Sr. Director:
Tenemos algunas consideraciones acerca del estudio de Pérez-Fernández y cols. (1). En primer lugar, queremos señalar que el artículo no considera los determinantes sociales que podrían influir en la relación entre el origen del agua consumida y los síntomas de depresión y ansiedad. En la propia bibliografía citada, el origen étnico y el nivel educativo son covariables importantes (2). En este contexto, la Organización de Consumidores y Usuarios recoge que el agua del grifo es 150 veces más barata que el agua embotellada (3), situando a Ourense como una de las ciudades donde es más asequible (4), lo cual podría introducir un sesgo en la muestra.
Los autores indican un aumento importante de la prevalencia de la depresión a nivel mundial citando un estudio del inicio de la pandemia de COVID-19 (5). Si bien la evidencia disponible no permite asegurar que exista un aumento claro de las enfermedades mentales en los adultos (6), sí hay numerosos estudios en los que se describe un aumento puntual de problemas de salud mental durante y tras el confinamiento por la pandemia de COVID-19. Esta situación tuvo consecuencias negativas directas e indirectas en las relaciones sociales y en el desarrollo habitual de la mayoría de los empleos que requerían contacto directo con otras personas. Una revisión sistemática (7) sobre esta cuestión en una población europea mostró que factores como la sensación de soledad y el miedo a la infección o al desempleo se relacionaban con un incremento del riesgo de desarrollar o de que empeorasen los síntomas relacionados con la ansiedad, la depresión, el estrés postraumático o la ideación suicida. Además, este riesgo era significativamente mayor entre las clases socioeconómicas bajas y entre las mujeres. En el caso de las mujeres, el riesgo de mantener estos síntomas en los años posteriores, a pesar de la disminución de las restricciones, era significativamente mayor.
Existen numerosas sustancias en el agua del grifo que podrían relacionarse con la depresión y que el artículo obvia al analizar los efectos observados. En un estudio de cohortes reciente (8) se describieron varias sustancias asociadas con la depresión y la ansiedad, como el manganeso, el selenio, el cadmio, el cobre y el hierro.
Tampoco se valora en el análisis el consumo de suplementos de biotina. En un boletín de 2023, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios expuso que la biotina interfiere con la estreptavidina en los inmunoanálisis tiroideos, provocando resultados de función tiroidea falsamente elevados o reducidos (9). En este boletín se recomienda informar al profesional de laboratorio sobre el consumo de biotina antes de solicitar las pruebas.
Nos gustaría preguntar a los autores si realmente coincide el odds ratio del IMC con el límite superior (ambos 0,76) y si consideran que el tipo de agua consumida de manera habitual es una variable robusta, ya que puede variar a lo largo de la vida.
De cara a futuras investigaciones, recomendamos aumentar el tamaño de la muestra para aumentar la precisión y poder considerar factores adicionales, especialmente los determinantes sociales, para reforzar la validez de las conclusiones.