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Nefrología (Madrid)

versión On-line ISSN 1989-2284versión impresa ISSN 0211-6995

Nefrología (Madr.) vol.34  supl.2 Cantabria  2014

https://dx.doi.org/10.3265/Nefrologia.pre2014.Jul.12674 

DOCUMENTOS DE CONSENSO

 

Documento de consenso sobre el manejo de la patología renal en pacientes con infección por VIH

Consensus document on the evaluation and management of renal disease in HIV-infected patients

 

 

Panel de Expertos del Grupo de Estudio de Sida (GESIDA) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), la Sociedad Española de Nefrología (S.E.N.) y la Sociedad Española de Bioquímica Clínica y Patología Molecular (SEQC), José L. Górriz1*, Félix Gutiérrez2*, Joan C. Trullas3*,Piedad Arazo4, José R. Arribas5, Guillermina Barril6, Miguel Cervero7, Frederic Cofan8, Pere Domingo9, Vicente Estrada10, Xavier Fulladosa11, María J. Galindo12, Silvia Gràcia13, José A. Iribarren14, Hernando Knobel15, José López-Aldeguer16, Fernando Lozano17, Alberto Martínez-Castelao11, Esteban Martínez8, María A. Mazuecos18, Celia Miralles19, Rosario Montañés13, Eugenia Negredo20, Rosario Palacios21, María J. Pérez-Elías22, Joaquín Portilla23, Manuel Praga24, Carlos Quereda21, Antonio Rivero25, Juan M. Santamaría26, José Sanz27, Jesús Sanz6 y José M. Miró8

1 Hospital Universitario Dr. Peset. Valencia
2 Hospital General Universitario de Elche, Universidad Miguel Hernández. Alicante
3 Hospital Sant Jaume de Olot. Universitat de Girona.
4 Hospital Universitario Miguel Servet. Zaragoza
5 Hospital Universitario La Paz-IdiPAZ. Madrid
6 Hospital Universitario de la Princesa. Madrid
7 Hospital Universitario Severo Ochoa. Leganés, Madrid
8 Hospital Clinic-IDIBAPS. Universidad de Barcelona.
9 Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Universidad Autónoma de Barcelona.
10 Hospital Clínico de San Carlos. Madrid
11 Hospital Universitari de Bellvitge-IDIBELL. Universidad de Barcelona. L'Hospitalet de Llobregat, Barcelona
12 Hospital Clínico Universitario. Valencia
13 Fundació Puigvert. Barcelona
14 Hospital Universitario Donostia. San Sebastián, Guipúzcoa
15 Hospital Universitario Nuestra Señora del Mar. Barcelona
16 Hospital Universitario La Fe-IIS La Fe. Valencia
17 Hospital Universitario Virgen del Valme. Sevilla
18 Hospital Universitario Puerta del Mar. Cádiz
19 Hospital Universitario Xeral. Vigo
20 Hospital Universitario Germans Trias i Pujol. Badalona, Barcelona
21 Hospital Universitario Virgen de la Victoria. Málaga
22 Hospital Universitario Ramón y Cajal-IRYCIS. Madrid
23 Hospital General Universitario. Universidad Miguel Hernández. Alicante
24 Hospital Universitario 12 de Octubre. Madrid
25 Hospital Universitario Reina Sofía. Córdoba
26 Hospital de Basurto. Bilbao, Vizcaya
27 Hospital Universitario Príncipe de Asturias. Alcalá de Henares, Madrid

* Los autores José L. Górriz, Félix Gutiérrez, Joan C. Trullas y José M. Miró contribuyeron igualmente en la elaboración de este trabajo

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Objetivo: Actualizar las recomendaciones sobre la evaluación y el manejo de la afectación renal en pacientes con infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
Métodos: Este documento ha sido consensuado por un panel de expertos del Grupo de Estudio de Sida (GESIDA) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), de la Sociedad Española de Nefrología (S.E.N.) y de la Sociedad Española de Química Clínica y Patología Molecular (SEQC). Para la valoración de la calidad de la evidencia y la graduación de las recomendaciones se ha utilizado el sistema Grading of Recommendations Assessment, Development and Evaluation (GRADE).
Resultados: La evaluación renal debe incluir la medida de la concentración sérica de creatinina, la estimación del filtrado glomerular (ecuación chronic kidney disease epidemiological collaboration [CKD-EPI]), la medida del cociente proteína/creatinina en orina y un sedimento urinario. El estudio básico de la función tubular ha de incluir la concentración sérica de fosfato y la tira reactiva de orina (glucosuria). En ausencia de alteraciones, el cribado será anual. En pacientes tratados con tenofovir o con factores de riesgo para el desarrollo de enfermedad renal crónica (ERC), se recomienda una evaluación más frecuente. Se debe evitar el uso de antirretrovirales potencialmente nefrotóxicos en pacientes con ERC o factores de riesgo para evitar su progresión. En este documento se revisan las indicaciones de derivación del paciente a Nefrología y las de la biopsia renal, así como las indicaciones y la evaluación y el manejo del paciente en diálisis o del trasplante renal.
Conclusiones: La función renal debe monitorizarse en todos los pacientes con infección por el VIH y este documento pretende optimizar la evaluación y el manejo de la afectación renal.

Palabras clave: Sida, VIH, Enfermedad renal crónica, Función renal, Insuficiencia renal, Tenofovir, Toxicidad renal, Fármacos antirretrovirales, Trasplante renal.


ABSTRACT

Objective: To update the 2010 recommendations on the evaluation and management of renal disease in HIV-infected patients.
Methods: This document was approved by a panel of experts from the AIDS Working Group (GESIDA) of the Spanish Society of Infectious Diseases and Clinical Microbiology (SEIMC), the Spanish Society of Nephrology (S.E.N.), and the Spanish Society of Clinical Chemistry and Molecular Pathology (SEQC). The quality of evidence and the level of recommendation were evaluated using the Grading of Recommendations Assessment, Development and Evaluation (GRADE) system.
Results: The basic renal work-up should include measurements of serum creatinine, estimated glomerular filtration rate by CKD-EPI, Urine protein-to-creatinine ratio, and urinary sediment. Tubular function tests should include determination of serum phosphate levels and urine dipstick for glucosuria. In the absence of abnormal values, renal screening should be performed annually. In patients treated with tenofovir or with risk factors for chronic kidney disease (CKD), more frequent renal screening is recommended. In order to prevent disease progression, potentially nephrotoxic antiretroviral drugs are not recommended in patients with CKD or risk factors for CKD. The document advises on the optimal time for referral of a patient to the nephrologist and provides indications for renal biopsy. The indications for and evaluation and management of dialysis and renal transplantation are also addressed.
Conclusions: Renal function should be monitored in all HIV-infected patients. The information provided in this document should enable clinicians to optimize the evaluation and management of HIV-infected patients with renal disease.

Key words: AIDS, HIV, Chronic kidney disease, Renal function, Renal failure, Tenofovir, Renal toxicity, Antiretroviral therapy, Renal transplantation.


 

1. Introducción

Desde finales de la década de los noventa se ha producido una modificación progresiva de la historia natural de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) con un descenso mantenido en la incidencia de síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) y de la mortalidad relacionada con este1. En la actualidad, la mayoría de los pacientes con buena adherencia al tratamiento tienen una larga esperanza de vida2 y aquellos que han recibido tratamiento antirretroviral (TARV) durante al menos seis años y han alcanzado una cifra de linfocitos CD4+ superior a 500 células/ml tienen una mortalidad estimada similar a la población general3. A pesar de esta disminución de la mortalidad relacionada con el VIH, existe un incremento en la proporción de muertes por otras causas. Además, con el aumento de la longevidad se ha incrementado también la comorbilidad relacionada con enfermedades crónicas como la diabetes mellitus (DM), la hipertensión arterial (HTA), la dislipemia y las enfermedades cardíacas, entre otras4.

En los últimos años, diversos estudios de cohortes han puesto de relieve la importancia de las enfermedades renales como causa de morbilidad y mortalidad en los pacientes con infección por VIH5,6. Además de las nefropatías asociadas específicamente con el VIH o la coinfección por el virus de la hepatitis C (VHC), la mayor longevidad de los pacientes, la mayor prevalencia de alteraciones metabólicas y la acumulación de riesgo vascular pueden estar favoreciendo el desarrollo de enfermedad renal crónica (ERC) en la población infectada por el VIH. El reconocimiento de que determinados fármacos antirretrovirales pueden producir daño renal en algunos pacientes constituye una preocupación añadida.

Las consecuencias a largo plazo de la disfunción renal crónica en los pacientes con infección por el VIH no son todavía bien conocidas. En la población general, la ERC posee una repercusión multiorgánica considerable, que podría tener connotaciones especiales en los pacientes que además están infectados por el VIH. Por otro lado, el descenso del filtrado glomerular (FG) obliga a ajustar las dosis de muchos fármacos antirretrovirales y de otros medicamentos necesarios para el tratamiento de las comorbilidades asociadas.

Las guías clínicas actuales recomiendan el inicio de TARV ante el diagnóstico de nefropatía asociada al VIH (NAVIH), independientemente de cuál sea el estado virológico e inmunológico del paciente7,8.

La incidencia y la prevalencia de la ERC en los pacientes con infección por el VIH son difíciles de determinar y varían en función del tipo de estudio, de la región geográfica de procedencia y de los criterios utilizados para definir la afectación renal (estimación del FG, elevación de la concentración sérica de creatinina, presencia de proteinuria, etc.)9. Estudios realizados en el ámbito de la Unión Europea señalan que la prevalencia de infección por el VIH en los pacientes en diálisis es baja y se sitúa alrededor del 0,5%10-12.

El objetivo de este documento es proporcionar recomendaciones, basadas en la evidencia científica, sobre la prevención, el diagnóstico y el manejo de la patología renal en los pacientes con infección por el VIH, actualizando las recomendaciones para la evaluación y el tratamiento de las alteraciones renales publicadas en abril de 2009 por el Grupo de Estudio de Sida (GESIDA) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) y la Secretaría del Plan Nacional sobre el Sida (PNS)13. En él se han consensuado estrategias para la vigilancia, el control y la prevención del daño renal en pacientes infectados por el VIH.

Este documento va dirigido a todos aquellos profesionales de diferentes especialidades que atienden a pacientes con infección por el VIH.

 

2. Metodología

Este documento conjunto es el resultado de la integración de la versión actualizada del documento previo del GESIDA y la PNS13 y de un documento de trabajo elaborado por un grupo ad hoc. Los documentos originales fueron redactados por expertos en Enfermedades Infecciosas y VIH, especialistas en Nefrología, y especialistas en Bioquímica Clínica, seleccionados por las juntas directivas del GESIDA de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), de la Sociedad Española de Nefrología (S.E.N.) y de la Sociedad Española de Bioquímica Clínica y Patología Molecular (SEQC). Cada miembro del panel emitió una declaración de conflicto de intereses que se incluye al final de este documento. Para la integración de los dos documentos y la redacción del documento conjunto se designaron tres coordinadores (uno por el GESIDA, otro por la S.E.N. y otro por la SEIMC) y un redactor general. Los coordinadores elaboraron el temario de este documento, que fue aprobado por todos los miembros del panel. Los capítulos relacionados con el VIH fueron redactados y revisados por expertos del GESIDA, los relacionados con la patología renal por expertos de la S.E.N. y los aspectos referidos a las pruebas de laboratorio para el estudio de la función renal por expertos de la SEQC.

El documento conjunto ha sido revisado y consensuado por los coordinadores y todos los redactores, y sometido a una revisión externa exponiéndose durante un período de tiempo en la web de las entidades promotoras (GESIDA, S.E.N. y SEQC) para que los profesionales a los que va dirigido y cualquier persona interesada pudieran sugerir matices o cambios que fueron considerados por el grupo y eventualmente incluidos.

En este documento el grado de la recomendación y la calidad de la evidencia que la sustentan se basan en el sistema GRADE (Grading of Recommendations Assessment, Development and Evaluation)14-19, siendo las definiciones resumidas en un documento previo20. En aquellas situaciones en donde no se pudo clasificar la recomendación, se utilizó el término «Recomendación basada en el consenso». El GESIDA-SEIMC, la S.E.N. y la SEQC se comprometen a actualizar estas guías en el futuro en función de la evolución de los conocimientos sobre este tema.

 

3. Clasificación de las enfermedades renales en pacientes con infección por el VIH

3.1. Tipos de enfermedad renal en los pacientes con infección por el VIH

La enfermedad renal en los pacientes con infección por VIH puede presentarse de forma aguda o crónica (tabla 1).

 

 

3.1.1. Insuficiencia renal aguda

Se caracteriza por un deterioro rápido en la función renal que incluye dificultad en la eliminación de productos tóxicos, agua y electrolitos.

Definimos insuficiencia o daño renal agudo como un aumento de la concentración sérica de creatinina igual o superior a 0,3mg/dl (26,5mmol/l) en 48 horas, o un incremento igual o superior al 50% (x 1,5) de su valor basal en un período de 7 días, o una diuresis inferior a 0,5ml/kg/h en 6 horas21.

La insuficiencia renal aguda (IRA) está presente en el 6% de los pacientes hospitalizados con infección por VIH, y se asocia a una mortalidad del 27%22. Por ello se recomienda la monitorización estrecha de la función renal durante los episodios de hospitalización, especialmente por causas graves23,24. En pacientes ambulatorios la prevalencia se eleva al 10%, con una incidencia de 5,9 episodios por 100 pacientes-año25, y es secundaria a fármacos en el 33% de los casos. En general la IRA suele ser reversible y los factores que favorecen su aparición son similares a los de la población general: edad avanzada, enfermedades preexistentes, ERC, sepsis, enfermedades sistémicas graves, infecciones agudas y crónicas y exposición a agentes nefrotóxicos, entre ellos, antirretrovirales y otros fármacos utilizados en el tratamiento de infecciones oportunistas22,26. La inmunodeficiencia también se ha considerado como un importante factor de riesgo de IRA27. En ocasiones puede aparecer un deterioro transitorio de la función renal, favorecido por factores extrarrenales como deshidratación, vómitos, diarrea, hipotensión, antiinflamatorios no esteroideos (AINE) o la combinación de varios de estos factores, y si la situación persiste puede provocar la aparición de ERC, favorecida por el uso de fármacos antirretrovirales potencialmente nefrotóxicos28,29.

3.1.2. Enfermedad renal crónica

Se define por la presencia de una disminución del FG (<60ml/min/1,73m2) o de lesión renal (presencia de proteinuria, albuminuria, alteraciones histológicas en la biopsia, en el sedimento urinario o en técnicas de imagen) que persiste durante más de tres meses30,31.

Recientemente, a partir de los resultados de distintos estudios clínicos que incluyen a individuos sanos (o sin ERC), individuos con riesgo de desarrollar ERC y pacientes con ERC, la organización internacional KDIGO (Kidney Disease Improving Global Outcomes)32 (tabla 2) ha establecido una nueva clasificación pronóstica de la ERC basada en los valores de FG y albuminuria. Esta clasificación contempla una división en seis categorías de riesgo en función del FG, que se complementan con tres categorías de riesgo según el valor del cociente albúmina/creatinina en orina (CAC) a partir de datos de un metaanálisis de cohortes de población general. El riesgo mostrado en la tabla con diferentes colores se ha calculado a partir de datos de un metaanálisis de cohortes de población general e incluye cinco eventos: mortalidad global, mortalidad cardiovascular, fracaso renal tratado con diálisis o trasplante, fracaso renal agudo (FRA) y progresión de la enfermedad renal32.

La prevalencia de ERC en pacientes con infección por el VIH depende de las poblaciones estudiadas, siendo mayor en individuos de raza negra y en zonas con menor acceso a tratamiento.

En torno al 7,1% de los pacientes con infección por el VIH presenta un filtrado glomerular estimado (FGe)31 <60 ml/min/1,73m2 y en otros estudios la prevalencia de albuminuria ha oscilado entre el 11 y el 15,5%33.

Entre los factores de riesgo para la aparición de ERC destacan la presencia de HTA, DM, edad avanzada, factores genéticos, raza negra, historia familiar de ERC, coinfección por virus de la hepatitis B (VHB) o VHC, nadir de CD4 bajo, elevada carga viral del VIH y el uso de medicación potencialmente nefrotóxica34. Se ha de destacar que, a medida que la población con infección por el VIH incrementa su expectativa de vida, los factores de riesgo cardiovascular (RCV) tradicionales como la HTA y la DM toman un mayor protagonismo como favorecedores de la aparición de ERC.

La incidencia y prevalencia de ERC en los pacientes con infección por el VIH son difíciles de determinar y varían en función del tipo de estudio, de la región geográfica de procedencia y de los criterios utilizados para definir la afectación renal (estimación del FG, elevación de la concentración sérica de creatinina, presencia de proteinuria, etc.)9. Estudios realizados en el ámbito de la Unión Europea señalan que la prevalencia de infección por el VIH en los pacientes en diálisis es baja y se sitúa alrededor del 0,5% (el 0,54 en España, el 61% con coinfección por VHC en el año 2006)10-12. Muchos de estos pacientes pueden tener acceso a trasplante renal.

Las causas que motivan el inicio de terapia sustitutiva renal han cambiado en los últimos años. En la primera época del sida, la NAVIH y las nefropatías relacionadas con el VHB y el VHC eran las causas más frecuentes. En la actualidad existe un aumento de las causas relacionadas con el uso de fármacos y con la comorbilidad asociada, fundamentalmente DM o HTA35,36. El uso generalizado del TARV ha modificado el curso clínico de la enfermedad renal en los enfermos con infección por el VIH37.

3.1.3. Nefrotoxicidad por fármacos antirretrovirales

La nefrotoxicidad asociada al TARV es poco frecuente, aunque es previsible que aumente en relación con el incremento en la esperanza de vida de los pacientes infectados por el VIH y la presencia de comorbilidades. La etiopatogenia de la toxicidad renal de los fármacos antirretrovirales se debe principalmente a alteraciones funcionales de las proteínas transportadoras en las células epiteliales del túbulo contorneado proximal, toxicidad mitocondrial, lesión vascular y precipitación de cristales a nivel tubular. En la mayoría de los casos los fármacos implicados en la toxicidad renal son los inhibidores de la transcriptasa inversa análogos a nucleósidos (ITIAN) y en particular el tenofovir (TDF) y los inhibidores de la proteasa (IP). Algunos IP (atazanavir [ATV] y lopinavir [LPV]) se han asociado a un mayor riesgo de disminución del FGe, aunque este efecto clínico es controvertido y podría deberse a la interacción de ritonavir (RTV) con TDF cuando se administran concomitantemente38-44.

En el caso de los ITIAN, el TDF es el principal fármaco implicado en nefrotoxicidad, cuya excreción está mediada por la acción de proteínas transportadoras que ayudan a eliminar el fármaco a la luz tubular para aparecer en orina. El bloqueo de dichas proteínas puede favorecer la acumulación del fármaco la célula tubular renal y la nefrotoxicidad45,46. La toxicidad por TDF puede producir disfunción tubular proximal y necrosis tubular aguda, con posibilidad de progresión a ERC. La disfunción tubular proximal o síndrome de Fanconi incluye fosfaturia, glucosuria con normoglucemia, acidosis tubular renal con anión gap normal, aminoaciduria, proteinuria tubular e insuficiencia renal a medio-largo plazo. Los signos más precoces son fosfaturia, acidosis metabólica y glucosuria. La toxicidad de el TDF suele ser reversible al retirar el fármaco, aunque la recuperación puede no ser completa47. En el caso de los IP (indinavir [IDV] y ATV, principalmente), la toxicidad renal se produce por la baja solubilidad de dichos fármacos en orina a determinadas condiciones de pH, causando cristaluria y obstrucción tubular. La toxicidad por cristales es más frecuente con IDV, muy poco utilizado en la actualidad, que es soluble en orina ácida, pero relativamente insoluble en orina alcalina, favoreciéndose en esta última situación la formación de cristales48. La precipitación de cristales en orina también se ha descrito con darunavir (DRV)49.

Algunos de los nuevos fármacos antirretrovirales interfieren con la secreción tubular activa de creatinina. Se han identificado interacciones con el transporte de la creatinina con rilpivirina (RPV)50, dolutegravir (DTG)51 y el potenciador farmacocinético cobicistat (COBI)52,53. Mientras que la RPV y el DTG inhiben principalmente el transportador renal de cationes orgánicos tipo 2 (OCT2)50,51, el COBI inhibe sobre todo el transportador de expusión de tóxicos y fármacos tipo 1 (MATE1)53. Esta interacción con los transportadores implicados en la secreción tubular de creatinina puede causar incrementos ligeros de la creatinina sérica y la consecuente disminución del FGe que no traducen decrementos reales en el FG51,54. Si bien en la mayoría de los ensayos clínicos realizados hasta ahora no se han identificado señales de que la coadministración de estos fármacos incremente significativamente el riesgo de desarrollar toxicidad tubular con TDF, la información disponible sobre la seguridad renal de estas combinaciones es todavía limitada y podría haber diferencias entre los distintos fármacos. En uno de los ensayos clínicos de desarrollo de la coformulación de tenofovir/emtricitabina/cobicistat/elvitegravir (TDF/FTC/COBI/EVG), el estudio GS-236-0103, en el análisis a las 96 semanas, 10 (1,4%) pacientes en el grupo de TDF/FTC/COBI/EVG (n=701) y 2 (0,6%) en el grupo comparador que recibía tenofovir/emtricitabina/atazanavir/ritonavir (TDF/FTC/ATV/r) (n=355) tuvieron que discontinuar la pauta asignada debido a una reacción adversa renal. De estas discontinuaciones, 7 en el grupo de TDF/FTC/COBI/EVG y 1 en el de TDF/FTC/ATV/r sucedieron en las primeras 48 semanas55,56. El perfil de toxicidad renal observado con TDF/FTC/COBI/EVG fue similar al descrito previamente con TDF y consistió principalmente en una tubulopatía proximal, generalmente reversible con la retirada del fármaco. De los 4 pacientes que presentaron síndrome de Fanconi en el ensayo GS-236-0103, 2 tenían alteración basal de la función renal (aclaramiento de creatinina [ClCr] estimado <70ml/min)55,56. El ajuste de fármacos antirretrovirales en pacientes con distintos grados de disfunción renal se describe ampliamente en la sección 9.

3.1.4. Nefrotoxicidad por otros fármacos no antirretrovirales

El paciente con infección por el VIH puede, en algún momento de su evolución, recibir otros fármacos con nefrotoxicidad potencial. Son varios los mecanismos de nefrotoxicidad, entre ellos: nefrotoxicidad directa (contrastes yodados, aminoglucósidos, anfotericina B, vancomicina, pentamidina, foscarnet), que deben evitarse en pacientes con insuficiencia renal o requieren ajuste de dosis (aciclovir, ganciclovir); por mecanismos hemodinámicos (AINE o inhibidores de la enzima conversora de la angiotensina [IECA]/antagonistas de los receptores AT1 de la angiotensina II [ARA II] en determinadas situaciones como FG disminuido) o por producción de cristaluria. En la tabla 3 se resumen los medicamentos no antirretrovirales potencialmente nefrotóxicos y el mecanismo de lesión renal.

La administración de IECA o ARA II puede asociarse a deterioro renal en determinadas situaciones clínicas (ver sección 7.2.3.3.3). En cambio, son fármacos especialmente útiles en el caso de proteinuria o en el tratamiento de la HTA. Igualmente, los AINE pueden producir deterioro hemodinámico en pacientes con función renal disminuida, si se administran durante largos períodos de tiempo o en asociación con otros fármacos que interfieran en la hemodinámica glomerular o potencialmente nefrotóxicos, como el TDF (ver sección 7.7.2). Los AINE podrían administrarse si es estrictamente necesario en pacientes con función renal normal, que no reciban simultáneamente fármacos que alteren la hemodinámica glomerular y durante períodos cortos de tiempo. Estos fármacos deben emplearse con gran precaución (ver sección 7.2.3.3.3) en pacientes con insuficiencia renal, ajustar cuidadosamente su dosis y vigilar estrechamente la evolución de la función renal durante su uso. En la sección 9 se tratará de forma específica el ajuste de fármacos antirretrovirales y no antirretrovirales según el FGe.

3.2. Enfermedades renales más frecuentes en pacientes con infección por el VIH

Los pacientes con infección por el VIH pueden desarrollar diversas nefropatías glomerulares, vasculares, tubulointersticiales y obstructivas relacionadas en algunos casos con el propio virus, con los fármacos administrados o con las coinfecciones que padecen.

3.2.1. Nefropatías glomerulares y vasculares

El espectro de la patología glomerular en pacientes con infección por el VIH depende de la raza, el estado de control del VIH y de la presencia o no de infecciones acompañantes, como el VHC. Sin duda ha variado en los últimos años de tal forma que se ha observado una menor incidencia de NAVIH y un mayor predominio de la hialinosis segmentaria y focal clásica, asociada a mayor edad y a un mayor número de factores de RCV57.

3.2.1.1. Nefropatía asociada al VIH

Este tipo de afección glomerular es la mejor caracterizada. Es mucho más frecuente en pacientes de raza negra que en los de raza caucásica (12:1)58,59. Aunque las descripciones iniciales asociaron la aparición de NAVIH a estadios avanzados de la infección por el VIH, puede desarrollarse también en pacientes asintomáticos60. La manifestación central de la NAVIH es una proteinuria importante, generalmente superior a 2-3g/24h, y que frecuentemente llega a rango nefrótico (>3,5g/24h)58,61. Pese a ello, la repercusión clínica de la proteinuria (edema, hipoalbuminemia, hiperlipidemia) es menor que en pacientes con otras causas de síndrome nefrótico. El sedimento urinario es poco expresivo, si bien en muchos pacientes se observa microhematuria y leucocituria poco importantes. A pesar de la característica tendencia a la HTA de los pacientes de raza negra con enfermedades renales, la HTA no siempre acompaña al síndrome nefrótico de la NAVIH. El tamaño de los riñones es normal, o incluso está aumentado, y es característica su marcada hiperecogenicidad. La evolución de la NAVIH sin TARV es desfavorable, con un rápido desarrollo de insuficiencia renal que requiere diálisis dentro del primer año del diagnóstico, y con una elevada mortalidad62. Desde la introducción del TARV combinado el curso clínico suele ser considerablemente más lento63. Su sustrato histológico es una glomeruloesclerosis focal de carácter colapsante con una intensa afectación tubulointersticial y dilatación de los túbulos renales, que en ocasiones forman auténticos pseudoquistes64. La inmunofluorescencia renal suele mostrar depósitos de carácter inespecífico de inmunoglobulina M (IgM) y C3. No se observan depósitos de inmunocomplejos, lo cual constituye un dato importante para el diagnóstico diferencial. Respecto a la patogenia, se considera que existe una implicación directa del propio VIH en la producción de las alteraciones celulares glomerulares65. Junto con esto, una mutación genética recientemente identificada (locus MYH9-APOL1), muy frecuente en pacientes afroamericanos, explica la asociación de la NAVIH con la raza negra66.

Aunque no existen ensayos clínicos controlados, datos de estudios observacionales sugieren que el TARV reduce el riesgo de desarrollar NAVIH y mejora el pronóstico de los pacientes que ya han desarrollado dicha nefropatía63,67-70.

El bloqueo del sistema renina-angiotensina mediante IECA o ARA II induce un efecto antiproteinúrico y renoprotector en los pacientes con NAVIH, comparable al observado en otras nefropatías71, y puede retrasar la progresión de la insuficiencia renal. Algunos estudios han mostrado un descenso de la proteinuria y una tendencia a la estabilización o enlentecimiento del daño renal en los pacientes con NAVIH tratados con esteroides. Sin embargo, el tratamiento esteroideo puede acompañarse de efectos secundarios importantes y frecuentes, sobre todo en los enfermos con mayor deterioro de la inmunidad72.

El tratamiento de la NAVIH incluye TARV, IECA o ARA II y glucocorticoides. Los IECA o ARA II están indicados si hay HTA o proteinuria71. Los corticoides no se usan de rutina en estos pacientes, y aunque algunos pequeños ensayos clínicos han mostrado beneficio, se deben administrar solo en pacientes con enfermedad renal progresiva a pesar del TARV y ARA II o IECA72. La histología en la biopsia puede informar de parámetros que requieran tratamiento con esteroides (por ejemplo, semilunas).

3.2.1.2. Glomerulonefritis mediadas por inmunocomplejos

Además de la NAVIH, los pacientes con infección por el VIH presentan una mayor incidencia de otras glomerulonefritis (GN), cuya patogenia generalmente se atribuye al depósito glomerular de inmunocomplejos. En las GN por inmunocomplejos no existe la predisposición por la raza negra típica de la NAVIH (de hecho, son más prevalentes en sujetos de raza blanca) y han sido observadas sobre todo en países europeos73-75. La histología renal observada en estos pacientes es muy variada, incluye formas proliferativas (10-80%), lupus-like y mixtas proliferativas o esclerosas. En ocasiones no se asocian directamente con la infección por VIH, sino con otras coinfecciones, como la producida por el VHB o el VHC, relacionadas con una gran variedad de enfermedades renales como la GN membranoproliferativa con crioglobulinemia o la nefropatía membranosa. La nefropatía por inmunoglobulina (IgA) (GN mesangial por depósitos de IgA) es una de las nefropatías por inmunocomplejos más frecuente en los pacientes con infección por VIH en Europa.

Las manifestaciones clínicas de las GN por inmunocomplejos suelen ser muy evidentes (hematuria macroscópica, edema, FRA, HTA grave), aunque existen también casos de presentación más larvada que se diagnostica de manera casual (por ejemplo, proteinuria no nefrótica, microhematuria o deterioro lentamente progresivo de la función renal). En algunos casos de GN membranoproliferativa, las manifestaciones extrarrenales de la crioglobulinemia destacan en la presentación clínica, con púrpura, manifestaciones digestivas e incluso hemorragia alveolar. En estos pacientes puede aparecer un FRA unido a la hematuria y proteinuria, encontrándose en la biopsia renal, además de las típicas lesiones de GN membranoproliferativa, un depósito de crioglobulinas en las luces de los capilares glomerulares. Las crioglobulinas asociadas al VHC son generalmente del tipo mixto (IgG-IgM). Se detectan crioglobulinas circulantes en la mayoría de los casos, junto con factor reumatoide elevado y descenso del complemento, sobre todo C4. Este perfil clínico-serológico es muy similar al de las GN membranoproliferativas asociadas al VHC en pacientes sin infección por el VIH. Se considera que son GN inducidas patogénicamente por el VHC, sin que la presencia concomitante del VIH desempeñe un papel patogénico destacable75-77.

Aunque el perfil clínico puede orientar hacia el tipo de GN (tabla 4), para el diagnóstico definitivo se requiere una biopsia renal. La indicación de biopsia debe ser siempre individualizada, sopesando el riesgo del procedimiento y los beneficios clínicos que sus resultados pueden aportar al paciente. Este aspecto se comenta en la sección 6.

Los datos disponibles sobre el tratamiento de las GN mediadas por inmunocomplejos en pacientes con infección por el VIH son muy limitados. La información sobre su historia natural es todavía muy escasa y se desconoce si puede modificarse mediante las intervenciones terapéuticas empleadas en pacientes sin infección por el VIH (esteroides, inmunosupresores, anticalcineurínicos). El efecto del tratamiento con interferón (IFN) y ribavirina sobre la evolución de las nefropatías asociadas al VHC en pacientes infectados por el VIH es en gran medida desconocido. Las recomendaciones terapéuticas se basan en la experiencia con el tratamiento de las GN membranoproliferativas asociadas al VHC en pacientes monoinfectados. Existen series de casos en las que un tratamiento antivírico eficaz (negativización mantenida del ácido ribonucleico [ARN] del VHC en el plasma) ha ido seguido de una mejoría de las manifestaciones renales77,78. Sin embargo, la crioglobulinemia puede persistir durante largos períodos tras la negativización del ARN del VHC plasmático y ser sintomática. El rituximab, un anticuerpo monoclonal anti-CD20, ha producido una mejoría prolongada de las manifestaciones renales en casos de GN membranoproliferativa en pacientes monoinfectados en los que no se había logrado controlar virológicamente el VHC78.

