INTRODUCCIÓN
Los trastornos del espectro autista (TEA) son un conjunto de desórdenes del neurodesarrollo con características en común, entre las que destacan: la dificultad en la interacción social, alteración de la comunicación verbal y no verbal, comportamientos estereotipados y repetitivos (1). El término "espectro" se utiliza para hacer alusión a la variabilidad de los síntomas que se presentan, dependiendo de la severidad o el alto funcionamiento, así serán la especialización y el tiempo en que se requerirá el apoyo (2). De acuerdo a la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10, 2019), los TEA se encuentran como parte de los trastornos del comportamiento y neurodesarrollo, específicamente dentro de los síndromes psiquiátricos clínicos, y se subclasifican como: Autismo infantil (F84.0), Autismo atípico (F84.1), Síndrome de Rett (F84.2), Otro trastorno desintegrativo de la infancia (F84.3), Trastorno hipercinético con retraso mental y movimientos estereotipados (F84.4) y Síndrome de Asperger (F84.05) (3).
Los pacientes con autismo infantil y síndrome de Asperger presentan hiperselectividad alimentaria, que hace referencia al rechazo de determinada comida y la escasa variedad en la dieta, relacionado con la composición nutricional (proteínas, hidratos de carbono, etc.) y/o sensorial (textura, olor, sabor, aspecto visual, temperatura) (4-7). Esto es importante porque la alimentación y la nutrición son procesos en los que influyen factores biológicos, ambientales y socioculturales que durante la infancia contribuyen al crecimiento, desarrollo y maduración biopsicosocial (8). En teoría, las conductas alimentarias en los niños con TEA podrían llevarlos a la desnutrición calórico-proteica o bien a padecer deficiencias de micronutrimentos (9).
Los estudios que se han centrado en la evaluación del estado de nutrición de estos niños sugieren que, a pesar de la hiperselectividad alimentaria que presentan, no suelen encontrarse en desnutrición sino que es más común que tengan un desarrollo adecuado respecto al peso, la talla y el índice de masa corporal para la edad (9-13); incluso se ha reportado una importante tendencia al sobrepeso y la obesidad (10-17), probablemente por la elevada preferencia hacia alimentos de alta densidad energética y el bajo consumo de verduras y frutas (6,10,16).
Esto indica que conocer las preferencias alimentarias de los niños con TEA permitiría abordar los factores subyacentes asociados con la selectividad alimentaria y mitigar las comorbilidades asociadas con la ingesta nutricional inadecuada a largo plazo en esta población. Una manera de conocer los hábitos de alimentación es mediante encuestas alimentarias, incluido el cuestionario de frecuencia de consumo de alimentos, que es ampliamente utilizado en la epidemiología nutricional (18), permite conocer el consumo de grupos de alimentos, clasificar a los individuos por su patrón dietético de una forma rápida, con un bajo costo, e incluso estimar medidas de asociación del patrón dietético con el desarrollo de enfermedades (19).
En México no existe información respecto al estado de nutrición y los patrones de alimentación de los niños con TEA; en países como Estados Unidos, India y Paraguay (9,10,15), los datos encontrados son diversos y difieren unos de otros, probablemente por la amplia variabilidad de factores que influyen en la alimentación de cada población; por lo tanto, el presente estudio tuvo como objetivo evaluar el estado de nutrición y la frecuencia de consumo de alimentos en niños mexicanos con TEA.
MATERIALES Y MÉTODOS
El presente estudio transversal evaluó el estado de nutrición y la frecuencia de consumo de alimentos de niños con TEA. La muestra fue reclutada por conveniencia en el Hospital del Niño DIF Hidalgo. Los pacientes incluidos tenían diagnóstico de TEA (F84.0 y F84.5), una edad de 5 a 10 años, con sexo indistinto; se excluyeron aquellos que contaban con enfermedades neurológicas capaces de alterar el funcionamiento cognitivo. Los datos se recopilaron entre agosto y noviembre del año 2021.
Para la evaluación antropométrica se utilizó un estadímetro (SECA 206, Alemania), siguiendo la metodología antropométrica recomendada por la OMS (Lohman y cols., 1988) (20). Para estimar el peso, la masa grasa (MG) y lamasa muscular (MM) se empleó la bioimpedancia eléctrica (InBody270, E.U.A.). Se usaron las mediciones de peso y talla para calcular el IMC (peso dividido por el cuadrado de la altura), que se expresó en kg/m2.
