EN SUS INICIOS LA AEN-PSM jugó un papel importante en el proceso de consolidación de la neurología y la psiquiatría como especialidades médicas. La figura del neuropsiquiatra como especialista cuya jurisdicción científica y clínica era la neurología y la psiquiatría estuvo muy arraigada en España durante las primeras décadas del siglo xx. Las sociedades científicas y profesionales aunaban estas dos disciplinas: la Sociedad de Neurología y Psiquiatría de Barcelona, fundada en 1911 y cuyo primer presidente fue Arturo Garcerán; la Asociación Española de Neuropsiquiatría (1924); y la Sociedad de Neurología y Psiquiatría de Madrid, fundada en 1931, con José Miguel Sacristán como presidente y Pío del Río Hortega como vicepresidente. Neurología, psiquiatría y también neurociencias básicas confluían con frecuencia en la práctica de los profesionales, en buena medida debido a la influencia de Cajal y su escuela. Todavía en la inmediata posguerra, Juan José López Ibor funda una Sociedad Española de Neurología y Psiquiatría, que organiza el congreso de 1942 (1). Posteriormente, ambas especialidades médicas se van separando paulatinamente y en 1949 se funda la Sociedad Española de Neurología, claramente diferenciada de la psiquiatría.
A partir de 1980, en el seno de la AEN tiene lugar una reestructuración organizativa, avalada por los nuevos estatutos, en la que, superando el corporativismo médico, la Asociación se abre a otras profesiones de la salud mental, lo que le otorga una peculiaridad en relación a otras sociedades de especialistas, pero también una de sus señas de identidad más claras. Esta característica de asociación multiprofesional ha dado lugar a procesos complejos y no ha estado libre de dificultades. En este eje pretendemos mostrar y analizar dichos procesos y algunos de los obstáculos que se han ido superando.
Editores Dosier: Esta multiprofesionalidad que caracteriza a la AEN generó desajustes administrativos. Ya en 1992 fue preciso realizar ajustes legales, con la creación de asociaciones específicas de psiquiatras y psicólogos, con el fin de que la AEN pudiese seguir participando en la Comisión Nacional de la Especialidad de Psiquiatría. Ana Moreno es la actual representante de la AEN en dicha Comisión. Ana, ¿crees que esta decisión fue relevante para la posición que ocupa la AEN actualmente dentro de la Comisión?
Ana Moreno: La decisión de crear dos asociaciones, una de psiquiatras y una de psicólogos clínicos (y más adelante una tercera de enfermeras especialistas en salud mental) estuvo motivada porque, tras una denuncia de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), la AEN fue expulsada de la Comisión Nacional de la Especialidad alegando que no era una asociación profesional de psiquiatras. Fue alrededor del inicio de los 90. No ha sido el único intento, ni la única especialidad (ha pasado en las tres), en el que la multiprofesionalidad de la AEN se ha utilizado como argumento en contra para que no estuviera presente en las Comisiones Nacionales. Creo que la decisión de crear tantas asociaciones profesionales de la AEN (de psiquiatras, de psicólogos clínicos, de enfermeras especialistas en salud mental) como comisiones de la especialidad fue la manera que se encontró de solventar lo que parecía un escoyo legal insoslayable. Crear las asociaciones y acordar que permanecieran silentes en la vida asociativa nos permitió, por una parte, estar presentes en las Comisiones Nacionales y dejar nuestra impronta en los programas formativos y, por otra, no perder la multiprofesionalidad que nos caracteriza.
Editores Dosier: En relación a la psiquiatría, Ana, ¿cuáles consideras que han sido las contribuciones de la AEN a la especialidad de Psiquiatría tal y como la conocemos hoy en día?
Ana Moreno: Dos contribuciones fundamentales: en primer lugar, la relacionada con la acreditación de las unidades docentes. Los programas no acreditan hospitales, sino redes de salud mental. Quizá es una de las cosas que más ha cambiado en el MIR si nos fijamos en los primeros años de la especialidad: se rotaba por el hospital –se acreditaba al hospital– y lo comunitario y la rehabilitación podían ser anecdóticos o no estar presentes. Los sucesivos programas han incorporado la red de salud mental: desde el centro de salud mental a los dispositivos de rehabilitación. Sin ninguna duda, la visión multidisciplinar que aporta la AEN-PSM ha tenido mucho que ver con esto.
