Según se presenta en la biografía al final del libro, su autor, Ángel Martínez-Hernáez, es catedrático de Antropología y director del Centro de Investigación en Antropología Médica/Medical Anthropology Research Center (MARC) de la Universidad Rovira i Virgili, Tarragona, España. Doctor por la Universidad de Barcelona en la década de 1990, desplegó una carrera como investigador y profesor visitante en universidades de Estados Unidos, Italia y Brasil. Es autor y coautor de más de 30 libros e informes y de 120 capítulos de libros y artículos de revistas especializadas en antropología médica. Estos trabajos han sido retomados y revisados en el presente libro, de modo que su lectura conlleva un recorrido por los treinta años de carrera del autor. Así mismo, los lectores interesados en la psicopatología y la salud mental desde la perspectiva de la antropología médica pueden consultar en la bibliografía del libro quince trabajos realizados entre los años 1998 y 2020, comenzando por el libro ¿Has visto cómo llora un cerezo? Pasos hacia una antropología de la esquizofrenia (¹) y finalizando con un trabajo en colaboración: "Crónica de un desencuentro: La medicalización de la psicosis y sus laberintos en la Cataluña urbana", incluido en el libro Políticas terapéuticas y economías de sufrimiento: perspectivas y debates contemporáneos sobre las tecnologías psi 2), editado por María Epele y publicado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales y el Instituto de Investigaciones Gino Germani de Argentina.

En síntesis, Elogio de la incertidumbre y otros ensayos epistemológicos sobre el saber «psi» y las aflicciones humanas es un libro enfocado desde la antropología médica. En él se considera que en las sociedades contemporáneas con sistemas biomédicos de atención, es decir, aquellas en las cuales el paradigma dominante de las ciencias de la salud entiende que la enfermedad es un problema biológico o al menos depende del cuerpo del paciente, se descifran tres grandes aproximaciones en salud mental que derivan de la posición de los agentes en sus respectivos campos de prácticas: investigación (conocimiento derivado de la investigación biomédica), atención (clínica) y activismo (experiencia a partir del sufrimiento propio). A estas tres perspectivas el libro añade una cuarta, presentada como metaanalítica, en la que se ubica el autor: la investigación social en la que la investigación, la atención y el activismo devienen objeto-sujeto de estudio.

En el prólogo, Sandra Caponi realiza una pormenorizada reseña del libro y destaca el respeto a los derechos humanos de los pacientes como un derecho que nos asiste a todos por el simple hecho de ser humanos. Así, la palabra, la historia de vida y el reconocimiento de la subjetividad de aquellas personas que padecen sufrimientos psíquicos quedan en el centro de la escena de un libro cuya composición formal contiene cinco ensayos.

En el primer ensayo, "Elogio de la incertidumbre", Martínez-Hernáez hace referencia a Estudios sobre la histeria, de Sigmund Freud y Josef Breuer, para referenciar el terreno de certidumbres e incertidumbres, de luces y sombras por el cual transitaba la adultez de la neurología y la infancia del psicoanálisis. Pasado más de un siglo, la hipótesis del autor es que esos claroscuros no han desaparecido, sino que los campos de prácticas del modelo biomédico, a pesar de apegarse a un modelo basado en la evidencia, pivotan entre la ignorancia estratégica McGoey) y la certidumbre estratégica Martínez-Hernáez). El vaivén entre ignorancia y certidumbre genera una forma de encubrimiento o simulación estratégica. Un ejemplo en el que ignorancia y certeza estratégicas se complementan de forma capciosa es el fraude en el caso de la eficacia de los antidepresivos en niños y adolescentes, tomado de un artículo publicado en The Lancet en 2004 en el que se señala la confusión, manipulación y fracaso institucional sobre el uso de inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS) (p. 29).

La ignorancia estratégica es un concepto retomado por Martínez-Hernáez de la socióloga Linsey McGoey en referencia a la producción deliberada de la ignorancia para ocultar u omitir efectos adversos conocidos. Como contrapeso a este recurso, Martínez-Hernáez propone la idea de certeza o certidumbre estratégica para explicar cómo se esconde una ignorancia para que no sea reconocida como tal. En lo que respecta a los trastornos mentales, este vínculo entre certeza e incerteza constituye la paradoja de que, si bien se sabe muy poco sobre ellos, en los hechos se da todo por sabido. La hipótesis del autor es que en la práctica se dan tres certezas estratégicas que contribuyen a pasar por alto esta paradoja. Primera certeza: constituir al fármaco como la pauta central de atención; segunda certeza: considerar que las categorías diagnósticas son realidades y no abstracciones teóricas o consensos profesionales acerca del sufrimiento psíquico; y tercera certeza: sostener un enfoque individualizante de la isla psicopatológica para interpretar el malestar, olvidando aspectos gregarios de la especie o estructurantes de la vida humana.

El segundo ensayo, "Políticas de las aflicciones: entre la coerción y la persuasión", comienza recordando los libros La enfermedad y sus metáforas y el SIDA y sus metáforas , de Susan Sontag y Estigma. La identidad deteriorada, de Irving Goffman, para señalar cómo situaciones de sufrimiento pueden transformarse en objeto de rechazo social. Este capítulo se aboca a señalar los aspectos estigmatizantes y coercitivos aún presentes en los sistemas de atención en salud mental, en los cuales se quebrantan directrices éticas y derechos como la posibilidad de rechazar el tratamiento, la capacidad jurídica y la privacidad, entre otros. Con ello no se afirma que no existan buenas prácticas de atención para los usuarios y sus familias, sino que se señalan estos aspectos estigmatizantes no desterrados todavía del campo de las aflicciones. Para ello, el ensayo dialoga con los relatores de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006-2020) y con vastos testimonios compilados en trabajo de campo. Finalmente, tras mostrar los aspectos estigmatizantes del diagnóstico y el tratamiento en el terreno de los trastornos mentales, este segundo capítulo señala el objetivo de promover una nueva cultura asistencial no coercitiva a partir del trabajo que el autor realiza desde hace unos años dentro de un equipo interdisciplinar de investigadores y profesionales de la salud mental en Cataluña para incorporar el modelo canadiense de Gestion Autonome de la Médication (GAM)/Gestión Colaborativa de la Medicación (GCM). El autor destaca que esta iniciativa se implementó en Quebec en la década de 1990 y ha permitido instituir en algunos servicios un modelo de decisiones compartidas (Shared Decision-Making y Supported Decision-Making). Con la expectativa de una vida no tutelada, este modelo busca un impacto en la autonomía de las personas asistidas a través de un empleo formal y la participación en la comunidad. Así, el proceso de desmanicomialización iniciado muestra también que la deshospitalización requiere procesos de desinstitucionalización de las mentalidades y prácticas sociales. En este sentido, el autor considera, al igual que Franco Rotelli, referente italiano del proceso de desmanicomialización, que eliminar el disciplinamiento manicomial es una tarea permanente que por el momento no podemos dar por finalizada, a pesar de algunos anclajes teóricos en boga, como por ejemplo el del filósofo surcoreano-alemán ByungChul Han, centrado en la dependencia de la psicopolítica neoliberal, que pasaría desde la disciplina a la depresión, el rendimiento y la autoexploración.

Seguidamente, el abordaje de la depresión tiene su lugar en el tercer ensayo, "Las neuronarrativas y el sujeto-mundo", apoyado en relatos sobre el consumo de antidepresivos. Hacia la década de 1980, la aprobación para el uso farmacológico de la fluoxetina, o Prozac, en su nombre comercial, se inscribe como parte del giro neuronal de finales del siglo xx. Probablemente también vinculado a la llamada "década del cerebro", en 1994 se convertía en bestseller el libro autobiográfico Prozac Nation, escrito por Elizabeth Wurtzel, quien allí testimonia: "Una mañana me desperté y realmente quería vivir […]. Fue como si el miasma de la depresión se hubiera disipado del mismo modo que la niebla de San Francisco se levanta a medida que avanza el día. ¿Fue el Prozac? Sin duda" (citado en ^{Martínez-Hernáez, p. 61}). Actualmente, el Proyecto Cerebro Humano, en Europa, y la iniciativa BRAIN, en Estados Unidos, inciden también en la investigación sobre la dimensión social del consumo de antidepresivos y en sus consecuencias para un modelo individualista de subjetividad, capitalismo y consumo.

Martínez-Hernáez aclara que no se considera el consumo de antidepresivos de una manera peyorativa, sino, por el contrario, como cualquier otra elección para afrontar el sufrimiento en un mundo donde "nada es más solitario que el empresario de sí mismo" (p. 80). Así, este yo neuronal se expresa de múltiples formas, entre ellas, las neuronarrativas de aflicción (NoAs): un género lego en el cual se narra el malestar en clave explicativa de tipo cerebral. Las NoAs serían relatos en los márgenes de la ciencia que explican el sufrimiento psíquico en términos de disfunción neuroquímica, suspendiendo factores sociales. En cambio, las socionarrativas evitarían reducir el relato al diagnóstico, a su explicación neuroquímica y su tratamiento neurofarmacológico, para entender la complejidad de la historia de vida de las personas que padecen sufrimientos psíquicos.

El penúltimo capítulo (4. "Vidas bajo asedio") aborda el linchamiento moral en el trabajo LMT), el acoso psicológico, el terror psicológico, la psicoterrorización o mobbing , a partir de la violencia silenciosa o difícil de representar ante otros que en definitiva conlleva una situación de vida sitiada por el ámbito laboral. En el caso del LMT, la isla psicopatológica se solapa con la injusticia epistémica . El LMT fue definido en las últimas décadas como un problema de salud pública, un riesgo laboral y una forma de violencia simbólica y psicológica.

