INTRODUCCIÓN
Actualmente, la población presenta una gran preocupación por la imagen corporal, basada en la interiorización del modelo pro-delgadez (1). Este modelo provoca una gran presión sobre la imagen corporal (2), desembocando en insatisfacción corporal y riesgo de padecer trastornos de la conducta alimentaria (TCA) (3), llegando a convertirse esta preocupación por la imagen corporal en un problema a nivel mundial (4).
Esta insatisfacción es notable entre las mujeres adultas, quienes, además, observan cómo los cambios fisiológicos que sufren durante esta etapa adulta las alejan aún más del canon de belleza establecido (5). Estudios previos han encontrado que las mujeres tienden a sobreestimar su peso corporal (6) y querrían pesar menos de lo que pesan (5), para lo que, en numerosas ocasiones, se involucran en programas de ejercicio físico (7). A su vez, la práctica de ejercicio físico podría influir sobre la imagen corporal de las practicantes (8). No en vano, la práctica de ejercicio físico se asocia, por lo general, con una menor distorsión de la imagen corporal (9), una menor preocupación por el cuerpo (10), una actitud más positiva de las practicantes hacia el propio cuerpo y la forma del mismo (9,10), así como un mayor atractivo físico autoevaluado (11). No obstante, la relación entre imagen corporal y práctica de ejercicio físico sistematizada podría depender de la modalidad de ejercicio físico practicada (7).
Entre estas prácticas que podrían resultar beneficiosas para la construcción de la imagen corporal se encuentra el método Pilates. Su práctica frente a un espejo (12) se ha señalado como un elemento que podría provocar una disminución de la insatisfacción corporal (13). La asociación de esta disciplina con beneficios sobre la salud y la apariencia, entre otros, podría incidir positivamente sobre la imagen corporal (14). Además, se ha encontrado que las modalidades que trabajan la funcionalidad corporal producen una mayor satisfacción con el cuerpo, su apariencia y su funcionalidad, así como menores niveles de autoexigencia (15). En esta línea, algunos estudios han encontrado que la práctica sistemática de Pilates produce una mejora del estado de ánimo, de la autopercepción del componente físico y mental, y de la percepción de apreciación por los otros, así como de aspectos sociológicos, de la autoeficacia, de la autoconfianza, de la eficacia de la comunicación, del optimismo, del manejo de la ira, de la vitalidad, de la funcionalidad, de la satisfacción con la vida y de la salud general (16-18). Todos estos factores podrían estar relacionados con una mayor satisfacción con la propia imagen corporal (19).
Cabe destacar que no hay estudios que hayan analizado la imagen corporal de las practicantes de Pilates utilizando valores antropométricos de las propias participantes (6). Con dichos valores se puede analizar de forma objetiva la distorsión que presenta la practicante al percibir su cuerpo (20), mostrándose la antropometría como una herramienta útil para la valoración objetiva del propio cuerpo o del cuerpo de los otros, para así analizar las diferencias que se producen entre la representación objetiva y la representación perceptiva, cognitiva y afectiva (21). Por todo ello, el objetivo de la presente investigación fue analizar la evolución a corto plazo de la percepción y la distorsión de la imagen corporal en mujeres adultas que realizaban una práctica sistemática de Pilates en suelo (PS) o Pilates con aparatos (PA).
MATERIAL Y MÉTODO
PARTICIPANTES
La muestra estuvo compuesta por mujeres voluntarias de entre 20 y 55 años de edad, que fueron divididas en dos grupos en función de si se realizaba con ellas una intervención basada en la práctica sistemática de PS o bien de PA. El diagrama de flujo de la población se presenta en la figura 1.
Los criterios de inclusión de la presente investigación fueron: a) ser una persona sana, no estar embarazada ni presentar enfermedad psicológica alguna (depresión, ansiedad, etc.); b) no practicar otro tipo de ejercicio físico; c) no haber estado sometida a dieta en los tres meses previos a la intervención; y d) no tomar medicación alguna que pudiera modificar el estado psicológico. Los criterios de exclusión fueron: a) asistir a menos del 80 % de las sesiones del programa de intervención; b) haber cambiado los hábitos alimentarios durante el periodo de intervención; c) comenzar durante el periodo de intervención a tomar medicación que pudiera modificar el estado psicológico; y d) comenzar a practicar otro tipo de ejercicio físico.