Se empleó el software Anthro Plus de la OMS, v.1.0.4, para determinar el puntaje Z de la talla para la edad (T/E), el peso para la edad (P/E) y el índice de masa corporal para la edad (IMC/E). Los diagnósticos nutricionales se evaluaron de acuerdo con los patrones de la OMS (2007), que consideran: T/E < -3 DE, baja talla severa; < -2 DE, baja talla; +3 a -1 DE, talla normal; P/E < -3 DE, bajo peso severo; < -2 DE, bajo peso; IMC/E < -3 DE, severamente emaciado; < -2 DE, emaciado; -1 a +1 DE, normal/eutrófico; > 2 DE, sobrepeso; > 3 DE, obesidad (21).
Se aplicó un cuestionario de frecuencia de consumo de alimentos de tipo cualitativo, que estaba adaptado a la población y la región, y se evaluó el consumo de 49 alimentos, de diferentes grupos: verduras, frutas, cereales y tubérculos, leguminosas, alimentos de origen animal, leche y lechadas vegetales, aceites y grasas, azúcares, otros productos.
Para el análisis estadístico se determinaron las frecuencias absolutas y los porcentajes para las variables cualitativas, mientras que a las variables cuantitativas (T/E, P/E, IMC/E, MM, MG) se les aplicó la prueba de Kolmogorov-Smirnov para verificar la normalidad; posteriormente se realizó la prueba del chi cuadrado, considerando un valor de p < 0,05 como estadísticamente significativo, y se expresaron como medias y desviaciones estándar. Se utilizó el paquete de análisis estadístico SPSS, versión 28.0.0.0.
El presente estudio forma parte del protocolo de investigación CICEICB-PEx-2021-0, que fue aprobado por el Comité de Investigación, el Comité de Ética en Investigación y el Comité de Bioseguridad del Hospital del Niño DIF Hidalgo. Todos los procedimientos se realizaron conforme a lo que establece la Ley General de Salud en Materia de Investigación para la Salud (México, 2014) (22).
RESULTADOS
En la tabla I se muestran las características generales del grupo de estudio (edad, sexo, y diagnóstico de acuerdo al trastorno del espectro autista y al estado de nutrición). De los 31 participantes, la edad media fue de 7,5 ± 1,16 años. En su mayoría fueron del sexo masculino (24 sujetos). Además, 19 de los evaluados tenían un diagnóstico de síndrome de Asperger y 12 de autismo. De acuerdo con el IMC para la edad, la mayoría de los individuos estaban en un estado de nutrición normal, seguido del sobrepeso y la obesidad, lo que es acorde con los resultados obtenidos al evaluar la talla para la edad y el peso para la edad, en donde predominó el diagnóstico "eutrófico".
Tabla I. Características generales de la muestra de niños con trastorno del espectro autista (n = 31).

Valores expresados como media, desviación estándar y porcentaje. El puntaje Z se calculó con el sofware AntroPlus v1.0.4 según los valores de referencia para el sexo y la edad (OMS, 2007).
F84.5: síndrome de Asperger; F84.0: autismo (de acuerdo con la CIE-10); IMC/E: índice de masa corporal/edad).
Se clasificaron los resultados de P/E, T/E, IMC/E, % de grasa corporal y masa muscular de acuerdo a la muestra en general, así como por sexo y diagnóstico (F84.0 y F84.5), lo que se puede observar en la tabla II. El peso, la talla y el IMC para la edad fueron en el sexo masculino mayores que en el femenino, aunque solo el P/E mostró una diferencia estadísticamente significativa (p = 0,021). En cuanto a la composición corporal, las mujeres presentaron significativamente un menor porcentaje de grasa corporal (p < 0,001) que los hombres, pero mayor masa muscular. A pesar de no mostrar una diferencia significativa, los sujetos con síndrome de Asperger (F84.5) tuvieron mayor puntuación en el peso, la talla y el IMC para la edad, pero menor porcentaje de grasa corporal y masa muscular, en comparación con aquellos que tenían autismo (F84.0).
Tabla II. Composición corporal por medio de BIA e indicadores antropométricos de los niños con TEA.

Valores expresados como media ± desviación estándar; el puntaje Z se calculó con el sofware AntroPlus v1.0.4 según los valores de referencia para el sexo y la edad (OMS, 2007).
P/E: peso/edad; T/E: talla/edad; IMC/E: índice de masa corporal/edad; %GCT: porcentaje de grasa corporal; MM (kg): masa muscular.
