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Anales de Psicología

On-line version ISSN 1695-2294Print version ISSN 0212-9728

Anal. Psicol. vol.30 n.2 Murcia May. 2014

https://dx.doi.org/10.6018/analesps.30.2.159111 

 

Actitudes, percepciones y uso de Internet y las redes sociales entre los adolescentes de la comunidad gallega (España)

Attitudes, perceptions and Internet and social networks use among Galician (Spain) teens

 

 

Antonio Rial, Patricia Gómez, Teresa Braña y Jesús Varela

Universidad de Santiago de Compostela

Este trabajo fue realizado gracias a un convenio realizado con el Valedor do Pobo de Galicia y financiado por la Consellería de Educación y Ordenación Universitaria de la Xunta de Galicia.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Investigadores e instituciones han venido mostrando en los últimos años una creciente preocupación por el uso de Internet entre los adolescentes. Su impacto a nivel psicológico y conductual se traduce a menudo en la aparición de conductas de riesgo, fracaso escolar y problemas familiares. Habida cuenta del interés que el tema despierta a diferentes niveles, este trabajo se plantea con una doble intención: (1) disponer de datos que permitan conocer desde un punto de vista descriptivo cuáles son las actitudes, percepciones y hábitos de uso de Internet y las redes sociales entre los adolescentes y, (2) profundizar en su comprensión, contribuyendo así al diseño de estrategias que favorezcan un uso más racional y saludable de la Red. Sobre una encuesta a la población de escolares de Enseñanza Secundaria Obligatoria de la comunidad gallega, en la que participaron un total de 2339 individuos, los resultados obtenidos permiten constatar el alto grado de implantación de Internet en la población objeto de estudio y calibrar con datos empíricos la magnitud del problema. A pesar de que las cifras obtenidas no justifican una actitud alarmista, sí advierten de la necesidad de poner en marcha planes de acción concretos de manera inmediata.

Palabras clave: Internet; redes sociales; adolescentes; nuevas tecnologías; ciberdependencia.


ABSTRACT

Researchers and institutions have shown an increasing concern about how adolescents might misuse the Internet. Its psychological and behavioral impact often translate into the emergence of risk behaviors, school failure and family problems. Given the interest that this issue has generated on an increasingly wider scale, the aim of this paper is twofold: (1) to provide data to determine, from a descriptive point of view, what exactly are the attitudes, perceptions and habits of adolescent Internet and social networks use and (2) a deeper understanding of the issue, contributing to the design of prevention and control strategies which will encourage a more rational and healthy Net use. On the basis of a survey of Compulsory Secondary School students from Galicia, which involved a total of 2339 individuals, the results obtained demonstrate the high level of Internet use penetration among the studied population and make it possible to gauge the magnitude of the problem with empirical data. Although the obtained numbers do not justify an alarmist attitude, they do indicate the need to implement specific action plans immediately.

Key words: Internet; social networks; adolescents; new technologies; ciberdependence.


 

Introducción

Hoy en día resulta difícil pensar en una sociedad sin las nuevas tecnologías. La telefonía móvil, Internet y las redes sociales tienen una presencia en nuestras vidas que no podríamos imaginar hace tan solo una década. La realidad pone de manifiesto el papel que dichas herramientas han adquirido en el día a día de niños, adolescentes, jóvenes, adultos y mayores. Los datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE, 2013) ponen de relieve que el teléfono móvil llega al 96.1% de los hogares españoles, mientras que el 73.4% de las viviendas con al menos un miembro de entre 16 y 74 años dispone de ordenador. Además, el 71.6% de la población española de esta franja de edad ha utilizado Internet en los tres últimos meses, porcentaje similar al obtenido para el conjunto de la Unión Europea (75%) (Seybert y Reinecke, 2013).

A pesar de su relativa "juventud", a día de hoy la implantación de Internet es masiva. La denominada Red de Redes ha pasado de un ámbito militar y científico, acotado para unos pocos, a convertirse en una herramienta cuyo uso se ha generalizado más allá de barreras geográficas, demográficas, socioeconómicas, culturales e ideológicas. En el caso de España el 69.8% de los hogares tiene acceso a la Red (lo que significa que existen casi 11.1 millones de viviendas familiares conectadas a Internet en nuestro país) (INE, 2013). Estos datos siguen la tendencia de la Unión Europea, donde la proporción de hogares con acceso a Internet alcanza el 79% en 2013, lo cual representa un incremento del 30% comparado con 2006 (Seybert y Reinecke, 2013).

Internet ha sido capaz de mostrar su utilidad en múltiples áreas de la actividad humana, desde la búsqueda de información en ámbitos académicos o escolares, hasta actividades científicas, profesionales, comerciales, transacciones económicas, actividades de ocio o en las propias relaciones interpersonales. Los últimos datos publicados en la 16a encuesta de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC, 2014) a usuarios de Internet revelan que las principales actividades realizadas en la Red tienen que ver con la búsqueda y aprovechamiento de la información: lectura de noticias de actualidad (86.5%), consulta de mapas y/o callejeros (71.4%) o consulta de previsiones meteorológicas y carteleras de cine/ espectáculos (70.7% y 48.1%, respectivamente). Un segundo gran uso estaría centrado en las descargas y disfrute online de contenidos: visualización online de vídeos (80.6%), escuchar música online (53.8%), ver emisiones de cadenas de TV en su web (41.8%) o ver películas/series online (41.4%). Mención aparte merecen las redes sociales: un 74.2% de la población internauta se conecta a ellas diariamente, lo que supone un espectacular ascenso del 45.6% desde 2008 y la confirmación de que las redes sociales no son una moda pasajera. Por último, es preciso destacar el protagonismo creciente del teléfono móvil, siendo más de 4 de cada 5 internautas (85.5%) los que se conectan a través de este dispositivo (AIMC, 2014).

