SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.36 número2Perícias, acidentes e hérnias no contexto do direito à saúde, Colômbia 1915-1946 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Dynamis

versión On-line ISSN 2340-7948versión impresa ISSN 0211-9536

Dynamis vol.36 no.2 Granada  2016

 

 

 

Reseñas

Reviews

 

 

Isabelle Boehm et Nathalie Rousseau, dirs. L'expressivité du lexique médical en Grèce et à Rome. Hommages à Françoise Skoda. Paris: Presses de l'université Paris-Sorbonne; 2014, 513 p. ISBN: 978-2-84050-929-5. € 37.

Los trabajos realizados durante años en Francia por Françoise Skoda sobre la historia del vocabulario científico -particularmente desde la perspectiva de las lenguas clásicas-, la han convertido en una de las especialistas más importantes y de mayor prestigio en este ámbito. Algo a lo que ha colaborado, igualmente, el magisterio desarrollado tanto a través de sus tareas docentes desempeñadas durante más de 30 años en Niza, Sèvres, Poitiers y París, como por medio de los seminarios de investigación impartidos a lo largo de ese tiempo. No es extraño, por tanto, que colegas, discípulos y amigos -franceses, sobre todo, pero entre los que se desliza algún belga, español e italiano- le dediquen este libro de homenaje donde se pone de manifiesto de modo inequívoco la fecundidad de un campo de estudio como es el del lenguaje de la medicina, abordado desde perspectivas históricas.

El volumen, donde se recogen contribuciones firmadas en su práctica totalidad por lingüistas especializados en lenguas clásicas, se abre con una presentación de las directoras del mismo, Isabelle Boehm y Nathalie Rousseau. En dicha presentación, en la que se hace una semblanza de la trayectoria de la profesora Skoda, acompañada del listado preceptivo de todas sus publicaciones, queda reflejada la fecundidad investigadora de la homenajeada, pero también la de ese campo de estudio al que aludimos, de límites no siempre bien dibujados, donde confluyen la filología, la lexicografía y la historia de la ciencia. Esa fecundidad se plasma en este texto en seis posibilidades -todas ellas exploradas por Skoda a lo largo de su vida profesional- que van a conformar los seis grandes capítulos en que se estructura.

El primero de los mismos, titulado "Principios de formación del léxico", tiene que ver con hechos relativos a los modos clásicos de creación de los términos, la composición y la derivación, llevados a cabo en dominios especializados muy concretos. Son siete las contribuciones que lo integran: cinco, eruditísimas, firmados por Alain Blanc, Paul Demont, Charles de Lamberterie, Pascal Luccioni y Laurent Dubois, dedicados al análisis de algunos sustantivos y adjetivos griegos más o menos empleados en medicina. En los dos restantes, no menos eruditos que los anteriores, el análisis se centra en voces latinas: el uso de los diminutivos en los nombres de instrumentos médicos; y algunos aspectos de la fitonimia latina y su comparación con la taxonomía moderna, cuyos autores son Frédérique Biville y Michèle Fruyt, respectivamente.

Seguramente haya sido Médecine ancienne et métaphore. Le vocabulaire de l'anatomie et de la pathologie en grec ancien (París, 1988), donde Françoise Skoda demostraba sobradamente el enriquecimiento por medio de la metáfora del vocabulario médico de la anatomía y de la patología en griego antiguo, la obra que le haya proporcionado mayor reconocimiento. No podía, entonces, faltar aquí un capítulo consagrado a un tema tan atractivo del lenguaje médico. En concreto, el segundo, titulado justamente "Metáfora", que acoge dos contribuciones: la de Jacques Jouanna, sobre la historia de la denominación metafórica de los "labios" de las heridas; y la de Marie Pierre Noël, a la búsqueda de una explicación para el uso médico griego de "coraza" y "embriaguez" con el sentido de tórax o torso.

En los dos capítulos siguientes, "Especializaciones semánticas" y "Variaciones léxicas", se brindan ejemplos concretos de cómo se desarrolla en la medicina clásica el proceso de especialización de los significados a medida que las palabras -sobre todo griegas- se van convirtiendo en términos pertenecientes a un dominio especializado. Juan Antonio López Férez, Isabelle Boehm, Luis Miguel Pino Campos, Armelle Debru, Jean-Pierre Levet, Alessia Guardasole, Valérie Gitton-Ripoll y Marie-Hélène Marganne son los autores de los ocho artículos que componen el grupo de las "Especializaciones", mientras que Jean-Louis Perpillou, Dominique Arnould, Elsa García Novo, Véronique Boudon-Millot, Gabrielle Lherminier, Claude Moussy y Peggy Lecaudé lo son de los de las "Variaciones". Dentro de este último capítulo, los trabajos de Moussy y de Lecaudé, son los únicos que se alejan del griego para ocuparse de voces latinas: las que se usan para designar la palma de la mano (palma y uola); y el empleo de facultas, por parte de Celso, con un sentido innovador, por atribuir por vez primera una "facultad" a seres no humanos, los medicamentos.

Por último, los capítulos "Transferencias de uso" y "De una lengua a otra" se centran en las variaciones experimentadas por los términos una vez constituidos: ya sea, en el primero de ellos, cuando se emplean fuera de su ámbito de uso habitual; ya sea, en el segundo, cuando se vierten o traducen de una lengua a otra. Así, Monique Trédé-Boulner, Alain Billault, Françoise Reulier y Évelyne Samama descubren ejemplos muy ilustrativos respecto a la utilización de los términos y las imágenes médicas en el teatro, la poesía, la política o el relato mitológico. Por su parte, Nathalie Rousseau ofrece un análisis de la pervivencia del sufijo -iaco de los textos médicos griegos en el francés moderno; Chantal Kircher se detiene en las designaciones de la mujer embarazada en las diferentes lenguas modernas en comparación con el latín y el griego antiguo; e Ivan Garofalo coteja un pasaje de la obra de Galeno con su traducción al árabe y la que desde el árabe hacia el latín efectuó Gerardo de Cremona.

Lo anterior se completa con un índice de palabras estudiadas, una bibliografía general de 65 páginas donde se recogen diccionarios, gramáticas, concordancias e índices habitualmente manejados en las pesquisas de corte clásico, así como artículos de bibliografía crítica, entre los que predominan -lo que es hasta cierto punto comprensible- los publicados en Francia, pero en la que se echan de menos algunas referencias relevantes de otras procedencias; un listado final de autores que colaboran en el volumen y la tabla de materias.

Como en todo libro colectivo nos encontramos en este con trabajos heterogéneos, en cuanto al objeto de estudio, y desiguales, en cuanto a la profundidad y rigor de lo tratado en ellos. Sin embargo, en líneas generales, estamos ante una recopilación sugestiva, que aporta datos concretos y reveladores respecto a algunos de los problemas planteados y en la que se hacen patentes las zonas de encuentro entre áreas como la filología, la lexicología o la lexicografía y la aplicación que los resultados de investigar en esos nichos puede tener sobre la historia de la ciencia y su lenguaje.

 

Bertha Gutiérrez Rodilla
orcid.org/0000-0001-7997-9095
Universidad de Salamanca


 

Arnau de Vilanova. Arnaldi de Villanova Opera Medica Omnia, XIV: Expositio super aphorismo Hippocratis "In morbis minus" - Repetitio super aphorismo Hippocratis "Vita brevis", edición de Michael R. McVaugh y estudio introductorio de Michael R. McVaugh y Fernando Salmón. Barcelona: Fundació Noguera - Universitat de Barcelona; 2014, 379, p. ISBN: 978-84-9975-568-7. € 48.

Con este ya son quince los volúmenes publicados hasta ahora de las obras médicas completas de Arnau de Vilanova (Arnaldi de Villanova Opera Medica Omnia = AVOMO). Desde que su primer tomo apareció ahora hace 40 años, esta iniciativa se ha convertido, por su continuidad y su prestigio, en la principal colección en el campo de la historia de la medicina medieval, algo que debe enorgullecer a sus actuales editores, la Fundació Noguera y la Universitat de Barcelona. El presente volumen ofrece la edición y el estudio de los dos únicos comentarios conservados de Arnau de Vilanova sobre aforismos de Hipócrates, los que empiezan por "In morbis minus" (II.4) y "Vita brevis" (I.1), mientras que su comentario del I. 42, que posiblemente también circuló por escrito, no ha llegado a nosotros. Sin embargo, los dos comentarios sobrevivientes tuvieron muy escasa difusión durante la Edad Media, como casi todos los comentarios, tanto a Hipócrates como a Galeno, dictados por Arnau en el marco de su dedicación docente. La causa de una circulación tan reducida, que provocó la pérdida de una buena parte de los comentarios que pronunció, la da el mismo maestro en el prólogo de su De consideracionibus operis medicine: no los publicó para evitar dar información que sus adversarios académicos pudieran utilizar contra él. Así pues, los comentarios arnaldianos que han llegado hasta nosotros deben su pervivencia a un exiguo número de testimonios manuscritos, derivados tal vez de copias de sus estudiantes. Incluso uno de los comentarios -justamente al aforismo "In morbis minus" que encabeza este volumen- se ha transmitido solo gracias a su inclusión en las ediciones generales renacentistas. Por esta razón el texto ofrecido en la presente edición solo se puede basar en estas, con algunas correcciones que ya se introdujeron en el siglo XVI, además de las del propio editor.

