En esta extensa biografía, dividida en dos volúmenes, Caroline Zilboorg, hija del analista Gregory Zilboorg (1890-1959), realiza una ingente labor reconstructivo-analítica de la trayectoria vital-profesional de su progenitor. Divide para ello su ensayo en 2 volúmenes, el primero de los cuales abarca desde su nacimiento en 1890 hasta 1940, concentrándose el segundo desde 1940 a 1959, año en que fallece. A diferencia de otras reseñas, procederemos en esta globalmente, esto es, sin ir capítulo por capítulo en cada volumen, destacando solo lo que nos parece más relevante, señalando si acaso algún capítulo que aluda a algún asunto reseñable. La razón es fácilmente comprensible dada la vasta extensión de ambos textos. Daremos así una visión de conjunto de una figura compleja, con luces y sombras, estas últimas vinculadas a la transgresión terapéutica que realizó y después explicaremos.
El viaje, pues, comienza en la Rusia imperial, donde Gregory nace el 23 de diciembre de 1890 en Kiev, trasladándonos después a EE. UU., donde concluye su devenir existencial. De etnia judía, cabe señalar que, nueve años antes de su nacimiento, en marzo de 1881, es asesinado el zar Alejandro II. Sucediéndole a este su hijo Alejandro III, se endurecen las restricciones contra la comunidad judía, que también sufre sucesivos pogromos. Las difíciles circunstancias de la etnia judía tampoco mejoran cuando en 1905 una manifestación pacífica que se dirige al Palacio de Invierno del zar para protestar contra las desigualdades sociales termina en un masivo baño de sangre. Sea como fuere, ayudado por sus padres, Gregory (Grisha) inicia su formación en el Instituto privado Psicológico-Neurológico, fundado por Vladímir Mijáilovich Béjtevev en 1907. Debido a dificultades económicas, sin embargo, debe interrumpir su formación en el cuarto curso de los cinco que lo integran, justo cuando debía iniciar su especialización médica. En sustitución de esta, como estudiante de Medicina, ayuda a doctores y enfermeros/as en un hospital local de Kiev, donde asiste a soldados rusos heridos en la Primera Guerra Mundial. De tal experiencia clínica tomará plena consciencia de las atrocidades de la guerra (Vol. 1; cap. 3. Guerra 1914-1916), como de su firme deseo de buscar un futuro mejor fuera de Rusia, donde un fuerte antisemitismo crece imparablemente. Como modelo de que tal cosa es posible, se fija en su hermano James, quien, de Francia emigra a EE. UU., para después hacerlo a México.
A la guerra mundial, cabe añadir la Revolución que en 1917 asola Rusia, en la que Gregory adopta un firme compromiso por la democracia y contra la monarquía imperial, trabajando como secretario personal del diputado menchevique Matvey Skobelev, luego ministro de Trabajo. Disuelto el gabinete ministerial, este último cesará en tal puesto, convirtiéndose en vicesecretario del comité ejecutivo del Soviet de Petrogrado, donde seguirá Gregory trabajando para él. Sin embargo, dado el rumbo que toman los acontecimientos, al ser asesinada la familia zarina e instituirse un gobierno comunista, Gregory decide abandonar su tierra natal. Eso lo hace a finales de octubre de 1918, encaminando sus pasos a Viena, donde el 6 de noviembre de ese mismo año obtiene del embajador español un pasaporte en francés y alemán, merced al cual puede viajar por Austria, Alemania y Suiza, so pretexto de que es un abogado ruso perseguido por el gobierno bolchevique. De Viena irá a La Haya, donde obtendrá en diciembre de 1918 un permiso para viajar firmado por el Cónsul General Ruso y los vicecónsules norteamericano y británico. Aun así, Gregory no abandonará el Viejo Continente hasta el 29 de marzo de 1919, cuando embarca rumbo a Nueva York en el lujoso barco S. S. Rotterdam. Ya en Nueva York, como inmigrante, vive con su hermano y esposa Eugenia por breve tiempo, al no ser la convivencia de los tres buena. Paralelamente, realiza distintos cursos en la universidad, a fin de convalidar sus estudios realizados en Rusia. De forma inesperada, también, se casa el 11 de diciembre de 1919 con Ray Liebow.