Es cierto que Internet proporciona diferentes beneficios para la sociedad en general, al poner a nuestro alcance distintas fuentes de conocimiento, convirtiéndose así en un potente instrumento para el aprendizaje y la formación intelectual, profesional y personal. Ha supuesto además la aparición de nuevos tipos de comunicación y relación y ha aportado un medio inagotable para el entretenimiento, la diversión y el esparcimiento. Sin embargo, estas y otras ventajas (facilidad de acceso, inmediatez, globalización, comodidad de uso o anonimato) entrañan también un cierto grado de peligrosidad, derivado de un posible uso inadecuado, desmedido y/o sin control. En el caso de los adolescentes el riesgo es posiblemente mayor. Trabajos recientes (Castellana, Sánchez-Carbonell, Graner y Beranuy, 2007; Echeburúa y De Corral, 2010; Ruiz-Olivares, Lucena, Pino y Herruzo, 2010; Viñas, 2009; Widyanto y Griffiths, 2006) hacen énfasis en el potencial uso inapropiado de la Red y sus consecuencias entre los más jóvenes, así como en el impacto psicológico y conductual que este puede provocar. Las alteraciones comportamentales, la pérdida de control, el sentimiento de culpa, el aislamiento, los conflictos familiares o el descenso en el rendimiento académico son solo algunas de las consecuencias perniciosas destacadas por los investigadores.

Según los últimos datos proporcionados por el INE (2013), el uso del ordenador en menores de entre 10 y 15 años es prácticamente universal (95.2%), situándose en el 91.8% en el caso de Internet. Según el Estudio sobre hábitos seguros en el uso de las TIC por niños y adolescentes y e-confianza de sus padres, realizado por el Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación (INTECO, 2009) los niños, por lo general, se aproximan de un modo más natural a Internet que los adultos, ya que no solo buscan un servicio, sino que "están en Internet", formando parte de su vida cotidiana. De hecho, un 75% de los niños/as declaran que Internet les gusta "mucho o bastante más que otras cosas". Recientes trabajos han aportado datos en la misma dirección, constatando la precocidad a este nivel: antes de los 9 años, el 59% utiliza Internet para visitar páginas web, casi un tercio comparte fotos y vídeos, el 21% tiene correo electrónico y una décima parte se inicia ya en el uso de las redes sociales. A partir de los 14 años, el uso de redes sociales supera el 80%, hasta alcanzar el 85% a los 17 años (Bringué y Sádaba, 2009).

Desde una perspectiva global, estudios recientes han analizado la situación que viven los menores en el universo de las TIC (Lenhart, Madden, Smith, Purcell, Zickuhr y Rainie, 2011; Seybert y Reinecke, 2013). Es precisamente en este marco de preocupación transfronteriza donde nace el proyecto europeo EU Kids Online, elaborado al amparo de la Comisión Europea, y cuya tercera parte se encuentra actualmente en fase de desarrollo (Livingstone y Haddon, 2011). La primera parte (EU Kids Online I, 2006-2009) trataba de evaluar el uso que los niños hacen de Internet en los 25 países europeos participantes y elaborar recomendaciones sobre políticas públicas que promuevan un uso seguro de este (Livingstone y Haddon, 2009). La segunda parte (EU Kids Online II, 2009-2011) pretendía mejorar la base de conocimiento relativo a las experiencias y prácticas tanto de los menores, como de sus padres en el uso peligroso de Internet y las nuevas tecnologías online en Europa (Livingstone, Haddon, Górzig y Ólafsson, 2011a). Sus conclusiones sirvieron para evidenciar que con frecuencia los padres no son conscientes de los riesgos que experimentan sus hijos en Internet: solo un 28% de los padres bloquea o filtra webs y únicamente un 23% realiza un seguimiento de las webs visitadas por sus hijos (Livingstone, Haddon, Górzig y Ólafsson, 2011b). Paralelamente, en Oceanía se ha desarrollado el proyecto AU Kids Online (2011), con similares propósitos al proyecto europeo (Green, Brady, Ólafsson, Hartley y Lumby, 2011).

Todos estos trabajos no hacen más que mostrar el enorme interés que el tema viene suscitando desde hace más de una década, proliferando numerosas investigaciones y dando lugar a un volumen considerable de literatura científica. Un primer grupo de trabajos ha intentado proporcionar datos epidemiológicos acerca del uso y actitudes hacia Internet de diferentes poblaciones, en especial estudiantes, jóvenes y/o menores (Aslanidou y Menexes, 2008; DeBell y Chapman, 2003; Graner, Beranuy, Sánchez, Chamarro y Castellana, 2007; Ruiz-Olivares et al., 2010). Uno de los problemas de algunos de estos estudios suele residir en sus limitaciones muestrales, ya que habitualmente se centran en segmentos poblacionales específicos, limitando la validez externa de los resultados. Ello se contrapone con el énfasis que diferentes autores hacen en la necesidad de tener en cuenta las diferencias culturales, generacionales y sociodemográficas que subyacen en el uso de Internet (Gross, 2004; Li y Kirkup, 2007; Patchin y Hinduja, 2010; Schumacher y Morahan-Martin, 2001; Weiser, 2000) y que no hacen más que justificar la necesidad de llevar a cabo estudios cada vez más ambiciosos, capaces de proporcionar resultados generalizables.

Un segundo bloque de trabajos tiene que ver con la pregunta de dónde acaba el uso normal de Internet y dónde comienza el no saludable. La confusión terminológica existente no hace más que reflejar la falta de acuerdo que sigue existiendo al respecto. Baste decir que en la actualidad ni el DSM-5 ni la CIE-10 incluyen una categoría diagnóstica específica referida a la posible adicción a Internet o ciberdependencia. Cuando se hace referencia al uso peligroso de Internet la heterogeneidad terminológica es manifiesta: adicción a Internet (Chou y Hsiao, 2000; Goldberg, 1995; Kandell, 1998; Young, 1998a), uso poco sano o enfermizo (Scherer, 1997), uso compulsivo (Greenfield, 1999; Meerkerk, Van den Eijnden y Garretsen, 2006), uso patológico (Davis, 2001; Morahan-Martin y Schumacher, 2000), uso problemático (Caplan, 2002; Shapira et al., 2003), uso excesivo (Hansen, 2002), uso no regulado (LaRose, Lin y Eastin, 2003) o dependencia de Internet (Chen, Tarn y Han, 2004). El uso de una expresión concreta suele reflejar una concepción particular del problema. Términos como adicción a Internet o uso patológico de Internet sugieren que este fenómeno debiera ser incluido como un trastorno psiquiátrico independiente (Demetrovics, Szeredi y Rózsa, 2008) en los distintos manuales diagnósticos, aunque tampoco existe un claro consenso acerca de qué grupo de trastornos deberían ser el punto de partida para su descripción: trastornos por uso de sustancias o trastornos del control de impulsos (Shapira et al., 2003). Por su parte, el empleo de términos como uso problemático o excesivo pone el acento en la identificación de síntomas impulsivos y compulsivos, así como de problemas educativos derivados de un uso excesivo de Internet (Demetrovics et al., 2008). Numerosos trabajos han realizado aproximaciones teóricas y cualitativas al respecto, intentando dilucidar el marco más idóneo en el que encuadrar este concepto (Douglas et al., 2008; Yellowlees y Marks, 2007). Sin embargo, a día de hoy esta es una cuestión todavía por resolver.

