INTRODUCCIÓN
La diabetes es una enfermedad con una alta prevalencia a nivel mundial, se estima que 415 millones de adultos tienen diabetes y se prevé que en el año 2040 esta cifra aumente a 642 millones 1. En España, la prevalencia de esta enfermedad es de un 13,8% a nivel general y, en función de la edad, entre los 61 y los 75 años el 29,8% de las mujeres y el 42,4% de los varones presentan diabetes tipo 2, porcentajes que ascienden al 41,3% y 37,4% en población mayor de 75 años 2.
Unido a la alta prevalencia de diabetes, se está produciendo un progresivo envejecimiento de la población. A nivel mundial, se estima que entre 2000 y 2050 la proporción de habitantes mayores de 60 años se duplicará, aumentando de 605 millones a 2.000 millones en medio siglo 3). En el caso concreto de España, se estima que en el año 2050 las personas mayores de 65 años representarán más del 30% del total de la población y habrá más de cuatro millones de población octogenaria 4.
En 2001 se describió un fenotipo de fragilidad 5 definido por la presencia de tres o más de los siguientes criterios: pérdida de peso, cansancio, baja fuerza muscular, baja velocidad de marcha y escasa actividad física. Este síndrome se ha convertido en uno de los elementos fundamentales en geriatría para identificar a un subgrupo de mayores de 65 años, con riesgo elevado de efectos adversos, especialmente discapacidad, perdida de movilidad y fallecimiento 6,7. La evaluación de la fragilidad se desarrolla como una medición de la edad biológica individual de cada paciente, que puede no corresponderse con su edad real 8.
El progresivo envejecimiento de la población provoca un aumento de la fragilidad y de la diabetes tipo 2. Este hecho, unido a que las personas que tienen diabetes tienden a tener un proceso de envejecimiento acelerado 9, coloca a estos pacientes ante un mayor riesgo de desarrollar fragilidad a una edad más temprana 10.
Estos pacientes requieren una valoración en Atención Primaria 11,12 con el propósito de realizar intervenciones preventivas o que retarden la aparición de la fragilidad 13, y sería importante conocer la prevalencia de este síndrome en los pacientes mayores de 65 años con diabetes tipo 2 y qué factores nos pueden hacen pensar en la necesidad de realizar una valoración más amplia.
Por todo esto, el objetivo del presente estudio fue determinar la prevalencia de la fragilidad y qué factores se asocian a la fragilidad en los pacientes adultos mayores con diabetes mellitus tipo 2 (DM2).
MÉTODO
DISEÑO Y PARTICIPANTES
Estudio descriptivo trasversal en la población con diabetes mellitus tipo 2, mayores de 65 años, pertenecientes al Centro de Salud urbano de San Andrés-Torcal del Distrito Sanitario Málaga-Guadalhorce.
La muestra se constituyó por 288 pacientes; las variables sociodemográficas se presentan en la Tabla 1. El tamaño muestral se calculó para una proporción esperada del 14%, una precisión en la estimación del 4% y un error alfa de 0,05, por lo que el tamaño muestral necesario era de 281 pacientes.
Los valores se expresan como media (desviación estándar) y como frecuencia absoluta (porcentaje, IC95%). IMC: índice de masa corporal.
Los criterios de inclusión fueron: presentar diagnóstico de diabetes tipo 2 y tener cumplidos los 65 años. Fueron excluidas las personas que no podían ponerse en pie.
La captación de pacientes se realizó en 2016 mediante un muestreo aleatorio simple de los listados de personas diabéticas pertenecientes al Centro de Salud que hubiesen sido controlados de su DM en el mismo Centro de Salud durante los últimos 18 meses; para ello se usó el programa Epidat 3.1. La Figura 1 muestra el proceso de reclutamiento de los pacientes.
Se pidió el consentimiento informado de los participantes, garantizándose la confidencialidad de los datos, y se obtuvo la aprobación por parte del Comité de Ética. El estudio se ha ceñido a la Declaración de Helsinki (versión 2008) y a las leyes de protección de datos (ley 14/1999) y de protección de los derechos de los pacientes (Ley 15/2002).