La muestra final estuvo compuesta por 19 mujeres adultas en el grupo de PS (edad: 40,31 ± 7,98 años; masa corporal: 61,23 ± 8,66 kg; talla: 161,07 ± 6,03 cm; índice de masa corporal: 23,57 ± 2,84 kg/m2) y 26 mujeres adultas en el grupo de PA (edad: 41,98 ± 8,13 años; masa corporal: 61,19 ± 7,56 kg; talla: 163,37 ± 4,53 cm; índice de masa corporal: 23,58 ± 2,89 kg/m2).
El poder estadístico del tamaño muestral se calculó en función del índice de distorsión hallado en estudios previos (22). El tamaño muestral del presente estudio fue de 45 sujetos (PS = 19; PA = 26), proporcionando una potencia del 95 % y un nivel de significación de α = 0,05. El error estimado para el grupo de PS fue de 0,098 puntos; para el grupo PA fue de 0,084 y para el conjunto de la muestra de 0,064 puntos. Para el cálculo del tamaño muestral se utilizó el software Tstudio 3.15.0.
DISEÑO DEL ESTUDIO
La presente investigación fue aprobada por la Comisión de Bioética de la Universidad Católica de Murcia (número de aprobación: 27022013), de acuerdo con la Declaración del Helsinki. Tanto para el diseño como para el desarrollo del manuscrito se siguió la Declaración de la Iniciativa STROBE (23). El diseño de este estudio de intervención no aleatorizado siguió las directrices de la Declaración Trend (Transparent Reporting of Evaluations with Non-Randomized Designs). El estudio se llevó a cabo en un centro de Pilates y un laboratorio. Antes de las mediciones se informó a las participantes acerca de los objetivos y métodos del estudio, y se obtuvo el consentimiento informado de cada una de ellas.
Las participantes de ambos grupos participaron en un programa de Pilates durante 16 semanas, a razón de dos días no consecutivos por semana y 60 minutos por sesión, en clases reducidas de siete personas como máximo.
Los técnicos físico-deportivos que planificaron y dirigieron las clases eran licenciados o graduados en Ciencias del Deporte o Fisioterapia y estaban certificados como monitores de Pilates. Además, tenían una experiencia previa de tres años, como mínimo, en la enseñanza de Pilates. En ambos programas se fue incrementando la dificultad de las sesiones y de los ejercicios incluidos en ellas desde el nivel básico hasta el avanzado, basándose ambas intervenciones en los principios del método Pilates. El grupo de Pilates en suelo utilizó en su intervención materiales tales como colchonetas, pelotas con y sin peso, semicilindros, cilindros, almohadillas, bandas flexibles y aros o discos rotacionales con el fin de aumentar la variabilidad y la intensidad de los ejercicios realizados o de ayudar a la ejecución de los mismos (24), mientras que en la actividad de Pilates con aparatos se emplearon un reformer y una columna de cadillac. Las participantes informaron de su percepción subjetiva del esfuerzo al final de cada sesión, utilizando para ello la escala de Borg, de 0 a 10, con el objetivo de incrementar la intensidad en cada sesión, método ya utilizado en otras investigaciones (25,26).
Para la valoración de la imagen corporal, las participantes autocumplimentaron los ítems relacionados con la insatisfacción corporal del "Inventario de la conducta alimentaria 3" (EDI-3) (27), la escala de evaluación de la imagen corporal de Gardner (28) y la escala de siluetas de Thompson y Gray (29) de manera anónima y confidencial, antes y después del programa de intervención.
Respecto a las preguntas relacionadas con la imagen corporal del EDI-3, en este cuestionario se utilizó una escala de tipo Likert con seis posibles respuestas, desde "nunca" (puntuación 0) a "siempre" (puntuación 5) (27). Se hallaron las puntuaciones medias de los ítems relacionados con la insatisfacción con el tamaño de la cintura, los muslos, los glúteos y las caderas, y se sumaron las puntuaciones obtenidas por cada participante en los diferentes ítems. Tanto el test original (30) como la versión española de este test (31) han mostrado niveles elevados de consistencia interna de las subescalas, validez discriminativa y fiabilidad (valores entre 0,74 y 0,99) (31).