Un tercer bloque de trabajos aborda la difícil tarea de desarrollar herramientas de medida y diagnóstico en un campo en el que la conceptualización del fenómeno está llena de controversias, por lo que han sido propuestos diferentes instrumentos. Goldberg (1995) parodió el fenómeno de la adicción a Internet utilizando unos criterios homólogos a los de la dependencia por substancias psicoactivas. Por su parte, Brenner (1997), tomando como referencia los criterios para la dependencia de substancias, creó el Internet-Related Addictive Behavior Inventory. Young (1998a), a su vez, desarrolló el Diagnostic Questionnaire, así como el Internet Addiction Test (Young, 1998b). Años más tarde, aparece la Pathological Internet Use scale (Morahan-Martin y Schumacher, 2000) y Davis, Flett y Besser (2002) publican la Online Cognitive Scale basándose en el modelo cognitivo-conductual (Davis, 2001) derivado de la psicopatología. Poco después se elabora el Thatcher's Problematic Internet Use Questionnaire (Thatcher y Goolam, 2005) y el Demetrovics' Problematic Internet Use Questionnaire (Demetrovics et al., 2008), así como otras escalas adaptadas a distintas poblaciones y culturas (Chow, Leung, Ng y Yu, 2009). En España, Echeburúa (2003) construyó el Test de Adicción a Internet y Gracia, Vigo, Fernández y Marcó (2002) diseñaron la escala PRI (problemas relacionados con el uso de Internet), basándose en los criterios de juego patológico y dependencia de sustancias. Posteriormente, Jenaro, Flores, Gómez-Vela, González-Gil y Caballo (2007) elaboraron la Internet Over-use Scale siguiendo los criterios de juego patológico, y Beranuy, Chamarro, Graner y Carbonell (2009) desarrollaron el Cuestionario de Experiencias Relacionadas con Internet (CERI).

A estos tres grandes bloques cabría añadir estudios que comparan a los individuos que usan Internet de un modo excesivo con aquellos que realizan un uso normal (Scherer, 1997; Yang y Tung, 2007; Young, 1998a); estudios de casos (Griffiths, 2000; Young, 1996); estudios correlacionales que estiman la relación existente entre el uso excesivo de Internet con otras variables -bienestar, rendimiento académico, control parental, determinada sintomatología psiquiátrica, características de personalidad, etc.- (Subrahmanyam y Lin, 2007; Yang, Choe, Baity, Lee y Cho, 2005); estudios que profundizan en las consecuencias o efectos de esta posible adicción (Weiser, 2001); estudios que formulan estrategias de seguridad y prevención (García-Piña, 2008; Echeburúa y De Corral, 2010); estudios que proponen o recopilan modelos explicativos de la adicción a Internet (Davis, 2001; Luengo, 2004; Young, 1999), así como recientes revisiones de los estudios realizados (Carbonell, Fúster, Chamarro y Orbest, 2012).

En definitiva, el desarrollo de la investigación en este campo y la abundante literatura existente no hacen más que constatar el enorme interés que ha suscitado y las controversias generadas. La creciente preocupación por los riesgos y consecuencias negativas que el uso inadecuado de Internet puede conllevar para los adolescentes justifican la necesidad de realizar nuevos estudios, que permitan disponer de una base de conocimiento cada vez más rigurosa, con la que calibrar mejor la magnitud del problema.

El presente estudio se plantea con el objetivo fundamental de conocer los hábitos de uso de Internet y las redes sociales entre los adolescentes, profundizando en sus actitudes, percepciones y creencias. La finalidad última es doble: a nivel descriptivo, la información recogida debe traducirse en un mejor conocimiento de la realidad y, a nivel aplicado, los resultados deben traducirse en recomendaciones concretas a diferentes niveles, que habrán de reflejarse en el diseño de estrategias de prevención y control avalados empíricamente.

 

Método

Participantes

Para dar cuenta de los objetivos señalados se recurrió a una metodología selectiva. Concretamente, se llevó a cabo una encuesta entre la población de estudiantes de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) de la comunidad autónoma de Galicia. Según datos de la propia Consellería de Educación de la Xunta de Galicia dicha población asciende a aproximadamente 89000 individuos. Para la selección de la muestra se utilizó un muestreo bietápico: por conglomerados, para la selección de las unidades de primer nivel (un total de 29 centros seleccionados de forma aleatoria, tanto públicos como privados/concertados, tanto de carácter urbano como rural y de las cuatro provincias gallegas, respetando las cuotas existentes a nivel poblacional). Para la selección de las unidades de segundo nivel (individuos) se utilizó un muestreo por cuotas, según el Género y el Ciclo. La muestra final estuvo compuesta por un total de 2339 estudiantes, 1171 mujeres y 1168 hombres, con edades comprendidas entre los 11 y los 18 años (M = 13.77; DT = 1.34). De estos, 1619 asistían a colegios públicos y 720 a colegios privados/concertados; 1239 cursaban el primer ciclo de la ESO (1o y 2o) y 1100, el segundo ciclo (3o y 4o).

Instrumentos

La recogida de datos se llevó a cabo mediante un cuestionario elaborado expresamente para el presente estudio, dividido en tres bloques: (1) un bloque sobre hábitos de uso de Internet, así como motivos y barreras, información, disponibilidad de aplicaciones y dispositivos, conocimiento y utilización de redes sociales y el papel de los padres en este contexto; (2) una escala de actitudes hacia Internet y las redes sociales, compuesta de 12 ítems; y (3) un último bloque en el que se recogían datos sociodemográficos como Género, Edad, Curso, Centro y Provincia.

