En este ensayo, Robert H. Abzug, profesor emérito en la Universidad de Tejas, indaga en la vida y obra de Rollo May (1909-1994), una figura de la psicología humanista muy conocida. Abzug, quien accedió sin restricción alguna en 1991 a todo el material que May poseía (diarios, borradores, etc.), inicia su relato en 1987, cuando a May se le comunica el reconocimiento profesional por parte de la APA (Asociación Psicológica Americana) por sus muchas contribuciones. Sorprendido por tal noticia, en su diario personal, May se pregunta el 22 de agosto de 1987 si es merecedor de tal reconocimiento. Paralelamente, era también consciente de que por entonces escribía posiblemente su último libro (1). Antes de proseguir, y a modo de digresión, cuando le pregunté a Abzug por qué los tres hijos de May (Robert, Allegra y Carolyn), fruto de su primer matrimonio, habían declinado participar en este ensayo, en un email fechado el 24 de julio de 2022, me respondió que ello se debía al deseo de sus vástagos de preservar su intimidad, argumentando también que su biografía se centraba en la figura pública e intelectual de May y no en su vida íntima-familiar.
Dicho esto, comencemos diciendo que May, cuyo nombre completo era Rollo Reese, nació el 21 de abril de 1909 en Ada, Ohio. Debido al trabajo de su padre, Earl Tuttle May, secretario de la Asociación Cristiana de Hombres Jóvenes, en inglés YMCA, Rollo vivió una infancia errante, llegando a vivir hasta en doce ciudades, lo que a su juicio le dificultó forjar vínculos con otros chicos/as. Unido a esto, la ausencia reiterada y prolongada de su padre por su trabajo era motivo de disputas conyugales, de las que Rollo, como sus cinco hermanos (Ruth, Don, Dorothea, Yona y Louis), eran testigos. Ante tal novela familiar, Rollo, el primer hijo varón, pasaba a ser el soporte de su madre Matie, a quien ayudaba en las tareas domésticas.
Cuando su padre no se ausentaba, Rollo compartía tiempo con él, pescando, leyéndose mutuamente historias en voz alta, persiguiendo así su progenitor forjar en él un sólido sentido de competencia personal, de seguridad, en sus propias capacidades. Una muestra de estas destrezas es la dedicación de May a la revista The Student, que, junto a Roscoe Bloss, corresponsable también, se distribuía en el Michigan Agricultural College, la institución donde May estudiaba. Junto a esto, vivenciaba una profunda crisis religiosa, donde, por una parte, se afirmaba como ateo, mientras por otra buscaba consejo espiritual. En su auxilio, se topó con Bennett “Buck” Weaver, un carismático joven poeta y profesor de inglés, que le animó a buscar su propia “verdad” religiosa. Una verdad que para Weaver residía en contemplar la fe como el producto de una búsqueda por encontrar una sabiduría interior e individual. Weaver se convirtió así en el primero de una larga lista de padres espirituales, cuyo ideario Rollo fue abrazando a lo largo de su vida (pp. 18-19). Asimismo, aconsejado por Weaver, May se trasladó al Oberlin College, donde el activismo cristiano y la lucha por erradicar las desigualdades sociales casaban a la perfección con sus elevadas ideas de comunidad universal y solidaridad humana. De los filósofos cuyas ideas le fueron trasmitidas allí, sobresale F. Nietzsche, cuyo proyecto filosófico le interesó muchísimo.
Sus grandes dotes para asesorar y ayudar tampoco pasan desapercibidas. Visto esto, no es de extrañar que su futuro profesional se vinculara con labores religiosas y/o el ejercicio de la psicoterapia. Comenzando por las religiosas, al terminar sus estudios en junio de 1930 en Oberlin, viaja a Salónica, donde trabajará como profesor en el Anatolia College, una escuela misionera allí establecida. Tiempo después, su vocación religiosa se disipa, consagrándose a la labor clínica, que ya no abandonará. Amante incondicional del mundo griego, en la Pascua y estío de 1931, viaja primero a Estambul, para después a Nápoles, Roma y Florencia. Sus viajes, sin embargo, no calman la intensa desazón que le aqueja, que May atribuye a causas como trabajar en el extranjero, en un ambiente sociocultural lejano y distinto. Dando salida a su congoja emocional, centra sus esfuerzos en lo que llama “Mi teología”, ensayo de connotaciones muy personales, donde se interroga acerca del sentido de la vida, la idea de contacto personal con Dios, etc. Asemejándose también a los grandes maestros espirituales, que en la cumbre de la montaña esperan la iluminación, en marzo de 1932 asciende en solitario al monte Hortiati, para un mes después, ahora sí acompañado, ascender al monte Athos. De la primera escalada obtendrá la idea que le acompañará el resto de su vida de la importancia de la autenticidad, de la búsqueda que todo ser humano ansía de ser uno mismo entre otros. Pintar también se convierte para él en una forma de liberar sus emociones.