Respecto a la escala de evaluación de la imagen corporal de Gardner y cols. (28), este test presentaba 13 figuras que iban graduadas desde la más delgada a la más gruesa, teniendo asignado cada una de ellas un peso determinado. Se pidió a las participantes que marcaran la silueta que mejor representaba la percepción actual de su imagen corporal (imagen percibida) y la de su imagen ideal, mientras que, con el peso real de la participante, valorado con una báscula SECA 856 (SECA, Alemania) de 100 gramos de precisión, se determinó su imagen real. De cada participante se calculó el índice de distorsión (índice de distorsión = imagen percibida – imagen real). El valor cero indicaba que no había distorsión; los valores negativos indicaban la elección de una figura más delgada de la que correspondía, y los valores positivos la elección de una más gruesa. También se calculó el índice de insatisfacción (índice de insatisfacción = imagen percibida – imagen ideal). El valor cero indicaba que la participante estaba satisfecha con su imagen corporal; los valores positivos mostraban el deseo de estar más gruesa, y los valores negativos el deseo de estar más delgada en comparación con la forma en que se percibía. Por último se calculó la diferencia entre la imagen real y la imagen ideal. Un valor igual a 0 indicaba que a la participante le gustaría ser como realmente era; un valor positivo, el deseo de estar más delgada, y un valor negativo, el deseo de estar más gruesa de como estaba.
En cuanto a la escala de siluetas de Thompson y Gray (29), este test estaba formado por una escala métrica de 0 a 15,5 y nueve figuras situadas de manera equidistante a lo largo de la escala. Las figuras estaban graduadas de más delgada a más gruesa. Se pidió a la participante que indicara en el cuestionario el punto donde se situaba según la imagen que más se parecía a la que tenía actualmente (imagen percibida mental), la que correspondía a cómo se sentía (imagen percibida afectiva) y la figura que consideraba ideal para alguien de su edad (imagen ideal). Posteriormente se calculó la insatisfacción afectiva (insatisfacción afectiva = imagen ideal – imagen percibida afectiva). Un valor igual a cero significaba que no existía insatisfacción afectiva; un valor positivo, que la participante consideraba ideal una figura más gruesa de la que sentía que le correspondía; y un valor negativo significaba que la persona se sentía más gruesa de lo que consideraba ideal. También se calculó la insatisfacción cognitiva (insatisfacción cognitiva = imagen ideal – imagen percibida mental). Un valor cero indicaba que no existía insatisfacción cognitiva; un valor positivo, que la participante consideraba que era ideal tener una figura más gruesa de la que pensaba que tenía; y un valor negativo, que consideraba ideal una figura más delgada de la que pensaba que le correspondía. Finalmente se calculó la diferencia entre la imagen percibida mental y la imagen percibida afectiva (índice afectivo-mental = imagen percibida afectiva – imagen percibida mental). Un valor igual a cero indicaba que la participante pensaba que era igual que como se sentía que era; un valor positivo, que sentía que era más gruesa de lo que pensaba que era; y un valor negativo, que pensaba que era más gruesa de lo que se sentía.
Los test de Gardner y cols. (28) y de Thompson y Gray (29) se eligieron por haber sido validados en una población adulta y por haberse diseñado en función de datos antropométricos de la población adulta, presentando un número suficiente de figuras para que la escala sea aceptable y válida (r = 0,62-0,74 y r = 0,59-0,76, respectivamente), así como fiable (r = 0,80-0,89 y r = 0,78, respectivamente). De hecho, estos son los test de siluetas más utilizados y validados, y los que presentan la mayor fiabilidad (32), habiéndose utilizado en múltiples investigaciones (22,33).
Todas las valoraciones fueron realizadas por el mismo evaluador entre las 17:00 y las 21:00 horas, estando el laboratorio a una temperatura estándar de 24 ºC.
ANÁLISIS ESTADÍSTICO
Se valoró la distribución de la muestra mediante el test de normalidad de Kolmogorov-Smirnov; la homogenidad de las varianzas se comprobó con el test de Levene y la esfericidad con el test de Mauchly. Para el análisis de la muestra se realizaron pruebas paramétricas, debido a la distribución normal de los datos. Mediante la realización de estadísticas descriptivas se obtuvieron los valores medios y la desviación típica de las diferentes variables. Para determinar las diferencias intragrupales e intergrupales, así como la interacción entre grupo y medida en las variables de imagen corporal, se utilizó un test ANOVA de dos factores (grupo y medición) con medidas repetidas en un factor (medición). Posteriormente se realizó un ajuste de Bonferroni para añadir las diferencias entre pares. También se calculó el tamaño del efecto, estableciéndolo en bajo (r = 0,1), moderado (r = 0,3), alto (r = 0,5) o muy alto (r = 0,7) (34). Se estableció un nivel de significación a priori de p < 0,05, corrigiéndose en el caso de hacer el ajuste de Bonferroni a p < 0,025. Todo el análisis se realizó con el paquete estadístico SPSS (versión 21.0, IBM, Estados Unidos).