La escala de actitudes hacia Internet y las redes sociales fue elaborada a partir de las aportaciones de diferentes trabajos (Armstrong, Phillips y Saling, 2000; Castellana et al., 2007; Gracia et al., 2002; Viñas, 2009), de los que fueron seleccionados un total de 12 ítems, que abarcaban diferentes aspectos referidos al modo en cómo ven los sujetos la relación de los adolescentes con Internet y las redes sociales, la relación de uno mismo con estas, así como posibles indicios de un mal uso o abuso de Internet. Lo que a los sujetos se les pedía era que manifestasen su grado de acuerdo con cada ítem, utilizando para ello una escala de respuesta tipo Likert de 5 puntos, desde 1 "Nada de acuerdo" a 5 "Totalmente de acuerdo".

Procedimiento

Los datos fueron recogidos en las propias aulas de los centros, en grupos de 15-20 individuos, mediante un cuestionario que cada participante debía cumplimentar de forma individual. La recogida de la información fue supervisada por investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela, con experiencia en la realización de este tipo de tareas. Cada sujeto fue informado de la finalidad del estudio y de que los datos iban a ser tratados de manera totalmente confidencial y anónima, ya que en ningún momento se les pedía ni su nombre ni ningún tipo de dato identificativo. Se contó con la colaboración y el consentimiento tanto de la dirección de los centros, como de las respectivas asociaciones de madres y padres de alumnos. La participación fue voluntaria y el tiempo para la cumplimentación del cuestionario osciló entre 20 y 25 minutos.

El número inicial de cuestionarios recogidos fue de 2468, si bien 129 fueron rechazados tras un exhaustivo proceso de revisión, bien por presentar un excesivo número de valores ausentes, incoherencias o bien por distorsionar las cuotas establecidas.

 

Resultados

Resultados a nivel descriptivo

Hábitos de uso de Internet

En primer lugar, tal y como se recoge en la Tabla 1, el 60.4% de los adolescentes reconoce conectarse a Internet todos los días. Un primer dato de interés sería, por tanto, que 6 de cada 10 adolescentes hacen un uso diario o regular de Internet. A estos habría que añadir un 26.8% que se conecta una o dos veces por semana. Aquellos que usan Internet se conectan, por lo general, entre 1 y 2 horas al día (45.8%) y lo hacen masivamente desde su casa (88.1%), aunque un 22.7% se conecta también desde la casa de sus amigos o familiares y un 15.8% a través del móvil. Es importante advertir asimismo que un 10.5% se estaría conectando más de 3 horas al día.

 

 

Por lo que se refiere a la franja horaria de conexión lo habitual es hacerlo entre las 16h y las 21h (56.8%). No obstante, casi un 40% se conecta también entre las 21h y las 24h y un 5.8% lo hace incluso a partir de medianoche.

En cuanto a los motivos de conexión, tal y como se detalla en la Tabla 2, las respuestas de los sujetos son muy variadas, si bien destacan fundamentalmente cuatro: hacer uso de las redes sociales (85%), descargar música, películas, vídeos o imágenes (64.4%), buscar información relacionada con los estudios (60.2%) y hacer uso del correo electrónico (52.1%). Cabe advertir también que, en términos absolutos, un 28.2% de los participantes en el estudio afirman ser usuarios de juegos online, de diferentes tipos y/o formatos, tanto de carácter individual como grupal, más allá de los juegos de azar tradicionales. Un último dato digno de mención es que el 36.2% de los adolescentes manifiesta no conectarse todo lo que legustaría. Información sobre Internet

 

 

Otra de las cuestiones a priori interesantes del presente estudio era pulsar el nivel de información que los propios adolescentes dicen tener acerca de Internet, así como identificar las principales fuentes y demandas de información. En líneas generales, el nivel de información autopercibido es relativamente alto, alcanzando un promedio de 3.52 en una escala de 1 a 5. Tal y como se recoge en la Tabla 3, el 48.9% de los adolescentes dicen que su nivel de información es Alto o Muy alto, mientras que únicamente el 6.9% se considera poco informado. Por lo que se refiere a las fuentes de información, el 64.8% se considera autodidacta, el 40.6% ha aprendido a través de familiares y un 38.7% a través de amigos. Los centros educativos no parecen ser una fuente de información relevante a este nivel (18.6%). Por último, las demandas de información se centran, sobre todo, en las redes sociales (45%), así como en lo relativo a la seguridad y confidencialidad de la Red (41.9%).

 

 

Disponibilidad de aplicaciones y dispositivos

Un dato interesante es que en términos absolutos el 55% de los adolescentes cuenta con conexión a Internet en su propio cuarto. Además, tal y como se recoge en la Tabla 4, prácticamente 9 de cada 10 adolescentes (89%) hacen uso de Messenger, aunque solo el 43.8% de estos lo utiliza de forma regular. En cuanto a la cámara Web, un 63.2% dispone de dicho dispositivo, aunque solo el 19.5% la usa de modo habitual. Profundizando en los usos de Internet, se ha de señalar que 9 de cada 10 adolescentes gallegos/as disponen de correo electrónico (89.8%), la mayoría dispone de una única cuenta (57.6%), aunque uno de cada cuatro (25.2%), de dos y un 17.2%, de tres o más. Por lo que se refiere a la frecuencia de uso del correo, las respuestas encontradas son muy variadas, aunque lo habitual es que lo hagan dos o tres veces a la semana (27.8%).

 

 

Conocimiento y utilización de redes sociales

Tal y como se puede observar en la Tabla 5, el nivel de conocimiento de las redes sociales entre los/as estudiantes de ESO es muy elevado. Tuenti y Facebook son las redes sociales más conocidas, con un 96.7% y un 91.9% de notoriedad, respectivamente, aunque Twitter (69.7%) y MySpace (55.6%) alcanzan también porcentajes relativamente altos. Un dato especialmente interesante es que el 85.1% de los/as adolescentes está registrado en al menos una red social, casi el 40% en dos y hasta un 15.9% en tres o más. De manera desglosada, cabe informar de que el 81.4% está registrado en Tuenti y un 57% en Facebook. Por lo que se refiere a las motivaciones que les llevan a hacer uso de las redes sociales, las respuestas son muy variadas, aunque destacan dos por encima de las demás: hablar con amigos y familiares (67.5%) y ver fotos, chatear y hacer comentarios (33.6%).