3.2.1.3. Nefropatía diabética y nefropatía hipertensiva

Durante los últimos 20 años, en la población general se ha producido un aumento de la frecuencia de enfermedad renal terminal secundaria a nefropatía diabética y nefroangiosclerosis hipertensiva, llegando a representar el 70% de todos los casos de enfermedad renal terminal diagnosticados. Las complicaciones metabólicas del TARV (dislipemia, alteraciones de la grasa corporal, resistencia a la insulina, DM) y el envejecimiento de la población infectada sugieren que el daño renal secundario a DM y HTA puede tener cada vez mayor importancia en los pacientes con infección por el VIH79. En algunas series de biopsias renales de pacientes con infección por el VIH, se ha comunicado la presencia de nefropatía diabética en el 6% de los casos y nefropatía hipertensiva con nefroangioesclerosis en el 4%80,81.

Teniendo en cuenta que en los pacientes con infección por el VIH se ha descrito una elevada prevalencia de albuminuria (un predictor establecido de enfermedad cardiovascular [ECV] y renal) y se ha observado una estrecha asociación entre la cuantía de la microalbuminuria y los factores tradicionales de RCV, como la resistencia insulínica y la HTA82, cabe esperar una creciente incidencia de nefropatía diabética e hipertensiva en estos enfermos en los próximos años.

3.2.1.4. Microangiopatía trombótica

La incidencia de microangiopatía trombótica (MAT), con afección renal y/o neurológica, probablemente es más alta en los pacientes con infección por el VIH que en la población general83-86. Diversas proteínas del VIH pueden dañar directamente la célula endotelial, induciendo apoptosis84, y en animales de experimentación infectados por el VIH se desarrolla frecuentemente MAT, lo que hace sospechar que el propio VIH puede desempeñar un papel clave en el daño endotelial asociado a la MAT87. El curso clínico es agresivo y el pronóstico sombrío. La clínica es similar a la observada en los casos de MAT en pacientes sin infección por el VIH83-86.

La mayoría de los pacientes son varones y jóvenes y el deterioro progresivo de la función renal se acompaña de los hallazgos hematológicos típicos de la MAT: anemia con esquistocitos en sangre periférica, trombopenia, lactato deshidrogenasa (LDH) elevada y haptoglobina reducida. Aunque la mayoría de los casos presentan un deterioro manifiesto y rápidamente progresivo de la función renal, de manera similar a los cuadros de síndrome hemolítico-urémico, en otros puede haber manifestaciones neurológicas predominantes, como ocurre en la púrpura trombótica trombocitopénica. El deterioro de la función renal, si no hay un proceso glomerular concomitante, puede manifestarse por oligoanuria progresiva con escasa proteinuria y anomalías urinarias leves. En otros casos, por el contrario, puede observarse hematuria macroscópica y proteinuria en rango nefrótico. La biopsia renal muestra cambios similares a los de la MAT idiopática. En la mayoría de los casos se produce insuficiencia renal irreversible y la mortalidad es muy elevada. Las plasmaféresis, la administración de plasma fresco y más recientemente el eculizumab, un inhibidor específico del complejo de ataque del complemento, son los tratamientos recomendados en el síndrome hemolítico urémico88, pero no existe información acerca de su posible eficacia en la MAT asociada a infección por VIH.

3.2.1.5. Hipertensión arterial maligna

La HTA maligna se define por la presencia de cifras muy elevadas de presión arterial (PA) con retinopatía hipertensiva grado III o IV. Se ha descrito asociada a diversas enfermedades glomerulares en pacientes con infección por el VIH89,90, entre ellas la nefropatía por IgA, la GN membranoproliferativa, la nefropatía membranosa y la glomeruloesclerosis focal. Es bien conocida la relación entre HTA maligna y MAT. La MAT puede acompañarse de HTA maligna y, por su parte, la HTA maligna puede poner en marcha una MAT. El control estricto de la PA, con un uso precoz y en dosis elevadas de bloqueantes del sistema renina-angiotensina (IECA o ARA II), permite la mejoría del FRA que acompaña a la mayoría de los casos con HTA esencial malignizada91. No obstante, el pronóstico de la HTA maligna asociada a infección por el VIH es considerablemente peor.

3.2.2. Nefropatías tubulares e intersticiales

Los pacientes con infección por el VIH pueden presentar una amplia variedad de nefropatías tubulares e intersticiales. Las principales se describen en los apartados siguientes.

3.2.2.1. Necrosis tubular aguda

En muchos FRA prerrenales secundarios a enfermedades intercurrentes, cuando no se corrige rápida y adecuadamente la causa subyacente, puede producirse una necrosis tubular aguda. Asimismo, la nefrotoxicidad tubular intrínseca de determinados medicamentos y de los contrastes yodados radiológicos puede causar necrosis tubular en los pacientes con infección por el VIH. La recuperación puede precisar días o semanas, según el grado de lesión, aunque no siempre es completa. Debe considerarse la necrosis tubular aguda ante un FRA progresivo, habitualmente (aunque no siempre), con diuresis conservada, en el contexto de un paciente séptico y/o hemodinámicamente inestable, o cuando se han administrado contrastes yodados o alguno de los fármacos potencialmente implicados, como AINE, bloqueantes de la angiotensina, aminoglucósidos, trimetoprima-sulfametoxazol, pentamidina, anfotericina B, foscarnet, cidofovir o TDF.

3.2.2.2. Nefropatías tubulares por fármacos

El síndrome de Fanconi es la expresión clínica mejor caracterizada de la lesión y disfunción de las células tubulares proximales del riñón. La forma más florida se caracteriza por un defecto generalizado en la reabsorción en el túbulo proximal, propiciando la pérdida urinaria de fosfato, calcio, urato, aminoácidos, glucosa y bicarbonato, entre otros. Esto puede expresarse como fosfaturia y uricosuria desproporcionadas, con desarrollo de hipofosfatemia e hipouricemia, aminoaciduria, glucosuria a pesar de normoglucemia y acidosis tubular renal tipo II (acidosis metabólica con anión gap normal), así como proteinuria de tipo tubular (habitualmente menor de 2g/día) hipopotasemia y poliuria y polidipsia por incapacidad de concentrar la orina. Cuando además de la lesión funcional de la célula tubular proximal se añade lesión estructural y apoptosis de esta, se desarrolla necrosis tubular e insuficiencia renal, que si se prolonga en el tiempo por persistencia de la noxa inicial puede cronificarse. Lo habitual, sin embargo, es que el cortejo sindrómico se presente de forma incompleta, principalmente en forma de hipofosfatemia, glucosuria normoglucémica y proteinuria variables.

Las causas del síndrome de Fanconi, completo o parcial, son múltiples, con dos grupos principales: congénitas, de presentación en la infancia, y adquiridas, de predominio en la edad adulta, relacionadas con paraproteinemias, enfermedades tubulointersticiales y fármacos o tóxicos (tabla 5). En los pacientes con infección por el VIH la causa más frecuente de síndrome de Fanconi es el uso de fármacos, principalmente el TDF92,93 y con menor frecuencia otros análogos de nucleósidos, como la didanosina (ddi) y la estavudina (d4T)94-96. Otros fármacos cuya asociación con el síndrome de Fanconi ha sido bien establecida son el adefovir, utilizado para el tratamiento de la infección por el VHB, y el cidofovir, empleado para tratar las infecciones por citomegalovirus.

 

 

Se han identificado diversos factores de riesgo para desarrollar nefrotoxicidad con el uso de TDF, entre ellos, la presencia de ERC previa, la administración conjunta con otros fármacos nefrotóxicos, un peso corporal bajo, una mayor edad y un recuento bajo de linfocitos CD497. En algunos estudios el antecedente de infecciones oportunistas, la presencia de «comorbilidad», la HTA, la administración de AINE98, el dolor crónico (un marcador de uso de AINE), el empleo simultáneo de ddi y la coadministración de IP potenciados99-103 se han asociado también con un mayor riesgo de nefrotoxicidad con el uso de TDF. Los IP potenciados pueden disminuir el aclaramiento renal de TDF y favorecer su acumulación en las células del epitelio tubular104. En una revisión reciente de 164 casos de síndrome de Fanconi asociado a TDF, el 84% estaba recibiendo simultáneamente IP, en la mayoría de los casos potenciados con RTV92. Por último, determinados polimorfismos en los genes que codifican las proteínas transportadoras de TDF en las células de los túbulos proximales renales, concretamente determinados haplotipos del gen ABCC2 (MRP2) y del ABCC4 (MRP4)105-107, se han asociado también con un mayor riesgo de nefrotoxicidad con el uso de este fármaco.

3.2.2.3. Nefritis intersticial inmunoalérgica

Además de lesión tubular directa, algunos fármacos pueden causar FRA como consecuencia de una reacción inmunoalérgica caracterizada por un infiltrado intersticial difuso rico en eosinófilos. La presencia de eosinofilia periférica, rash cutáneo y febrícula debe sugerir este diagnóstico en un paciente con FRA de causa no clara, particularmente en presencia de proteinuria no nefrótica, leucocituria y cilindros leucocitarios, en ausencia de infección urinaria y ante el inicio reciente de un nuevo tratamiento108. La biopsia renal es la única forma de establecer el diagnóstico, aunque en pacientes ancianos o con problemas graves asociados es frecuente optar por un tratamiento empírico sin biopsia renal108. La retirada rápida del fármaco causante es la base principal del tratamiento. Junto a ello, un ciclo corto de esteroides (de 4-6 semanas) favorece la recuperación completa de la función renal109. Los antibióticos y los AINE son los fármacos que con más frecuencia causan nefritis inmunoalérgica, aunque cualquier fármaco, y entre ellos los antirretrovirales, puede desencadenarla110.

3.2.2.4. Nefropatía obstructiva intrarrenal por depósito de cristales

Se produce por el depósito masivo y potencial obstrucción de cristales en el túbulo tras el tratamiento con fármacos con baja solubilidad en orina, sobre todo ante elevadas concentraciones y determinados pH urinarios111. Los fármacos implicados en los pacientes con infección por el VIH pueden ser la sulfadiazina, IDV, ATV, foscarnet y aciclovir en dosis altas. Con IDV y ATV se ha descrito también nefrolitiasis por acúmulo de los mismos cristales excretados. Se ha señalado la presencia de cristaluria en pacientes tratados con DRV111, pero hasta ahora no se han documentado casos de nefropatía obstructiva por depósito de cristales en pacientes tratados con este IP. Una buena hidratación es importante para prevenir y tratar esta complicación, que suele ser reversible, aunque la reacción inflamatoria de los propios cristales puede provocar mayor o menor grado de lesión tubulointersticial crónica persistente.

3.2.2.5. Rabdomiólisis

La lesión muscular aguda producida por fármacos, isquemia secundaria a síndromes compartimentales, sepsis o trastornos hidroelectrolíticos no es infrecuente en los enfermos con infección por el VIH. La mioglobina liberada y filtrada en el glomérulo produce un FRA característico, con orinas oscuras, elevación masiva de enzimas musculares y obstrucción y necrosis de los túbulos renales por cilindros de mioglobina.

3.2.3. Insuficiencia renal crónica inespecífica

Además de los procesos glomerulares y tubulointersticiales, cuyas manifestaciones clínicas son en general muy evidentes, se está describiendo en los últimos años una elevada incidencia de ERC en los pacientes con infección por el VIH caracterizada por un descenso del FG de gravedad variable, no acompañado de proteinuria significativa o de alteraciones del sedimento que sugieran enfermedad glomerular. La causa de la ERC en estos casos es probablemente multifactorial: en algunos pacientes puede ser la secuela de episodios previos de FRA resueltos de manera incompleta y, en otros, el efecto nefrotóxico de determinados tratamientos mantenidos durante años, incluidos ciertos fármacos antirretrovirales. El cuadro clínico-analítico de esta forma de ERC en los pacientes con infección por el VIH es muy similar al de la ERC «silenciosa» u «oculta», cuya incidencia entre sujetos de edad avanzada, por otra parte normales, es elevada (hasta un 10-33% de sujetos mayores de 70 años)112. En la población general, esta «epidemia de ERC oculta» se ha puesto en relación con trastornos crónicos (HTA, DM), además de con los cambios renales atribuibles al envejecimiento. Es posible que estos mismos factores intervengan en los pacientes con infección por el VIH a una edad más precoz, por mecanismos aún no bien conocidos. Es interesante destacar que en grupos de pacientes con infección por el VIH que no han recibido TARV también se ha descrito esta elevada prevalencia de ERC, sin que la HTA o la DM la expliquen de forma satisfactoria113.

 

4. Evaluación renal del paciente con infección por el VIH

La prevención del daño renal en pacientes con infección por el VIH debe incluir la actuación sobre los factores de riesgo de ERC potencialmente modificables (tabla 6), la detección de la ERC oculta, la identificación de la etiología de la ERC y la actuación sobre los factores que influyen tanto en su desarrollo (tabla 6) como en su progresión (tabla 7), con particular atención a los fármacos, tanto antirretrovirales como otros empleados para tratar las complicaciones asociadas a la infección por VIH. La evaluación periódica de la función renal y de la presencia de marcadores de lesión renal tiene como objetivos la detección precoz de enfermedad renal, su seguimiento y el ajuste de dosis de fármacos nefrotóxicos o de eliminación renal.

 

 

 

Desde el punto de vista operativo, en estas recomendaciones las pruebas empleadas para evaluar la función renal se han clasificado en «estudio renal básico o cribado», que se aconseja efectuar a todos los pacientes con infección por el VIH, y «estudio renal ampliado», que debe realizarse en pacientes seleccionados. Conviene recordar la importancia de recoger en la anamnesis los antecedentes personales o familiares de nefropatías y los factores que implican un mayor riesgo para su desarrollo (tablas 6 y 7), así como el registro de la PA y el peso corporal.

El estudio renal básico incluirá la medida de la concentración sérica de creatinina y la estimación del FG, la medida del cociente proteína/creatinina (CPC) y del CAC (en caso de DM o HTA), ambos en la primera orina de la mañana, el sedimento urinario y la evaluación básica de la función tubular (concentración sérica de fosfato, proteinuria ya descrita y glucosuria mediante tira reactiva) (tabla 8).

 

 

En cuanto al estudio renal ampliado, cuando se haya detectado una alteración en el estudio básico, ya sea por alteración del FG, descenso del fosfato sérico o presencia de proteinuria, glucosuria o hematuria, se ha de tratar de identificar la causa y determinar los factores asociados y el pronóstico. En estos casos puede requerirse un estudio ampliado de marcadores en sangre y orina (tabla 8) y eventualmente pruebas de imagen y biopsia renal.

Así, en el caso de posible afectación tubular secundaria a toxicidad por antirretrovirales, se determinarán en suero las concentraciones de urato, potasio y bicarbonato (o equilibrio ácido-base), y en orina las concentraciones de fosfato, urato y potasio, y se realizarán los cálculos de excreción fraccional y reabsorción tubular de fosfato (RTF) y urato. En caso de sospecha de enfermedad glomerular, se realizarán estudios específicos según se sospeche una glomerulopatía primaria o secundaria: enfermedad glomerular por inmunocomplejos, nefropatía lúpica, diabética, hipertensiva, etc.

A continuación se describen detalladamente cada una de las pruebas de laboratorio que se han de realizar en la evaluación de la función renal del paciente con infección por el VIH.

4.1. La medida de la concentración sérica de creatinina y la estimación del filtrado glomerular mediante la ecuación CKD-EPI

La concentración sérica de creatinina es la magnitud biológica más utilizada para la valoración de la función renal. Sin embargo, presenta una importante variabilidad biológica interindividual debida, principalmente, a diferencias en la edad, el sexo y la masa muscular que limita la utilidad de los valores de referencia poblacionales en la detección precoz de alteraciones de la función renal.

Las ecuaciones de estimación del FG que incluyen, además de la concentración sérica de creatinina, otras variables como la edad, el sexo y el grupo racial se considera, en la actualidad, la mejor forma de evaluar la función renal. En los pacientes con infección por el VIH, igual que en el resto de la población, se aconseja la estimación del FG mediante la ecuación CKD-EPI (Chronic Kidney Disease Epidemiology Collaboration)114, la cual ha mostrado su superioridad frente a otras ecuaciones de estimación del FG basadas en la concentración sérica de creatinina (MDRD, Modification of Diet in Renal Disease), la cistatina C o en la combinación de ambas115-117. La ecuación CKD-EPI infraestima menos que la ecuación de MDRD el verdadero valor del FG, lo que permite ampliar hasta 90 ml/min/1,73m2 los valores de FGe que pueden ser informados mediante ella118. Esto puede ser de gran interés en los pacientes con infección por el VIH, ya que en algunos casos es posible que se requiera un ajuste de fármacos en tramos del FGe entre 60 y 90ml/min/1,73m2, situación que no era posible con MDRD porque esta ecuación proporcionaba resultados con una mayor dispersión, especialmente con FGe superior a 60ml/min/1,73m2, por lo que con dichos valores solo se informaba como ">60ml/min/1,73m2", sin especificar un valor absoluto.

En los últimos años se ha producido la estandarización de la mayoría de los procedimientos de medida de creatinina con el objetivo de disminuir su variabilidad y la repercusión de esta sobre la estimación del FG119. La estandarización tiene consecuencias sobre el tipo de ecuación que se ha de utilizar120. En la actualidad, la mayoría de los laboratorios clínicos españoles informan el valor del FG mediante las ecuaciones MDRD-IDMS (dilución isotópica-espectrometría de masas) o MDRD, en función de si el método de medida de creatinina se encuentra o no estandarizado121.

Hoy en día, la ecuación CKD-EPI, para métodos de creatinina estandarizados, está reemplazando a MDRD-IDMS en los informes del laboratorio. Durante este proceso de transición pueden utilizarse ambas ecuaciones (tabla 9). La ecuación de Cockcroft-Gault (CG)122, clásicamente utilizada para el ajuste de dosis de fármacos, no puede ser reexpresada para los métodos actuales de medida de creatinina, por lo que no debería emplearse. Las ecuaciones CKD-EPI o MDRD-IDMS pueden utilizarse con este fin, ya que se basan en procedimientos de medida de creatinina estandarizados, se relacionan mejor con el FG medido que la CG para valores de FG <60 ml/min/1,73m2, que son los más susceptibles de ajuste de dosis, y están disponibles en la mayoría de los informes de los laboratorios clínicos, al contrario que la CG123-125.

Por otra parte, para cualquier valor de FG, las ecuaciones MDRD o CKD-EPI son más precisas que la CG21,30,121. Otro problema es la falta de estudios que hayan utilizado el FGe para el ajuste de fármacos, ya que hasta ahora la mayoría expresa los ajustes según el ClCr estimado por fórmula de CG. Recientemente un estudio ha mostrado la validez de MDRD para el auste de fármaco, siendo incluso superior a CG125. Algunas guías para ajuste de la dosis de TARV126 ya utilizan la ecuación de MDRD, indicando que se puede utilizar como alternativa la ecuación de CG. Probablemente en breve las guías para el ajuste de fármacos utilizarán el FGe según las recomendaciones de las sociedades científicas empleando MDRD o CKD-EPI.

La medida de la concentración sérica de cistatina C se ha propuesto como un marcador útil para valorar la función renal, ya que su concentración es independiente de la masa muscular, es filtrada por el glomérulo y completamente reabsorbida por el túbulo renal127. Sin embargo, algunos estudios han mostrado incrementos séricos de cistatina C en pacientes con infección por el VIH asociados a elevadas concentraciones de proteína C reactiva (un marcador de inflamación que puede estar elevado en los pacientes con infección por el VIH), una elevada carga viral y un recuento bajo de linfocitos CD4+128. Los escasos estudios realizados en pacientes con infección por el VIH, la heterogeneidad en los resultados obtenidos (en parte explicados por los diferentes métodos utilizados para la medida del FG, la creatinina y la cistatina C)116,117,129-132 y su elevado coste no permiten, por el momento, la recomendación de la inclusión de la cistatina C como marcador de función renal en el cribado y el seguimiento de pacientes con infección por el VIH.

La medida del ClCr (utilizando orina de 24 horas) no aporta ninguna ventaja sobre la estimación del FG mediante una ecuación, está sujeta a una mayor variabilidad, además de los inconvenientes que presenta para los pacientes la recogida de orina de 24 horas. Su uso debería quedar relegado para aquellas situaciones en las que la utilización de una ecuación de estimación del FG no es adecuada, como individuos que siguen dietas especiales, pesos extremos (índice de masa corporal <19kg/m2 o >35kg/m2), alteraciones importantes en la masa muscular o hepatopatía grave133.

En individuos con infección por el VIH, la concentración sérica de creatinina y por consiguiente el valor del FGe mediante las ecuaciones que la incluyen pueden verse afectados por factores no debidos a alteraciones reales del FG. Así, los pacientes con una disminución importante de la masa muscular, malnutrición intensa, o hepatopatía avanzada secundaria a la infección por VHC o VHB pueden presentar descensos en la concentración sérica de creatinina, con la consiguiente sobrestimación del valor del FGe. Asimismo, existen determinados fármacos que pueden provocar una elevación de la concentración de creatinina por inhibición de su secreción activa tubular. Este efecto provoca un descenso espurio del FGe por las ecuaciones MDRD y CKD-EPI sin que exista una verdadera disminución del FG real. Los principales fármacos implicados y que se pueden prescribir en los pacientes con infección por el VIH son la trimetoprima (habitualmente coformulada con sulfametoxazol), la cimetidina (antiácido poco prescrito en la actualidad) y diversos fármacos antirretrovirales de nueva generación, como la RPV y el DTG, o potenciadores de estos, como el COBI134,135. Diversos estudios han observado que su utilización se acompaña de un incremento discreto de la concentración sérica de creatinina, sin alteración del FG medido por métodos isotópicos. Esta característica puede generar preocupación al clínico, sobre todo si se administra conjuntamente con fármacos potencialmente nefrotóxicos, como el TDF. Ni la estimación del FG mediante las ecuaciones que incluyen la concentración sérica de creatinina ni el cálculo del ClCr en orina de 24 horas son útiles en estas circunstancias. En estos casos la utilización de otros marcadores de función renal (como la concentración sérica de cistatina C) o métodos isotópicos, más complejos, si se requiere una medida exacta del FG, podrían ser de utilidad. Estos métodos, además de ser costosos, no están al alcance de todos los centros.

Para diferenciar entre una elevación de la creatinina debida a un bloqueo de su secreción tubular o a un deterioro real del FG, deberán tenerse en cuenta las siguientes consideraciones:

1. Debe conocerse el efecto potencial de los fármacos referidos sobre la concentración sérica de creatinina.

2. El incremento de la concentración sérica de creatinina debida al bloqueo de su secreción tubular:

• Debe ser leve, habitualmente <30% de la concentración de creatinina inicial.

• Aparece de forma precoz tras la administración del fármaco, frecuentemente durante los primeros días, y posteriormente se mantiene estable si la situación clínica y metabólica del paciente no cambia. Para confirmar la estabilidad se recomienda repetir una determinación de la concentración de creatinina en un plazo máximo de cuatro semanas.

• Tras la retirada del fármaco, la concentración sérica de creatinina vuelve a sus valores basales.

• La concentración sérica de urea se mantendrá invariable, a diferencia de lo que ocurre con la creatinina.

• No se acompañará de proteinuria, glucosuria normoglucémica ni alteraciones del sedimento urinario.

Otros fármacos como los fibratos se asocian a un aumento de la concentración sérica de creatinina por mecanismos no bien esclarecidos136,137.

4.2. La medida del cociente proteína/creatinina y/o albúmina/creatinina en la primera orina de la mañana

La concentración persistentemente elevada de proteína o de albúmina en orina es un signo de lesión renal y, junto con el descenso del FG, constituyen los criterios más utilizados para el diagnóstico y clasificación en estadios de la ERC. Pequeños incrementos de la concentración de proteína en orina preceden, a menudo, al aumento de la concentración sérica de creatinina o al descenso del FG. La proteinuria puede presentarse hasta en un 30 % de los pacientes con infección por el VIH76,138, es mejor marcador de progresión a enfermedad renal terminal que la disminución del FG139 y un factor de RCV y de mortalidad28. Para la selección de la magnitud biológica que se ha de utilizar en la evaluación de la proteinuria deben considerarse tanto el contexto clínico del paciente como aspectos metodológicos relacionados con la medida de albúmina y proteína en orina. Desde el punto de vista clínico, los pacientes con infección por el VIH pueden presentar:

• Proteinuria glomerular, secundaria a diversas glomerulopatías o a la presencia de nefropatía diabética o hipertensiva y caracterizada por un aumento de la eliminación de albúmina en orina predominantemente.

• Proteinuria tubular, secundaria a nefropatías tubulointersticiales o a la toxicidad asociada al tratamiento con antirretrovirales y caracterizada por un aumento de la concentración urinaria de proteínas de bajo peso molecular como α1-microglobulina, β2-microglobulina, proteína transportadora del retinol (RBP), n-acetil β-glucosaminidasa (NAG) o lipocalina asociada a la gelatinasa de neutrófilos (NGAL).

• Proteinuria mixta (glomerular y tubular) por la coexistencia de los procesos anteriormente descritos.

Desde el punto de vista metodológico, debe tenerse en cuenta lo siguiente:

• Los procedimientos de medida de proteína en orina reconocen mayoritariamente albúmina y son menos sensibles en la detección de otras proteínas como las globulinas y las proteínas de bajo peso molecular, que deben hallarse en concentraciones relativamente elevadas para poder detectarse.

• Los procedimientos de medida de albúmina presentan una mayor sensibilidad analítica y mejor estandarización que los de proteína140,141.

• El uso de la tira reactiva de orina para el cribado de la proteinuria en pacientes con infección por el VIH es un método semicuantitativo de cribado y está desaconsejado debido a que su sensibilidad analítica es inferior a la de los métodos cuantitativos, es especialmente sensible a la albúmina y menos a globulinas y proteínas de bajo peso molecular, y pueden existir resultados falsos negativos en orinas diluidas y falsos positivos en orinas concentradas, alcalinas (pH>7), hematúricas o con presencia de componentes coloreados. En un estudio realizado en pacientes con infección por el VIH, el 21% de los casos con proteinuria significativa (>300mg/g) no se detectó con la tira reactiva y sí mediante el CPC142. La tira reactiva de orina puede ser útil para valorar la presencia de hematuria, leucocituria y glucosuria.

• El espécimen de elección es una orina aleatoria, de preferencia de la primera de la mañana, ya que ha mostrado una buena correlación y concordancia con los valores obtenidos en orina de 24 horas, a excepción de la proteinuria de rango nefrótico (>3g/día), donde el espécimen recomendado es la orina de 24 horas143.

• La expresión de los resultados como cocientes CAC o CPC, en lugar de como concentración, evita los errores derivados de una mayor o menor dilución de la muestra de orina en relación con la diuresis.

• Los métodos que miden específicamente proteínas de bajo peso molecular no están disponibles en la mayoría de los laboratorios clínicos.

La determinación de albuminuria y proteinuria puede estar influida por algunas condiciones clínicas que modifican sus valores. Algunas situaciones elevan la cifra de albuminuria detectada: ejercicio físico intenso, infección activa, fiebre, descompensación hiperglucémica o insuficiencia cardíaca.

Se debe tener en cuenta que la excreción de albuminuria mediante el CAC o CPC puede estar sobrestimada en un paciente con masa muscular disminuida. Por el contrario, en personas muy musculadas o en la raza negra (afroamericanos) puede estar infraestimada32. En estos casos extremos (peso y masa muscular), la determinación de proteinuria/albuminuria en orina de 24 horas puede ayudar a una mejor interpretación de la evaluación renal.

Recientemente se ha descrito la utilización del cociente albúmina/proteína (CAP) en muestra aislada de orina, que puede ayudar a diferenciar la proteinuria de origen glomerular de la de origen tubular. Un CAP en orina >0,4 es sugerente de proteinuria glomerular (GN, HTA y DM), y un CAP <0,4 es sugerente de proteinuria tubular, ya que la mayoría de la proteinuria es diferente de la albúmina, que serán proteínas tubulares144. Estos datos se obtuvieron de un estudio en pacientes con diferentes enfermedades renales y en los que el diagnóstico etiológico se hizo con biopsia renal. En dichos pacientes se determinaron proteínas totales en orina, albuminuria y proteínas tubulares (NAG y b-2 microglobulina). El punto de corte del cociente de 0,4 mostró una sensibilidad del 88% y una especificidad del 99%.

Estos datos se han confirmado en un estudio en pacientes con infección por el VIH para la diferenciación entre proteinuria tubular y glomerular145.

4.3. El estudio del sedimento urinario

La presencia de células tubulares renales, hematíes dismórficos, cilindros eritrocitarios y cilindros céreos es patognomónica de lesión renal y puede orientar al diagnóstico de determinadas patologías.

4.4. Evaluación de la función tubular

La disfunción tubular en pacientes con infección por el VIH se presenta fundamentalmente debida a toxicicidad por TDF. Si por diversas causas (no ajuste del fármaco al FGe, presencia de factores de riesgo para toxicidad renal, otros fármacos que potencian la nefrotoxicidad o existencia de determinados genotipos que influyen en la metabolización del TDF y favorecen la toxicidad tubular) se origina dicha toxicidad, se alterarán las funciones fisiológicas del túbulo proximal: reabsorción de proteínas, fósforo, glucosa, ácido úrico, aminoácidos y bicarbonato, y se producirá el síndrome de Fanconi, que puede ser completo o (en la mayoría de los casos) incompleto. Este síndrome también puede obedecer a otras causas diferentes de la toxicidad por TDF (tabla 5).

Por ello, el estudio de la disfunción tubular incluirá, además de la proteinuria, ciertas sustancias como fosfato, ácido úrico y glucosa, cuya reabsorción es predominantemente proximal.

Las proteínas de bajo peso molecular son libremente filtradas en el glomérulo y consecuentemente reabsorbidas en el túbulo proximal en pacientes sin patología tubular renal, apareciendo una mínima cantidad de proteínas en orina. Cuando existe alteración en la reabsorción tubular, se incrementa la excreción en orina de dichas proteínas. Como no hay reabsorción distal de proteínas, la medida en orina de proteínas de bajo peso molecular se ha aceptado ampliamente como un marcador de daño tubular proximal. Estas proteínas de bajo peso molecular constituyen la proteinuria tubular, que son proteínas diferentes de la albúmina (proteína mayoritaria en orina habitualmente). De ahí la utilidad del CAP en orina para la diferenciación entre proteinuria tubular y glomerular144,145.

La disfunción tubular renal proximal es una complicación relativamente frecuente, generalmente reversible, del tratamiento a largo plazo con TDF asociado a IP. El síndrome de Fanconi es el cuadro clínico más importante y se manifiesta en el 0,3-2% de los pacientes. La presencia aislada de alteraciones de la función tubular como hipofosfatemia, glucosuria normoglucémica, acidosis tubular renal proximal o una disminución de la RTF son mucho más frecuentes (4-50 %, segun las series), pero su significación clínica, tanto a corto como largo plazo, es incierta146,147. La presencia de concentraciones urinarias elevadas de proteínas de bajo peso molecular como la β2-microglobulina y la RBP se ha observado hasta en el 70% de los pacientes, como consecuencia de disfunción mitocondrial asociada al tratamiento con TDF. Además, los trastornos de la función tubular, incluso importantes, pueden pasar desapercibidos hasta que no conducen a una disminución del FG. Las guías de práctica clínica publicadas no son uniformes en cuanto a las recomendaciones sobre qué pruebas diagnósticas identifican mejor la presencia de lesión tubular en estos pacientes8,24,28,126.

En general, las recomendaciones existentes sugieren que la disminución progresiva del FGe, el aumento del valor del CPC, la presencia de hipofosfatemia o de alteraciones detectadas en la tira reactiva de orina y de glucosuria normoglucémica deben hacer sospechar la existencia de lesión tubular y aconsejar la realización de pruebas más específicas que podrían incluir: la medida de la concentración de fosfato y urato séricos y urinarios y el cálculo de las respectivas excreciones fraccionadas, de bicarbonato sérico medido, o calculado a partir del equilibrio ácido base, y de potasio sérico y urinario (tabla 8).

En el caso de presencia de hipofosfatemia, esta puede deberse a múltiples causas diferentes de la tubulopatía proximal (ver sección 7.5). En estos casos la realización de excreción fraccional de fosfato (EFF) o de ácido úrico puede ayudar al diagnóstico. Una EFF normal (<20%), tanto de fosfato como de ácido úrico, puede indicar que el túbulo está indemne y no afectado por toxicidad por TDF. En cambio, una EFF elevada (>20%) no es tan específica porque puede estar influida por la presencia de hiperparatiroidismo primario o secundario, niveles de 25 OH vitamina D u otras causas, que hacen bajar la especificidad de la prueba.

