaciones en la lengua que la desfiguración es capaz de realizar y, por el otro, las distintas propuestas traductivas, todas ellas estructuralmente fallidas, que se encuentran en el francés y ahí especialmente en Lacan.
Con Freud, a pesar de Freud: Desfiguración como torcida vía regia
A continuación, se mostrará cómo la desfiguración, sin ser ni pretender ser un concepto fundamental, un Grundbegriff o basic concept, afecta no solamente a la conceptualidad psicoanalítica, es decir, a su dimensión "teórica", sino también, y fundamentalmente, a su misma "práctica". La discusión correspondiente se inscribe en la articulación entre la llamada formación de conceptos, por un lado, y la praxis, por el otro. En el caso de los conceptos, por muy fundamentales –basic, fondamentaux o grundsätzlich– que se pretendan, lejos de remitir a un mundo de las ideas, un más allá de las palabras poblado de esencias o sustancias, estos obtienen su significación a partir de y en la diferencia específica con ciertos conceptos vecinos, colindantes. El plano conceptual, de este modo, es un campo articulado por relaciones de diferencias. La particularidad de la desfiguración con respecto a este territorio es que debe ser pensada como la introducción de una diferencia específica que opera a partir de la imposibilidad del concepto de clausurarse a sí mismo y que aparece como efecto sensible en la vecindad con otros conceptos. Plantear la discusión en torno a su significación a partir de y en la diferencia con otros conceptos sería precisamente insistir en su carácter representacional, desconociendo que lo (im)propio de la Entstellung reside en la subversión de este. De acuerdo a lo anterior, la potencia (efectual, especulativa, de obrar) de la desfiguración reside justamente en producir una zona oscura en la que se desdibuja la relación entre el adentro y el afuera, torciéndose a sí misma, desfigurando el plano donde se proyectaban los conceptos asegurados. De esta manera, la arqueo-genealogía del concepto de Entstellung abre la senda de la desestabilización de ciertas oposiciones establecidas por la tradición psicoanalítica, prescindiendo de o exponiendo, en la medida de lo posible, "ciertas ideas abstractas que se recogieron de alguna otra parte" y que condicionan la experiencia.
En otras palabras, en lugar de sumarse a los conceptos establecidos, integrándose sin más al mapa conceptual instituido, basado en las relaciones de reciprocidad entre conceptos, la desfiguración cuestiona las distinciones conceptuales previas –o también: premisas, presupuestos, a prioris– en las que está basada la solidez del despliegue de aquel plano. Así, recogiendo el dictamen freudiano, la idea de Entstellung, en abierto antagonismo al "reclamo de que una ciencia debe construirse sobre conceptos básicos claros y definidos con precisión", comportará "cierto grado de indeterminación" (9) no solo como una característica transitoria que posee al inicio de la actividad de formación de conceptos, sino como condición estable de su misma existencia. En cuanto a la práctica psicoanalítica, una lectura de La interpretación de los sueños (1900 [1899]), Psicopatología de la vida cotidiana (1901) y El chiste y su relación con lo inconsciente (1905) permite conjeturar que buena parte del quehacer práctico del psicoanalista tiene que ver con lidiar con la Entstellungen. En palabras de Kämpfer, "es tarea del terapeuta siquiera reconocer el sentido [Sinn] de rendimientos fallidos como formas psicopatológicas de expresión, con tal de trasladar el carácter de extraño [Fremdartigkeit] que «se debe a unas desfiguraciones que se emprendieron sobre la expresión de su sentido» (Freud, 1913, p. 174) en legibilidad, comprensibilidad" (10). Una vez abandonada la hipnosis como abordaje clínico de los síntomas histéricos, se abre el camino para la práctica interpretativa freudiana, indisociable de su Sprachdenken o pensamiento lingüístico, que supone una relación histórica con la Entstellung. A los sueños, y, por analogía, los síntomas, los actos fallidos y las producciones inconscientes en general, "no se les puede consentir otra expresión que una gravemente desfigurada" (11), lo que requiere de una traducción interpretativa por parte del analista.
En consecuencia, como se demostrará en lo que sigue, la desfiguración ocupa un lugar bisagra del psicoanálisis freudiano, sin por ello convertirse en lugar central y abandonar su terreno periférico. Más aún, la desfiguración no sería ni un concepto fundamental [Grundbegriff] del discurso psicoanalítico ni tampoco un concepto derivado o secundario que se siga, por la vía de la deducción, del conjunto relacional establecido entre los conceptos fundamentales que integran la matriz psicoanalítica. Más bien, la desfiguración se situaría en los límites del psicoanálisis, en sus bordes, ahí donde todas las referencias apuntan al vacío o, al menos, no dan con un representado prestablecido. Esta ubicación la predispone para establecer ciertas articulaciones con otras prácticas, otros decires. Capaz de hacer de gozne, articula dos prácticas discursivas, afectándolas a ambas de modo que después de la mentada charnela ya ninguno de ellos sigue siendo el que era antes de pasar a formar dicha articulación. En el caso de Freud, afectaría tanto al objeto como al método del psicoanálisis, al menos en la medida en que se remite a Freud –y a Lacan.