PROCEDIMIENTO
Después de la selección de los participantes de forma aleatoria, se contactó con las personas elegidas, se les informó sobre los objetivos del estudio y se pidió el consentimiento informado. Los datos se recogieron mediante entrevista y exploración por enfermeras. La valoración de la totalidad de los pacientes se prolongó durante seis meses.
INSTRUMENTOS DE VALORACIÓN
Variable principal de estudio
La fragilidad se midió según los cinco criterios propuestos por Fried 5, que la definió como un síndrome clínico en el que tres o más de los siguientes criterios deben estar presentes:
Pérdida de peso no intencional ≥ 4,5 kg de peso corporal en el último año, que se calculó sobre la base de la diferencia entre el peso actual y el registrado en la historia clínica en el último año.
Agotamiento o cansancio autorreferido, valorado por el cuestionario Center for Epidemiologic Studies Depression Scale (CES-D) 14, según el cual cumplieron el criterio si contestaban "con frecuencia" o "siempre" en al menos una de las dos preguntas del cuestionario "siento que todo lo que hago es un esfuerzo" y "no tengo ganas de hacer nada".
Debilidad muscular, para la cual se midió la fuerza de prensión en la mano dominante, expresada en kilogramos, con un dinamómetro de arco (dinamómetro de mano digital Jamar®) que expresa la fuerza en kilogramos. Cumplieron el criterio aquellos pacientes que tenían una fuerza menor al quintil inferior de la muestra inicial, ajustada por sexo e índice de masa corporal (IMC). Utilizamos los puntos de corte para IMC usados por Castell y cols. 15. Los puntos de corte fueron IMC mayor o igual a 30 (varones con fuerza menor de 24,00 y mujeres, menor de 14,20), IMC entre 25,1 y 29,9 (varones con fuerza menor de 22,20 y mujeres, menor de 14,30) e IMC menor o igual a 25 (hombres con fuerza menor de 25,50 y mujeres, menor de 11,28).
Lentitud al caminar: se contabilizó el tiempo que tardaban en recorrer 4,5 metros. Cumplieron el criterio quienes tardaban un tiempo superior al quintil inferior de la muestra según altura y sexo. Tomamos en consideración los puntos de corte para la altura en cada sexo dados por Cruz-Jentoft y cols. 16. Se consideró que cumplían el criterio los varones con talla igual o superior a 173 cm y velocidad menor de 0,812 m/s, varones con talla menor de 173 cm y velocidad menor de 0,865 m/s, mujeres con talla igual o superior a 159 cm y velocidad menor 0,450 m/s y mujeres con talla menor de 159 cm y velocidad menor de 0,556 m/s.
Baja actividad física: se midió mediante el cuestionario de actividad física en el tiempo libre de Minnesota (VREM) validado al español para este grupo de edad 17. Los individuos fueron clasificados según el gasto energético en muy activos, activos, moderadamente activos y sedentarios. Cumplían el criterio los sujetos sedentarios.
Variables independientes
Se valoraron los resultados analíticos siguientes: hemoglobina glicosilada (HbA1c), colesterol total, HDL colesterol, LDL colesterol y triglicéridos.
Se midió el perímetro de cintura y las cifras de tensión arterial (TA) se calcularon mediante la media de las tres últimas tomadas. Si las tomas eran anteriores a tres meses, se realizaba una toma de tensión arterial semanal.
Se valoró el consumo de tabaco mediante el número de cigarrillos al día y el consumo de alcohol mediante número de gramos a la semana.
Se valoró el equilibrio mediante el apoyo unipodal; se solicitaba a los participantes que se mantuvieran el mayor tiempo posible apoyados en solo una de sus extremidades inferiores con los brazos a los costados del tronco.
La duración de la prueba se consideraba hasta que se cumplía una de las siguientes condiciones: a) el pie de apoyo cambia de posición; b) el pie elevado toca el suelo; c) los brazos se despegan del tronco; y d) la pierna elevada toca la extremidad de apoyo. El tiempo máximo considerado fue de 30 segundos. Se registraba el mejor tiempo de dos intentos. A partir de los resultados de la prueba, los sujetos se dividían en dos grupos. Aquellos sujetos que alcanzaban un tiempo de estación unipodal mayor de cinco segundos se clasificaban como de alto rendimiento y, por el contrario, los sujetos que registraban una puntuación menor o igual a cinco segundos se clasificaban como de bajo rendimiento 18.