Para calcular la EFF se puede recurrir a calculadoras de páginas web (http://senefro.org/modules.php?name=nefrocalc). No obstante, en muchas de ellas no se dispone de la EFF, pero sí de la RTF. Se puede calcular directamente, ya que la EFF=1-RTP (tabla 9).

La medida de proteínas específicas de función tubular como la concentración urinaria de RBP o de β2-microglobulina puede ser de interés, aunque han de considerarse aspectos como su escasa implementación en los laboratorios clínicos, el estado de estandarización de dichos métodos o las fuentes de variación.

Recomendaciones sobre la evaluación renal en los individuos con infección por el VIH

La evaluación de la afectación renal en individuos con infección por VIH incluirá:

1. La medida de la concentración sérica de creatinina y la estimación del FG preferentemente mediante la ecuación CKD-EPI o, en su defecto, la ecuación MDRD. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

2. La medida del CPC en orina, preferentemente de la primera micción; en su defecto una orina aleatoria es aceptable. En pacientes con DM y/o HTA se realizará también el CAC. (Recomendación basada en el consenso).

3. Valoración básica de la disfunción tubular mediante las determinaciones anteriores (punto 1 y 2), concentración sérica de fosfato y detección de glucosuria mediante tira reactiva de orina preferentemente en la primera orina de la mañana. (Recomendación basada en el consenso).

4. Ante la presencia de alteraciones confirmadas en cualquiera de las pruebas anteriores (estudio básico) por sospecha de nefrotoxicidad por antirretrovirales, se aconseja la realización de estudios más específicos o estudio ampliado, como la medida de la concentración sérica y urinaria de fosfato y urato, acompañada del cálculo de las respectivas excreciones fraccionadas; el estudio del equilibrio ácido-básico en sangre y la medida de la concentración de potasio sérico y urinario. En caso de sospecha de enfermedad glomerular se realizarán estudios específicos según se sospeche una glomerulopatía primaria o secundaria. Igualmente, se considerará la realización de pruebas de imagen o consulta a Nefrología según los criterios de derivación que se describen en este documento. (Recomendación basada en el consenso).

5. La tira reactiva de orina puede ser útil para detectar la presencia de infección urinaria (esterasa y nitritos), de alteración tubular (glucosuria no hiperglucémica) o de alteraciones en el sedimento urinario (hematuria), y no debe emplearse para la valoración de la proteinuria. (Recomendación basada en el consenso).

6. El espécimen de elección es una orina aleatoria, de preferencia la primera de la mañana, ya que ha mostrado una buena correlación y concordancia con los valores obtenidos en orina de 24 horas, a excepción de la proteinuria de rango nefrótico (>3g/día), donde el espécimen recomendado es la orina de 24 horas. (Recomendación basada en el consenso).

 

5. ¿Con qué periodicidad debe efectuarse el estudio renal básico? (tabla 10 y figura 1)

El estudio renal básico debe realizarse en todos los pacientes infectados por el VIH sin excepción, ya que los factores que favorecen el desarrollo de nefropatía son múltiples y frecuentes. Este estudio supone un coste bajo y no implica visitas adicionales para los pacientes, lo que apoya la recomendación de hacerlo de forma general y periódica.

Este estudio básico ha de llevarse a cabo en la primera visita tras el diagnóstico de la infección por VIH, inmediatamente antes de iniciar el TARV, y durante el seguimiento posterior. La periodicidad con la que debe repetirse durante el seguimiento depende de la existencia o no de factores de riesgo para el desarrollo de nefropatía (tablas 6 y 7). Dada la sencillez y el bajo coste, este grupo recomienda que se efectúe en todas las revisiones programadas de los pacientes que reciben TARV, de menera que pueda quedar incluido en el protocolo o perfil analítico realizado de forma habitual en el paciente con infección por VIH, y muy especialmente en los que toman TDF. En los individuos con algún factor de riesgo de enfermedad renal (figura 1, tablas 6 y 7), deberá realizarse el seguimiento de forma semestral, y en los que presentan DM o HTA se añadirá al control semestral la determinación de albuminuria (CAC). Los individuos tratados con TDF, por su potencial efecto tóxico sobre el túbulo renal, deben realizar controles de función renal y proteinuria al mes del inicio del fármaco, y posteriormente de forma semestral, añadiendo además la determinación del fosfato sérico y de glucosa mediante tira reactiva de orina, preferentemente en la orina de la primera micción, aunque puede ser también válida en una muestra de orina aleatoria (con control de glucemia). Tambien se ha sugerido que el primer control tras el inicio del TARV se realice en el mes 2-3, en lugar de al mes126. Ante la presencia de alteraciones confirmadas en cualquiera de las pruebas anteriores, se aconseja la realización del estudio ampliado (ver sección 4). En caso de deterioro de la función renal, proteinuria y/o hematuria, deberá valorarse según se describe en los siguientes apartados.

Obviamente, esta periodicidad de controles se podrá incrementar a juicio clínico del médico que realice el seguimiento del paciente, especialmente en aquellos que reciben tratamiento con TDF.

Recomendaciones sobre la periodicidad de los controles de la función renal:

1. En todos los pacientes con infección por el VIH debe realizarse el estudio renal básico para la detección de enfermedad renal al inicio del diagnóstico de la infección por el VIH, y de forma sistemática en su seguimiento posterior (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

2. En los pacientes que no reciben TARV este estudio debe efectuarse: cuando se diagnostica la infección por el VIH; una vez al año si no presentan factores de riesgo para el desarrollo de nefropatía; cada seis meses cuando uno o más de dichos factores están presentes; y antes de iniciar el TARV. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

3. En los individuos tratados con TDF se debe aumentar la frecuencia de los controles. En pacientes sin factores de riesgo para ERC, se recomienda efectuar los controles coincidiendo con los realizados para la eficacia del TARV (entre 1-3 meses y posteriormente cada 6 meses). En los pacientes con ERC o factores de riesgo para esta, se recomienda adelantar el control al mes del inicio del fármaco. En cada control se incluirá la determinación del fosfato y glucosa séricos, y la tira reactiva de orina preferentemente en la orina de la primera micción (glucosuria no hiperglucémica). (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

4. En los pacientes tratados con la coformulación de tenofovir, emtricitabina, cobicistat y elvitegravir (TDF/FTC/COBI/EVG, Stribild®) la ficha técnica de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) recomienda controles mensuales durante el primer año y posteriormente cada 3 meses. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

5. En ausencia de alteraciones en el estudio básico, se recomienda un seguimiento anual que incluya: la medida de la concentración sérica de creatinina, la estimación del FG (preferiblemente mediante la ecuación CKD-EPI), la determinación del CPC en orina de la primera micción y el estudio del sedimento urinario. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

 

6. Indicaciones de biopsia renal y remisión a nefrología

Recomendaciones para la realización de una biopsia renal

La indicación de biopsia renal será siempre individualizada, en función del balance entre el riesgo de la biopsia y los beneficios que nos pueda aportar. No hay ninguna evidencia de que los pacientes con infección por el VIH presenten más complicaciones relacionadas con la biopsia renal que los no infectados148. La biopsia es de interés para conocer no solo el diagnóstico, sino también características histológicas que muestren datos sugerentes de progresión o de cronicidad, especialmente en pacientes que reciben TARV u otros fármacos potencialmente nefrotóxicos, ya que nos pueden sugerir realizar cambios en el TARV148,149. No obstante, y ya que el TARV precoz proporciona los mejores resultados para la NAVIH, en casos de muy alta sospecha de NAVIH y una vez descartadas otras causas de disfunción renal/proteinuria, podría no realizarse biopsia renal. Si no hay respuesta (descenso de la proteinuria o mejoría de la insuficiencia renal) en un tiempo razonable (6-8 semanas), se podría plantear entonces su realización.

De forma general, las indicaciones de biopsia renal son las mismas que para los pacientes sin infección por el VIH:

1. Síndrome nefrótico: CPC > 3-3,5 g/g (o su equivalente, proteinuria > 3,5 g/24 horas) acompañada de hipoalbuminemia < 3 g/dl.

2. Síndrome nefrítico: edema, HTA, hematuria (macroscópica en muchos casos), oliguria, deterioro variable de la función renal.

3. Alteraciones urinarias persistentes: proteinuria asintomática significativa (CPC >1g/g), sobre todo cuando no disminuye a <1g/g con IECA, ARA II u otras medidas antiproteinúricas (se explican posteriormente) o cuando se acompaña de alteraciones del sedimento urinario o deterioro de la función renal. En los casos con CPC <1g/g (equivalente a 1g/24 horas), aislada o acompañada de microhematuria, se recomienda un abordaje conservador, con empleo de fármacos bloqueantes del sistema renina-angiotensina (IECA, ARA II) y seguimiento programado. Se valorará la realización de biopsia renal cuando se acompañe de alteraciones muy importantes y persistentes del sedimento (microhematuria persistente y/o con brotes intercurrentes de hematuria macroscópica). En este sentido los laboratorios pueden expresar los resultados de los hematíes en orina según número de hematíes por campo (en el campo de 40 aumentos) o en número de hematíes por volumen, habitualmente en microlitros (µl). La expresión por volumen es la que dan generalmente los analizadores que realizan sedimento automático que cuentan partículas por unidad de volumen.

Aunque no hay estandarización en el posible factor de conversión que relacione hematíes/campo y hematíes/µl, de modo muy general podríamos decir que 1 hematíe/campo de 40 aumentos equivale a 5-10 hematíes/µl. En los casos de microhematuria persistente aislada, no se aconseja biopsia renal, salvo en casos con microhematuria acompañada de síntomas y/o signos sugestivos de enfermedades sistémicas. En los pacientes diabéticos con proteinuria lentamente progresiva y otros datos sugerentes de microangiopatía diabética, la biopsia no se considera necesaria, salvo si se asocia a datos que sugieran una etiología diferente de la nefropatía diabética.

4. IRA: la biopsia renal está indicada en los siguientes casos:

• Presencia de proteinuria, hematuria macroscópica o alteraciones del sedimento que hagan sospechar un FRA de causa glomerular.

• Sospecha clínica de nefritis intersticial inmunoalérgica (relación cronológica con fármacos, rash cutáneo, eosinofilia, etc.).

• FRA de causa desconocida.

5. MAT y HTA maligna: la biopsia renal está indicada si existe deterioro agudo de la función renal, proteinuria/hematuria de diverso rango, y si la situación general lo permite.

Previamente a la biopsia, debe valorarse la morfología renal con ecografía (la biopsia estaría contraindicada en la mayoría de los pacientes con agenesia renal unilateral, malformaciones renales, riñones pequeños). Debe suspenderse cualquier tratamiento con anticoagulantes y antiagregantes plaquetarios con tiempo suficiente y realizar un estudio de coagulación completo previo. En pacientes de riesgo, como en los que presentan insuficiencia renal, puede ser necesario emplear medidas para la prevención del sangrado (por ejemplo, desmopresina intravenosa)150.

Recomendaciones para indicar una biopsia renal:

1. La indicación de biopsia renal debe ser individualizada, sopesando los riesgos y los beneficios. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

2. Las indicaciones de biopsia renal en pacientes con infección por el VIH son las mismas que para los pacientes no infectados. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

Las indicaciones de biopsia renal son las siguientes:

• Síndrome nefrótico (CPC >3g/g).

• Síndrome nefrítico.

• Alteraciones urinarias persistentes (CPC >1g/g que no responde a tratamiento con bloqueantes del sistema renina-angiotensina o si hay microhematuria persistente >25-50 hematíes/campo o brotes de hematuria).

• IRA con sospecha de origen glomerular, inmunoalérgico o desconocido.

• MAT y HTA maligna.

6.1. Criterios de derivación a Nefrología

La consulta a Nefrología debe considerarse como una colaboración para la adecuada interpretación y abordaje de los problemas renales, especialmente cuando son complejos o requieren actitudes diagnósticas o terapéuticas. Sus objetivos son el adecuado diagnóstico de los problemas renales, retrasar la progresión de la enfermedad renal terminal y reducir la morbimortalidad. La remisión o consulta a Nefrología se hará teniendo en cuenta el estadio de la ERC, su velocidad de progresión, el grado de proteinuria, la comorbilidad asociada y la situación funcional del paciente.

Desde el punto de vista práctico, se considerarán tres aspectos fundamentales para su remisión: FGe, proteinuria y otros motivos.

1. Según la proteinuria (CPC > 0,5g/g o CAC > 300mg/g): los pacientes con proteinuria asintomática moderada (CPC > 0,5g/g o su equivalente, superior a 0,5g/24 horas), proteinuria asintomática significativa (CPC entre 1-3g/g o su equivalente 1 a 3-3,5g/24 horas) y proteinuria nefrótica (CPC >3g/g o su equivalente >3-3,5g/24 horas), así como aquellos con CAC >300mg/g (o su equivalente, albuminuria superior a 300mg/24 horas) deberán ser remitidos a Nefrología.

2. Según el FGe: se remitirá a los pacientes con FGe < 45ml/min/1,73m2.

3. Otros motivos para remisión:

• Hematuria no urológica (>25-50 hematíes por campo), especialmente si se asocia a proteinuria.

• Deterioro agudo en la función renal (descenso del FGe > 25%) en dos controles consecutivos, una vez descartados factores exógenos (diarrea, vómitos, depleción por diuréticos en tratamiento con IECA, ARA II, inhibidores directos de la renina o AINE).

• Cualquier deterioro agudo renal con sospecha de GN o nefritis intersticial aguda.

• Pacientes que presenten progresión de deterioro de la función renal (> 5ml/min/1,73m2/año) sin causa explicable.

• ERC y HTA refractaria al tratamiento (>140/90mmHg) con tres fármacos en dosis plenas, uno de ellos diurético.

• Alteración en la concentración sérica de potasio (>5,5mEq/l o <3,5mEq/l sin recibir diuréticos).

• Anemia de origen renal: hemoblogina (Hb) <10,5g/dl con ERC a pesar de corregir ferropenia (índice de saturación de la transferrina [ISAT] >20% y ferritina >100ng/ml), una vez descartadas otras causas de anemia.

Recomendaciones para remitir al paciente a Nefrología:

Se recomienda remitir a Nefrología a aquellos pacientes con alguna de las siguientes alteraciones:

1. CPC >0,5g/g (>50mg/mmol), CAC >300mg/g (0,3g/g o 30mg/mmol).

2. FG < 45ml/min/1,73m2.

3. Hematuria (> 25-30 hematíes por campo) no urológica.

4. Deterioro agudo de la función renal o deterioro progresivo de etiología no aclarada.

5. ERC y HTA refractaria al tratamiento.

6. Alteraciones en la cifra de potasio (> 5,5mEq/l o < 3,5mEq/l) no recibiendo diuréticos.

7. Anemia de origen renal.

(Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

 

7. Manejo del paciente con enfermedad renal crónica

7.1. Actitud diagnóstica ante la sospecha de afectación renal en el paciente con infección por el VIH (deterioro renal, hematuria, proteinuria)

7.1.1. Definición de deterioro de la función renal

El deterioro de la función renal puede presentarse de forma aguda (IRA) o gradual, en cuyo caso hablaremos de progresión. Los criterios diagnósticos de IRA están claramente establecidos (ver sección 3.1.1); sin embargo, existe una importante controversia sobre los criterios de progresión de la ERC.

Para evaluar la progresión deben considerarse los valores tanto de FG como de proteinuria (o albuminuria), ya que ambas magnitudes están relacionadas con la velocidad de progresión hacia estadios más avanzados de ERC.

Se consideran criterios de progresión:

• El cambio hacia un estadio de ERC más grave acompañado de una disminución del FGe >25% respecto al valor basal.

• El descenso mantenido del FG >5ml/min/1,73m2/año32.

Debe tenerse en cuenta que pequeñas fluctuaciones del FG son frecuentes, no indican necesariamente progresión de la ERC y están relacionadas con la variabilidad tanto biológica como de los procedimientos de medida de la concentración sérica de creatinina. El descenso del FG (< 25%) que se produce como consecuencia de la depleción hidrosalina o de la administración de fármacos renoprotectores que afectan a la hemodinámica glomerular por bloqueo del sistema renina-angiotensina-aldosterona no debe considerarse como progresión. Asimismo, el cambio hacia una categoría superior de albuminuria o un aumento de más del 50% del CAC respecto al valor basal pueden ser indicadores de progresión151.

7.1.2. Actitud ante el deterioro de la función renal

Ante el hallazgo de una insuficiencia renal, debe definirse inicialmente la temporalidad del deterioro y valorarse la progresión. Para ello han de revisarse los valores de creatinina sérica anteriores y, en caso de no disponer de resultados previos, repetirse un control de la función renal en un plazo no mayor a cuatro semanas para valorar la progresión, regresión o estabilidad. Tras el hallazgo de insuficiencia renal deberá realizarse el diagnóstico etiológico, valorando si es de causa prerrenal, parenquimatosa u obstructiva mediante una adecuada anamnesis y exploración física, determinación de proteinuria (CPC), estudio del sedimento urinario (detección de hematuria, leucocituria, cilindruria) y la realización de un estudio ecográfico renal. La ecografía permite, además de descartar procesos obstructivos urinarios, valorar el tamaño y la ecoestructura renal. Unos riñones de tamaño reducido (habitualmente < 9cm de diámetro longitudinal) y sobre todo con reducción del grosor de la cortical renal (habitualmente < 1cm) e hiperecogenicidad de esta suelen indicar cronicidad, aunque el tamaño renal reducido no siempre está presente en los pacientes con infección por VIH y ERC. En la figura 2 se esquematiza el proceso que se ha de seguir ante un deterioro de la función renal.

7.1.3. Actitud ante la presencia de hematuria

Ante la presencia de hematuria se debe realizar una historia clínica orientada (antecedentes de infecciones urinarias o litiasis, disuria, tenesmo vesical, polaquiuria, nicturia, síntomas prostáticos, historia familiar de hematuria o litiasis), una exploración física completa, un análisis que incluya un hemograma, la concentración sérica de creatinina y estimación del FG, el estudio del sedimento urinario, urinocultivo, CPC en orina y una ecografía renal.

Los siguientes criterios harán sospechar una probable causa urológica: síntomas miccionales o prostáticos, presencia de coágulos, color rojo brillante en hematuria macroscópica, presencia de factores de riesgo para tumores urológicos (edad > 40 años, tabaquismo, tratamiento con ciclofosfamida, consumo de analgésicos, trabajo con materiales químicos o pintura) o una ecografía patológica. En estos casos se pueden solicitar citologías urinarias y se debe remitir al paciente a Urología, de forma urgente si la hematuria es macroscópica.

Nos harán sospechar una causa glomerular la ausencia de síntomas acompañantes, la presencia de proteinuria, HTA, insuficiencia renal, hematuria macroscópica de color oscuro (coluria), presencia de cilindros hemáticos, hematíes dismórficos o cilindros céreos en el sedimento o una ecografía renal normal. En estos casos se debe remitir al paciente a Nefrología, de forma urgente si la hematuria es macroscópica o si hay deterioro agudo de la función renal.

Algunos fármacos, especialmente la zidovudina (AZT) y en menor grado la d4T o la lamivudina (3TC), pueden incrementar el volumen corpuscular medio del hematíe (macrocitosis), de la misma forma que se ha detectado en pacientes coinfectados por el VHC152,153. Aunque no hay estudios específicos que hayan analizado el efecto de dichas alteraciones en los hematíes en orina en caso de que el paciente presente hematuria y, por otra parte, aunque la AZT no está en los esquemas terapéuticos actuales, estos cambios en el tamaño de los hematíes deberían tenerse en cuenta como una limitación en la interpretación del volumen corpuscular medio en orina en el caso de que se utilice esta prueba para el estudio de la hematuria.

En la figura 3 se esquematiza el proceso que se ha de seguir ante la presencia de hematuria macro o microscópica persistente.

7.1.4. Actitud ante la presencia de proteinuria (ver sección 7.2.2)

Recomendaciones si se detecta deterioro de la función renal o hematuria:

1. Ante todo empeoramiento de la función renal debe investigarse si se trata de un deterioro agudo o de un proceso crónico, observando la evolución de los resultados previos (de la concentración de creatinina sérica y de la estimación del FG, fundamentalmente). (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Fuerte).

2. Se consideran criterios de progresión:

• El cambio hacia un estadio de ERC más grave acompañado de una disminución del FGe > 25% respecto al valor basal.

• El descenso mantenido del FG > 5ml/min/1,73m2/año.

3. En pacientes con hematuria, debe realizarse el diagnóstico diferencial entre causas urológicas o glomerulares. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

7.2. Manejo de los factores de progresión de la enfermedad renal crónica, factores de riesgo cardiovascular y otras alteraciones renales presentes en pacientes con infección por VIH y enfermedad renal crónica

Se conoce que diversas variables, incluyendo un ClCr más elevado en el momento de la biopsia renal, una cifra de linfocitos CD4 más alta, una carga viral plasmática del VIH indetectable, la ausencia de coinfección por VHC y/o de viremia por VHC, el uso de IECA o de ARA II y el TARV, son factores que se han asociado con un mejor pronóstico renal y/o una mayor supervivencia en pacientes con infección por el VIH diagnosticados de ERC mediante biopsia67,70,80,154.

Existe menos información sobre los factores que favorecen la progresión a enfermedad renal terminal. Recientemente se ha publicado un estudio de la cohorte de veteranos de Estados Unidos en el que se analizó una base de datos de 22.156 pacientes sin enfermedad renal preexistente. La incidencia de enfermedad renal terminal fue de 3 casos/1000 personas-año. Los factores de riesgo en este estudio fueron los ya conocidos: HTA, DM, ECV, CD4 < 200 células/ml, carga viral del VIH ≥30000 copias/ml, coinfección por VHC e hipoalbuminemia. Además, en este análisis, la combinación de un FGe bajo con una proteinuria elevada se asoció con una mayor tasa de enfermedad renal terminal, que llegó a ser de 193 eventos/1000 personas-año para pacientes con proteinuria ≥ 300mg/dl y FGe < 30ml/min/1,73m2. Estos datos no son necesariamente extrapolables a otras poblaciones ni a mujeres, pero ponen de manifiesto la importancia de combinar el grado de proteinuria con el FG para estratificar el riesgo de desarrollar enfermedad renal terminal155.

En la tabla 7 se muestran los factores y variables que pueden influir en la progresión de la ERC en la población general y que podrían operar del mismo modo en los pacientes con infección por el VIH, así como las medidas de tratamiento nefroprotector y de prevención cardiovascular recomendadas.

Se debe enfatizar la importancia del control de la proteinuria y de la HTA156,157 e insistir en la prevención y el tratamiento precoz de los episodios de deterioro agudo de la función renal (por depleción de volumen u otros) y de la nefrotoxicidad, evitando en lo posible la utilización de sustancias nefrotóxicas (AINE, contrastes yodados, etc.), ajustando la dosis de los fármacos a la función renal, verificando con frecuencia las variaciones del FG cuando se utilizan medicamentos de riesgo y utilizando medidas profilácticas del FRA (por ejemplo, administración de suero fisiológico cuando se administren contrastes yodados). A continuación se describe la actitud ante la presencia de estos factores de progresión renal y RCV en pacientes con infección por el VIH.

7.2.1. Riesgo cardiovascular

Las ECV son una de las principales causas de muerte no relacionada con la infección por el VIH158. En estos pacientes existe un incremento del RCV asociado con factores como la respuesta inflamatoria crónica a la infección por el VIH y con efectos secundarios metabólicos de la medicación antirretroviral (resistencia a la insulina, dislipemia, alteración en la distribución de la grasa y HTA)159. Igual que ocurre en la población general, los pacientes con infección por el VIH muestran un incremento en la expectativa de vida, lo que hace que presenten una mayor prevalencia de factores de RCV como la HTA y la DM160. El diagnóstico precoz, el tratamiento y la prevención de las ECV se han convertido en una de las prioridades en la atención a los individuos con infección por el VIH.

Se recomienda realizar una evaluación del RCV en la visita basal y al menos una vez al año. Esta evaluación incluirá:

• Antecedentes de factores de RCV (cardiopatía isquémica, dislipemia, HTA, DM, tabaquismo, vasculopatía periférica) y estratificación del riesgo (Framingham).

• Datos antropométricos (peso, talla, PA, índice de masa corporal, perímetro de cintura y cadera y signos clínicos de lipodistrofia).

• Datos analíticos: estudio lipídico (concentración en suero de colesterol, triglicéridos, colesterol asociado a lipoproteínas de alta densidad [c-HDL] y colesterol asociado a lipoproteínas de baja densidad [c-LDL]), glucemia y función renal (concentración sérica de creatinina y FGe).

El paciente con ERC presenta un RCV muy elevado. Por ello los objetivos que hay que conseguir en algunos factores de riesgo son más estrictos que en la población general.

Recomendaciones de la sección 7.2.1:

1. Los pacientes con ERC se consideran como de muy alto RCV. Se recomienda realizar una evaluación del RCV en la visita basal y al menos una vez al año. (Recomendación basada en el consenso).

2. Se realizará un tratamiento global de todos los factores de RCV. (Recomendación basada en el consenso).

3. En pacientes diabéticos se debe de vigilar la aparición de albuminuria, como marcador precoz de nefropatía diabética y de HTA. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

7.2.2. Proteinuria

Definiremos proteinuria asintomática moderada como aquella con un CPC de 0,15-1g/g (o su equivalente 0,15-1g/24 horas); proteinuria asintomática significativa con un CPC de 1-3g/g (o su equivalente: entre 1 y 3-3,5g/24 horas), siempre que no se acompañe de edema o las características bioquímicas del síndrome nefrótico (hipoalbuminemia, hiperlipidemia); y, finalmente, proteinuria nefrótica si el CPC es superior a 3-3,5g/g (o su equivalente > 3-3,5g/24 horas) y va acompañada de edema o hipoalbuminemia, hipoproteinemia o hipercolesterolemia.

Se recomienda la remisión a Nefrología de los pacientes con un CPC superior a 0,5g/g o los pacientes con un CAC superior a 300mg/g.

La actitud que se ha de seguir en pacientes con proteinuria se muestra en la figura 4. El contexto clínico y los marcadores asociados pueden orientar sobre su origen. Cuando la proteinuria es intensa y/o existen alteraciones en el sedimento (sobre todo microhematurria y cilindros hemáticos), la causa más probable es una glomerulopatía. Por el contrario, cuando la proteinuria no es intensa y se acompaña de alteraciones de la función tubular, lo más probable es que se trate de una tubulopatía. En presencia de inmunodepresión severa con o sin síndrome nefrótico, microhematuria y disminución del FG, debe sospecharse una NAVIH o nefropatía por inmunocomplejos (tabla 4). Cuando existe DM y/o HTA, lo más probable es que la proteinuria sea secundaria a nefropatía diabética o a nefroangioesclerosis. En presencia de coinfección por VHB/VHC, la principal consideración debe ser una GN membranosa o membranoproliferativa.

La cuantía de la proteinuria es un factor decisivo para la progresión de cualquier nefropatía, incluidas las asociadas a la infección por el VIH. Se ha demostrado que la reducción de la proteinuria con bloqueo del sistema renina-angiotensina-aldosterona enlentece significativamente dicha progresión. El objetivo general es conseguir un CPC < 0,5g/g (o su equivalente, proteinuria < 0,5-1g/24 horas) y, en casos de difícil respuesta a las medidas antiproteinúricas, un CPC < 1g/g (o su equivalente, proteinuria < 1g/24 horas), o al menos <50-75% del valor basal. En el síndrome nefrótico, la consecución de una remisión parcial (CPC < 3-3,5g/g o proteinuria inferior a 3-3,5g/24 horas) puede considerarse un objetivo satisfactorio. Las medidas terapéuticas antiproteinúricas son las siguientes: IECA o ARAII (incrementando dosis paulatinamente en busca de los objetivos de proteinuria y de PA); valorar la introducción de un antialdosterónico (espironolactona, eplerenona) en casos de pobre respuesta a IECA/ARAII (en pacientes con función renal conservada y sin hiperpotasemia); control adecuado de las cifras de PA (< 130/80mmHg) con el uso concomitante de otros hipotensores si es necesario; reducción de peso (dietas hipocalóricas, ejercicio físico) en pacientes obesos y dieta hiposódica y con moderada restricción proteica. Eplerenona puede aumentar su área bajo la curva potenciándose su efecto cuando se administra con inhibidores potentes del CYP34A (como RTV o nelfinavir [NFV]). Con espironolactona no se presenta dicha interacción.

Recomendaciones para la evaluación y el tratamiento de la proteinuria. Sección 7.2.2:

1. Sea cual sea la causa de la proteinuria, el manejo de los pacientes debe incluir la retirada de los fármacos nefrotóxicos, el control de la HTA y la DM (si existieran) y, en todo caso, si la proteinuria es intensa, tratamiento con bloqueantes del sistema renina-angiotensina-aldosterona (IECA o ARAII). (Calidad de la evidencia: basada en el consenso).

2. Cuando la proteinuria es > 1g/24 horas o se acompaña de microhematuria o de FG < 60ml/min/1,73m2, debe ampliarse el estudio para identificar la causa. (Calidad de la evidencia: basada en el consenso).

3. El tratamiento antiproteinúrico se basará principalmente (salvo contraindicaciones o intolerancia) en el bloqueo del sistema renina-angiotensina-aldosterona, (con IECA, ARAII o diuréticos antialdosterónicos, incrementando la dosis paulatinamente en busca de los objetivos de proteinuria y de PA ) monitorización frecuente y vigilando la función renal y la concentración de potasio sérico. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

4. En pacientes con proteinuria el objetivo terapéutico es conseguir un CPC < 0,5g/g (o 50mg/mmol) y en casos de difícil respuesta a las medidas antiproteinúricas un CPC < 1g/g (o 100mg/mmol) o al menos una reducción del CPC > 50-75% del valor basal. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Fuerte).

5. En pacientes con síndrome nefrótico, la consecución de una remisión parcial (CPC inferior a 3-3,5g/g o 3-3,5g/24 horas) puede considerarse un objetivo satisfactorio. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Débil).

6. Cuando se sospeche una NAVIH, se recomienda iniciar TARV. Si no hay mejoría de las alteraciones renales en el plazo de dos o tres meses y/o se consideran otros diagnósticos, debe realizarse una biopsia renal. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

7.2.3. Hipertensión arterial

La HTA está presente en el 80-90% de los pacientes con ERC, especialmente en estadios avanzados de disfunción renal. En grandes cohortes de pacientes, como en la Swiss HIV Cohort Study, la prevalencia de HTA en la población con infección por el VIH es del 25%, presentando en un elevado porcentaje un insuficiente control de la PA161. En un análisis transversal, el 55% de los pacientes con VIH y ERC eran hipertensos y el 20% diabéticos31. Por ello la presión arterial debe monitorizarse periódicamente en los pacientes con infección por VIH, y especialmente si presentan además ERC. La toma de presión arterial, en la consulta, o la automedida de la presión arterial, en domicilio.

Los resultados del control de la PA sobre la progresión de la insuficiencia renal son contradictorios. Sin embargo, el control de la PA es un objetivo terapéutico, ya que disminuye significativamente la mortalidad y el número de eventos de causa cardiovascular y contribuye a una reducción de la proteinuria. Los objetivos son cifras de PA < 140/90mmHg en pacientes sin albuminuria/proteinuria (CAC < 30mg/g o CPC < 0,1g/g) y menor de 130/80mmHg en los casos con albuminuria (CAC > 30mg/g o CPC > 0,1g/g) (ver sección 7.2.2). El tratamiento antihipertensivo se adaptará a las características individuales de cada caso, aunque, teniendo en cuenta lo dicho previamente, el bloqueo del sistema renina-angiotensina-aldosterona constituirá su base fundamental, particularmente en los casos con albuminuria/proteinuria. Si se utilizan antagonistas del calcio, deben controlarse previamente las posibles interacciones farmacocinéticas con los fármacos antirretrovirales (ver sección 7.2.3.3.5).

Aunque no hay estudios prospectivos que hayan evaluado el papel de estos tratamientos en la ERC de pacientes con infección por VIH, se considera que podrían obtenerse los mismos beneficios que en la población sin infección por VIH. Por ello, las recomendaciones se basarán en las mismas que para los pacientes con ERC sin infección por el VIH162-164.

7.2.3.1. Cifras objetivo de presión arterial

Aunque existe controversia acerca de las cifras objetivo de PA en pacientes con ERC en las distintas guías, especialmente por falta de ensayos clínicos, en pacientes con ERC los niveles objetivos son más reducidos que en la población general162:

• Los pacientes con CAC < 30mg/g (o su equivalente: CPC < 0,1g/g o albuminuria < 30mg/24 horas) en los que se detecten cifras de PA > 140/90mmHg deben recibir tratamiento para conseguir cifras objetivo de presión arterial sistólica (PAS) ≤ 140mmHg y presión arterial diastólica (PAD) ≤ 90mmHg.