En otro plano, un año después, aparece publicado su libro The Passing of the Old Order in Europe (1), que dedica a R. Roland, F. Foerster y M. Gorky, con el que intenta como filósofo moral e historiador político dar cuenta de lo acontecido en Europa tras la Revolución rusa y la caída del imperio austro-húngaro. De las reflexiones vertidas en tal libro dará cabal cuenta en múltiples conferencias que imparte por distintos Estados norteamericanos. Junto a esto, de 1920 a 1922, escribe regularmente para la revista Drama, adquiriendo progresivamente sus artículos un tinte más psicológico, aun no psicoanalítico, donde retrata el alma del teatro ruso y sus reflexiones acerca de la condición humana. Asimismo, prepara su admisión para la Facultad de Medicina de la Universidad de Columbia. En dicha institución, donde ingresa casi con 32 años, junto a su fuerte deseo de convertirse en psiquiatra, está el de finalizar su doctorado en Ciencias Políticas, disciplina por la que también siente gran interés personal.
Paralelamente, el 2 de marzo de 1925, Gregory obtiene la ciudadanía estadounidense, comenzando en septiembre de ese año su formación psiquiátrica en el hospital Bloomingdale, la división psiquiátrica del hospital de Nueva York, en White Plains, un suburbio a 20 millas al norte de la ciudad de Nueva York. Al año siguiente, en mayo de 1926, finaliza sus estudios de medicina, decidiendo entonces ir a Viena, donde no está claro lo que hizo exactamente, habiendo trascendido que fue invitado varias veces a casa de Alfred Adler, aunque Gregory era más afín a las ideas freudianas. Concluyendo junio de 1926, reanuda su actividad en White Plains, donde, dada su identidad judía, es víctima del atemperado antisemitismo que profesa William Logie Russell, superintendente del citado hospital. A finales de ese mismo año, Gregory ya tiene perfilado A History of Medical Psychology (1941) (2), un libro que, aunque publicado junto a su colega G. W. Henry, cabe más bien atribuírselo a él, pues de los 14 capítulos que lo componen, 12 fueron elaborados por Gregory, mientras que los dos restantes fueron redactados, de forma muy deficiente, por Henry. Para preparar este ensayo histórico, G. Zilboorg consultó un libro en español de Marcelino Menéndez y Pelayo acerca del humanista renacentista Juan Luis Vives. Paralelamente, en Bloomingdale, Adler imparte un ciclo de conferencias acerca de su psicología individual.
Convencido de que el saber freudiano es clave para comprender la psique humana, Zilboorg, por recomendación de Abraham Arden Brill, presidente entonces de la Sociedad Psicoanalítica de Nueva York (SPNY), y con el apoyo de Abram Kardiner, analizando de Freud, es aceptado, a falta de realizar su análisis didáctico, como miembro asociado de la citada sociedad. Para emprender tal análisis, viaja con su esposa Ray a Berlín, donde llega en septiembre de 1928. Allí es analizado por Franz Gabriel Alexander, figura clave después en el Instituto Psicoanalítico de Chicago, mientras sus análisis de control durante 10 meses son supervisados por Karen Horney, Hans Sachs y Max Eitingon. Se ignora lo acontecido en su análisis, aunque Gregory dijo que fue mal desde sus inicios, debido a la irresoluble transferencia negativa erigida hacia Alexander. Pasar por el diván no le impidió juzgar que el psicoanálisis convencional no era aplicable a todos los pacientes mentales.
Después de un año en Europa, regresa a EE. UU., donde es nombrado oficialmente analista didacta en enero de 1931. Para consolidar tal estatus, justo un año antes, es propuesto, a petición de Brill, para integrar el Comité Educativo de la SPNY. En septiembre de 1931, traducido por Gregory Zilboorg, que elabora su introducción, ve la luz en lengua inglesa el libro coescrito por F. Alexander y H. Staub (1929) (3). Según Caroline Zilboorg, su padre asumió esta traducción a modo de "compensación" por el fallido análisis didáctico que realizó con Alexander.