En la frecuencia de consumo de alimentos (Tabla III) se aprecia que las verduras que más se consumían eran el jitomate y la zanahoria; sin embargo, el jitomate se ingería un mayor número de veces a la semana. La verdura menos consumida por los niños fue el nopal. Respecto al consumo de frutas, la pera fue la menos consumida, seguida de la fresa, que los padres destacaron que era por su elevado costo en determinadas temporadas, lo que no sucede con las frutas más consumidas: plátano, manzana y naranja. En cuanto al grupo de los cereales y tubérculos, el pan de harina de trigo y el arroz los consumían el 86 % de los niños, aunque la tortilla era el alimento más popular, consumiéndola 30 de los 31 sujetos encuestados; en su mayoría, la consumían todos los días de la semana. Entre los grupos de alimentos que proporcionan una mayor cantidad de proteína se encuentra el de las leguminosas; de estas, el frijol era el más aceptado, consumido por la mayoría de los sujetos entre 1 y 2 días a la semana, en contraste con las habas, que solo las consumía uno de los encuestados. El pollo y el huevo fueron los alimentos de origen animal más consumidos (93 y 90 %, respectivamente), mientras que el pescado y el atún, junto con la carne de cerdo, solo los ingerían el 58 %, principalmente 1 vez a la semana. El 70 % de los encuestados consumían leche entera y solo 5 bebían leche deslactosada, reportando que la razón por la cual no consumían leche entera era porque les causaba algún malestar o habían presentado alergia a la proteína de la leche. De las grasas y aceites, el aceite vegetal (soya, canola, maíz) lo consumían todos los días la mayoría de los sujetos. El aguacate, la crema y la mantequilla los consumían con mayor frecuencia los niños con autismo. La gelatina era el alimento más aceptado del grupo de las azúcares; sin embargo, 11 sujetos reportaron consumir azúcar todos los días, 12 de ellos entre 1 y 6 veces a la semana y solo 8 no la consumían. Finalmente, solo 1 individuo no bebía agua natural todos los días y el 74 % de los sujetos del estudio alternaban su consumo con el de agua de frutas endulzada en al menos un tiempo de comida. En cuanto a los condimentos alimenticios, el 100 % reportaron consumir sal añadida en la preparación de alimentos y el 78 % comían alimentos preparados con especias como la pimienta, los cominos, la canela y las hierbas de olor.
DISCUSIÓN
El peso y la talla para la edad son los indicadores más utilizados para monitorizar que el crecimiento de los niños sea adecuado (23), aunque se considera que el IMC en este grupo de edad es un instrumento para detectar el sobrepeso y la obesidad (24). Ya que el grupo de estudio estuvo conformado por 24 hombres y 7 mujeres de entre 5 y 10 años de edad, los sujetos se evaluaron según los actuales valores de referencia de crecimiento de la OMS para sexo y edad (OMS, 2007) (21).
En la presente investigación se encontraron niños con diagnóstico "eutrófico" respecto a la talla para la edad al 87 %, en peso para la edad al 64,5 %, y de acuerdo con el indicador IMC al 70,9 %; sin embargo, el 25,8 % se situaban en rangos de sobrepeso y obesidad. Los resultados fueron similares a lo reportado en un estudio realizado en Paraguay por Ojeda y cols. (2013) (9), en donde el 80 % tenían talla para la edad eutrófica, el 60 % peso para la edad normal, el 60 % un IMC entre -1 y +1 DE y el 30 % sobrepeso y obesidad. Esto es diferente a lo reportado en un metaanálisis de Estados Unidos y Canadá en el cual solo el 31,9 % de los escolares y el 8,2 % de este mismo grupo de edad pero de origen hispano o latinoamericano tenían un IMC eutrófico (15). En España también se describieron altas cifras de sobrepeso y obesidad, pues el 63,4 % de los evaluados contaban con un IMC por encima de las 2 DE (16). A pesar de que los estudios mencionados sugieren que los niños con TEA están en riesgo de sobrepeso y obesidad, y han planteado que pueden existir factores de riesgo en esta población distintos de los del resto de los niños, en un proyecto estadounidense muestran que no existió diferencia estadísticamente significativa en el IMC al comparar niños con TEA con otros de desarrollo neurotípico (6). De acuerdo con los porcentajes de masa grasa se obtuvo una media del 29,39 ± 0,14 %, mientras que un estudio realizado en Polonia mostró un 18,46 ± 5,38 % (3,0-28,9 %) (12) y otro en Brasil un 23,2 % (13,8-35,6 %) (25).
Respecto al consumo de alimentos, los resultados de este estudio muestran con qué frecuencia se consumen algunos alimentos en una semana. El 86 % de los encuestados consumían verdura entre 1 y 7 días a la semana y al menos el 45 % un tipo de verdura todos los días. En su mayoría consumían fruta diariamente. El 90 % comían huevo y el 93 % pollo entre 1 y 4 veces a la semana. Del grupo de los cereales y tubérculos, el más consumido fue la tortilla de maíz (93 %), seguido de los panes de harina de trigo y el arroz (86 %). En las leguminosas, el 90 % refirió comer frijoles al menos 2 veces a la semana y el 45 %, lentejas. Respecto al consumo de aceites y grasas, se encontró que el 97 % de las personas que preparaban los alimentos de estos niños utilizaban aceite vegetal todos los días. En cuanto al consumo de bebidas, el 93 % bebían agua natural todos los días y el 83 % algún tipo de leche de origen vacuno. Referente a las bebidas no lácteas endulzadas, el 74 % consumían agua de frutas endulzada, el 65 % refrescos y el 55 % jugos industrializados.
