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Nutrición Hospitalaria
versión On-line ISSN 1699-5198versión impresa ISSN 0212-1611
Nutr. Hosp. vol.30 no.4 Madrid oct. 2014
https://dx.doi.org/10.3305/nh.2014.30.4.7680
REVISIÓN
Programas de actividad física para reducir sobrepeso y obesidad en niños y adolescentes; revisión sistemática
Physical activity programmes to reduce overweight and obesity in children and adolescents; a systematic review
M. J. Aguilar Cordero1, A. Ortegón Piñero2, N. Mur Villar3, J. C. Sánchez García4, J. J. García Verazaluce4, I. García García5 y A. M. Sánchez López6
1 PhD. Departamento de Enfermería. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Granada. Hospital Clínico San Cecilio de Granada (España).
2 BSc. Ciencias de la Actv. Física y el Deporte. Granada (España).
3 PhD. Grupo de Investigación CTS 367. Plan Andaluz de Investigación. Junta de Andalucía (España). Facultad de Ciencias Médicas de Cienfuegos (Cuba).
4 BSc. Departamento de Enfermería. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Granada.
5 PhD. Departamento de Enfermería. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Granada.
6 BSc. Grupo de Investigación CTS 367. Plan Andaluz de Investigación. Junta de Andalucía (España). Departamento de Enfermería. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Granada. España.
Dirección para correspondencia
RESUMEN
Introducción: El tratamiento contra la obesidad ha sido muy discutido y varios autores abogan por un tratamiento integral de la obesidad. Todos los referentes conducen a plantear ¿cuál es el programa de actividad física más efectivo para reducir el sobrepeso y la obesidad de niños y adolescentes?
Objetivo: Analizar los principales estudios sobre la eficacia de la actividad física para reducir el sobrepeso y la obesidad de niños y adolescentes.
Método: Revisión sistemática de los resultados de programas de actividad física para reducir el sobrepeso y la obesidad publicados en artículos científicos. Se identificaron 85 artículos a través de la búsqueda automatizada en las bases de datos PUBMED y Google Scholar; se llevó a cabo entre los meses de octubre de 2013 y marzo de 2014. Para seleccionar los artículos fue preciso considerar la utilidad y la relevancia del tema estudiado y la credibilidad o experiencia de los autores en la temática. Se tuvo en cuenta la validez interna y externa de cada uno de los artículos revisados.
Conclusiones: Se identificó la efectividad de la actividad física para reducir el sobrepeso y la obesidad de niños y adolescentes. El programa de actividad física más efectivo es el que combina ejercicios aeróbicos y anaeróbicos. Existe consenso en acumular más de 180 minutos a la semana dedicados a estos fines, con 3 sesiones de 60 minutos cada una de ejercicio físico a la semana. De una intensidad moderada, podrían ser suficientes para ejecutar un programa de ejercicio físico para esas personas con sobrepeso y obesidad. Coinciden los autores en que, cuando se combina una dieta controlada por una adecuada distribución de las comidas y con la práctica de actividad física, se potencian mutuamente, con lo que se obtienen los mejores resultados. Los programas de reducción de peso que tengan en cuenta la participación familiar son más eficaces que la propia educación alimentaria y otras intervenciones de rutina que no consideren esa participación familiar. El rol de los padres y de las personas que rodean al niño y al adolescente es fundamental para reforzar las conductas positivas hacia el cambio de estilo de vida.
Palabras clave: Actividad Física, Sobrepeso, Obesidad, Niños, Adolescentes.
ABSTRACT
Introduction: Obesity treatment has been the subject of much controversy; various authors have recommended the application of a comprehensive treatment programme, and in the light of this previous research, we consider the question of what is the most effective programme of physical activity to reduce overweight and obesity in children and adolescents.
Aims: To analyse major studies on the effectiveness of physical activity in reducing overweight and obesity in children and adolescents.
Method: Systematic review of the results of physical activity programmes, published in scientific articles, to reduce overweight and obesity. Using an automated database search in PubMed and Google Scholar, conducted from October 2013 to March 2014, we identified 85 valid items. In selecting the items, the criteria applied included the usefulness and relevance of the subject matter and the credibility or experience of the research study authors. The internal and external validity of each of the articles reviewed was taken into account.
Conclusions: This review confirmed the effectiveness of physical activity in reducing overweight and obesity in children and adolescents. The most effective programmes were those combining aerobic and anaerobic exercises. It is generally accepted that at least 180 minutes per week should be dedicated to exercise, in the form of three 60-minute sessions of moderate intensity. Such programmes could be sufficient for persons with overweight or obesity. Researchers in this field agree that when a diet based on an appropriate distribution of meals is combined with regular physical activity, they reinforce each other, and thus optimum results are obtained. Weight reduction programmes that take account of family involvement are more effective than nutrition education itself or other routine interventions that fail to consider family involvement. The role of parents and of the persons around the child or adolescent is essential to reinforce positive behaviour toward lifestyle change.