En segundo lugar, con respecto a los contenidos, la mirada psicosocial que caracteriza a la AEN-PSM, la salud pública, los derechos humanos, están presentes en los programas de formación de especialistas gracias a los compañeros que han ido trabajando en las comisiones. A pesar del discurso hegemónico biologicista, si uno revisa los programas puede ver que hay una parte importante de contenidos relacionados con la psicoterapia y los aspectos rehabilitadores. Desde mi punto de vista, sin la visión multidisciplinar de la AEN-PSM, estos contenidos no estarían y su presencia ha enriquecido a las distintas profesiones y sus programas formativos.
Editores Dosier: En el año 2023 se cumplieron veinticinco años de la creación de la especialidad de Psicología Clínica (R.D. 2490/1998). No obstante, existen otros antecedentes de interés, como el establecimiento del primer programa PIR en 1983 o la comisión promotora de la especialidad, que surge en 1994. Begoña Olabarría vivió en primera persona todo este proceso y participó activamente en el mismo. Begoña, ¿cuál ha sido el desempeño de la AEN en esos primeros momentos, anteriores a la conformación de la psicología clínica como especialidad en 1998?
Begoña Olabarría: Tras "la toma" de la Asociación en su Congreso de 1977 en Sevilla, la AEN abre sus puertas a otros profesionales. Un par de años antes se habían licenciado los primeros psicólogos en facultades que aún no eran específicas de Psicología. Los psicólogos autodenominados "clínicos" sufríamos muchas carencias: no existía oficialmente la especialización sanitaria en clínica tras la licenciatura. En muchas ocasiones, y desde visiones corporativistas del modelo asistencial más conservador, se pretendía una reducción de nuestro ejercicio al de meros evaluadores/ testólogos al servicio de una estrecha psiquiatría cuyo modelo asistencial dominante era manicomial y en un marco en el que no existía el derecho a la salud de los ciudadanos, puesto que tampoco existía la Constitución (1978) ni la Ley General de Sanidad (1986).
Una "exclusión" casi total de la psicología de los servicios sanitarios públicos, así como el alejamiento del ámbito académico, dilataron en algunos sectores la comprensión de las aportaciones que pronto la AEN encontró en la psicología clínica para las transformaciones que promovía la Asociación.
Las resistencias en torno al Modelo de Interno Residente quedaron patentes en el Real Decreto 2015/1978 para la formación de especialistas, que solo quedó derogado, en 1984, con el Real Decreto 127/1984, instaurándose para los médicos un modelo de formación de especialistas sanitarios ligados a los servicios públicos sanitarios acreditados a tal fin. Este modelo establecía el MIR, y recogía normativamente las propuestas, el discurso y las experiencias sostenidas por la coordinadora MIR.
En 1983, en un momento en que se crea en el Ministerio de Sanidad la Comisión Ministerial para la Reforma Psiquiátrica, la AEN presta su respaldo al primer programa PIR autonómico, que publica la comunidad autónoma de Asturias, recién nombrado José García González director de Salud Mental. La AEN propugna un modelo asistencial donde la psicología clínica quedaba convocada como saber con el mismo nivel de reconocimiento especializado que la psiquiatría (y el resto de las especialidades médicas).
El modelo PIR iniciado en 1983 en Asturias (2,3) resulta una gran aportación, pues incorporaba perfiles muy avanzados que demostraron su bondad: formación tutorizada en unidades acreditadas en dispositivos territorializados; equipos interdisciplinares, con atención en continuidad de cuidados y cobertura a la Atención Primaria; formación continuada de los profesionales; atención a los derechos, etc.
Los programas PIR, al margen del Ministerio, que aún no había reconocido la especialidad, se pusieron en marcha en varias comunidades autónomas: Andalucía (4), Navarra (5), Madrid (6) y Galicia (7), y vertebraron el modelo formativo (8) que fue seguido posteriormente por especialidades como Medicina de Familia o Psiquiatría.