• Los pacientes con CAC > 30mg/g (o su equivalente CPC > 0,1g/g o albuminuria > 30mg/24 horas) en los que se detecten cifras de PA > 130/80mmHg deben recibir tratamiento para conseguir cifras objetivo de PAS ≤ 130mmHg y PAD ≤ 80mmHg, ya que la presencia de albuminuria es un indicador de progresión renal.

7.2.3.2. Tratamiento no farmacológico

El tratamiento de la HTA en pacientes con ERC e infección por el VIH debe incluir medidas no farmacológicas (dieta hiposódica, ingesta < 6g de sal al día), evitar el sobrepeso, evitar el tabaquismo, restricción de la ingesta de alcohol (no más de dos bebidas estándar al día en varones y una en mujeres) y practicar ejercicio físico aeróbico (30 minutos, cinco veces a la semana).

7.2.3.3. Tratamiento farmacológico

El tratamiento antihipertensivo en pacientes con infección por el VIH se individualizará con base en la presencia de albuminuria/proteinuria, las comorbilidades, el efecto sobre algunos parámetros metabólicos y las medicaciones concomitantes que pudieran favorecer la presencia de interacciones. En la tabla 11 se enumeran los grupos de antihipertensivos con sus posibles interacciones con TARV y el ajuste para la función renal.

Tanto en ensayos clínicos como en la práctica clínica diaria, los pacientes con ERC y disminución del FG suelen requerir una media de 2-3 fármacos para el control de la HTA.

7.2.3.3.1. Grupo farmacológico que se ha de utilizar según la presencia de albuminuria/proteinuria

• En pacientes con CAC < 30mg/g (o su equivalente, CPC < 0,1g/g o albuminuria < 30mg en orina de 24 horas), no hay evidencia que apoye el uso de uno u otro grupo farmacológico.

• En pacientes con CAC > 30mg/g (o su equivalente: CPC > 0,1g/g o albuminuria > 30mg en orina de 24 horas), el tratamiento antihipertensivo debe iniciarse con bloqueadores del sistema renina-angiotensina-aldosterona (IECA o ARAII), cuando las cifras de PA lo indiquen.

• En pacientes con CAC > 300mg/g (o su equivalente CPC > 0,3g/g o proteinuria > 300mg/24 horas), se utilizarán IECA o ARAII en dosis progresiva para lograr una PA ≤ 130/80mmHg.

7.2.3.3.2. Inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina o antagonistas de los receptores de angiotensina II en el tratamiento de la hipertensión arterial

Los IECA o los ARAII son los fármacos de primera elección en el caso de que el paciente presente albuminuria/proteinuria, por su efecto en la reducción de esta162. Por otra parte, su excelente tolerancia, su efecto beneficioso en el perfil metabólico y la práctica ausencia de interacciones con el TARV hacen de ellos los fármacos que se han de considerar en primer lugar en el paciente con infección por VIH. No se recomienda la combinación de IECA y ARAII en el tratamiento de la HTA, por asociarse a un mayor riesgo de hiperkalemia y deterioro renal, especialmente en pacientes ateromatosos, tanto en diabéticos157 como en no diabéticos32,165,166.

7.2.3.3.3. Precauciones en pacientes que reciben inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina o antagonistas de los receptores de angiotensina II

No obstante, y a pesar de ser los fármacos de elección, han de tenerse en cuenta algunas precauciones, especialmente relacionadas con el deterioro renal y la hiperkalemia en pacientes con factores de riesgo para su desarrollo32.

Deterioro renal: la administración de IECA o ARAII produce una vasodilatación de ambas arteriolas glomerulares aferente y eferente, más acusada en la eferente, induciendo como consecuencia una disminución de la presión intraglomerular y consiguientemente en la albuminuria/proteinuria167. Este efecto puede producir en algunos casos una disminución del FG y un aumento de la concentración de creatinina, especialmente si se combinan con diuréticos en altas dosis, AINE, en situación de insuficiencia cardíaca congestiva o en insuficiencia renal avanzada. Si esta disminución del FG o el incremento en la creatinina es menor del 25%, se considera atribuible a dicho mecanismo renoprotector cuando se produce tras inicio de fármacos que bloquean el sistema renina-angiotensina. Descensos en el FG o incrementos en la creatinina sérica superiores al 25%, y especialmente si son superiores al 30%, indican que puede haber una enfermedad ateromatosa de ambas arterias renales (estenosis), siempre que se hayan descartado factores funcionales (diarrea, vómitos, depleción por diuréticos) (ver sección 3.1.1). Incluso aunque se produzca este deterioro renal, una vez se corrijan los factores funcionales puede volver a reintroducirse el IECA o ARAII siempre que no se presente de nuevo dicho deterioro y se haya descartado estenosis bilateral de la arteria renal. La administración de IECA o ARAII se realizará con precaución si el FG es < 30ml/min/1,73m2, por el mayor riesgo de deterioro renal e hiperkalemia

Hiperkalemia: la administración de IECA o ARA II, y especialmente la combinación de ambos, o con AINE o diuréticos ahorradores de potasio puede producir hiperkalemia. No se recomiendan las anteriores combinaciones, y es preferible evitar su administración con cifras de potasio sérico > 5mEq/l.

7.2.3.3.4. Diuréticos

Como la retención de sal es un factor importante en la patogenia de la HTA en la ERC, será un grupo farmacológico que se habrá de utilizar. En los diuréticos podemos distinguir tres grupos: diureticos tiacídicos (hidroclorotiacida, clortalidona y diuréticos tiacidas-like como la indapamida), diuréticos de asa (furosemida, torasemida) y diuréticos distales (espironolactona, eplerenona). Los diuréticos tiacídicos tienen un efecto negativo sobre el metabolismo de la glucosa y pueden agravar la hiperglucemia y algunas características del síndrome metabólico, especialmente cuando se asocian a betabloqueantes. Por el contrario, tienen efecto beneficioso sobre la osteoporosis al aumentar la reabsorción renal de calcio, incrementando la densidad mineral y disminuyendo la incidencia de fracturas. En pacientes con FG < 30ml/min/1,73m2, producen un menor efecto natriurético, por lo que se recomienda que en estos pacientes se utilicen diuréticos de asa (furosemida, torasemida o bumetanida)162. Los diuréticos de asa no tienen efecto sobre la reabsorción de calcio. Se debe evitar la administración de diuréticos ahorradores de potasio (espironolactona, eplerenona, amilorida/triamtereno) en pacientes con FG < 30ml/min/1,73m2 por el riesgo de hiperkalemia162. Pueden tener indicación como antiproteinúricos, pero con FG > 45ml/min/1,73m2. Ninguno de ellos produce interacciones significativas con antirretrovirales, salvo la eplerenona, cuyo efecto puede ser potenciado cuando se administra con inhibidores potentes del CYP34A (como RTV o NFV).

7.2.3.3.5. Antagonistas de los canales del calcio

Se metabolizan por el CYP34A y, por lo tanto, presentan potencial interacción con los IP y los inhibidores de la transcriptasa inversa no análogos de nucleósidos (ITINAN). La interacción con los IP produce un incremento en la respuesta de los antagonistas de los canales del calcio (cefalea, hipotensión, edema periférico y taquicardia); en cambio, con los ITIAN, se produce una menor respuesta antihipertensiva debido a interacción con los mismos. Se ha descrito con todos los antagonistas de los canales del calcio (amlodipino, nifedipino, felodipino, diltiazem y verapamilo) cuando se combinaron con IP. En algunos casos se ha descrito interacción grave168,169. LPV/ritonavir (LPV/r) puede incrementar el área bajo la curva de nifedipino en más del 90%, IDV/ritonavir en un 89% y ATV potenciado con RTV aumenta el área bajo la curva de diltiazem en un 125%170. Por ello, si se requiere utilizar antagonistas de los canales del calcio junto con IP, se recomienda iniciarlos en una dosis baja, observando la posibilidad de exceso de efecto antihipertensivo, y con monitorización de la frecuencia cardíaca en el caso del diltiazem. Por el contrario, la administración de ITINAN (efavirenz [EFV] o nevirapina [NVP]) disminuye el área bajo la curva de los antagonistas del calcio, especialmente diltiazem. Por ello en estos casos se aumentará a la dosis máxima según la respuesta clínica170. No se han descrito interacciones con los inhibidores de la integrasa (InInt), raltegravir (RAL) y DTG.

7.2.3.3.6. Betabloqueantes

Algunos betabloqueantes (atenolol) tienen una eliminación fundamentalmente renal (> 85%), por lo que requieren un ajuste de dosis en pacientes con disminución del FG. No es preciso el ajuste por insuficiencia renal en el resto de los betabloqueantes. Estos fármacos tienen un efecto negativo sobre el perfil lipídico y el metabolismo de la glucosa, especialmente si se asocian a diuréticos tiacídicos. Por otra parte, algunos IP deben utilizarse con precaución o no utilizarse en pacientes con infección por VIH, ya que interaccionan y producen hipotensión y bloqueos de la conducción auriculoventricular por un aumento leve en los niveles sanguíneos de betabloqueantes, especialmente metoprolol y propranolol. En caso de necesidad de administración de estos fármacos, se recomienda la monitorización de la frecuencia cardíaca y de los posibles efectos secundarios. No se han descrito interacciones significativas de antirretrovirales y otros betabloqueantes170.

7.2.3.3.7. Otros

En pacientes con HTA no controlada con los fármacos previos, pueden utilizarse alfabloqueantes (doxazosina), agonistas alfaadrenérgicos (metildopa, clonidina o moxonidina) o vasodilatadores directos (hidralacina). La experiencia con estos fármacos en pacientes con infección por VIH es menor.

Recomendaciones en el manejo de la hipertensión arterial:

1. Las medidas no farmacológicas en el tratamiento de la HTA son las mismas que en la población general: restricción de sal (< 6g/día), control del exceso de peso, ejercicio físico (al menos caminar a paso vivo 30-45 minutos cuatro días por semana). (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Débil).

2. El objetivo del tratamiento antihipertensivo dependerá de la presencia o no de albuminuria/proteinuria. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

3. En pacientes con CAC < 30mg/g (o su equivalente: CPC < 0,1g/g) el objetivo de PA será < 140/90mmHg. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

4. En pacientes con CAC > 30mg/g (o su equivalente: CPC > 0,1g/g), el objetivo de PA será < 130/80mmHg. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Débil).

5. En presencia de albuminuria/proteinuria el tratamiento antihipertensivo debe iniciarse con bloqueadores del sistema renina-angiotensina-aldosterona (IECA o ARAII), cuando las cifras de PA lo indiquen. En pacientes con CAC < 30mg/g (o su equivalente: CPC < 0,1g/g), no hay evidencia que apoye el uso de uno u otro grupo farmacológico. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

6. Los antagonistas de los canales del calcio deberán utilizarse con precaución en pacientes que reciben IP del VIH (aumentan su efecto antihipertensivo) y los ITINAN (disminuyen su efecto antihipertensivo), debido a la posibilidad de interacción medicamentosa. Si se requiere administrar antagonistas de los canales del calcio, se recomiendan pautas basadas en RAL/DTG. (Recomendación basada en el consenso).

El tratamiento de la HTA deberá seguir los siguientes escalones:

• Primer escalón: IECA o ARAII.

• Segundo escalón: diurético:

- Diurético tiazídico en dosis bajas o medias (equivalentes a 12,5-25mg de hidroclorotiazida) con función renal leve o moderadamente alterada (hasta concentración sérica de creatinina 2,0mg/dl o FG > 30 ml/min/1,73m2).

- Diurético de asa con insuficiencia renal moderada-avanzada (FG < 30ml/min/1,73m2).

• Tercer escalón: beta-bloqueantes (evitar antagonistas del calcio si el paciente recibe tratamiento con IP).

7.2.4. Tabaquismo

Algunas investigaciones sugieren que fumar puede favorecer la progresión de la ERC, que los fumadores importantes tienen un mayor riesgo de enfermedad renal y que el abandono del tabaquismo puede asociarse con una reducción de la tasa de progresión del fallo renal171, motivo por el que se ha recomendado evitar el consumo de tabaco en pacientes con ERC.

7.2.5. Obesidad

La influencia de la obesidad (índice de masa corporal > 30kg/m2) e incluso del sobrepeso (índice de masa corporal > 25kg/m2) sobre la progresión a la insuficiencia renal terminal de diversas nefropatías se ha comprobado en varios estudios172,173. La obesidad, por sí misma, es una causa reconocida de enfermedad renal (glomerulopatía asociada a obesidad) y es la causa de la DM. El tratamiento consistirá en dieta hipocalórica.

7.2.6. Acidosis metabólica

En estudios prospectivos controlados se ha observado que el tratamiento con bicarbonato enlentece la progresión de pacientes con ERC y acidosis metabólica asociada174. Aunque aún no está claro el objetivo terapéutico en cuanto a niveles de pH y bicarbonato sérico, se debe vigilar la presencia de acidosis metabólica en pacientes con enfermedad renal.

7.2.7. Hiperuricemia

Investigaciones recientes sugieren que el tratamiento con alopurinol induce una mejoría en la progresión del daño renal, una reducción en los valores de PA y una disminución de eventos cardiovasculares. Aunque se necesitan estudios más amplios que corroboren estos hallazgos y fijen objetivos terapéuticos en relación con la concentración de ácido úrico, se recomienda vigilar estos valores y pautar medidas dietéticas (dieta pobre en purinas) y farmacológicas (alopurinol) en los casos resistentes, cuando existe gota úrica y probablemente cuando la concentración sérica de ácido úrico es muy elevada (> 9-10mg/dl)175. Aunque no existe experiencia en pacientes con infección por el VIH, en aquellos con ERC no infectados por el VIH la administración de febuxostat ha demostrado una eficacia superior y una seguridad similar a la de alopurinol en la hiperuricemia sintomática e insuficiencia renal leve o moderada151. No obstante, y dado que el febuxostat tiene metabolismo hepático mediante el CYP450 y la glucoronoconjugación pudiera existir una potencial interacción farmacocinética con algunos fármacos antirretrovirales.

7.2.8. Episodios de fracaso renal agudo

Los pacientes que hayan sufrido un episodio de FRA, de cualquier etiología, tienen un riesgo más elevado de desarrollar ERC. Por tanto, se debe vigilar la función renal de estos casos de forma mas frecuente durante al menos dos años después del FRA, aunque la resolución del FRA haya sido satisfactoria.

7.2.9. Raza

Estudios recientes han demostrado la relación entre mutaciones genéticas en el gen APOL 1 y la predisposición de los pacientes de raza negra a sufrir glomeruloesclerosis focal, HTA de difícil control y NAVIH176. El seguimiento y el control de posibles anomalías renales en pacientes con infección VIH de raza negra deben ser estrechos.

7.2.10. Restricción proteica

Aunque diversos estudios han mostrado la utilidad de la restricción proteica para retrasar la progresión de la ERC177, la dificultad del cumplimiento, el riesgo de malnutrición y los modestos beneficios esperados de esta medida hacen que su papel en pacientes sin infección por el VIH sea cuestionable y, en todo caso, restringido a pacientes con ERC moderada o grave bajo estricta supervisión dietética.

7.2.11. Coinfección por el virus de la hepatitis C (ver sección 8)

Recomendaciones en el abordaje de otros factores de riesgo (obesidad, tabaquismo, otros):

1. Se recomienda la prevención y el tratamiento de la obesidad y el sobrepeso, dada su asociación reconocida sobre la progresión de la insuficiencia renal. (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Fuerte).

2. El abandono del tabaquismo debe ser un objetivo prioritario, dado que, además de su influencia sobre multitud de complicaciones, influye sobre la progresión de la insuficiencia renal. (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Fuerte).

3. Se recomienda vigilar la presencia de acidosis metabólica y, en caso de ser grave y progresiva, iniciar tratamiento con bicarbonato oral, tal y como se hace en los pacientes no infectados. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

4. Se recomienda vigilar la concentración sérica de ácido úrico, pautando medidas dietéticas en los casos de hiperuricemia moderada y añadiendo fármacos hipouricemiantes en casos resistentes o con concentraciones de urato muy elevadas. (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Débil).

7.3. Manejo de la dislipemia en el paciente con enfermedad renal crónica e infección por el VIH

Los pacientes con infección por el VIH presentan muy frecuentemente alteraciones metabólicas lipídicas que contribuyen a aumentar su RCV. Estas alteraciones son la hipertrigliceridemia y la reducción del c-HDL178.

7.3.1. Patrón lipídico en la enfermedad renal crónica

La ERC se asocia a alteraciones cuantitativas y cualitativas en el patrón lipídico que se acentúan a medida que lo hace la grave de la enfermedad. El patrón lipídico típico consiste en una elevación de la concentración de triglicéridos con descenso de la de c-HDL, mientras que el aumento de la concentración del colesterol total y del c-LDL es menos marcado en los estadios 1 y 2. Existe un predominio de partículas c-LDL pequeñas y densas, lo que ocasiona un mayor riesgo aterotrombótico. La dislipemia de la ERC presenta características similares a la del paciente con infección por el VIH, por lo que los pacientes con infección por el VIH que desarrollen ERC probablemente presenten una dislipemia más acusada que en el caso de cada una de las patologías por separado. Ante la presencia de dislipemia en pacientes con ERC es importante descartar causas secundarias (síndrome nefrótico, hipotiroidismo, DM, enfermedad hepática, etilismo y algunos fármacos) (tabla 12).

 

 

El control de la dislipemia asociada a la enfermedad renal es un objetivo terapéutico debido a su probado efecto protector sobre las complicaciones cardiovasculares. Los objetivos serán los marcados por las guías para pacientes con RCV elevado179.

7.3.2. Evidencias del beneficio de tratar la dislipemia en la enfermedad renal crónica

Datos obtenidos de análisis post hoc apoyan la capacidad de las estatinas de reducir las complicaciones cardiovasculares en pacientes con estadios de ERC 2 y 3180. Dados los resultados obtenidos en los ensayos clínicos181-183, no se recomienda iniciar tratamiento con estatinas en pacientes en diálisis179, por considerarlo un inicio tardío. En cambio, los resultados del estudio SHARP mostraron una reducción del 17% en los eventos cardiovasculares en los sujetos con ERC en estadios 3, 4 y 5 tratados con simvastatina-ezetimiba frente a placebo. Esta reducción no se observó en los pacientes en diálisis183.

7.3.3. Objetivos terapéuticos

La National Kidney Foundation Kidney/Disease Outcomes Quality Initiative (K/DOQI) publicó en 2003 unas guías de consenso para manejar la dislipemia en pacientes con insuficiencia renal, recientemente revisadas184. Este grupo de trabajo concluye que en los pacientes con ERC deben adoptarse las intervenciones recomendadas por el comité de expertos del National Cholesterol Education Program (NCEP ATP-III), ya que se espera que reduzcan el riesgo de ECV de origen arterioesclerótico de forma similar que en la población general. El riesgo de eventos cardiovasculares a 10 años en pacientes con ERC es al menos de un 20%, por lo que se recomienda aplicar los objetivos del NCEP ATP-III más exigentes en cuanto a la reducción de lípidos. Las últimas guías de la Sociedad Europea de Arterioesclerosis y la Sociedad Europea de Cardiología consideran a los pacientes con infección por VIH como pacientes con alto RCV, y teóricamente la concentración de c-LDL que se habría de conseguir sería 100mg/dl (2,5mmol/l). No obstante, las mismas guías consideran que la presencia de ERC con FG < 60ml/min/1,73m2 clasifica al sujeto como de muy alto RCV, sin requerir aplicar escalas de riesgo, y aconseja objetivos terapéuticos todavía más agresivos179.

7.3.3.1. Objetivo terapéutico para el colesterol asociado a lipoproteínas de baja densidad

Se aconseja la reducción del c-LDL como objetivo primario. La ERC es un equivalente de RCV similar a la cardiopatía isquémica y el objetivo que se ha de conseguir en pacientes con FG < 60ml/min/1,73m2 para c-LDL es < 70mg/dl (< 1,8mmol/l) o una reducción del 50% si el objetivo previo no es alcanzable179. El fármaco de elección son las estatinas, solas o asociadas a ezetimiba.

No obstante, recientemente las guías KDIGO para el tratamiento de la dislipemia en la ERC recomiendan el tratamiento con estatinas a todos los adultos >50 años, independientemente de los niveles de c-LDL. Basado en el estudio SHARP y en análisis post hoc de ensayos clínicos con estatinas frente a placebo estudiando los pacientes con ERC, establecen una estrategia de «tratar el RCV» sin considerar objetivos de c-LDL. De la misma forma, no recomiendan iniciar tratamiento con estatinas en pacientes con ERC en estadio 5 en diálisis185.

Ante la ausencia de guías específicas para el tratamiento de la dislipemia, siempre se ha aconsejado seguir las guías para pacientes con ERC no infectados por el VIH, por lo que las recomendaciones estarán basadas en las guías de la Sociedad Europea de Arterioesclerosis y la Sociedad Europea de Cardiología179, ya que las muy recientemente publicadas guías KDIGO pueden ser motivo de controversia y es conveniente esperar para conocer su impacto en las sociedades científicas y en las recomendaciones para pacientes con ERC.

7.3.3.2. Objetivo terapéutico en hipertrigliceridemia

En adultos con ERC en cualquier estadio que presenten hipertrigliceridemia, una vez descartadas causas secundarias, se recomiendan cambios en el estilo de vida (dieta, actividad física y abstinencia en la ingesta de alcohol). Se aconseja tratamiento farmacológico de la hipertrigliceridemia con fibratos si la concentración de triglicéridos es > 500mg/dl (> 5,6mmol/l) con el fin de prevenir la aparición de pancreatitis179. Aunque en la población general es deseable un nivel de triglicéridos ≤ 150mg/dl (< 1,7mmol/l), se aconseja iniciar tratamiento farmacológico para disminuir los triglicéridos en pacientes de alto riesgo con cifras de triglicéridos > 200mg/dl (> 2,26mmol/l) cuando la modificación del estilo de vida no haya sido eficaz. No obstante, no existe evidencia de que el tratamiento con fibratos se asocie a mejoría en el RCV en pacientes con ERC, y en cambio sí se relaciona con una mayor frecuencia de efectos adversos, especialmente si se asocian a estatinas. Por ello, no se recomienda el tratamiento con fibratos en pacientes con ERC, a no ser que la cifra sea superior a 800-1000mg/dl179,185.

7.3.4. Fármacos hipolipemiantes y enfermedad renal crónica

Estatinas: se consideran de elección los fármacos de eliminación fundamentalmente hepática (atorvastatina y pitavastatina). Las estatinas metabolizadas vía CYP3A4 (atorvastatina, lovastatina, simvastatina) o CYP2C9 (rosuvastatina) pueden aumentar los efectos secundarios por potenciar las interacciones farmacológicas, cuando se administran con determinados fármacos inductores o inhibidores. La dosis máxima de rosuvastatina en el ERC es 10mg/día. Excepto la pravastatina, todas las estatinas se metabolizan por el complejo enzimático del citocromo P450 (CYP), especialmente la isoenzima CYP3A4, por la que se metabolizan la atorvastatina, la lovastatina y la simvastatina, lo que puede dar lugar a una serie de interacciones con otras medicaciones que se usan habitualmente en estos pacientes (ciclosporina, tacrolimus, antifúngicos azólicos, macrólidos, fibratos, derivados del ácido nicotínico, IP y anticoagulantes orales). La fluvastatina, en cambio, se metaboliza por la vía del CYP2C9 y las interacciones son menores, aunque es necesario ajustar su dosis cuando se administran con ITINAN. Pitavastatina tiene un metabolismo hepático por una vía diferente a la del CYP450, por lo que es especialmente útil en el trasplante renal por la ausencia de interacciones con los inmunosupresores y los antirretrovirales. Por todo ello, la elección de estatinas en pacientes con ERC e infección por VIH estará en función su metabolización (CYP3A4 CYP2C9), interacción con cada antirretroviral, y grado de insuficiencia renal y dosis máxima de cada estatina. En resumen, serían recomendables la pitavastatina, la atorvastatina, la pravastatina y la rosuvastatina, ajustadas al grado de insuficiencia renal (tabla 13).

Ezetimiba: se ha demostrado su eficacia junto con simvastatina en pacientes con ERC en el estudio SHARP183. No se requiere ajuste de dosis en insuficiencia renal (tabla 13).

Fibratos: en el caso de utilizar fibratos, el fármaco de elección es el gemfibrozilo en dosis de 600mg/día siempre que no se asocie a estatinas, en cuyo caso el riesgo de miopatía se incrementa en más de cinco veces, y es mayor en caso de ERC. La asociación con estatinas puede provocar FRA por rabdomiólisis. En caso de requerirse la asociación, debe utilizarse fenofibrato y realizarse una estrecha monitorización. No se recomienda en pacientes con FG < 50 ml/min/1,73m2 (tabla 13).

Los fibratos aumentan la concentración de creatinina de forma reversible tras su retirada. En el caso de fenofibrato, el incremento oscila entre el 8 y el 18%. Los mecanismos implicados no están del todo aclarados136,137, pero el incremento de creatinina no se asocia a un aumento en su producción, por lo que se sugiere que actúa reduciendo el FG mediante mecanismos hemodinámicos glomerulares186.

Por otra parte, los fibratos aumentan el aclaramiento de ciclosporina, dando lugar a una reducción en los niveles de esta de un 30%187. Se desaconseja el uso de fibratos en el trasplante renal.

Ácido nicotínico: el ácido nicotínico no se ha estudiado en pacientes con ERC, por lo que no es aconsejable su uso, dada la elevada prevalencia de efectos secundarios (enrojecimiento e hiperglucemia). Por otra parte, la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios ha informado de manera reciente sobre una mayor frecuencia en algunos tipos de reacciones adversas graves del ácido nicotínico188, por lo que no se recomienda tampoco en pacientes con infección por el VIH.

Recomendaciones de la sección 7.3:

1. En pacientes con ERC e infección por el VIH se recomienda la realización de un estudio lipídico (que incluya la medida de la concentración sérica de colesterol, triglicéridos y c-HDL y c-LDL) cada seis meses. (Recomendación basada en el consenso).

2. El control de la dislipemia asociada a enfermedad renal es un objetivo terapéutico, dado su probado efecto protector sobre las complicaciones cardiovasculares. Los objetivos serán los marcados por las guías para pacientes con elevado RCV. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

3. Los pacientes con ERC e infección por el VIH con FG < 60ml/min/1,73m2 se consideran como de muy alto RCV, sin necesidad de aplicar escalas de riesgo. El objetivo terapéutico que se ha de conseguir es una concentración de c-LDL < 70mg/dl o una reducción del 50% si el objetivo previo no es alcanzable. El tratamiento incluirá una dieta pobre en grasas y el tratamiento farmacológico con estatinas, asociadas o no a ezetimiba. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Débil).

4. La elección de estatinas en pacientes con ERC e infección por el VIH estará en función de su metabolización (CYP3A4 CYP2C9), interacción con cada antirretroviral y grado de insuficiencia renal y dosis máxima de cada estatina. Serían recomendables la pitavastatina, la atorvastatina, la pravastatina y la rosuvastatina, ajustadas al grado de insuficiencia renal. (Recomendación basada en el consenso).

5. En caso de detectarse hipertrigliceridemia, se recomiendan cambios en el estilo de vida y tratamiento farmacológico con fibratos si la cifra de triglicéridos es > 800-1000mg/dl con el fin de prevenir la aparición de pancreatitis. En el caso de utilizar fibratos en combinación con estatinas, se utilizará fenofibrato, siempre ajustado al grado de insuficiencia renal y vigilando la posibilidad de rabdomiolisis y deterioro de función renal, habitualmente reversible. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Débil).

6. El tratamiento combinado con estatinas y fibratos se desaconseja en el trasplante renal. (Recomendación basada en el consenso).

7.4. Manejo de la hiperglucemia en el paciente con enfermedad renal crónica e infección por el VIH

La DM tipo 2 es un problema creciente en la población con infección por el VIH. En el estudio de Galli et al.189, la prevalencia de DM tipo 2 en pacientes con infección por el VIH fue casi dos veces mayor que en los sujetos sanos de las mismas características de edad y sexo. Aunque el VIH no está implicado en la patogénesis de la DM, el TARV puede influir en la aparición de la DM a través de varios mecanismos. El primero es por el bienestar que produce el TARV, que se asocia a ganancia de peso, mejoría del apetito y de la ingesta de calorías. Por otra parte, algunos antirretrovirales tienen un efecto sobre el metabolismo de la glucosa, mediante el aumento de la resistencia a la insulina o alteración en su secreción, favoreciendo de esta forma la hiperglucemia. Mientras d4T y ddi se asocian a un mayor riesgo de aparición de DM, RTV y NVP parecen ser protectores en este sentido190.

La presencia de DM se ha asociado con los factores de riesgo típicos de la población en general, a una mayor duración de la infección por el VIH y al nadir de CD4 más bajo189. La presencia de DM en un paciente con infección por el VIH incrementa el riesgo de afectación renal debido al posible desarrollo de nefropatía diabética. La detección precoz de nefropatía diabética (determinaciones periódicas de CAC) y su tratamiento con las medidas antiproteinúricas y de control de PA resumidas en los apartados previos son decisivos, junto con un adecuado control y tratamiento de la DM.

El diagnóstico de DM tipo 2 en los pacientes con infección por VIH se basará en los mismos criterios que en la población general191. No hay estudios aleatorizados en el tratamiento de la hiperglucemia en pacientes con ERC e infección por el VIH. Por ello, las recomendaciones se basarán en las realizadas en pacientes con ERC sin infección por el VIH (figura 5 y tabla 14).

7.4.1. Objetivos de manejo

7.4.1.1. Valoración del control metabólico

La hemoglobina glicada A1c (HbA1c) es el parámetro de referencia para valorar el control metabólico en el paciente con ERC, pero conviene tener presente que en la ERC existen circunstancias que condicionan su precisión. La uremia favorece la formación de carbamilato de Hb, que interfiere en la determinación de HbA1c cuando se miden por cromatografía líquida de alta resolución, dando lugar a concentraciones falsamente elevadas191. Por todos estos factores algunos autores sugieren utilizar la determinación de la albúmina glucosilada (fructosamina) como método de valoración del control glucémico en los pacientes en hemodiálisis191. Sin embargo, esta posición no es la mayoritariamente aceptada.

7.4.1.2. Objetivos de control glucémico

La mayoría de los estudios que han valorado el objetivo de control glucémico mediante HbA1c no tenían estratificados a los pacientes en función del FG o el ClCr, a lo sumo el estado renal fue valorado mediante la concentración de creatinina sérica. En la mayoría de los pacientes con DM de poco tiempo de evolución y ERC, sin ninguna condición que les disminuya la expectativa de vida, el objetivo debe ser HbA1c < 7%. En pacientes con ERC y DM de larga evolución con historia previa de mal control glucémico o con condiciones que disminuyan su expectativa de vida, se ha de individualizar el objetivo de control, evitando las estrategias terapéuticas que supongan un incremento no aceptable del riesgo de hipoglucemia. No obstante, por el perfil de RCV podemos intuir que la mayoría de los pacientes con ERC en estadios 4 y 5 pertenece al segundo grupo. De hecho, las guías K/DOQI del año 2005192 no tienen establecido un nivel óptimo de HbA1c para los pacientes en diálisis. Las recomendaciones más recientes en estos pacientes sugieren conseguir un control moderado de la glucemia con concentraciones de HbA1c no superiores a 8% y evitar la hipoglucemia191.

7.4.2. Antidiabéticos orales

Es escasa la experiencia con antidiabéticos orales en los pacientes con infección por VIH, excepto con metformina y sulfonilureas. Las recomendaciones en relación con el resto de los antidiabéticos orales se realizan extrapolándose de los datos y recomendaciones en pacientes con ERC no infectados por el VIH, y con base en la ausencia de interacciones u otros efectos secundarios descritos en las publicaciones hasta la actualidad con este tipo de tratamientos en pacientes con infección por el VIH193.

