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Anales de Psicología

versión On-line ISSN 1695-2294versión impresa ISSN 0212-9728

Anal. Psicol. vol.29 no.3 Murcia oct. 2013

https://dx.doi.org/10.6018/analesps.29.3.175691 

 

Impulsividad cognitiva, conductual y no planificadora en adolescentes agresivos reactivos, proactivos y mixtos

Cognitive, motor and non-planner impulsiveness in reactive, proactive and mixed aggressive adolescents

 

 

José M. Andreu, M. Elena Peña y María Penado

Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico I. Universidad Complutense de Madrid

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El presente artículo profundiza en el estudio de la impulsividad en una muestra de adolescentes agresivos. El objetivo principal de la investigación fue comprobar si diferentes dimensiones de la impulsividad varían en distintos grupos de adolescentes agresivos (reactivos, proactivos y mixtos) y no agresivos. Se aplicaron dos técnicas de auto-informe, el Cuestionario de Agresión Reactiva y Proactiva (RPAQ) y la Escala de Impulsividad de Barratt (BIS-íf), en una muestra de 400 adolescentes de la Comunidad de Madrid con edades comprendidas entre los 12 y los 18 años de edad (edad media = 14.8 y DT = 1.8). Los resultados permitieron observar que los diferentes grupos de adolescentes agresivos presentaron mayores niveles de impulsividad general que los adolescentes no agresivos. Específicamente, en relación con las distintas dimensiones de la impulsividad, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas en relación con las dimensiones cognitiva y no planificadora. Sin embargo, la impulsividad conductual fue significativamente superior en los tres grupos de adolescentes reactivos, proactivos y mixtos en comparación con los no agresivos. Se discuten estos resultados señalando la importancia de esta dimensión de la impulsividad como variable discriminativa entre grupos de adolescentes agresivos y no agresivos, en especial, de cara a la intervención psicológica con este tipo de población en entornos escolares.

Palabras clave: Adolescentes agresivos reactivos, proactivos y mixtos; impulsividad cognitiva, conductual y no-planificadora.


ABSTRACT

This paper focuses on the study of impulsiveness in a sample of adolescents with different types of aggression. The main research objective was to analyze whether impulsiveness varies between different aggressive adolescents (reactive, proactive and mixed) and non-aggressive ones. Two self-report measures, the Reactive and Proactive Aggression Questionnaire (RPAQ) and the Barratt Impulsiveness Scale (BIS-11) were administrated in a sample recollected in Madrid and composed by 400 adolescents between 12 and 18 years of age (mean = 14.8 and SD = 1.8). The results showed that reactive, proactive and mixed aggressive groups presented higher levels of general impulsiveness than nonaggressive adolescents. No significant differences in relation to cognitive and non-planner dimensions of impulsiveness were found. Nevertheless, motor impulsiveness was higher in reactive, proactive and mixed aggressive adolescents in comparison with non-aggressive ones. These results are discussed pointing out the relevance of motor impulsiveness as a discriminative factor of aggression, particularly in the context of psychological intervention with adolescents in scholar settings.

Key words: Proactive, reactive and mixed aggressive adolescents; cognitive, motor and non-planner impulsiveness.


 

Introducción

La conducta agresiva durante la adolescencia constituye un fenómeno complejo en el que se recogen, bajo un mismo abanico terminológico, diversos comportamientos que difieren en múltiples aspectos y dimensiones. Si bien, es cierto que no existe acuerdo suficiente sobre la conceptualización inequívoca del comportamiento agresivo y antisocial, se han establecido una serie de tipologías o clasificaciones de la conducta agresiva con el fin de profundizar en el estudio de su etiología, desarrollo y posterior evolución (Andreu, 2009; Raine et al., 2006; Ramírez y Andreu, 2006). De este modo, las diferentes manifestaciones de la agresión adolescente se han ido englobando en función de tres dimensiones básicas: a) su naturaleza o modo de expresión (física/verbal); b) su dirección (directa/indirecta), y c) su función que la motiva (reactiva/proactiva). Desde un punto de vista aplicado, esta última dimensión tipológica ha resultado de especial interés al permitir analizar qué factores y procesos psicológicos desencadenan, predisponen y mantienen las conductas agresivas durante la infancia y la adolescencia.

