INTRODUCCIÓN: OBJETIVOS E HIPÓTESIS DE PARTIDA
Desde el siglo XIX y hasta la primera década del XXI, la ingesta de energía, proteínas y macronutrientes de la población española ha aumentado de forma sustancial, aunque cronológica y territorialmente de forma muy desigual, y también según el estatus socioeconómico de los diferentes colectivos. Durante la Guerra Civil y el primer franquismo, la ingesta empeoró, y después volvió a aumentar, para terminar siendo excesiva 1,2,3. En esta última fase también convergieron las pautas sociales y regionales de consumo 4,5.
En este artículo propondremos nuevos indicadores del estado nutritivo de la población española en aquel largo periodo e intentaremos sostener dos hipótesis:
Las necesidades de importantes micronutrientes no se cubrieron hasta muy entrado el siglo XX.
Las mejoras nutritivas fueron particularmente tardías en los colectivos de mayor incidencia en el potencial demográfico y económico de la sociedad: mujeres, gestantes y menores de edad. Analizar estas cuestiones es importante, ya que los indicadores de estado nutritivo utilizados hasta ahora para el conjunto de la población pueden esconder situaciones graves de riesgo al no considerar los requerimientos de los colectivos más vulnerables.
MÉTODO DE TRABAJO
Con los objetivos mencionados, tomamos como referencia diez momentos entre 1860 y 2011 (que coinciden con años censales) y calculamos el estado nutritivo en seis colectivos de la población española (menores de edad, ancianos, varones y mujeres adultos, mujeres gestantes y el conjunto de la población), comparando para cada año y colectivo las necesidades e ingestas de: a) energía y proteínas de máximo valor biológico y b) seis micronutrientes especialmente relevantes, según la bibliografía especializada, para un crecimiento adecuado de niños y jóvenes, un desarrollo satisfactorio de la actividad física e intelectual y un correcto funcionamiento del sistema inmunitario (calcio, hierro, zinc, vitaminas A y D y ácido fólico) 2,6. Estimamos las necesidades de cada grupo de población considerado según las estructuras de edades y género que se indican en los censos y, en el caso de las mujeres embarazadas, a partir de las tasas de natalidad de cada año censal y del siguiente 7,8. Con respecto a las necesidades de energía y nutrientes, partimos de los requerimientos estimados por los especialistas para cada nutriente y colectivo (Tabla I).
Tabla I. Necesidades medias diarias de energía y nutrientes por grupos de población en España*