Papel de los padres

Otra de las cuestiones de interés en el presente trabajo era explorar el papel de los padres con relación al uso que los adolescentes hacen de Internet. Un primer dato revela que tan solo en el 46% de los casos existe un control parental al respecto (ver Tabla 6). Estaríamos hablando de un 52.8% de escolares a los que sus padres no controlan, ni ponen límite alguno a la hora de usar Internet. Un dato complementario es que el 77.9% de los chicos/as que utilizan Internet, no han tenido nunca o casi nunca una discusión con sus padres por su uso; mientras que el 6.3% manifiesta tener problemas muchas veces y el 14.6%, de vez en cuando. Por último, habría que añadir que 1 de cada 4 padres (25.5%) no han utilizado nunca o prácticamente nunca Internet, dato que contrasta claramente con el porcentaje registrado entre los propios adolescentes (5%). Estamos, por tanto, ante una brecha generacional considerable, que bien podría estar detrás del escaso control parental encontrado. En concreto, cuando se realiza un contraste de independencia entre las variables utilización de Internet por parte de los padres y control ejercido por estos, se obtiene un resultado significativo (%2 = 21.66; p < .001), comprobándose que el control es menor entre aquellos padres que no utilizan Internet (39%) que entre los que sí lo utilizan (50.2%).

 

 

Actitudes

Para estudiar las actitudes hacia Internet y las redes sociales se construyó una escala ad hoc que constaba de 12 ítems extraídos de la literatura sobre el tema. En primer lugar se llevó a cabo un Análisis Factorial Exploratorio, utilizando el Método de Componentes Principales. El índice KMO fue de .854 y el Test de Esfericidad de Bartlett de 5412.65 (p < .001). El análisis proporcionó 3 factores, que explicaban conjuntamente el 54.89% de la Varianza de los datos. En el primero de ellos (con un 32.45% de varianza explicada) saturaban fundamentalmente 5 elementos, todos ellos referidos a posibles consecuencias negativas derivadas de un uso inadecuado de Internet o incluso de un posible riesgo de dependencia. En el segundo factor (que explicaba el 12.28% de la varianza), saturaban un total de 4 ítems referidos al nivel de apego, vínculo o simpatía que generan las redes sociales e Internet para uno mismo y, por último, el tercer factor (al que correspondería únicamente un 10.16% de la varianza) estaría representado por 3 ítems referidos a una posible percepción negativa de la relación entre Internet y las redes sociales y los Otros.

Este primer análisis sirvió de base para la realización de un Análisis Factorial Confirmatorio (AFC), partiendo de un modelo teórico de tres dimensiones o factores, tal y como se recoge en la Figura 1. En la Tabla 7 se muestran los estadísticos descriptivos para cada uno de los ítems y dimensiones de la escala.

 

 

El promedio mayor corresponde a la Dimensión I (Exoactiud Negativa) con un valor de 4.04 sobre 5, siendo el ítem 1 (Creo que cada vez hay más gente de mi edad "enganchada" a Internet y las redes sociales) el que presenta una media mayor (4.36). Por su parte, la dimensión con un promedio menor es la Dimensión III, referida al posible Riesgo de Dependencia (2.54), siendo el ítem 12 el que tiene una media inferior (2.01). Los elementos que presentan una mayor homogeneidad corresponden a la primera dimensión, tanto tomados en conjunto (DT = 0.83), como de forma individual. En cuanto a los valores de la asimetría estandarizada, los ítems 1, 2, 3, 5, 7 y 11 presentan una marcada asimetría negativa, con valores absolutos superiores a 3. Por el contrario, los ítems 8, 10 y 11 presentan una notable asimetría positiva. Con relación a la curtosis, tan solo el ítem 1 presenta un valor por encima de 10, situándose el resto dentro de los límites razonables (Kline, 2005). Por último, el coeficiente de Mardia fue de 8.08, lo que indica que la hipótesis de normalidad multivariante debería ser rechazada. Sin embargo, trabajos como Rodríguez y Ruíz (2008), señalan como asumibles valores que estén por debajo de 50.

A pesar de la ausencia relativa de normalidad, para la estimación de parámetros se utilizó el método de Máxima Verosimilitud (ML), habida cuenta de que trabajos como el de Curran, West y Finch (1996) o Tomás y Oliver (1998), advierten que dicho método es razonablemente robusto ante el incumplimiento de normalidad, cuando se trabaja con muestras grandes como es nuestro caso. No obstante, se utilizaron de manera complementaria otros procedimientos (GLS, ULS y ADF), obteniendo resultados muy similares e incluso con niveles de ajuste más elevados. Además, para intentar garantizar la estabilidad de los resultados se realizó una validación cruzada, comparando el ajuste del modelo para dos submuestras diferentes, obtenidas a partir de la división aleatoria de la base de datos original en dos mitades. Los análisis fueron realizados mediante el programa Amos 20, implementado en el paquete estadístico IBM SPSS Statistics 20. Los parámetros estimados estandarizados se recogen en la Figura 1 y los índices de bondad de ajuste del modelo AFC en la Tabla 8. Todos las saturaciones factoriales (X) fueron estadísticamente significativas y superiores a .50. Por su parte, las correlaciones entre factores presentan valores relativamente bajos (φ < .50), lo que supondría una evidencia de validez discriminante. La excepción es la elevada correlación encontrada entre la Endoactitud Positiva y el Riesgo de Dependencia, que es de .74, lo cual revela cierto grado de convergencia de ambas dimensiones.

Un análisis detallado de los índices de modificación proporcionados por el programa sugirieron además la liberación de dos parámetros concretos, referidos a la relación entre los errores de medida asociados al ítem 5 y el ítem 6 (δ56), por un lado, y al ítem 8 y el 12 (δ812), por otro, resultando en ambos casos estadísticamente significativos y coherentes desde un punto de vista conceptual.