Con todo, insatisfecho de su propia autoexploración interior, asistirá entre el 20 de junio y el 4 de julio de 1932 a un curso de psicología en Viena que impartirá Alfred Adler. De boca de este conocerá las diferencias teórico-clínicas que le separan de Freud, sintiéndose profundamente interesado por cómo toda sintomatología psicosomática es interpretada bajo la óptica adleriana. Esto incluye sus propios síntomas psiconeuróticos y producción onírica, que ahora interpreta guiado del saber experto de Leonhard Seif (quien analizará a May) y Erwin Krausz, galenos docentes en el curso. A pesar de esto, una década después, May juzgará la construcción adleriana de la realidad demasiado simplista para lo que él ansía (p. 48). Interesado por saber si May, además de a Adler había conocido a Freud, le escribí a Abzug, quien me contestó en email del 24 de julio de 2022 que su conocimiento de Freud era de segunda mano, si bien profundizó y reflexionó extensamente acerca del padre del psicoanálisis en lo que después sería su tesis de egresado.
En otro plano, convencido de que debe dar un giro en su vida, May cesa sus labores en Grecia, embarcando hacia Nueva York, a donde llegará en agosto de 1933. Aquí, abandonando la idea de formarse en psicoterapia, prosigue su educación en el New York's Union Theological Seminary, donde prominentes teólogos protestantes como Reinhold Niebuhr o Paul Tillich le servirán de guía. Este último, exiliado alemán, será de hecho quien le dirija su tesis de egresado, Bachelor of Divinity Honors thesis, titulada Comparison of Modern Psychotherapy and Christian Theology in Respect to Doctrine of Man (2), que presentará en 1938, en la que ideas de corte freudiano serán examinadas en profundidad al igual que otras de naturaleza religiosa, al concebir May que el saber freudiano puede ayudar a entender y sustentar teóricamente el camino espiritual del hombre hacia lo divino. Merced a Tillich también, con quien forjará una estrecha amistad, conocerá a los destacados autores de la escuela de Frankfurt, que, como Tillich u otros relevantes intelectuales europeos, se habían afincado en EE. UU. huyendo de un nazismo cada vez más pujante. Antes de todo ello, sin embargo, en 1934, informado por su madre, May debe regresar a East Lansing, al haber abandonado su padre a su madre y hermanos, encontrando un hogar sumido en serias dificultades. Tras el divorcio de sus padres, May verá a su padre en 8 o 9 ocasiones, decidiendo no asistir a su funeral cuando este fallece en 1949. Retornando a 1934, por mediación de Buck Weaver, May consigue tres trabajos a tiempo parcial en la YMCA, que le ayudan a afrontar los gastos cotidianos familiares, adquiriendo cada vez más progresiva conciencia de que no será ministro de la iglesia si no puede ser genuino con sí mismo y con otros. Un año después, en el verano de 1935, regresa a Nueva York, donde reanuda sus estudios e imparte cursos a adultos acerca de la vida matrimonial, las relaciones afectivo-sexuales y otras cuestiones asociadas. Llama la atención que, mientras hace esto, él mismo se debate obsesivamente en el camino a seguir, pues, aunque ama a Florence DeFrees, una joven afín a sus intereses personales e intelectuales, mantiene aventuras amorosas con otras mujeres, confesándose a sí mismo que en el fondo no ama a Florence y por eso no le pide casarse con él. Tomando distancia, posiblemente para reflexionar en soledad, siguiendo así ideas de su amado Goethe, en el estío de 1937 acepta ser pastor temporal de una iglesia en Stonington, Maine. Paralelamente, inicia terapia con Harry Bone, analista de orientación adleriana. Uno de los focos sobre los que gravita el proceso terapéutico iniciado es la decisión de casarse con Florence. Al año siguiente, en dos misivas del 16 y 17 de abril, May da a entender a Florence que la relación entre ambos está terminada, dando un giro absolutamente inesperado cuando se casan el 5 de junio de 1938. Por qué May cambió tan radicalmente de parecer se ignora, al no haber evidencia alguna en las fuentes examinadas por Abzug (p. 94). Dos años después de casarse, en 1940, nacerá Robert, el primer hijo de la unión. Sin embargo, a la profunda satisfacción que embarga a May por tan feliz acontecimiento la acompaña la sensación de sentirse atrapado en un matrimonio insatisfactorio, como muestra la aventura extramarital que por entonces mantendrá.