*Considerando para la población adulta las dimensiones y niveles de actividad de 1970.
†Proteínas de máximo valor biológico.
Fuentes: Elaboración propia a partir de: 2,6,7,8,9,10,11,12.
Para la energía, más concretamente, establecemos las necesidades en la media de los requerimientos de la población y de cada grupo considerado; en el resto de los nutrientes, en la media más dos veces la desviación estándar 6,9,10,11,12. Para menores de edad y gestantes tomamos como referencia los requerimientos de energía y nutrientes adecuados a su situación, pero sin tomar en consideración sus dimensiones corporales reales. Por tanto, en estos dos casos suponemos: a) que el objetivo es un crecimiento físico o un desarrollo del feto plenamente satisfactorios; y b) que la probable sobreestimación de necesidades que conlleva lo supuesto anteriormente compensa en buena medida las pérdidas de aquellos recursos ocasionadas por enfermedades infecciosas del aparato digestivo y del respiratorio, por dietas excesivas en fibra o por la adaptación a condiciones ambientales extremas.
Por último, para adultos y ancianos adaptamos los requerimientos establecidos a las estructuras de edad y género de estas poblaciones 7,8, a sus dimensiones corporales y a su nivel de actividad física 2. Para las dimensiones corporales de hombres adultos, tomamos como referencia las tallas de los reclutas 13,14,15; para las mujeres, hasta entrado el siglo XX, tenemos estimaciones indirectas realizadas a partir de las tallas masculinas 2, y a partir de entonces, las reconstruidas en base a diversos estudios y encuestas 16,17.
Con respecto a los niveles de actividad, tomamos en consideración la distribución de la población activa por sectores económicos y los medios de transporte predominantes, y suponemos que los procesos de trabajo y distribución eran más intensivos en energía humana hasta 1960 y menos exigentes después.
Para el consumo de alimentos y la ingesta de energía y nutrientes, realizamos dos aproximaciones metodológicas distintas. Por una parte, hemos revisado, recopilado y realizado nuevas estimaciones de consumo aparente para todo el periodo analizado, tomando en consideración para cada alimento: la producción interior, el saldo del comercio exterior, la variación de existencias, la producción destinada a alimentación animal, otros usos industriales no alimentarios y las pérdidas de producto. No consideramos, no obstante, parte del autoconsumo, el consumo de alimentos minoritarios no registrados y la posible ocultación de información en la producción 2.
Paralelamente, desde finales de la década de los cincuenta también disponemos de los cálculos de consumo de alimentos a partir de las encuestas de presupuestos familiares EPF 4,5,18,19,20,21. Se observan algunas diferencias en los resultados obtenidos con una y otra metodología que, sin embargo, no alteran las principales conclusiones que se deducen de la comparación de consumo y necesidades en el periodo en el que disponemos de ambas. Estas diferencias se explicarían básicamente porque en las dos aproximaciones no se considera igual el autoconsumo de unos pocos productos, el consumo de alimentos minoritarios, las pérdidas de producto y el consumo de alimentos fuera del hogar: escuelas, hospitales, asilos, prisiones, instalaciones del Ejército y locales de restauración.
Con los datos de consumo obtenidos de cada alimento, estimamos la ingesta de energía y nutrientes mediante la conversión de cada alimento aplicando las tablas más actuales de la Base de Datos Española de Composición de Alimentos (BEDCA, www.bedca.net/bdpub). En el caso de las proteínas, además, la ingesta estimada total la multiplicamos por 0,7 para transformarla en proteínas de máximo valor biológico, tomando en consideración la digestibilidad y el valor biológico medio de las proteínas integrantes de la dieta española 2,4,9. De esta forma, obtenemos cantidades comparables con las que se toman como referencia en la estimación de las necesidades. Por último, y con el fin de analizar las disparidades de género y generacionales en la ingesta de nutrientes y el estado nutritivo en los colectivos elegidos, estimamos las ingestas medias en cada grupo con los siguientes supuestos: a) en condiciones normales, el ser humano, independientemente de su edad, sexo o dimensiones corporales, come cuando tiene hambre; b) la sensación de hambre está vinculada con las necesidades de energía del organismo, que varían según la edad, el género, las dimensiones corporales, los niveles de actividad física y las situaciones especiales, como los estados de gestación y la lactancia 22; y c) en consecuencia, las necesidades energéticas condicionan biológicamente la distribución y el consumo de alimentos y el conjunto de nutrientes, ya que nuestro organismo prioriza la ingesta de energía. Comemos, en definitiva, porque tenemos hambre, no porque seamos capaces de percibir insuficiencias de calcio, hierro o ácido fólico. Otros factores de carácter cultural, social y económico, que en nuestra propuesta actual aún no consideramos, también condicionan la distribución de los alimentos en el interior de las familias en el transcurso del tiempo, acentuando o reduciendo las desigualdades anteriormente descritas 23.
RESULTADOS
Las necesidades de energía, proteínas, vitaminas y minerales seleccionados se han mantenido muy estables durante todo el periodo, con variaciones a largo plazo de un 5% o 10% como máximo, tanto para el conjunto de la población (Tabla II) como para los colectivos estudiados (para la energía, ver Tabla III, y para el resto de nutrientes, las tablas disponibles en la amplia base de datos del Proyectonisal [24]).
Tabla II. Necesidades medias diarias de energía y nutrientes de la población española 1860-2011