Desde enfoques teóricos basados en el procesamiento de la información, Kenneth Dodge y colaboradores, en su conocido "modelo del procesamiento de la información social" [SIP] (Crick y Dodge, 1996; Dodge, 1991; Dodge y Coie, 1987), plantearon la distinción entre patrones de conducta agresiva reactiva y proactiva en función de una serie de etapas o estadios. Así, los agresores reactivos reaccionan agresivamente a una amenaza o provocación percibida, fundamentalmente de forma sesgada mediante atribuciones hostiles; reacción que suele estar mediatizada por una activación emocional intensa, altos niveles de hostilidad y sesgos en el procesamiento de la información social (Dodge, 1991; Dodge y Coie, 1987; Raine et al., 2006). La principal motivación que subyace al agresor reactivo es el intenso deseo de dañar a la víctima sin que se persiga ningún objetivo o meta instrumental secundaria. Este tipo de conductas agresivas reactivas predice precisamente la aparición de problemas de conducta en los adolescentes (Dodge, Lochman, Harrish, Bates, y Pettit, 1997), además de estar más asociada a una mayor presencia de impulsividad y rasgos de personalidad esquizotípicos y límites durante la adolescencia y la edad adulta (Raine et al., 2006).

Por su parte, los agresores adolescentes proactivos, se caracterizan por la activación de recursos y estrategias que ponen en marcha para la obtención de un objetivo, meta o beneficio personal. Estas conductas no requieren de una alta activación emocional negativa por lo que es fría, instrumental y premeditada (Raine et al., 2006). Este patrón de conductas proactivas es el que está más asociado a un comportamiento antisocial y/o delictivo posterior y, más concretamente, a los trastornos de conducta disociales y características psicopáticas de personalidad (Andreu y Peña, 2013; Atkins, Staff, Osborne y Brown, 1993; Hare, Cooke y Hart, 1999; Newman, 1997; Patnck y Zempolich, 1998; Vitaro, Gendreau, Trenblay y Oligny, 1998). Existen numerosas investigaciones que muestran que los jóvenes y adolescentes con este tipo de perfil agresivo presentan un elevado sentimiento de auto-eficacia, creencias justificativas de la agresión y de las consecuencias positivas de su uso, así como una extrema frialdad afectiva y falta de empatía emocional (Andreu, Peña y Ramírez, 2009; Oliva y Antolín, 2010; Raine et al., 2006).

No obstante, a pesar de que cada patrón de agresión está asociado diferencialmente a correlatos, factores de riesgo y comportamientos desadaptativos específicos, ambos tipos de conductas pueden darse de manera conjunta. Es por eso por lo que algunos estudios, debido precisamente al nivel de coocurrencia que manifiestan ambas tipologías de agresión, sugieren un tercer perfil reactivo-proactivo o mixto; quedando englobados los tres patrones de respuesta en un continuo dimensional (Hubbard, McAuliffe, Morrow y Romano, 2010). Diversos estudios realizados en los últimos años han mostrado que un importante número de jóvenes y adolescentes manifiestan conductas agresivas reactivas o proactivas, al tiempo que otros manifiestan conjuntamente ambos patrones de agresión (López-Romero, Romero y González-Iglesias, 2011; Muñoz, Frick, Kimonis y Aucoin, 2008). De este modo, se ha planteado la existencia de grupos diferenciados de jóvenes y adolescentes que responderían de forma exclusiva o predominantemente con conductas agresivas de tipo reactivo o proactivo, por un parte, y otros jóvenes que manifestarían ambos patrones de respuesta en los que precisamente los niveles de agresividad y violencia suelen ser de mayor gravedad (Andreu, 2010; Barker, Tremblay, Nagin, Vitaro y Lacourse, 2006; Crapanzano, Frick y Terranova, 2010).