Entre 1938, en que se casa, y 1940, en que tiene su primer hijo, May, al igual que ya hizo en Maine, a solicitud de la Primera Iglesia Congregacional de Verona, en Nueva Jersey, necesitada de un pastor, aceptará ocupar tal puesto, en el que, además de abogar por erradicar el creciente antisemitismo, insta por un diálogo serio y sincero interreligiones. Animado por Bone, May adaptará sus conferencias, sermones, etc. impartidos en un libro, que verá la luz en 1939, titulado The Art of Counseling: How to gain and Give Mental Health (3), génesis de la que luego será su visión existencialista de la psicoterapia. Profundizando en tales ideas, un año después, aparece su libro The Springs of Creative Living (4), del que recibe una unánime y muy elogiosa crítica. Años después, May admitirá que, alrededor de 6 meses después de que dicho libro fuera publicado, no creía en lo que había escrito. Llamó a eso “deconversión”. Y no es que rechazara los valores implícitos en el cristianismo, sino que su fe en la divinidad de Jesús y las doctrinas de la trascendencia, la vida eterna, etc. habían comenzado a disiparse (pp. 123-24). Paralelamente, con la entrada de EE. UU. en la Segunda Guerra Mundial, en diciembre de 1941, May escribe artículos en los que se interroga acerca de la condición humana, apostando que, aun cuando todo conflicto bélico trae destrucción y miseria, también promueve valores humanos como la cooperación.
Más importante, en el plano personal, es que ya siente que ha llegado su momento para formarse como psicoterapeuta. Así, después de negociar con la iglesia que seguirá cumpliendo labores a media jornada, se trasladará a Nueva York en marzo de 1941, abandonando dichas labores en 1942, al inscribirse a finales de 1941 en el programa de doctorado en consejo terapéutico que se imparte en el Teachers College de la Universidad de Columbia. De interés también es decir que, en algún momento, al término de 1940 o temprano 1941, May inició análisis didáctico con Erich Fromm (p. 134), todo lo cual le permite unirse al grupo de Psicología de Nueva York. Inspirado por Fromm y Seward Hiltner, a modo de seminario privado, aglutinaba a personas interesadas en dialogar acerca de psicología y religión.
En un plano diferente, el otoño de 1942 le resulta agridulce, pues, a la feliz noticia de que va a ser padre por segunda vez de dos gemelas se une un forzoso descanso, al padecer de tuberculosis. Sospechando que ha sido mal diagnosticado, tras varias semanas, May reanuda sus actividades, ocupando parte de su tiempo en Inwood House, una institución neoyorquina de beneficencia, donde, siendo su supervisor Fromm, conoce de primera mano los efectos de la pobreza, la vida en la calle, etc., todo lo cual le servirá para elaborar su tesis doctoral. Entre sus labores allí están entrevistar, pasar test, aconsejar, fundamentalmente a chicas no casadas, embarazadas, muchas de las cuales eran víctimas de incesto. Poco después, sin embargo, May sufre una seria recaída en su salud, que ahora confirma a través del test de esputo y de un neumotórax que aqueja tuberculosis en la parte superior del pulmón derecho. Por consejo médico, es internado en el sanatorio de Edward, en Napierville, Illinois, para gran pesar de él y su mujer Florence. Con el alta médica en noviembre de 1943, se traslada a Virginia, donde le espera su esposa e hijos en la casa de sus suegros. Tal reencuentro es duro para May, dadas las restricciones higiénicas que debe tomar para no contagiar a los suyos. Un mes después, en diciembre de 1943, vuelve a Nueva York para seguir trabajando, lo que le pasará factura en mayo de 1944, al agravarse nuevamente su salud por la recidiva tuberculosa. Ante esto, después de consultas y tests, May opta por solicitar el ingreso en el sanatorio Trudeau del pueblo Lake Saranac, del estado de Nueva York. Allí, además de tomar el aire fresco montañoso, reflexiona acerca del sentido de la vida, la búsqueda espiritual, etc. Leer aquí a Kierkegaard será para May una experiencia balsámica, sirviéndole también para concluir su disertación doctoral, germen de su libro ulterior The Meaning of Anxiety (5).
