La mayor parte de los textos que tienen que ver con la salud mental están escritos por profesionales para dar cuenta de reflexiones, teorías y prácticas de la disciplina. La voz de las personas que sufren suele darse por descontada, estandarizada y, en todo caso, subalterna. Este fenómeno silencia especialmente a aquellas personas más apartadas del engranaje social y de los servicios de atención, y permite que la mayoría de profesionales y sociedad civil podamos vivir más tranquilos alejados de su existencia.
En 2022 más de cien millones de personas en el mundo se encontraban en situación de desplazamiento forzado y no podían regresar a sus lugares de residencia. Los refugiados huyen perseguidos por motivos de raza, religión, orientación sexual, opciones políticas, conflictos bélicos… buscando un país de asilo donde poder rehacer sus vidas. Sin embargo, han de pasar mucho tiempo, a veces años y a menudo en condiciones infrahumanas, en un purgatorio hasta que se les concede una nueva nacionalidad o, lamentablemente, son deportados. Dice Wikipedia que el término "tierra de nadie", antes de su acepción actual para denominar el territorio no ocupado entre las primeras líneas de dos ejércitos enfrentados, se empleó originalmente para definir un vertedero de basura situado entre feudos.
Psicología de fronteras se propone contribuir a la divulgación de la realidad social de estas personas, perseguidas en su tierra y sin permiso para reconstruir sus vidas en un lugar seguro. El libro comienza con una parte inicial donde se describen de manera concisa los aspectos teóricos que ayudan a la comprensión de los fenómenos migratorios desde una perspectiva general. La autora nos recuerda los derechos a la protección internacional establecidos en la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados en 1951 y cómo son vulnerados, en ocasiones con repatriaciones masivas y violentas. En la segunda parte del texto nos trae la voz de las personas refugiadas, vulneradas, alejadas de su familia y a la espera de un futuro incierto que pende de una resolución que dictamine si merecen o no la protección internacional. Veinte pequeños testimonios, la mayoría procedentes del África subsahariana y Oriente Medio, que dan cuenta de los abusos que estas personas sufrieron en sus países de origen, de las penurias de su odisea y de la violencia en las fronteras y campos de refugiados donde las condiciones institucionales y el trato discriminatorio socavan día a día su dignidad. Una colección de historias recogidas en Grecia, Bosnia, Irlanda y España que refleja las consecuencias humanas del exilio y el daño que provocan las opresiones estructurales y los privilegios de quienes no las sufrimos. Pero también son historias de supervivencia, de respuestas humanas frente al poder, de la búsqueda esencial de una vida digna en un mundo desequilibrado.
Los testimonios recogidos en este libro denuncian muchos ejes de poder (colonial, racial, de clase, patriarcal…) que convergen sobre esta población vulnerada y que forman parte de nuestro funcionamiento social. Desde las prácticas narrativas se reivindica la documentación de los relatos de personas y comunidades como forma de nombrar los contextos, visibilizar las desigualdades y lograr que las historias singulares resuenen y se reproduzcan para expandirse y cuestionar los discursos dominantes (1). En este sentido, emplear nuestros privilegios en dar voz a quienes son violentados tal vez sea una de las herramientas más útiles para visibilizar las opresiones y luchar contra ellas.