INTRODUCCIÓN
El sistema inmunológico desempeña un papel crucial en el mantenimiento de la salud general. Al proteger frente a patógenos y enfermedades, asegura el funcionamiento óptimo de las células, tejidos y órganos del cuerpo. La capacidad del sistema inmunológico para llevar a cabo su función adecuadamente está influenciada por una serie de factores, como son la nutrición y el estilo de vida.
Situaciones estresantes para el sistema inmunitario, externas e internas, como son las dietas desequilibradas, el envejecimiento, el estrés, el sueño no reparador o la toma de medicamentos pueden afectar directamente a su estado y correcto funcionamiento. La inmunonutrición es el campo de estudio que se centra en la interacción entre el sistema inmunológico y la nutrición y en cómo esta relación puede influir en la salud y la prevención de enfermedades.
El objetivo de este trabajo es explorar la relación existente entre los micronutrientes esenciales y el sistema inmunológico, destacando la importancia de estos nutrientes en la función inmunológica y cómo la deficiencia o el exceso de ciertos micronutrientes puede afectar a la salud en general. Además, se discutirán los factores que pueden debilitar el sistema inmunológico y cómo se puede apoyar y mejorar la salud inmunológica mediante la adopción de hábitos de vida saludables y una nutrición adecuada.
EL SISTEMA INMUNOLÓGICO
El sistema inmunológico lleva a cabo su función a través de tres líneas de defensa principales (1):
Barreras físicas: piel y mucosas, que impiden que los patógenos potencialmente dañinos ingresen físicamente al cuerpo.
Defensas celulares: glóbulos blancos, que incluyen leucocitos, neutrófilos, macrófagos, fagocitos y otros glóbulos blancos. Estas células conforman la inmunidad innata, una respuesta inmediata e inespecífica frente a invasores extraños.
Respuestas adaptativas: anticuerpos. Son proteínas específicas que reconocen y “etiquetan” a los invasores que no han sido detenidos por la primera y segunda línea de defensa, facilitando así su identificación y eliminación. Esta es la inmunidad adaptativa, una respuesta más lenta pero altamente específica.
Se necesita una ingesta adecuada de micronutrientes para que el sistema inmunológico funcione eficientemente. La deficiencia de micronutrientes debilita la inmunidad al afectar la respuesta innata mediada por células T y la respuesta adaptativa de anticuerpos, lo que aumenta la susceptibilidad a infecciones y, por ende, la morbilidad y mortalidad. Las infecciones también empeoran las deficiencias al disminuir la ingesta de nutrientes y alterar las vías metabólicas (2).
MICRONUTRIENTES ESENCIALES PARA EL SISTEMA INMUNOLÓGICO
VITAMINA C
Históricamente, la vitamina C fue uno de los primeros micronutrientes en ser identificados como esenciales, al relacionar la deficiencia de vitamina C con la aparición de escorbuto y su prevención/tratamiento mediante un mayor aporte de cítricos (con alto contenido en vitamina C) (1).
Hoy en día sabemos que la vitamina C tiene un rol activo en las tres líneas de defensa principales del sistema inmunitario puesto que mejora la quimiotaxis de fagocitos y células natural killer (NK) en el foco de la infección y está implicada en la proliferación de fagocitos (3). Además, esta vitamina refuerza la capacidad antimicrobiana al mejorar la absorción rápida oxidativa y fagocítica de los fagocitos, contribuir a la actividad citotóxica de las células NK y regular la producción de sustancias antimicrobianas. La vitamina C también controla la respuesta inmunitaria general al modular la producción de citoquinas, fomentar la diferenciación de queratinocitos, mejorar la síntesis de fibroblastos y del colágeno y proteger la piel y las células de las mucosas frente a los radicales libres. Por último, la vitamina C contribuye al mantenimiento de la integridad de las barreras inmunológicas mediante la producción de linfocitos T y el crecimiento de linfocitos B, así como la producción de anticuerpos (3).
Una revisión metaanalítica Cochrane concluyó que la vitamina C en altas dosis (entre 500 mg y 1 g) reduce la duración y la intensidad del resfriado común, según los 17 estudios analizados. De acuerdo con los datos de la revisión Cochrane, la suplementación con altas dosis de vitamina C reduce la incidencia de los síntomas del resfriado común en al menos un 50 % en aquellos individuos expuestos a estrés físico (4,5).