El texto decisivo para la determinación de la desfiguración como concepto y procedimiento es La interpretación de los sueños. Ya en el capítulo tercero, "El sueño es un cumplimiento de deseo" [Wunscherfüllung], Freud se pregunta "¿de dónde viene la forma llamativa y extraña [befremdend] en que se expresa ese cumplimiento de deseo?" (12). En este pasaje, se repite la alusión al carácter extraño, ajeno [fremd], que acompaña a la forma mediante la que se cumpliría el deseo inconsciente. Dicho carácter extranjero es vinculado a la alteración [Veränderung] que han sufrido los pensamientos oníricos durante la configuración del sueño manifiesto, tal como el soñante lo recuerda al despertar, y la exploración de las vías [Wege] a través de las cuales se cumplió esa alteración se convierte en tarea del psicoanalista. En otras palabras, la preocupación de Freud, de ahí en adelante, será por la forma del sueño, no por su contenido. De hecho, en una nota al pie añadida en 1925, Freud critica a sus colegas psicoanalíticos debido a su fijación en el fin del proceso, en lugar de preocuparse por el proceso mismo. Dice ahí:
"Ahora que al menos los analistas se han avenido a sustituir el sueño manifiesto por su sentido hallado mediante interpretación, muchos de ellos incurren en otra confusión, a la que se aferran de manera igualmente obstinada. Buscan la esencia del sueño en este contenido latente y descuidan así el distingo entre pensamientos oníricos latentes y trabajo del sueño. En el fondo, el sueño no es más que una forma particular de nuestro pensamiento, posibilitada por las condiciones del estado del dormir. Es el trabajo del sueño el que produce [herstellt] esa forma, y solo él es la esencia del sueño, la explicación de su especificidad" (13).
El énfasis en el trabajo, que va de la mano de cierto desinterés por el producto tomado aisladamente, como si encerrase un significado en sí, no se expresa solamente en el empleo de la expresión "trabajo del sueño" [Traumarbeit], que admite al menos dos lecturas: en primer lugar, el trabajo sobre el sueño realizado por el analista, entendido como artesano, que opera con experticia y habilidad sobre un objeto ya constituido; en segundo, el trabajo del sueño, es decir, el trabajo que este mismo sueño realiza, trabajo que, en definitiva, constituye o es ese sueño4. Estas distinciones resuenan, de manera más sucinta, en las Conferencias de introducción al psicoanálisis: "Lo único esencial en el sueño es el trabajo que ha operado [eingewirkt] sobre el material de pensamiento" (14). Nuevamente, la presunta esencia del sueño es puesta en el contexto del trabajo, del obrar [wirken], acaso eficaz, que impacta o tiene efectos [Wirkungen] no a nivel de las ideas abstractas, sino del material, o sea, de la materia del pensar. Un pensar inconsciente, claro está, que es un pensar formal, que se perpetúa mediante formas –y deformaciones. La insistencia en el trabajo, Arbeit, derivado del vocablo arabeit perteneciente al alto alemán antiguo y el arebeit del medio alemán antiguo, asociados al trabajo penoso, fatigoso, agobiante, opuesto al ocio y al vivir despojado de aprehensiones y preocupaciones, se traduce en la expresión de los "maestros artesanos [Werkmeister] del sueño" (15), expresión con la cual designa los mecanismos fundantes del sueño.