Por lo que se refiere al ajuste del modelo, tal y como recomiendan diferentes autores (Brown, 2006; Byrne, 2009; Hu y Bentler, 1999; Kline, 2005), para una mejor evaluación del mismo se consideraron de manera simultánea varios índices: X2, X2/gl, GFI (Goodness of Fit Index), AGFI (Adjusted Goodness of Fit Index), CFI (Comparative Fit Index), NFI (Normed Fit Index), TLI (Tucker Lewis Index) y RMSEA (Root Mean Square Error of Approximation). Siguiendo las recomendaciones de Steiger (1998) en el caso del RMSEA se incluyeron también los intervalos de confianza para el 90%. Como se puede observar en la Tabla 8, el ajuste de la escala al modelo teórico de partida es elevado, obteniéndose valores de GFI, AGFI, CFI, TLI y NFI por lo general superiores a .95. Algo similar puede decirse del valor de RMSEA (por debajo del valor .06 recomendado por Hu y Bentler, 1999). Por otra parte, el nivel de ajuste encontrado en las dos submuestras aleatorias consideradas fue prácticamente idéntico.

Por último, se estudió la consistencia interna, obteniéndose un coeficiente alfa de Cronbach de .80 para la escala en su conjunto. Los valores particulares para cada dimensión fueron algo inferiores (α1= .51; α2= .77 y α3= .78), especialmente en el caso de la Dimensión I, si bien conviene recordar que está compuesta por tan solo 3 elementos.

Retomando los resultados a nivel descriptivo, más allá de las propiedades psicométricas de la escala de actitudes desarrollada, cabría afirmar que los adolescentes comparten en buena medida la idea de que la "gente de su edad" hace un uso por lo general poco recomendable de la Red ("Creo que cada vez hay más gente de mi edad "enganchada" a Internety las redes sociales'; "Algunos/as de mis amigos/as hacen un uso excesivo o poco adecuado de Internety las redes sociales"; "Mucha gente utiliza las redes sociales para ligar, tontear, etc."). Sin embargo, cuando se trata de realizar atribuciones acerca de sí mismos, informan de un posible riesgo de dependencia muy bajo y de un nivel de apego hacia Internet y las redes sociales relativamente moderado.

A continuación se analizaron las posibles diferencias por Género, Ciclo y Titularidad del centro.

Diferencias por Género

Aunque las principales motivaciones a la hora de utilizar la Red son similares para chicos y chicas (uso de redes sociales y descarga de archivos) es posible señalar algunas diferencias significativas (χ2 = 441.51; p < .001), especialmente en el caso de la búsqueda de información relacionada con los estudios (mencionada por un 66.6% de las chicas, frente a un 54.3% de los chicos), o en la participación en juegos online (44.4% en los varones y 15% en las mujeres).

Los chicos afirman estar más informados (Mchicos = 3.59; Mchicas = 3.45; t = 4.174; p < .001) y se muestran interesados en mayor medida por aspectos técnicos (45.5% de los chicos frente al 27.8% de las chicas), mientras que a las chicas les preocupa más la seguridad y confidencialidad (un 49.6% frente a un 38.8%) y cómo buscar información de todo tipo en la Red (36.3% frente al 31.3%) (χ2 = 109.84; p < .001). Se ha encontrado también un uso mayor de Messenger en el caso de las chicas (aplicación utilizada por un 47.8% de las chicas y un 39.6% de los chicos; χ2 = 13.99; p < .001). Por lo que se refiere a las redes sociales, las mujeres mostrarían un nivel de interacción mayor que los varones (el 36.5% de ellas ve fotos, chatea y hace comentarios, frente al 30.7% de ellos; y el 11.5% de las chicas cuelga fotos y vídeos, frente al 7.4% de los chicos). Estos, por su parte, hacen un uso significativamente mayor de los juegos (el 10.6% de los varones frente al 6.8% de las mujeres) (χ2 = 117.26; p < .001).

Pese a que no se encuentran diferencias significativas en cuanto a la frecuencia, ni al tiempo de conexión, las chicas manifiestan un descontento significativamente mayor por no poder conectarse tanto como les gustaría (un 42.5% de las chicas frente al 30% de los chicos; x2 = 41.35; p < .001). Por último, es interesante señalar también el hecho de que las discusiones por causa de Internet son significativamente más frecuentes en el caso de las chicas (24.8%) que en el de los chicos (17.1%) (x2 = 21.65; p < .001). Esta misma tendencia se constata en el control parental (ejercido sobre el 52.5% de las chicas frente al 39.5% de los chicos; x2 = 42.14; p < .001), lo que evidenciaría el papel diferente que los padres estarían ejerciendo en unos casos y en otros.

Diferencias por Ciclo

En primer lugar cabe señalar que la frecuencia de conexión es significativamente mayor entre los alumnos de segundo ciclo (χ2 = 103.93; p < .001), con un porcentaje del 70% que se conecta diariamente, frente a un 51.3% en el caso de los adolescentes de primer ciclo. Algo similar puede decirse del tiempo de conexión, significativamente mayor entre los estudiantes de segundo ciclo (el 32.7% de los adolescentes de segundo ciclo se conecta más de dos horas diariamente, frente al 22.9% en el caso de primer ciclo; χ2 = 31.09; p < .001). Son además significativas las diferencias en cuanto a la franja horaria de conexión (χ2 = 136.76; p < .001). Sirva como ejemplo que en el caso de los adolescentes de segundo ciclo el porcentaje de sujetos que se conecta a Internet a partir de las 21h es del 49.7%, siendo casi la mitad (28.4%) en primer ciclo.

Otro dato interesante tiene que ver con los lugares de conexión: los/as adolescentes de primer ciclo acceden a la Red comparativamente más desde casa de amigos o familiares (casi 1 de cada 4), mientras que los/as de segundo ciclo lo hacen en mayor medida desde su móvil (19.5%), el centro escolar (14.1%) o cualquier lugar con wifi (19.7%) (χ2 = 52.59; p < .001). Como era de esperar, los/as adolescentes de segundo ciclo dicen estar más informados sobre Internet (M 1er ciclo = 3.49; M 2º ciclo = 3.56; t = -2.06; p < .05), son más autodidactas (el 73.1% frente al 58.2%) y recurren en mayor medida a amigos como fuente de información (el 46.1% frente al 32.4%) (χ2 = 115.38; p < .001). Por otra parte, los estudiantes de primer ciclo recurren más a familiares (el 44.8% frente al 37.5%), lo que revela un grado de autonomía menor.