Por su parte, el comentario o repetitio de Arnau sobre el primer aforismo de Hipócrates se ha conservado íntegro en un solo códice, mientras que el texto impreso en el siglo XVI es defectuoso por el carácter incompleto de su fuente manuscrita y por la sustitución, achacable a un error editorial, de un largo pasaje por un extracto de la Metafísica de Aristóteles. Asimismo, la tercera parte de la Repetitio fue objeto de una circulación independiente, bajo el título de De circumspectione medici, de la cual se conservan tres manuscritos. Como es de esperar, la única copia manuscrita completa es la base de la edición crítica, para la cual también se ha contado con el apoyo del impreso renacentista y los ejemplares manuscritos incompletos. Ahora bien, el editor ha examinado otros textos que se han revelado como derivaciones de la Repetitio arnaldiana. En efecto, del De circumspectione medici deriva la Tabula super "Vita brevis", una obra considerada auténtica hasta ahora pero que no es más que una paráfrasis abreviada parcial del comentario de Arnau, si bien logró una difusión manuscrita mucho mayor que el original. Además el editor ha identificado otras dos paráfrasis parciales de la Repetitio, que también son una muestra de la tendencia a la mutación de los escritos relacionados con la práctica médica. Así pues, una vez más, el estudio atento de la transmisión de un texto de Arnau sirve para desechar la autenticidad de otros escritos atribuidos al mismo autor y para contribuir a despejar el enmarañado corpus arnaldiano.

Ambos textos han sido clara y cuidadosamente editados, pese a las limitaciones impuestas por su deficiente tradición textual. Además, igual que en el resto de los AVOMO, van precedidos de un excelente estudio que los sitúa tanto en la obra del autor como en su contexto intelectual y nos descubre su gran valor para la historia de la medicina. A diferencia de lo habitual, en su docencia universitaria en Montpellier, Arnau no hizo un comentario del conjunto de las series aforísticas u otros textos hipocráticos pertenecientes a la colección canónica que sería conocida más tarde con el nombre de Articella, sino que se centró solo en un exiguo número de aforismos. Al abordarlos, el maestro los interpreta a la luz de los comentarios y tratados de Galeno, autor que se redescubrió a fines del siglo XIII y que el mismo Arnau se esforzó por divulgar en sus obras y desde su cátedra. Sin embargo, también encontramos en estos textos el pensamiento original del maestro de Montpellier. Así, en el comentario al aforismo II.4 Arnau desarrolla sus propias ideas sobre los peligros que una enfermedad supone para el paciente en relación a sus particulares: la complexión, edad, costumbres y la situación. Su explicación va más allá de la interpretación teórica para alcanzar la aplicación práctica, sobre la convicción de que el aforismo ayudará a los futuros médicos a realizar la prognosis con mayor seguridad, y extrae una serie de reglas sobre la relación necesaria entre una causa patológica y el procedimiento terapéutico adecuado para ella. Estas reglas, como las que luego hallamos en la Repetitio, ilustran la concepción instrumentalista que caracteriza la obra arnaldiana: lo importante es que sean válidas para la eficacia médica aunque no lo sean desde la perspectiva de la filosofía natural. Así pues, el modelo de los aforismos de Hipócrates lleva a Arnau a convencerse del deber que tiene el profesor de medicina de redactar reglas para la práctica profesional. En los siguientes años pondrá en práctica esta vertiente didáctica con la redacción de series de aforismos, por primera vez en la literatura médica latina medieval, entre ellas las Medicationis parabole.

Mientras que el comentario del aforismo II.4, elaborado a mediados de la última década del siglo XIII, apuntaba a una normas generales para la práctica médica, la Repetitio que compuso para el I.1 en la primavera de 1301 exhorta a tener en consideración, además, circunstancias contingentes de cada paciente particular. De algún modo este comentario se puede considerar su despedida de las aulas, puesto que, terminado ese curso, se iba a consagrar a defender y difundir sus ideas de reforma sociorreligiosa hasta su muerte en 1311, aunque sin abandonar totalmente su obra médica. La Repetitio se divide en tres partes o lectiones. Arnau interpreta el primer aforismo hipocrático -"La vida es breve, la técnica larga (...)"- en el sentido de que, como el gran número y variabilidad de los datos que se han de manejar para la medicina supera el alcance de la vida humana, se deben comunicar los descubrimientos médicos a la posteridad en forma de textos, sobre todo breves, para que puedan ser estudiados y recordados más fácilmente por quien quiera perfeccionarse en la medicina. Arnau, pues, cree en el progreso de la medicina, al menos la operativa, gracias a las aportaciones de los autores desde Hipócrates y señala qué vía debe seguirse para contribuir a dicho progreso: leer a los predecesores, si es preciso de modo crítico; llevar a cabo experiencias por sí mismo, siempre que sea con cautela; juzgar sutilmente, y dejar constancia por escrito de las experiencias confirmadas en aforismos o tablas. La experiencia (experimentum) se muestra, pues, como un medio aceptable para ampliar el conocimiento médico pero hay que limitar los peligros que conlleva, desde el profundo conocimiento médico, por medio de las autoridades y la razón. Si pasan estos filtros, las nuevas noticias pueden incorporarse al caudal médico con garantías, tanto si provienen de los profanos, el vulgus, como del saber libresco. Dicha apertura controlada al valor epistemológico de la experiencia permite la introducción de propiedades aplicables a la terapéutica procedentes de los astros. Se trata de propiedades que no se pueden conocer por medio de la razón, sino tan solo a través de la experiencia y que, por lo tanto, hacen posible la incorporación de nuevos simples o compuestos por la mera evidencia empírica.

Siempre a partir del aforismo hipocrático, la última parte de la Repetitio tiene una orientación bien distinta, dirigida hacia el ejercicio de la profesión, lo que le valió una circulación independiente y más extensa, como ya hemos visto en relación a la transmisión del texto. Esta lectio consiste en una reflexión acerca de los deberes del médico hacia el paciente, pero también acerca de la conducta que han de tener el mismo enfermo y los que le rodean. El médico tiene que ser escrupuloso en su diagnosis y la terapéutica que prescribe. A partir de su original lectura de Galeno, Arnau detalla paso a paso el procedimiento para diagnosticar la enfermedad a partir de los síntomas del paciente, que se deben relacionar con el mal funcionamiento del órgano correspondiente y su causa. Una vez identificada la enfermedad, puede proceder al tratamiento. Ahora bien, si el juicio (diagnosis) ya era difícil, la determinación de la terapia resulta todavía más complicada por la casi infinidad de variables que hay que contemplar a la hora de tratar un caso concreto. El proceso que describe Arnau, a diferencia de lo que a veces parece indicar la literatura médica medieval, está lejos de ser mecánico o irracional, puesto que las condiciones particulares de cada paciente obligan al médico a diseñar un tratamiento específico para cada enfermo y a replanteárselo constantemente. Del paciente y de su entorno el médico espera obediencia para cumplir sus indicaciones y lograr la curación. A la par que asegura la obediencia, la confianza del enfermo en el médico y la esperanza en la recuperación también se consideran factores que influyen en la salud. Para lograrlas Arnau expone algunas estrategias a sus estudiantes, como la aplicación de medicamentos neutros mientras el diagnóstico no está claro, el uso de lenguaje prudente o ambiguo y el fomento de emociones positivas en el enfermo. Frente a otras aproximaciones deontológicas medievales hasta ahora más conocidas por los historiadores de la medicina, como el pseudoarnaldiano De cautelis medicorum, dominadas por la desconfianza hacia el paciente o la preocupación por el status del profesional o sus honorarios, Arnau muestra empatía hacia el enfermo y opta por una medicina más orientada al paciente que al médico. Ello demuestra que la comunidad médica bajomedieval no se regía por una misma ética profesional, sino que coexistían sensibilidades diversas.