Key words: Physical Activity, Overweight, Obesity, Children, Teens.
Introducción
La obesidad está actualmente considerada como una enfermedad crónica, y muchos la consideran la epidemia del siglo XXI. Se caracteriza por un exceso de grasa, lo que se traduce en un aumento de peso, y se identifica mediante el Índice de Masa Corporal (IMC), un indicador simple que relaciona el peso y la talla (peso en kilogramos dividido por el cuadrado de la altura en metros); es capaz de discriminar y establecer diferentes categorías. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el IMC proporciona la medida más útil de sobrepeso y obesidad, determinándose con un IMC mayor o igual que 25, o mayor o igual que 30, respectivamente1, 2.
Un desequilibrio entre las calorías ingeridas y el gasto energético puede ser la causa fundamental de sobrepeso y obesidad. Algunos factores que la aumentan son, por un lado, la modificación mundial de la dieta, con una tendencia al aumento del consumo de alimentos hipercalóricos, ricos en grasas y azúcares, pero con escasas vitaminas, minerales y otros macronutrientes; también a la tendencia a disminuir la actividad física, debido a la naturaleza cada vez más sedentaria de muchos trabajos, a los cambios en los medios de transporte y a la creciente urbanización2.
Hay dos tipos de distribución de grasa típica de los obesos, a saber, la obesidad androide, en la que una proporción predominante de la masa grasa se sitúa alrededor de la zona del abdomen y la cintura, y la obesidad genicoide, que sitúa gran parte de la masa grasa en el glúteo y en las zonas femorales. De manera general, la obesidad es altamente perjudicial para la salud y el bienestar en general, con independencia del tipo que presente3.
La obesidad se asocia a numerosas enfermedades y problemas metabólicos, cardiovasculares, respiratorios, hormonales y psicológicos, entre otros. Representa, junto al sobrepeso, el quinto factor principal de riesgo de defunción en el mundo. En España, la prevalencia aumenta progresivamente con la edad, y a un menor nivel socioeconómico y cultural, esa prevalencia de la obesidad se hace mayor. El exceso de peso afecta actualmente al 62% de la población adulta, el 39% con sobrepeso y el 23% con obesidad2, 4, 5.
El fenómeno de la obesidad relacionado con niños y adolescentes adquiere una particular relevancia, pues se asocia a una mayor morbilidad y discapacidad en la edad adulta. Para este grupo de población, la escuela parece ser un lugar favorable a la hora de orientar la conducta del niño mediante estilos de vida saludables y prevenir la obesidad y sus enfermedades asociadas2,6.
El tratamiento contra la obesidad ha sido muy discutido y varios autores defienden el criterio de combinar la actividad física con las consideraciones dietéticas y el apoyo psicológico. Otros abogan por un tratamiento integral de la obesidad sustentado en la motivación y en el cambio de actitudes2.
Se ha apreciado que algunas personas pueden tener una intención de cambio en su comportamiento de salud, pero es probable que no tomen ninguna medida. Sólo el 30% de los adultos mayores realizan ejercicio físico de modo regular, y el 50% de los adultos mayores que siguen un estilo de vida sedentario tienen la intención de iniciar un programa de ejercicio físico regular, a base de incrementar su actividad física7,8.
Varios estudios ponen de manifiesto que el ejercicio es un componente importante en los programas de pérdida de peso y que, además, proporciona beneficios en el perfil metabólico. Otros autores afirman que la pérdida de peso basada exclusivamente en el ejercicio físico sin hacer dieta es difícil, ya que esa pérdida se produce de forma muy lenta9.
Sin embargo, la cantidad óptima de ejercicio necesario para lograr a largo plazo la pérdida de peso no se ha establecido, lo que da lugar a diferentes recomendaciones de diversas organizaciones de la salud. Los "Centers for Disease Control and Prevention" y el "American College of Sport Medicine" recomiendan un mínimo de 30 minutos de actividad física de intensidad moderada y la mayoría de los días de la semana para mejorar la salud (150 min/sem), mientras que el Institute of Medicine recomienda un mínimo de 60 min/día de ejercicio durante la mayoría de los días de la semana, para ese mismo control del peso corporal10, 11, 12.
Diferentes protocolos de ejercicio se han mostrado como válidos para el tratamiento del sobrepeso y parece ser que los de tipo interválico de alta intensidad, como el Windgate, pueden proporcionar un modelo de ejercicio alternativo para la mejora de la salud vascular y metabólica de esta población, y con una motivación extra respecto al tiempo de entrenamiento13,14, 15, 16.