El uso de las redes sociales es el principal motivo de conexión a Internet para ambos grupos, aunque de forma más marcada en el caso de los/as mayores (91.4% frente al 79.2%). Son también los/as estudiantes de segundo ciclo los que señalan tanto las descargas (un 72.8% frente a un 56.1%), el disfrute online de contenidos (el 51.6% frente al 39.6%), como la búsqueda de información de todo tipo (61.9% y 59%), entre los principales motivos de utilización de la Red. Por el contrario, son los/as de primer ciclo los que participan más en juegos online (34.3% y 25.6%) (χ2 = 235.61; p < .001).

Como era de esperar también los/as de segundo ciclo disponen en mayor medida de correo electrónico (94.6% y 85.2%; χ2 = 57.10; p < .001), Messenger (93.1% y 85.1%; χ2 = 37.99; p < .001) y cámara Web (65.8% y 60.6%; x2 = 6.87; p < .01). Asimismo, un 23.7% de los adolescentes de primer ciclo no cuenta con un perfil en ninguna red social, porcentaje que desciende al 5.8% en el caso de los de segundo ciclo (χ2 = 155.86; p < .001). El principal motivo de uso de las redes sociales es para ambos el contacto con amigos y familiares, sin embargo, los/as adolescentes de mayor edad aluden en mayor medida a la posibilidad de ver fotos, chatear y hacer comentarios (un 39.5% frente a un 27.3%). Por otro lado, los/as más jóvenes aluden comparativamente más a los juegos que estas ofrecen (10.2% y 7.2%; χ2 = 159.47; p < .001).

Otro dato de interés es que el porcentaje de sujetos que refiere discusiones frecuentes con sus padres a causa de Internet es casi el doble entre los estudiantes de segundo ciclo (27.3%), que entre los de primero (14.7%) (χ2 = 91.79; p < .001).

Por último, en lo relativo a las actitudes hacia Internet y las redes sociales, resulta muy revelador el hecho de que los adolescentes de segundo ciclo manifiesten una mayor exoactitud negativa (M 1er ciclo = 3.96; M 2º ciclo = 4.11; t = -4.07; p < .001), una mayor endoactitudpositiva (M 1er ciclo = 3.21; M 2º ciclo = 3.44; t= -4.68;p < .001) y, al mismo tiempo, un mayor riesgo de dependencia (M 1er ciclo = 2.41; M 2º ciclo = 2.69; t = -5.49;p < .001). Podría decirse, por tanto, que con la edad aumentaría la percepción o nivel de consciencia del uso peligroso que los otros pueden estar haciendo de la Red, aumenta también la simpatía, apego o vínculo con esta y, además se incrementan las conductas o manifestaciones que pueden implicar en sí mismas un mayor de riesgo de ciberdependencia.

Diferencias por Titularidad del Centro

En primer lugar, el uso regular de la Red es ligeramente menor entre los alumnos de centros públicos, siendo el porcentaje de sujetos que se conectan Nunca, Casi nunca u Ocasionalmente de un 14.6%, frente al 8.6% en el caso de los que acuden a centros privados y concertados (χ2 = 17.56; p < .005). Estos últimos disponen en mayor medida de conexión a Internet en su casa (94.3% frente al 86.7%), en su móvil (21.8% frente al 13.4%) (χ2 = 75.49; p < .001) y en su propio cuarto (64.3% y 59.5%; χ2 = 4.59; p < .05), al igual que sucede con la cámara Web (67.9% y 61.1%; χ2 = 9.97; p < .005).

De igual modo, los/as estudiantes de centros privados consideran que tienen un nivel de información mayor sobre Internet (M público = 3.49; Mprivado = 3.58; t = -2.38; p < .05). En cuanto a los padres, un primer dato de interés es que el porcentaje de usuarios de la Red es significativamente mayor (χ2 = 98.72; p <.001) entre los progenitores de adolescentes que acuden a centros privados que públicos (86.1% frente 67%). Ello posiblemente esté relacionado también con el hecho de que los padres y familiares constituyan en mayor medida una fuente de información sobre Internet para sus hijos/as (el 45.1% en el caso de adolescentes que acuden a centros privados, frente al 39.4% de centros públicos; χ2=21.4; p < .005), y que ejerzan un mayor control sobre estos/as (49.7% en centros privados y 44.3% en públicos; χ2 = 7.33;p < .05), siendo más frecuentes las discusiones en el caso de los alumnos de centros privados (un 23.8% frente a un 19.7%; χ2 = 14.77; p < .01).

Por último, a nivel actitudinal, en la Dimensión III (Posible Riesgo de Dependencia), se ha encontrado un promedio significativamente mayor entre los alumnos de centros privados (Mpúblico = 2.51; Mprivado = 2.62; t = -2.19; p < .05).

 

Discusión y Conclusiones

La preocupación por el uso que los adolescentes hacen de Internet se ha visto acrecentada en los últimos años. La alarma social generada ha llevado incluso a que muchas investigaciones hayan centrado sus esfuerzos no solo en tratar de medir o calibrar la verdadera magnitud del problema, sino también en valorar si el uso de Internet puede constituir o no un tipo específico de adicción (Carbonell et al., 2012; La-Rose et al., 2003; Widyanto y Griffiths, 2006), y en desarrollar instrumentos de diagnóstico adecuados (Caplan, 2002; Demetrovics et al., 2008).

En este contexto, el presente trabajo fue planteado con un doble objetivo: por un lado, disponer de datos empíricos que se traduzcan en un conocimiento más preciso y objetivo del uso que nuestros adolescentes están haciendo de Internet y las redes sociales, así como de las actitudes y percepciones que suscitan; por otro lado, el análisis de los datos habrá de facilitarnos una mejor comprensión de las relaciones que los jóvenes mantienen con la Red, identificando algunas de sus claves y promoviendo acciones preventivas que fomenten un uso más saludable o racional.

