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Dynamis

versão On-line ISSN 2340-7948versão impressa ISSN 0211-9536

Dynamis vol.30  Granada  2010

 

IN MEMORIAM

 

En recuerdo de D. Juan Antonio, maestro, colega y amigo

In memory of don Juan Antonio, teacher, colleague and friend

 

 

Jon Arrizabalaga

Dpto. de Historia de la Ciencia, CSIC-IMF. jonarri@imf.csic.es

 

 

Conocí a Juan Antonio Paniagua durante el año académico 1973-1974, cuando comenzaba mis estudios de medicina en la Universidad de Navarra. La ocasión me la brindó la asignatura de "Introducción a la Medicina" que aquel año se impartía en Pamplona por vez primera. Desde el primer momento me sentí atrapado por el estilo apasionado, claro y directo con que impartía su magisterio aquel profesor inquieto y menudo, bajo cuya bata blanca asomaba un "clergyman" negro. Sus clases tenían un contendido peculiar, alejado del obligado formalismo de las restantes disciplinas y a la vez necesario complemento suyo. Paniagua recurría sistemáticamente a la historia de la medicina como fuente iluminadora de algunos conceptos médicos básicos con los que comenzábamos a familiarizarnos en aquel primer curso de la licenciatura.

A través de una encuesta que nos pasó al concluir el curso para conocer mejor nuestros intereses, supo de mi gusto por el latín y la historia. Antes de la llegada de las vacaciones estivales habló conmigo y me ofreció colaborar en las tareas del departamento de Historia de la Medicina, que dirigía; ofrecimiento que acepté encantado. Al final de aquella charla quiso obsequiarme con un ejemplar dedicado de su esencial librito sobre Arnau de Vilanova, que en 1994 reaparecería editado en sus Studia Arnaldiana. Aquella ocasión en el ya lejano año 1974 selló el inicio de una larga y sostenida relación con Juan Antonio Paniagua que sólo su fallecimiento ha interrumpido. El curso regular de Historia de la Medicina que nos impartió durante el cuarto año de la carrera, y un curso opcional, un año después, sobre la mentalidad anatomoclínica, reafirmaron mi creciente interés por la historia de la medicina. Al concluir este último curso, acepté entusiasmado la propuesta de D. Juan Antonio -como le llamábamos- de iniciar bajo su dirección una tesis doctoral de carácter históricomédico. La nueva etapa abierta entonces en mi relación con él estuvo marcada por su apoyo desinteresado e incondicional a mi voluntad de dedicarme pro-fesionalmente a la historia de la medicina.

Sus gestiones personales, en el verano de 1980, ante Emili Ba-laguer y Rosa Ballester, a la sazón responsables del departamento de Historia de la Medicina de la Universidad de Zaragoza, me permitieron iniciar en este departamento mi andadura profesional durante el curso 1980-1981. Y su aval en 1982 ante Luis García Ballester -finalmente codirector de mi tesis, con quien completaría mi formación y, hasta su prematuro fallecimiento en 2000, compartiría lugares de trabajo, proyectos e ilusiones- hizo posible la continuidad de ésta en la Universidad de Cantabria a partir de febrero de 1983. Pero, ni mi marcha a Santander y posterior estancia posdoctoral de dos años en Cambridge, ni mi ulterior traslado profesional al CSIC en Barcelona interrumpieron mi relación profesional con Juan Antonio Paniagua, que en el transcurso del tiempo, ésta se fue convirtiendo, de forma natural, en la relación con un colega senior, que además era un entrañable amigo. Desde los años ochenta coincidí con él en numerosas reuniones profesionales en distintos lugares y, hasta poco antes de su fallecimiento, pude visitarle asiduamente en Pamplona aprovechando mis viajes familiares. Y cuando en mi vida profesional necesité consejo, nunca dudé en pedírselo a él, consciente del valor de su benévolo y desinteresado juicio.

El fallecimiento de Juan Antonio Paniagua el pasado 11 de febrero se produjo en Pamplona seis meses antes de su nonagésimo aniversario y habiéndose mantenido intelectualmente activo y físicamente autónomo hasta poco antes del final de sus días. Licenciado en medicina por la Universidad de Valladolid (1945) y doctor en medicina por la Universidad Central de Madrid (1948), Paniagua fue Secretario General de la Universidad de Navarra (1960-1966), y profesor de Historia de la Medicina (1962-1992), de Deontología Médica (1965-1972) y de Historia de la Farmacia (1970-1990) en dicha universidad, además de sacerdote desde 1968.

En 1948 inició su dedicación a la historia de la medicina, bajo el magisterio del profesor Pedro Laín Entralgo, titular en Madrid desde 1942 de la única cátedra de Historia de la Medicina entonces existente en España. A su lado fue el primer secretario de redacción de la revista Archivos Iberoamericanos de Historia de la Medicina y Antropología Médica (fundada en 1949 y que actualmente sigue publicándose bajo el nombre de Asclepio) y socio fundador de la Sociedad Española de Historia de la Medicina. Fue Laín quien le animó a estudiar la figura y la obra del médico catalán y profesor de la Universidad de Montpellier, Arnau de Vilanova (c.1240-1311), un ámbito de estudio en el que Juan Antonio Paniagua fue una autoridad internacionalmente reconocida.

Convencido de la necesidad de estudiar la tradición manuscrita de las obras de Arnau de Vilanova para despojarlas de multitud de atribuciones dudosas, en 1956 Paniagua se trasladó a París con una beca del CSIC para abordar el estudio de dicha tradición. Allí tomó contacto con los historiadores europeos de la ciencia medieval que, tras la Segunda Guerra Mundial, estaban construyendo la disciplina desde nuevas bases documentales. Sus investigaciones heurísticas le llevaron a demostrar que gran parte de las obras atribuídas al médico medieval eran apócrifas, en particular las referentes a los aspectos más próximos al esoterismo y las "artes ocultas".

La producción científica de Juan Antonio Paniagua, extendida en el tiempo entre 1949 y 1994, sigue siendo de consulta obligada para los historiadores de la medicina medieval. En ella cabe destacar, por una parte, una imprescindible biografía de Arnau (Valencia: Cátedra de Historia de la Medicina de la Universidad de Valencia; 1969), la edición de la versión castellana del régimen de salud que Arnau dedicó al rey Jaime II de Aragón, y la monografía El doctor Chanca y su obra médica: vida y escritos del primer médico del Nuevo Mundo (Madrid: Instituto de Cultura Hispánica; 1977). La biografía y principales artículos sobre Arnau volvieron a publicarse en la década de 1990 integrando el volumen Studia Arnaldiana: trabajos en torno a la obra médica de Arnau de Vilanova, c.1240-1311 (Barcelona: Fundación Uriach 1838; 1994).

Por otra parte, desde 1975 a 2000 Juan Antonio Paniagua dirigió, junto a Luis García Ballester y Michael McVaugh, las Arnaldi de Villanova Opera Medica Omnia (AVOMO), un proyecto internacional de edición crítica y estudio de las obras médicas de Arnau de Vilanova, dentro del cual se han publicado hasta la fecha trece volúmenes, a cargo de un amplio plantel interdisciplinar de investigadores europeos y norteamericanos. Además de sus funciones como integrante del equipo editorial general de las AVOMO, Paniagua se ocupó específicamente de la edición de la obra aforística de Arnau, recogida en los volúmenes VI.1 y VI.2 de esta colección: las Medica-tionisparabole (Barcelona: Universitat de Barcelona; 1990) y el Commentum in quasdam parabolas et alias aphorismorum series: aphorismi particulares, aphorismi de memoria, aphorismi extravagantes (Barcelona: Universitát de Barcelona-Fundació Noguera; 1993).

Entre las cualidades de Juan Antonio Paniagua como maestro de profesionales de la historia de la medicina dentro y fuera de nuestro país, me gustaría destacar su rigor y pulcritud como investigador; su audacia intelectual de pionero en la apertura y desarrollo de nuevos campos de investigación; su "olfato" como historiador de la medicina e intuición a la hora de formular en sus trabajos hipótesis y conjeturas que investigaciones posteriores suyas y de otros especialistas internacionales sobre Arnau de Vilanova han permitido confirmar; su apertura a la bibliografía históricomé-dica internacional, más meritoria si se tiene en cuenta los difíciles años 40, 50 y 60, en los que Paniagua desarrolló buena parte de sus investigaciones históricomédicas; su gusto y dominio de la lengua castellana, su elegante prosa y su vasta cultura humanística; y su generosidad intelectual materializada tanto en su dedicación docente, como en una actitud siempre atenta hacia discípulos y colegas que sometíamos a su opinión los resultados de nuestras investigaciones.

Junto a las cualidades intelectuales enumeradas, D. Juan Antonio Paniagua aunaba en su persona una profunda exquisitez humana, como a nadie que le conociera pudo pasarle desapercibido: era "un hombre en el buen sentido de la palabra bueno", si se me permite utilizar el manido verso machadiano. Y con su bondad entrañable, se ganó la estima de personas de la más variada condición e ideología, para quienes fue un privilegio contar con su amistad. Su afabilidad y bonhomía, su espíritu abierto y tolerante, su fácil conversar y agudo ingenio, su capacidad de escuchar e interesarse por las opiniones de los demás, su optimismo antropológico, le granjearon respeto y afecto por doquier, particularmente entre las generaciones más jóvenes.

En cierta ocasión, Juan Antonio Paniagua me confesó sentir como una especie de sino en su vida, el papel de puente entre personas e instituciones que a menudo le tocaba jugar. Tras más de tres décadas de amistad, me consta que supo construir, dentro y fuera de la profesión, muchos y sólidos puentes a lo largo de una dilatada existencia que, en buena parte, transcurrió en circunstancias muy difíciles, cuando no trágicas, de la historia de nuestro país. Desde estas líneas en su memoria quiero manifestar mi profunda gratitud por cuanto intelectual y humanamente pude aprender de él en los años que le traté.

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