Situemos, pues, aunque sea someramente, los cuatro mecanismos del trabajo onírico. La tarea que Freud plantea al inicio del capítulo VI es "investigar las relaciones entre el contenido manifiesto y los pensamientos latentes del sueño, y pesquisar los procesos por los cuales estos últimos se convirtieron en aquel" (16). Dichos procesos no son otra cosa sino los mentados mecanismos del sueño. En primer lugar, la extensión y riqueza de los pensamientos oníricos, así como su contraste con el carácter "escueto, pobre, lacónico" del sueño propiamente dicho, al igual que el hecho de que "en rigor nunca se está seguro de haber interpretado un sueño exhaustivamente [vollständig]" (17), conducen a Freud a fijar la atención en nuevas conexiones entre pensamientos, que recién son creados durante el análisis, pero que ya en el sueño estaban conectados "de otro modo" y que, en definitiva, parecieran ser "contactos laterales o cortocircuitos, posibilitados por la existencia [Bestand] de vías de conexión diferentes y que discurren a mayor profundidad" (18). El vocabulario técnico, que es tomado prestado de la ingeniería eléctrica5, subraya la importancia del tratamiento del trabajo como aspecto central de la interpretación. El trabajo de condensación, mediante el recurso al análisis del "sueño de la monografía botánica", es exhibido en los llamados puntos nodales, en los cuales convergen, entrechocando, los pensamientos oníricos, recogidos, de acuerdo con Freud, "porque son multívocos con referencia a la interpretación del sueño" (19). Es en ese contexto en el cual aparece la célebre sobredeterminación, que actúa en ambos sentidos, es decir, desde los pensamientos del sueño hacia los elementos de este, y viceversa. Estas son las condiciones necesarias para poder avanzar en la construcción de lo que Freud llamará, o bien "imagen que recoge, colecciona o amontona" [Sammelbild], o "persona mezclada" [Mischperson], a saber, una "imagen de acumulación" –que es como traduce Etcheverry– dotada de rasgos contradictorios como consecuencia del hecho de que "todas estas personas a las que llego pesquisando a «Irma» no aparecen en el sueño en su figura propia; se ocultan tras la persona onírica «lrma»". De este modo, "lrma deviene la subrogada [Vertreterin] de estas otras personas sacrificadas en el trabajo de condensación, en la medida en que hago que ocurra en ella todo lo que, rasgo por rasgo, me recuerda a esas personas" (20). La analogía, nuevamente, proviene de un ámbito técnico-manual, a saber, el procedimiento a través del cual Francis Galton produce sus retratos familiares, es decir, mediante sobreproyección.
En segundo lugar, está el trabajo de desplazamiento6. Para este es esencial que "el sueño está por así decir diversamente [anders] centrado, y su contenido se ordena en torno de un centro constituido por otros elementos que los pensamientos oníricos". ¿El resultado? Tales sueños dejan "la justificada impresión de estar «desplazados»" (21). De este modo, elementos importantes del contenido latente del sueño solo aparecen del todo de forma marginal en el contenido manifiesto del sueño, mientras que pensamientos de "valor inferior" en el sueño que puede ser recordado contienen un valor central. Para Freud, el desplazamiento del sueño es un elemento central –quizá el elemento central– para el logro de la desfiguración –en rigor, lo llama "uno de los medios principales para alcanzar esta desfiguración" (22)–, razón por la cual en este lugar queremos llamarla el factor de enciframiento enigmatizante [Verrätselung] del sueño par excellence.
Tercero, "el miramiento por la representabilidad [Rücksicht auf Darstellbarkeit]", que, en cierto modo, podría ser parafraseado como "miramiento por la figurabilidad", al cual está dedicado el apartado D del capítulo VI, ha alcanzado en Francia un elevado grado de notoriedad. Es un concepto discutido, incluso reñido, cuya significatividad está fuera de cuestión, no así su significación. Después de recordar que "hasta aquí estuvimos indagando el modo en que el sueño figura [darstellt] las relaciones {lógicas} [Relationen] entre los pensamientos oníricos", destaca que "al hacerlo debimos incursionar, una y otra vez, en un tema más vasto: la alteración [Veränderung] que el material onírico en general experimenta a los fines de la formación del sueño [Traumbildung]" (23). Es decir, el trabajo del sueño consiste en representar, de manera cambiada, modificada, alterada, las relaciones entre los pensamientos inconscientes del sueño. Habiendo ya analizado las diferentes compresiones y desplazamientos de intensidades entre sus elementos, ahora toca discutir otra clase de desplazamiento, de cuya existencia se sabe debido al análisis. Dicha clase de desplazamiento "se anuncia por una permutación de la expresión lingüística de los pensamientos respectivos" y consiste en que "un elemento permuta las palabras que lo expresan [Wortfassung] por las que expresan a otro". Dicho de otra manera: ocurre un (inter)cambio a nivel de la expresión lingüística que remite, en sus orígenes, al respectivo pensamiento, es decir, tiene lugar un desplazamiento a lo largo de una cadena asociativa que se mantiene en el plano de las palabras y que guarda relación con la aprehensión en palabras, la literalidad.