Un modelo, impulsado y respaldado por la AEN, que estableció el corpus sobre el que se asentó desde 1993 la formación PIR e impulsó la incorporación de psicólogos clínicos a los servicios, una incorporación siempre gravemente deficitaria y carente de planificación, sin considerar las necesidades de la población y del SNS, cuestiones estas repetidamente denunciadas por la AEN1.
Editores Dosier: Begoña, ¿cómo ha acompañado la Asociación a la consolidación de la especialidad en estos veinticinco años?
Begoña Olabarría: El papel de la AEN resulta clave en sus múltiples trabajos. Se mantuvieron las anuales convocatorias ministeriales PIR desde 1993 y es en diciembre de 1998 cuando se crea la especialidad de Psicología Clínica (RD 2490, 1998), que es denunciada por el Consejo Superior de Colegios de Médicos, la Sociedad Española de Psiquiatría, la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica y la Sociedad Española de Psiquiatría Legal.
Las convocatorias anuales de plazas PIR se mantienen, pero su crecimiento se frena, incluso durante muchos años después de que en 2002 el Tribunal Supremo fallase a favor de la misma (Tribunal Supremo, 7 octubre 2002 y Tribunal Supremo, 10 octubre 2002). La AEN-PSM jugó un papel clave en la defensa compartida, junto a la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología (AEPCP) y finalmente el Colegio Oficial de Psicología (COP), de la especialidad ante la Justicia, ante los espacios profesionales y de los servicios públicos, ante la sociedad.
Así mismo, durante la muy dura época posterior, apoyó con gran diversidad de acciones y a lo largo de las sucesivas juntas y presidentes los trabajos de la Comisión Nacional de la Especialidad, donde cuenta con representación, buscando favorecer una inclusión adecuada y suficiente de la psicología clínica como saber de base propia, para una atención integral. Sobre este aspecto he reflexionado en una serie amplia de trabajos (9,10,11,12,13).
La oposición del ámbito académico, ya abierta en los años 90, se acentúa en confluencia con las organizaciones profesionales en pro de la formación académica del Máster General Sanitario –generado tras los acuerdos de Bolonia–, que viene promoviendo una equivalencia en titulaciones máster y de especialidad. Ha promovido una abierta oposición al itinerario formativo en materia sanitaria para que se garantice la progresividad formativa en el campo de la salud: el primer nivel sería el polivalente Grado de Psicología, que no capacita para entrar en el campo de la salud y no está reconocido como sanitario por el Ministerio de Sanidad; el siguiente nivel es el Máster General Sanitario, que aporta una formación básica y limitada en salud y, aunque es reconocido como sanitario, solo habilita para el ejercicio autónomo en primer nivel de prevención y su carácter generalista se opone al especializado; y el último paso y nivel debería ser la especialidad de Psicología Clínica, que habilita para la entrada en los tres niveles de prevención y es el nivel requerido en el SNS, siendo en el ejercicio público y privado la titulación que aporta garantías de formación/ responsabilidad sanitaria para la intervención autónoma en los tres niveles de prevención como eje de una atención sanitaria integral.
La beligerancia de estos intereses y el enorme número de titulados máster surgidos de las facultades públicas y privadas en los últimos años, al margen de cualquier planificación, vienen añadiendo confusión y daño al establecimiento claro de la especialidad de Psicología Clínica en la Salud Mental. Por ello, la apuesta de la AEN-PSM continúa siendo precisa y su contribución, vertebradora. Su ausencia en esta apuesta representaría un daño más allá de la suma por omisión. La dialéctica entre memoria y olvido de nuevo juega un papel en la apuesta por lo común en el terreno de la salud mental, de lo sanitario, de lo comunitario, de lo social. Atentos.