Se evaluó la ingesta alimentaria mediante el cuestionario Mini Nutritional Assessment (MNA) 19.
Se valoró la capacidad para la realización de las actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD) mediante el índice de Lawton y Brody, que evalúa ocho AIVD. Se considera dependientes en distinto grado a las personas que presenten incapacidad para realizar una o varias actividades 20,21.
Otras variables utilizadas en este estudio son características sociodemográficas como la edad, el nivel de estudios y el sexo del paciente.
ANÁLISIS ESTADÍSTICO
Se realizó estadística descriptiva para todos los parámetros. Los resultados cuantitativos se expresan como media e intervalo de confianza al 95% (IC95%) de la media y los resultados cualitativos se expresan como frecuencia absoluta, porcentaje e IC95% para el porcentaje. La prevalencia del síndrome de fragilidad y de las diferentes características que lo componen se calculó mediante los programas SPSS 20.0 y Epidat 3.1.
Se comprobó la normalidad para todas las variables mediante el test Kolmogorov-Smirnov y la homogeneidad de varianzas mediante el test de Levene para las pruebas en las que fuera necesario. Para aquellas variables que no tenían una distribución normal se aplicó una transformación logarítmica (Ln). La diferencia entre los diversos grupos se calculó mediante el test de comparación de proporciones. La relación entre las diferentes categorías de fragilidad y el sexo se calculó mediante un test χ2. La asociación entre la prevalencia de fragilidad y variables cuantitativas como la calidad de vida o el test de equilibrio monopodal se expresan mediante una correlación paramétrica de Pearson. La comparación de estas variables cuantitativas en los diferentes grupos (no frágiles, prefrágiles y frágiles) se comprobó mediante la prueba ANOVA factorial univariante, ajustando en todos los casos por sexo y edad.
RESULTADOS
Tal como muestra la Tabla 2, la prevalencia del síndrome de fragilidad fue del 14,6%, el 69,1% fue clasificado como prefrágil y el 16,3%, como no frágil. Se encontró una mayor proporción de mujeres que de varones en la categoría prefrágil, pero la diferencia no fue significativa (χ2, p = 0,061). La prevalencia del síndrome de fragilidad aumentó con la edad (χ2, p < 0,001), aunque la relación no es lineal, con un mejor estado funcional en el grupo entre 75 y 85 años.
IC95%: intervalo de confianza al 95%. Los resultados se expresan como frecuencia absoluta (porcentaje, IC95%). Diferencias estadísticamente significativas, Chi cuadrado 11,60 g.l. 2, p = 0,003.
En la Tabla 3 se muestran los resultados de prevalencia de los cinco componentes de valoración del síndrome de fragilidad. Se encontraron diferencias para el componente "Pérdida de peso mayor de 4.500 g en el último año", donde hubo una mayor prevalencia de mujeres frente a hombres (p = 0,036), y "Baja actividad física", donde se encontró una mayor prevalencia por parte de los hombres (p = 0,030). No se encontraron diferencias significativas entre hombres y mujeres en el resto de componentes de evaluación de la fragilidad.
IMC: índice de masa corporal; IC95%: intervalo de confianza al 95%. Los valores se expresan como frecuencia absoluta (porcentaje, intervalo de confianza al 95%).
*p < 0,055.
Los resultados de las variables de TA, HbA1c, colesterol total, HDL colesterol, LDL colesterol y triglicéridos se presentan en la Tabla 4. La TA sistólica fue más alta en el grupo no frágil, con diferencias significativas entre los grupos (F [2,283] = 7,61; p < 0,001; ηp2 = 0,051). Los grupos no frágil y prefrágil mostraron valores superiores al grupo frágil (p = 0,010 y p = 0,020, respectivamente). Sin embargo, no se encontraron diferencias entre grupos para TA diastólica. Respecto a los triglicéridos, se encontraron más elevados en el grupo frágil, habiendo diferencias entre grupos (F [2,271] = 5,01; p = 0,007; ηp2 = 0,036), donde el grupo frágil mostró valores superiores a los grupos prefrágil y no frágil (p = 0,026 y p = 0,007, respectivamente). No se encontraron diferencias entre grupos para el resto de variables.