Además, numerosos estudios confirman que la pérdida de peso es mayor en un programa que incluye dieta más ejercicio, que dieta o ejercicio por separado17,18,19,20
Existe un consenso general en la necesidad de incrementar los niveles de la actividad física. Se reporta en diferentes estudios el efecto que la práctica regular de ejercicio físico tiene sobre la pérdida de peso, ya que se producen cambios relevantes en la circulación, el sistema nervioso, el estado hormonal, el transporte de substratos y la movilización de los lípidos.
Todos estos cambios tienen implicaciones terapéuticas sobre la obesidad y los procesos con ella relacionados. Lo que marca la diferencia entre el individuo sedentario y el que lleva un buen entrenamiento físico; no obstante, actualmente están por definir los programas más efectivos para logar la reducción deseada. Se mantienen los interrogantes sobre la duración optima y la intensidad del ejercicio físico necesario para lograr la pérdida de peso, así como el tiempo necesario para obtener una reducción de la cantidad de grasa presente en el organismo, entre otras.
A la vista de los referentes anteriores, surge la siguiente pregunta:
¿Cuál es el programa de actividad física más efectivo para reducir el sobrepeso y la obesidad de niños y adolescentes?
Objetivo
Analizar los principales estudios sobre la efectividad de la actividad física para reducir el sobrepeso y la obesidad de niños y adolescentes.
Metodología
Diseño
Revisión sistemática de los resultados de los programas de actividad física para reducir el sobrepeso y la obesidad publicados en artículos científicos.
Selección de los estudios y estrategia de búsqueda
Los 85 artículos de la presente revisión se identificaron a través de la búsqueda automatizada en la base de datos de los sistemas referativos PUBMED y Google Scholar. La revisión se efectuó entre los meses de octubre de 2013 y marzo de 2014.
Los descriptores o palabras clave de búsqueda que se utilizaron fueron los siguientes: actividad física, ejercicio físico, sobrepeso y obesidad. Estos términos también se utilizaron en inglés: physical activity, exercise and obesity. Para la utilización correcta de la terminología se consultó la edición 2013 de los descriptores en ciencias de la salud en la siguiente página web: http://decs.bvs.br/E/homepagee.htm.
Para la búsqueda de bibliografía se utilizaron los siguientes métodos:
- Análisis de documentos, lo que permitió extraer la información más relevante y separarla en sus elementos constituyentes.
- Síntesis de la información, que hizo posible la ordenación y la combinación de la información extractada, así como una evaluación comparativa.
Criterios de inclusión y exclusión de estudios
Se estableció una selección de los artículos que quedaron incluidos en la revisión. Para ello fue preciso considerar la utilidad y la relevancia del tema estudiado y la credibilidad o experiencia de los autores en la temática. También se analizó y se incluyó en el resumen la aplicabilidad de los resultados al tema de estudio.
Se determinó la validez interna de cada artículo, la cual estuvo relacionada con el diseño y los procedimientos de medición de las variables y los métodos de análisis. Se consideró que el estudio tenía validez interna cuando medía aquello para lo que había sido diseñado. La validez externa se consideró como la capacidad de generalización de los resultados del programa de actividad física a diferentes grupos de población.
Otro criterio considerado en la validez de los artículos seleccionados estuvo dado por el grado de evidencias demostrado, por las recomendaciones del artículo y por la aplicabilidad a nuestro contexto. La búsqueda se llevó a cabo por los autores de la investigación y el resultado del proceso de búsqueda permitió seleccionar 85 estudios que cumplieron con los criterios de selección. Seguidamente, tuvo lugar la lectura crítica de todo el documento.
Resultados
Es un tema que ha sido tratado ampliamente y se justifican las ventajas del ejercicio físico en los programas de adelgazamiento (tabla I). De hecho, la realización regular de actividad física para controlar la obesidad ha sido ampliamente aconsejada desde épocas remotas.
Discusión
En el análisis de los resultados se han considerado los siguientes apartados: Duración del programa de actividad física, tipo de actividad física más frecuente, papel de la dieta, edad y sexo. De cada uno de esos apartados se emiten las valoraciones siguientes:
Duración del programa
Los estudios revisados no destacan la duración óptima de un programa de intervención, aunque podría existir una relación directa entre el tiempo y el resultado. Esto se expresa en los estudios realizados por Whyte LJ, Gill JM, Cathcart AJ. (2010) donde utilizaron dos semanas para realizar un programa basado en un protocolo Windgate que les permitió encontrar mejoras sobre un grupo de hombres sedentarios38, 41.