Respecto al consumo de frutas y verduras, los resultados del presente trabajo difieren de lo reportado en México por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), Hidalgo (2018), pues menciona que solo el 14,1 % de los niños de esta región y grupo de edad las consume todos los días (26). De la misma manera, estudios realizados en EUA y Australia mencionan que los patrones de alimentación delos niños con TEA no muestran apego a las respectivas recomendaciones nacionales para este mismo grupo de alimentos (6,7).
En México no se han reportado resultados del consumo de alimento en niños con TEA: sin embargo, en un estudio en Paraguay se refirió que el 100 % de la muestra consumían alimentos de origen animal, siendo la carne de res y pollo las principales, en tanto que en el grupo de cereales y tubérculos, los panes de harina de trigo eran los más frecuentes (86 %), seguidos por los de harina de arroz (36 %); del grupo de las leguminosas, el 77 % consumían algún tipo de estas de 1 a 2 veces a la semana, similar en frecuencia a los resultados del presente estudio. Finalmente, al igual que en el presente, se reportó que los aceites vegetales y las grasas saturadas se ingerían todos los días por el total de los participantes (9). Se observó un elevado consumo de jugos industrializados y refrescos, con lo reportado en la ENSANUT, en la cual el 77,3 % de los escolares consumían bebidas endulzadas y el 88,7 % agua natural. En la actual investigación se observó una alta preferencia por el consumo de leche de vaca, difiriendo de lo mencionado por la Encuesta Nacional de Nutrición (58,3 %) (26).
Dentro de los factores que influyen en el estado de nutrición de una población se encuentran los patrones de alimentación (27). Tras una revisión sistemática de estudios observacionales, Siles y cols. (2015) (4) reportaron que la mayoría de los niños y adolescentes con TEA presentan mayor selectividad alimentaria que aquellos con desarrollo neurotípico y una elevada ingestión de alimentos de alta densidad energética y poco valor nutricional, suponiendo que esto se relaciona con las altas prevalencias del sobrepeso y la obesidad en los niños con esta condición. Sin embargo, en un estudio de Whitney y cols. (2012) (6), los autores buscaron asociar estos patrones de alimentación con un mayor IMC, aunque no lo lograron y consideraron que la frecuencia y la cantidad en que se ingieren productos como las bebidas industrializadas, en conjunto con otros factores como el bajo consumo de verduras y frutas, sí puede contribuir al desarrollo de obesidad en las personas con TEA.
Se considera que el contraste entre las prevalencias del sobrepeso y la obesidad de otros estudios y las encontradas en el presente trabajo podrían estar relacionadas con la amplia variabilidad de los patrones de alimentación entre estos países, incluso entre entidades federativas y/o regiones, ya que los resultados obtenidos respecto al estado de nutrición son similares a las prevalencias regionales y diferentes a las nacionales (29,4 % y 35,6 %, respectivamente) (26,28).
Se ha descrito que la alimentación mexicana variada y suficiente (con consumo de cereales, leguminosas, frutas, verduras y porciones modestas de alimentos de origen animal) puede ser más recomendable que las dietas de alta densidad energética (basadas principalmente en alimentos de origen animal, cereales refinados, azúcares simples y grasas saturadas) que habitualmente se consumen en los países de gran desarrollo industrial (27). Los patrones de alimentación de los participantes del presente estudio podrían explicar su estado de nutrición.
El presente estudio tuvo algunas limitaciones, dentro de las cuales se encuentra el reducido tamaño muestral, que estuvo sujeto a la falta de afluencia regular de los pacientes al centro de investigación en relación con la actual pandemia por COVID-19. Sin embargo, ante la ausencia de estudios similares dentro de México, esta investigación podría representar un punto de referencia para investigaciones futuras, considerando aplicar una frecuencia de consumo de alimentos cuali-cuantitativa para poder realizar pruebas de asociación entre los patrones de consumo de alimentos y el estado de nutrición.
CONCLUSIONES
Los participantes del presente estudio presentaron en su mayoría un estado nutricional eutrófico; no obstante, existe una importante tendencia al sobrepeso y la obesidad. Los resultados sugieren una probable relación entre el estado de nutrición y el bajo consumo de verdura (solo el 45 % consumían alguna verdura todos los días). Además, había una elevada ingesta de agua de fruta endulzada, refrescos, gelatina y jugos industrializados. Lo anterior indica la necesidad de vigilancia nutricional y orientación alimentaria en los niños con TEA, con un enfoque especial en la distribución adecuada de macronutrimentos para prevenir el desarrollo de enfermedades crónico-degenerativas.