A pesar del solapamiento entre los distintos patrones funcionales de agresión, han sido mucho los trabajos que han mostrado consistentemente que ambos tipos de agresión son funcionalmente distintos. Precisamente, mediante la realización de análisis factoriales confirmatorios, utilizando medidas de evaluación de la conducta agresiva a través de distintos informantes, se ha constatado la existencia de dos factores bien diferenciados con correlatos socio-cognitivos, emocionales, conductuales y biológicos específicos (Vitaro, Brendgen y Tremblay, 2002). Recientemente en nuestro país, los estudios realizados por López-Romero et al. (2011) y Penado (2012), muestran la presencia de relaciones diferenciales entre ambos patrones con variables familiares, de ajuste escolar, competencia social y personalidad (impulsividad y rasgos psicopáticos). La Tabla 1 presenta las principales características asociadas a los distintos patrones de agresión reactivos y proactivos en adolescentes.

 

 

Teniendo en cuenta los planteamientos que se han expuesto en este trabajo en cuanto a la función y motivaciones que desempeña la conducta agresiva, el presente estudio se plantea con el objetivo de analizar si la impulsividad en sus diferentes dimensiones varía en función de distintos patrones de agresión. De este modo, se hipotetiza que los adolescentes agresivos sean en general más impulsivos que los no agresivos y que sean particularmente los adolescentes reactivos los que mayor impulsividad presenten en comparación con los proactivos. Finalmente, se espera que las dimensiones cognitivas y conductuales de la impulsividad discrimen diferencialmente entre adolescentes agresivos y no agresivos, y que el sexo y la edad ejerzan un efecto significativo en los distintos tipos de impulsividad analizados.

 

Método

Participantes

Los participantes en el estudio fueron seleccionados de siete centros educativos de la Comunidad de Madrid (cuatro públicos y tres concertados). El 78.3% de los adolescentes se encontraban cursando Educación Secundaria Obligatoria, el 20.1% estudios de Bachillerato y el 1.6% Ciclos de Formación Profesional. El rango de edad osciló entre los 12 y los 18 años de edad (M = 14.8 y DT = 1.8). De los 400 participantes en el estudio (200 hombres y 200 mujeres), el 85.8% de los encuestados eran españoles y el 14.2% inmigrantes. La participación de los adolescentes en el estudio fue voluntaria y se garantizó el anonimato y confidencialidad de las respuestas dadas por los participantes a los diferentes instrumentos de evaluación. El estudio mantuvo a lo largo de su desarrollo una tasa de retención del 100%.

Instrumentos

Cuestionario de Agresión Proactiva-Reactiva "RPAQ" (Raine et al., 2006)

El RPAQ está compuesto por 23 ítems (12 proactivos-p. e.: has gritado a otros para aprovecharte de ellos- y 11 reactivos-p. e.: te has enfadado cuando otros te han amenazado-). El RPAQ cuenta con la ventaja de ser de rápida aplicación y gramaticalmente sencillo (puede ser aplicado a niños desde los 8 años de edad y adolescentes con limitadas capacidades lectoras). Los ítems reflejan la motivación de los adolescentes y el contexto donde ocurre la conducta agresiva, al mismo tiempo que tratan de evitar una postura defensiva de los examinados incluyendo en sus instrucciones la afirmación de que "en ocasiones, la mayoría de las personas pueden sentir enfado o han hecho cosas que no deberían haber hecho". El cuestionario incluye una escala de frecuencia de las distintas conductas agresivas que cubren las opciones nunca (0), a veces (1) y a menudo (2). En este estudio se utilizó la adaptación española del instrumento realizada por Andreu, Peña y Ramírez (2009). En esta adaptación, realizada en población de adolescentes, la consistencia interna, calculada mediante el coeficiente alpha de Cronbrach, fue de .84 para la agresión reactiva, y de .87 para la proactiva. La consistencia interna de la escala total fue de .91.