Lejos del sanatorio, su larga ausencia del hogar afecta muy negativamente a Florence, quien se ha sentido muy sola cuidando de sus tres hijos pequeños. En enero de 1945, cuando May puede recibir visitas en el sanatorio, Florence acude, confesándole que ha tenido un affaire con Harry Bone, analista de May. A este respecto, Abzug (p. 157) es determinante cuando afirma que, herida su vanidad para siempre, aun después de que Florence finalizara tal relación, el matrimonio quedó emponzoñado de mutuo resentimiento y gélida desilusión. Cinco años después, en 1950, todo lo sucedido supone un antes y un después para May, que reanuda su análisis didáctico con Fromm en el William Alanson White Institute. Este análisis, sin embargo, fue pronto interrumpido, al marcharse Fromm a México, donde será docente en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de la capital mexicana. Que Fromm se marchara, dejando inconcluso su análisis, fue mal encajado por May, que se sintió abandonado. Sea como fuere, aunque May y Fromm mantuvieron una relación educada después de ello de puertas para afuera, uno y otro se criticaban mutuamente en privado.
De igual modo, se ignoran los sentimientos de Fromm respecto a todo lo sucedido (p. 177). Con todo, en el William Alanson Institute, además de asistir a seminarios de Fromm, también acude a otros de Frieda Fromm-Reichmann o Clara Thompson, con quienes May terminará su análisis didáctico en 1951 y 1952. Asimismo, May trata a pacientes, a los que, dada su experiencia con la tuberculosis, coloca el foco en cómo ellos/as sienten su ansiedad, algo que él vivenció mientras estuvo enfermo. Transitando en su análisis de la ansiedad desde el plano individual al sociocultural, iba poco a poco perfilándose el camino de May hacia el existencialismo, que culminaría con la publicación en 1953 de su libro Man's Search for Himself (6). Un año antes, veía la luz el libro de Paul Tillich The Courage to Be (7), que algunos revisores consideraron de gran afinidad temática al libro de May. En lo profesional, destaca el rol activo que May desempeñó durante estos años en la pugna entre psiquiatras y psicólogos para definir y establecer sus competencias profesionales. Retrocediendo, a modo de digresión, a su faceta personal, dos años antes de la aparición del libro antes citado, esto es, en 1951, May volvió a tener un lío amoroso con Elinor (Ellie) Roberts, que estaba casada con David Roberts, una voz ascendente dentro de la teología protestante.
En 1954, profundamente deprimido por la aventura extraconyugal de Elinor, David se internó en un centro psiquiátrico, suicidándose tras su alta médica a comienzos de 1955 a la edad de 44 años. A modo de expiación por la mutua culpabilidad que Elinor y May sienten por tal suicidio, ambos intercambian impresiones en diferentes cartas remitidas. Igualmente, May prosigue su frenética agenda laboral. A nivel de publicaciones, en 1958, junto con Ernst Angel y Henry Ellenberger, ve la luz Existence: A New Dimension in Psychiatry and Psychology (8), con el que sus editores desean introducir teóricos clave de la psicoterapia existencial y fenomenológica a la audiencia estadounidense. El mismo año de la aparición del libro, May viajará a Barcelona, donde, en el IV Congreso Internacional de Psicoterapia, presentará su comunicación “Existential Analysis and the American Scene”, con la que quería dar a conocer al público allí reunido qué se hacía en EE. UU., más allá de la psicología experimental dominante y/o los muchos prejuicios existentes acerca de la cultura norteamericana. A tal congreso, añadimos nosotros, asistieron también otros como Gregory Zilboorg y Francesc Tosquelles, como ya decíamos en otra reseña escrita por nosotros acerca de Zilboorg publicada en esta misma revista en junio de 2022.