Hernán J. y Ramírez-Vélez R. utilizaron 8 semanas para mejorar la sensibilidad a la insulina y el perfil lipídico, al igual que Fett CA, Fett WC y Marchini JS (2009) que lo hicieron para mejorar el perfil lipídico, la flexibilidad, la glucosa, la relación cintura-cadera y la presión arterial. Con el mismo tiempo y más sujetos, Wallman K, Plant LA, Rakimov B, et al. (2009) encontraron mejoras significativas en la aptitud cardiovascular y la composición corporal22, 27, 37.
El ejercicio físico realizado esporádicamente no aporta resultados positivos. Para lograr mejorar los resultados, y por consiguiente una reducción del peso corporal, es necesaria una continuidad en el tiempo; hay que tener en cuenta que la actividad física continuada, como se ha visto anteriormente, provoca mejoras en la síntesis bioquímica, aunque deben de ser lo suficientemente frecuente como para contribuir al desarrollo fisiológico.42, 43.
Aunque los estudios revisados no declaran con exactitud el tiempo promedio en el que obtienen los mejores resultados, se estima que el tiempo dedicado a la actividad física sistemática debe ser a partir de las dos semanas.
Duración de las sesiones
Según la ACSM, acumular 150 minutos a la semana de actividad física serviría para obtener beneficios en salud; Bouchard (2001) afirma que un mayor volumen de actividad física se traducirá en mayores ventajas para la salud. Otros estudios, como el de Whyte LJ, Gill JM, Cathcart AJ. (2010), planteaba un protocolo de 15,5 minutos y el de Tjonna A, Lee S, Rognmo O, et al. (2008), declaraba en el programa 4 intervalos de cuatro minutos con tres minutos de recuperación activa entre intervalos44, 38, 41.
En nuestra revisión, y pese a la gran variedad en la duración de las sesiones y en su distribución, parece que acumular más de 180 minutos a la semana es la opción preferida por la mayoría de los investigadores. De este modo, 3 sesiones de 60 minutos de ejercicio físico de intensidad moderada a la semana podrían ser suficientes para diseñar un protocolo para personas con sobrepeso. Pese a esta recomendación, estudios basados en protocolos de ejercicio de alta intensidad muestran cómo los sujetos podrían beneficiarse con una duración menor de la sesión.
Tipo de ejercicios
Las revisiones evidencian que los principales ejercicios que aparecen en los programas de actividad física están agrupados generalmente en tres tipos: Ejercicios aeróbicos, anaeróbicos y ejercicios de flexibilidad, aunque predominan aeróbicos y anaeróbicos como los más utilizados para combatir la obesidad.
El término aeróbico significa "con el oxígeno", y se refiere al empleo de oxígeno en el metabolismo del cuerpo o en el proceso de generación de energía. Muchos tipos de ejercicios son de carácter aeróbico, y por lo general son realizados a una intensidad moderada durante amplios periodos de tiempo.
El ejercicio anaeróbico es el tipo de ejercicio que mejora la potencia y aumenta la masa muscular. Los músculos entrenados con ejercicios anaeróbicos se desarrollan de manera diferente, funcionan mejor en los ejercicios de corta duración y de alta intensidad, que duran hasta aproximadamente 2 minutos
Teniendo en cuenta estos referentes a la hora de buscar información específica acerca del tipo de ejercicio, se constata que son pocos los autores que dejan ver el protocolo exacto de los ejercicios realizados durante la intervención. Por otro lado, una debilidad de los trabajos revisados es que no todos reportan con exactitud el beneficio de los distintos tipos de ejercicio, habida cuenta la gran variabilidad en la respuesta individual al ejercicio.
Se ha observado que una intervención que incluya ejercicios de fuerza puede mejorar la sensibilidad a la insulina, el perfil lipídico, el IMC, la masa libre de grasa y disminuir el colesterol LDL, la circunferencia de cintura y la presión sistólica, así como un aumento de la fuerza muscular. Los ejercicios de tipo aeróbico mejoran la composición corporal a través de una disminución del peso y de la masa grasa, producen cambios favorables en el perfil lipídico, en los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares y en el fitness aeróbico, así como la disminución de las grasas hepática y visceral, la resistencia a la insulina, la circunferencia de la cintura y atenúa la pérdida de la masa muscular.
Los estudios destacan que se debe repetir un ejercicio con el mismo volumen durante varias sesiones consecutivas hasta que sea asimilado por el organismo y, una vez conseguido ese objetivo, aumentar progresivamente el tipo de ejercicio. La intensidad de la actividad física se corresponde con el aspecto cualitativo de los esfuerzos y se expresa a través de parámetros como velocidad en la ejecución, resistencias que vencer, carga soportada y grado de dificultad de los ejercicios.