A lo largo del comentario Arnau ejemplifica sus explicaciones con historias de casos, para mostrar cómo las reglas generales se aplican o se adaptan en pacientes concretos incidiendo en la dificultad de sacar conclusiones de la experiencia. Aunque se narren en tercera persona, es verosímil que muchas de ellas tengan origen en su propia práctica profesional. El autor a menudo se refiere a consultas entre médicos. Tal como se apunta en la introducción, en este tipo de colaboración, así como en el protocolo recomendado para la visitación médica, que incluye los datos del paciente, su afección y su tratamiento (tabula), se entrevé el origen de un género médico, el consilium, ligado a una actuación profesional concreta. Ahora bien, se pasa por alto que el mismo Arnau fue uno de los primeros autores de consilia, aunque han sobrevivido muy pocos bajo su nombre. Sin embargo, hay indicios de que a lo largo de su carrera recurrió varias veces a este género, pero el carácter informal, temporal y particular de tales escritos debió de provocar que se perdieran la mayoría. De hecho, en la propia Repetitio hallamos ejemplos de situaciones típicas para el uso de un consilium, cuando cuenta la consulta por carta de un médico a otro y este, presumiblemente el mismo Arnau, le responde con un aforismo. Creo que hubiera valido la pena señalar que la estrecha relación que Arnau estableció entre el género consiliar y el aforístico se evidencia en uno de sus escasos consilia conservados, el Regimen podagre: la mayor parte de los manuscritos que lo transmiten incluyen en el texto la serie de sus Aphorismi extravagantes que trata de la podagra.

La muy oportuna comparación que continuamente establecen las introducciones de ambos comentarios entre estos y los de otros maestros de Montpellier y de Taddeo Alderotti hacen patente la originalidad de Arnau, quien aparece más orientado a la práctica, menos escolástico, más fiel a Galeno. Su curiosidad intelectual le llevó por vías no frecuentadas en su entorno, como se evidencia cuando se enfrenta a Maimónides en la interpretación del primer aforismo hipocrático, que debió de leer en el original árabe, cuando la obra médica de este autor no era aún conocida en la medicina latina. Los dos comentarios editados en este volumen demuestran la gran capacidad del maestro Arnau de orientar la teoría hacia la práctica médica, de extraer de las enseñanzas de la más antigua de las autoridades, lo que podía ser más útil para la futura dedicación profesional de sus estudiantes. Pero es sobre todo el comentario al primer aforismo hipocrático el que ofrece el raro privilegio de permitirnos asomarnos no solo a la docencia de la medicina en una universidad medieval sino también, al mismo tiempo, a la relación del profesional con el paciente y con sus colegas de la mano de uno de los mayores médicos medievales.

 

Sebastiá Giralt
orcid.org/0000-0003-3977-6722
Universitat Autònoma de Barcelona


 

Mònica Balltondre. Éxtasis y visiones: la experiencia contemplativa de Teresa de Ávila. Vilafranca de Penedès, Barcelona: Erasmus; 2012, 183 p. ISBN: 978-84-92806-98-0. € 18,05.

Teresa de Ávila es un cuerpo con historia: éste es el nuevo y sugerente horizonte en el que se mueve la autora de Éxtasis y visiones: la experiencia contemplativa de Teresa de Ávila. A diferencia de una biografía clásica o de una monografía sobre la escritura mística o la experiencia espiritual de la santa, a las que estamos a menudo acostumbrados, en este ensayo no hay objeto, sino sujeto, la subjetividad historiada y "encarnada en cuerpo" de mujer (la obra de Teresa es una "biografía y autobiografía simultanea"), dentro de una temporalidad que la autora reconstruye desde ese filtro personal que fue la unicidad existencial de Teresa de Ávila y desde su forma-irrepetible- de codificar y conceptualizar la realidad. De allí Mònica Balltondre nos lleva a mirar al cristianismo como la religión que exalta la dimensión corporal, y no sólo la padece, tal como los estudios de Caroline Bynum nos han mostrado. Para el judaísmo, así como para el cristianismo, este rasgo fundamental de lo humano, que es el cuerpo, ha sido ininterrumpidamente una vía de comunicación entre Dios y hombre: cuerpos hambrientos, alimentados con el maná, o extenuados por las enfermedades, como el de Job, encarnados y resucitados como el Dios-hombre, cuerpos enfermos sanados por Cristo, elevados y arrebatados en los éxtasis místicos, o privados de la vista, como Pablo en el camino hacia Damasco.

Hasta qué punto vivimos lo que pensamos -se pregunta la autora-, es decir, hasta qué punto los pensamientos de Teresa hicieron de ella lo que llegó a ser, convirtiéndose primero en palabras y luego, o paralelamente, en acciones. Es ese el recorrido que los judíos jasídicos del siglo XVIII han codificado con el lema de "somos lo que pensamos", que suena casi ilustrado, si no fuera un himno a esta subjetividad consciente de sí misma que mira lo divino a la cara, como también hacía santa Teresa, sin miedo de que el éxtasis anulara la individualidad, esto es, sus propios pensamientos.

Obviamente también la imagen de Teresa como acontecimiento humano y vicisitud existencial podría dar lugar a algún tipo "ideal", a un modelo, en otras palabras, en el que atrapar una realidad histórica por su naturaleza fragmentaria y, en alguna medida, inefable. Balltondre recuerda bien la lección weberiana y se hace cargo de las limitaciones epistemológicas de todo enfoque historicista y de su pretendida objetividad. Así la autora intenta situarse en un más allá narrativo en el que la figura de la santa, modelo de la Contrarreforma, permita enfocar a la persona Teresa a través de la dialéctica cuerpo-mente. Una labor científica esta última que no puede dejar de traernos a la memoria la esencia irreverente de la historia existencialista de Américo Castro y de su monografía, cuyo título "Teresa la santa", rompía con pura ironía iconoclasta un modelo interpretativo consolidado, representado por el molde confesional, por un lado, y el enfoque médico-psicoanalítico, por el otro.

Pero si en los años setenta del siglo pasado tenía sentido abrir una fisura dentro de una visión polarizada que dogmatizaba la historia de la santa o, al revés, quería "normalizarla" del todo, cuarenta años después podemos ya entremezclar los planos de la percepción subjetiva y de la idealización, que en el caso de Teresa empezó ya con los contemporáneos suyos, en unos enriquecedores deslices entre historia psicológica y psicología social, como hace la autora, ágil y profunda en su escritura y cautivadora en su narración coloquial y culta.

Balltondre reconstruye el carácter de Teresa, este temple extremadamente sociable y seductor, "esos naturales amorosos y agraciados y gratos a todos", en palabras de fray Luis León, autor de su primera biografía. Parece que ella fuera consciente de esta faceta suya y que "sufrió" hasta eliminarla del todo, porque pensaba que debía agradar solo a Dios. Según la autora, Teresa "elaboró psíquicamente" lo que ella pensaba era una falta hacia Dios, volcando su afectividad enteramente hacia el divino y superando así sus encariñamientos mundanos.

Pero el verdadero desafío para la autora de este estudio ha sido seguir el rastro de la expansión y estructuración psicológica de la experiencia de Dios en Teresa. Su atención a la fisiología del hecho místico en Teresa es constante: desde el desprendimiento de los afectos terrenales a la "riqueza fenomenológica" que proporcionan las descripciones de las diferentes etapas de la oración, en las que se fusionan sensaciones corporales y anímicas. En balde buscaríamos en ellas la descripción de "cómo se llega a ver a Dios", Teresa ofrece únicamente el relato de los efectos sobre quien le busca. Balltrondre registra este límite del misticismo teresiano sin, por otra parte, fisiologizar el análisis de arrobos, vuelos y visiones, gozos y afectos sobrenaturales, leídos a través de una mirada interdisciplinar, que se mueve con soltura entre historia de la ciencia, filosofía, teología e historia de la medicina.

Así como Teresa fue una mujer de muchas facetas, según lo que cada situación requería -por ejemplo, en las cartas con las monjas, como también con los seglares, era afectuosa, pero también exigente e implacable, directiva y persuasiva- tampoco en su relación con Dios fue siempre la misma. Balltondre observa las irregularidades de esta relación, etapas de un desarrollo temporal que culmina con una visión amorosa de Dios, en las antípodas de la divinidad que proporciona tormentos del infierno, tormentos que, como afirmaba finalmente Teresa en las Moradas, ya no le causaban miedo.

Balltondre experimenta la no aplicabilidad a la experiencia de Teresa de la interpretación de Bynum sobre la fenomenología mística medieval. Según esta estudiosa, las místicas revivían en sus cuerpos, afligidos y extenuados, los sufrimientos de Cristo y así autolegitimaban sus experiencias sobrenaturales y la autoridad de su palabra. "El camino de la meditación" propuesto por Teresa, en cambio, fue puramente mental, debido a su recepción de la tradición platónico-agustiniana. La "inversión" en lo corporal, y en las prácticas de mortificación, así como en todo recurso que solicitara de forma artificial la devoción, fue, dentro del misticismo teresiano, muy moderada y prudente. Igualmente reacia a invertir en una fe "exteriorizada" fue la espiritualidad iluminada de los judeoconversos toledanos. Es posible que esta afinidad se deba al hecho que estos últimos compartían con Teresa la formación paulina-agustiniana. Tal vez esta cuestión merecería ser investigada en el futuro con un estudio ad hoc.

