Sr. Editor:

Leímos el artículo de Aldana-Ledesma y cols. (marzo-abril 2023) (¹), en el que concluyen que en los pacientes con cirrosis hepática son comunes la sarcopenia y la desnutrición, realizándose un tamizaje con la utilización de herramientas seguras y de fácil acceso: valoraciones antropométricas, fuerza de agarre de la mano y el RFH-SGA (Royal Free Hospital-Subjetive Global Assessment).

Podemos agregar que la desnutrición/sarcopenia están asociadas con una mayor tasa de complicaciones y son predictoras independientes de menor sobrevida (²). Es más evidente en pacientes con cirrosis hepática descompensada que compensada, debido frente a este escenario, es fundamental el diagnóstico precoz de desnutrición para realizar un tratamiento nutricional oportuno para evitar mal pronóstico.

Al analizar las cifras (³) tenemos pacientes con cirrosis compensada en los que un 20 % presenta desnutrición y más de 50 % de pacientes tienen enfermedad hepática descompensada. En cirrosis hepática hay entre un 50 y 70 % que presentan como complicación la sarcopenia (⁴), debido al aumento de los niveles de amonio sérico y miostatina, y para tratar esta hiperamonemia se ha administrado L-ornitina L-aspartato (LOLA), mejorando la masa corporal magra, fuerza de presión manual y el diámetro promedio de la fibra muscular.

En esta patología es importante la prevención y podemos destacar que Chile tiene medidas similares de prevención primaria recomendadas internacionalmente (⁵), como tamizaje con cuestionario Audit, intervenciones en tamizaje positivo, implementación en políticas públicas con restricción de consumo (edad, lugares y horarios), reducción de disponibilidad de impuestos, campañas de etiquetado, en oposición a los enfoques de prevención secundaria y terciaria con un tratamiento incompleto de la cirrosis alcohólica y sus complicaciones.

A nivel secundario no existen protocolos o guías de prácticas clínicas del Minsal ni de la Sociedad Chilena de Gastroenterología, en comparación internacional que, frente a la sospecha de la patología, se deben de tomar niveles plasmáticos de enzimas hepáticas, evaluación de elastografía según enzimas alteradas y biopsia según criterios de solicitud.

A nivel terciario se concuerdan parcialmente en Chile con el nivel internacional las medidas estandarizadas como en ascitis; existe terapia de paréntesis evacuadora y esto no esta presente en guías chilenas; en síndrome hepatorrenal a nivel internacional se usan quinolonas y en Chile no existe; con respecto a encefalopatía hepática corresponde tratamiento de trasplante y en Chile no se considera frente a esta complicación. No existen medidas en Chile frente a manejo de cirrosis hepática compensada, varices esofágicas y trasplante.

Finalmente podemos concluir según los autores (⁶) que la evaluación nutricional de la cirrosis juega un papel vital en el manejo de la cirrosis. La enfermedad hepática es crónica porque afecta pronóstico y respuesta al trasplante hepático, por esta razón es primordial realizar una valoración nutricional completa, adecuada y precoz. Esto puede ser una tarea difícil en esta población para lo cual se recomienda un enfoque holístico de la nutrición y personal en cada paciente.

La evaluación nutricional detallada incluye: evaluación de la masa muscular, herramienta de evaluación nutricional global y una evaluación exhaustiva de la ingesta de alimentos, permitiendo un manejo integral de la cirrosis hepática.