RESULTADOS
Los resultados mostraron para el grupo de PS una reducción significativa de la insatisfacción con los glúteos, de la insatisfacción con la imagen corporal, de su imagen percibida, del índice de distorsión, del índice de insatisfacción, de la imagen mental percibida, de la imagen afectiva percibida, del índice de insatisfacción cognitiva y del índice de insatisfacción afectiva, con tamaños del efecto que fueron del moderado al alto y muy alto. En relación con el grupo de PA se demostró una disminución significativa de la insatisfacción con los muslos, la insatisfacción con las caderas, la insatisfacción con la imagen corporal, el índice de insatisfacción, el índice de insatisfacción cognitiva y el índice de insatisfacción afectiva, con tamaños del efecto que fueron bajos, moderados y muy altos (Tabla I).
PS: Pilates en suelo; PA: Pilates con aparatos; M: media; DE: desviación estándar; TE: tamaño del efecto.
El análisis de la varianza con medidas repetidas en un factor (medición) mostró diferencias estadísticamente significativas entre el entrenamiento con PS y PA, antes y después del programa, en la imagen mental percibida (F = 6,478; p = 0,015) y la imagen ideal (F = 5,578; p = 0,023), con un tamaño del efecto muy alto (Tabla II).
DISCUSIÓN
El objetivo del presente trabajo fue analizar la evolución de la imagen corporal en mujeres adultas que realizaron una actividad sistemática basada en el método Pilates. Las mujeres de la presente investigación mostraron valores más bajos en los diferentes índices de insatisfacción corporal tras la práctica de un programa de Pilates, no habiendo prácticamente diferencias entre que el mismo se basara en la realización de PS o PA. En esta misma línea, Loland (35) encontró que las mujeres adultas se perciben con mejor apariencia física, nivel de condición física y salud, y están más satisfechas con las diferentes partes del cuerpo, cuando realizan actividades físicas recreativas. En un estudio realizado con hombres y mujeres jóvenes, Williams y Cash (9) encontraron que seis semanas de entrenamiento de la fuerza son suficientes para mejorar la apariencia, la satisfacción corporal, la ansiedad ante la valoración del físico por la sociedad y la autoeficacia física. Un metaanálisis realizado con estudios de mujeres, en su mayoría adultas con sobrepeso u obesidad, encontró que la práctica del ejercicio físico de forma sistemática disminuía la preocupación por la forma corporal y la insatisfacción con el tamaño del cuerpo, aumentando la satisfacción corporal (10). En otro estudio se comparó el efecto de un entrenamiento aeróbico y de fuerza en mujeres jóvenes con problemas de imagen corporal. Se encontró que las mujeres presentaban una mejora de la ansiedad físico-social y de la evaluación de su aspecto físico, encontrándose el mayor cambio en las mujeres que habían realizado ejercicio aeróbico (36). En mujeres adultas sanas también se ha encontrado que un corto entrenamiento de ejercicio aeróbico disminuye los síntomas de depresión y mejora la imagen corporal gracias a un aumento de la autovaloración del aspecto y una mejor orientación de la apariencia de la salud y de la enfermedad (11). Los resultados de todas estas investigaciones están en línea con los encontrados en la presente investigación.
La disminución de la insatisfacción corporal de las participantes podría deberse a diferentes factores. Por un lado, podría ser que la práctica sistemática de Pilates genere adaptaciones de la composición corporal y las variables de proporcionalidad relacionadas con la obesidad que van en consonancia con el ideal estético (25,26), y que por ello aumente la satisfacción de la imagen corporal de las participantes. No en vano, basándose en hallazgos previos, las mujeres adultas, por lo general, quieren tener menos grasa y más desarrollo muscular del que tienen (37), relacionándose estos cambios con una disminución de la insatisfacción corporal (6).
Una segunda explicación podría ser que hay una relación entre la insatisfacción corporal y algunos parámetros psicológicos y sociales muy directamente relacionados con la imagen corporal, tales como la autoestima o el sentimiento de competencia física (19). En este sentido, pese a que no se han encontrado estudios previos que hayan analizado la influencia de la práctica sistemática de Pilates, ya sea de PS o PA, sobre la imagen corporal, algunas investigaciones han señalado que la práctica de Pilates produce mejoras en la autopercepción del componente físico y mental, la percepción de la apreciación por los otros, el estado de ánimo, la autoeficacia, la autoconfianza, el optimismo, la vitalidad, la funcionalidad o la satisfacción de vida, entre otros (16-18).