La autora habla del concepto de gracia en Teresa. He aquí un punto crucial para entender hasta qué punto Teresa representó plenamente el triunfo de la Contrarreforma. Dependiendo de cómo se logre la gracia se entiende el sentido y el valor de las obras en la vida del cristiano. El punto es crucial porque, como es sabido, toca la vexata quaestio planteada por Lutero que causó el gran cisma protestante: si el hombre se salva por su fe o por las obras. Aunque la santa defendía la importancia de las buenas obras, en sintonía con la postura tridentina en este debate, era consciente de que Dios no las necesitaba. En cambio lo que sí contaba era la "determinación de nuestra voluntad", la intención amorosa que latía en ellas. Pero en otro punto de su ensayo, la autora retomando este tema, subraya que Teresa no entendió el concepto de gracia como un "regalo", sino como una "merced"; en otras palabras, algo que debía ser ganado, compensado, correspondido, tal como creían los espirituales y teólogos de la época y "la racionalidad de la Castilla del siglo XVI". Entonces deducimos que también la más grande de las "mercedes", es decir la salvación, debe de ser ganada. Aunque puede parecer que Balltondre se contradiga, en realidad creo que interpreta bien el pensamiento de Teresa sobre este punto sumamente delicado y controvertido: el trabajo para ganarse las "mercedes" de Dios, al que alude Teresa de Ávila, consiste, en realidad, en aquella tensión espiritual que, según la santa, se tiene que infundir a toda obra, para que ésta no sea únicamente expresión de un ritualismo exterior o de una adhesión a una serie de prácticas estereotipadas y mecánicas. En esto el pensamiento de Teresa, aunque fue elegido para moldear el canon contrarreformista, mantiene libertad e independencia respecto al mismo, una irreductibilidad al modelo, en otras palabras, que Balltondre nos hace apreciar. Por otro lado, me permito añadir, de paso, que no sería razonable exigir a Teresa una claridad meridiana precisamente sobre este punto, en el que la atención de la censura y de la Inquisición era altísima.

La experiencia humana de Teresa de Ávila, afirma la autora, fue un "conocimiento encarnado": abarca la forma personalísima que tuvo la santa de vivir la "palabra ajena". En otros términos, este proceso sería su propia conversión, que fue el trabajo de una vida. Balltondre toca la fibra del ser humano que fue Teresa de Ahumada en su modo de elaborar el conocimiento de sí misma con los instrumentos, la mística y la teología, que su época le proporcionó. En un segundo momento, lo compartía con sus monjas. Teresa trabajaba con las emociones, poniéndolas al servicio de Dios: "si estáis alegres", les decía, "miradle resucitado", y "si estáis tristes, miradle camino del Huerto". Así volcaba el método de Ignacio de Loyola, según el cual los estados emotivos deberían ser acordes con el momento devocional, de penitencia o de deleite. Teresa, en cambio, aprovechaba las fluctuaciones emocionales sin necesitad de provocarlas, y eso proporcionaba un modelo de "salud anímica" más espontaneo y amoldado a las circunstancias personales de cada uno.

El yo de Teresa es fuerte y, en cierto modo, hijo del individualismo renacentista. Abre la senda del autoanálisis y de la literatura intimista. De ello conozco solo un par de antecedentes: san Agustín y Teresa de Cartagena, una monja conversa del siglo XV, cuya familia tuvo un destacado protagonismo en la historia castellana de ese siglo. De hecho, en el misticismo teresiano, el yo no se anula sino que "vive en Cristo". Opinión que comparto: estamos lejos todavía del suicidio del yo, de su anulación en la fusión del quietismo molinosista, que observamos un siglo más tarde. Por lo tanto, como apunta Balltondre, en el yo de Teresa, sobre el que ella teoriza su experiencia mística, se vislumbra el concepto moderno de conciencia.

Balltondre disecciona la experiencia mística y ascética en Teresa de Ávila y para ello recorre la tradición mística occidental desde Dionisio Areopagita a Ignacio de Loyola. Destaca la originalidad de la oración mental teresiana, que no necesita "vaciar" el alma de toda imagen, incluso de las de Cristo, puesto que es un acto espontaneo y amistoso en la relación con el divino ("mística afectiva"), y por lo tanto desvinculado de las pautas descritas en los ejercicios ignacianos, así como de las prácticas de mortificación espiritual y corporal.

Según Balltondre, Teresa de Ávila tenía afinidades con Teresa de Cartagena. Ambas superaron la dimensión carnal del dolor, espiritualizándolo, como por otra parte es propio de la antropología cristiana. Esto las convierte en dos ejemplos de la mística moderna. Su modo de resignificar el dolor fue respectivamente lo que Balltondre llama "cruz psicológica", en el caso de Teresa de Cartagena, "aflicciones espirituales", en el de Teresa de Ávila. La espiritualización de la enfermedad, que incluye una elaboración anímica del dolor, se ofrece como recurso para el perfeccionamiento de la fe y el ejercicio de las virtudes. Percepción opuesta se tiene de la enfermedad espiritual, contra la cual, en cambio, hay que luchar, porque puede desembocar en un padecer dañino para el alma y para su relación con Dios, como es el caso de la acidia y de la tristeza, estados anímicos precursores de la melancolía. Esta "enfermedad de la cabeza", bastante difundida en los conventos de la época, preocupó también a Teresa de Ávila, que dio instrucciones sobre cómo tratarla en un capítulo de su Libro de la Fundaciones. A este propósito la autora destaca el temple "implacable" de la santa abulense en la lucha contra de este trastorno. Su misticismo de "exigencia continua", que creía firmemente que "se podía ver a Dios en vida, y si eso no sucedía era por debilidad moral propia, no por imposibilidad física", explicaría su postura inflexible y poco comprensiva hacia este trastorno.

Entrelazando literatura médica y espiritual, Balltondre hace un excursus del término espíritu a través de la historia, recorrido útil para fijar la separación entre este concepto y el del alma, que también se dio en Teresa de Ávila. El alma fue la protagonista absoluta de la oración mística, una experiencia conceptualizada por el pensamiento cristiano a través de las teorías unitivas y contemplativas, pero a la que Teresa de Ávila imprime una creatividad vivencial que con gran acierto Balltondre llama "sabiduría encarnada". Esta maestra es "franca en sus errores y en sus temores" y "aconseja partir de sí misma": propone, en definitiva, una enseñanza individualizada, que debía "vivir" en un cuerpo y ajustarse no sólo a su fisicidad sino también a la textura humana y espiritual de cada persona. El camino meditativo teresiano, descrito en las Moradas del castillo interior, culmina con la transformación del alma del amado, que llega a su plenitud, gozando de forma serena y permanente del amor de Dios. Tras de los "altibajos amorosos", Dios finalmente se ha "encarnado en el místico/a".

Balltondre ha demostrado a lo largo de su ensayo que la relación de Teresa de Ávila con Dios ha sido un camino de conocimiento de su realidad humana y de sus estados psíquicos. Su subjetivad ha sido el método: partir de sí misma.

Después de su muerte, se la convirtió en un modelo de espiritualidad popular que tuvo una expansión formidable en España y también en Hispanoamérica. La idea de Teresa, de un Dios que no se niega a quien le busca con constante y entregado anhelo, hizo que se abriera el camino al florecimiento místico del siglo XVII, a la popularización de la mística. Según Balltondre la fisicidad de la Edad Barroca viene, en parte, de una perversión del legado teresiano, esencialmente mental y existencial, que desembocaría en un proceso de corrupción del misticismo, en la ostentación incontinente de fenómenos sobrenaturales, que es lo que la autora llama "la materialización de la metáfora". Entonces, ¿"el hombre exterior" volvió a ganar?

Teresa de Ávila tuvo que lidiar con la Inquisición, los censores, aceptar que no se leyera la Biblia en romance en sus conventos, y hacer referencia a ella como algo lejano de lo que no se acordaba bien. ¿En qué medida sus posturas fueron estrategias dictadas por "los tiempos recios" en que vivió? No lo sabremos nunca con seguridad. Lo cierto es que la verdad de su palabra late en su forma personalísima de estar en el mundo y de abrirse camino en él sin traicionarse a sí misma, un equilibrio casi funambulesco en esa época que exigía un continuo compromiso entre libertad personal y orden social. Y no sería atrevido pensar que la primera en censurarse fuera precisamente ella. Gracias a Mònica Balltondre, no puedo evitar reconocer en la atormentada trayectoria existencial y en el laborioso desarrollo personal de Teresa de Ávila su forma de "encarnar" el malestar de una época difícil, pero sobre todo de "superarlo", con "palabras durables".