Secretagogos: las sulfonilureas se eliminan por vía renal en su mayoría, excepto las más utilizadas (glibenclamida, glimepirida y gliclazida), que se metaboliza en el hígado a metabolitos más débiles, pero de eliminación urinaria. Por ello su uso incluso en dosis bajas no es aconsejable en pacientes con ERC y está totalmente contraindicado en pacientes con FG < 60ml/min/1,73m2. La glipizida puede utilizarse con FG194,195 hasta < 30ml/min/1,73m2. Recientemente dos estudios compararon glipizida frente a sitagliptina en pacientes con ERC y en hemodiálisis. Ambos fármacos fueron eficaces para la reducción de la glucemia y seguros. No obstante, los pacientes que recibieron glipizida presentaron más hipoglucemias196,197.

Metformina: la metformina se elimina principalmente por la orina sin metabolizarse, por eso los pacientes con deterioro de la función renal son más susceptibles a su acumulación y a la acidosis láctica. Según la ficha técnica del fármaco, su uso no se recomienda en pacientes con ClCr < 60ml/min. No obstante, la experiencia en su utilización en pacientes con ERC ha aumentado progresivamente. De hecho, en pacientes con FG entre 45 y 60ml/min/1,73m2, se permite su uso y se aconseja monitorizar la función renal cada 3-6 meses. En presencia de un FG entre 30 y 45ml/min/1,73m2, se aconseja una reducción de la dosis del 50%, monitorizar la función renal cada tres meses y no iniciar nuevos tratamientos. Con un FG inferior a 30ml/min/1,73m2 la metformina195 no debe utilizarse193,195,198.

Glitazonas: al tener metabolismo hepático, no hay acumulación de metabolitos activos en la ERC y la farmacocinética de la pioglitazona no se ve afectada por la insuficiencia renal ni la hemodiálisis. Sin embargo, dado que su uso aumenta el riesgo de edema e insuficiencia cardíaca (especialmente entre los pacientes tratados con insulina) y de osteoporosis y fracturas distales en mujeres posmenopáusicas, su utilización es limitada en estos pacientes y está contraindicada en pacientes con FG < 30ml/min/1,73m2.

Meglitinidas (repaglinida): presenta eliminación biliar, por lo que está aceptado su uso en cualquier estadio de la ERC. A pesar de esto, cuando se instaure su tratamiento se debe iniciar con una dosis baja (0,5mg) y con precaución si el FG es < 30ml/min/1,73m2. La nateglinida, pese a tener metabolismo hepático, se degrada en metabolitos activos que se depuran en los riñones, por lo que no está recomendada en la ERC194,195.

Inhibidores de la α-glucosidasa: tanto la acarbosa como el miglitol y sus metabolitos se acumulan en la ERC, por lo que, aunque no se ha documentado que aumenten el riesgo de hipoglucemia, su uso no está recomendado, probablemente por falta de estudios.

Inhibidores de la dipeptidil peptidasa 4: con un FG superior a 50ml/min/1,73m2 ninguna gliptina precisa ajuste. La sitagliptina, la vildagliptina y la saxagliptina precisan ajuste de dosis cuando el FG es menor de 50ml/min/1,73m2. La sitagliptina se debe usar en dosis de 50mg y 25mg cuando el FG está entre 50 y 30ml/min/1,73m2 y por debajo de 30ml/min/1,73m2, respectivamente. La vildagliptina se debe usar en dosis de 50mg por debajo de 50ml/min/1,73m2, incluida la ERC terminal que precise diálisis. La saxagliptina se debe administrar en dosis de 2,5mg en los pacientes con FG inferior a 50ml/min/1,73m2 y no tiene indicación de uso en pacientes con ERC avanzada o diálisis. La linagliptina no precisa ajuste de dosis en ninguno de los estadios de la ERC.

Análogos del péptido similar al glucagón tipo 1 (exenatida, liraglutida): reducen la glucemia de una manera eficaz con escasas o nulas hipoglucemias y produciendo además pérdida de peso, por lo que son una alternativa útil en pacientes obesos (índice de masa corporal > 35kg/m2). No están indicados en pacientes con FG < 60ml/min/1,73m2.

Inhibidores del cotrasportador sodio-glucosa tipo 2: este grupo de fármacos inhiben la reabsorción de glucosa en el túbulo proximal induciendo glucosuria y natriuresis. A este grupo pertenecen: empagliflozina, dapagliflozina, canagliflozina, que se comercializarán en el año 2014. Por lo tanto, no hay experiencia en pacientes con infección por el VIH, ya que no se han incluido en los ensayos clínicos. La eficacia de estos fármacos depende de la función renal, por lo que se reduce en pacientes con ERC moderada y es prácticamente nula en ERC avanzada. No están indicados en pacientes con FGe < 60ml/min/1,73m2.

Insulina: la insulina, junto con la metformina y las sulfonilureas, son los tratamientos con más experiencia en pacientes con infección por el VIH. La ERC se asocia a resistencia a la insulina, pero la ERC avanzada produce una disminución en la degradación de insulina, con la consiguiente reducción de las necesidades de esta, e incluso su cese. La diálisis revierte en parte tanto la resistencia a la insulina como el aumento en su degradación. Por otra parte, hay que tener en cuenta que en pacientes que reciben tratamiento con diálisis peritoneal, el líquido peritoneal tiene un contenido en glucosa muy alto debido a su elevado contenido en los líquidos de recambio. Como resultado de todo ello, las necesidades de insulina en un paciente determinado dependerán del balance entre la mejora a la sensibilidad de insulina y la normalización del metabolismo hepático de la insulina, por lo que la individualización del tratamiento con insulina es esencial. Como normas iniciales que deben adaptarse a cada paciente mediante la monitorización de la glucosa podemos señalar:

- FG > 50ml/min/1,73m2: no se precisa ajuste de dosis de insulina.

- FG: 50-10ml/min/1,73m2: reducir al 75% de la dosis basal.

- FG < 10ml/min/1,73m2: reducir al 50% de la dosis de ERC no en diálisis.

- Monitorización estrecha (glucemia-visitas).

El régimen de insulina se adaptará al objetivo de control y puede ser una terapia convencional o un tratamiento intensivo.

Recomendaciones de la sección 7.4:

1. El objetivo de HbA1c en pacientes con ERC e infección por VIH será el mismo que en la población general. En ERC avanzada (FG < 30ml/min/1,73m2) y en diálisis, el objetivo de HbA1c será < 8%. Se realizarán estrategias terapéuticas para intentar evitar episodios de hipoglucemia. (Recomendación basada en el consenso).

2. La utilización de hipoglucemiantes orales (metformina, sulfonilures e inhibidores de la dipeptidil peptidasa 4) y de insulina en pacientes con ERC e infección por VIH se ajustará al grado de función renal y seguirá las mismas recomendaciones que para la población sin VIH. (Recomendación basada en el consenso).

7.5. Manejo de las alteraciones en el metabolismo mineral y óseo

Las alteraciones del metabolismo óseo-mineral en la ERC suponen una patología compleja en la que están implicadas alteraciones del calcio, fósforo, hormona paratiroidea (PTH), vitamina D y factores fosfatúricos, produciendo alteraciones en el remodelado, mineralización, volumen, crecimiento o fragilidad del esqueleto y calcificaciones vasculares o de otros tejidos blandos199. El hiperparatiroidismo secundario a la ERC no solo se asocia a deterioro de la función renal, sino que, además, en pacientes con infección por el VIH están implicados el déficit de vitamina D, el tratamiento con algunos fármacos antirretrovirales y la pérdida renal de fosfato por toxicidad tubular200,201. Esta situación de hiperparatiroidismo secundario puede exacerbar el riesgo de fracturas y otras complicaciones óseas presentes en pacientes con infección por el VIH. En la patogénesis del hiperparatiroidismo secundario (incremento en la PTH intacta [PTHi]) influyen varios mecanismos: elevación de la concentración sérica de fosfato, aumento del factor de crecimiento fibroblástico 23 (fibroblast growth factor-23), descenso de la síntesis de calcitriol (1,25-(OH)2D3) (secundario a pérdida de masa renal) y menos absorción tubular de 25-(OH)D3, en la que participa la megalina, así como una menor absorción de calcio por el intestino199,202.

Aunque no se probado que la corrección de estas anomalías disminuya el ritmo de progresión del fallo renal o evite los eventos renales, se deben vigilar los parámetros analíticos del metabolismo mineral-óseo y tratar sus alteraciones de acuerdo con las guías terapéuticas, particularmente en los pacientes con insuficiencia renal avanzada.

En el caso de pacientes con VIH se añade que el déficit de 25 OH vitamina D (D2 y D3) es muy frecuente, afecta al 76-86% de ellos203-205. El riesgo de déficit se ha asociado al TARV, pero es mucho más evidente con EFV206. Se han sugerido varios mecanismos por los que el EFV se asocia a mayor déficit de vitamina D. El EFV induce los citocromos CYP3A4 y CYP24. Mediante la primera inducción disminuye la cantidad de sustrato (vitamina D3) disponible para su transformación en 25 OH vitamina D. Y, por otra parte, CYP24 aumenta la destrucción de calcidiol [25 (OH) vitamina D] y calcitriol [1,25 (OH)2 vitamina D]. Finalmente, la inducción por EFV de CYP2R1 reduce la síntesis de 25 (OH) vitamina D205,206. Algunos autores, aunque con menos frecuencia, también han descrito un mayor déficit de vitamina D en pacientes que reciben IP, ya que estos fármacos inhiben la 1α y 25-α hidroxilasas, reduciendo la conversión de 25 OH vitamina D a metabolitos activos205.

Esta situación de déficit de vitamina D puede hacer más complejo, si cabe, el manejo de las alteraciones del metabolismo óseo-mineral en pacientes con VIH y ERC.

Todo ello contribuye a la resistencia esquelética a la acción de la PTH. Estas alteraciones son más marcadas a medida que disminuye la función renal, y resultan más graves en el paciente en diálisis.

Son escasos los estudios sobre las alteraciones del metabolismo óseo-mineral realizados en pacientes con ERC en sus distintos estadios, y esta escasez es todavía más acusada en los pacientes con infección por el VIH. Por ello, la mayoría de las recomendaciones se establecen en grado de opinión y extrapoladas de las realizadas en las guías a los pacientes en diálisis sin infección por el VIH, en los que sí hay distintos grados de evidencia.

Las recomendaciones están basadas fundamentalmente en guías sobre pacientes con ERC199,202. En general, del manejo en pacientes en diálisis se hará cargo el nefrólogo.

1. En pacientes con infección por el VIH y ERC en estadios 3-4 no en diálisis:

Corrección de la concentración de 25-OH vitamina D: no hay evidencias específicas en pacientes con infección por el VIH con ERC. Se recomienda suplementar con vitamina D nativa (colecalciferol o calcifediol) para conseguir concentraciones en suero de 20-40ng/ml. En pacientes con ERC y osteoporosis y/o alto riesgo de fractura, de acuerdo con los criterios de la Organización Mundial de la Salud, se aconseja tratamiento similar al de la población general. Se tendrá en cuenta el efecto del EFV en pacientes con déficit grave de 25 OH vitamina D.

Fosfato: mantenimiento de la concentración normal de fosfato (2,4-4,6mg/dl, 0,8-1,4mmol/l) mediante dieta y captores cálcicos y no cálcicos, así como del esquema de diálisis eficiente.

PTH: mantener en rangos recomendados según las guías K/DOQI (35-70pg/ml en ERC en estadio 3 y 70-110pg/ml en estadio 4). Para su control se administrará vitamina D activa (calcitriol) o activadores selectivos de los receptores de la vitamina D (paricalcitol). Preferentemente estos últimos, ya que han mostrado una menor incidencia de hipercalcemia, hiperfosfatemia e hipercalciuria199. Estos tratamientos se aplicarán una vez normalizadas las concentraciones de calcio, fosfato y adecuación de calcidiol séricos. Nunca se han de administrar si las concentraciones de fosfato o de calcio están por encima de sus rangos superiores de normalidad.

2. En pacientes con infección por el VIH y ERC en estadio 5 no en diálisis o 5 en diálisis:

Corrección de la concentración de 25-OH vitamina D: igual que en ERC no en diálisis.

Fosfato: mantenimiento de la concentración normal de fosfato (2,4-4,6mg/dl, 0,8-1,4mmol/l) mediante dieta y quelantes cálcicos y no cálcicos, así como del esquema de diálisis eficiente.

Calcio: deberá mantenerse dentro del intervalo de normalidad (8,4-9,5mg/dl o 2,2-2,55mmol/l). Las pautas de calcio del baño de diálisis desempeñan un importante papel en ello.

PTH: mantener niveles de PTHi de 150-300pg/ml, evitando concentraciones menores de 100 y superiores a 500pg/ml. Para su control se administrará vitamina D activa (calcitriol) o activadores selectivos de los receptores de la vitamina D (paricalcitol), o calcimiméticos (cinacalcet), estos últimos especialmente en caso de hipercalcemia asociada. Dichos tratamientos se administrarán una vez controladas las concentraciones de calcio, fosfato y calcidiol séricos. Nunca si el fosfato o el calcio están por encima de sus rangos superiores de normalidad.

Dada la complejidad de las lesiones óseas coexistentes en pacientes con ERC en estadios 4-5D debidas a las alteraciones del metabolismo óseo-mineral, en aquellos pacientes con baja densidad de masa ósea y/o fracturas por fragilidad ósea sugerimos investigaciones adicionales, pudiendo plantearse la biopsia ósea antes de decidir el tratamiento con medicación antirresortiva199.

7.5.1. Hipofosfatemia

En general, la ERC se asocia a hiperfosfatemia. La hipofosfatemia no suele aparecer en pacientes con ERC, a no ser que presenten importante déficit de vitamina D. No obstante, es un problema relevante y relativamente frecuente en pacientes con infección por el VIH, detectándose hasta en el 10% de los pacientes sin TARV y en el 20-30% de los que reciben TARV207,208. Por ello se incluye en las alteraciones del metabolismo óseo-mineral por las implicaciones que tiene en el hueso209.

La hipofosfatemia está producida por una disminución en la absorción del fosfato, un déficit de vitamina D, una redistribución extracelular o por una mayor excreción de fosfato por orina. En este último caso, desempeñan un importante papel algunos antirretrovirales, especialmente el TDF por su patogénesis en el desarrollo de tubulopatía proximal. Algunos antirretrovirales pueden tener efecto sobre el metabolismo de la vitamina D e influir en sus niveles sanguíneos e, indirectamente, sobre los niveles de fosfato en sangre203,206.

En la tabla 15 se resumen las principales causas de hipofosfatemia.

 

 

Según los niveles plasmáticos de fósforo, la hipofosfatemia se clasifica en:

• Leve (0,65-0,80mmol/l [2-2,5mg/dl]).

• Moderada (0,32-0,64mmol/l [1-1,99mg/dl].

• Grave (< 0,32mmol/l [< 1mg/dl]).

La hipofosfatemia leve y moderada suele cursar de forma asintomática, aunque dependiendo del tiempo de evolución puede manifestarse como cansancio, debilidad muscular y dolores óseos difusos, a veces bastante invalidantes, reflejo de lesiones de desmineralización ósea y osteomalacia. La hipofosfatemia grave, en cambio, se considera una urgencia médica por las graves consecuencias y el riesgo vital que conlleva210.

Es importante tener en cuenta que la determinación de fosfato se debe realizar en ayunas y no ha de haber hemólisis.

Para llegar a un correcto diagnóstico es necesario primero distinguir entre un déficit real de fosfato y un descenso aislado y pasajero de las concentraciones séricas, habitualmente por redistribución intra y extracelular. En series donde analizaron la reproducibilidad de las concentraciones de fosfato en sangre en controles analíticos seriados sin intervención terapéutica, observaron que en un 11% de los casos la hipofosfatemia no se confirmaba o revertía espontáneamente207.

Una vez confirmado que la hipofosfatemia es real y constante, debe valorarse siempre el contexto clínico del paciente, incidiendo en factores como alcoholismo, desnutrición severa, diarrea crónica y sobre todo los fármacos (antirretrovirales y no antirretrovirales) que esté tomando o haya tomado. Debe estimarse el FG y determinarse los niveles de sodio, potasio, uratos, bicarbonato, glucosa, PTHi y vitamina D en sangre, glucosuria, proteinuria y EFF (ver sección 4.4).

La presencia, junto con hipofosfatemia, de hipouricemia, hipopotasemia, proteinuria, glucosuria con glucemia normal o insuficiencia renal y EFF aumentada orienta hacia el diagnóstico de síndrome de Fanconi. Si la hipofosfatemia no se acompaña de ninguna de las alteraciones anteriores y la PTHi está elevada, con concentraciones normales de vitamina D, debemos considerar el diagnóstico de hiperparatiroidismo primario; si la vitamina D está baja y la PTHi normal o discretamente elevada, debemos considerar el diagnóstico de déficit de vitamina D u osteomalacia. Una excreción baja de fosfato en orina orienta a una menor absorción o a una redistribución del fosfato y sugiere que el túbulo está indemne, mientras que una excreción elevada en orina de fosfato sugiere que la causa puede ser un déficit de vitamina D, hiperparatiroidismo (generalmente primario o secundario a ERC con gran déficit de vitamina D) o por tubulopatía proximal por TARV, especialmente TDF203,211. La actitud que se ha de seguir en pacientes con hipofosfatemia se esquematiza en la figura 6.

Recomendaciones en las alteraciones del metabolismo óseo-mineral:

1. En los pacientes con FG inferior a 60ml/min/1,73m2 e infección por el VIH se determinará, al menos una vez al año, la concentración de calcio, fosfato y calcidiol (25-OH vitamina D) séricos, y PTHi plasmática. (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Débil).

2. El tratamiento de las alteraciones del metabolismo óseo-mineral en pacientes con ERC e infección por VIH deberá ser idéntico al de los pacientes no infectados por VIH: mantener la concentración sérica de fosfato en el intervalo de referencia, evitar el déficit de calcidiol (25-OH vitamina D) y corregir la concentración de PTHi en caso de que esté por encima del intervalo de referencia. (Recomendación basada en el consenso).

3. Cuando la concentración sérica de PTHi sea superior al límite recomendado, se corregirán los factores previamente mencionados y se iniciará tratamiento con vitamina D activa (calcitriol o activadores selectivos de los receptores de la vitamina D [paricalcitol]), preferentemente estos últimos por mostrar una menor incidencia de hipercalcemia, hiperfosfatemia e hipercalciuria. (Recomendación basada en el consenso).

4. La hipofosfatemia debe confirmarse siempre con más de una determinación. (Recomendación basada en el consenso).

5. Deben investigarse otros marcadores renales de tubulopatía proximal, en particular la presencia de proteinuria y glucosuria y las concentraciones plasmáticas de potasio, uratos y bicarbonato. Si no existe alteración de otros marcadores de disfunción tubular, deben analizarse las hormonas reguladoras del metabolismo fosfocálcico: PTHi y vitamina D en sangre. (Recomendación basada en el consenso).

6. La hipofosfatemia grave (< 1mg/dl) requiere una actuación inmediata, en algunos casos con administración endovenosa de fósforo. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Débil).

7. La hipofosfatemia leve o moderada puede resolverse con el tratamiento de la etiología (vitamina D en el déficit de esta, resección quirúrgica en el caso del hiperparatiroidismo primario y retirada del fármaco o el tóxico en los casos de disfunción tubular proximal secundaria a nefrotóxicos). (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Débil). En algunos casos puede emplearse aporte oral de fosfato. (Recomendación basada en el consenso).

7.6. Manejo de la anemia en el paciente con infección por VIH y enfermedad renal crónica (diagnóstico, evaluación y criterios para la administración de hierro y agentes estimulantes de la eritropoyesis)

La prevalencia de anemia y su intensidad puede ser mayor en los pacientes infectados por el VIH con ERC que en los no infectados. El efecto directo del virus sobre los precursores eritroides, la presencia de infecciones oportunistas y el TARV, entre otros, son factores que pueden favorecer la anemia. En algunos estudios se ha observado que la anemia puede ser un predictor independiente de peor supervivencia en la población infectada por VIH, por lo que estos pacientes deben ser tratados de manera adecuada28,212,213.

Ante la ausencia de estudios aleatorizados sobre anemia en pacientes con ERC e infección por el VIH, se describen las recomendaciones más actualizadas para el manejo de la anemia en la ERC214.

1. Características de la anemia en la ERC: la anemia asociada a la ERC habitualmente es normocítica y normocrómica en su origen y está relacionada con una disminución de la producción de eritropoyetina por las células peritubulares renales, baja respuesta de la médula ósea, producción aumentada de hepcidina y disminución de la disponibilidad de hierro para la eritropoyesis214,215. En pacientes con infección por el VIH, la anemia se ha relacionado con el tratamiento con AZT8; no obstante, este fármaco no suele formar parte del esquema terapéutico actual.

2. Cuándo iniciar el estudio de la anemia en la ERC: cuando la concentración de Hb sea < 11g/dl en mujeres premenopáusicas y pacientes prepúberes o < 12g/dl en varones adultos y mujeres posmenopáusicas.

3. Cómo estudiar la anemia de la ERC: para el estudio de la anemia se recomienda realizar las mismas determinaciones que en la población general: hemograma, reticulocitos y parámetros del metabolismo férrico (hierro, ferritina, transferrina e ISAT), completando el estudio con otras determinaciones si las circunstancias clínicas lo requieren (estudio de hemólisis, concentraciones de vitamina B12 y ácido fólico). Se deben descartar pérdidas sanguíneas intestinales (cuando la anemia sea hipocroma y microcítica o existan sospechas de sangrado digestivo). En pacientes con ERC en estadio 5 en hemodiálisis (ERC 5D), las muestras se deben obtener inmediatamente antes de la sesión de diálisis en un día intermedio de la semana.

4. Cuáles son los objetivos de tratamiento: el tratamiento de la anemia renal debe incluir hierro oral (v.o.) o intravenoso (i.v.) y agentes estimulantes de la eritropoyesis (AEE) (eritropoyetina α, β, darbepoetin α o eritropoyetina β pegilada), si no se consiguen las concentraciones objetivo de Hb solo con hierro. En el paciente con ERC deben buscarse objetivos de control de Hb entre 10 y 12g/dl en adultos, valorando síntomas y comorbilidades. Si en el paciente con ERC estadios 3B-5 se comprueba una concentración de Hb < 10,5-11g/dl, debe remitirse a Nefrología si no estaba en seguimiento o adelantar la revisión (siempre una vez descartada anemia no renal [por fármacos y pérdidas digestivas, entre otros])215.

5. Metabolismo del hierro requerido previo al inicio de tratamiento con AEE215: deben existir reservas suficientes para alcanzar y mantener la Hb objetivo: ISAT ≥ 20% y < 50% y ferritina ≥ 100ng/ml y < 500ng/ml en ERC no en diálisis o < 800ng/ml en diálisis. Durante el tratamiento con AEE se reitera el estudio del metabolismo férrico cada tres meses, si reciben hierro i.v. En pacientes con AEE sin hierro i.v., el control debe ser mensual hasta estabilizar la concentracion de Hb entre 10 y 12g/dl. En pacientes con DM se recomienda no iniciar tratamiento con AEE si la cifra de Hb no es < 10g/dl, y si el paciente tiene antecedente de episodio de ictus isquémico siempre valorando el riesgo/beneficio. En pacientes no tratados con AEE, el objetivo ha de situarse en ISAT ≥20% y ferritina ≥ 100ng/ml. El control debe realizarse cada 3-6 meses.

6. Pauta de administración de hierro i.v.: se administra con el fin de prevenir el déficit y mantener las reservas férricas para alcanzar y mantener la concentración de Hb objetivo en pacientes en los que no se consigue con hierro v.o. Los pacientes a los que administran AEE deben recibir hierro i.v. Las dosis que se han de administrar son 100-200mg i.v. de hierro sacarosa o infusión de 500-1000mg de hierro dextrano o carboximaltosa de hierro i.v., repitiéndose las veces que sea necesario según parámetros férricos (estos dos tipos de hierro i.v. son los disponibles en nuestro país en este momento). La administración debe realizarse en un centro hospitalario.

7. Pauta de administración de hierro v.o.: en adultos se deben administrar al menos 200mg de hierro elemento al día. Se utilizarán los diversos preparados existentes en función de la tolerancia y el precio. En adultos prediálisis, en diálisis domiciliaria y diálisis peritoneal que no logran reservas férricas adecuadas con hierro v.o., se administrará hierro i.v. según pauta previa. Los pacientes en hemodiálisis se considera improbable que alcancen el objetivo con hierro v.o., por lo que requerirán aporte de hierro i.v.

8. Indicaciones de tratamiento con hierro (una vez descartadas otras causas de ferropenia): se debe administrar hierro v.o. con ferritina < 100ng/ml y hierro i.v. con ferritina < 100ng/ml e intolerancia al hierro v.o. cuando la Hb es < 11g/dl.

9. Indicaciones de tratamiento con AEE (Epo): si una vez normalizada la ferritina (≥ 100ng/ml) la concentración de Hb es < 11g/dl (o < 10g/dl en el paciente diabético), existe indicación de valorar el inicio de un AEE. En el caso del paciente con DM y antecedente de episodio de accidente vascular cerebral, se debe considerar cuidadosamente el riesgo-beneficio de iniciar el AEE. Se aconseja individualizar la indicación y tratar puntualmente hasta obtener Hb ≥ 10g/dl y entonces suspender el tratamiento con el AEE y vigilar estrictamente la concentración de Hb. La vía de administración de los AEE es la subcutánea en pacientes en ERC no en diálisis y pacientes en diálisis en todas sus modalidades, siempre rotando el lugar de inyección. En hemodiálisis suele utilizarse la vía i.v., por mayor comodidad y ahorro de tiempo. La vía i.v. estaría indicada en caso de dosis elevadas (volumen) o equimosis recurrentes en el sitio de la inyección. La dosis de AEE será pautada por los servicios de Nefrología. Los controles durante el tratamiento con AEE se realizarán mediante la medida de la concentración de Hb mensual hasta lograr la Hb objetivo o durante los aumentos de dosis y, una vez alcanzado este, el control será cada dos meses. En pacientes en diálisis este control será mensual. Del ajuste de dosis de AEE se hará cargo el nefrólogo. Las dosis de AEE durante enfermedades intercurrentes o cirugía se deben mantener o incrementar con el objetivo de mantener una eritropoyesis normal. Se considera una respuesta inadecuada a AEE cuando existe incapacidad de lograr la Hb objetivo en presencia de adecuadas reservas férricas, con dosis ≥ 30 U/kg/semana (Epo α o β) o ≥ 200mg/mes (darbepoetina α o Epo β pegilada) en 4-6 meses, o de mantenerlo en estas dosis. Las transfusiones en pacientes con ERC están indicadas en aquellos con síndrome funcional anémico y en resistentes a AEE con pérdidas sanguíneas crónicas. Los siguientes son posibles efectos adversos secundarios al tratamiento con AEE: HTA, convulsiones, trombosis de la fístula arteriovenosa e incremento de la viscosidad sanguínea. El tratamiento con AEE cuando la Hb > 13g/dl se ha relacionado con elevadas tasas de ECV, aunque no estadísticamente asociadas con un incremento de la mortalidad216. La cifra de Hb objetivo debe ser 10-12g/dl. El control de la anemia en el paciente con ERC ha de incluir programas de educación a pacientes que contengan información sobre el problema de salud, soporte profesional y estilos de vida.

Recomendaciones de la sección 7.6:

1. En pacientes con infección por VIH y ERC se realizará un estudio de anemia cuando la concentración de hemoglobina sea < 11g/dl en mujeres premenopáusicas y pacientes prepúberes o < 12g/dl en varones adultos y mujeres posmenopáusicas. (Recomendación basada en el consenso).

2. Los rangos de Hb, ferritina e ISAT son los mismos que en los pacientes no infectados por el VIH. (Recomendación basada en el consenso).

3. El objetivo del tratamiento con hierro es conseguir un ISAT del 20-50% y una concentración sérica de ferritina entre 100-500ng/ml en pacientes en prediálisis o < 800ng/ml en diálisis. Si la concentración de Hb es inferior a 11g/dl (o < 10g/dl en el paciente diabético) estará indicado el tratamiento con AEE, teniendo en cuenta sus riesgos y beneficios. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Débil).

4. El tratamiento de la anemia de origen renal debe incluir hierro v.o. o i.v. y AEE si no se consiguen las concentraciones objetivo de Hb solo con hierro. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Débil).

7.7. Manejo de otras comorbilidades relacionadas con la enfermedad renal crónica en pacientes con infección por el VIH

7.7.1. Vacunaciones

La respuesta a algunas vacunas puede ser subóptima por el estado de inmunosupresión derivado de la infección por el VIH y de la ERC, lo que puede traducirse en un menor desarrollo de anticuerpos protectores y una menor duración de la protección de las vacunas. En la tabla 16 se recogen las vacunas recomendadas en los pacientes con infección por VIH en diálisis.

Los pacientes en diálisis tienen un riesgo elevado de hepatitis B y deben ser vacunados. La tasa de respuesta es baja, por lo que se precisan varias dosis y vigilancia periódica de los títulos de anticuerpos. Varios estudios han puesto de manifiesto una respuesta inadecuada de anticuerpos frente a la vacuna: hasta la mitad de los enfermos no desarrollan un título de anti-HBs > 10UI/l tras tres dosis subcutáneas de 40μg. Se aconseja seguir las recomendaciones recogidas en la guía española sobre infecciones víricas en diálisis y el documento de consenso de profilaxis de infecciones oportunistas en pacientes infectados por el VIH217. Siempre que sea posible, las vacunas deben administrarse antes de que el paciente entre en el programa de diálisis. Los pacientes con ERC han de ser vacunados frente a la hepatitis A y la hepatitis B, si no están inmunizados, preferiblemente antes del inicio de la diálisis.

7.7.2. Antiinflamatorios no esteroideos y analgésicos

El uso de AINE se asocia con un riesgo tres veces mayor de desarrollar FRA. Además, pueden producir nefritis intersticial y ERC. La disminución de la excreción de potasio asociada al uso continuado de dichos fármacos puede favorecer la hiperpotasemia de la excreción de sodio edema periférico, HTA y empeorar una insuficiencia cardíaca. El uso ocasional y limitado se tolera bien si el paciente está bien hidratado, no tiene procesos concomitantes (fallo cardíaco, DM o HTA) y la función renal no está muy deteriorada. No se recomienda el uso prolongado y se debe monitorizar la función renal cada 2-4 semanas al inicio del tratamiento. Los inhibidores de la ciclooxigenasa tienen efectos renales similares218. El paracetamol no precisa ajuste de dosis. La meperidina, el dextropropoxifeno, la morfina, el tramadol, la codeína y sus metabolitos pueden afectar a los sistemas nervioso central y respiratorio y no se recomiendan en ERC en estadios 4 o 5 (FGe < 30ml/min/1,73m2). En pacientes con disminución del FG se aconseja como primer escalón paracetamol o metamizol. Como segundo escalón, tramadol, y si se requiere más analgesia, se administrará fentanilo iniciando el tratamiento con dosis bajas219.

7.7.3. Prevención de la nefrotoxicidad por contraste

El paciente con infección por el VIH puede, en algún momento de su evolución, recibir contraste yodado i.v. para la realización de pruebas radiológicas diagnósticas. El contraste yodado puede provocar nefrotoxicidad directa (tabla 3), produciendo efecto tóxico sobre las células tubulares con posibilidad de necrosis tubular aguda, especialmente cuando se asocia a determinadas situaciones de riesgo o a fármacos con potencial nefrotoxicidad (diuréticos, especialmente en dosis altas, aminoglucósidos, trimetoprima-sulfametoxazol, pentamidina, anfotericina B, foscarnet, cidofovir o TDF) o fármacos que alteren la hemodinámica glomerular (AINE, IECA o ARAII en situaciones de depleción hidrosalina).

Además de la medicación potencialmente nefrotóxica, los factores que se asocian a mayor riesgo de nefrotoxicidad por contraste son la edad avanzada, el volumen de contraste administrado, la insuficiencia cardíaca, la DM, la insuficiencia renal previa, las situaciones de bajo gasto (deshidratación, infarto agudo de miocardio, shock, hipotensión) y la anemia220.

La nefropatía inducida por contraste se define como un deterioro de la función renal traducido en un aumento relativo de la concentración de creatinina de un 25% o un aumento absoluto de la concentración de creatinina de 0,5mg/dl respecto a la basal, que ocurre durante los tres primeros días tras la administración de contraste y que no se debe a ningún otro mecanismo221.

El aspecto más importante para prevenir la nefropatía por contraste es detectar a aquellos pacientes en riesgo de desarrollarla. De esta forma, el mejor tratamiento es la prevención, evitando las situaciones de riesgo antes descritas.