VITAMINA D
La mayoría de las células del sistema inmunológico tienen receptores de vitamina D. Esta vitamina actúa en los tres niveles del sistema inmunitario: es importante en la integridad estructural y funcional de la piel y las mucosas, en la barrera intestinal y pulmonar, y en la función de las células inmunitarias innatas y adaptativas, al estimular la producción de nuevas células competentes, mejorar la actividad fagocítica y promover respuestas antiinflamatorias (1,6,7). Bajos niveles de vitamina D se asocian con un aumento de enfermedades infecciosas, especialmente respiratorias, mientras que niveles adecuados están relacionados con un sistema inmunológico más fuerte y menos infecciones víricas y bacterianas.
Dos grandes metaanálisis destacan cómo la vitamina D ayuda a prevenir la gripe y los resfriados (6,7). En el primer estudio, se encontró que las personas que tomaron un suplemento diario de vitamina D tenían la mitad de riesgo de desarrollar una infección respiratoria del tracto superior (6). En el segundo estudio, se observó que la vitamina D reduce el riesgo de padecer infecciones agudas del tracto respiratorio superior, incluso en pacientes con niveles muy bajos de vitamina D (7).
ZINC
El zinc es el segundo mineral traza más abundante en el cuerpo después del hierro y se conoce por su capacidad antioxidante, que ayuda a neutralizar los radicales libres y reducir el estrés oxidativo. Además, el zinc tiene una actividad inmunoreguladora y antiviral. Actúa en la respuesta innata y adaptativa del sistema inmunológico y es importante para la maduración de las células inmunitarias, la regulación de la respuesta inflamatoria y la producción de anticuerpos. La deficiencia de zinc aumenta el riesgo de infecciones virales y es común en personas mayores y con enfermedades crónicas (1,8,9). De acuerdo con una revisión Cochrane (8), la suplementación con zinc puede reducir la duración del resfriado común, la incidencia de resfriado, la ausencia escolar y la necesidad de antibióticos. La deficiencia de zinc está relacionada con una función inmunitaria deteriorada e infecciones recurrentes.
OTROS MICRONUTRIENTES
Otros micronutrientes importantes para el sistema inmunológico incluyen las vitaminas A, E, B6, B9 y B12 y los oligoelementos como el cobre, el hierro y el selenio. Estos nutrientes trabajan de manera conjunta para mantener la integridad de las barreras físicas y químicas, apoyar la producción y función de las células inmunitarias y regular las respuestas inflamatorias. Una ingesta adecuada de estos micronutrientes es esencial para mantener un sistema inmunológico saludable y resistente a las infecciones. En la figura 1 se resumen el rol y la evidencia disponible de los diferentes micronutrientes en relación con las tres líneas del sistema inmunitario.
ESTILO DE VIDA Y FACTORES QUE DEBILITAN EL SISTEMA INMUNOLÓGICO
Existen varios factores que pueden debilitar el sistema inmunológico y aumentar la susceptibilidad a infecciones y enfermedades. A continuación, se describen algunos de estos factores.
DIETA DESEQUILIBRADA
Una dieta equilibrada debería cubrir las necesidades de macro y micronutrientes. Sin embargo, la ingesta subóptima de micronutrientes es frecuente, incluso en países industrializados (10).
Una dieta baja en nutrientes esenciales, como vitaminas, minerales y antioxidantes, puede afectar negativamente la función inmunológica al limitar la disponibilidad de recursos necesarios para mantener un sistema inmunológico saludable. Por otra parte, la dieta juega un importante papel inmunomodulador, y observamos cómo ingestas calóricas elevadas (principalmente por exceso de azúcares y grasas y aportes bajos de fibra, así como por desequilibrio en la toma de ácidos grasos) se asocian a las enfermedades inmunomediadas, las cuales son particularmente altas en países occidentalizados (11).
Este tipo de dieta provoca inflamación crónica sistémica de bajo grado, tanto directamente como por la inducción de obesidad y disbiosis intestinal (12,13).