La ventaja, de acuerdo con Freud, de esta sustitución o reemplazo es patente, pues "para el sueño, lo figural [Bildliche] es susceptible de figuración [darstellungsfähig; diríamos, nuevamente: «susceptible de ser representado»], puede insertarse en una situación; en cambio, la expresión abstracta ofrecería a la figuración onírica dificultades parecidas a las que opondría, por ejemplo, el artículo político de fondo de un periódico a su ilustración" (23). Es decir, la consecuencia del cambio de una expresión abstracta, descolorida, por otra concreta y figural reside en que la segunda, debido a su carácter figural, puede integrar un sueño. Así las cosas, resulta fácil probar que "la desfiguración onírica saca también provecho del desplazamiento de la expresión" (24), con lo que se sugiere otra relación posible entre desplazamiento y desfiguración. Bildlich, en rigor, remite al ámbito de lo imaginario y en el debate contemporáneo en torno al iconic turn ha sido traducido mayoritariamente como imaginal, mientras que darstellungsfähig o fähig de Darstellung es: capaz, susceptible de representación –con lo que estamos en el meollo de la discusión a propósito de la Entstellung. Esta distinción, lejos de estar limitada al campo de la semántica, se vuelve relevante clínicamente, tal como prueba la discusión en Francia (25-27), sobre todo, en el contexto de patologías severas (las llamadas enfermedades psicosomáticas), que se caracterizarían, según estas aproximaciones, por su falta de capacidad de representación –no así de figurabilidad. No es aquí el lugar para desarrollar esta idea in extenso y hemos de conformarnos con la observación de que dicho debate, con la respectiva práctica clínica asociada, por un lado recoge la diferencia entre el significado de figura –e imagen– y representación, tres conceptos que en el habla coloquial o en ciertas traducciones desprolijas tienden a confundirse, y, por el otro, recalca la necesidad de pensar los conceptos clínicamente, lo que implica pensarlos desde sus bordes y desde lo no-dicho.
Finalmente, el cuarto de los momentos que participan de la conformación de los sueños es la elaboración [Bearbeitung] –o sea, una suerte de trabajo del trabajo– secundaria, que Freud también llama "consideración de comprensibilidad" ["Rücksicht auf Verständlichkeit"] y que quisiéramos llamar desfiguración de la desfiguración. Los mecanismos desfigurantes del trabajo del sueño en este lugar son superados al recubrir al sueño, colgándole por encima una vestimenta suelta que hace que parezca comprensible prima facie. O sea, tienen lugar reinterpretaciones, hasta que el sueño manifiesto, a barco partido, resulta en un todo sensato.
Las consecuencias de estos cuatro mecanismos del trabajo del sueño para la teoría y práctica psicoanalítica no pueden ser consideradas lo suficientemente, como muestra, por ejemplo, su tratamiento por parte de Lacan.
En el cuarto capítulo, que lleva por título "La desfiguración onírica", Freud parte de la constatación de la existencia de un gran número de sueños en los cuales, en principio, debido a su naturaleza displacentera, vergonzosa o angustiante, no pareciera haber el menor indicio de que se trata de un cumplimiento de deseo. No contento con esto, Freud arroja una segunda pregunta: ¿por qué sueños neutros, es decir, indiferentes, que resultan ser cumplimientos de deseo(s), no muestran su verdadera naturaleza "sin disfraz [unverhüllt]"? (28); en otras palabras, ¿por qué el sueño no dice directamente lo que significa? Este comportamiento del sueño, que requiere una explicación, y que Freud llama "el hecho de la desfiguración onírica" (28), a su vez conduce, de inmediato, a otra pregunta: "¿a qué se debe [woher rührt] esta desfiguración onírica?" (28). La respuesta, al igual de lo que sucede a lo largo de todo el libro, la entregará mediante el análisis de un sueño, es decir, del ejercicio interpretativo mismo del trabajo hecho por el sueño. Analizando sus propias resistencias a interpretar ciertos pasajes del mismo sueño, es decir, a avanzar en su interpretación cabal, constata lo siguiente: "Si mi sueño, comparado con su contenido latente, desfigura las cosas en este punto –y por cierto las ha desfigurado hasta convertirlas en su contrario, la ternura manifiesta sirve a esa desfiguración. Dicho de otro modo, la desfiguración [Entstellung] se cumple aquí adrede, como un medio de disimulación [Verstellung]" (29). La desfiguración, como se desprende de la preliminar conclusio freudiana, sería, entonces, un medio de la disimulación.