Las medidas para la prevención de la nefrotoxicidad incluyen:

Hidratación: la fluidoterapia es la piedra angular en la prevención de la nefrotoxicidad por contraste. Múltiples estudios observacionales y aleatorizados han demostrado su efectividad. Los protocolos de fluidos utilizados son diferentes, pero todos los estudios coinciden en que la combinación de fluidoterapia i.v. junto con hidratación v.o. es la mejor pauta. La dosis recomendada, siempre que la logística lo permita, es suero salino fisiológico (0,9%) iniciado 12 horas antes del procedimiento a una velocidad de 1ml/kg/hora y mantenerlo hasta 24 horas tras su finalización. Además, se aconseja la hidratación v.o., especialmente en pacientes ambulatorios, al menos con una ingesta de 500ml de líquidos el día de la realización de la prueba y hasta 2500ml las 24 horas después222. Si el paciente está recibiendo diuréticos, se recomienda su suspensión durante al menos 4-5 días antes de la administración de contraste. Se pueden reintroducir a las 48 horas de la administración del contraste.

Medidas farmacológicas: la única medida farmacológica que ha demostrado eficacia en la prevención de la nefrotoxicidad por contraste en la mayoría de los ensayos clínicos es la N-acetilcisteína cuando se asocia a hidratación. Sin embargo, otros estudios no encuentran beneficio al añadirla a la hidratación estándar223. La N-acetilcisteína es un potente antioxidante que elimina una gran variedad de radicales libres, capaz de prevenir la nefropatía por contraste mejorando la hemodinámica renal y previniendo el daño directo del estrés oxidativo. La dosis que se ha de administrar es de 1200mg v.o. antes del procedimiento y 1200mg v.o. cada 12 horas los dos días siguientes al procedimiento224.

Seguimiento del paciente que haya desarrollado nefropatía por contraste: el efecto tóxico del contraste en el riñón comienza a los pocos minutos de la exposición; de hecho, los primeros marcadores de daño tubular aparecen en orina en las primeras horas. Sin embargo, la creatinina sérica presenta un ascenso más lento, iniciándose el primer día hasta un pico máximo a los 3-5 días tras la administración del contraste y un descenso que se acerca a su basal en 1-3 semanas. El seguimiento de estos pacientes incluirá una monitorización de la función renal hasta que recupere sus cifras de creatinina basales o quede estabilizada varias semanas en caso de toxicidad.

 

8. Coinfección por el virus de la Hepatitis C y el virus de la Hepatitis B en pacientes con enfermedad renal crónica

8.1. Coinfección por el virus de la hepatitis C en pacientes con enfermedad renal crónica

8.1.1. Problemática de la coinfección por el virus de la hepatitis C en pacientes con enfermedad renal crónica

La coinfección por el VHC es frecuente en el paciente con infección por el VIH. El riesgo de desarrollar enfermedad renal y el pronóstico de esta es peor en los pacientes coinfectados. El tratamiento específico de la infección por el VHC se ajustará a las guías terapéuticas de tratamiento de la hepatitits C. En las enfermedades renales patogénicamente relacionadas con el VHC (sobre todo la GN membranoproliferativa crioglobulinémica), el tratamiento de elección es la erradicación del VHC. En caso de resistencia o intolerancia a este tratamiento, otras medidas terapéuticas (esteroides, rituximab, plasmaféresis) han mostrado eficacia al menos temporal. En pacientes con coinfección por VIH-VHC que presenten ERC avanzada o estén en diálisis crónica en espera de trasplante renal (aunque la causa del daño renal no esté ligada al VHC), es aconsejable el tratamiento antiviral para erradicar el VHC antes del trasplante.

En un futuro próximo se dispondrá de pautas sin IFN y ribavirina con alta tasa de erradicación del VHC que cambiarán el pronóstico de estos pacientes225.

Es crucial el abordaje de la coinfección por el VHC en fases tempranas de la ERC, y los motivos para esta estrategia son varios. Por una parte, las complicaciones asociadas con la enfermedad hepática terminal por VHC son una de las principales causas de morbimortalidad en pacientes coinfectados por VIH en la era del TARV. Esta influencia negativa que determina la infección por VIH en la progresión de la hepatitis C constituye el argumento más importante para recomendar el tratamiento del VHC en los pacientes coinfectados.

Por otro lado, la infección por VHC en pacientes en diálisis aumenta ligeramente la mortalidad e impacta negativamente en la supervivencia del paciente y del injerto tras el trasplante renal. Por ello, el tratamiento antes del trasplante puede mejorar su pronóstico. Sin embargo, el tratamiento del VHC en pacientes con insuficiencia renal con o sin diálisis presenta unas peculiaridades que añaden dificultad al tratamiento: el uso de ribavirina está contraindicado en pacientes con ClCr inferior a 50ml/min; la ribavirina no se elimina mediante la diálisis, por lo que el incremento de sus niveles en dichos pacientes se asocia a un riesgo muy elevado de anemia hemolítica; el IFN pegilado debe ajustarse a la función renal de forma individualizada para disminuir el riesgo de toxicidad; las tasas de respuesta al tratamiento son inferiores a las de los pacientes sin insuficiencia renal. Y, finalmente, porque en pacientes trasplantados el VHC facilita la aparición de algunos tipos de GN que pueden condicionar la función y supervivencia del injerto y porque el uso de IFN está contraindicado tras el trasplante renal debido al riesgo de rechazo del injerto226,227 y/o nefritis intersticial aguda. Todos estos motivos sugieren la necesidad de planificar el tratamiento del VHC antes del trasplante (ver sección 13.2.3)

El tratamiento con IFN pegilado y ribavirina en pacientes coinfectados puede llegar a tener unas tasas de respuesta del 35% en genotipo 1 y del 73% en genotipos 2 y 3, si bien algunos fármacos para el tratamiento del VIH pueden interferir produciendo mayor anemia o mayor toxicidad mitocondrial228.

No existen datos específicos sobre el tratamiento de la hepatitis C en pacientes coinfectados por el VIH y que además presentan insuficiencia renal. El manejo del paciente coinfectado con ERC y/o diálisis no está bien definido por falta de experiencia y falta de estudios al respecto. El tratamiento del VHC del paciente coinfectado en diálisis no está contraindicado; se debe extrapolar de los datos obtenidos en pacientes monoinfectados y ha de ser realizado por un equipo multidisciplinar229,230. Para conocer con mayor detalle las recomendaciones de tratamiento del VHC en pacientes coinfectados por el VIH y con insuficiencia renal, recomendamos las guías de las correspondientes sociedades científicas226,227.

8.1.2. Fármacos para el tratamiento de la coinfección por el virus de la hepatitis C

8.1.2.1. Fármacos clásicos

El tratamiento actual de la infección por VHC se basa en la utilización de una de las dos fórmulas de IFN pegilado, peginterferón α-2b (Peg-Intron®), o peginterferón α-2a (Pegasys®). Ambas moléculas comparten el mismo principio bioquímico, la unión de un polímero, el polietilenglicol, para incrementar el tamaño molecular, evitar el aclaramiento renal y aumentar la vida media. Sin embargo, sus tamaños moleculares son diferentes y su comportamiento farmacocinético también. El peginterferón α-2a es una molécula con un mayor número de polímeros (40KD) y estos se unen de forma ramificada. Por esto el aclaramiento renal de la molécula es muy reducido y la farmacocinética en pacientes con diferentes grados de ERC se modifica solo con FGe muy bajo; en pacientes con enfermedad renal terminal en hemodiálisis se produce una reducción del aclaramiento de un 25-45% y se recomienda disminuir la dosis, mientras que en pacientes con ClCr > 20ml/min los parámetros farmacocinéticos son similares a los de las personas con función renal normal231. En el caso del peginterferón α-2b, su exposición aumenta en pacientes con insuficiencia renal y las dosis se deberían reducir un 50% en casos de ERC grave (ClCr < 30ml/min) y un 25% en casos de ERC moderada (ClCr < 60ml/min)232.

La ribavirina se excreta fundamentalmente por vía renal y en los pacientes con insuficiencia renal se han descrito episodios de hemólisis grave. En la ficha técnica se especifica que no debe administrarse a los pacientes con creatinina sérica por encima de 2,0mg/dl o ClCr < 50ml/min233, aunque algunos expertos no excluirían a ningún paciente, independientemente del estadio de ERC, del tratamiento con ribavirina234.

8.1.2.2. Nuevos antivirales de acción directa

En la actualidad existen dos moléculas comercializadas: el telaprevir (Incivo®) y el boceprevir (Victrelis®), ambos indicados en combinación con peginterferón α y ribavirina para el tratamiento de pacientes adultos con hepatitis C crónica (genotipo 1) con enfermedad hepática compensada.

El telaprevir es un IP de serina NS3•4A del VHC, enzima esencial para la replicación del virus. Su metabolismo es fundamentalmente hepático mediante hidrólisis, oxidación y reducción. En estudios realizados en sujetos sanos se observa que el 82% se elimina por heces, por vía respiratoria el 9% y solo el 1% por orina. No existen datos clínicos sobre su uso en pacientes infectados por el VHC con insuficiencia renal moderada o grave (FG ≤ 50ml/min), aunque en estudios farmacocinéticos realizados en pacientes no infectados por el VHC con insuficiencia renal grave (FG < 30ml/min) no se observó ningún cambio clínicamente relevante en la exposición a telaprevir, por lo que no se recomienda ajuste de dosis en pacientes con VHC e insuficiencia renal. No hay datos disponibles en pacientes en hemodiálisis235.

El boceprevir también es un IP NS3 del VHC. Se une de manera covalente, aunque reversible, a la serina del sitio activo de la proteasa NS3 mediante un grupo funcional (α)-cetoamida para inhibir la replicación vírica en las células infectadas por el VHC. En los estudios in vitro se ha observado que se metaboliza fundamentalmente por la vía de la aldo-ceto reductasa a metabolitos reductores de cetonas que son inactivos contra el VHC y experimenta también, en menor medida, metabolismo oxidativo por el CYP3A4/5. Su eliminación principalmente es hepática; así, el 79% de la dosis se excreta por heces y el 9% por orina. No se han observado diferencias en los parámetros farmacocinéticos entre pacientes con enfermedad renal terminal y pacientes sanos. En pacientes con cualquier grado de insuficiencia renal no es necesario modificar la dosis de boceprevir y no se elimina durante la diálisis236.

Con los datos disponibles estos nuevos antivirales no precisan ajuste de dosis en pacientes con insuficiencia renal. Sin embargo, deben administrarse junto con peginterferón y ribavirina, lo que limita su indicación, pues, como se ha referido previamente, no se aconseja la administración de ribavirina en pacientes con insuficiencia renal (FGe < 50 ml/min/1,73 m2).

Recomendaciones de la sección 8.1:

1. En pacientes con coinfección por el VHC se indicará el tratamiento específico de esta según las guías terapéuticas. En las enfermedades renales patogénicamente relacionadas con el VHC (sobre todo la GN membranoproliferativa crioglobulinémica), el tratamiento de elección es la erradicación del VHC con las combinaciones de fármacos antivirales hoy disponibles. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Débil).

2. En pacientes con complicaciones renales por crioglobulinemia asociada al VHC, en los que el tratamiento antiviral contra el VHC sea inefectivo, existe escasa evidencia de efectos favorables sobre la función renal del tratamiento con esteroides, rituximab o plasmaféresis. (Calidad de la evidencia: Muy baja. Grado de la recomendación: Débil).

3. El tratamiento del VHC en pacientes coinfectados por el VIH debe realizarse antes de la realizacion del trasplante renal. (Recomendación basada en el consenso).

4. Dada la ausencia de estudios concluyentes, las pautas de tratamiento del VHC del paciente en diálisis y coinfectado por el VIH se basarán en los datos obtenidos en pacientes monoinfectados por el VHC. (Recomendación basada en el consenso).

5. Se desaconseja el uso de IFN por el riesgo de rechazo agudo en el trasplante renal, salvo en situaciones especiales. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

6. En pacientes con FGe menor de 50ml/min/1,73m2 está contraindicada la ribavirina, si bien algunos trabajos obtienen buenos resultados asociados a IFN en dosis bajas. (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Débil).

7. Para conocer con mayor detalle las recomendaciones de tratamiento del VHC en pacientes coinfectados por el VIH y con insuficiencia renal se recomienda consultar las guías de las correspondientes sociedades científicas y los resultados de los nuevos antivirales frente al VHC. (Recomendación basada en el consenso).

8.2. Coinfección por virus de la hepatitis B

La coinfección por el VHB es mucho menos frecuente que por el VHC. Su prevalencia en pacientes en diálisis en España es del 8,4%10.

En todo paciente con infección por VIH y coinfección por el VHB (con ADN del VHB detectable), el TARV deberá incluir fármacos con actividad frente al VHB con la finalidad de que la carga viral en plasma sea indectectable. Algunos autores estiman que la presencia de replicación activa de VHB a pesar de tratamiento constituye un criterio de exclusión para el trasplante237.

En estos pacientes, TDF se ha mostrado más eficaz en el control de la replicación del virus y la selección de resistencias. La dosis de TDF se ajusta al grado de función renal. Otras alternativas como 3TC, entecavir, adefovir o telbivudina, pueden utilizarse y precisan también de ajuste de dosis según la función renal. 3TC y entecavir tienen actividad frente al VIH y el VHB, y pueden seleccionar mutaciones de resistencia en ambos virus que afecten la actividad antiviral de ambos fármacos. Tanto el TDF como adefovir pueden producir insuficiencia renal y tubulopatía proximal (síndrome de Fanconi). Para un conocimiento más detallado del manejo de la coinfección por el VHB recomendamos las guías clínicas correspondientes226.

Recomendaciones de la sección 8.2:

1. En todo paciente con infección por VIH y coinfección por el VHB (con ADN del VHB detectable), el TARV debe incluir fármacos con actividad frente al VHB con la finalidad de que la carga viral en plasma sea indetectable. Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

 

9. Uso de fármacos antirretrovirales en pacientes con infección por el VIH que presentan insuficiencia renal o reciben tratamiento renal sustitutivo con diálisis

Aunque el pilar fundamental del manejo de la infección por VIH es el TARV, sigue siendo importante el tratamiento y la profilaxis de las infecciones oportunistas y, cada vez más, se requiere el uso de tratamientos concomitantes para la comorbilidad asociada. El uso de los fármacos es un tema de especial relevancia en los pacientes con ERC; por una parte, todos los que se eliminan por vía renal pueden sufrir un proceso de acumulación e inducir toxicidad sistémica; y, por otra, se puede producir una descompensación de una ERC previamente estable, ya sea por toxicidad directa o indirecta. Existen fármacos que, si bien pueden ser nefrotóxicos tanto en personas con función renal normal como en las que tienen ERC, en los pacientes con función alterada tienen un riesgo de toxicidad mayor y cuyo uso debe evitarse en la medida de lo posible. Este es el caso, por ejemplo, de los aminoglucósidos. Otros fármacos, aunque no sean estrictamente nefrotóxicos, pueden tener efectos farmacológicos que en un paciente con ERC serían deletéreos. En esta categoría estarían los diuréticos ahorradores de potasio, que en pacientes con ERC pueden inducir hiperpotasemia, o los AINE, que al inhibir la síntesis de prostaglandinas reducen el flujo renal y pueden empeorar la función renal en estos pacientes238.

Como norma general, en los pacientes con infección por VIH y ERC se debe extremar al máximo la indicación de cualquier fármaco, intentando evitar los que sean nefrotóxicos y, si se decide utilizar un fármaco, es obligatorio conocer la necesidad o no de ajuste de la dosis, valorar a fondo el perfil farmacocinético (biodisponibilidad, vía de eliminación, metabolismo, unión a proteínas) y analizar la situación del paciente al que se le va a administrar (edad, sexo, peso, talla, función hepática, función renal, concentración de albúmina, estado de hidratación, equilibrio ácido-base y otros fármacos administrados). Los ajustes de dosificación se pueden realizar reduciendo la dosis, alargando el intervalo de administración o de ambas maneras.

En los pacientes en diálisis se debe conocer el grado de eliminación del fármaco durante la diálisis y dar una dosis suplementaria tras cada sesión si se elimina por esta vía. Es importante hacer hincapié en todos estos aspectos, ya que se ha señalado que con frecuencia los clínicos que atienden a pacientes con infección por VIH no realizan el ajuste de dosis necesario en las personas con algún grado de ERC239.

En las tablas 17 y 18 se muestra la dosificación de antirretrovirales en ERC y diálisis (hemodiálisis y diálisis peritoneal). En la tabla 19 se presenta el ajuste para antimicrobianos. En las tablas de ajuste de fármacos se ha venido utilizando el ClCr estimado mediante la fórmula de CG. No obstante, ya se ha comentado en la sección 4.1 que dicha ecuación no puede ser reexpresada para los métodos actuales de medida de creatinina, por lo que no debería usarse. En cambio, las ecuaciones CKD-EPI o MDRD-IDMS pueden utilizarse con este fin, ya que se basan en procedimientos de medida de creatinina estandarizados123-125.

Esperamos que en breve todas las tablas de ajuste de fármacos vengan expresadas mediante ecuaciones que empleen creatinina estandarizada (MDRD-IDMS o CKD-EPI), tal y como han empezado a hacer algunas guías para pacientes con infección por VIH126.

9.1.Inhibidores de la transcriptasa inversa análogos de los nucleósidos/nucleótidos

Los ITIAN se excretan principalmente por vía renal; en muchos casos no solo por filtración glomerular, sino también por secreción tubular. El ajuste de dosis es especialmente importante en los fármacos en los que la sobredosificación conllevaría un aumento en el riesgo de toxicidad renal, como es el caso del TDF, o en los que con más frecuencia producen toxicidad mitocondrial, sobre todo la d4T240,241 y la ddi242-244. Se ha constatado que existe un mayor riesgo de desarrollar acidosis láctica en pacientes con insuficiencia renal245. Otra de las características comunes a los ITIAN es su baja unión a proteínas y su bajo peso molecular, por lo que son fácilmente eliminados por la diálisis. Debido a ello se recomienda dar la dosis tras la diálisis; en general, no es necesario administrar dosis extras durante la sesión de diálisis246. El único fármaco de la clase que se diferencia del resto es el abacavir (ABC); su metabolismo principal es por vía hepática y no requiere ningún ajuste en la insuficiencia renal, si bien sí se recomienda su administración tras la hemodiálisis para reducir la posible eliminación del fármaco durante el procedimiento247. En pacientes con ERC que reciben 3TC es necesario reducir la dosis, hasta 25-50mg/24 h en pacientes con insuficiencia renal avanzada (tabla 18), aunque en ciertas circunstancias se pueden usar dosis algo mayores (comprimidos de 100mg) para evitar la formulación líquida, ya que no se ha observado toxicidad248-251. En pacientes con ERC estable se han de seguir las recomendaciones de dosificación del TDF establecidas en la ficha técnica252-254. Debe tenerse en cuenta que la información disponible sobre la seguridad y la eficacia del TDF en pacientes con función renal alterada es muy limitada. Solo ha de emplearse en pacientes con insuficiencia renal si se considera que los beneficios superan a los posibles riesgos. En general, no se recomienda su uso en pacientes con ClCr < 50ml/min, excepto cuando no existan otras alternativas. En todo caso, en aquellos pacientes en los que el deterioro de la función renal esté directamente relacionado con el TDF o se trate de un trastorno agudo, no se recomienda usar este fármaco. Además, se recomienda la vigilancia estrecha del FG y de los marcadores de disfunción tubular al inicio del tratamiento y posteriormente en el seguimiento, especialmente en pacientes con mayor riesgo de desarrollar nefrotoxicidad: edad avanzada, peso corporal bajo, FG reducido antes de comenzar TDF, tratamiento concomitante con IP, comorbilidades (DM, HTA, coinfección por VHC), medicaciones nefrotóxicas y enfermedad por VIH avanzada (cifras bajas de CD4, sida)255.

La posible disponibilidad en el futuro de la nueva formulación de tenofovir alafenamida fumarato, un profármaco en desarrollo que parece tan eficaz como la formulación actual pero con menor toxicidad renal y ósea256, podría suponer un avance en relación con la formulación actual y favorecer el uso clínico de este fármaco.

La emtricitabina (FTC) también se elimina por FG y secreción activa tubular en un 85%, en su mayor parte como principio activo sin metabolizar257. Se une muy poco a proteínas (< 4%) y precisa ajuste de dosis en pacientes con insuficiencia renal. La hemodiálisis aclara un 30% de la dosis, por lo que se debe administrar tras la diálisis.

En la actualidad existen en el mercado varias coformulaciones de ITIAN en dosis fijas258. Todas ellas contienen 3TC o FTC, fármacos que precisan ajustes de dosis cuando existe un descenso significativo del FG, ajustes que no siempre coinciden con los necesarios para el otro componente de la combinación, por lo que en general se desaconseja el uso de coformulaciones en pacientes con insuficiencia renal. Kivexa® (3TC/ABC), Trizivir® (ABC/3TC/AZT) y Combivir® (3TC/AZT) no deben administrarse a pacientes con ClCr < 50ml/min. En estos casos han de emplearse los fármacos por separado, realizando los ajustes correspondientes de la dosis de cada uno. Como se ha mencionado, existe escasa información sobre la seguridad del TDF en pacientes con ClCr < 50ml/min y en general se desaconseja el uso de coformulaciones de TDF con otros fármacos (por ejemplo, Truvada®, Atripla®, Eviplera®) en pacientes con ClCr < 50ml/min. Cuando se considere imprescindible emplear Truvada® (FTC/TDF) y no haya alternativas terapéuticas en pacientes con ClCr < 50ml/min, se debe aumentar el intervalo de dosificación de una vez al día a cada 48 horas en personas con ClCr de 30 a 49ml/min; debe evitarse en pacientes con ClCr < 30ml/min o en los que se sospeche toxicidad por TDF o tengan una función renal inestable258 (tabla 18). En el caso de la coformulación que contiene TDF, FTC, elvitegravir (EVG) y COBI (un nuevo inhibidor del citocromo CYP3A4), además de lo comentado sobre las coformulaciones de TDF con otros fármacos, hay que tener en cuenta el efecto inhibidor de COBI sobre la secreción tubular de creatinina, que suele traducirse en un incremento de la creatina plasmática (< 0,3mg/dl en relación con la basal) y, por tanto, un menor ClCr estimado (~10ml/min). Estas variaciones se producen en las primeras semanas del inicio del tratamiento, no son progresivas y no se acompañan de otros marcadores de daño renal como proteinuria, glucosuria normoglucémica o alteraciones del sedimento urinario. No existe todavía suficiente información para determinar si la coadministración de COBI incrementa el riesgo de desarrollar toxicidad tubular con TDF. En este momento, en la ficha técnica de la European Medicines Agency55 se recomienda no iniciar un tratamiento con esta coformulación en pacientes con un ClCr < 90ml/min, a menos que se considere que esta es la pauta preferente para el paciente individual. El incremento de la creatinina (> 0,3mg/dl desde el valor basal) o la disminución del ClCr (a menos de 70ml/min), hipofosfatemia moderada o intensa (< 2mg/dl) y las alteraciones en la orina (glucosuria con normoglucemia, proteinuria) son los principales hallazgos que deben hacer sospechar la existencia de toxicidad renal. En estos casos ha de ampliarse el estudio realizando pruebas más específicas, entre ellas la medida de las EFF y de urato, el CAP en orina, el potasio sérico y urinario y el estudio del equilibrio ácido-base en sangre. Se recomienda suspender el TFV/FTC/EVG/COB si el ClCr desciende por debajo de 70ml/min durante el tratamiento, a menos que el beneficio potencial de esta combinación en el paciente individual supere los posibles riesgos de continuar con el tratamiento. En todo caso, siempre debe suspenderse si el ClCr desciende por debajo de 50ml/min, ya que es necesario realizar un ajuste del intervalo de dosis para TDF y FTC y este no puede efectuarse con el comprimido de combinación en dosis fija258 (tabla 18).

9.2. Inhibidores de la transcriptasa inversa no análogos de los nucleósidos

Los ITINAN se metabolizan por vía hepática y la excreción por vía renal del principio activo es mínima. La NVP se une a proteínas en un 60%; este porcentaje es mayor para delavirdina y EFV, que alcanzan el 98 y el 99%, respectivamente259. La NVP, con < 3% de excreción urinaria del principio activo, no precisa ajuste de dosis en los pacientes con ERC. En aquellos en hemodiálisis puede existir cierta eliminación del fármaco durante el procedimiento, por lo que se recomienda que el día de la diálisis la dosis correspondiente de NVP se administre después de haberla finalizado260,261. La NVP también sufre aclaramiento a través de la diálisis peritoneal, aunque no parece que tenga ningún efecto sobre las concentraciones plasmáticas262,263 (tabla 17).

Los datos farmacocinéticos sobre EFV en pacientes con ERC que no reciben tratamiento con diálisis son limitados, pero se asume que no precisa ajuste de dosis, ya que se excreta menos de un 1% como principio activo en la orina. El aclaramiento de EFV tanto por hemodiálisis como por diálisis peritoneal es bajo, por lo que no se recomiendan ajustes de dosis o modificaciones en el momento de la administración264,265. La etravirina (ETR) se elimina fundamentalmente en el hígado y menos del 1,2% por vía renal, por lo que no se espera que exista necesidad de ajuste en caso de reducción del FG. Tampoco es esperable su eliminación por hemodiálisis o diálisis peritoneal, dada su alta unión a proteínas266. Además de la ETR, se ha comercializado otro nuevo fármaco en esta familia, la RPV. Su metabolismo y eliminación se realizan fundamentalmente por vía hepática (CYP 450) y digestiva (85% por heces) y en menor medida por vía renal (< 6%); no se precisan ajustes de dosis en la insuficiencia renal leve o moderada. Se recomienda vigilar estrechamente en pacientes con ERC más avanzada, debido al potencial aumento de las concentraciones plasmáticas. Es improbable que se elimine durante la hemodiálisis o la diálisis peritoneal por su fuerte unión a proteínas267-270. Debe tenerse en cuenta que la RPV puede tener un débil efecto inhibidor sobre la secreción tubular de creatinina, que puede ocasionar variaciones en la creatinina plasmática y en el FGe. La RPV también se ha comercializado coformulada con FTC y TDF (Eviplera®). Como sucede con el resto de las coformulaciones que contienen TDF, no se recomienda emplear Eviplera® en pacientes con ClCr < 50ml/min, ya que no se pueden realizar los ajustes de dosis requeridos.

9.3. Inhibidores de la proteasa

Los IP se metabolizan fundamentalmente en el hígado. La excreción urinaria supone alrededor de un 10% del principio activo para el IDV y el 7,5% o menos para otros fármacos de esta familia. La mayoría de los IP tiene volúmenes de distribución amplios y se une en gran medida a las proteínas plasmáticas; el IDV aproximadamente un 60% y otros fármacos de esta clase del 90 a más del98%271. Ninguno de los IP actualmente disponibles precisa ajuste de dosis en pacientes con ERC. Aunque se ha estudiado un número limitado de pacientes, la gran afinidad que tienen los IP por las proteínas plasmáticas impide que se aclaren por hemodiálisis261-263,271-273, a excepción del NFV, para el que existen datos contradictorios274,275 (tabla 17) y para el LPV/r, que mostró niveles de ambos fármacos un 44% inferiores a los encontrados previamente en controles históricos276. El ATV y el DRV se comportan como el resto de los fármacos de esta familia y no existen recomendaciones especiales de ajuste de dosis o pauta en los distintos grados de ERC ni en terapia renal sustitutiva (tabla 17)277,278.

9.4. Inhibidores de la fusión

La enfuvirtida, el único inhibidor de la fusión disponible actualmente, se une fuertemente a proteínas (≈92 %). El fármaco es un péptido que se convierte en parte en un metabolito inactivo desaminado y que conjuntamente con el principio activo sufre catabolismo hacia los residuos aminoacídicos279. En los estudios realizados en pacientes con ERC se ha observado que el aclaramiento no está alterado y que no es necesario realizar ajuste de dosis. Además, no es probable que se aclare a través de la diálisis280,281 (tabla 17).

9.5. Inhibidores de la integrasa

En la actualidad existen tres InInt: RAL, EVG y DTG. El RAL está comercializado y el EVG ha sido aprobado por las agencias reguladoras coformulado con TDF/FTC/COBI282,283. El DTG ha completado ya el desarrollo y está próximo a su comercialización en Europa284-287.

En voluntarios sanos en los que se estudió la absorción, el metabolismo y la excreción de RAL, se observó que un 32% del fármaco se eliminaba por vía renal, un 9% como fármaco activo y un 23% como metabolito glucuronizado. Por otra parte, un 51% se eliminó por las heces como principio activo sin metabolizar y la vía principal de metabolización identificada es la hepática a través de la glucuronización, por la UDP-glucuroniltransferasa; por este motivo se esperan pocas interacciones con los fármacos metabolizados a través del sistema del citocromo P 450 (CYP)288. Se ha realizado un estudio de RAL en pacientes con ERC, sin encontrarse diferencias clínicamente significativas en los parámetros farmacocinéticos entre los pacientes con ERC y los sujetos sanos289. No es necesario, por tanto, realizar ningún ajuste de dosis. Al no conocerse en qué medida se dializa, se recomienda administrar la dosis después de la diálisis (tabla 17)288,289. El EVG se metaboliza principalmente por la vía del citocromo P450, particularmente por el CYP3A4. La glucuronización es solo una vía metabólica menor. Por este motivo las concentraciones en estado estacionario y mínimo de EVG aumentan sustancialmente al administrar RTV o COBI. La vida media plasmática también se ve incrementada, lo que permite la administración una vez al día290. En pacientes con ERC grave (ClCr < 30ml/min) se ha realizado un estudio de la farmacocinética de EVG potenciado con COBI, sin encontrarse diferencias frente a los sujetos sanos282,283. No existe todavía información sobre la farmacocinética del EVG en pacientes en diálisis, aunque por su metabolismo fundamentalmente hepático y la escasa eliminación renal de fármaco activo no se espera que sea necesario realizar ajustes importantes en la dosis. En el caso de la coformulación de TDF, FTC, EVG y COBI, como se ha mencionado antes, no se recomienda su utilización en pacientes con ClCr < 90ml/min. Debe tenerse presente el efecto inhibidor de COBI sobre la secreción tubular de creatinina, que puede traducirse en un aumento discreto een los niveles plasmáticos de creatinina y, por lo tanto, una disminución del ClCr estimado (~10ml/min). Se recomienda suspender si el ClCr disminuye por debajo de 50ml/min282,283.

El DTG experimenta metabolismo fundamentalmente hepático por la vía de la glucuronización a través de la UGT1A1, mientras que el CYP3A es una vía alternativa minoritaria. La excreción renal es < 1%, por lo que, aunque no existen todavía datos en insuficiencia renal moderada o severa, en principio no es previsible que precise ajuste de dosis en estas condiciones284. Como ocurre con el COBI y la RPV, el DTG es también un inhibidor de la secreción tubular de creatinina, efecto que se manifiesta por una modificación ligera en la concentración sérica de creatinina y del ClCr estimado (~10ml/min) desde el inicio de tratamiento, que no traduce disfunción renal. La ausencia de efecto de esta elevación de la creatinina sobre la función renal ha quedado bien documentada en un ensayo controlado con placebo en voluntarios sanos, donde la administración de DTG redujo el ClCr un 10-14%, pero no tuvo ningún efecto sobre la tasa de FG medido mediante aclaramiento de iohexol ni sobre el flujo plasmático renal51.

9.6. Inhibidores del correceptor CCR5

El Maraviroc (MVC) sufre fundamentalmente metabolismo hepático a través del CYP3A4. La excreción se realiza fundamentalmente por vía intestinal (76%) y solo un 25% en orina. El 33% del fármaco excretado es el principio activo sin metabolizar. Aunque no existen datos sobre el comportamiento del fármaco en pacientes con distintos grados de ERC, se han realizado estudios de simulación y en la actualidad solo se recomienda un ajuste de dosis en aquellos con insuficiencia renal que están recibiendo inhibidores potentes del CYP3A4, como los IP (excepto tipranavir/RTV), ketoconazol, itraconazol, claritromicina y telitromicina. En presencia de estos inhibidores metabólicos, el aclaramiento renal puede llegar a representar hasta el 70% del aclaramiento total de MVC y, por lo tanto, en este caso se puede producir un incremento significativo de la exposición a MVC291 (tabla 17) y de sus efectos secundarios, entre otros, mareos e hipotensión postural, por lo que se recomienda su uso solo en caso de que los beneficios superen los riesgos y bajo estrecha vigilancia.