Un aspecto novedoso de la presente investigación es el análisis de los efectos de la realización sistemática de Pilates sobre la imagen que tienen las mujeres de las diferentes partes de su cuerpo. A este respecto, lo relevante es que las participantes mostraron una mejor valoración de los glúteos, los muslos o las caderas tras los programas de intervención. No se han encontrado investigaciones previas que hayan analizado los efectos de la práctica sistemática de ejercicio físico sobre la autoevaluación de las diferentes partes del cuerpo. No obstante, estudios previos han señalado que aquellas zonas corporales donde más insatisfacción muestran las mujeres son el tronco y las extremidades inferiores (38). Por tanto, es destacable que las mujeres hayan mostrado más cambios en la insatisfacción con las zonas más problemáticas para ellas, lo que podría tener un efecto muy positivo sobre la reducción de su insatisfacción general, tal y como se ha encontrado en el presente estudio.
Al analizar la causa por la que se produjo una disminución de la insatisfacción cognitiva y afectiva tras las intervenciones, se encuentra que las mujeres marcaron en el post-test siluetas más delgadas para su imagen afectiva y mental, habiendo en la mayoría de los casos diferencias significativas con respecto al pre-test. Es especialmente destacable el descenso de la imagen mental percibida del grupo de PS, hallándose diferencias significativas con respecto al grupo de PA, lo que podría deberse a que en la modalidad de PS se utiliza de manera muy frecuente el espejo como herramienta con la que obtener feedback sobre la ejecución (24), lo que podría influir en que las practicantes ajustaran mejor su imagen percibida a la realidad (39). Con base en estos resultados, cabe destacar que, tras los programas de PS o PA, las mujeres no solo saben que están más cerca de su ideal de belleza, sino que también se sienten así. Esto podría ir entrelazado con las mejoras psicológicas que estudios previos han apuntado que se podrían producir con la práctica sistemática de Pilates (16,18). En cambio, la imagen ideal no cambió tras los programas de intervención, tal y como se podía esperar basándose en lo expuesto en estudios previos que fijan la interiorización de la imagen ideal en los primeros años de infancia (40), si bien evolucionó en la misma dirección que la imagen percibida.
No en vano, a pesar de que tras la intervención disminuyó la insatisfacción corporal de las participantes, cabe destacar que, en todas las mediciones, las mujeres querían estar más delgadas de cómo creían, sentían o pensaban que eran. Esta tendencia se produjo en ambas intervenciones y en todos los momentos de medición, si bien tras las intervenciones las participantes se encontraban más satisfechas con su imagen corporal. Estudios previos han encontrado la misma tendencia, añadiendo que las mujeres adultas desearían tener un peso inferior para llegar a su peso ideal y así adecuar su cuerpo a sus aspiraciones, presentando altos índices de insatisfacción con su imagen corporal y su peso, a pesar de que en una gran mayoría presentaban pesos normales (5,6).
El diseño de esta investigación presenta varias limitaciones. En primer lugar, no se contó con un grupo de control de mujeres que no practicaran Pilates. En segundo lugar, el hecho de que los test para evaluar la imagen corporal fueran autocompletados podría generar cierto sesgo en los resultados. Una tercera limitación fue la heterogeneidad de la muestra y su tamaño reducido. Futuras investigaciones podrían replicar este estudio incluyendo un mayor número de participantes. Además, sería interesante analizar, en futuros estudios, el efecto de la práctica sistemática de Pilates sobre la imagen corporal en hombres adultos o en otras etapas donde haya una gran preocupación por la imagen corporal, como la adolescencia.
En conclusión, la práctica sistemática de PS o PA mejora en general la imagen corporal en mujeres adultas y, en particular, la autoevaluación de determinadas partes del cuerpo como los glúteos, los muslos o las caderas, reduciéndose el grado de insatisfacción corporal sin que existan grandes diferencias en la evolución de estas variables en función de la modalidad de método Pilates practicada de las mismas. Por tanto, el método Pilates se podría utilizar en el ámbito clínico para mejorar la imagen corporal de aquellas poblaciones más sensibles a padecer TCA o como posible intervención de ejercicio físico en pacientes con TCA.