En otro plano, Ray y Gregory son padres de un niño, al que llaman Gregory Zilboorg junior (Greg), el 18 de octubre de 1931, después de que Ray tuviera un aborto previo que la sumiera en una grave depresión. A su regreso de México, a donde Gregory viajó para visitar a su hermano, padres y otros familiares, es informado por su esposa de que esperan otra hija, cuyo nombre será Nancy. Sus compromisos con la SPNY se interrumpen en septiembre de 1933, dada la atmósfera de tensión que se vive en ella, que, en lo que atañe a Gregory, le señalan como presunto responsable de una actuación irregular relacionada con los fondos obtenidos por la librería y biblioteca psicoanalítica creada en la citada Sociedad. Sin llegar a auditarse tal actuación, de la que Gregory queda exento de toda responsabilidad, debió de resultarle muy doloroso que dudasen de su honorabilidad, cuando, además de secretario de la citada Sociedad, era analista didacta y promotor incansable de su librería y biblioteca. De este modo, distanciándose física y emocionalmente de esta Sociedad, se torna un analista que se afana en su actividad clínica, que compagina con la psicoterapia investigativa, a saber, una combinación de investigación-tratamiento, que realiza en el correccional de Sing Sing.
Interesado por el suicidio, en 1934, durante la celebración del XIII Congreso internacional de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API) celebrado en Lucerna (Suiza) presenta una comunicación acerca de esta temática. Igualmente, decide realizar un segundo análisis didáctico con Karl Menninger, con quien le va mejor que con Alexander. En la esfera personal, en 1940, mantiene una relación extramarital con Margaret Norton Stone (llamada Peg en la intimidad), con quien se casará el 19 de agosto de 1946, unión de la que nacerán tres hijos (Caroline, familiarmente Carrie, John y Matthew).
Centrándonos ya en el segundo volumen, señalar el clima de enfrentamiento que existe en la SPNY, donde dos formas de concebir el saber psicoanalítico se enfrentan: el que avalan los analistas clásicos y el que promueven otros, a saber, Karen Horney, Clara Thompson y los que siguen a ambas. Como resultado de tal enfrentamiento, Horney y cuatro importantes analistas dejan la Sociedad. Cuidadosa atención merece también lo acontecido en mayo de 1941 (Vol. 2; cap. 2. No me considero imputable, 1941-1942), cuando Gregory viajó a Richmond con motivo de un encuentro conjunto de la Asociación Psicoanalítica y la Asociación Psiquiátrica norteamericana, donde él abría las actividades del Comité de Historia de la Psiquiatría. En su sede, el hotel Jefferson, Gregory se reúne con Franz Alexander, su antiguo analista, David Levy y Abram Kardiner, analistas también.
De forma conjunta, los tres instan a Gregory para que dimita de sus puestos oficiales en las sociedades psiquiátrica y psicoanalítica, y que cese en su labor docente y difusora, alentándole para que volviera a ser analizado y dejara su profesión en busca de otra diferente. El motivo para exhortar a Gregory a hacer esto se debía a que había pedido y aceptado regalos (p. ej., un reloj de pulsera, entradas para combates de boxeo, etcétera) de Sam Forsyth, paciente suyo, a quien le había propuesto un negocio y pedido que por ello le pagara 5000 dólares anuales. Es sabido que Gregory admitió que erró en el tratamiento de Forsyth, a quien le devolvió los 1000 dólares que le había dado anticipadamente antes de interrumpir el proceso terapéutico. Lo relatado por Forsyth a Alexander le pareció consistente, de modo que este, Levy y Kardiner lo admiten como verdad, cuando Gregory hubiera querido dar su versión antes de ser juzgado culpable. Aconsejado por Lawrence Kubie, también analista, Gregory solicita consejo a otros analistas de la SPNY, al igual que el de un abogado. Al mismo tiempo, sigue con sus actividades profesionales sin renunciar a ninguna de ellas. Esto explicaría que el 18 de junio de 1941, tras reunirse 15 días antes Forsyth, Levy, Bertram Lewin (el nuevo analista de Forsyth) y Murray C. Bernays (abogado de Levy), este último remita una misiva de Forsyth (que este no juzga una queja formal) de 12 páginas a la SPNY para que tome cartas en el asunto. Como resultado de ello, se le pide a Gregory acudir a un encuentro especial de la SPNY, que tendrá lugar el 8 de octubre de 1941.