Escala de Impulsividad de Barratt "BIS-11" (Oquendo, Baca-García, Graver, Morales, Montalbán y Mann, 2001)

Esta escala consta de 34 ítems que incorporan una escala de frecuencia desde "casi nunca/ nunca" hasta "casi siempre/siempre". Los tres tipos de impulsividad que evalúa esta escala son los siguientes: (1) impulsividad cognitiva (p. ej.: me aburro fácilmente cuando tengo que resolver problemas que exigen pensar mucho); (2) impulsividad motora (p. ej.: me muevo y ando rápidamente), y (3) impulsividad no-planificadora (p. ej.: estoy más interesado/ a en el presente que en el futuro). Como ventajas de la BIS-11 destaca su fácil administración aunque requiere suficiente comprensión lectora y que el sujeto sea consciente de sus patrones de comportamiento (Webster y Jackson, 1997). En el presente estudio se obtuvo una consistencia interna para la escala total de alpha = .78 y para las subescalas de impulsividad cognitiva de .60, impulsividad motora de .66 e impulsividad no planificadora de .69.

Procedimiento

Tras contactar con la dirección y el equipo de orientación psicopedagógica, se seleccionaron los centros educativos entre todos aquellos que habían ofrecido su colaboración en el presente estudio. Posteriormente, se procedió a la selección de las aulas que fueron tomadas como unidad muestral y se eligieron al azar en cada curso de Enseñanza Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación Profesional. Una vez seleccionadas las aulas, el tutor del curso y un miembro del equipo de investigación organizaron el calendario de las horas disponibles para la evaluación de los participantes en función de la disponibilidad de los alumnos o del desarrollo del programa escolar. La aplicación de los instrumentos de evaluación se realizó de forma colectiva, estando presentes en cada aula dos evaluadores en ausencia de los profesores para evitar así que los adolescentes se vieran influidos de alguna manera por su presencia a la hora de contestar a los distintos instrumentos. La duración de la prueba fue de aproximadamente cincuenta minutos y los cuestionarios se aplicaron en orden contra-balanceado para controlar los posibles efectos derivados del cansancio o la fatiga de los participantes.

Variables y análisis de datos

En primer lugar se determinaron los distintos grupos de adolescentes agresivos y no agresivos en función de las puntuaciones en el cuestionario RPAQ, dando lugar a tres grupos diferentes: a) adolescentes agresivos reactivos, b) adolescentes agresivos proactivos, y c) adolescentes agresivos mixtos (reactivo-proactivos). Como variables independientes del estudio se utilizó este factor de agrupación conjuntamente con el sexo de los participantes; mientras que las variables dependientes se calcularon a través de las puntuaciones medias de la escala total y subescalas de la BIS-11 (impulsividad cognitiva, motora y no planificadora). Finalmente, la edad se seleccionó como covariable en los análisis de datos realizados.

Para agrupar a los adolescentes en agresivos y no agresivos se utilizaron los siguientes criterios estadísticos: a) adolescentes agresivos reactivos: Teniendo en cuenta el sexo, se incluyeron en este grupo a los adolescentes cuya puntuación en la escala de agresión reactiva del cuestionario RPAQ fuera superior a la puntuación media más una desviación típica, y cuya puntuación en la escala de agresión proactiva del cuestionario RPAQ fuera menor que la media más una desviación típica; b) adolescentes agresivos proactivos: Se incluyeron en este grupo aquellos adolescentes cuya puntuación en la escala de agresión proactiva del RPAQ fuera, en función de su sexo, superior a la media más una desviación típica y cuya puntuación en la escala de agresión reactiva estuviera por debajo de la media más una desviación típica; c) adolescentes agresivos mixtos: Este último grupo incluyó a aquellos adolescentes cuyas puntuaciones en las escalas de agresión reactiva y proactiva hubieran superado la puntuación media más una desviación típica. Finalmente, se estableció un grupo control de sujetos no agresivos entre aquellos participantes en el estudio cuyas puntuaciones en ambas escalas del RPAQ hubieran estado por debajo de la puntuación media más una desviación típica.

Una vez distribuidos los adolescentes en los diferentes grupos de comparación se realizó un análisis multivariante de la covarianza (MANCOVA). Este análisis proporciona un análisis de varianza para un conjunto de variables dependientes analizadas simultáneamente permitiendo incluir en el mismo los efectos de las covariables y de las interacciones entre los distintos factores independientes. Tras este análisis, se procedió a la realización de un análisis de regresión logística binaria con objeto de determinar la capacidad discriminativa de las distintas dimensiones de la impulsividad entre los adolescentes agresivos y no agresivos. Para todos estos análisis estadísticos se empleó el programa SPSS 19.0.