ENVEJECIMIENTO
El envejecimiento se asocia con una disminución en la función inmunológica, conocida como inmunosenescencia, que puede aumentar la susceptibilidad a infecciones y enfermedades en adultos mayores. A nivel de micronutrientes, se ha evidenciado una reducción en los niveles de vitaminas A, B12, C, D y E, así como de selenio y zinc (3,14-20). En un estudio llevado a cabo en voluntarios de entre 55 y 75 años, la suplementación con una combinación de micronutrientes con hierro, cobre, selenio, zinc y vitaminas A, B6, B9, B12, C, D y E disminuyó significativamente la gravedad y duración de los síntomas, de acuerdo con un cuestionario de autoevaluación. Presentaron una reducción del 60 % en días con síntomas (21). El sistema inmunológico se ve afectado a todos los niveles, desde la disminución de la función barrera de la piel, por la disminución de los queratinocitos y su diferenciación, hasta la supresión de la funcionalidad de los macrófagos y las células NK (22,23) y la reducción de las células B en la producción de anticuerpos (23,24).
ESTRÉS Y SALUD MENTAL
El estrés crónico puede debilitar el sistema inmunológico (25), alterando el sistema innato y la respuesta adaptativa. Es bien conocida su relación con un incremento de las bajas laborales, así como de la incidencia de diabetes tipo 2 (26-31).
La depresión provoca disminución (y alteración de la actividad) de las células NK, un incremento de leucocitos y de la ratio CD4+/CD8+, así como una alteración de los linfocitos T (32). Se ha demostrado, en diversos estudios, el efecto beneficioso de la suplementación de micronutrientes que incluían vitaminas A, B6, B9, B12, C, D, E, hierro, cobre, selenio y zinc en la percepción de estrés y la mejora de la sensación de bienestar, tanto en mujeres como en hombres, en estudios comparativos con placebo (26-29,33,34).
SUEÑO NO REPARADOR
La falta de sueño de calidad y la privación del sueño pueden afectar negativamente a la función inmunológica al reducir la producción de células inmunitarias y aumentar la inflamación, incrementando las especies reactivas oxidativas.
Asimismo, se ha demostrado que afecta negativamente a la barrera epitelial, alterando la producción de ciertas citoquinas, lo que podría provocar un retraso en la reparación epitelial (35). También altera el desarrollo de las células innatas (36) y se disminuye la habilidad de las células B en la síntesis de anticuerpos (37).
Por otra parte, los niveles de micronutrientes se ven afectados. Se ha visto que, en casos de alteraciones del sueño, los niveles de vitaminas B12 y D están reducidos, así como los de zinc y cobre (37,38). Además, el aporte subóptimo de vitaminas B9, B12 y E se ha relacionado con una menor duración del sueño (39).
El hierro, el cobre, el selenio, el zinc y las vitaminas A, B6, B9, B12, C, D y E pueden favorecer el funcionamiento de las defensas en casos de alteraciones del sueño (1,40).
En particular, las vitaminas C y E juegan un papel fundamental en el manejo del estrés debido a la falta de un sueño reparador, y la vitamina D parece ayudar a restaurar patrones de sueños más saludables (1,38).
MEDICAMENTOS
Algunos medicamentos pueden debilitar el sistema inmunológico al suprimir la función inmunitaria y aumentar la susceptibilidad a infecciones mediante dos vías: interfiriendo en el estado clínico nutricional directamente o interaccionando con los nutrientes.
En España, prácticamente la mitad de la población mayor de 65 años está siendo tratada con cinco o más medicamentos. En esta misma franja de edad, un 36 % consume habitualmente más de diez medicamentos, con una media estimada de entre 4,2 y ocho diarios (41-43).