 

Maria Laura Giordano
orcid.org/0000-0002-6138-0903
Universitat Abat Oliba-Ceu de Barcelona


 

Gerardo Martínez Hernández. La medicina en la Nueva España, siglos XVI y XVII. Consolidación de los modelos institucionales y académicos. México: Universidad Autónoma de México; 2014, 504 p. ISBN: 978-607-02-5168-9.

Como expone claramente el autor en el prólogo, el objetivo principal de este libro es analizar desde un "punto de vista integral la instauración y consolidación de la medicina occidental en la Nueva España entre los siglos XVI y XVII", medicina hipocrático-galénica que mantuvo su vigencia hasta bien entrado el siglo XIX. Esta progresiva inserción se llevó a cabo como una parte de un proceso de aculturación, por medio de la imposición de modelos culturales e instituciones castellanas, fenómeno muy palpable en el México de los siglos XVI y XVII. De hecho, en el análisis más tradicional de la medicina mexicana de esta época, la atención historiográfica ha estado centrada fundamentalmente en este aspecto, para tratar de determinar los niveles de modernidad o de atraso en comparación con la medicina europea coetánea, y otros patrones similares de análisis histórico. Dejando al margen los estudios sobre medicina prehispánica y de la población mesoamericana de este periodo, tan sólo recientemente algunos estudios histórico-médicos han incluido además, un aspecto tan fundamental como son los procesos de adaptación e incorporación de los conocimientos médicos y las prácticas curativas de la población indígena a la medicina importada de Europa, dentro de la compleja y plural cultura médica novohispana.

Así, la historia en Nueva España de la medicina universitaria, basada en el galenismo-hipocratista, y procedente de Europa, ha sido abordada en muchas ocasiones y con muchas orientaciones historiográficas, siendo especialmente abundantes los estudios relativos al siglo XVI. Pero, de acuerdo con el autor no "presentan una visión global sobre la compleja red de relaciones que se establecieron" entre los elementos que formaban parte de la medicina académica, actores e instituciones que la metrópoli trataba de implantar en los territorios conquistados. Todo ello con el telón de fondo de la formación del Estado moderno que centralizaba cada vez más el poder en la figura del monarca en la lejana metrópoli. De ahí la pertinencia y necesidad de este nuevo estudio a partir del pormenorizado análisis de las dos principales instituciones de la medicina académica: La Universidad y el Protomedicato. A partir de aquí, el objetivo que se persigue es realizar una nueva aproximación a la historia de ambas instituciones en sus primeros doscientos años de existencia, para poder explicar detalladamente y, con sólidas bases documentales, el proceso de institucionalización de la medicina occidental en el México virreinal. De acuerdo con estas intenciones, el autor expone claramente que, pese a la existencia de numerosos trabajos sobre el tema, puede "observarse una multiplicidad de huecos y sobre todo un desequilibrio historiográfico entre los tres siglos que comprende el periodo colonial", en concreto la falta de estudios relativos al XVII (igual que ocurre en la Península). No obstante, aunque se cita frecuentemente los estudios de autores como los de Fernández del Castillo, Somolinos D'Ardois, Francisco Guerra o John Tate Lanning, entre otros, el autor no cita ni hace referencias a estudios sobre la medicina mexicana realizados en el mundo anglosajón o francés, con notables ausencias como Saul Jarcho, Rafael Chabrán, Günter Risse o los más recientes de Antonio Barrera-Osorio o Jemina Miéville. De igual modo, hay un excesivo recurso a la literatura secundaria dedicada a la medicina de la metrópoli.

El libro está basado tanto en un sólido conocimiento de los citados trabajos, como en una búsqueda y vaciado sistemático de la abundante documentación al respecto en archivos españoles y mexicanos. Está dividido en tres partes. En la primera "Historiografía y medicina en la Edad Moderna" hace un académico y minucioso repaso tanto de la historiografía y las fuentes de la medicina en México, como de los saberes y de los prácticos médicos en la colonia y en la metrópoli. La segunda parte, mucho más extensa, titulada "Los inicios de la medicina novohispana en el siglo XVI" tiene cuatro apartados. El primero está dedicado a los protomédicos en la Nueva España en el siglo XVI. El segundo es un brillante acercamiento institucional a los inicios de la Facultad de Medicina de la Real Universidad de México. El tercero es un rico y minucioso estudio de los médicos universitarios que ejercieron en la segunda mitad del siglo XVI, y el cuarto está dedicado a la transición de la reglamentación médica a través de la figura de Jerónimo de Herrera. La tercera y última parte analiza estos mismos temas -Facultad de medicina, profesores, Tribunal del Protomedicato, estudiantes etc.- pero, como se especifica en el título, desde la perspectiva de "la consolidación de las instituciones de la medicina académica novohispana, siglo XVII". Este recorrido a fondo, desde la creación a la consolidación, por las instituciones coloniales mexicanas y sus prácticos, permite al autor realizar un sólido análisis de como fue el proceso de aculturación e institucionalización de la medicina occidental en México utilizando una enorme cantidad de fuentes primarias muchas de ellas totalmente novedosas. También es notable toda la información aportada sobre los médicos protagonistas de cada etapa de este proceso, tanto en la universidad como en el Protomedicato. De igual modo, este libro aclara toda una serie de cuestiones concretas, como por ejemplo, la habitual confusión entre el nombramiento de un Protomédico y el establecimiento de un Tribunal del Protomedicato, hecho que solo se producirá en México durante el segundo tercio del siglo XVII, aspecto que constituye, sin duda, una de las mejores partes del libro.

Como el libro está basado en la tesis de doctorado del autor, que fue presentada en la Universidad de Salamanca en 2010, hay toda una serie de capítulos y epígrafes dedicados a contextualizar el tema a partir de literatura secundaria, que quizás hubiera sido conveniente eliminar para que el lector se centrara en el tema de estudio. Concretamente, resultan innecesarios los dedicados a los saberes y prácticas de la medicina en la Península. Estos capítulos, muy pertinentes en un trabajo académico, lo son muy poco en un libro donde se aporta gran cantidad de información novedosa sobre las instituciones médicas mexicanas, de las que no se empieza a tratar hasta la página 106.

En conclusión, La medicina en la Nueva España, siglos XVI y XVII. Consolidación de los modelos institucionales y académicos, es un estudio sólido y muy bien escrito sobre determinados aspectos de la medicina mexicana de los siglos XVI y XVII. No obstante, se echa en falta el análisis de las prácticas en torno a la salud y la enfermedad, ya que solo se estudian las instituciones, los médicos y los saberes, pero los saberes de los colonizadores, no los colonizados, ni los intercambios entre ambos. Resulta necesario en este contexto acercarse a un tema que, aunque está apuntado en la introducción, brilla por su ausencia en todo el libro, como fue la circulación -en ambos sentidos- de saberes y prácticas, en una cultura médica novohispana marcada por el pluralismo, con una gran variedad de prácticas culturales en torno a la salud y la enfermedad, tanto entre los mesoamericanos como entre los europeos.

 

María Luz López Terrada
orcid.org/0000-0003-2657-2309
INGENIO (CSIC-UPV)


 

Víctor Navarro Brotons, Disciplinas, saberes y prácticas. Filosofía natural, matemáticas y astronomía en la sociedad española de la época moderna. Valencia: Universitat de València; 2014, 496 p. ISBN: 978-84-370-9446-5. € 25.

Este es un libro que, como indica su subtítulo, está dedicado a la filosofía natural, a las matemáticas y a la astronomía en España en la época de la llamada Revolución Científica. Sin embargo, quiere ser mucho más que eso. Y quiere serlo porque su autor se siente heredero, y al mismo tiempo con la responsabilidad, de continuar el trabajo historiográfico iniciado por José María López Piñero en los años sesenta del siglo pasado. Si bien López Piñero se dedicó en gran parte a la historia de la medicina y de la historia natural de los siglos XVI y XVII -entre muchos otros temas-, Víctor Navarro Brotons ha trabajado hasta el día de hoy las ciencias físico-matemáticas y sus aplicaciones durante el mismo período, esto es, la actividad científico-técnica española de la Edad Moderna. Esta es una tarea que las nuevas generaciones de historiadores de la ciencia no pueden sino agradecer. A ellos, desde Valencia, y a otros historiadores de su generación, desde otros rincones de España, se les deben los primeros pasos hacia la institucionalización, profesionalización e, incluso, internacionalización de la historia de la ciencia española. Con mayor o menor fortuna, intentaron siempre adaptarse a las transformaciones de una disciplina heterogénea y diversa, y abrieron nuevas líneas de investigación que las generaciones posteriores han sabido aprovechar y modernizar.