TAS: tensión arterial sistólica; TAD: tensión arterial diastólica; LDLc: colesterol LDL; HDLc: colesterol HDL; HbA1c: hemoglobina glicosilada; SD: desviación estándar.
*Significativo para nivel p < 0,005.
†Significativo para nivel p < 0,001.
Respecto al test de equilibrio monopodal, se asoció un menor tiempo en este cuanto mayor era el número de criterios Fried presentados por el paciente (r = -0,306, p < 0,001). De la misma forma, el estado de fragilidad también se asoció a menor tiempo de equilibrio (r = -0,153, p = 0,009). Similares resultados se obtuvieron al considerar solamente a los pacientes que aguantaban en equilibrio cinco segundos o más; cumplía este criterio el 46,81% de los sujetos no frágiles, el 25,38% de los prefrágiles y ninguno de los sujetos frágiles (r = -0,343, p < 0,001).
La Tabla 5 muestra los resultados y las comparaciones por grupos de las variables diámetro de cintura, consumo de tabaco y alcohol, índice de Lawton y Brody y equilibrio monopodal. Se encontró un efecto significativo del estado de fragilidad respecto al índice de Lawton y Brody, presentando los sujetos frágiles valores significativamente inferiores a los prefrágiles y a los frágiles (F [2,283] = 60,50; p < 0,001; ηp2 = 0,300). Se observó un menor consumo de tabaco en el grupo prefrágil, frente al grupo frágil y no frágil (F [2,283] = 8,17; p < 0,001; ηp2 = 0,055) y un mayor consumo de alcohol en el grupo frágil respecto a los otros dos (F [2,283] = 10,06; p < 0,001; ηp2 = 0,066). Además, se encontraron diferencias significativas para el equilibrio monopodal (F [2,283] = 5,77; p < 0,003; ηp2 = 0,039), donde tanto el grupo no frágil como el prefrágil puntuaron por encima del grupo frágil (p = 0,36 y p = 0,003, respectivamente).
Al clasificar a los pacientes según los resultados obtenidos en el MNA en bien nutridos y en desnutridos o con riesgo de desnutrición, se encontraron las siguientes cifras: bien nutridos, 25 pacientes no frágiles (45,45%), 60 prefrágiles (30,15%) y 12 frágiles (28,57%); desnutridos o en riesgo de desnutrición, 30 pacientes no frágiles (54,54%), 139 prefrágiles (69,84%) y 30 frágiles (71,42%); p = 0,008 (Chi cuadrado).
Se encontraron diferencias significativas en el MNA en función del estado de fragilidad (F [2,283] = 4,45; p = 0,013; ηp2 = 0,030), donde el grupo no frágil puntuó por encima de los otros dos, prefrágil y frágil (p = 0,029 y p = 0,020, respectivamente).
DISCUSIÓN
El presente estudio tuvo por objetivo determinar la prevalencia de la fragilidad en pacientes adultos mayores con diabetes mellitus tipo 2 y comprobar distintos factores que se asocian a este síndrome. Los resultados encontrados indican que la prevalencia de fragilidad en la muestra estudiada es de un 14,6%. Este valor es mayor que los reportados por otras investigaciones en población mayor de 65 años utilizando una metodología similar (mismos criterios Fried) 22,23, donde la prevalencia de fragilidad osciló entre el 10,3% y el 8,4%. Teniendo en cuenta que una revisión sistemática en personas mayores de 65 años que viven en la comunidad indicó una prevalencia ponderada general de la fragilidad del 10,7% 24, los resultados encontrados en el presente estudio podrían sugerir que la prevalencia del síndrome de fragilidad es mayor en adultos con DM2 que en la población general.
Un estudio previo con pacientes diabéticos y valorado mediante criterios similares a la presente investigación encontró una prevalencia de fragilidad entre el 32% y el 48% 25, valores muy superiores a los encontrados en nuestro estudio. No obstante, cabe resaltar que, a diferencia de nuestro trabajo, en el citado estudio se incluyeron pacientes que no salían habitualmente de su domicilio, factor que podría ser decisivo a la hora de explicar las diferencias entre ambos resultados.