Editores Dosier: Desde la apertura de la Asociación al resto de profesionales de la salud mental y la entrada de la primera profesional no médica (psicóloga) en la Junta de 1983, han sido muchas las profesiones que han participado y colaborado dentro de la Asociación (enfermería, trabajo social, terapia ocupacional, etc.). Amaia Vispe es enfermera especialista en salud mental y secretaria de la actual Junta Directiva de la AEN. Amaia, ¿piensas que la AEN ha generado un lugar de acogida y reconocimiento de las profesiones no médicas?
Amaia Vispe: Creo que es una seña de identidad clave de la AEN-PSM en las últimas décadas su carácter multidisciplinar. Como sabemos, es en 1980 cuando se aprueban unos nuevos estatutos que abren la Asociación a perfiles profesionales distintos a los del psiquiatra, único existente en los primeros cincuenta años de historia. Un detalle importante es que nunca se ha delimitado cuáles son las profesiones susceptibles de ser miembros y, de hecho, nunca se pide la acreditación de una titulación a la hora de asociarse. Creo que esta flexibilidad muestra el interés de la Asociación por dar cabida a todos los perfiles profesionales que, a nivel más práctico o a nivel más teórico, trabajan por el objetivo de la Asociación, que no es otro que la mejora en la atención a la salud mental.
Como enfermera especialista en salud mental, soy una de esas profesionales no psiquiatras de la AEN-PSM y debo decir que, como tal, siempre me he sentido incluida y participante en la Asociación. Creo que la AEN ha representado un lugar de acogida y reconocimiento de las profesiones no médicas, un lugar que no existía de forma previa. La estructura de la AEN ha sido desde los años 80 del siglo xx claramente descentralizada, tanto desde el punto de vista territorial como profesional y organizativo. Más allá de la existencia de una junta estatal con un papel más bien de coordinación, tenemos asociaciones autonómicas, secciones, grupos de trabajo e incluso asociaciones profesionales de psiquiatras, psicólogos clínicos, enfermeros, psiquiatras infanto-juveniles y psicólogos infanto-juveniles. Estas asociaciones no han desempeñado un papel relevante en la AEN, pero nada impide que puedan hacerlo en un futuro si los socios y socias así lo quisieran. Toda esta estructura diversificada hace que la AEN-PSM esté presente en muchos y diferentes ámbitos y, por así decirlo, a pie de calle y cerca tanto de profesionales como de usuarios.
En mi opinión, esta estructura de la AEN deja abiertas todas las posibilidades a que cada grupo profesional pueda expresar sus intereses sin impedimento. Evidentemente, estarán más representados los perfiles profesionales con mayor número de socios porque la AEN no deja de ser una herramienta al servicio de sus socios y socias, y que sigue la línea que estos/as marcan.
Editores Dosier: Amaia, dentro de esta diversidad de profesiones, ¿ha sabido la AEN representar los lugares que cada una de ellas ocupa?
Amaia Vispe: No existe una preponderancia de la profesión médica en la AEN, incluso aunque puedan ser los psiquiatras el grupo más numeroso, existiendo en ese sentido una auténtica igualdad, por la cual tenemos o hemos tenido juntas autonómicas presididas por terapeutas ocupacionales, psicólogos y trabajadoras sociales, y la presidenta de la AEN en la actualidad es una abogada.
La AEN ha sido un vehículo muy importante a la hora de representar los intereses, por ejemplo, de la psicología clínica en cuanto a lo que luchó en su día por la organización del sistema PIR de formación y, en este mismo 2024, se ha posicionado claramente por el reconocimiento de la especialidad de Enfermería de Salud Mental.
La AEN, desde el punto de vista de la independencia de la industria farmacéutica, es un lugar de acogida para profesionales, tanto médicos como no médicos, que no se encuentra en otras asociaciones. Más allá del conflicto de interés de la prescripción de los médicos, es sabido que la influencia de la industria trae aparejada un modelo biologicista, básicamente neuroquímico, negligente respecto a los determinantes sociales del malestar y alejado de la atención centrada en la persona. En definitiva, una de las riquezas que hay que preservar dentro de la AEN es nuestra multiprofesionalidad, no solo por la defensa de los intereses corporativos de cada grupo, sino por la importancia de trabajar, aprender y enseñarnos juntas unas a otras las distintas profesiones. Sin perder las especificidades de cada grupo, este contacto y este roce suponen un enriquecimiento y una flexibilidad a la hora de mejor cuidar a las personas que atendemos.