Disciplinas, saberes y prácticas es una recopilación de textos ya publicados en diversos formatos y lugares a lo largo de casi dos décadas. El libro está compuesto de tres partes dispuestas cronológicamente, precedidas por una introducción sobre España y la Revolución Científica que, a modo de revisión historiográfica, repasa viejos tópicos de la ciencia española, desde las polémicas palabras del ilustrado francés Masson de Morvilliers hasta los trabajos de David Goodman, entre otros, pasando por un elogioso reconocimiento a la labor de López Piñero. La primera parte -"El Renacimiento científico"- cubre el siglo XVI y comienzos del siglo XVII, y está compuesto por doce de los diecinueve textos que conforman el volumen. Se inicia con un estado de la cuestión donde, al igual que en la introducción, Víctor Navarro revisita ciertos hiatos de la historiografía española, como la llamada "polémica de la ciencia española" o categorías siempre controvertidas, como las de crisis, decadencia, atraso o aislamiento. Al hilo de estos debates, el autor pasa revista a todos aquellos estudios, nacionales o extranjeros, de ayer y de hoy, que se han ocupado y se siguen ocupando de lo que el mundo moderno denominó matemáticas aplicadas, tal como la cosmografía, la navegación, la cartografía, la arquitectura o la fortificación, entre muchas otras. Víctor Navarro alude a los trabajos recientes de Antonio Barrera, Maria Portuondo y Alison Sandman, pero también subraya, asimismo, las potencialidades que para el caso ibérico pueden tener los estudios del historiador inglés Jim Bennett sobre la tradición de la matemática práctica.

El resto de capítulos de la primera parte abordan temas tan diversos como la organización del conocimiento científico en las universidades de Salamanca, Alcalá y Valencia; la recepción de la teoría copernicana en la España del siglo XVI a través de la figura de Diego de Zúñiga; las teorías corpusculares del médico mallorquín Pere Bernat d'Olesa i Rovira y las ideas sobre la materia y la forma de los médicos salmantinos Gómez Pereira y Francisco Valles; el lugar que ocupó la Academia de Matemáticas de Madrid para el desarrollo de la mecánica en la España del Quinientos y los trabajos en torno a la "teoría de las máquinas" del humanista Diego Hurtado de Mendoza, de Juan Bautista Villalpando -discípulo de Juan de Herrera- o del ingeniero vitoriano Diego de Álava, entre algunos otros; los trabajos de astronomía y cosmografía impulsados por los monarcas españoles en torno a la Casa de la Contratación de Sevilla y el Consejo de Indias, y elaborados por individuos tan influyentes como Andrés García de Céspedes; las aportaciones a la cosmografía práctica del mundo ibérico del matemático portugués Pedro Nunes; las descripciones geográficas y cartográficas del Reino de Valencia de Jerónimo Múñoz; las relaciones entre España y los Países Bajos en aspectos relacionados con la astronomía, la cosmografía y la navegación; y el impacto que las novedades celestes (novae y cometas) tuvieron en autores españoles, como fue el caso de Rodrigo Zamorano, por poner sólo un ejemplo, en el período comprendido entre 1572 y 1618. A pesar de la diversidad, el espacio cronológico compartido, el contexto y el objeto principal de cada artículo -las matemáticas aplicadas- resulta posible que muchos de estos textos dialoguen entre sí, así como con los que vendrán después.

En la segunda parte -"La actividad científica en la época de la Revolución Científica"- Víctor Navarro incluye cinco textos consagrados al siglo XVII y comienzos del siglo XVIII. El primero de ellos está centrado en la labor científica desempeñada por los matemáticos jesuitas del Colegio Imperial de Madrid. El autor destaca aquí la obra sobre astronomía y cosmología de Juan Vélez, el papel de los Reales Estudios de 1625, los trabajos del astrónomo mallorquín Vicente Mut, así como la obra científica de José de Zaragoza y el movimiento "novator". El segundo capítulo analiza la circulación de conocimientos astronómicos entre España, los Países Bajos e Italia por medio de figuras como Jean Charles Della Faille, Michael Florent Van Langren, Juan Caramuel y Giambattista Riccioli. Del mismo modo que en la primera parte se habló de la recepción de Copérnico, aquí encontrará el lector otro texto acerca de la recepción de Galileo en España, así como un estudio sobre la participación del astrónomo italiano en el prestigioso premio para la determinación del problema de la longitud, un premio convocado por iniciativa de Felipe II. El capítulo cuarto versa sobre astrología, y más concretamente sobre el enfrentamiento entre el astrónomo mexicano Carlos Sigüenza y Góngora y el jesuita italiano Eusebio Kino a raíz del cometa de 1680. Víctor Navarro analiza aquí la obra de Sigüenza y Góngora, Libra astronómica y philosófica (1690). El quinto y último capítulo de la segunda parte describe el movimiento de renovación científica y filosófica impulsado por los novatores valencianos Baltasar Íñigo, Juan Bautista Corachán y Tomás Vicente Tosca en Valencia, en el ámbito de la filosofía natural y los saberes físico-matemáticos entre finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII.

La tercera parte dedica un único texto al siglo XVIII y establece su límite cronológico en 1767, fecha de la expulsión de los jesuitas. En este capítulo, el autor repasa a grandes rasgos el desarrollo científico español del siglo XVIII, con especial atención al trabajo desempeñado por los jesuitas en instituciones como el Seminario de Nobles de Madrid, el Colegio de Nobles de Cordelles (Barcelona) y la Universidad de Cervera (Lérida). Se destaca la labor llevada a cabo en estas instituciones por jesuitas españoles y extranjeros, entre los que cabe mencionar a Pedro de Ulloa, Gáspar Álvarez, Mateo Aymerich, Tomás Cerdá, el checo Johannes Wendlingen o el austriaco Christian Rieger, entre muchos otros.

En resumen, este último libro de Víctor Navarro es un estudio sobre el desarrollo de las ciencias físico-matemáticas en España durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Pero, como menciono al principio de esta reseña, quiere ser también una obra de referencia, un complemento al clásico Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII (1979) de López Piñero, el reflejo de la labor pionera, ardua y compleja de una generación que ha intentado reconstruir la historia científica de su país con las herramientas que tenía a su disposición. Ese trabajo fue, sin duda, necesario y revelador. No obstante, los retos son hoy otros. Las propias transformaciones que ha sufrido la historia de la ciencia exigen a la historiografía de la ciencia española responder a nuevos desafíos. Nada debe hacer sentir más orgullosos a esta primera generación de historiadores de la ciencia española que ver cómo su trabajo pionero ha sido continuado, bajo diferentes parámetros y con bastante éxito, por los historiadores que les sucedieron.

 

Antonio Sánchez
orcid.org/0000-0001-8323-634X
Centro Interuniversitário de História das Ciências e da Tecnologia
Universidade de Lisboa


 

Josep Lluís Barona-Vilar, Ximo Guillem-Llobat, eds. Sanidad Internacional y transferencia de conocimiento científico. Europa, 1900-1975. València, Universitat de València; 2015, 193 p. ISBN: 978-84-370-9744-2. € 12.

El papel desempeñado por las organizaciones internacionales en la producción y difusión del conocimiento científico y en los procesos de modernización de las políticas sanitarias a lo largo del siglo XX, ha sido objeto de interés creciente en el campo historiográfico, estrechamente unido a las reflexiones sobre la terminología y el significado de términos como internacional, intergubernamental, global o transnacional aplicados, entre otras áreas científicas a las ciencias biosanitarias. En este terreno, la producción española cuenta ya, desde las dos últimas décadas con interesantes títulos de la mano de autores que iniciaron éste camino como Rodríguez Ocaña. La propia revista Dynamis no ha sido ajena a esta corriente como lo atestiguan, por poner unos pocos ejemplos, los números monográficos Improving public health amidst crises (vol. 28, 2008), Políticas, respuestas sociales y movimientos asociativos frente a la poliomielitis en Europa (vol. 32/2, 2012) y el reciente Transnational science during the Cold War (vol. 35/2, 2015).

Avalado por la importante y dilatada trayectoria investigadora de los autores del volumen en este campo temático, en especial de Josep L. Barona y Josep Bernabeu, quienes, en 2008, publicaron un estudio sobre las relaciones de la administración española con el movimiento sanitario internacional, la monografía ofrece un panorama bien documentado sobre una serie de temas específicos bajo el paragüas común que da título al libro. De hecho, el volumen es uno de los resultados de varios proyectos de investigación del grupo SANHISOC Health and society, coordinado por Barona y que, desde hace unos años, está involucrado en redes y otro tipo de actividades colaborativas con investigadores pertenecientes a destacadas instituciones académicas internacionales.