En respuesta, Gregory solicita un aplazamiento hasta finales de octubre, dado el viaje que realizará el 13 de septiembre a Río de Janeiro, donde impartirá una serie de charlas, retornando del mismo el 20 de octubre. Once días después, el 31 de octubre, a las 8:00 p.m., tendrá lugar la reunión con la dirección de la SPNY, reunión que durará 6 horas y media, finalizando el 1 de noviembre a las 2:30 a.m. Sin precisar qué regla o regulación ha violado, se juzga que su conducta profesional ha sido inapropiada, lesionando los intereses y reputación de la Sociedad, sus miembros y el saber psicoanalítico. En tal reunión figuraban 10 miembros de la SPNY, encabezados por Adolph Stern, a quienes acompañaba Chester Rohrlich, abogado en representación de la Sociedad, Forsyth (con sus abogados Leo Gottlieb y Joseph Schrieber), Levy (con su abogado Murray C. Bernays), Alexander (con su abogado Henry Gale) y Gregory (con sus abogados Joseph Walker y Roswell C. May), Lewin y M. L. Cohn, estenógrafo y notario público, que registraría fielmente la sesión. Al iniciarse, uno de los abogados de Gregory, Walker, objetó: primero, que la Sociedad no tenía autoridad para sostener tal sesión al no haberse elevado queja formal contra su defendido; segundo, que tal sesión no podía ser a la vez audiencia e investigación, al ser dos funciones legalmente separadas; tampoco la Sociedad podía ser parte y juez en la misma, pues supondría que, a la vez que se solicitaba la cooperación de su defendido, la información recabada podía ser usada para recomendar acciones disciplinarias contra él. La Sociedad también carecía de un código deontológico, por lo que era imposible señalar qué conducta era éticamente reprobable. Unido a ello, Gregory rechazaba lo vertido por Levy en su carta a la Sociedad, señalando la inexactitud de lo expresado respecto a su relación con Forsyth. Tras un receso, Leo Gottlieb, abogado de Forsyth, expresó que su cliente no había formulado acusación alguna, alentando a Walker a desestimar todo lo dicho contra Gregory. Fue entonces cuando Chester Rohrlich, el abogado de la Sociedad, presionó al abogado de Levy, Murray C. Bernays, para que indicase si era entonces Levy el querellante, algo que Bernays no podía permitir, produciéndose un nuevo receso. Sin querellante, fue llamado a declarar Forsyth, quien afirmó haber ofrecido a Gregory regalos que este admitió. Señaló también que Gregory le había propuesto velar por los intereses de su negocio, labor por la que recibiría 5000 dólares anuales, proposición que inicialmente le pareció bien, de ahí que adelantara los 1000 dólares ya aludidos. Más tarde, sin embargo, Forsyth cambió de parecer, convencido de que Gregory se aprovechaba de él, decidiendo entonces consultar a Alexander y recuperar cada penique regalado a Gregory.
Tras ello, declaró Alexander, para quien Gregory debía abandonar su praxis analítica y dedicarse a otra actividad, desapareciendo así de la atención pública mediática cuando su ética profesional era cuestionada. Con todo, Alexander no quería figurar como el querellante, asumiendo Levy finalmente tal rol, para lo que fue concertado un segundo encuentro en la tarde del 28 de noviembre de 1941, que finalizó a las 3:00 a.m. del 29 de noviembre. A este no acudieron ni Alexander ni Forsyth, estando presentes Levy y Gregory con sus abogados, además de los 10 representantes de la Sociedad. Tras ser interrogado Levy, tomó la palabra Gregory, afirmando que nunca inició un tratamiento psicoanalítico con Forsyth, a quien vio en varias ocasiones, admitiendo, eso sí, los regalos recibidos, como la devolución de los 1000 dólares ya aludidos. Pensando reembolsar el coste de los regalos, Gregory los aceptó como una vía para forjar un vínculo con Forsyth, cuyo inestable carácter (caracterizado por una ingesta excesiva de alcohol e inclinación a sabotear sus logros personales) juzgaba propenso a desarrollar tendencias suicidas. Gregory después objetó la pertinencia de que él hablara de Alexander, su antiguo analista, lo que fue ignorado, confesando que, dada la autoridad que sobre él ejercía Alexander, no pudo decir nada cuando ambos se vieron en Richmond.
La Junta Directiva, sin embargo, insatisfecha, organiza un tercer encuentro el 12 de diciembre de 1941 en la SPNY, que finalizó a la 1:00 a.m. del 13 de diciembre. Junto a Levy, Gregory y sus abogados, estaban Lewin (con su abogado Davidson Sommers), quien había tratado a Forsyth desde mayo a mediados de septiembre de 1941, Kubie y Virginia Schoales, ayudante de Ralph McAllister Ingersoll, ex-paciente de Gregory, además de escritor y editor de PM (un periódico de izquierdas, sufragado por el magnate Marshall Field III, de escasa vida periodística, donde trabajó Forsyth como publicista).
Los dos últimos testigos habían sido solicitados por Gregory, a diferencia de Lewin, que había acudido a petición de la Junta Directiva, interesada en conocer el tratamiento analítico que realizaba a Forsyth. En relación a esto, Lewin afirmó la dificultad analítica de trabajar con Forsyth, quien, por un lado, había admitido que forzó a Gregory a aceptar sus regalos, a la par que se sentía culpable por haber cedido a las presiones de Levy para redactar una misiva en contra de Gregory. A Kubie se le pidió, antes de declarar, no tener en cuenta lo que sabía de los dos encuentros anteriores. Kubie conocía por Lewin detalles de la personalidad psicopática de Forsyth, quien, bajo la acción del alcohol, mostraba una conducta agresiva, incontrolada y temeraria. Por su parte, Schoales, en línea con cosas ya dichas, declaró que, mientras trabajó con Forsyth en PM, fue testigo de cómo solía hacer regalos, así como de su inestabilidad emocional trabajando bajo presión. Estas nuevas declaraciones no convencieron a la Junta Directiva, que convocó otro encuentro el 19 de diciembre de 1941, que terminó a las 2:00 a.m. del 20 de diciembre. Una vez más, Gregory se reafirmó en lo ya dicho, sintiéndose muy decepcionado con Alexander, quien, además de creer a Forsyth, usó información que conocía por haberlo psicoanalizado.
A modo de digresión, y antes de continuar con este asunto, decir que Gregory no volverá a encontrarse con Alexander en círculos profesionales hasta 1951, cuando, en el encuentro conjunto anual de las Asociaciones Psicoanalítica y Psiquiátrica Americana, ambos coinciden en el panel "Problemas de Etiología". Que sus 12 integrantes estuvieran sentados en orden alfabético evitó a Gregory estar próximo a Alexander, a quien juzgaba responsable de su confrontación con la SPNY. De vuelta al asunto en ciernes, molesto por lo que sucede, Karl Menninger, presidente de la Asociación Psicoanalítica Americana (APA), exhorta a que este asunto concluya, oponiéndose a tal cosa Carl Binger, Smiley Blanton y Adolf Stern, miembros de la Junta Directiva. Lo dicho por Menninger es, de este modo, eliminado de los registros de la sesión a petición del abogado de la SPNY, Chester Rohrlich. 36 horas después, el 20 de diciembre de 1941, otro encuentro tiene lugar a las 2:00 p.m.; es el quinto en el que Gregory debe dar explicaciones, concluyendo a las 6:00 p.m. de ese mismo día. Levy y su abogado Bernays intentan ahora primero desacreditar a Gregory, para después mancillar sus méritos curriculares y profesionales antes y después de llegar a EE. UU., para lo que se le pide dar testimonio y evidencia documental de su pasado ruso. El objetivo es hallar alguna mancha que le haga parecer un sujeto nada confiable. Tras ello, deliberaciones, presentación de memorándums de la acusación y la defensa conducen al pronunciamiento de la Junta Directiva a finales de febrero de 1942. Por 7 votos a favor y 3 en contra, la Junta decidió reprender a Gregory, sobre quien los abogados de la Sociedad no encontraron evidencia alguna de deshonestidad profesional. Dicha resolución se comunicaría en un encuentro de la SPNY a celebrar en marzo, en donde sus miembros votarían apoyando o no lo decidido por la comisión creada ad hoc para juzgar la ética profesional de Gregory. Antes de la votación, Gregory y Kubie hablaron a sus colegas allí congregados, que luego emitieron voto secreto. De los 56 votos escrutados, 16 estaban a favor de la reprimenda, uno en blanco y 39 en contra.