 

Resultados

Diferencias en impulsividad entre adolescentes agresivos (reactivos, proactivos y mixtos) y no agresivos

En relación con los diferentes grupos de adolescentes, el 76.8% de los participantes en el estudio fueron clasificados como no agresivos (n = 307; 48.5% varones y 51.5% mujeres), y el 23.3% restante como agresivos (n = 93; 54.8% varones y 45.2% mujeres). En cuanto a los grupos de adolescentes agresivos, el reactivo alcanzó el 9% de esta muestra (n = 36; 50% varones y 50% mujeres); mientras que el grupo de adolescentes proactivos alcanzó el 16% (n = 28; 64.3% varones y 35.7% mujeres) y los adolescentes mixtos reactivo-proactivos, el 23.3% restante (n = 29; 51.7% varones y 48.3% mujeres). La Tabla 2 presenta los estadísticos descriptivos de cada una de las dimensiones de la impulsividad en función de los grupos de adolescentes agresivos y no agresivos.

El Análisis Multivariante de la Covarianza (MANCOVA) aplicado a las variables dependientes tomadas en su conjunto mostró, por una parte, diferencias significativas en los distintos grupos de adolescentes (F9, 947 = 6.22; p < .001), por lo que los distintos tipos de impulsividad variaron en función del grupo. Por otra parte, este análisis mostró que el factor sexo (F3, 389 = 1.03; p = .379) y la covariable edad (F3, 389 = 1.32; p = .268) no influyeron significativamente en los niveles de impulsividad. Tampoco se encontró ningún efecto de interacción entre ambos factores independientes (F9, 946 = 1.05; p = .401).

La prueba de rangos de Sheffé, con un nivel de significación p < .05, no evidenció la presencia de diferencias estadísticamente significativas para la impulsividad cognitiva entre los adolescentes no agresivos y los grupos de adolescentes agresivos reactivos (2.543 vs. 2.415; ns), ni proactivos (2.559 vs 2.415; ns) o mixtos (2.606 vs. 2.415; ns). Comparando los grupos de adolescentes agresivos entre sí, tampoco se produjeron diferencias significativas (2.543 vs. 2.559; ns / 2.543 vs. 2.606; ns / 2.559 vs. 2.606; ns).

En relación con la impulsividad motora, ésta fue superior en todos los grupos de adolescentes agresivos que en los no agresivos, siendo estas diferencias estadísticamente significativas para los adolescentes agresivos reactivos (2.388 vs. 2.145;p < .05), proactivos (2.536 vs. 2.145;p < .05) y mixtos (2.691 vs. 2.145;p < .05). El tamaño del efecto de estas diferencias, estimado mediante el coeficiente eta cuadrado parcial, fue de .13. Comparando los grupos de adolescentes agresivos entre sí, no se produjeron diferencias significativas (2.388 vs. 2.536; ns / 2.388 vs. 2.691; ns / 2.536 vs. 2.691; ns).

En tercer lugar, respecto a la impulsividad no planificadora, los adolescentes agresivos proactivos presentaron una puntuación significativamente superior que los adolescentes no agresivos (2.399 vs. 2.127; p < .05). Sin embargo, el tamaño del efecto de estas diferencias, estimado mediante el coeficiente eta cuadrado parcial, fue de .05. No existieron diferencias significativas entre este grupo y los adolescentes agresivos reactivos (2.278 vs. 2.127; ns) y mixtos (2.327 vs. 2.127; ns). Comparando los tres grupos de adolescentes agresivos entre sí, no se encontraron diferencias significativas (2.278 vs. 2.399; ns / 2.278 vs. 2.327; ns / 2.399 vs. 2.327; ns).