En el caso de la obra que nos ocupa, el contenido se sustenta sobre la base de un doble eje historiográfico: por un lado, la transferencia y circulación de conocimientos y prácticas científicas y, por otro, en el complejo y no siempre bien definido espacio de la historia de los organismos sanitarios internacionales en el marco de una historia global o transnacional. El capítulo introductorio es una excelente revisión crítica, a modo de estado de la cuestión y los cinco parámetros de análisis que allí se exponen, dan coherencia a los diferentes capítulos y son un buen ejemplo de las posibilidades y elementos de análisis que ofrecen estas perspectivas historiográficas: función y caracterización de los "expertos" y de las comunidades profesionales; las instituciones y el énfasis en el binomio local/global; los mecanismos de circulación de los saberes; similitudes y diferencias en las intervenciones sanitarias entre el medio rural y el urbano y, finalmente, el derecho a la salud, el componente humanitario, como trasfondo y modulador de intervenciones y políticas sanitarias.

Los siete capítulos en los que se estructura el libro, además del introductorio, son el fruto de las diferentes líneas temáticas por las que han discurrido los trabajos dentro del proyecto común y que, a nuestro modo de ver, pueden tipificarse en dos grandes bloques con múltiples interacciones entre ellos. De ese modo, la perspectiva comparada en el marco de los organismos internacionales, es el eje directriz en el que se sustentan los capítulos de Pozzi, Galiana, Bernabeu (pp. 45-65), Galiana (pp. 67-83), Trescastro, Bernabeu (pp. 107-125) y Barona (pp. 127-153). En el primero de ellos, el papel del Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones en la lucha contra el tracoma, ejemplifica, de forma muy lúcida, la importancia de las organizaciones internacionales en las mejoras sanitarias globales y locales y en la aparición de abordajes médico-sociales para intentar atajar el problema en el periodo de entreguerras. La utilización de la documentación relativa a la enfermedad en los fondos históricos de dicho organismo internacional es una de las claves explicativas y de interés del estudio.

También en esta misma línea y uso de ese mismo tipo de fuentes documentales, Galiana estudia el papel de los organismos internacionales en el proceso de formación y profesionalización de la enfermería en salud pública, aunque, en este caso, el marco temporal llega a la década de los 60 del siglo pasado y está preferentemente centrado en la actividad en este terreno llevada a cabo por la Organización Mundial de la Salud en sus tres primeras décadas.

En el contexto de la creación de agencias especializadas de las Naciones Unidas y las funciones a ellas encomendadas, muy en especial FAO y OMS, se enmarca el capítulo de Trescastro y Bernabeu sobre la nutrición pública en la agenda de dichos organismos. Los autores llaman la atención sobre el enfoque multicausal del problema nutricional que hacía necesario contar con planes integrales de desarrollo social y con la importancia concedida a los programas de educación sanitaria nutricional como el medio más adecuado para empoderar a la población, así como con a necesidad de contar con profesionales formados en este campo.

La Fundación Rockefeller es, probablemente, una de las instituciones que mayor interés ha concitado en los últimos años en la historia de la salud internacional. J. L. Barona ha publicado recientemente, una monografía (The Rockefeller Foundation. International Diplomacy and Public Health, 1920-25. London: Pickering & Chatto; 2015) y es el autor de otro de los capítulos contenidos en el libro donde sintetiza algunos de los principales resultados de su investigación. Uno de ellos es el análisis del papel crucial jugado por Ludwik Rajchman, director médico de la Organización de Higiene de la Sociedad de Naciones, en el esfuerzo de contar con los mejores y más cualificados especialistas de diversas procedencias, hasta conseguir un equipo técnico estable, con altas cotas de respeto y consideración internacionales, que fue posible, entre otras cosas, gracias a la ayuda económica proporcionada por la Fundación Rockefeller. Junto a ello, el interés por la puesta en práctica de los programas de las administraciones nacionales de salud, así como, a un nivel más general, la contribución a las políticas de entendimiento y pacificación entre los gobiernos, a escala mundial.

El segundo bloque al que hacíamos referencia lo constituyen aquellos trabajos focalizados en la circulación o transferencia de conocimientos más allá de las fronteras disciplinares y geográficas. Ese es precisamente el punto de vista presente en el interesante estudio de Ximo Guillem sobre las controversias sobre los efectos perniciosos para la salud de los "humos de Huelva" (pp. 25-44), un ejemplo significativo (un contraejemplo según señala el autor refiriéndose al esquema tradicional de separación y conflicto entre ciencia y medicina) del modo concreto como se produjeron los flujos de saberes entre la química, la fisiología experimental, el análisis numérico y la medicina clínica y la fecundidad de dichos transvases. Por su parte, María José Báguena, bien reputada especialista en historia de la microbiología y la virología, reconstruye de forma muy precisa la complejidad y las influencias externas en el desarrollo de la investigación y producción de las vacunas antivariólicas en España y la importancia que en este proceso tuvieron las becas concedidas por la Junta de Ampliación de Estudios y la Fundación Rockefeller (pp. 85-106).

Joan Lloret, en el capítulo que cierra el volumen (pp. 155-177), con un enfoque de estudio de caso, el valenciano, analiza la atención sanitaria y social a la infancia en la primera mitad del siglo XX, coincidiendo con el movimiento internacional de protección a la infancia y el nacimiento de la especialidad pediátrica.

La bibliografía final da cumplida cuenta de la producción anterior del grupo en los temas abordados a lo largo de los diferentes capítulos, lo que es indicativo de que uno de los objetivos primarios del libro es la de ofrecer una visión global que complete, por un lado, lo ya iniciado en estudios anteriores y que sirva, además, como punto de partida de nuevos retos y abordajes.

 

Rosa Ballester
orcid.org/0000-0002-7870-4185
Universidad Miguel Hernández de Elche


 

Marius Turda and Aaron Gillette. Latin Eugenics in Comparative Perspective. London: Bloomsbury; 2014, 306 p. ISBN: 9781472522108. £ 24.99.

Hace algún tiempo, la recordada Mónica Quijada nos hizo notar las particularidades que encierra la noción de Latinoamérica, como entidad cultural con suficiente homogeneidad como para no necesitar abundar en explicaciones sobre lo que queda connotado con ese término. Y esas particularidades se evidencian aún más al constatar la ausencia de una equivalencia europea. Porque, efectivamente, la noción de Latinoeuropa resulta inefable, o cuanto menos quien apele a ella deberá fundamentar mucho que quiere decir al usar esa palabra. Sin embargo en Europa existieron condiciones similares a las que en América hicieron emerger aquella noción a comienzos del siglo XX, fundamentalmente por la existencia de naciones que compartían una misma raíz en sus lenguas. Vale decir, las mismas derivaciones del latín y, también, la presencia protagónica de la Iglesia católica generaron mecanismos culturales de articulación, que, empero, tuvieron una cohesión disímil en países de América y de Europa. Esas diferencias también signaron los modos de interacción cultural entre ambos continentes, y en todo caso, se impusieron nociones que planteaban un deliberado recorte en la Europa Latina como podía serlo Iberoamérica, por mencionar sólo una de las formas de integración más eficazmente planteadas.

Sin embargo, y sin caracterizar ideológicamente las motivaciones de las integraciones planteadas, cabe consignar que existió un intento por establecer un mecanismo de articulación cultural pan-latina trascendente a los que hoy conocemos y tanto ese intento, como quienes lo llevaron a cabo en la primera mitad del siglo XX, forman parte de historias que no son suficientemente conocidas. En ellas se inserta el objeto de estudio del libro de Turda y Gillette, centrado, precisamente, en el estudio de la eugenesia latina en la primera mitad del siglo XX.

En efecto, la eugenesia latina constituyó un intento por integrar en contextos americanos y europeos entidades culturales asimilables por su lengua y religión, bajo una orientación común que era implantar en lodos los países comprendidos dentro de ese marco la ciencia creada por Francis Galton. Si, como decíamos, hay allí mucho por conocer, ello se debe fundamentalmente a que ciertas miradas historiográficas durante años relegaron la consideración de la eugenesia latina ante los rastros mucho más visibles y drásticos que tuvo la eugenesia en países de ascendencia anglosajona. De ahí, que a menudo se la pensara como una versión debilitada de la "verdadera" eugenesia, que, claro, era la cultivada en aquellos, quedando, por eso mismo, asociada a un rango menor de interés. Sin embargo, separándola de una escala axiológica del mal provocado, la eugenesia latina reviste interés por encerrar características singulares sobre las que Turda y Gillette intentan dar cuenta en esta obra.