El emparentamiento de ambos términos, que en la traducción al castellano ha de ser realizada a nivel conceptual, en alemán se establece a nivel de las partículas del pensar –las palabras. Ent-stellen es un medio del Ver-stellen, es decir, el "des-poner" o "deshacer-el-poner", "liberar-de-poner" es un medio del "poner-en-otro-lugar", "cambiar-de-lugar". "Entstellung", en palabras de Pablo Oyarzún, "es un vocablo de significado vario, aunque de espectro semántico afín: ‘desfiguración’ y ‘deformación’, ‘falseamiento’, ‘alteración’ y ‘adulteración’, ‘desnaturalización’. Literalmente, sin embargo, denota ‘desplazamiento de lugar, ‘desplazamiento de posición’ (stellen significa ‘erigir en un sitio determinado’)" (30). Estas consideraciones traductivas, lejos de reducirse a un aspecto secundario, acaso estético del problema, en la medida en que permiten ilustrar la corporalidad del pensar encarnada en las palabras, atañen de manera central al problema de la desfiguración, pues esta incide en la literalidad de las expresiones, acaso en su misma letralidad, con el objetivo de distorsionarlas, descolocarlas, desemplazarlas, generando así la significación inexistente con anterioridad. El correlato material escrito con los fragmentos de palabras –que, en estricto rigor, no pertenecen a ninguna lengua en particular y, al mismo tiempo, pertenecen a todas– y que se despliega principalmente por su dimensión significante, desentendiéndose justamente de sus eventuales significados, ilustra cómo procede la desfiguración y cuál es su relevancia.
Recordemos, en este contexto, lo desarrollado por Georges-Arthur Goldschmidt (31, 32) respecto del pensamiento freudiano, respectivamente: el descubrimiento de lo inconsciente y su relación con la lengua alemana. Tal como hemos retratado en otro lugar (33, 34), el descubrimiento de lo inconsciente por parte de Sigmund Freud es un acontecimiento histórico singular y situado que se volvió posible gracias a las características de la lengua alemana, a saber, su carácter concreto y su facilidad para ser ensamblada y desarticulada, por un lado, y a la sensibilidad freu-diana por el alemán y su diferencia con otros idiomas, por el otro. Al adentrarse en la lengua y descubrir sus leyes de composición, Freud se habría topado con las leyes de lo inconsciente –parafraseando a Lacan, las leyes de su articulación– y habría dejado al descubierto la relevancia de la traducción como una operación íntimamente ligada al pensamiento lingüístico, advirtiendo, de paso, de la dimensión traductiva inherente a los textos freudianos. A propósito del vocablo –y, con ello, del concepto de– Entstellung –y, asimismo, los términos emparentados de Darstellung, Verstellung y Vorstellung, así como Aufstellung, Stellung, Stellungskrieg, -kampf, -nahme, etc.–, según la hipótesis de Goldschmidt, stellen, habitualmente traducido como "poner", no sería un verbo cualquiera, sino que dentro de una especie de estructura mínima, que caracteriza al alemán, sería uno de los dos verbos transicionales –legen [colocar, poner, depositar] y stellen [colocar de pie, disponer]– que garantizan el paso de una posición a otra –liegen [yacer, estar (tumbado, echado)] y stehen [estar (de pie, erecto), encontrarse], respectivamente.
De este modo, los verbos de base emplazan un cuerpo que, a partir de los verbos activos, podrá moverse en el espacio de la lengua, un espacio dentro del cual la vertical y la horizontal indican el sentido, vale decir, al mismo tiempo la significación y la orientación, de toda expresión verbal en alemán. La revisión de ciertos textos de Leibniz y von Humboldt lleva a Goldschmidt a inferir que "la totalidad de la lengua [alemana] se conforma a partir del emplazamiento y del movimiento en el espacio" (35). Stellen, de acuerdo a lo anterior, como ha sido desarrollado in extenso en otro lugar (36), da cuenta del paso desde estar acostado, recostado, yacer [liegen] a estar parado de pie [stehen] y forma el tronco de representación [Vorstellung] y de (re)presentación [Darstellung], dos palabras que desde John Locke hasta Freud atraviesan toda la cultura occidental moderna. Rücksicht auf Darstellbarkeit significaría, entonces, consideración o miramiento de la (re)presentabilidad. Siguiendo el desarrollo anteriormente emprendido, habría que considerar, de manera pormenorizada, no solamente las dos versiones anteriormente comentadas de la Stellung, sino, justamente, la Verstellung, su pariente deforme, enfermo, perverso, que significa desregular, desajustar, cambiar de sitio, remover, cerrar el paso, obstruir, pero que también puede decir, cuando se trata de la voz o de la escritura, desfigurar, (di)simular, fingir. Si sustituimos el prefijo Ver- por Ent- obtenemos Entstellung, es decir, desfiguración, deformación, afeamiento, alteración, tergiversación.