La moción disciplinaria planeada contra el Dr. Gregory Zilboorg quedaba así mayoritariamente desestimada, dando fin a un proceso interno que había consumido muchas energías a todos sus implicados. Descontento por el fallo, Levy dimite. Por su parte, Gregory, agotado física y emocionalmente, abona 5000 dólares a sus abogados, encontrando solaz refugio en Peg, dado su infeliz matrimonio con Ray, de quien finalmente se divorciará. Paralelamente, escribe, investiga, viendo la luz en 1943 su libro Mind, Medicine, and Man (4), que centra en Freud, su pensamiento y la relevancia de su obra en el siglo XX. Su condición de analista no impide a Gregory considerar que fe y psicoanálisis no son antagónicos, lo que explicaría que, a sus creencias cuáqueras, una también intereses por otras religiones (v.g., anglicana, católica), como por filósofos como Tomás de Aquino o Jacques Maritain. Tal cosa también se refleja en su praxis clínica, donde en 1945 acepta psicoanalizar a Père Mailloux, religioso dominico de Quebec, analizando después a nuestro Miguel Prados, por entonces exiliado en Canadá, figura clave en la fundación de la Sociedad Psicoanalítica canadiense (antes Círculo Psicoanalítico de Montreal). Adelantándose a su tiempo, y tomando como referencia el ensayo de Ward (5) en torno al origen de la sociedad, Gregory reflexiona acerca del binomio masculino-femenino (6), sirviéndose de ideas desarrolladas por K. Horney y H. Deutsch, psicoanalistas femeninas. Indaga así en la justicia social, la moralidad, el género y la historia. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, en noviembre de 1946, acompañado de su segunda esposa Peg y de una amiga de ambos, Mary Warburg, familiarizada con materias culturales latinoamericanas, Gregory imparte cinco conferencias en el Instituto Brasileño para la Historia de la Medicina. Tras ello, viajan a Buenos Aires, donde conferenciará durante una semana en la Asociación médica argentina, el Instituto Francés de Estudios Superiores, la Academia de Medicina y el prestigioso club de jockey. Después volarán a Puerto Rico, donde, recibidos por el gobernador de la isla Jesús T. Piñero, asistirán a un concierto privado, retornando a Nueva York, donde celebrarán la navidad.
1947 resulta ser un año repleto de conferencias, que imparte en Washington (Sociedad Médica del hospital St. Elizabeth), Kansas (Instituto Topeka de Psicoanálisis) o Nueva York (celebración del centenario de la Academia de Medicina) por citar solo algunas y no saturar al lector/a con un listado interminable de todas las impartidas. A pesar de esto, una parte del self de Gregory permanece insatisfecha, necesitando ser explorada y saciada, la espiritual, un viaje que le conducirá otra vez a Europa en abril de 1949, acompañándole en esta ocasión su ex-paciente y fiel amigo Mailloux.
Su primera parada es el Reino Unido, donde, durante el primer día de su estancia, estará en Londres; el segundo irá a Sussex, donde se encontrará con Ernest Jones, presidente entonces de la API; y el tercer día regresará a la capital londinense para verse con Anna Freud. Cuando en 1940 Gregory invitó a Ernest Jones y Anna Freud a participar en la sesión conmemorativa a celebrar en Cincinnati auspiciada por la APA en recuerdo de S. Freud, fallecido en 1939, ambos agradecieron enormemente tal gesto, lamentando el primero no ir por el conflicto bélico iniciado y la segunda por su estatus de refugiada alemana y las más que limitadas posibilidades de viajar debido a ello. Tras estos encuentros, Gregory encamina sus pasos a Roma, donde es recibido en audiencia privada por el Papa Pío XII. De lo hablado entre ambos no hay registros, aunque es probable que en los 10 minutos de conversación Gregory expusiera al santo padre sus tesis acerca del saber freudiano y su no necesaria incompatibilidad con la religión. Deteniéndose en Florencia, sigue camino a Zúrich, donde se encontrará con Manfred Bleuler. En el hospital cantonal de Zúrich, más conocido como Burghölzli, impartirá una conferencia no programada acerca de Andreas Vesalius, fundador de la anatomía humana moderna, que deleitó a sus colegas allí presentes (refiriéndose entonces Manfred Bleuler a Gregory como su maestro mientras estuvo en EE. UU.). Antes de abandonar Suiza, para volver a Londres y después a Nueva York, se detendrá en Pura (en el cantón del Tesino), para reencontrarse con su queridísimo amigo Henry Sigerist, quien, tras una destacada trayectoria en el Instituto Johns Hopkins para la Historia de la Medicina, decidió afincarse en Suiza después de la Segunda Guerra Mundial, dado el clima anticomunista de la sociedad estadounidense y sus intereses (compartidos también por Gregory) en los experimentos de medicina socializada que se llevaban a cabo en la Unión Soviética.