 

10. Pautas de tratamiento antirretroviral de elección y su ajuste de dosis de fármacos en la enfermedad renal crónica

Existe escasa evidencia clínica sobre cuál debe ser el régimen de elección y su adecuada dosificación en pacientes con ERC7,8,28,252,253,264,274,276,281,292-296. A pesar de esto, existe una serie de recomendaciones generales al respecto que se resumen en la tabla 20.

Los ITIAN se eliminan por vía renal, por lo que es necesario reducir la dosis en pacientes con alteración de la función renal. Una sobre o infradosificación puede conllevar toxicidad o fracaso virológico, respectivamente297. Una excepción es el ABC, cuya excreción urinaria es baja, por lo que no es necesario un ajuste de dosis (ver ficha técnica).

Los ITINAN, los IP, los InInt y los inhibidores de la entrada no requieren ajuste de dosis en pacientes con alteración de la función renal7,8,28,252,253,264,274,276,281,292-296. Deben evitarse las combinaciones en dosis fijas de fármacos en estos pacientes por las dificultades en la dosificación de los fármacos.

Un estudio que ha analizado a pacientes que reciben los distintos IP ha mostrado que aquellos tratados con ATV y DRV alcanzan elevadas concentraciones del fármaco en orina, así como la detección de cristaluria compuesta por dichos fármacos (el 8,9% y el 7,8%, respectivamente), contrariamente a LPV, que presentó menores concentraciones del fármaco en orina y ausencia de cristaluria49.

Recomendaciones de la sección 10:

1. Están contraindicadas todas las combinaciones a dosis fijas de fármacos antirretrovirales (Atripla®, Eviplera®, Stribild® y Triumec®) por las dificultades en la dosificación de los ITIAN en pacientes con FG < 50 ml/min. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la Recomendación: Fuerte).

2. Debe realizarse una determinación de HLA B57-01 en todos los pacientes que vayan a recibir ABC, para así evitar el riesgo de hipersensibilidad al fármaco. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

3. El TARV en los pacientes con ERC debe seguir las mismas recomendaciones que en los pacientes sin afectación renal, aunque no se aconseja administrar la coformulación de TDF/FTC/COBI/EVG (Stribild® en pacientes con FG < 70 ml/min. Si no existen contraindicaciones, se puede utilizar la combinación de ABC (o TDF ajustado al FG como alternativa) más 3TC (ajustado al FG) con un ITINAN, un IP potenciado con RTV o RAL/DLG. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Fuerte).

4. En caso de que no pudieran darse ni TDF ni ABC, se podría utilizar la combinación de un IP potenciado con RTV con 3TC (ajustado al FG) o RAL, o en casos muy seleccionados se podría simplificar a una monoterapia con un IP potenciado con RTV. (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Fuerte).

 

11. Manejo del paciente en diálisis

11.1. Prevalencia y pronóstico de los pacientes con infección por el VIH en diálisis

La prevalencia de la infección por el VIH en los pacientes que reciben tratamiento sustitutivo con diálisis varía ampliamente según las áreas geográficas. Estudios realizados en el ámbito de la Unión Europea señalan que la prevalencia de infección por el VIH en los pacientes en diálisis, así como la frecuencia de ERC en ellos son bajas y se sitúan alrededor del 0,5%10-12. En nuestro país, la prevalencia recogida en el último informe del Registro Español de Enfermos Renales, correspondiente al año 2007, es del 0,3%298.

En la etapa pre-TARV el pronóstico en diálisis era muy malo, hasta el punto de plantearse si el tratamiento renal sustitutivo debía iniciarse en estos pacientes. A lo largo de los años noventa se observó una mejoría muy significativa y análisis descriptivos recientes en Estados Unidos y Europa han puesto de manifiesto tasas de mortalidad muy próximas a las de la población general con ERC en diálisis212,299. Esta evolución positiva ha permitido, asimismo, el acceso al trasplante renal con unos resultados a corto y medio plazo muy satisfactorios y similares a los de otros grupos de riesgo300-304.

En relación con esta mejor supervivencia, y aunque la tasa de pacientes incidentes con ERC terminal parece estabilizarse, la prevalencia observada en Estados Unidos y en algunos países europeos tiende a experimentar un ligero incremento en los últimos años305,306. En Europa una reciente encuesta realizada en 2008 a centros del estudio EuroSIDA mostró diferencias entre países con una prevalencia media del 0,46%11. En España, los datos más recientes, recogidos en los informes anuales de registros nacionales y autonómicos de enfermos renales y en la encuesta realizada por el Grupo de Estudio de Infección VIH en diálisis (estudio GESIDA 48/05), muestran, por el momento, cifras de prevalencia muy estables (0,4%, 0,5%, 0,3%, 0,5% en 2005, 2006, 2007 y 2011, respectivamente)10,298,307.

El control de la infección por el VIH con los nuevos fármacos antirretrovirales ha sido probablemente el factor determinante en este cambio. Varios estudios han demostrado una mayor supervivencia en los pacientes que reciben TARV y con mayor recuento de linfocitos CD4. Por otro lado, la continua aparición de nuevos medicamentos antirretrovirales, la necesidad de ajuste de las dosis de algunos fármacos y el frecuente uso de tratamientos concomitantes que pueden interferir con el metabolismo de los antirretrovirales, y viceversa28,212,305,306, hacen que el manejo de los pacientes con infección por el VIH que precisan tratamiento renal sustitutivo sea particularmente complejo. El trabajo multidisciplinar, con una fluida comunicación entre el especialista en infección por VIH y el nefrólogo, y los documentos de revisión y consenso, como el presente, pueden ser decisivos para mejorar los resultados clínicos en estas personas.

11.2. Modalidad de diálisis de elección y acceso vascular en hemodiálisis

La modalidad de terapia sustitutiva renal más utilizada en pacientes con infección por el VIH en España es la hemodiálisis (74%) frente a la diálisis peritoneal (26%)10. La prevalencia de pacientes con infección por el VIH en diálisis en Europa es igualmente baja y la hemodiálisis es también la modalidad más utilizada11. En España la mayor fuente de contagio de la infección por el VIH en estos pacientes fue la vía parenteral (por antiguo consumo de drogas por esta vía), existiendo por ello un alto porcentaje de pacientes coinfectados por el VHC10. La prevalencia de coinfección por el VHB es mucho menor en estas personas11.

Son escasos los trabajos que han analizado la supervivencia de los pacientes con infección por el VIH en diálisis; en general, similar la supervivencia en ambas modalidades de diálisis308. Un solo estudio de cohortes realizado en España describe una mayor mortalidad en aquellos que están en diálisis peritoneal, en comparación con la hemodiálisis309.

En relación con la posibilidad de contagio del virus en las unidades de hemodiálisis, el estricto cumplimiento de las precauciones universales de control de las infecciones es suficiente para prevenir la transmisión de la infección por VIH en diálisis. No existe ninguna evidencia que contraindique que estos pacientes se dialicen en una unidad general de diálisis con las precauciones universales recomendadas en las guías de la S.E.N.310. En caso de coinfección por el VHB, se deberá dializar al paciente en una unidad especial para VHB. En el caso del VHC, se mantendrán las medidas descritas en las guías clínicas de la S.E.N. Estudios en la etapa pre-TARV identificaron el virus en el efluente peritoneal, por lo que este debe manejarse como un fluido corporal contaminado. Los pacientes han de ser informados y entrenados en el manejo de material contaminante. El riesgo de transmisión accidental por exposición percutánea (0,3%) o de mucosas (0,09%) es muy pequeño, pero puede ocurrir, por lo que en caso de accidente deben ponerse en marcha lo antes posible medidas de profilaxis tras la exposición28,212,213.

La modalidad de elección de diálisis en los pacientes con infección por el VIH se deberá escoger siguiendo las mismas recomendaciones que para la población sin infección por el VIH. El paciente puede elegir la modalidad una vez se le haya informado sobre las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas, siempre que el especialista de Nefrología no considere que una modalidad pueda ser más beneficiosa o, por el contrario, estar contraindicada para cada caso concreto.

Respecto al acceso vascular en los pacientes en hemodiálisis, se deberá realizar como primera opción una fístula arteriovenosa siempre que sea posible, así como evitar los catéteres tunelizados. En caso de diálisis peritoneal, se hará la inserción del catéter adoptando las precauciones universales.

En caso de FRA donde se prevé realización de diálisis por un tiempo limitado, se recomienda la inserción de un catéter temporal, a la altura de la yugular yugular o femoral según las características del paciente. Si el FRA se considera irreversible y desemboca en insuficiencia renal crónica terminal, se planteará, como antes se ha mencionado, la realización de un acceso vascular definitivo, en el caso de que el paciente se incline por hemodiálisis, o implante de catéter peritoneal, si se decide por diálisis peritoneal. Si se considera que el paciente puede ser candidato a diálisis crónica, se podría plantear en un primer momento la inserción de un catéter tunelizado para evitar riesgos de contagio con los sucesivos recambios de catéter. Los pacientes con infección por el VIH pueden dializarse en una unidad de agudos con otros pacientes siempre que no exista coinfección por el VHB, en cuyo caso requerirían una unidad especial. En caso de punción accidental se seguirán las medidas indicadas en las guías de la S.E.N. para la prevención de la transmisión310.

En caso de tratarse de un paciente con infección por el VIH con ERC ya conocida que va a ser incluido en un programa de hemodiálisis crónica, se recomienda utilizar una fístula arteriovenosa autóloga como acceso vascular de elección, seguido de prótesis (injerto de politetrafluoroetileno) y, por último ,catéter tunelizado.

Recomendaciones de las secciones 11.1 y 11.2:

1. El tratamiento con diálisis no se puede contraindicar en ningún paciente por estar infectado por el VIH. (Recomendación basada en el consenso).

2. En los pacientes en diálisis infectados por el VIH, se deben cumplir estrictamente las medidas universales de prevención y de desinfección tanto en hemodiálisis como en diálisis peritoneal, de la misma forma que en los pacientes no infectados por el VIH. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Fuerte).

3. No existe ninguna contraindicación para que estos pacientes se dialicen en una unidad general de diálisis con las precauciones universales recomendadas en las guías. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Débil).

4. Tampoco existe evidencia para el aislamiento en distintas salas en el caso de coinfección por el VHC y el VIH. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Débil).

5. En caso de coinfección por el VHB se deberá dializar al paciente en una unidad especial para VHB. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

6. La modalidad de diálisis en los pacientes con infección por el VIH se seleccionará siguiendo las mismas recomendaciones que para la población sin infección por el VIH. El paciente decidirá la modalidad una vez haya sido informado sobre las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas, y siempre que el especialista de Nefrología no considere que una modalidad pueda estar contraindicada. (Recomendación basada en el consenso).

7. Si el tratamiento elegido es la hemodiálisis, la primera opción como acceso vascular debe ser la fístula arteriovenosa, en segundo lugar la prótesis de politetrafluoroetileno y, por último, el catéter tunelizado. En caso de diálisis peritoneal, se hará la inserción del catéter adoptando las precauciones universales. (Recomendación basada en el consenso).

8. En caso de diálisis peritoneal, es conveniente que el paciente la realice y manipule todo el material él mismo y en su domicilio. Se recomienda que tras eliminar el dializado al inodoro se añada un desinfectante tipo lejía, esperando 30 minutos antes de evacuarlo hacia la red general. Asimismo, las líneas y bolsas del líquido peritoneal deberían depositarse tras su uso en contenedores para material contaminante que el paciente pueda llevar al centro sanitario para su eliminación. (Recomendación basada en el consenso).

9. Ante una exposición accidental percutánea o a través de mucosa, se iniciará lo antes posible tratamiento profiláctico posexposición y de acuerdo con las indicaciones del especialista correspondiente. (Recomendación basada en el consenso).

10. Los pacientes con ERC e infección por VIH deben ser vacunados frente a la hepatitis A y hepatitis B, si no están inmunizados, preferiblemente antes del inicio de la diálisis. (Recomendación basada en el consenso).

11.3. Pautas de tratamiento antirretroviral de elección y su ajuste de dosis en diálisis

Las pautas de TARV de elección en pacientes en diálisis son las mismas que para los pacientes con ERC (ver sección 10), pero deben tenerse en cuenta algunas consideraciones relacionadas con la administración de los fármacos en pacientes en hemodiálisis o diálisis peritoneal, y su ajuste a función renal (tablas 17 y 18). Es importante remarcar que la información sobre dosificación y administración de TARV en pacientes en diálisis peritoneal es muy escasa297. Los ITIAN se eliminan por vía renal y, por tanto,eliminados por la diálisis, por lo que deben ser administrados después de esta. Como se ha comentado previamente, los ITINAN no requieren ajuste de dosis, pero en el caso particular de la NVP está indicada una dosis adicional de 200mg después de cada sesión de hemodiálisis. Existe también una recomendación particular en el caso de los IP: la ATV debe ser administrado potenciado con RTV en pacientes en diálisis, al tener estos bajas concentraciones de ATV.

La pauta ideal de TARV en pacientes con infección por el VIH naïve que están en diálisis debe incluir ABC o TDF con 3TC/FTC, en combinación con un tercer fármaco que puede ser EFV, un IP potenciado con RTV o RAL. En aquellos pacientes con TARV efectivo pero con efectos adversos de los ITIAN, el régimen de tratamiento puede simplificarse a monoterapia con LPV/r o DRV/ritonavir311,312 o una combinación de RAL con un IP potenciado con RTV. En pacientes con fracaso virológico, el tratamiento de rescate debe basarse en los resultados de los test de resistencia. En los pacientes que estén en lista de espera próximos a recibir un trasplante renal y con el fin de evitar interacciones farmacológicas con los inmunosupresores y toxicidad renal del injerto, la combinación de primera elección sería ABC con 3TC y RAL (o EFV como alternativa)313.

Recomendaciones de la sección 11.3:

1. Mismas recomendaciones que en la sección previa (sobre el uso de fármacos antirretrovirales en pacientes con infección por el VIH con insuficiencia renal).

2. En los pacientes que estén en lista de espera próximos a recibir un trasplante renal y con el fin de evitar interacciones farmacológicas con los inmunosupresores y toxicidad renal del injerto, la combinación de primera elección sería ABC con 3TC (ajustado al FG) y RAL/DTG (o EFV como alternativa). (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Fuerte).

 

12. Criterios para la inclusión en lista de espera de trasplante renal en pacientes con infección por VIH

12.1. Criterios para inclusión en lista de espera de trasplante renal en pacientes con infección por VIH sin coinfecciones por virus de la hepatitis C o B

Los criterios de trasplante renal en pacientes con infección por el VIH son los mismos que para la población general, pero además se deben cumplir unos criterios relacionados con el VIH. El paciente con infección por el VIH en diálisis o prediálisis no debe ser excluido a priori para recibir un trasplante renal. Se recomienda que sea dirigido a una unidad de trasplante renal con experiencia en este tipo de trasplantes antes de considerar la no inclusión. Los criterios para entrar en lista de espera de trasplante renal en los pacientes infectados por VIH se resumen en la tabla 21.

En nuestro país los criterios están basados en las recomendaciones de GESIDA/Grupo de Estudio de la Infección en el Trasplante [GESITRA]/Organización Nacional de Trasplantes y son muy similares a los utilizados por otras sociedades científicas. Los criterios específicos relacionados con la infección por el VIH han sido definidos en los países occidentales y se basan en la opinión de expertos. Son los siguientes237,314-316:

1. Criterios clínicos: de forma ideal los pacientes no deberían haber tenido ningún evento definitorio de sida. A pesar de ello, algunas infecciones oportunistas potencialmente prevenibles o tratables (tuberculosis, candidiasis esofágica y neumonía por Pneumocystis jiroveci) ya no se consideran criterio de exclusión en la mayoría de los países occidentales. Estos pacientes podrían ser sometidos a una evaluación clínica para analizar de forma individualizada cada caso antes de rechazarlos de la lista de trasplante renal300.

En el caso de tumores, si existe historia de sarcoma de Kaposi cutáneo, debe haber un período libre de enfermedad de cinco años. En carcinoma in situ anogenital, carcinoma cutáneo basocelular y espinocelular y tumores sólidos con tratamiento curativo, el paciente debe permanecer un período de cinco años libre de enfermedad. No obstante, este período se podrá individualizar en función del estadio del tumor. De forma más reciente, investigadores de Estados Unidos han sugerido ampliar este criterio a todos los eventos definitorios de sida, con algunas excepciones: leucoencefalopatía multifocal progresiva, criptosporidiasis crónica, linfoma y sarcoma de Kaposi visceral300.

2. Criterios inmunológicos: el recuento de linfocitos CD4+ debe ser superior a 200 células/ml.

3. Criteros virológicos: la carga viral (ARN del VIH) debe ser indetectable en plasma por técnicas ultrasensibles (< 50 copias/ml) antes del trasplante y los pacientes han de tener posibilidades de realizar una pauta de TARV que sea efectiva a largo plazo en el período postrasplante. En pacientes sin criterios de TARV pretrasplante se pueden admitir niveles bajos de viremia, debiéndose iniciar TARV tras el trasplante.

4. Otros criterios: todos los pacientes deben tener una evaluación psiquiátrica favorable. Se excluirán a todos aquellos con consumo activo de drogas. Se recomienda un período libre de consumo de dos años para heroína y cocaína y de seis meses para otras drogas, incluido el alcohol. Los pacientes en programa de metadona de forma estable no deben ser excluidos. Finalmente, los pacientes han de tener un grado adecuado de estabilidad social.

Recomendaciones de la sección 12.1:

1. Los pacientes con infección por el VIH con ERC en diálisis o en prediálisis (FG < 20ml/min/1,73m2) que cumplan los criterios generales tras la evaluación para trasplante renal y los criterios específicos de la infección por el VIH se deben incluir en la lista de espera de trasplante renal. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

12.2. Criterios para inclusión en lista de espera de trasplante renal en pacientes con infección por el VIH y coinfección por virus de la hepatitis C o B. (Ver sección 8)

La coinfección por el VHB y, sobre todo, por el VHC es muy prevalente, al compartir vías de transmisión con el VIH. El manejo de la infección por el VHB no representa actualmente un problema, dado que existen diferentes fármacos (3TC, TDF, entecavir) que consiguen frenar eficazmente la replicación vírica.

La infección con el VHC constituye un problema importante, dada la elevada prevalencia en nuestro medio (30-40%). En el trasplante renal, la infección crónica por el VHC se asocia a un mayor riesgo de infecciones y es un factor de riesgo de mortalidad y de pérdida del injerto. Asimismo, el tratamiento inmunosupresor puede reactivar la infección por el VHC y se desaconseja el tratamiento antivírico con IFN durante el trasplante por el elevado riesgo de desencadenar un rechazo agudo con pérdida del injerto renal. La infección por el VHC tiene además un comportamiento más agresivo en los pacientes con infección por el VIH, lo que puede ser un riesgo añadido en los coinfectados que se trasplantan. En un estudio multicéntrico estadounidense estos pacientes sufrieron una mayor tasa de infecciones graves con tendencia a una peor supervivencia302. En un estudio español los receptores con coinfección por VIH-VHC tuvieron una peor evolución del injerto renal303.

Actualmente se aconseja en los pacientes con VIH-VHC en diálisis un estudio completo que incluya la realización de una fibrogastroscopia y un estudio hemodinámico hepático con biopsia hepática transyugular. Debe plantearse antes del trasplante el tratamiento con IFN o IFN-ribavirina. Si se consigue la negativización del ARN-VHC, se indica el trasplante renal. En caso de persistir una carga viral VHC positiva, se puede efectuar el trasplante en ausencia de hepatopatía avanzada.

Actualmente no está establecido el papel de los nuevos IP en el tratamiento de la infección por VHC en los pacientes con infección por el VIH en diálisis o receptores de un trasplante renal.

Recomendaciones de la sección 12.2:

1. En los pacientes que cumplen los criterios de la sección anterior (relativas a las recomendaciones sobre los criterios para inclusión en lista de espera de trasplante renal en pacientes sin coinfección por VHC o VHB) y tienen coinfección por el VHC y/o VHB se debe realizar una evaluación completa de su hepatopatía (carga viral, ecografía, estudio hemodinámico hepático y biopsia hepática transyugular). (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

2. En los pacientes con coinfección por el VIH y el VHC que sean candidatos a trasplante renal aislado se debe valorar el tratamiento antiviral antes de realizar el trasplante. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

3. Los pacientes con coinfección por el VIH y el VHB que sean candidatos a trasplante renal aislado deben recibir tratamiento antiviral antes y después del trasplante. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

4. En caso de tener hepatopatía crónica avanzada se desaconseja el trasplante renal aislado y se evaluará el trasplante hepatorrenal (THR) combinado, aunque la experiencia es muy limitada y su indicación deberá induvidualizarse según se indica en el punto 9.3. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Débil).

12.3. Criterios para inclusión en lista de espera de doble trasplante hepatorrenal en pacientes con infección por el VIH y enfermedad hepática terminal

Los criterios que indican un doble THR están en discusión en los pacientes no infectados por el VIH. Está bien consensuado que la hepatopatía avanzada es una contraindicación para el trasplante renal aislado y, viceversa, la insuficiencia renal crónica es una contraindicación para el trasplante hepático aislado. El problema radica en que en el doble THR en ocasiones se trasplanta el hígado prematuramente en pacientes con ERC terminal, y en otras ocasiones se trasplanta el riñón en pacientes con insuficiencia renal no demasiado evolucionada.

La insuficiencia renal previa al trasplante ortotópico hepático (TOH) es un factor de riesgo independiente de supervivencia, por lo que desde la adopción del modelo MELD en el año 2002 se ha incrementado enormemente la indicación del doble THR. Este mejora la supervivencia del paciente con indicación de trasplante hepático cuando se encuentra en diálisis o con insuficiencia renal avanzada. Sin embargo, no está demostrado que este modelo aporte beneficios en la supervivencia respecto al TOH aislado en pacientes con insuficiencia renal ligera-moderada317-321.

En el síndrome hepatorrenal es muy importante establecer la potencial reversibilidad del FRA para poder indicar un doble THR o un TOH aislado. Existen datos que señalan que el THR ofrece beneficios en la supervivencia sobre el TOH solo en aquellos pacientes con síndrome hepatorrenal con necesidad de diálisis durante un mínimo de 6-8 semanas pretrasplante. De los pacientes sometidos a TOH, el 89% recuperaron la función renal sin necesidad de diálisis más allá del mes post-TOH, y la creatinina sérica media a los 265 días de evolución disminuyó hasta 1,55mg/dl, dato que confirma la reversibilidad de la función renal en los pacientes con síndrome hepatorrenal después del TOH; y solo 3 de los 80 pacientes necesitaron hemodiálisis crónica (3,5%)322.

La biopsia renal también es muy útil para establecer la irreversibilidad de la insuficiencia renal y poder indicar el doble THR o el TOH aislado. El grado de fibrosis intersticial en la biopsia renal es un marcador de progresión hacia la ERC terminal, por lo que se ha estimado que por encima del 30% se debe valorar la indicación para THR. La glomeruloesclerosis también es un marcador de progresión hacia la ERC terminal, aunque no tan potente como el anterior. Según Easen et al., los pacientes con un FGe <30 ml/min/1,73m2 deberían disponer de una biopsia renal. Sin embargo, no siempre es posible disponer de ella dado el riesgo de complicaciones por sangrado en este tipo de pacientes320.

A partir de todas estas dudas, en el año 2008, expertos de la Sociedad Americana de Cirujanos de Trasplante, de la Sociedad Americana de Trasplante, del United Network for Organ Sharing y de la Sociedad Americana de Nefrología elaboraron un documento de consenso sobre las indicaciones para THR320. Se establecieron las siguientes indicaciones:

1. Enfermedad hepática terminal (EHT) y ERC en diálisis.

2. EHT e IRA en diálisis durante un mínimo de ocho semanas.

3. EHT y ERC con FG < 30ml/min/1,73m2.

4. En la EHT y la IRA de causa no aclarada con FG < 30 ml/min/1,73m2 y con fibrosis y/o glomeruloesclerosis > 30% en la biopsia, también se recomienda la realización de THR320.

En un esfuerzo para evitar un trasplante renal innecesario en pacientes con EHT, la Sociedad Internacional de Trasplante de Hígado posteriormente incluyó también el doble THR en los pacientes con EHT y ERC con FG < 30ml/min/1,73m2 y proteinuria > 3g/día; y en los pacientes con EHT e IRA con necesidad de diálisis durante más de seis semanas321,323.

En el momento actual, las recomendaciones para indicar el doble THR en pacientes con EHT e insuficiencia renal se detallan en la tabla 22. Estas recomendaciones se basan en la población sin infección por el VIH. La experiencia del THR en pacientes infectados por el VIH es muy limitada.

 

 

Recomendaciones de la sección 12.3:

1. Se deben valorar para THR combinado los pacientes con infección VIH con ERC y hepatopatía crónica que cumplan los criterios generales del trasplante renal, los específicos de la infección por el VIH y los de THR. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

2. La experiencia del THR combinado en pacientes con infección por el VIH es muy limitada, por lo que su indicación debe individualizarse. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

12.4. Criterios para inclusión en lista de espera de doble trasplante de riñón y páncreas en pacientes con infección por el VIH y diabetes mellitus

El doble trasplante de riñón y páncreas (TRP) está indicado en pacientes con DM tipo 1 con ERC en diálisis o prediálisis, menores de 50 años y en ausencia de enfermedad vascular severa. El trasplante de páncreas puede realizarse de forma simultánea o posterior al trasplante renal324,325. Los resultados del TRP han ido mejorando, siendo las tasas de supervivencia del injerto renal comparables a las del trasplante renal en pacientes sin DM (85% y 68% a los 5 años y los 10 años, respectivamente). La supervivencia del páncreas es mejor en el trasplante simultáneo y han conseguido también cifras muy significativas (73% y 55% a los 5 y 10 años, respectivamente)324-327. El principal riesgo del TRP son las complicaciones quirúrgicas (trombosis, fístula, pancreatitis), las infecciones y el mayor riesgo de rechazo pancreático y renal. Sus principales ventajas son la remisión de la polineuropatía diabética, un mejor control metabólico, una estabilidad de la retinopatía y evitar la recidiva de la nefropatía diabética sobre el riñón trasplantado. La modificación de la macroangiopatía establecida es discreta326,327. La experiencia del TRP en pacientes con infección por el VIH es limitada (ver sección 12.4) y los criterios para la inclusión en lista de espera se exponen en la tabla 23.

 

 

Recomendaciones de la sección 12.4:

1. Se deben valorar para el TRP todos los pacientes con infección por el VIH con DM tipo 1 y ERC avanzada que cumplan criterios generales de trasplante renal, criterios específicos de la infección por el VIH y los criterios de TRP. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

2. La experiencia en el TRP en pacientes con infección por el VIH es muy limitada y su indicación debe individualizarse. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

 

13. Manejo del paciente receptor de un trasplante renal

Hasta hace unos años, la infección por el VIH suponía una contraindicación absoluta para cualquier tipo de trasplante. El temor a que la inmunosupresión necesaria en el período postrasplante pudiera acelerar la progresión a sida y el desarrollo de infecciones oportunistas, unido además al mal pronóstico de la infección por VIH, hacía desestimar esta medida. A pesar de ello, en los pocos casos en que, por la razón que fuera, se practicaron trasplantes renales en la era pre-TARV, los resultados no fueron del todo malos328,329. La generalización del TARV a partir del año 1996 ha supuesto un cambio radical en el pronóstico de la infección por VIH, de forma que se ha convertido en una enfermedad crónica manejable y controlable.

13.1. Supervivencia del receptor de trasplante renal con infección por el VIH

En los últimos diez años se ha incrementado de forma notable la experiencia en trasplante renal en pacientes con infección por el VIH. Inicialmente la experiencia era con casos aislados o pequeñas series de casos retrospectivas. Posteriormente se han publicado estudios prospectivos que incluían un mayor número de casos de trasplante renal en pacientes con infección por el VIH. El estudio más importante publicado hasta el momento es el de Stock et al., que incluyó a 150 receptores de trasplante renal realizados entre 2003 y 2009 en 19 centros de trasplante de Estados Unidos302. La supervivencia del paciente y del injerto era del 95 y del 90% en el primer año y del 88 y del 74% en el tercer año, respectivamente. Se consideró que los resultados de supervivencia fueron intermedios entre los obtenidos en la población general trasplantada de Estados Unidos y los de un grupo de trasplante renal de alto riesgo. En un reciente estudio que incluye a 36 pacientes con infección por VIH que recibieron trasplante renal en 13 hospitales españoles, los resultados son muy similares, con una supervivencia del injerto del 91,6 y del 86,2% en el primer y tercer año postrasplante330.

De la experiencia existente en la era del TARV y con los modernos tratamientos inmunosupresores podemos extraer las siguientes conclusiones:

• La supervivencia a medio plazo (de paciente e injerto) en pacientes con infección por el VIH adecuadamente seleccionados puede alcanzar tasas similares a la de los pacientes sin infección por el VIH.

• Existen evidencias de que en el período postrasplante los pacientes pueden mantener un buen control virológico e inmunológico bajo TARV.

• No se ha demostrado que el tratamiento inmunosupresor en el período postrasplante condicione una evolución desfavorable de la infección por el VIH ni que haya mayor progresión a sida, ni mayor número de infecciones oportunistas o tumores relacionados con el sida11,313.

En la tabla 24 se resumen los principales datos de supervivencia en Estados Unidos antes y después del TARV302,331.

Recomendaciones de la sección 13.1:

1. Debe considerarse el trasplante renal como un tratamiento válido en pacientes con infección por el VIH adecuadamente seleccionados, ya que la supervivencia del paciente y del injerto renal es similar a la de los pacientes sin infección por VIH y no existe evidencia de evolución desfavorable de la infección por el VIH en el período postrasplante. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

2. Es recomendable la creación de equipos multidisciplinares en trasplante renal y enfermedades infecciosas-VIH para el seguimiento clínico de estos pacientes. Estos equipos analizarán conjuntamente las posibles interacciones farmacológicas de los cambios de dosis de fármacos antirretrovirales o inmunosupresores, o cualquier introducción o suspensión de algunos de estos fármacos. (Recomendación basada en el consenso).

13.2. Consideraciones específicas sobre el trasplante renal en pacientes con infección por el VIH

La complejidad del tratamiento del paciente con VIH que se somete a un trasplante renal requiere la colaboración multidisciplinar de nefrólogos, especialistas en enfermedades infecciosas y expertos en trasplante, además de otros especialistas de soporte (farmacéuticos, psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, etc.). Presenta además una serie de peculiaridades, tanto en el período pretrasplante como en el postrasplante, que es imprescindible comprender y evaluar para poder obtener los mejores resultados. En cualquier caso, todo paciente infectado por VIH que pueda beneficiarse de un trasplante renal ha de ser considerado para inclusión en lista de espera siempre que cumpla los criterios de la tabla 21. En este sentido, conviene señalar que, en un estudio llevado a cabo en Estados Unidos, solo el 20% de los teóricos candidatos a trasplante VIH (+) habían sido incluidos en lista de espera, frente al 70% de los VIH (-) en el mismo período de tiempo332. En España, un estudio de casos y controles de GESIDA/S.E.N. demostró que, mientras que el 62% de los 66 pacientes VIH negativos en diálisis había sido admitido a lista de espera de trasplante renal, solo se había incluido el 17% de los 66 pacientes infectados por el VIH108.

13.2.1. Período pretrasplante

13.2.1.1.Tipo de donante: donante renal en el trasplante renal en pacientes con infección por el VIH

Los pacientes con infección por el VIH que se encuentran en lista de espera de trasplante pueden recibir un injerto renal procedente de un donante cadáver o de un donante vivo seronegativo para VIH. En estudios previos, la pérdida del injerto fue significativamente menos frecuente cuando el órgano procedía de donante vivo302,333.

El empleo de órganos procedentes de donantes con infección por el VIH está totalmente contraindicado en nuestro medio. Recientemente se ha publicado una experiencia reducida en Sudáfrica con receptores con infección por el VIH que recibieron un injerto renal de donantes con infección por el VIH con buenos resultados. Esta situación hay que enmarcarla en el contexto de países con importantes limitaciones económicas, sanitarias y de acceso al trasplante.

No se dispone de información suficiente de seguridad y eficacia a largo plazo, por lo que actualmente no se deben aceptar donantes con infección por el VIH334,335.