En contra de Goldschmidt, pero en congruencia con lo anteriormente esbozado, la operación fundante de la lengua en tanto vehículo y medio de lo inconsciente, tal como se desprende de la lectura de los textos freudianos, no consistiría tanto en un acto fundante o poniente, su emplazamiento [Setzung] o posición [Stellung], sino, más bien, en su dislocación o desfiguración [Ent-stellung], en otras palabras, su alteración originaria, aquello que causa horror [Entsetzen] tergiversando, des(em) plazando. Pues, como se demuestra de manera ejemplar en el caso del sueño –pero también del síntoma, del chiste, de los rendimientos fallidos, de la creación artística, etc.–, en la interpretación psicoanalítica no se trata acaso de restituir un contenido primario, incólume e incorrupto, originariamente puesto, que luego, en un segundo momento, haya sido desvirtuado, volviéndose oscuro e ininteligible, sino, más bien, de constatar que en el origen ya estaba la Entstellung: y esto tanto en el sentido de la dislocación, el descentramiento o el corrimiento como en el sentido de la alteración, la desfiguración y la deformación. El método presentado por Freud dista, entonces, de toda arqueología naïf, pues no pretende la excavación de contenidos vernáculos, previos e inmunes a cualquier corrosión desfigurante, sino que consiste en el desciframiento de un juego dinámico entre lugares y lugartenientes, sin afán de anterioridad o prioridad.
Con miras a las tendencias actuales en psicoanálisis, para concluir este apartado solo queremos destacar unos cuantos puntos a modo de esbozo. Primero, del hecho del desplazamiento, es decir, de estar centrado diversamente, puede derivarse que no hay acceso directo alguno ni vía asegurada alguna que efectivamente garantice dar con el supuesto material inconsciente del sueño. Todo eventual código interpretativo, trátese de Melanie Klein o de Lacan, para nombrar solamente las antípodas de la práctica interpretativa, yerra [verfehlt] su objeto, lo inconsciente. No hay camino alternativo, una suerte de camino recto, que permita ahorrarse el seguir las recovequeadas asociaciones del soñante; en otras palabras, el camino es siempre un desvío, un descarrío. Segundo, a partir del "miramiento de la (re)presentabilidad", han surgido gran número de innovaciones, por ejemplo, en el caso de Alemania, la llamada "comprensión escénica" (37,38), en Francia el debate en torno al término ‘figurabilité’ (39) en tanto posible equivalente, y, a nivel internacional, la pregunta por la "non-representation", respectivamente los "unrepresented states" (40) en el aparato psíquico. En la discusión que esto conlleva, se trata del problema de cómo es que siquiera síntomas mudos, que se encuentran en particular en las patologías severas, pueden ser traídos al habla. En tercer y último lugar, quisiéramos señalar la relevancia de pensar el problema de la desfiguración en su relación con la elaboración secundaria, tal como ocurre, por ejemplo, en la Traumdeutung freudiana:
Un ejemplo cómico de falsa conexión se me ofreció hace algunos años leyendo una gaceta. Después de aquella sesión del Parlamento francés en que Dupuy disipó con las animosas palabras «La séance continue» el pánico que había sembrado en la sala la bomba arrojada por un anarquista, los que asistían a la barra fueron citados como testigos para que depusiesen sus impresiones sobre el atentado. Entre ellos había dos personas de provincia; una contó que al terminar un discurso él había percibido bien una detonación, pero creyó que en el Parlamento era costumbre, cada vez que un orador dejaba el uso de la palabra, disparar un tiro. El otro sujeto, que probablemente ya había oído varios discursos, coincidió en el mismo juicio, pero con esta variante: el tiro era una señal de aprobación, y solo se disparaba después de discursos particularmente logrados (41).