Después seguirá rumbo a París, donde se encuentra con Georges Parcheminey, uno de los fundadores de la Sociedad Psicoanalítica francesa, prosiguiendo camino después a Londres, cenando en días diferentes con John Rickman, presidente de la Sociedad Psicoanalítica británica, así como con Anna Freud y la también analista Sylvia Payne. En el Maudsley Hospital, organizado por Aubrey Lewis, su director y catedrático de Psiquiatría en el Instituto de Psiquiatría de la Universidad de Londres, departirá acerca del examen histórico del concepto de trastorno en la medicina general y en la psiquiatría. Tras regresar a Nueva York, viaja otra vez a Europa para asistir al XVI Congreso Internacional de la API, que se celebrará a mitad de agosto de 1949 en Zúrich. Entre otras figuras del saber freudiano acuden Anna Freud, Melanie Klein, Jacques Lacan, René Spitz, Ernst Kris, Raymond de Saussure, Carl Müller-Braunschweig o Arnaldo Rascovsky, de Buenos Aires. En el mismo, Gregory presenta su comunicación "Variedades de pasividad: Individual y social".
En un plano muy diferente, Gregory se plantea seriamente su condición religiosa, alentándole Mailloux para que se convierta al catolicismo. Tal cuestión, que exige acatar la ley eclesiástica, resulta hasta cierto punto desconcertante, pues, Gregory, de etnia judía, se casó en primeras nupcias con una judía (Ray), con quien tuvo dos hijos (bautizados según tal credo); después, se casó con una fiel de la Iglesia episcopal (Peg), que, igualmente, bautizó a sus tres hijos según las prerrogativas de su credo. Y ahora, Gregory, el padre de estos cinco vástagos, desea dejar su pasado judío para convertirse al catolicismo. Asesorándose por distintas fuentes, una vía posible de solución es aplicar el privilegio paulino, dispensa especial que permite la disolución de un matrimonio entre dos no bautizados cuando uno de ellos desee ser bautizado y el otro no, y cese, de este modo, el matrimonio por diferencias religiosas. Con todo, aplicar tal norma canónica implicaría una serie de pasos tediosos hasta el fallo positivo, o no, que la Iglesia católica emitiera acerca de la petición de conversión de Gregory. Vinculado a esto, como bien expresa Caroline Zilboorg (Vol. 2; cap. 5. Salud y felicidad: 1946-1950, p. 155), es tentador ver la decisión de Gregory de unirse a la Sociedad de amigos de Jesse Holmes en 1922 como un temprano paso hacia una Iglesia, pero llegar a ser cuáquero nunca significó para él su conversión al cristianismo. Aun así, hasta el 13 de diciembre de 1954, convertido ya al catolicismo, Gregory no dejará tal Sociedad cuáquera. Vinculado a sus intereses religiosos, junto a Mailloux, Gregory crea la Fundación Aquinas, en honor al filósofo italiano, con la que ansían financiar becas para el estudio de la psicología. Su actividad productiva también sigue, como evidencia su ensayo de 132 páginas acerca de S. Freud publicado en 1951 (7), con el que pretende explicar las teorías y prácticas analíticas a no especialistas, a la vez que servirle de catarsis para la congoja espiritual en que está sumido. Así, por ejemplo, al citar en él a Karl Stern, Gregory respaldaba la idea de que el saber freudiano reafirmaba y enriquecía la idea cristiana del hombre, debido a que había redescubierto la posición primaria del amor. Que Gregory tomara ideas prestadas de Stern estaba a nuestro entender sin duda motivado porque Stern, neurólogo y psiquiatra germano-canadiense, era, como Gregory también ansiaba, un judío convertido al catolicismo. De igual modo, el libro de Gregory que verá la luz tres años después del anterior citado, que dedica al ámbito criminal (8), perseguirá también aunar psicoanálisis y religión, al juzgar que el tratamiento de la conducta delictiva representa la eterna lucha entre el deseo de castigar y el sincero anhelo por comprender y perdonar.