* Proteínas de máximo valor biológico.
Fuentes: ver tabla I.
Tabla III. Evolución de las necesidades medias de energía. España, 1860-2011 (kcal/día)

Fuentes: ver tabla I.
En el caso de la energía, la estabilidad observada se explicaría porque los efectos sobre las necesidades de los cambios en la estructura por edades de la población, las tasas de natalidad, las dimensiones corporales y los niveles de actividad física asociados a la actividad laboral se compensarían en gran medida entre sí. Mientras el envejecimiento de la población y el aumento de sus dimensiones corporales, por ejemplo, incrementarían las necesidades medias, el descenso de la actividad física y de las tasas de natalidad las reducirían. Para la mayoría de nutrientes, asimismo, el aumento de los requerimientos derivado del envejecimiento de la población se compensaría en parte por la reducción de la natalidad.
Las necesidades energéticas en cada uno de los colectivos elegidos determinarían una distribución de los alimentos y del conjunto de nutrientes que seguiría el patrón establecido en la Tabla IV. De esta estimación del consumo de energía obtenemos los siguientes resultados: 1) los hombres adultos necesitarían y consumirían un 20% más de energía con respecto a la ingesta media de la población; 2) el consumo en mujeres adultas y ancianos se situaría alrededor de esta media; 3) el de las gestantes se situaría en un 10% por encima; y 4) el de los menores de edad se situaría en poco más del 70%.
Tabla IV. Evolución de las necesidades medias de energía de niños, adultos de ambos sexos, ancianos y gestantes en España. 1860-2011. Números índice. Media nacional = 1

Fuentes: ver tabla I.
La ingesta de energía y nutrientes (Tabla V y Tabla VI) aumentó desde 1900 (probablemente antes 25)) hasta los años treinta; como era de esperar, se deterioró hasta los cincuenta y, tras recuperar su crecimiento en las décadas siguientes, acabó estabilizándose en el último tercio del siglo XX. Las mejoras obtenidas se sitúan en el contexto de la transición nutricional en su variante mediterránea (TNM) 3,26,27.
Tabla V. Consumo aparente diario de energía y nutrientes de la población española. 1900-2010

*Proteínas de máximo valor biológico.
Fuentes: elaboración propia a partir de: 1,2,25,33,34,35,36,37,38.
Tabla VI. Consumo real de energía y nutrientes de la población española (EPF y panel)

*Proteínas de máximo valor biológico.
De la comparación de las necesidades e ingestas del conjunto de la población española obtenemos los siguientes resultados: en 1900, la ingesta de energía, proteínas y hierro superaba solo ligeramente los requerimientos, y para el resto de micronutrientes era claramente inferior. Esta situación mejoró en las primeras décadas del siglo XX, aunque de forma insuficiente, y empeoró de forma sustancial durante la Guerra Civil y el primer franquismo. En estos años la ingesta media se situó por debajo de los requerimientos medios para todos los nutrientes, excepto para las proteínas y la energía. Desde los cincuenta se recupera la tendencia positiva y el consumo aumenta de forma sostenida hasta igualar y acabar superando, con mayor o menor holgura, las necesidades de energía, proteínas (con un gran aumento de la ingesta de proteínas de origen animal y de grasas) y de la mayoría de nutrientes. En las últimas décadas se ha experimentado un nuevo deterioro del estado nutritivo de la población, pero ahora como consecuencia de la malnutrición por exceso 28,29,31 30.
Las EPF 4,5,18,20 permiten precisar mejor algunos aspectos. Entre 1960 y 1990 se observa una clara mejora y convergencia del estado nutritivo y de los niveles de renta de la población de todas las regiones, a escala urbana y rural, y para los diferentes tamaños de la unidad familiar. No fue, pues, hasta aquellos años que se erradicaron en España el hambre y la desnutrición.
Cuando aplicamos el patrón de ingesta de energía a la ingesta de hierro con un patrón de necesidades muy distinto y para el que las disponibilidades medias superan los requerimientos para casi todo el periodo estudiado, se obtienen nuevos resultados. Como sucede aún hoy en la mayoría de países en vías de desarrollo 32, en el caso de España también se constata que históricamente una parte importante de la población femenina padeció carencia de aquel nutriente (Tabla VII). Mientras que las disponibilidades de hierro para hombres adultos superaron siempre las necesidades, las de las mujeres durante mucho tiempo a duras penas las igualaron.
Tabla VII. Necesidades e ingesta media de hierro de la población española y de niños, adultos de ambos sexos, ancianos y gestantes