No obstante, aún cuando no se precisan detalles del programa utilizado, se puede plantear que ambos tipos de ejercicio parecen ser beneficiosos para reducir el sobrepeso y la obesidad. Se han observado muy buenos resultados en aquellos protocolos que combinaban entrenamiento de fuerza y ejercicio aeróbico, en comparación con una de las modalidades por separado, por lo que un protocolo que incluya las dos puede optimizar sus resultados. Combinar una dieta sana y un entrenamiento de fuerza apropiado al ejercicio aeróbico puede ayudar también a perder peso.
El papel de la dieta
Para perder peso lo adecuado es reducir las calorías ingeridas. Por ello al realizar una dieta se deben tener en cuenta las necesidades calóricas de cada persona. Los estudios evidencian que la dieta ha mostrado jugar un papel importante en el tratamiento de la obesidad, asociándose a mejoras significativas en la pérdida de peso. De hecho, la mayoría de los artículos utilizados en esta revisión mantuvieron un control de la dieta de los sujetos. . aunque se destaca la importancia de la dieta, añadirle un programa de ejercicios puede llevar a obtener mejores resultados.
Autores como Frimel, T. N., Sinacore, D. R., y Villareal, D. T. (2008) evaluaron el efecto de la adición de ejercicio a una dieta hipocalórica en comparación con un grupo que no lo incluyó durante un período de 6 meses. En ambos grupos se observó una reducción de peso y de masa grasa similares. El que incluyó el programa de ejercicios perdió menos masa libre de grasa e incrementó la fuerza en los miembros superiores e inferiores, aumentando así la función muscular29.
De igual modo, Foster-Schubert, K. E. et al (2012) demostraron cómo la restricción calórica, en combinación con un programa de ejercicio (D+E), obtuvo mejores resultados sobre el peso perdido durante un año, en comparación con la restricción calórica (D) o un programa de ejercicio aeróbico (E), hechos por separados; se redujo un 8.5% para el grupo D, un 2.4% para el grupo E y un 10.8% para el grupo D+E30.
Existe consenso en la bibliografía revisada, según el cual, la dieta debe combinarse con la práctica de ejercicio, pues los dos aspectos por separado retrasan la reducción del peso corporal. Cuando se combina una dieta controlada con la práctica de actividad física se potencian las dos funciones y en donde cada aspecto adquiere una particular relevancia y se obtienen los mejores resultados.
Edad
La OMS ha hecho recomendaciones sobre la actividad física para la salud con el objetivo de proporcionar información para quienes tienen el encargo de formular políticas sobre la relación que debe existir entre frecuencia y duración, así como sobre intensidad, tipo y cantidad total de actividad física. Las recomendaciones que figuran en ese documento distinguen tres grupos de edad, a saber, 5-17 años, 18-64 años y más de 65 años45.
El grupo de 5 a 17 años debería practicar al menos 60 minutos diarios de actividad física moderada o vigorosa. Si se superan esos 60 minutos, se obtendrán más beneficios para la salud. El grupo de 18 a 64 años debería hacer, como mínimo, 150 minutos semanales de actividad física de una intensidad moderada o bien 75 minutos de carácter vigoroso. También sería adecuada alguna combinación equivalente de actividades moderadas y vigorosas. Todas las acciones deberían ser efectuadas en periodos de, al menos, 10 minutos cada uno.
A los mayores de 65 años se les hacen las mismas recomendaciones que al grupo anterior. Además, los ancianos con escasa movilidad deberían llevar a cabo actividades físicas que mejoren su equilibrio y eviten las caídas, al menos 3 días por semana. Cuando no sea posible esa actividad por problemas de salud, deberían mantenerse tan activos como se lo permitan sus capacidades y su estado de salud45.
Atendiendo a estas recomendaciones los estudios revisados muestran correspondencia, aunque en algunos programas no se llega a determinar con exactitud el tiempo que cada grupo destina a la actividad física.
Niños
Un programa de actividad física suele tener efectos positivos sobre un sujeto, con independencia de la edad que tenga. Muchos de los protocolos que acumulaban menos horas a la semana durante la intervención fueron aquellos en los que los sujetos eran niños y adolescentes46, 47, 48. Wong PC. y sus colaboradores (2008) lograron, mediante un circuito de entrenamiento de fuerza y de ejercicio aeróbico de dos días a la semana, que niños de entre 13 y 14 años mejoraran significativamente la masa libre de grasa, el índice de masa corporal, el estado de forma, la frecuencia cardiaca en reposo, la presión sanguínea sistólica y los triglicéridos tras doce semanas de intervención31.