Editores Dosier: La salud mental infanto-juvenil ha sido objeto de preocupación de la AEN desde hace tiempo. De hecho, una de las primeras secciones que se crean dentro de la AEN fue la Sección de Salud Mental Infanto-Juvenil en 1984, y, desde entonces, siempre ha tenido una actividad intensa. Ana María Jiménez, como presidenta de la asociación autonómica de Castilla la Mancha y psiquiatra muy comprometida con la Sección Infanto-Juvenil, ¿qué peso te parece que ha tenido en la AEN esta parcela de la actividad profesional?
Ana María Jiménez: La sección se constituye en 1984 con el objetivo general de crear un espacio específico de salud mental de infancia y adolescencia dentro del marco de valores de la AEN. En ese periodo, inicio de los años 80, la situación de la salud mental infanto-juvenil (SMIJ) en todas las comunidades autónomas era muy precaria. Se partía de una deficitaria e incipiente asistencia y dispersión, sin coordinación de los pocos dispositivos existentes, los cuales pertenecían a diferentes organismos. Aunque ya existían otras asociaciones nacionales de SMIJ, estas estaban más volcadas o bien en la formación de psicoterapeutas o en el campo específico de la psiquiatría infanto- juvenil , mientras la sección era y es multi e interdisciplinar y estaba más centrada en la red de dispositivos, en la organización de la asistencia, en los recursos humanos y en el modelo de asistencia. La sección ha sido decisiva por sus planteamientos en la organización de recursos de SMIJ, por plantear los hospitales de día infanto-juvenil como modelo de estructuras intermedias para el abordaje de la patología grave y por la producción científica a través de sus miembros (artículos, publicación de libros…).
Editores Dosier: Ana María, recientemente se ha reconocido a la Psiquiatría Infanto-Juvenil como especialidad independiente. ¿Qué importancia puede tener esto en el marco de la AEN? ¿Crees que la AEN ha desempeñado algún papel en el proceso de reconocimiento de la especialidad?
Ana María Jiménez: Durante los primeros años tuvimos dificultades, dentro de la propia AEN, para ser reconocidos, escuchados, como profesionales específicos de infanto-juvenil, y hubo reticencias por parte de los compañeros que solo trabajaban en adultos, al no haber aún una separación clara entre ambos campos. Y a lo largo de los años se ha ido planteando poder tener una presencia firme y real en la AEN, con vías claras de comunicación con la Junta. Este reconocimiento de la especialidad tiene que ir seguido del reconocimiento del resto de especialidades que atienden la salud mental en estas edades, comenzando con el de psicología clínica de infancia y adolescencia, lo que evidentemente debería repercutir en un mayor peso de la sección dentro de la Asociación.
La sección fue muy activa a la hora de revisar la situación de posgrado en psiquiatría y psicología en cuanto a la formación específica de SMIJ. La AEN defendió la especialidad de Psiquiatría Infantojuvenil, aunque en ocasiones, especialmente al principio, con discrepancias con la sección (área de capacitación frente a especialidad separada con tronco común con psiquiatría). La AEN, a través de su representante en la Comisión de la Especialidad de Psiquiatría, ha sido un pilar esencial en este logro. En los primeros años la preocupación era entrar a formar parte de la Comisión de la nueva Especialidad de Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia, lo que se consiguió. Para ello se creó a propósito la Asociación de Psiquiatras Infantiles de la AEN, como requisito exigido. Tras un nuevo parón en el reconocimiento de la especialidad, en esta última etapa se ha constituido una nueva Comisión para la Especialidad, donde la AEN desgraciadamente ha quedado fuera, contando solo con aquellas asociaciones nacionales que son exclusivamente de SMIJ. Sería muy importante revisar esta situación y conseguir de nuevo tener una representación en la misma.