Fuentes: Elaboración propia a partir de las tablas I, II, III, IV, V y VI.
Resultados similares también los encontramos para el resto de nutrientes 24, en los que las necesidades de los grupos más vulnerables son proporcionalmente superiores a las asignadas en el patrón de necesidades de energía. Si distribuimos el consumo de acuerdo a estas necesidades, se constata que gran parte de los individuos de estos grupos estuvieron expuestos a malnutrición carencial durante el periodo estudiado.
CONCLUSIONES Y FUTURAS LÍNEAS DE TRABAJO
Nuestros principales resultados están relacionados con el análisis de la evolución del estado nutritivo de la población española y de las disparidades de género y generacionales que presenta.
En primer lugar, hemos constatado que las necesidades de energía y nutrientes de la población española durante los últimos 150 años se han mantenido muy estables, tanto en su conjunto como para los distintos grupos seleccionados. Esta estabilidad se explica por el efecto compensatorio sobre el patrón de necesidades de los efectos combinados del envejecimiento de la población, de la reducción de la natalidad y de la actividad física y del aumento de las dimensiones corporales.
En segundo lugar, hemos comprobado que las disponibilidades de energía y nutrientes aumentaron y se estabilizaron desde finales del siglo XIX hasta la década de los treinta, se redujeron drásticamente durante el periodo 1936-1950 y, a partir de entonces, aumentaron progresivamente, hasta quedar ya estabilizadas en las últimas décadas del siglo XX; crecimiento que se enmarcaría, además, en el contexto de la transición nutricional mediterránea (TNM).
En tercer lugar, como resultado de las anteriores circunstancias, constatamos una progresiva mejora del estado nutritivo de la población española entre principios del siglo XX y 1936 y entre las décadas de los cincuenta y de los setenta, y su posterior deterioro en los años siguientes a causa de unas ingestas excesivas, especialmente de energía.
En cuarto lugar, también podemos concluir que aquellas mejoras no avanzaron de forma similar para todos los nutrientes y colectivos. Cuando estimamos el consumo de cada nutriente en cada colectivo en función de sus necesidades energéticas con respecto a las necesidades medias de toda la población, encontramos que la mejora del estado nutritivo fue muy tardía en aquellos colectivos en los que las necesidades de muchos micronutrientes son proporcionalmente superiores a las de energía (niños, mujeres adultas, lactantes y gestantes), como el hierro y otros nutrientes como el calcio o el ácido fólico: el consumo estimado en niños y adolescentes, mujeres adultas y gestantes resulta claramente insuficiente hasta avanzada la segunda mitad del siglo XX. Incluso hoy, en algunos casos, como el del ácido fólico, son necesarios suplementos que no comprometan el correcto desarrollo de los embarazos y de los crecimientos físico e intelectual de una parte no despreciable de los niños y adolescentes.
En consecuencia, la malnutrición afecta durante muchas décadas al desarrollo físico e intelectual de sucesivas generaciones de niños y jóvenes españoles, influyendo también de forma negativa en el potencial desempeño económico del país.
Para seguir avanzando en los anteriores temas de investigación, será preciso mejorar, completar y ampliar las estimaciones de las disponibilidades y de las necesidades de energía y del conjunto de micronutrientes para todos los colectivos estudiados y para otros grupos concretos, como los jóvenes reclutas, las mujeres lactantes o los pacientes de centros hospitalarios.