Por otro lado, Lee, .. H. et al (2010) dividieron a los niños en tres grupos, según la actividad física realizada: aeróbico, combinado de fuerza y aeróbico, y grupo control; tres días a la semana y durante diez semanas. Tanto el colesterol LDL, como la circunferencia de la cintura y la presión sanguínea sistólica disminuyeron significantemente después del programa de ejercicios, aunque el colesterol HDL y la flexión del tronco aumentaron sólo en el programa de ejercicios combinados32, 49, 50.
Weigel, C. y sus colaboradores (2008) mejoraron el IMC, la masa grasa y la presión sanguínea sistólica, alternando natación con deportes de interior durante 2 días a la semana. Kain BJ y col. (2008), por su parte, incrementaron hasta 90 minutos las clases de educación física, logrando una disminución del índice de masa corporal y menor porcentaje de niños obesos33, 51.
Es sabido que los niños y los jóvenes participan en actividades físicas en la escuela y tienen la probabilidad de continuar participando en las mismas fuera de la enseñanza obligatoria. Sería deseable que, además de la colaboración de los familiares, el colegio asuma un papel importante en esta cuestión, haciendo posible que el niño pueda practicar actividad física fuera de las horas lectivas. Esto favorecería unos buenos hábitos en la prevención y el tratamiento del sobrepeso y la obesidad.
En la bibliografía consultada ha resultado difícil apreciar la influencia ejercida por la actividad física en el crecimiento, pues permanece controlado por el sistema endocrino, y se ignoran las relaciones entre ellos. Aún así, se conocen los beneficios y las repercusiones positivas del ejercicio físico moderado sobre el organismo52, 53, 54.
Mayores
También queda probada la eficacia en personas mayores. Anton, SD. (2011) y sus colaboradores, con 3 días a la semana en los que los participantes andaban a paso ligero y entrenaban la fuerza, lograron una pérdida significativa de peso y mejorar la función física, mientras que se mantuvo la fuerza muscular de las mujeres obesas de entre 55 y 79 años con leve-moderada discapacidad física34.
Otro de los beneficios es la lucha contra la sarcopenia. Chomentowski, P. et al, probó que la adición de ejercicio aeróbico moderado 3-5 días a la semana atenúa la pérdida de masa muscular en obesos mayores de 60-75 años que siguen una dieta de pérdida de peso35. Frimel, TN. (2008) además, mostró un aumento en la fuerza muscular, lo que se traduce en un aumento de la función muscular. Las sesiones incluían 15 minutos de flexibilidad, más 30 minutos de ejercicio aeróbico de bajo impacto, más 30 minutos de entrenamiento de fuerza de alta intensidad y más 15 minutos de equilibrio, tres veces a la semana29.
En todos los estudios revisados se evidencia que el número de sujetos que hace ejercicio físico aumenta con la edad. La educación sobre el ejercicio físico desde la infancia, y durante toda la enseñanza obligatoria, permite estimular patrones de actividad física frecuente para el corto y el largo plazo.
Sexo
Los resultados de los estudios reflejan que las preferencias de los varones hacia la práctica físico-deportiva corresponden a actividades colectivas y competitivas, mientras que las adolescentes y las mujeres muestran actitudes positivas hacia las actividades de tipo individual y de carácter estético55, 56, 57, 58.
En los artículos revisados parece no haber diferencias significativas entre hombres y mujeres a la hora de aplicar un programa de actividad física en el tratamiento de la obesidad. Por otro lado, encontramos algunos estudios sólo con mujeres. Por ejemplo, Jakicic JM et al (2008) concluyeron que la suma de 275 minutos a la semana de actividad física, en combinación con una reducción de la ingesta energética, es importante para perder más de un 10% del peso en mujeres con sobrepeso10, 59, 60, 61, 62.
Y Marandi SM (2013) y sus colaboradores mejoraron la composición corporal y el perfil lipídico en mujeres con sobrepeso-obesidad, a través del ejercicio aeróbico con tres sesiones de 60 minutos a la semana, y durante 10 semanas25. También se han estudiado los efectos de un programa de actividad física sobre mujeres postmenopáusicas con sobrepeso. Foster-Schubert, K. E. y sus colaboradores (2012) concluyeron que acumular 225 minutos a la semana de ejercicio aeróbico acompañado de una restricción calórica producía los mejores resultados, pudiendo perder más del 10% de su peso en un año30.
Se constata en los diversos estudios que los perfiles de la actividad física en la edad escolar parecen estar influidos por el género, con predominio de los niños del sexo masculino. En los estudios con personas mayores de 40 años, ser varón o mujer no tiene una correlación con ser físicamente activo en el tiempo libre. Sin embargo, esta situación no sucedió con los grupos más jóvenes, en los que los varones son más activos que las mujeres.63,64.