Editores Dosier: De manera más amplia, ¿qué importancia consideras que tienen las secciones y los grupos de trabajo dentro de la Asociación en la actualidad?
Ana María Jiménez: Creo que ambas estructuras dan cuenta de la riqueza organizativa de la Asociación. Son espacios multidisciplinares que, en algunos casos, posibilitan una formación continuada a través de las jornadas periódicas que realizan de diferentes aspectos clínicos y organizativos y, en otros, ponen el punto de mira de la atención en áreas específicas (como la SMIJ) y en temas de gran relevancia que afectan a la salud mental en la actualidad, como por ejemplo el grupo de trabajo de Atención Primaria y Salud Mental o el de Determinantes Sociales, de Género y Salud Mental. Son espacios necesarios de reflexión, de trabajo y de elaboración de propuestas que mantienen viva a la Asociación.
Editores Dosier: La vocación pluriprofesional e interdisciplinar de la AEN ha seguido un proceso en el que paulatinamente se han ido incorporando profesionales de la salud mental (psiquiatría, psicología, enfermería, trabajo social, etc.). En los últimos tiempos, la aparición de expertos por la experiencia en primera persona debidamente formados como peer support o agentes de apoyo entre iguales introducen un elemento novedoso y no exento de resistencias en el abordaje de los problemas de salud mental. Silvia García Esteban es la primera socia de la AEN con este perfil. Silvia, ¿qué importancia te parece que puede tener esta nueva profesión en el espacio de la AEN?
Silvia García Esteban: Creo que esta primera pregunta debemos contextualizarla en dos de los principios fundantes de la Asociación. Por un lado, el carácter multidisciplinar de la misma y, por otro, su manifiesto compromiso con la sociedad.
El avance del conocimiento científico en el campo de la salud mental, su comprensión y su abordaje, ha adolecido históricamente de una falta, de un vacío, de unas voces silenciadas, que hemos permanecido durante demasiado tiempo en los márgenes. Las diferentes narrativas en primera persona, el conocimiento que se ha ido acumulando desde el atravesamiento de las experiencias de sufrimiento psíquico, han dado lugar, desde nuestros llamados saberes profanos, a la emergencia de nuevas formas de acompañamiento, con amplio reconocimiento y recorrido en otros países de nuestro entorno.
El surgimiento de los profesionales peer to peer, dentro del contexto del modelo de recuperación, ha demostrado ya su eficacia: "El apoyo mutuo se basa en la experiencia real de problemas de salud mental y desempeña un papel importante en la recuperación. (…) Los datos demuestran que los agentes de apoyo mutuo pueden mejorar la calidad de vida y ayudar a reducir el número de recaídas de otras personas con problemas de salud mental" (14).
La importancia de nuestra profesión se enmarca en las aportaciones que podemos hacer para que el espacio siga creciendo y desarrollándose. La primera es traer este conocimiento novedoso al debate de la AEN, compartir nuestro saber para construir una comprensión más amplia y menos sesgada del sufrimiento psíquico, que, como todos los profesionales sabemos bien, está instalado en el terreno de la complejidad.
¿Cómo hacer avanzar en un campo de conocimiento sin la escucha y la participación de nuestro corpus de saber, que comprende bien los abismos pero también los caminos de recuperación, más allá de los senderos tradicionales, que como sabemos no siempre funcionan, y que, incluso en ocasiones y bajo ciertos parámetros, dañan más que alivian?
Es cierto que la Asociación ya contaba con nuestro discurso en jornadas y espacios formativos, pero no en igualdad de condiciones, no como miembros de pleno derecho; estábamos ausentes en lugares de reflexión, en debates internos y de decisión, que al fin y al cabo son los espacios que construyen quienes somos y también quienes queremos ser como AEN. Incluir nuestro campo de acción, en igualdad de condiciones con el resto de profesionales es una deuda histórica que la Asociación ha subsanado desde la brújula de su ética y desde la mirada de hacerse participe de cambios sociales y nuevas prácticas.