Resulta decisivo que los testigos del atentado no puedan ni quieran observar del todo o correctamente lo sucedido, y por esto reelaboran el suceso según sus propias ideas. Ellos en cierto modo conforman una narrativa acerca de una historia que finalmente no entendieron. La desfiguración es, de alguna forma, el concepto psicoanalítico contrario –sin ser su mera negación– a la representación: mientras que el pensamiento representante se sirve de ciertos signos de la realidad con tal de explotarlos especulativamente, el pensamiento desfigurante está obligado, está en deuda, comprometido con su objeto en un grado mucho mayor. Esto se muestra en particular a través de la célebre metáfora freudiana del sueño como un "texto sagrado". Freud introduce esta idea de manera más bien casual al comienzo del capítulo VII de La interpretación de los sueños al discutir el problema del olvido de los sueños. De manera correspondiente, el encabezado del subtítulo en el cual se encuentra este pasaje se llama "El olvido de los sueños". Freud, en este lugar, considera exhaustivamente las objeciones a su interpretación de los sueños, objeciones que apuntan no solo a la naturaleza de las interpretaciones sino también a que a su vez siquiera se puede apoyar en un objeto consistente como lo sería, por ejemplo, un síntoma bien delimitado o un síndrome descrito por la tradición científica de acuerdo a criterios objetivos: nuestro recuerdo del sueño es fragmentario porque posiblemente olvidamos partes decisivas; además, no podemos estar seguros de no haber tergiversado lo recordado, al rellenar arbitrariamente vacíos con material añadido, de manera que cualquier apreciación acerca del contenido verdadero del contenido del sueño se torna del todo imposible. Aduce el siguiente argumento contra esta "desfiguración del sueño en la reproducción": de la interpretación nos interesa primariamente la desfiguración onírica; el olvido o la reproducción incorrecta solo son los últimos pasos de una larga cadena de desfiguraciones que está obrando ab origine. Cada una de estas transformaciones es importante, es, en cierto modo, el material del cual la interpretación se nutre, por lo que todo matiz de la expresión lingüística merece la misma atención. No se considera la pregunta de si se trata de sentido o sinsentido del enunciado literal [Wortlaut]. Luego dice: "En resumen, tratamos como a un texto sagrado lo que en opinión de otros autores no sería sino una improvisación arbitraria, recompuesta a toda prisa en el aprieto del momento" (42). "Texto sagrado" no significa hipostasiar detrás del texto sacrosanto a un autor en semejanza a Dios, que se encuentra más allá de toda crítica; más bien, significa otorgarles el peso máximo a las desfiguraciones del texto onírico en todos los niveles y también en el nivel de la reproducción. Hay, por así decir, una primacía del texto y de su poliestratificación respectivamente de su diferencialidad por sobre el autor. En esta medida, la metáfora incluso está dirigida en contra de la autoridad del sujeto soñante, escribiente o también narrante. La unidad de semejante sujeto es cuestionada justamente por las diferentes versiones del texto del sueño. También por esto se ofrece el ejemplo del texto sagrado de manera especial para contraponer representación [Vorstellung] y desfiguración [Entstellung]: uno se imagina que debe tratarse de la canonización de un autor y en lugar de esto la posición de autor en tanto instancia autónoma es puesta en duda masivamente.
Discusión
De acuerdo con lo anterior, la desfiguración, lejos de ser una maniobra más de la serie de operaciones inconscientes descritas por Freud, pareciera responder a una lógica que atraviesa toda la reflexión psicoanalítica. Dicha lógica, a diferencia de la tendencia predominante de pensar el psicoanálisis freudiano a partir de la noción de representación [Vorstellung] como su pivote último, incuestionable, propone en su lugar el gesto de la Entstellung, que puede ser traducido como despresentación, dislocación o desfiguración. El atolladero traductivo, más precisamente la ausencia de una traducción biunívoca, definitiva, más que constituir un problema a ser resuelto, designa la sobredeterminación y polisemia de este concepto, que se sustrae a toda aprehensión estática y definitiva. Su intraducibilidad, en lugar de conformar meramente un problema técnico, considerando la relevancia del lenguaje y de las lenguas para el psicoanálisis de Freud, obliga a tomar distancia de la ilusión de construir el psicoanálisis, pensado como edificio teórico, sobre sólidos cimientos epistémicos y nos confronta precisamente con la lógica de la ausencia, mejor dicho, de la sustracción o del retiro [Entzug]. En consecuencia, la pregunta por su locus dentro del psicoanálisis y más allá de este dista de resolverse con asignarle una ubicación precisa en términos de cimientos [Grundlagen], la supra o metaestructura o periferia. Más bien, su misma operación constituyente, el entstellen, en este caso traducido tentativamente como dislocar o descoyuntar, debido a su carácter procesal, irreducible a un acontecimiento puntual y circunscrito, obliga a concebirla como un concepto móvil, desformativo, escurridizo, in progress. Es justamente su carácter al mismo tiempo performativo e inaprehensible, el estar simultáneamente confrontados a sus efectos y su incansable sustracción a toda aprehensión conceptual fija, lo que exige rastrear, al mismo tiempo precaptando [vorgreifen] y significando nachträglich, a posteriori, su huella en la obra de Freud.