En los estudios relacionados con la obesidad, la distribución obtenida relacionada con el sexo fue muy equivalente, aunque mostró una pequeña superioridad para las mujeres. Este indicador permite plantear que las mujeres se implican con mayor compromiso en las terapias físicas en la reducción del sobrepeso y la obesidad65,66.
Cuando se analizan los resultados relacionados con los marcadores bioquímicos, en uno y otro sexo, se ha visto que el entrenamiento con actividad física disminuye las concentraciones en plasma de glutamiltransferasa en hombres solamente. Las mujeres obesas generalmente tienen marcadores de la función del hígado inferiores que los hombres obesos. La glutamiltransferasa es menor en las mujeres, antes y después del entrenamiento. La glutamil-transferasa es una enzima hepática, que se considera un indicador enzimático sensible y que suele estar elevada en las personas obesas67, 68, 69.
Son varios los estudios que demuestran las alteraciones enzimáticas en los sujetos obesos. El aumento del peso corporal tiene como consecuencia la perdida de la actividad enzimática oxidativa del músculo esquelético, lo que contribuye a una disminución de los ácidos grasos. Muchos autores coinciden en plantear que los sujetos obesos, después de perder peso, continúan con un deterioro de la bioquímica muscular, por lo que continúan siendo ineficientes en la oxidación de los lípidos. Estas consideraciones permiten plantear que el problema de la obesidad perdura, aún cuando el individuo haya logrado adelgazar70, 71, 72, 73.
La pérdida de peso inducida por la dieta no rectifica los problemas metabólicos del músculo esquelético relacionado con la obesidad, por lo que se hace necesaria la práctica de ejercicio físico para lograr la recuperación músculo esquelética. Todos los estudios reflejan los resultados de la actividad física para aumentar la capacidad de oxidación de los ácidos grasos y mejorar la sensibilidad a la insulina74, 75, 76.
Como se ha podido apreciar en los resultados de diversos estudios, existe consenso, según el cual, durante la obesidad se mantiene un estado de estrés oxidativo que contribuye, entre otros factores, al deterioro de la salud. Entre las alteraciones metabólicas que afectan al ser humano, la obesidad es sin lugar a dudas una de las más importantes, tanto desde el punto de vista de su frecuencia, como de sus repercusiones sobre la salud.
Han demostrado los estudios revisados que la adhesión a un estilo de vida caracterizado por una dieta rica en grasas y con un alto grado de sedentarismo favorece el balance graso positivo, lo que lleva a una acumulación progresiva de grasa corporal, que a su vez, conduce a una mayor oxidación de la grasa. La capacidad de mantener este balance depende de la capacidad de aumento de la oxidación de grasas, como respuesta a un aumento de la ingesta lipídica. La evidencia demuestra que los sujetos predispuestos a la obesidad se caracterizan por una menor oxidación de lípidos, cuando tienen un peso corporal normal, y por una menor capacidad de aumentar la oxidación de grasas, cuando se exponen a una dieta rica en grasas. Esta circunstancia les confiere un mayor riesgo de almacenar gran cantidad de grasa cuando tienen un estilo de vida que favorece un balance graso positivo, es decir, sin tener actividad física.
Influencia de la familia
El papel de la familia es importante en el fenómeno de la obesidad. Con los años, se han examinado los factores que influyen en el desarrollo del sobrepeso y la obesidad y se ha visto que los de carácter genético, ambientales, de estilo de vida y las variables socioeconómicas parecen tener cada día mayor impacto en la aparición de este problema. Recientemente, importantes características de los padres que pueden afectar a la obesidad y el sobrepeso de adolescentes han sido reconocidas como factores de riesgo influyentes; es decir, una combinación de factores genéticos, epigenéticos, sociales y ambientales77, 78, 79, 80.
Varios autores coinciden en plantear que los niños con dos padres obesos tienen un mayor riesgo de ser obesos que aquellos que tienen solo uno de los padres o ninguno. Algunos estudios encontraron una asociación diferente en el sobrepeso de los padres, mientras que otros no lo hicieron.
Al parecer, el interés de los padres en el control del peso juega un papel importante en los adolescentes, a través de modelos de conducta y gestión alentadora para un peso saludable81.
Los estudios que exploran la relación entre el interés de los padres en el control del peso y la dieta de los adolescentes o el riesgo de sobrepeso, han sido motivo de controversia. Estilos de crianza autoritarios o desvinculados fueron invariablemente relacionados con un mayor aumento en el IMC de los adolescentes, frente a los tipos de padres equilibrados. Sin embargo, otros estudios no encontraron asociación entre el interés de los padres en el control del peso y las trayectorias de IMC durante la infancia y la adolescencia81, 82.