Nuestra presencia viene a generar también un efecto democratizador, una caída de la jerarquización de los discursos, dejando de tener una presencia testimonial, y de alguna forma marginal, para formar parte desde nuestra posición de sujetos y no de objetos del conocimiento. Esto contribuye a una forma de poder repensar juntas el marco mismo del acompañamiento del sufrimiento.
Nuestra profesión, construida desde ese lugar de disidencia, desde ese lugar de creer en la recuperación mucho más que el sistema, viene a agitar también la disidencia de la AEN, porque esa discrepancia con el actual sistema, ese estar siempre posicionados contra la vulneración de los derechos humanos, esa que llevó a firmar el Manifiesto de Cartagena, ese principio ético de contribuir a un cambio social, ya estaba en la AEN. Ahora compartiremos disidencia para juntas hacer un mundo un poco más habitable.
Editores Dosier: Y, viceversa, ¿qué papel o influencia podría tener la AEN para el reconocimiento y legitimación de estas modalidades de apoyo y acompañamiento?
Silvia García Esteban: Creo que la AEN, en este sentido, ya ha dado un paso fundamental para la legitimación de nuestra profesión, asumiendo el reto de nuestra admisión en la Asociación, generando un debate interno y tomando un compromiso ético de reconocimiento. Se ha permitido a través de este paso histórico la visibilidad de nuestro trabajo, de alguna forma "hacerlo existir" en la escena pública, y articular nuestro discurso como un interlocutor legítimo en el diálogo profesional necesario para seguir avanzando.
Frente a los ataques del sector más biologicista de la salud mental, que nos quiere expulsar y nos intenta arrinconar desprestigiando nuestro conocimiento, que es solo una muestra de la impotencia del suyo, la AEN se ha posicionado y al hacerlo también nos ha posicionado a nosotros en un lugar diferente. Este acto, en el sentido transcendental del término, también nos ha dado a nosotras un impulso que se está materializando en la creación de una asociación a nivel nacional de agentes de apoyo entre iguales (aunque el nombre todavía está por definir).
El empoderamiento, aunque el significante no me guste demasiado, parte de la cesión de poder por parte de quienes lo sustentan, y de esta forma nos da fuerza a aquellas disciplinas oprimidas para avanzar en conquistas de derechos y de dignidad. Queda mucho camino por recorrer y no va a ser fácil, pero la AEN, con su reconocimiento, va a ser un agente clave en que nuestra figura profesional algún día esté en la cartera de servicios del acompañamiento institucional del sufrimiento psíquico. Esto va a ser una buena noticia para todas, a pesar de las resistencias y de los dilemas que van a ir surgiendo. La única forma de tener un verdadero sistema de cuidados es generando cambios desde dentro, es trabajando juntas, escuchándonos y acompañándonos. Hay un cambio de paradigma en ciernes, y que se produzca depende en gran medida de nosotras, de dejar de mirarnos con recelo, de conocer y reconocer al otro y que el único bando que creemos sea el bando de aquellos que defendemos los derechos humanos y la justicia social en el campo del sufrimiento humano. Yo pertenezco a la AEN porque lucho cada día por un mundo donde quepamos todas, y este es el lugar que he elegido para compartir mis batallas, porque las siento nuestras.
Editores Dosier: Finalmente, los procesos de profesionalización y especialización no pueden entenderse sin tener en cuenta los ámbitos formativos y de enseñanza. La preocupación por una adecuada formación de los profesionales ha sido, en el seno de la AEN, una constante histórica. Durante la etapa anterior a la Guerra Civil se reclamaban cátedras de Psiquiatría en las universidades; en los años setenta, la puesta en marcha del sistema MIR (y posteriormente PIR y EIR) fue, en parte, una consecuencia de las luchas por la formación. El 1978 se establece en la AEN la Comisión de Enseñanza y Formación y, más recientemente, se crea la Escuela de Salud Mental de la AEN, como una estructura organizativa con la intención de coordinar la enseñanza y contribuir a la formación continuada, de cuya dirección se hizo cargo Laura Martín López-Andrade en 2015. Laura, si tenemos en cuenta las señas de identidad de la AEN, como el compromiso con la sociedad, etc., parece lógico pensar que los programas formativos desarrollados en el seno de la Asociación obligarían a enfoques más o menos críticos en relación tanto con los saberes como con las prácticas. ¿Qué reflexión podrías hacer sobre la importancia que la AEN ha otorgado al ámbito formativo de profesionales de la salud mental?
Laura Martín López-Andrade: Bajo mi punto de vista, este es el eje más importante de la AEN. Opino que esta Asociación es relevante como un espacio de colaboración y encuentro profesional precisamente por la formación. Puede sonar rotundo, pero hay dos razones que me llevan a esta conclusión. La primera viene inevitablemen te de mi propia experiencia. Pertenezco a una generación en la que la AEN aparecía en tu vida cuando eras residente y ejercía en ti un impacto importante en tu trayectoria profesional. Te "hacías de la AEN" porque tus tutores, la gente de la que aprendías cada día en el trabajo, tus referentes en la teoría y en la práctica, "eran de la AEN". No te lo pensabas dos veces y lo hacías decididamente. Solicitar la entrada en este colectivo –y hacerlo siempre de la mano de dos de sus miembros– generaba automáticamente la tranquilidad que confiere la coherencia. Te daba la sensación de haber elegido bien, de estar en el bando correcto de la historia. Además, facilitaba el sentido de pertenencia a un grupo y ayudaba a ir construyendo identificaciones, algo muy necesario cuando estás empezando, pues todo es nuevo, no sabes contra qué dar y te sientes muy insegura. Yo no me formé en una lógica en la que los residentes iban por un lado y los adjuntos por otro. No éramos dos grupos profesionales separados ni estábamos tan atravesados por las lógicas de poder estamental que observo ahora en los hospitales generales. La diferencia estaba en la admiración, en el valor que conferías al discurso y la experiencia de quienes abanderaron una lucha por el cambio, por la libertad y por la transformación institucional. Y eso no se limitaba a tu ámbito de trabajo cotidiano, sino que se extendía a todas aquellas personas que ibas conociendo en los congresos o leías en la Revista. Esto generó en muchos de nosotros una necesidad de compromiso, una obligación de continuar con la labor docente y política que había y estaba ejerciendo la AEN en el campo de la salud mental. Y, precisamente, por eso sigo aquí.
La segunda razón obedece a algo más estructural. Creo que la docencia vertebra la Asociación porque la AEN debe representar la defensa de una asistencia en salud mental comunitaria desde lo público y que esté, por encima de todo, comprometida con los derechos de las personas, y esto solo puede sostenerse si somos profesionales lo suficientemente formados como para darnos cuenta de que nuestro saber es lo menos relevante en este trabajo. Para llegar a la conclusión de que la psiquiatría de la evidencia, la prueba y la objetividad tiene más que ver con el capitalismo que con el sufrimiento de la gente; que las teorías nos sirven a nosotros, pero no pueden definir a las personas; que somos actores invitados de una escena sanitaria desentendida de lo político; que seguimos ejerciendo un papel de control en la sociedad.
En nuestros días parece que la formación consiste en incorporar modelos teóricos y aplicar técnicas de tratamiento y, bajo mi punto de vista, adquirir conocimientos en salud mental no consiste en eso. La formación es la que abre el camino del cuestionamiento, de la crítica y del sostenimiento de las contradicciones. Para eso tiene que ser independiente, rigurosa y estar siempre atenta a los discursos sociales, principalmente a los que generan los expertos por experiencia. Este es precisamente el lugar donde la AEN tiene un valor. Es donde, juntos, podemos alinear las miradas hacia la revisión continua de la potencial violencia que ejercemos. Violencia que empieza por el diagnóstico y sigue por la continua vulneración de derechos de las personas. Esta es nuestra responsabilidad institucional como Asociación: generar un espacio de colaboración, de aprendizaje, de discusión, que reflexione sobre las instituciones que sostenemos. Pues ya no se trata de cerrar manicomios, sino de reconocer los errores cometidos, lo que ya no sirve, y, así, provocar un nuevo cambio institucional que termine con los nuevos terricomios que hemos creado.