Finalmente, en relación con la impulsividad general, los adolescentes no agresivos presentaron niveles significativamente menores en comparación con los adolescentes agresivos reactivos (2.403 vs. 2.229; p < .05), proactivos (2.498 vs. 2.229; p < .05) y mixtos (2.541 vs. 2.229; p < .05). El tamaño del efecto de estas diferencias, estimado mediante el coeficiente eta cuadrado parcial, fue de .12. En cuanto a los grupos de adolescentes agresivos comparados entre sí, no existieron diferencias significativas en los niveles de impulsividad general (2.403 vs. 2.498; ns / 2.403 vs. 2.541; ns / 2.498 vs. 2.541; ns).

Análisis de la capacidad discriminativa de las distintas dimensiones de la impulsividad entre adolescentes agresivos y no agresivos

La Tabla 3 informa sobre las variables incorporadas al modelo de regresión logística binaria (método introducir) que se utilizó para cuantificar la capacidad discriminativa de las dimensiones de la impulsividad. Una vez incluidas en el modelo de regresión las dimensiones de la impulsividad (cognitiva, motora y no-planificadora), el modelo construido, cuyo porcentaje de global de clasificación correcta alcanzó el 77.3%, obtuvo un coeficiente de ajuste global de Π2 = 50.81 (p < .001) y un adecuado ajuste del modelo en el paso 1 (R2 de Nagelkerke = .205).

De todos los coeficientes significativos (con p < .05), sólo el correspondiente a la variable impulsividad motora fue estadísticamente significativo (B = 1.52; p < .001). Teniendo en cuenta la razón de las ventajas Exp (B), este modelo de regresión nos indica que este tipo de impulsividad discrimina cuantitativamente entre adolescentes agresivos y no agresivos. Concretamente, los adolescentes con impulsividad motora tendrían una probabilidad casi cinco veces mayor de ser agresivos que los no agresivos.

 

Discusión

Con el presente trabajo se ha pretendido analizar la existencia de diferencias en la impulsividad en relación con distintos patrones de agresión adolescente. Ambos constructos han suscitado un amplio interés en la literatura, si bien, las distintas dimensiones implicadas en la impulsividad, que abarcan desde aspectos más cognitivo-atencionales hasta conductuales afectivos y de planificación, así como la compleja conceptualización de la agresión adolescente, hacen necesario profundizar en sus complejas relaciones. En primer lugar, los resultados presentados en este trabajo han permitido observar que los niveles de impulsividad general autoinformada fueron mayores en todos los grupos de adolescentes agresivos en comparación con el grupo de adolescentes no agresivos. Este resultado es congruente con aquellos estudios que muestran consistentemente que la impulsividad es un factor de riesgo asociado al comportamiento antisocial durante la adolescencia (Andreu y Peña, 2012; Moreno, Parellada, Naene, y Arango, 2004; Peña, 2011).

Sin embargo, mientras que otras investigaciones muestran que los agresores reactivos presentan mayores niveles de impulsividad (Barratt, Stanford, Dowdy, Liebman y Kent, 1999; Dodge et al., 1997; Raine et al., 2006), en nuestro estudio este grupo de adolescentes no se diferenció de los agresivos proactivos o mixtos en ninguno de los niveles de impulsividad analizados. Una explicación plausible de este resultado, inesperado por los investigadores, podría residir en la mayor edad de los sujetos que han participado en el presente estudio en comparación con los estudios realizados en niños y preadolescentes por otros investigadores (Barratt, Stanford, Dowdy, Kent y Felthous, 1997; Kempes, Matiz, de Vries y van Engeland, 2005). Estudios realizados en nuestro país en muestras escolarizadas de adolescentes con un rango de edad similar a la del presente estudio, encuentran precisamente que los patrones de agresión reactiva no difieren de los proactivos en los niveles generales de impulsividad analizada, aunque sí en otras variables tales como problemas de internalización y competencia social (López-Romero et al., 2011).