En efecto, el trabajo recoge importantes avances experimentados por nuevas miradas sobre el tema, aportando un estado de la cuestión en los distintos países "latinos" que experimentaron el desarrollo de la eugenesia en la primera mitad del siglo XX. Turda y Gillette reconocen el valor fundante que tuvo Nancy Stepan, al dar la primera caracterización del caso Latinoamericano. Luego se valen de exploraciones que buscaron trascender los tradicionales esquemas en que el tema pudo quedar inmerso, fundamentalmente profundizando los problemas tratados y ampliando el universo de países "latinos" abordados. Entre esos aportes ocupan un lugar preponderante los trabajos de Raquel Álvarez Peláez y Armando García González que vinieron a aportar las primeras miradas acerca del cruce en el desarrollo de la eugenesia entre Europa y América. Francia e Italia, por su parte, fueron objeto de importantes trabajos de Carol y Cassata donde la sombra de los autoritarismos y los alineamientos geopolíticos estaban presentes. Sin embargo, quedaba mucho por indagar en relación a la articulación de todos estos casos que han sido englobados dentro de la noción de eugenesia latina. Distintas obras dirigidas por Marisa Miranda y Gustavo Vallejo buscaron presentar esa problemática como una red biopolítica fundada en acuerdos trasnacionales cimentados por la cultura y la religión.

La eugenesia latina apareció así en los últimos años como un marco conceptual para comprender cuestiones que signaron tanto a verdaderas políticas de estado y posicionamientos delineados en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, como también a la difusión de un preciso programa a través de congresos de especialistas aunados por una inquietud común que era la de proporcionar a las autoridades de su país respuestas "científicas" para garantizar una determinada idea de orden. Las prescripciones emanadas de esos foros internacionales establecieron medidas para el ejercicio de un control que fue desde lo sanitario a lo inmigratorio, a través de una batería de acciones que abordaban la moralidad, la sexualidad y un propósito de consagrar la reproducción diferencial de seres por medios casi siempre apartados de la esterilización.

Esta dimensión Pan Latina de la eugenesia, que fue suscitando crecientes tematizaciones sobre su impacto en distintas realidades nacionales y regionales, aparece aquí, en la obra de Turda y Gillette, como el gran móvil para un abordaje que realiza valorables aportaciones. Como señalan los autores, se detienen especialmente en la dimensión intra-europea de la eugenesia latina, menos desarrollada historiográficamente que la latinoamericana (quizás por las mismas razones que hacía notar Quijada en la dispar construcción identitaria de una y otra región). En ese sentido cabría distinguir las articulaciones hispanoamericanas e ítaloamericanas de la eugenesia, que, efectivamente, ya tienen una importante tradición historiográfica, de una menos indagada interacción entre los propios países europeos latinos entre sí, de la que Turda y Gillette buscan aquí dar cuenta.

Entre las problemáticas tratadas se sitúan las teorizaciones en torno al supuesto declive racial, con sus modulaciones nostálgicas y deseosas de reinstaurar un orden social anterior frente a la masificación de la sociedad moderna. Allí abrevaría en intelectuales de distintos países un anhelo común por impulsar respuestas regeneradoras, asociadas a particulares reinterpretaciones de teorías biológicas que operativizaban la tensión entre lo hereditario y lo ambiental para llegar a teorías que reforzaban "científicamente" las acciones propugnadas. Y en ese espacio de hibridación entre lo biológico y lo social, Turda y Gillette prolongan tematizaciones efectuadas sobre el papel destacado de un pretendido neolamarckismo en la constitución de la identidad de la eugenesia latina. La confianza en los cambios ambientales, antes que en la acción directa sobre los cuerpos, abren un abanico de soluciones más lentas y también más diseminadas a través de distintos resortes de ejercicio del poder. Así los eugenistas latinos recurrirán a la puericultura, la nipiología y el examen prematrimonial, para atender desde un plano "ambiental" el avance incontrolado de enfermedades venéreas y tuberculosis, ambas asociadas a desórdenes en la vida de relación como los que propiciaban el desarrollo del alcoholismo, todos ellos inmersos en el inquietante submundo de la "mala vida" que las autoridades pretendían disciplinar.

Frente a esos males, Turda y Gillette exponen acciones de la eugenesia latina connotadas por supuestos rasgos neolamarckianos, que numerosos trabajos ya han exaltado -aun exageradamente- y, de manera más clara, por el peso que tuvo la Iglesia católica al insertarse de lleno en el campo eugénico para propagar desde allí su rechazo al neomalthusianismo y las esterilizaciones. Aun cuando esto no librara a la eugenesia latina de un carácter marcadamente coercitivo, sí configuró un rasgo particular a partir de la integración buscada entre ciencia y religión. Y junto a este factor, otro muy importante en su caracterización fue la relación de esa eugenesia latina con los fascismos, principalmente con el italiano. La conformación de una Federación de eugenesia latina, a la que Turda y Gillette dedican un capítulo, es uno de los intentos más ambiciosos por plasmar esta red en un programa supranacional.

El primer Congreso Internacional de eugenesia celebrado en 1912 en Londres y las consecuencias de la Gran Guerra desatada poco después, constituirán eventos sobre los cuales los eugenistas latinos tomarán debida nota. Como señalan Turda y Gillette, el impacto de esos debates servirá, en buena medida, de punto de partida para pensar en términos de descensos poblacionales, aptitud para la supervivencia y "beneficios" raciales de evitar cruzamientos "indeseados". El avance de estos debates reproducirá en el plano académico una nueva organización política que reforzaba la centralidad latina en Europa ante la periferia americana. El fascismo italiano sentó las bases de un modelo político que canalizaba perfectamente las expectativas eugénicas en términos de exaltar las desigualdades como ley natural que podían explicar la superioridad e inferioridad en las relaciones sociales tanto como en el plano de la política internacional. Otros fascismos europeos extendieron una concepción orgánica afianzada por el rol legitimador que le ofrecía la "ciencia de la buena raza" en el marco de la eugenesia latina. Y junto a ello se consolidó la presencia de la Iglesia católica sentando una posición abiertamente opuesta a las esterilizaciones compulsivas y al neomaltusianismo, aun cuando propiciara enfáticamente las selecciones eugénicas llevadas a cabo por otros medios. Turda y Gillette destacan la importancia al respecto que tuvo la encíclica papal Casti Conubii en 1930 al abordar la eugenesia, sentando las bases de un rechazo de la eugenesia latina hacia las esterilizaciones que en Alemania tuvieron en 1933 un marco legal para que el Estado las llevara a cabo masivamente.

Los problemas hasta aquí señalados son vistos por Turda y Gillette con mayor detenimiento en Italia, España y Francia. Luego entra en escena la periferia de ese mundo latino y la obra se detiene particularmente en describir el desarrollo de la eugenesia en Argentina, México, Brasil, Cuba y Rumanía. Este último es quizás el caso menos conocido y presenta la singularidad, remarcada agudamente por Turda y Gillette, de compartir con los otros países su latinidad, aunque no el protagonismo de la Iglesia católica en su sociedad.

Finalmente la obra se detiene en la experiencia de Francia bajo el régimen de Vichy y la recepción entre los eugenistas latinos de ciertos aspectos de la higiene racial alemana, poniendo de manifiesto también los puentes que podían trazarse entre la eugenesia latina y la anglosajona.

Se trata, por tanto, de una obra que traza un amplio recorrido por los principales temas que animaron al desarrollo de la eugenesia en países de ascendencia Latina. En sus siete capítulos, a los que se agrega una introducción y una conclusión, sus títulos destacan una voluntad de situar conceptos supranacionales. Sin embargo, termina prevaleciendo una suerte de rigurosa sucesión de casuísticas nacionales y de instituciones eugénicas internacionales. Y quizás allí pueda señalarse que el verdadero propósito apunta a esa exhaustividad de la presentación de casos más que a la exploración teórica de la entidad cultural englobante, esto es la eugenesia latina. En este sentido es un gran aporte al estado de la cuestión de los estudios en distintos países en los que se desarrolló la problemática, donde, empero, este mismo aporte nos insta a avanzar en las articulaciones entre sí, las tensiones que en cada realidad local se plantearon para aplicar las mismas medidas, redundando en corpus legales y marcos normativos disímiles. Fundamentalmente, porque Turda y Gillette no apuntan en esa dirección al plantear en el subtítulo una "perspectiva comparada". En la casuística dirigida a presentar un objeto difícil de asir reside el mayor mérito de Turda y Gillette. Y también allí están los futuros desafíos que la obra insta a llevar adelante.

 

Gustavo Vallejo
orcid.org/0000-0002-9701-9140
National Research Council-Argentina (CONICET)

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons