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Dynamis

On-line version ISSN 2340-7948Print version ISSN 0211-9536

Dynamis vol.35 n.2 Granada  2015

 

 

 

Medicina e historia en la actividad científica de Emilio Balaguer Perigüell. El final del camino

Medicine and history in the scientific activity of Emilio Balaguer Perigüell. The end of the road

 

 

Rosa Ballester (*)

(*) orcid.org/0000-0002-7870-4185. Historia de la Ciencia, Universidad Miguel Hernández. rosa.ballester@umh.es

 

 

Ha sido y es una práctica habitual del periodismo histórico-científico rendir homenaje a los miembros de sus comunidades recientemente fallecidos. Así lo ha hecho Dynamis desde sus inicios y así debe ser, pues es de bien nacidos, como solía decir Laín Entralgo, rendir el justo tributo a quienes nos precedieron. Y ello no supone partir de una actitud panegirista. Por el contrario, una perspectiva que analice el legado de la persona homenajeada enmarcada en un contexto y con el mayor rigor posible, puede aportar mucho más que una laudatio afectivamente incontrolada.

 



Emilio Balaguer acompañando a Pedro Laín en el
acto de investidura de este último como doctor
honoris causa por la Universidad Miguel Hernández
(23 de octubre de 1998).

 

Dos trabajos inéditos, manuscritos de su puño y letra, como era habitual en él, han sido los textos testamentarios de Emili Balaguer. En uno de ellos, consagrado a su paisano Roderic de Borja (el futuro Alejandro VI), analiza su relación con el humanismo italiano y su cercanía a los círculos neoplatónicos. El segundo, referido a la figura de Marañón, algunos de cuyos trabajos estuvieron en la mesilla auxiliar, al lado del sillón donde descansaba cuando la disnea era todavía soportable. De Marañón le interesaron los fundamentos ideológicos de su pensamiento médico y en su Vocación y ética subraya Balaguer su concepto de "vocación médica" como el resultado de la intersección de dos conjuntos: el conocimiento científico que el médico tiene la obligación de poseer y la "vocación de amor", es decir, la comprensión de la persona enferma. Un número monográfico de Arbor (coordinado junto a Antonio López Vega) y su discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina de la Comunidad Valenciana, caminaron por estos derroteros. En el trabajo inconcluso, el envejecimiento y la dimensión personal de la enfermedad en Marañón, fueron el foco de interés prioritario.

Amante de los clásicos, buen conocedor del latín y lector empedernido, la fidelidad y la coherencia ideológica vienen a ser dos de los ejes que permiten comprender como fue la personalidad de Emili Balaguer marcada por una sutil ironía, uno de los modos de expresión de los secuaces del escepticismo como filosofía vital, en el sentido más genuino del término. En primer lugar, fidelidad a su procedencia profesional. En la sesión necrológica celebrada en la Real Academia de Medicina de la Comunidad Valenciana en memoria de José María López Piñero (2010), lo expresaba así:

"En mi caso debo manifestar mi condición de miembro de la primera generación de la "Escuela de Valencia", de lo cual nos sentimos más que satisfechos, orgullosos. Por tanto, compartimos un conjunto de valores que nos hacen entender de una forma determinada no solo la Historia de la Medicina, sino también la Medicina misma. Que todo ello es el resultado de un proceso de socialización en un grupo de trabajo cuya cabeza visible y en ocasiones invisible, fue el profesor López Piñero. Estoy aquí como un elemento más de ese conjunto, con el único mérito de la antigüedad. Porque a quien le correspondería estar en esta tribuna, si la existencia no fuera un proceso tan ignoto, es al hermano mayor de aquella generación, al que siempre estuvo entre el mayor y los pequeños, me refiero claro está, al entrañable Luis García Ballester".

A través de José María y de Luis, y de su vinculación con el Colegio San Juan de Ribera en Burjassot, Emili fue muy consciente de la importancia de haber podido entrar en contacto, en los años de su formación como médico y como historiador, con el director del Seminario Diocesano, Antonio Rodilla; el nivel cultural del Seminario en aquellos momentos fue muy superior al de la Universidad de Valencia, especialmente en el terreno de la historia del pensamiento. De aquella cantera surgieron personas tan destacadas como Fernando Cubells, cuyas traducciones de los presocráticos siguen siendo imprescindibles; Alfonso Roig, uno de los mayores especialistas en el arte contemporáneo y que mantuvo una fluida relación con Picasso; Ramón Arnau, condiscípulo de Ratzinger en la Facultad de Teología de Múnich; o José Carlos Bernia, un riguroso psicólogo experimental formado en Lovaina.

 



En el Schloss de Heidelberg, uno de los lugares emblemáticos
en lo personal y en lo profesional. Junio, 2010.

 

Con la realización de su tesis doctoral, La introducción del modelo físico-matemático en la biología moderna. La obra de Giovanni Battista Borelli, s. XVII, había comenzado su andadura profesional en Valencia junto a López Piñero, dentro de la explotación del programa propuesto por Laín Entralgo acerca del desarrollo de historia de las ideas médicas y de la historia intelectual. Toda la trayectoria historiográfica de Balaguer estuvo precisamente marcada por la influencia de muchas de las personas que acabo de mencionar y, por encima de todos, del maestro de todos, Pedro Laín. Y junto a López Piñero y García Ballester, historiadores de la talla de Joan Reglá, el respeto profundísimo por los historiadores Peset, presentes y anteriores, o de su amigo personal Sebastián García Martínez.

El amor por las raíces y la fidelidad a una tierra, fuera de todo dogmatismo -no soportaba a los que se creían poseedores de verdades absolutas de cualquier signo-, fueron una de sus señas de identidad. Y el compromiso cívico que, en la vertiente profesional, incluía también las contribuciones que, como historiador, podía hacer al estudio de temas y aspectos biográficos e histórico-sociales de los lugares donde estuvo como profesor universitario. Ese es el significado de todas sus aportaciones a la medicina valenciana [relaciones entre medicina y política en la medicina valenciana del siglo XIX en figuras como Faustino Barberá; los distintos trabajos (1987, 1996, 2003 y 2006) sobre el cirujano y médico alicantino Francisco Xavier Balmis i Berenguer que se encuentran entre los más citados de toda su producción] y a la medicina aragonesa. En este último caso, podemos citar los estudios sobre la obra De morbis endemiis Caesar Augustae...(1686) de Nicolás San Juan y Domingo, considerada la primera de las topografías médicas editadas en España, o la coordinación de las voces histórico-médicas de la Gran Enciclopedia Aragonesa.

Por último, su actitud ante la bioética. Se podría pensar, a la luz de la poca presencia de estos temas en su producción científico-médica, que es un problema que no le interesara. No es así. De hecho fue el primer profesor de la nueva asignatura incorporada al Grado de Medicina en la Universidad Miguel Hernández y logró concitar en su entorno a varios profesores de la Facultad (fisiólogos, farmacólogos, internistas) que completaban con sus experiencias prácticas, los aspectos teóricos de la ética fundamental y de la historia de la ética médica fundamentada, según comentaba, en dos soportes: por una parte, en la reflexión filosófica; y por otra, en la realidad científica de la medicina del momento. Investigación histórica del significado de los valores o principios vigentes en los distintos periodos y su manera de interpretarlos, para arrojar luz sobre un problema médico en un momento determinado y por lo tanto, la primera condición sine qua non sería definir las característica biológicas, biográficas y sociales del problema. En definitiva, al igual que postulaba en la integración de las ciencias sociales, también en la bioética, la constitución adecuada sería la formación de equipos interdisciplinares y esta filosofía de equipo debería empapar todo el curriculum médico.

El problema del nuevo estilo es muy importante porque cambia fundamentalmente la perspectiva social y las expectativas de ese nuevo tipo de médico. Y citaba como, en 1269, un intelectual no médico, Tomás de Aquino, en su comentario a uno de los Parva naturalia aristotélicos, concretamente el De sensu et sensato, dejó bien claro este modelo de médico, definiendo su actividad no sólo en el proceso curativo, de transcendencia indiscutible, por supuesto, sino en algo más: la salud. Desde la agudeza con que analiza el texto aristotélico, concluye que el médico debe ser artifex factivus sanitatis, es decir, hacedor de salud, la idea que late detrás del nuevo concepto de medicina y que marca el camino de otro tipo de educación médica, el nuevo modelo de médico que planteaba Emilio Balaguer.

Creo que, sobre la base de sus reflexiones, no puede dudarse de la íntima unión en el pensamiento de Balaguer de la Historia con la Medicina. La Medicina plantea el problema de interrogar a la Historia en busca de respuestas. Mientras la Historia sea capaz de dar respuesta, su ubicación en el campo médico está asegurada; pero si el historiador de la medicina olvida que en su trabajo como tal, lo médico es sustantivo y no adjetivo, perderá todo su sentido en una institución médica. Ese, consideraba Emilio Balaguer, era el santo y seña de la llamada Escuela de Valencia y sin duda, constituye una parte sustancial de su propio legado.

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