En cuanto al estudio de las diferentes dimensiones de la impulsividad analizadas para cuantificar su capacidad discriminativa entre adolescentes agresivos y no agresivos, fue la impulsividad conductual motora, la dimensión que mayor capacidad discriminativa presentó entre adolescentes agresivos y no agresivos. Parece, por tanto, que son los elementos conductuales o motores de la impulsividad, que reflejan un claro déficit a la hora de actuar reflexivamente, o en otras palabras dejándose llevar por el ímpetu emocional del momento sin suficiente control emocional y capacidad de demora de la gratificación, los que son especialmente importantes para comprender cómo la impulsividad participa de forma tan significativa en la génesis de la conducta agresiva adolescente. En este sentido, sería conveniente que futuros estudios profundizasen en el estudio de la dimensión conductual de la impulsividad de cara a comprender cómo esta variable está implicada en los trastornos de conducta y conductas agresivas en poblaciones de alto riesgo. Tal y como señalan diversos estudios, la impulsividad conductual presentaría elementos más disfuncionales que la cognitiva en cuanto a su clara asociación con comportamientos de riesgo, especialmente, con la conducta antisocial, la ruptura de normas y el consumo de alcohol y drogas en jóvenes y adolescentes (Andreu, Peña y Larroy, 2010; Moreno et al., 2004; Penado, 2012).

También se encontró en el presente trabajo otro hallazgo de interés dado que la impulsividad no planificadora varió al comparar el grupo de adolescentes agresivos proactivos con los no agresivos. Los adolescentes agresivos proactivos informaron de una mayor tendencia a la improvisación y ausencia de planificación de su conducta en general, así como a realizar tareas de forma más descuidada. Este resultado, no esperado tampoco por los investigadores, puede ser relevante al estar también en consonancia con el encontrado por Barratt et al. (1999), quienes en una muestra de estudiantes universitarios adultos, hallaron que la impulsividad no planificadora estaba relacionada con la agresión proactiva premeditada. Esto parece sugerir que la impulsividad estaría presente en los agresores proactivos a nivel de una mayor improvisación, ausencia de planificación e infravaloración de las consecuencias de sus actos, lo que podría también tener un marcado valor de cara al desarrollo específico de programas de intervención centrados en este tipo de adolescentes agresivos (Calvete y Orue, 2010; Hubbard et al., 2010).

Finalmente, no se encontraron diferencias en las distintas dimensiones de la impulsividad examinadas a través del sexo y la edad de los adolescentes. Campbell y Muncer (2009), pusieron ya de relieve que la falta de diferenciación sexual en la impulsividad parece estar en función del propio instrumento de medida, por lo que si el instrumento utilizado no incorpora conductas de riesgo, tales diferencias sexuales no suelen aparecer. Por otra parte, la falta de resultados significativos entre impulsividad y edad de los participantes puede deberse también a la propia limitación de este estudio, al utilizar exclusivamente datos transversales, unido al hecho de que la regulación de la conducta agresiva e impulsiva se ve modulada en función del desarrollo de la personalidad, maduración cerebral y control emocional del adolescente (Alcázar-Córcoles, Verdejo-García, Bouseo-Saiz y Bezos-Saldaña, 2010; Barker et al., 2006; Oliva y Antolín, 2010; Siever, 2008; Webster y Jackson, 1997).

Con estas limitaciones en mente, los resultados encontrados en este trabajo han permitido identificar cómo las distintas dimensiones de la impulsividad varían y discriminan entre adolescentes con distintos patrones de agresión. Así, el análisis pormenorizado de los aspectos más conductuales de la impulsividad facilitaría una mejor comprensión de los mecanismos implicados en la manifestación de conductas agresivas y disociales durante esta etapa evolutiva. De este modo, el desarrollo de la capacidad de demora de la gratificación, acompañada de una adecuada auto-regulación emocional y una valoración negativa de las consecuencias del uso de la agresión, serían elementos clave para ser abordados a partir de estrategias de intervención eficaces dirigidas a la población de adolescentes en entornos escolares y comunitarios.

 

Referencias

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Dirección para correspondencia:
José Manuel Andreu
Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico I
Facultad de Psicología.
Universidad Complutense de Madrid
Campus de Somosaguas
28223. Madrid (Spain)
E-mail: mandreu@ucm.es

Artículo recibido: 20-12-2010
Revisado: 9-12-2012
Aceptado: 7-1-2013

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