Se comparte el criterio, según el cual, la salud de las personas no procede sólo de su biología o de sus propias acciones individuales, sino también de la biología y las acciones de quienes les rodean. Este problema es especialmente relevante en la adolescencia. La literatura reporta que la familia se puede presentar como una barrera para la actividad física regular y una dieta saludable. Es bien sabido que sólo una pequeña parte de las poblaciones sometidas a intervenciones para perder peso realmente logran tener éxito y mantener a lo largo del tiempo este ritmo de vida. Por lo general, tan pronto como termina la intervención, la actividad física tiende a disminuir; de ahí la necesidad de que los procesos de motivación desempeñen un papel fundamental como mediadores de los cambios de comportamiento y en el mantenimiento de los estilos de vida saludable.
La revisión de las intervenciones sistémicas, que incluyen tanto la terapia familiar como la formación de los padres, evidencian la eficacia de esas intervenciones, ya sean en solitario, o como parte de los programas de los diferentes problemas que puedan presentar niños y adolescentes. Entre ellos, se encuentran los trastornos de alimentación y de apego en la infancia; el abuso infantil y la negligencia; los problemas de conducta (incluyendo los de la infancia, el trastorno de hiperactividad con déficit de atención, la delincuencia y el uso indebido de drogas); los trastornos emocionales (como ansiedad, depresión, el trastorno bipolar y la autolesión); los trastornos de la alimentación (como anorexia, bulimia y obesidad); los problemas somáticos (incluyendo enuresis, encopresis, síntomas sin explicación médica y mal control del asma y la diabetes) y el primer episodio de psicosis.
Destaca la literatura que los programas de reducción de peso basados en la familia son más eficaces que la educación alimentaria u otras intervenciones de rutina que no consideren la participación familiar. Estos programas conducen a una reducción del 5 al 20 por ciento en el peso corporal después del tratamiento y se constata, pasado años de seguimiento, que el 30 por ciento de los pacientes ya no son obesos83, 84, 85.
Somos del criterio de que la obesidad infantil se sustenta, entre otras causas, en las alteraciones del estilo de vida, tales como la mala alimentación y la falta de ejercicio. Por lo tanto, los programas de tratamiento conductual basados en la familia que promuevan cambios contribuyen eficazmente a la reducción del sobrepeso y la obesidad y hacen posible que los padres refuercen la conducta positiva hacia el cambio. Antiguamente la familia consideraba que la obesidad en los niños era sinónimo de buena salud y las conductas familiares hacia la reducción del peso en edades tempranas de la vida no constituían un aspecto a considerar.
Conclusiones
El principal resultado de esta revisión sistemática ha sido identificar la eficacia de la actividad física en la reducción del sobrepeso y la obesidad de niños y adolescentes. Se ha podido constatar que el programa de actividad física más efectivo es el que combina ejercicios aeróbicos y anaeróbicos.
La información que trata el tiempo destinado a la actividad física, aunque no establece de una manera homogénea el tiempo ideal, si se aprecia que se obtienen resultados positivos a partir de las dos semanas, lo que permite establecer el tiempo estimado en cada programa que se elabore. Hay consenso en considerar un mínimo de 180 minutos a la semana destinados a estos fines, con 3 sesiones de 60 minutos cada una de un ejercicio físico de intensidad moderada y que pueden ser suficientes para diseñar un programa de ejercicio físico para personas con sobrepeso y obesidad.
La mayor cantidad de los artículos referenciados fueron publicados en los últimos tres años. Se detectan como principales debilidades de los mismos que no logran homogenizar el tiempo destinado a la actividad física y tampoco reportan con exactitud el beneficio de los distintos tipos de ejercicio, habida cuenta que existe una gran variación en la respuesta individual al ejercicio.
Sí coincide la bibliografía revisada en que la dieta (distribución de las comidas) debe combinarse con la práctica del ejercicio. Los dos aspectos por separado retrasan la reducción del peso corporal. Cuando se combina la adecuada distribución de las comidas con la práctica de la actividad física, las acciones se potencian mutuamente y se obtienen mejores resultados.
También se ha evidenciado que los programas de reducción de peso que consideren la participación familiar son más eficaces que la educación alimentaria y otras intervenciones de rutina que no la tienen en cuenta. El rol de los padres y de las personas que rodean al niño y al adolescente es fundamental para reforzar las conductas positivas encaminadas al cambio de estilo de vida.
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Dirección para correspondencia:
María José Aguilar Cordero.
Departamento de Enfermería.
Facultad de Ciencias de la Salud.
Av/ Madrid s/n - CP: (18071).
Universidad de Granada.
E-mail: mariajaguilar@telefonica.net
Recibido: 10-VI-2014.
Aceptado: 23-VII-2014.