En relación a lo anterior, la lectura pormenorizada de La interpretación de los sueños (1900 [1899]), uno de los textos claves para emprender la mentada arqueogenealogía de la Enstellung, demuestra que la Entstellung, en la medida en que forma parte del trabajo del sueño e incluso puede ser pensada como el principio que está a la base de su operar, es mucho más que meramente una "estrategia del fingimiento y del engaño" (43). Esto es debido a que la Entstellung secundaria, pensada como desfiguración o deformación y que actúa, afeando o desvirtuándola, sobre una forma material preexistente, coexiste en el mismo texto freudiano con una Entstellung primaria, para cuya traducción la expresión dislocación o descoyuntura parece ser la más adecuada y que, a diferencia de la anterior, posee un efecto constituyente que responde a la lógica del après coup. Es decir, la Entstellung no solo corresponde al disfraz o al velo que encubre una determinada entidad y que, cualquiera sea su realidad ontológica, ha de permanecer oculta, sino que es, ella misma, una operación productiva en un sentido primordial. Am Anfang war die Entstellung, podríamos decir, o sea, "En el principio, era [o existía] la desfiguración". La distinción entre una modalidad propositiva, fundante, y una modalidad asociada al trabajo del sueño propiamente dicho es fundamental para captar la radicalidad de la ruptura freudiana con cualquier pensamiento de la presencia y, parafraseando a Foucault, para apreciar en qué medida Freud es efectivamente un fundador de una práctica discursiva que ha "cambiado, en realidad, la naturaleza del signo, y es modificada la manera en que el signo en general podía ser interpretado" (44). Es precisamente esa noción fuerte de Entstellung la que resulta imprescindible no solo para la reconceptualización del signo, sino también para la reconsideración de las lecturas de Freud que han pensado a este en la tradición de la noción clásica de representación.
No parece del todo casual que Samuel Weber, en su Retorno a Freud, antes de analizar el actuar de dicho mecanismo de desfiguración constituyente, empiece por constatar las dificultades de representar el pensamiento de Lacan fuera del ámbito de habla francés –algo que se aplica de manera análoga a Freud, como podría complementarse, y como ha sido argumentado por Georges-Arthur Goldschmidt en Quand Freud voit la mer, tal como ha sido sugerido anteriormente: "[Y] a pesar de ellos, la traductibilidad de sus textos está lejos de estar asegurada", dice Weber, "porque lo que ellos representan –lo que, en cierto sentido, en ellos toma la palabra– no es meramente un representado, no es un objeto, que sería idéntico a sí mismo, sino, en cambio, representación, traducción" (45). De acuerdo al recorrido propuesto, la Entstellung y sus efectos, tanto para la teoría como para la práctica psicoanalítica, aparecen íntimamente entrelazados con el ejercicio traductivo, no solamente en el sentido del esfuerzo interpretativo por parte del analista de cara a las formaciones inconscientes, sino, en un sentido más radical, con la misma constitución de lo psíquico como esfuerzo de traducción y como su inevitable fracaso. La relevancia de la traducción en este lugar es doble: primero, según ha demostrado Andrés Claro (46), como una operación emparentada con la interpretación; segundo, como la tarea [Aufgabe] infinita de la traducción que no se agota en ser un mero trasvasije, un paso desde un recipiente a otro, sino que resulta ser un trabajo que precisamente ha de partir de la intraducibilidad radical no como una merma o un defecto temporal, sino como condición de toda traducción. A propósito del entrelazamiento ente los modos de ensamblarse de lo inconsciente y la respectiva lengua en la que dicha articulación se consuma, resulta de interés recordar que mientras que en la edición francesa de Freud bajo Laplanche se impuso déformation, en Lacan se encuentran, sucesivamente, déplacement, transposition, ex-sistence, déposition y finalmente distorsion. Quisiéramos agregar a esa como una alternativa posible, a modo de introducción, cuya capacidad de pensar psicoanalíticamente ha de ser probada reflexivamente, la opción défiguration. Sin anhelar con ello resolver el asunto sin haberlo planteado, estas distintas propuestas de traducción son de interés para el lector de Freud en la medida en que permiten poner en el centro de la discusión la polisemia del concepto; en caso de recurrir a una traducción única, se corre el peligro de perder justamente esta. Sin embargo, solo una traducción uniforme garantiza el que la palabra en el texto en francés siquiera pueda ser identificada. Este dilema encarna el conflicto nuclear de toda traducción científica.
Lo anterior impone pensar toda la empresa psicoanalítica como el esfuerzo genuino y sin amarras de pensar, prescindiendo de la noción clásica de representación, aquella articulación que en consecuencia habría que designar como descarrilamiento [Entgleisung] del sentido, como su salida de tono, su desliz. Si la lengua de lo inconsciente, tal como se desprende de las lecturas realizadas, se articula en torno a la Entstellung –y, a diferencia de los llamados metadiscursos, no a partir de la Vorstellung–, entonces se vuelve comprensible por qué "[…] lo inconsciente conforma una lengua de la representación que no es constituida por representado alguno, sino que siempre también deconstruye lo representado, una traducción sin original o, hablando con Freud: una otra escena" (45).