En 1954, la actividad febril de Gregory debe desacelerarse al ser intervenido en septiembre de un pequeño carcinoma envuelto alrededor del interior del colon transverso, aproximadamente a 5,08 cms. más allá del ángulo hepático, siéndole resec-cionada una porción diminuta de los intestinos. Esto no le impide que, poco después, el primer viernes de octubre, llegue a Montreal acompañado de Peg, recibiéndole a su llegada Mailloux. El motivo es ser bautizado, lo que ocurrirá el día después de su llegada, para así formar parte por fin de la Iglesia católica, para lo cual cambió de táctica, pues, desde Roma, le habían informado que presentara su solicitud y documentación a la curia de Nueva York, lo que no hizo, ayudándole Mailloux a presentar su petición formal en Montreal. Y es que, en esta ciudad, el arzobispo Paul-Émile Lèger, que será quien bautizará a Gregory, era un experto en ley canónica, además de un ecumenista de altura, quien se había convertido en cardenal a finales de 1952, gozando así del estatus de legado papal. Miembro ya de pleno derecho de su ansiada Iglesia católica, y retornando a su actividad febril de experto conferenciante en psiquiatría, cabe señalar su participación en el II Congreso Internacional de Psiquiatría, celebrado en Zúrich, en 1957, donde preside la mesa centrada en aspectos legales de la esquizofrenia. Entre los asistentes figuraba Juan José López Ibor, que, añadamos nosotros, presentó la ponencia "Análisis estructural de la sintomatología esquizofrénica" (9). Al conocer más tarde la celebración en Madrid del VII Congreso Internacional Católico de Psicoterapia y Psicología Clínica, Gregory se desplaza a la capital española.
Un año después, en 1958, ve la luz su ensayo acerca de Freud y la religión (10), donde, apoyándose en muchas fuentes, una de ellas la biografía de E. Jones acerca del padre del psicoanálisis, rechaza muchos de los asertos vertidos por este acerca del pensamiento freudiano en torno a la religión, la fe, Moisés, etc. Ese mismo año, en el IV Congreso Internacional de Psicoterapia, que se celebra en Barcelona, Gregory presenta su trabajo "Individualismo, personalismo y existencialismo", donde señala la deshumanización producida por los test, las clasificaciones categoriales y/o los tratamientos farmacológicos generalizados, insistiendo en la idea del ser humano como un individuo autónomo. En el citado Congreso, y esto lo añadimos nosotros, acude también Francesc Tosquelles, quien, además de proyectar una película rodada por él mismo para mostrar la vida de los enfermos y el personal sanitario en el hospital psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole, presenta su comunicación "La renovación de la asistencia psiquiátrica a través del pensamiento antropológico existencial", donde expone cómo aplica sus ideas en tal hospital. Al asistir a dicho Congreso, era la primera vez que Tosquelles volvía a España después de su exilio francés. Y es que, terminada nuestra Guerra Civil, cruzó los Pirineos a pie, quedándose 3 meses en el campo de Septfonds, para, desde inicios de 1940, trabajar en el hospital de Saint-Alban-sur-Limagnole, acudiendo 18 años después al Congreso ya aludido.
Retornando tras esta digresión a Gregory, en noviembre de 1958, es reintervenido del cáncer de colon, aparentemente extirpado, reanudando su agenda de trabajo, aunque en julio de 1959 se le detecta un nuevo tumor, que resulta inoperable. Permaneciendo ya en casa, inactivo, rodeado de sus seres queridos, es luego hospi-talizado, falleciendo el 17 de septiembre de 1959. Concluimos aquí nuestra reseña, pero permítaseme finalizar diciendo: primero, que después de leer esta biografía, que, altamente recomiendo, me he hecho una idea de Gregory Zilboorg como un hombre cariñoso, generoso, quien, a la vez que disfrutaba momentos felices con familia y amigos, necesitaba soledad, viajar mucho, dado su deseo insaciable de conocimiento. Segundo, que me ha sido difícil seleccionar y sintetizar todo cuanto Caroline Zilboorg expone, obligándome así a hacer un esfuerzo de síntesis enorme. Y, tercero, y no por ello menos importante, ha sido un grato placer escribir esta revisión, labor que meses atrás le propuse a Caroline Zilboorg, que aceptó encantada, como antes hice con otros autores cuya revisión de sus libros ya ha sido publicada en la sección de esta revista.