Recomendaciones de la sección 13.2.1.1:

1. Los criterios de elección del donante de riñón para implante en personas con infección por el VIH son similares a los de la población general (donante cadáver o donante vivo). (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Fuerte).

2. La utilización de injertos renales procedentes de donantes con infección por el VIH está contraindicada. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

13.2.1.2. Pautas de tratamiento antirretroviral de elección en el receptor de trasplante renal

Es importante ajustar el tipo y la dosis de antirretrovirales a la situación de insuficiencia renal avanzada del paciente. Siempre que sea posible, se evitará administrar antirretrovirales con toxicidad mitocondrial (por ejemplo, ddI, d4T). Las necesidades de ajuste de dosis en insuficiencia renal avanzada y en diálisis pueden consultarse en este documento, en el documento de TARV de GESIDA/PNS periódicamente actualizado (www.gesida.seimc.org) y en otras fuentes acreditadas (http://www.interaccioneshiv.com/, http://www.hiv-druginteractions.org; http://www.interaccionesvih.com; http://hivinsite.ucsf.edu).

No está establecida cuál ha de ser la pauta ideal de TARV en receptores de trasplante renal, pero el régimen de tratamiento recomendado debería tener las siguientes características:

• Suficiente potencia para mantener una carga viral (ARN del VIH) suprimida a largo plazo y un adecuado recuento de linfocitos CD4+.

• Escasas interacciones farmacológicas con los inmunosupresores que son metabolizados por enzimas del citocromo p450: inhibidores de la calcineurina (ciclosporina y tacrolimus), inhibidores de la m-TOR (sirolimus, everolimus) y corticoides.

• Escasa toxicidad renal.

• Un adecuado perfil de seguridad cardiovascular.

• Baja probabilidad de desarrollar dislipemia o resistencia a la insulina (ambos, efectos secundarios de los inmunosupresores).

Las recomendaciones generales de tratamiento de la infección por el VIH en receptores de trasplante renal deben ser las mismas que las de la población general con infección por el VIH, pero con algunas consideraciones que se describen en la sección 10 y se resumen en la tabla 207,8,313:

ITIAN: la combinación de dos ITIAN (por ejemplo, TDF con FTC o ABC con 3TC) se puede utilizar de forma segura en receptores de trasplante renal. Con la excepción de ABC, los ITIAN se eliminan sobre todo por vía urinaria, por lo que se debe ajustar la dosis a la función renal. El TDF se debe utilizar con precaución y con frecuentes controles de función renal. El ABC no debe emplearse en receptores de un injerto renal procedente de un donante HLA-B57*01 positivo por riesgo de hipersensibilidad al fármaco. Los análogos de la timidina, AZT o d4T, estarían contraindicados por su elevada toxicidad y por su potencial pérdida de eficacia viral cuando se administran conjuntamente con micofenolato336. Por el contrario, podría existir un efecto sinérgico antiviral de micofenolato con ABC, TDF o ddi337.

ITINAN e IP: se pueden utilizar de forma segura en combinación con dos ITIAN, pero deben tenerse en cuenta sus potenciales interacciones farmacológicas con los inmunosupresores. En general, los ITINAN son moderados inductores del citocromo P4503A4 (lo que obliga a aumentar la dosis de los inmunosupresores: ciclosporina, tacrolimus, sirolimus y everolimus). Por el contrario, los IP son potentes inhibidores del citocromo P4503A4, lo que obliga a una importante reducción de dosis de los inmunosupresores. La RPV, un nuevo ITINAN, es sustrato e inductor débil de las enzimas del CYP450, por ello es esperable que las interacciones con los inmunosupresores sean clínicamente irrelevantes338. Por el momento no existen datos sobre seguridad y eficacia de la RPV o la ETR en pacientes receptores de trasplante. La utilización de cualquier IP o ITINAN en estos pacientes obliga a la monitorización frecuente de las concentraciones plasmáticas de los inhibidores de la calcineurina y de sirolimus, ya que también son sustratos del CYP450 y de la glicoproteína-P. La suspensión de los IP en un paciente que recibe inhibidores de la calcineurina o sirolimus puede ocasionar un rechazo agudo del injerto renal si no se aumentan las dosis de inmunosupresores.

Los InInt (RAL, DTG)se metabolizan por la vía de la UDGT-1 y, por lo tanto, no presentan interacciones con inmunosupresores a nivel del citocromo p450. La experiencia en trasplante renal del uso combinado de RAL con dos ITIAN ha sido satisfactoria hasta el momento339 y es posible que su utilización disminuya la elevada tasa de rechazo del injerto renal que existía en estos pacientes relacionada probablemente con las interacciones farmacológicas de IP o ITINAN con los inmunosupresores302,340. EVG, otro InInt próximamente disponible, es metabolizado por el CYP450 y se administra con COBI, un potente inhibidor del citocromo P450; por lo tanto, tendrá las mismas interacciones farmacocinéticas que los IP potenciados con RTV.

Los inhibidores de la entrada (enfuvirtida o T20) pueden ser también una alternativa en combinación con dos ITIAN, pero su administración por vía subcutánea, muy mal tolerada por el paciente, es una limitación.

Antagonistas del correceptor CCR5: MVC es un sustrato del citocromo p450 y sus niveles pueden ser modificados por fármacos inductores o inhibidores. El MVC no alterara los niveles plasmáticos de los inmunosupresores. Estudios experimentales sugieren que el MVC podría tener un papel importante como fármaco antirrechazo del injerto y en la actualidad existen ensayos clínicos en marcha que intentan evaluar esta hipótesis.

En conclusión, si no existe ninguna contraindicación, la pauta de TARV de elección en receptores de trasplante renal incluiría la combinación de ABC (o TDF como alternativa) y 3TC/FTC junto con RAL (o EFV como alternativa). La utilización de combinaciones en dosis fijas de fármacos antirretrovirales, «combos», puede estar contraindicada en el paciente receptor de trasplante renal y con deterioro de la función renal, ya que no permite el ajuste de dosis de los fármacos. Es recomendable realizar controles frecuentes de carga viral en el período postrasplante más temprano y realizar cambios en las pautas de TARV basándose en los tests de resistencia.

Recomendaciones de la sección 13.2.1.2:

1. Debe realizarse la tipificación del HLA B57-01 en el donante y el receptor de trasplante. En caso de resultar positivo, se evitará el tratamiento con ABC en el paciente receptor del órgano, por riesgo de hipersensibilidad al fármaco. (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Fuerte).

2. Se recomienda iniciar el TARV lo antes posible tras la realización del trasplante. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

3. Si no existe contraindicación o riesgo de fracaso virológico, la pauta de elección de tratamiento antirretroviral en los receptores de trasplante renal incluiría la combinación de ABC (o TDF ajustado al FG como alternativa) más 3TC (o FTC ajustados al FG) más RAL/DTG (o EFV como alternativa). (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Fuerte).

4. Si se deben utilizar ITINAN, debido a que son inductores del citocromo CYP450 será necesario aumentar la dosis de los inmunosupresores: ciclosporina, tacrolimus, sirolimus y everolimus. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

5. Si se deben utilizar IP/r, al ser potentes inhibidores del citocromo P4503_A4, será obligada la reducción de la dosis de los inmunosupresores: ciclosporina, tacrolimus, sirolimus y everolimus. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

6. Es recomendable realizar controles más frecuentes de carga viral en el período postrasplante inicial (3-6 meses). (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

13.2.1.3. Vacunas pretrasplante

Ver sección 7.7.1 (Vacunaciones en pacientes con enfermedad renal crónica e infección por el VIH) y tabla 16, donde se recogen las vacunas recomendadas en los pacientes con infección por VIH en diálisis.

Debido al mayor riesgo de infecciones postransplante, es importante prevenirlas, en lo posible, recomendándose las siguientes inmunizaciones (además de las habituales del calendario vacunal): Haemophilus influenzae b, hepatitis B (en todos los pacientes sin inmunidad), Streptococcus pneumoniae (en no vacunados o vacunados hace más de tres años), gripe (anual, a principios de otoño), varicela en pacientes seronegativos (demorando un mes el trasplante) y hepatitis A. Las pautas pueden consultarse en la web del GESIDA de la SEIMC http://www.gesida-seimc.org/. Además, es importante el diagnóstico y tratamiento de las infecciones latentes (incluida la tuberculosis).

Recomendaciones de la sección 13.2.1.3:

1. Los pacientes con ERC e infección por el VIH candidatos a recibir un trasplante renal deberán ser vacunados frente Haemophilus influenzae b, hepatitis B (en todos los pacientes sin inmunidad), Streptococcus pneumoniae (en no vacunados o vacunados hace más de tres años), gripe (anual, a principios de otoño), varicela en pacientes seronegativos (demorando un mes el trasplante) y hepatitis A. (Recomendación basada en el consenso).

13.2.2. Período postrasplante

13.2.2.1.Pautas de inmunosupresores de elección en el receptor de trasplante renal

En los inicios del trasplante en los pacientes con infección por el VIH existía el temor de que el uso de fármacos inmunosupresores pudiera acelerar su deterioro inmunológico y la progresión hacia sida y muerte. A pesar de este temor, la experiencia acumulada hasta la fecha ha puesto de manifiesto que el uso de inmunosupresores en pacientes con infección por el VIH bien controlados no ha significado un incremento de la susceptibilidad a infecciones oportunistas o tumores. Además, es conocido que algunos de estos fármacos han mostrado un efecto beneficioso sobre la replicación del VIH in vitro y un posible efecto beneficioso sobre la reconstitución inmune341. No existen regímenes de tratamiento inmunosupresor específicos para los pacientes con infección por el VIH y las pautas de tratamiento inmunosupresor utilizadas en receptores de trasplante renal en la era del TARV no son significativamente diferentes a las utilizadas en los pacientes sin infección por el VIH. El tratamiento inmunosupresor de elección en pacientes con infección por el VIH son los anticuerpos antilinfocitarios monoclonales (basiliximab) como tratamiento de inducción y la combinación de tacrolimus con micofenolato mofetilo y corticoides como tratamiento de mantenimiento313. Basándose en esta experiencia clínica se pueden realizar algunas recomendaciones específicas para los pacientes con infección por el VIH (tabla 25):

 

 

Inhibidores de la calcineurina (ciclosporina neoral y tacrolimus/tacrolimus de liberación retardada): no existen estudios que hayan comparado de forma directa el efecto de la ciclosporina con el del tacrolimus en el curso de la infección por el VIH. Ciclosporina ha sido el fármaco más utilizado hasta el momento actual probablemente por existir evidencias de sus efectos antivirales e inmunomoduladores341, pero en el momento actual existe preferencia para utilizar tacrolimus de primera elección por su mayor potencia inmunosupresora y su menor tasa de rechazo agudo302. Son fármacos nefrotóxicos que requieren una estrecha monitorización de sus niveles y hay que vigilar las interacciones con los antirretrovirales. Los IP son inhibidores de su metabolismo, por lo que aumentan de forma muy importante sus niveles (riesgo de nefrotoxicidad). Por el contrario, los ITINAN son inductores, por lo que reducen sus niveles (riesgo de rechazo agudo).

Inhibidores de la proliferación (micofenolato de mofetilo y micofenolato sódico): tienen efectos inhibidores sobre la replicación del VIH y son sinérgicos con algunos ITIAN342. Los efectos secundarios más frecuentes son diarrea y molestias digestivas, leucopenia y anemia. Es necesaria una monitorización de la cifra de leucocitos.

Inhibidores de la m-TOR (sirolimus, everolimus): estudios experimentales343 sugieren que sirolimus no parece tener efectos negativos en pacientes con infección por el VIH. El sirolimus reduce los niveles de CCR5 en células CD4, inhibe la replicación del VIH vía R5 e incrementa la actividad antiviral de los inhibidores de la fusión y antagonistas CCR5. Se dispone de menos experiencia en comparación con la ciclosporina o el tacrolimus. Los efectos secundarios más frecuentes son leucopenia, anemia, acné, proteinuria, edemas, aftas cutáneas, hipercolesterolemia, retraso en la cicatrización de las heridas o neumonitis farmacológica. Su efecto antiproliferativo puede ser útil en pacientes con antecedentes de sarcoma de Kaposi pretrasplante o en el período postrasplante344. Son fármacos que se metabolizan por el citocromo P450 y son sustratos de la gucoproteína-P, y su perfil de interacciones farmacológicas con los antirretrovirales es similar al de ciclosporina y tacrolimus.

Anticuerpos antilinfocitarios monoclonales anti-CD25 (basiliximab): este anticuerpo con actividad antirreceptor de la interleucina 2 ha demostrado incrementar el recuento de linfocitos CD4+345 y la experiencia clínica no ha mostrado efectos negativos en los pacientes con infección por el VIH.

Anticuerpos antilinfocitarios policlonales (globulina antitimocito o timoglobulina): es un potente fármaco inmunosupresor cuya utilización es controvertida debido a que se ha asociado a una severa y prolongada linfopenia con una mayor incidencia de complicaciones infecciosas graves y de pérdida de injerto302,346. En otros estudios los resultados no han sido tan desfavorables347. Se aconseja utilizarlos en pacientes de elevado riesgo inmunológico en dosis reducidas y con estrecha monitorización linfocitaria (CD3) para ajustar la dosis.

Anticuerpos antilinfocitarios monoclonales anti-CD20 (rituximab):la experiencia en receptores de trasplante renal con infección por el VIH es limitada. Están indicados en el tratamiento de desensibilización pretrasplante (trasplante renal en pacientes hipersensibilizados o ABO-incompatibles) y en el tratamiento del rechazo humoral agudo. No obstante, la experiencia del uso de rituximab en pacientes con infección por el VIH y linfoma no ha observado un efecto negativo de este fármaco en la evolución del VIH. Existe muy escasa experiencia hasta la fecha para hacer recomendaciones348. Su uso conlleva un riesgo añadido de desarrollo de tuberculosis.

La complejidad de las posibles interacciones entre los fármacos antirretrovirales e inmunosupresores aconseja crear equipos de especialistas en Nefrología y Enfermedades Infecciosas-VIH que evalúen conjuntamente las posibles repercusiones farmacocinéticas y clínicas de cualquier modificación del tratamiento, tanto en el campo de la eficacia antiviral como en el de la inmunosupresión. En relación con el TARV en el postrasplante inmediato, se recomienda iniciarlo lo antes posible tras la realización del trasplante.

Recomendaciones de la sección 13.2.2.1:

1. El tratamiento inmunosupresor de elección en pacientes con infección por el VIH son los anticuerpos antilinfocitarios monoclonales (basiliximab) como tratamiento de inducción y la combinación de tacrolimus con micofenolato de mofetilo (o ácido micofenólico) y corticoides como tratamiento de mantenimiento. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

2. Los anticuerpos antilinfocitarios policlonales deben utilizarse con precaución en dosis bajas y ajustadas por las cifras de CD3 por el mayor riesgo de desarrollar linfopenia prolongada e infecciones. Asimismo, deben valorarse de forma individualizada en el trasplante renal de alto riesgo inmunológico o en el tratamiento del rechazo agudo grave o resistente a corticoides. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

13.2.2.2. Interacciones farmacológicas entre los antirretrovirales y los fármacos inmunosupresores

Algunos antirretrovirales pueden inhibir o inducir el metabolismo de algunos inmunosupresores por interferencia del sistema enzimático P450 isoenzima CYP3A4 (empleado en el metabolismo de la ciclosporina, el tacrolimus, el sirolimus o el everolimus) (tabla 25). Es primordial la monitorización estrecha de los niveles del tratamiento inmunosupresor en pacientes trasplantados renales con TARV. Cualquier cambio en la dosificación de estos fármacos o la introducción de un nuevo tratamiento debe obligar a monitorizar los niveles de los fármacos inmunosupresores.

La utilización de fármacos no inmunosupresores que sean también inductores o inhibidores del sistema enzimático P450 puede influir en la biodisponibilidad de los antirretrovirales, con la consiguiente pérdida de eficacia o toxicidad. Es recomendable consultar las potenciales interacciones de un nuevo tratamiento en pacientes con infección por el VIH en TARV. Para ello existen diferentes portales electrónicos, de acceso gratuito, que analizan estas interacciones y que se actualizan continuamente (http://www.hiv-druginteractions.org; http://www.interaccionesvih.com; http://hivinsite.ucsf.edu).

Recomendaciones de la sección 13.2.2.2:

1. Los IP/r son inhibidores enzimáticos muy potentes del metabolismo de la ciclosporina, el tacrolimus, el sirolimus y el everolimus, aumentando de forma significativa sus concentraciones plasmáticas, con lo que existe un mayor riesgo de toxicidad. Se requiere una reducción de dosis de estos inmunosupresores. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

2. Los ITINAN son inductores enzimáticos moderados del metabolismo de la ciclosporina, el tacrolimus, el sirolimus y el everolimus, que reducen de forma significativa sus concentraciones plasmáticas, con lo que existe un mayor riesgo de rechazo agudo. Se requiere un aumento de dosis de estos inmunosupresores. (Calidad de la evidencia: Alta. Grado de la recomendación: Fuerte).

3. En caso de utilizar ITINAN o IP/r, deben monitorizarse los niveles plasmáticos de dichos inmunosupresores durante el tratamiento o ante cualquier cambio de dosis o suspensión de tratamiento. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Fuerte).

4. Deben consultarse en las páginas electrónicas disponibles y actualizadas las posibles interacciones farmacocinéticas existentes entre el tratamiento inmunosupresor, antirretroviral u otros fármacos que se prescriban al paciente trasplantado. (Calidad de la evidencia: Baja. Grado de la recomendación: Débil).

13.2.2.3. Adherencia al tratamiento

Tras el trasplante renal, los pacientes deben recibir una gran cantidad de medicamentos (inmunosupresores, antirretrovirales, profilaxis de infecciones oportunistas), lo que puede afectar a la adherencia. En este sentido es fundamental haber informado y educado al paciente convenientemente antes del trasplante.

13.2.2.4. Rechazo agudo en el trasplante renal en pacientes con infección por VIH

Clásicamente se ha descrito una frecuencia elevada de rechazo agudo en el trasplante renal con infección por el VIH (30-40%) en comparación con los pacientes sin infección por el VIH (15-20%). El mecanismo exacto no se conoce, aunque se han sugerido diferentes causas (disfunción del sistema inmune asociada al VIH, inmunosupresión inadecuada por la interacción farmacológica con los antirretrovirales, factores raciales, uso de ciclosporina e injerto procedente de donante cadáver). En las series recientes, el empleo de inducción con basiliximab en combinación con tacrolimus, micofenolato y esteroides se ha asociado a frecuencias reducidas de rechazo agudo similares a las de la población general302,303,330,339.

En algunos estudios europeos y americanos se ha observado también una mayor incidencia de función renal retardada330. Factores como el mayor tiempo en diálisis pretrasplante, la alta prevalencia de infección por VHC, las interacciones y la toxicidad farmacológica y el estado proinflamatorio asociado al VIH podrían ser causas de estos hallazgos.

Recomendaciones de la sección 13.2.2.4:

1. El trasplante renal en pacientes con infección por el VIH tiene un mayor riesgo de presentar rechazo agudo. (Calidad de la evidencia: Moderada. Grado de la recomendación: Débil).

13.2.3. Coinfección por el virus de la hepatitis C en el período postrasplante. (ver sección 8.1)

La coinfección por el VHC constituye una de las comorbilidades más importantes en el paciente con infección por el VIH. El VIH y el VHC comparten las mismas vías de transmisión, lo cual determina una elevada prevalencia de coinfección por ambos virus226,349. Los pacientes con infección por el VIH que están en diálisis en España tienen también una elevada prevalencia de coinfección por el VHC (60%). La coinfección en ellos se asocia a una mayor comorbilidad, mayor dificultad en su manejo y a un menor acceso al trasplante renal10. En los casos de coinfección por VHC y VIH, el trasplante renal supone el principal factor de riesgo de evolución de la hepatopatía por VHC en pacientes en hemodiálisis, siendo la insuficiencia hepática una de las principales causas de muerte a largo plazo tras el trasplante de estos pacientes350. Se cree que es debido a que el tratamiento inmunosupresor postrasplante modifica la historia natural de la hepatopatía, activa la replicación viral y acelera el desarrollo de la hepatopatía crónica. Además, el VHC facilita la aparición de algunos tipos de GN en el receptor de trasplante que pueden condicionar la función y supervivencia del injerto. Por otra parte, el tratamiento con IFN está contraindicado en el trasplantado renal (por riesgo de rechazo agudo y/o nefropatía intersticial aguda). Todos estos motivos sugieren la necesidad de planificar el tratamiento del VHC antes del trasplante.

13.3. Trasplante renopancreático

La experiencia en TRP en pacientes con infección por el VIH es escasa351-355. Las experiencias aisladas no han mostrado resultados muy favorables339. Grossi et al. comunicaron la experiencia más larga con 4 pacientes con infección por el VIH receptores de TRP con resultados algo mejores351. El doble TRP en pacientes con infección por el VIH se considera una técnica de mayor riesgo respecto a los pacientes sin infección por el VIH. Aunque la experiencia es limitada, existe el consenso de que el doble TRP puede ofrecerse en pacientes con infección por el VIH con DM tipo 1 adecuadamente seleccionados (jóvenes y sin excesiva arteriosclerosis periférica). Las indicaciones y contraindicaciones de TRP en pacientes con infección por el VIH se exponen en la tabla 23.

Recomendaciones de la sección 13.3:

1. El TRP es un alternativa en pacientes con infección por el VIH con DM tipo 1 y ERC en diálisis o en situación de prediálisis que cumplan los criterios adecuados. Existe un mayor riesgo de complicaciones infecciosas o quirúrgicas. La indicación del traspante renopancreático debe individualizarse. (Calidad de la evidencia: Baja. Recomendación basada en el consenso).

 

Agradecimientos

Las juntas directivas del GESIDA-SEIMC, la SEQC y la S.E.N. agradecen las aportaciones y opiniones de los socios que han contribuido a mejorar la redacción y enriquecer el contenido del documento de consenso: Dres. Anunciación González y Ángel Chocarro (Hospital Virgen de la Concha, Zamora), Dr. Antonio Buño (Hospital Universitario La Paz, Madrid), Dra. Carmen Mar (Hospital de Galdakano, Vizcaya).

Los Dres. José Luis Górriz, Alberto Martínez-Castelao, Manuel Praga, Carlos Quereda, Silvia Gràcia y Rosario Montañés son miembros del RETIC/REDinREN (RD12/0021/0019), ISCIII-Subdirección General de Evaluación y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). Los Dres. Félix Gutiérrez, José R. Arribas, Pere Domingo, José A. Iribarren, José López-Aldeguer, Fernando Lozano, Esteban Martínez, Eugenia Negredo, María J. Pérez-Elías, Joaquín Portilla, Antonio Rivero, y José M.a Miró son miembros de la Red de Investigación del Sida (RIS) (ISCIII-RETIC RD12/0017) del Ministerio de Sanidad y Consumo, Instituto de Salud Carlos III, Madrid.

 

Conflictos de interés

Los autores declaran los siguientes conflictos de interés:

José Luis Górriz ha recibido honorarios por parte de Abbvie para reuniones presenciales en la creación de un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH y ha recibido honorarios por conferencias de Abbvie, ViiV Healthcare, Bristol-Myers Squibb y Merck.

Félix Gutiérrez declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría para los laboratorios Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, GlaxoSmithKline, Merck Sharp & Dohme, Janssen-Cilag and ViiV Healthcare, y honorarios por presentaciones educacionales o conferencias en reuniones científicas organizadas por los laboratorios Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, GlaxoSmithKline, Merck Sharp & Dohme, Janssen-Cilag and ViiV Healthcare.

Joan Carles Trullas ha recibido honorarios por parte de Abbvie por la participación en un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH.

Piedad Arazo declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare; ha recibido compensación económica por charlas de Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare; ha recibido compensaciones económicas por escritura de manuscritos de los laboratorios Abbvie y Janssen, así como pagos por desarrollos de presentaciones educacionales para Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare.

José R. Arribas ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck, Tobira y ViiV Healthcare; ha disfrutado de becas para investigación clínica de Janssen, MSD y Gilead; ha recibido compensación económica por charlas de Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare.

Guillermina Barril ha recibido honorarios por parte de Abbvie por la participación en el grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH y ha recibido honorarios por consultorías y/o cursos o conferencias de Abbvie y Gilead Sciences.

Miguel Cervero ha recibido honorarios por parte de Abbvie por la participación en un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH, ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen-Cilag, ViiV Healthcare y Merck, y ayudas para asistencia a congresos de Gilead, Janssen-Cilag, Boehringer Ingelheim y Bristol-Myers Squibb.

Frederic Cofán ha recibido honorarios por parte de Abbvie por la participación en un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH y ha recibido honorarios por consultoría y conferencias de Fresenius, Novartis, Roche, Bristol-Myers-Squibb y Abbvie.

Pere Domingo ha recibido honorarios por parte de Abbvie en la creación de un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH y ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen y ViiV Healthcare; ha disfrutado de becas para investigación clínica de Abbvie, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen y ViiV Healthcare y ha recibido compensación económica por charlas de Abbvie, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen y ViiV Healthcare.

Vicente Estrada declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Gilead Sciences, Janssen y MSD. Ha recibido becas para investigación clínica de Janssen, MSD y Abbvie y compensación económica por charlas de Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare.

Xavier Fulladosa ha recibido honorarios por parte de Abbvie por la participación en un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH, ha realizado labores de consultoría en los laboratorios Gilead Sciences y ha recibido compensación económica por conferencias de Gilead Sciences.

María J. Galindo declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, y Merck; ha disfrutado de becas para investigación clínica de Abbvie, Boehringer Ingelheim, Glaxo y Janssen; ha recibido compensación económica por charlas de Abbvie, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y Roche, y ha colaborado en la elaboración de materiales educativos para Janssen, Pfizer, ViiV, Glaxo y Abbvie.

Silvia Gràcia ha recibido honorarios por parte de Abbvie por la participación en un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH.

José Antonio Iribarren declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Gilead Sciences y Janssen-Cilag; ha recibido becas de investigación clínica de laboratorios Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gobierno Vasco, FIPSE y FISS, y ayudas para asistencia a congresos de Abbvie, Gilead, Janssen-Cilag y ViiV, y ha participado en actividades educativas, charlas o simposios patrocinados por Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead, Merck, Novartis Janssen, Pfizer y ViiV.

Hernando Knobel declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha recibido compensación económica por labores de consultoría y charlas de los laboratorios Abbott Laboratories, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare.

José López-Aldeguer declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen y ViiV Healthcare; ha disfrutado de becas para investigación clínica de Bristol-Myers Squibb, ViiV Healthcare y Merck, y ha recibido compensación económica por charlas de Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare.

Fernando Lozano declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría para Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Boehringer Ingelheim, Gilead Sciences, GlaxoSmithkline, Janssen, Merck-Sharp & Dome, Pfizer, Roche Pharmaceuticals y ViiV Healthcare, y ha recibido compensación económica por charlas de Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Boehringer Ingelheim, Gilead Sciences, GlaxoSmithkline, Jansen, Merck-Sharp & Dome, Pfizer, Roche Pharmaceuticals y ViiV Healthcare.

Alberto Martínez-Castelao ha recibido honorarios por parte de Abbvie en la creación de un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH; ha recibido honorarios por conferencias de Abbvie, Amgen, Boehringer-Ingelheim, Esteve, Novartis y Roche, y ha participado en labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Amgen, Boehringer-Ingelheim, Esteve, Janssen-Cilag y Novartis.

Esteban Martínez declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Boehringer-Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, GlaxoSmithKline, Merck Sharp & Dohme, Theratechnologies, Tibotec y ViiV Healthcare; ha recibido compensaciones económicas por charlas de los laboratorios Abbvie, Boehringer-Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, GlaxoSmithKline, Merck Sharp & Dohme, Theratechnologies, Tibotec y ViiV Healthcare, así como pagos por desarrollo de presentaciones educacionales para Abbvie, Boehringer-Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, GlaxoSmithKline y ViiV Healthcare.

María A. Mazuecos ha coordinado un grupo de investigación en trasplante renal en pacientes VIH y ha recibido ayudas para el desarrollo de esta investigación de Astellas Pharma.

Celia Miralles declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare; ha recibido compensación económica por charlas de Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare; ha recibido compensaciones económicas por escritura de manuscritos de los laboratorios Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences y ViiV Healthcare, así como pagos por desarrollos de presentaciones educacionales para Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare.

Rosario Montañés ha recibido honorarios por parte de Abbvie por la participación en un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH.

Eugenia Negredo declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Boehringer-Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Janssen, Gilead Sciences, GlaxoSmithKline, Merck Sharp & Dohme y ViiV Healthcare; ha recibido compensaciones económicas por charlas de los laboratorios Abbvie, Boehringer-Ingelheim, Roche, Janssen, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, GlaxoSmithKline, Merck Sharp & Dohme y ViiV Healthcare, así como pagos por desarrollo de presentaciones educacionales para Abbvie, Boehringer-Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, GlaxoSmithKline y ViiV Healthcare.

Rosario Palacios declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en laboratorios Boehringer Ingelheim y ha recibido compensación económica por charlas de Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, ViiV Healthcare y Roche.

María J. Pérez Elías declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbott Laboratories, Bristol-MyersSquibb, GileadSciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare; ha disfrutado de becas para investigación clínica de laboratorios Abbott Laboratories, Gilead Sciences, ViiV Healthcare y Janssen; ha recibido compensación económica por charlas de Abbott Laboratories, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare, así como pagos por desarrollos de presentaciones educacionales para Abbott Laboratories, Bristol-Myers Squibb, Janssen, Merck Sharp Dome y ViiV Healthcare.

Joaquín Portilla ha recibido honorarios por parte de Abbvie por la participación en un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH y ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare; ha disfrutado de becas para investigación clínica de Abbvies, Janssen, Merck y ViiV Healthcare y ha recibido compensación económica por charlas de Abbvies, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck, Roche y ViiV Healthcare.

Manuel Praga ha recibido honorarios por parte de Abbvie por la participación en un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH y ha recibido ayudas a la investigación y honorarios por asesorías y conferencias de Novartis, Astellas, Gambro, Fresenius, Alexion, Abbvie, Glaxo, Gilead, Roche, Merck, Janssen y Pfizer.

Carlos Quereda declara no tener conflicto de intereses en este proyecto.

Antonio Rivero ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare; ha disfrutado de becas para investigación clínica de laboratorios Abbvie, Gilead Sciences, Merck y ViiV Healthcare; ha recibido compensación económica por charlas de Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare, así como pagos por desarrollos de presentaciones educacionales para Abbvie, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck y ViiV Healthcare.

Juan M. Santamaría ha recibido honorarios por parte de Abbvie por la participación en un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH.

Jesús Sanz declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbott Laboratories, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck, ViiV Healthcare y Boehringer Ingelheim; ha recibido compensación económica por charlas de Abbott Laboratories, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, Merck, ViiV Healthcare y Boehringer Ingelheim y ha recibido pagos por desarrollo de presentaciones educacionales para ViiV Healthcare.

José Sanz declara no haber recibido ninguna ayuda ni subvención relacionada con este documento. En el pasado ha impartido charlas de carácter formativo y ha efectuado trabajos de consultoría, por lo que ha recibido honorarios procedentes de ViiV Healthcare, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Janssen, MSD, Boehringer-Ingelheim y Abbvie.

José M. Miró ha recibido honorarios por parte de Abbvie en la creación de un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH y ha efectuado labores de consultoría en los laboratorios Abbvie Laboratories, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, Merck, Novartis y Sanofi; ha disfrutado de becas para investigación clínica de Cubist, Novartis, Merck, Fondo de Investigaciones Sanitarias (FIS) del Instituto de Salud Carlos III (Madrid), Fundación para la Investigación y Prevención del Sida en España (FIPSE, Madrid), Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI, Madrid), National Institutes of Health (NIH, Bethesda, MA, USA) y NEAT y ha recibido compensación económica por charlas de Novartis y ViiV Healthcare.

Finalmente, la logística de las reuniones presenciales de los miembros de este panel que han participado en un grupo de trabajo sobre las alteraciones renales en el VIH ha sido financiada por los laboratorios Abbvie España.

Anexo A. ABREVIATURAS

 

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Dirección para correspondencia:
Félix Gutiérrez,
Hospital General Universitario de Elche,
Universidad Miguel Hernández, Alicante
E-mail: gutierrez_fel@gva.es
E-mail: jlgorriz@senefro.org

Enviado a Revisar: 10 Jul. 2014
Aceptado el: 10 Jul. 2014.

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