En 1958, May también acude al Simposio sobre Creatividad, en la Universidad Estatal de Michigan, donde presenta su ponencia “The Nature of Creativity”, en la que vincula el acto creativo con el encuentro terapéutico existencial. Junto a May, también están presentes luminarias como Henry Murray, Carl Rogers, Abraham Maslow, Erich Fromm o Margaret Mead. Dos años después, en 1960, la muerte de su hermana Yona sume a May en un profundo dolor, como así atestiguan las hondas reflexiones que recogen su diario de julio de ese año. Junto a la muerte de su hermana, May y Florence deciden pasar otra vez por el diván analítico, dadas las infidelidades mutuas. En cuanto a May, su larga historia de infidelidades la justifica por el fracaso que siente de no haber sido el marido que Florence quería, empujándola así a cometer también infidelidades. Ante esto, May decide marcharse dos semanas a Mallorca, pidiéndole a Florence que se reencuentren allí. Esta posibilidad es rechazada por ella. Y, aunque públicamente ambos guardaron las formas, May retornó a un modo de funcionamiento psíquico caracterizado por una compulsión repetitiva que la abocaba a nuevas aventuras amorosas. En este período, May también estrecha amistad con Joseph Campbell, que, poco a poco se desinfla, dado el antisemitismo del segundo y las posiciones irreconciliables que los separan acerca de la guerra de Vietnam. De igual modo, la muerte de su mentor, Paul Tillich, el 22 de octubre de 1965, sume a May en un estado de tristeza y hondas cavilaciones. A petición de Hannah, la viuda de Tillich, May honrará su memoria en una emotiva alocución pública en su funeral. El vacío dejado por su mentor reavivó en May los pretéritos fantasmas que habían asediado su psique atormentada: sus difíciles relaciones amorosas con las mujeres, comenzando por su madre y su hermana Ruth, como con todas las demás que necesitó seducir y entablar relaciones íntimas. Que tal cosa no le ocurriera con hombres, en quienes buscaba ante todo apoyo “paternal”, le hizo plantearse a May sus inclinaciones sexuales, dada su ambivalencia hacia el sexo opuesto. Quizás buscando respuestas, se marcha un tiempo de Nueva York a California, al Instituto Esalen, donde tiene sexo casual con distintas mujeres, prueba el LSD, etc., todo lo cual le resulta agridulce, pues, junto al placer sentido, eso no colma la búsqueda de autenticidad que desde antaño persigue. En enero de 1967, todo lo vivido por May hasta entonces le lleva a confesarle a Florence que ambos deben separarse legalmente, aunque, desde 1965, sentía que su matrimonio había ido mal fundamentalmente por él.
Con todo, al final del estío de 1967, ambos viajan a Europa, en un intento último de arreglar las cosas, lo que no sucede, como evidencia el intento fallido de suicidio de Florence el 30 de noviembre de ese año. Rotos los lazos afectivos, en julio de 1969, May y Florence firman el acuerdo de divorcio. Ese mismo año, ve la luz el libro Love and Will (9), donde May propone que el auténtico amor humano, en su más amplio sentido, es aquel que aglutina los cuatro tipos por él concebidos (libido, eros, filia y ágape). Respecto a la voluntad, May la actualiza al concepto de intencionalidad como posibilidad, recalcando que, en la actualidad, ha sido desvalorizada, perdiendo el individuo el potencial inherente que tal intencionalidad posee. Seis años después, en su libro The Courage to Create (10), May seguirá profundizando en cuestiones ya tratadas en el anterior libro citado. Retornando al amor, pero ahora aplicado al mismísimo y muy enamoradizo May, este conoce en 1969 a Ingrid Scholl, una joven treintañera, con quien se casará el 8 de julio de 1971. Lo vivido por May hasta ahora, con 62 años, en que vuelve a casarse, no le impidió tropezar dos veces en la misma piedra. Fiel reflejo de ello es que, un año después de casarse, sospechaba que Ingrid le era infiel tanto con hombres como con mujeres (p. 286). En otro plano, la guerra de Vietnam, como la lucha por la igualdad racial en EE. UU., etc. son analizados por May en Power and Innocence (11), que, publicado en 1972, recibe desiguales críticas.