DEFICIENCIA DE MICRONUTRIENTES EN NUESTRA SOCIEDAD
Las ingestas subóptimas de micronutrientes reportadas varían según la edad. En Europa está documentada una ingesta subóptima de: vitaminas A, D y E, folato, hierro, zinc y selenio en todos los grupos de edad; vitamina C y cobre en adolescentes y adultos; y vitamina B, calcio y cobre en adultos mayores (44). La deficiencia de zinc afecta aproximadamente a un tercio de la población mundial, principalmente en países en vías de desarrollo y en áreas rurales (44). En España, según la Encuesta Nacional de Ingesta Dietética (ENIDE), la ingesta media observada de vitamina A está por debajo del 70 % de la cantidad recomendada en hombres y del 90 % en mujeres. En el caso de la vitamina D, solo el 19 % de las mujeres alcanzan la ingesta diaria recomendada (45).
Estos datos son preocupantes porque, como hemos visto, un equilibrio adecuado entre la ingesta y los requerimientos de micronutrientes es fundamental para mantener un correcto funcionamiento del sistema inmunológico. Cuando no se reciben los micronutrientes adecuados, el sistema inmunológico puede debilitarse, lo que puede iniciar un ciclo que provoque más infecciones y menor resistencia a las mismas.
El estado insuficiente de micronutrientes puede llevar a una inmunidad deteriorada, lo cual puede tener consecuencias graves para la salud. Es importante tener en cuenta que las infecciones causan un aumento considerable en la necesidad de micronutrientes, y esto puede llevar a un ciclo vicioso y hacer que una persona sea más propensa a infecciones (17).
Cuando el cuerpo enferma, existe una mayor necesidad de micronutrientes que apoyen la respuesta inmunológica y permitan la recuperación. Además, la reducción del apetito puede llevar a una menor ingesta de micronutrientes y las pérdidas directas de micronutrientes pueden ocurrir a través de los líquidos, como en casos de fiebre, diarrea o sudoración. También pueden aumentar los requisitos metabólicos o las pérdidas catabólicas, aumentando el estrés oxidativo y la inflamación. En estas situaciones, la absorción de micronutrientes puede verse afectada y los antibióticos pueden provocar el agotamiento de los mismos (12,17,46).
CONCLUSIONES
El sistema inmunológico desempeña un papel vital en la protección del cuerpo contra infecciones y enfermedades. La ingesta adecuada de micronutrientes, como la vitamina C, la vitamina D y el zinc, es esencial para mantener un sistema inmunológico saludable y resistente a infecciones.
Más allá de las deficiencias nutricionales en la dieta, numerosos factores de la vida moderna (envejecimiento, polución, estrés crónico, falta de sueño reparador, uso de ciertos medicamentos, etc.) pueden debilitar el sistema inmunológico, dejándonos más susceptibles a infecciones y enfermedades. Resulta esencial adoptar un estilo de vida saludable y equilibrado que, además de una nutrición adecuada, tenga también en cuenta todos esos otros factores.
El sistema inmunológico no solo ejerce una función de defensa, sino que también desempeña roles esenciales en otras áreas del organismo. La evidencia científica existente pone de manifiesto el alcance multifacético y amplio del sistema inmunitario en áreas como la función cognitiva (incluidos la memoria, el aprendizaje y la capacidad para gestionar del estrés), el aparato digestivo (absorción de nutrientes y peristaltismo intestinal), la reparación muscular, el rendimiento físico, el metabolismo y la termogénesis, entre otros (47).
Al comprender las funciones específicas de los micronutrientes en el sistema inmunológico y los factores que pueden debilitarlo, es posible tomar decisiones informadas para mantener y mejorar la salud inmunológica de nuestros pacientes y de la población general. Los profesionales sanitarios, al tener acceso directo al paciente, y mediante esta información, podemos detectar pacientes que están en riesgo de tener alteraciones en su estado micronutricional. Como se ha visto tanto a nivel nacional como internacional, las deficiencias subóptimas de micronutrientes son frecuentes en la población general, que presenta deficiencias particulares según la edad; por este motivo, será importante tener en cuenta la situación nutricional individualizada. Prestar atención a estos aspectos puede ayudar a reducir el riesgo de infecciones y enfermedades, así como a mejorar la calidad de vida. En consecuencia, las estrategias nutricionales deben ser centrales en el enfoque para prevenir infecciones, optimizar las respuestas a los diferentes tratamientos y promover la recuperación del paciente mediante la recomendación de hábitos de vida saludables y, si se precisa, la complementación de micronutrientes específicos.