Entre 1980 y 1990, Heinz Leymann acuñó en Suecia el término mobbing, definiéndolo como una situación de acoso en la que una o más personas ejercen una violencia psicológica extrema, recurrente y prolongada sobre otra u otro grupo en el trabajo con el fin de socavar los vínculos entre las víctimas, su reputación y su labor para en definitiva promover el abandono del trabajo. Actualmente, la herramienta que puede aplicarse para valorarlo es el Leymann Inventory of Psychological Terrorization (LIPT-60), que consta de 60 preguntas. Además de informar sobre la presencia e intensidad de cada conducta de acoso, este instrumento busca establecer tres índices globales que cuantifican distintos aspectos complementarios de la situación.

El LMT no está tipificado como una enfermedad, sino como un comportamiento lesivo que se origina en el entorno laboral pero se prolonga fuera de él. Las investigaciones en las que participa el autor de Elogio de la incertidumbre abren el inventario de preguntas plasmado en el LIPT-60 para dar paso a aspectos testimoniales y herméuticos acerca del linchamiento en el trabajo. Tomado de Miranda Fricker, el concepto de injusticia epistémica remite a una situación en la que por prejuicios (género, etnia, discapacidad, identidad social) la credibilidad del testimonio es menoscabada. Fricker toma como ejemplo el testimonio de una persona racializada cuyo relato no obtuvo credibilidad. A esta injusticia testimonial, Fricker suma una definición de injusticia epistémica como hermenéutica, que se forja cuando las experiencias de alguien no logran expresarse o comprenderse por quien las vive o frente a la mirada de los otros. La autora pone el ejemplo de la expresión "acoso sexual", que como categoría se introdujo en la década de 1970 y que permitió nombrar una experiencia que muchas mujeres habían sufrido aunque no contaban con las palabras y el contexto para comunicar esa situación. De acuerdo a los testimonios recopilados por Martínez-Hernáez, las personas afectadas por LMT no tenían manera de decir y actuar en consecuencia, con lo cual tanto el acoso sexual (Fricker) como el LMT (Martínez-Hernáez) son categorías y escenarios sobre los cuales hay que trabajar tanto a nivel diagnóstico individual como sobre la situación en la que este produce. El capítulo concluye remarcando tanto las paradojas como las posibilidades del ámbito psi para promover la justicia epistémica en las personas que sufren LMT.

Finalmente, el libro se despide con un último ensayo, "El eco del mundo", la revisión de las cartas que un usuario de un centro de rehabilitación psicosocial le entregó al autor a principios de los años noventa mientras este realizaba una investigación etnográfica en esa institución. Seguramente, este ensayo dará lugar a un libro dedicado por completo a relatar el nudo entre la construcción de una realidad propia y las voces del entorno colectivo. El género epistolar oficia aquí como un campo de introspección y de resignificación de un mundo exterior a las cartas en el que se relatan apariciones místicas. En la década de 1960, en la España franquista, el pueblo de San Sebastián de Garabandal, en Cantabria, atrajo la atención de los medios de comunicación, y a miles de personas, cuando cuatro niñas afirmaron haber presenciado apariciones del arcángel san Miguel y de la Virgen María. El pueblo devino un punto de peregrinaje de creyentes. Las cartas de este usuario, nombrado como Silvio, contienen una resignificación sobre las metáforas y los discursos sobre la psicosis. Estas cartas, releídas a la luz del relato de las supuestas apariciones milagrosas de Garabandal, más que concluir el libro, confluyen en la predisposición hacia la incertidumbre. Frente a la perplejidad que puede acontecer ante las supuestas formaciones delirantes de las realidades individuales y colectivas, la psicosis aparece como el eco del mundo.

En suma, en este abordaje metaanalítico dedicado a la investigación social en el campo de la salud mental y sostenido en los aportes de la sociología y la antropología, se bifurcan límites y posibilidades. Por un lado, porque, en términos de límites, el libro puede ser leído como una crítica que no aporta soluciones rápidas para trabajar en situaciones en las que colisionan derechos, intereses o situaciones urgentes y trascienden el sufrimiento psíquico individual. Aunque, por otro lado, en tanto posibilidades, el libro aporta mucho a la investigación, la clínica y el activismo en tanto hace posible una deconstrucción de la producción de conocimiento y de la intervención en situaciones de sufrimiento psíquico, sobre todo para prevenir prácticas iatrogénicas, de abuso o de desatención de los derechos de las personas en situación de padecimiento mental. Pero, como todo proyecto de escritura, los sentidos de la interpretación nunca quedan cerrados y aquí radica la posibilidad de pensar un tema tan complejo como las aflicciones humanas y su tratamiento en el ámbito de las ciencias de la salud. La foto de la cubierta, Road to Wherever , deja abierto también un camino a la incertidumbre, pero no para abandonar el cuidado.