Un año después, el ruego hecho por Hannah Tillich a May de escribir una biografía de su esposo se materializa en el libro Paulus: Reminiscences of a Friendship (12). Complementando la semblanza, en 1973, verá la luz una biografía más íntima, escrita por su viuda Hannah, titulada From Time to Time (13).
En la primavera de 1973, aceptando la invitación como profesor visitante, May se trasladará de Nueva York a California, afincándose allí definitivamente. Su delicada relación conyugal abocará en su divorcio de Ingrid. Repitiendo patrones anteriores, antes y después de su separación de Ingrid, May tuvo aventuras amorosas con otras mujeres. La más seria fue con S., de quien Abzug (p. 313) no cita su nombre, alrededor de 40 años más joven que él, a quien May conoció en febrero de 1976. Con S., en marzo de 1979, May viajará al funeral de su hermana Ruth en la localidad californiana de Placerville, lo que removerá en su interior recuerdos y emociones largamente guardados. Cinco años antes, en 1974, a la edad de 90 años, había fallecido Matie, la madre de ambos. Dando salida a sus emociones, May reflexiona en Freedom and Destiny (14). Saltando otra vez de lo personal a lo profesional, May forjará una estrecha amistad con Irvin Yalom, oponiéndose también a la psicología transpersonal, que juzga una desafortunada mezcolanza de psicología y religión (p. 323). Añadir también que, en los 70 y 80, la psicología humanista, considerada la tercera fuerza, buscaba su identidad y su lugar, al competir con las otras dos fuerzas representadas por el conductismo y el saber freudiano. De esta aventura de la psicología humanista, el lector/a puede encontrar documentado examen en el capítulo 25 (pp. 312-334) de este ensayo biográfico. A su actividad profesional se une que May conoce entonces a Georgia Lee Johnson, una terapeuta jungiana, divorciada como él, con quien, rodeado de amigos y familiares, se casará por tercera vez en agosto de 1988. Durante estos años, May volverá a asistir a la iglesia, aunque ahora, a diferencia de su juventud, no lo hará a una metodista, sino a otra episcopal. Con Georgia también se interesará mucho por el budismo tibetano, cuya tradición ambos conocerán de primera mano a través de retiros en el valle vitícola californiano de Napa. En mayo de 1990, mientras ambos regresan en coche desde el aeropuerto de San Francisco a Tiburon, donde viven, su coche colisiona con otro, que, a causa de la gran velocidad a la que va, pierde el control. May se golpea la cabeza contra el techo del vehículo y días después sufre síntomas de una contusión. En agosto, sin embargo, mientras él y Georgia preparan un viaje a Italia, May sufre un transitorio mini derrame cerebral, que se acentúa más en Italia, como evidencian los intensos dolores que aqueja en sus nervios faciales. Por todo ello, en febrero de 1991, May será intervenido quirúrgicamente, sufriendo mientras es operado un serio derrame cerebral, que lo dejará en un estado cercano al coma, permaneciendo así hospitalizado durante 5 semanas y media. Su estado físico y mental a partir de entonces se irá agravando seriamente, padeciendo episodios de desorientación y confusión, que alcanzarán su cenit el 22 de octubre de 1994. Y es que, ese día, después de pasarlo en compañía de su esposa Georgia e Irvin y Marilyn Yalom, May morirá, siendo Irvin, como galeno, quien dará fe de su muerte. Termino diciendo que me alegro mucho de que Robert H. Abzug asumiera la tarea de escribir esta muy documentada, detallada y fascinante biografía, que, sin ensalzar hagiográficamente a May, nos habla de sus fortalezas y debilidades como ser humano.