Es importante observar que la gran mayoría de los pacientes se situaban en estado prefrágil, con una mayor proporción de mujeres que de hombres, aunque la diferencia no llegara a ser significativa. En términos de aplicabilidad práctica, es importante señalar que este es el estadio en el que se debería realizar una mayor labor preventiva y los esfuerzos de los profesionales en estos pacientes deberían ir encaminados más a la protocolización de una atención que al diagnóstico y la clasificación de estos.
Respecto a la actividad física, tan solo el 11% de los participantes de nuestro estudio fueron sedentarios, lo cual indica un nivel de actividad física bastante aceptable, factor que podría contribuir a la moderada prevalencia de fragilidad encontrada en comparación con otras investigaciones similares 25. Sin embargo, los pacientes mostraron una alta presencia de sensación de agotamiento, factor que investigaciones previas han asociado a un aumento del número de morbilidades 26.
En relación a la TA parece que existe una tendencia a cifras tensionales más bajas según se avanza en el estado de fragilidad, siendo significativo para la TA sistólica. Estudios previos indican que una disminución de cifras tensionales en pacientes adultos con DM2 se asocian con perjuicios para el paciente 27,28, aunque también pueden deberse a un sesgo de supervivencia.
Respecto a los resultados analíticos y el estado de fragilidad, se encontraron diferencias significativas entre grupos para los valores de triglicéridos. Sin embargo, no se encontraron diferencias para los valores del colesterol y sus diferentes fracciones, ni para los resultados de HbA1c. Este último dato es sorprendente, pues un reciente estudio realizado en Japón 29 mostró que existe una tendencia a cifras más bajas según se avanza en el estado de fragilidad. Además, la fragilidad se asocia con el deterioro del estado nutricional y con niveles más bajos de HbA1c. En este sentido, en el presente estudio más de la mitad de la muestra presentaba riesgo de desnutrición o desnutrición, existiendo una asociación significativa entre un peor estado nutricional y la fragilidad 30.
En relación con la capacidad de estos pacientes para poder realizar por sí mismos las actividades instrumentales de Lawton y Brody, que contemplan aspectos como el manejo de asuntos económicos, responsabilidad respecto a la medicación, uso de medios de transporte, realización de lavado de ropa, cuidado de la casa, preparar la comida, hacer compras y capacidad para usar el teléfono, encontramos que poseen cierto grado de dependencia en estas actividades y que dicha dependencia se asocia con la fragilidad, presentando los sujetos frágiles valores significativamente inferiores a los prefrágiles y a los frágiles 26.
Igualmente, existe una asociación entre el número de criterios de Fried cumplidos por los pacientes y un menor tiempo de equilibrio monopodal, lo cual refleja una peor situación funcional. De la misma forma, se encontró una asociación entre un menor tiempo de equilibrio y el estado de fragilidad, lo que puede conllevar un mayor riesgo de caídas en las personas con fragilidad 31. En relación con el equilibrio monopodal, los cinco segundos son un punto de corte interesante utilizado por otros autores para la valoración del riesgo de caídas 18, ya que ningún paciente con fragilidad aguantaba en equilibrio cinco segundos o más.
Como limitaciones de este estudio es necesario resaltar que ha sido realizado en la población perteneciente a un único centro de salud urbano, por lo que podrían existir diferencias en poblaciones con distintas características socioeconómicas. También debe tenerse en cuenta que se valoraron pacientes que se desplazan habitualmente fuera de su domicilio. Asimismo, es importante señalar el limitado tamaño muestral al utilizar un error de precisión del 4%.
En conclusión, la prevalencia del síndrome de fragilidad en pacientes diabéticos es mayor a la encontrada en otros trabajos en población general mayor de 65 años. Además, existe una alta proporción de personas mayores de 65 años con DM2 en estado de prefragilidad. En la muestra estudiada, la fragilidad se asoció a una disminución de la TA sistólica, cifras de triglicéridos mayores, un peor estado nutricional, una disminución de la independencia para la realización de las actividades instrumentales de la vida diaria y un menor tiempo en equilibrio monopodal.