Entre los resultados más sobresalientes cabe destacar, en primer lugar, la constatación empírica de que tanto Internet como las redes sociales tienen un nivel de implantación muy elevado en la población objeto de estudio. Los datos disponibles permiten afirmar que 9 de cada 10 estudiantes de secundaria de la comunidad gallega hacen uso de Internet habitualmente (el 60% a diario). Este resultado sería similar a los facilitados por el informe europeo EU Kids Online (Garmendia, Garitaonandia, Martínez y Casado, 2011), en el que se recoge que un 58% de los menores españoles usan Internet todos o casi todos los días y un 34% lo utiliza una o dos veces por semana. Otro dato coincidente con el informe europeo es que el lugar de conexión por excelencia es el propio domicilio familiar (en torno al 85% tanto en el caso de Galicia, como de España y Europa). De igual modo, el 55% de los adolescentes gallegos aseguran contar con conexión en su habitación, porcentaje algo superior al valor medio europeo (49%) y al del conjunto de España (42%). Cabe recordar, no obstante, las limitaciones muestrales del trabajo de campo, correspondiendo a nuestro país un total de 1024 entrevistas, menos de la mitad que en el presente estudio. En ese sentido, independientemente de otro tipo de limitaciones, los propios márgenes de error manejados hacen que posiblemente los datos obtenidos para Galicia pudieran representar mejor los del conjunto del estado, que los facilitados por el informe europeo EU Kids Online.

Algo similar puede decirse con relación al uso del móvil para conectarse a Internet. Así, un 15.8% de los/as adolescentes gallegos/as afirma conectarse a la Red a través del móvil, porcentaje superior al 6% que el informe europeo atribuye a España, aunque muy inferior al 31% alcanzado para el conjunto de Europa (Garmendia et al., 2011). En cualquier caso, la diferencia respecto a Europa bien puede estar evidenciando el potencial de crecimiento de este tipo de dispositivos y alertaría de nuevos riesgos.

Por lo que se refiere a las motivaciones que subyacen al uso de la Red, la heterogeneidad de las respuestas encontradas no hace más que constatar la complejidad que, desde un punto de vista motivacional, el uso de Internet posee para los adolescentes, presentando ante ellos un rico abanico de actividades, posibilidades y "beneficios". La gama de motivos es muy amplia, siendo el más citado el hacer uso de las redes sociales (85%), seguido de la realización de descargas (64.4%), la búsqueda de información relacionada con los estudios (60.2%) y el uso del correo electrónico (52.1%), datos que vienen a coincidir con los facilitados por el informe europeo para el conjunto de España (Garmendia et al., 2011).

En cuanto a las redes sociales, el nivel de implantación es también muy elevado (el 85.1% está registrado en al menos una red social) y las razones de su uso vuelven a revelar la enorme riqueza motivacional subyacente (contacto online mediante chats, subir y bajar fotografías y vídeos, compartir información sobre diferentes temas y eventos, conocer y quedar con gente, cotillear, participar en juegos...).

En relación al papel ejercido por los padres, un 52.8% de los/as adolescentes señala que sus padres no lo controlan a la hora de navegar por Internet, y uno de cada cuatro afirma que sus padres no han utilizado nunca o casi nunca la Red. Se ha comprobado también que el control ejercido por los padres es significativamente menor cuando estos no hacen uso de Internet. Todos estos resultados muestran la brecha generacional existente, aunque es previsible que se reduzca con el paso de los años, y ponen de relieve la necesidad que a día de hoy existe de informar y fomentar un mayor conocimiento por parte de los padres, concienciándolos de todo lo que Internet puede reportar. Ello presumiblemente derivaría en un establecimiento más eficiente de límites y normas y en la posibilidad de convertirse en una valiosa fuente de información para sus propios hijos/as.

En cuanto a las actitudes hacia la Red, más allá de las propiedades psicométricas de la escala desarrollada (lo que la convierte en un instrumento interesante a nivel aplicado), los resultados evidencian que los/as adolescentes comparten en buena medida la idea de que la "gente de su edad" hace un uso, por lo general, poco recomendable de Internet. No obstante, cuando se trata de realizar atribuciones acerca de sí mismos, informan de un riesgo de dependencia muy bajo aunque, al mismo tiempo, de un cierto grado de apego que puede considerarse moderado.

Como ya se ha mencionado, este trabajo pretendía explorar también qué variables sociodemográficas podrían estar modulando el uso de la Red. En cuanto al Género, los resultados muestran que, comparativamente, las chicas utilizan Internet más como fuente de información relacionada con los estudios, mientras que los chicos participan más en juegos online. Estos resultados vienen a coincidir con los encontrados por Weiser (2000) y con los relativos a los menores españoles recogidos en el proyecto europeo EU Kids Online (Garmendia et al., 2011). De igual modo, los chicos dicen poseer mayor nivel de información (Li y Kirkup, 2007). Por otra parte, los resultados refuerzan la idea de que no existen diferencias significativas en cuanto a la frecuencia y tiempo de conexión, tal y como plantearon trabajos anteriores como el de Gross (2004). Sí se han encontrado diferencias significativas en cuanto al descontento por no poderse conectar todo lo que les gustaría, mayor en el caso de las chicas. Este hecho, unido a la mayor frecuencia de discusiones con los padres y al mayor control ejercido por parte de estos, sugiere dos posibles explicaciones: por un lado, una mayor precocidad por parte de las mujeres y, por otro, una actitud más protectora por parte de los padres.

En cuanto a las diferencias encontradas por Ciclo, estas no hacen más que constatar el papel de la Edad. En concreto, el tiempo de uso de Internet así como la frecuencia de conexión es significativamente mayor entre los adolescentes de segundo ciclo. Este resultado coincide con los datos del proyecto EU Kids Online, tanto para la muestra española como para el conjunto de Europa (Garmendia et al., 2011). Son diversos los datos que reflejan una mayor autonomía por parte de los adolescentes de segundo ciclo a la hora de utilizar Internet (se conectan más desde su móvil, desde el centro escolar o cualquier lugar con wifi; dicen estar más informados, son más autodidactas y recurren en mayor medida a amigos como fuente de información; amplían el abanico de posibilidades que les brinda Internet, haciendo un uso mayor de las redes sociales, búsqueda de información, descargas o disfrute online de contenidos; disponen en mayor medida de correo electrónico, Messenger y cámara Web, etc.). En lo relativo a las actitudes, los/as adolescentes de segundo ciclo presentan mayores puntuaciones en todas las dimensiones, lo cual refleja una mayor conciencia de los riesgos que Internet entraña (Exoactitud Negativa) pero, al mismo tiempo, un mayor grado de adhesión y simpatía (Endoactitud Positiva), así como un mayor Riesgo de Dependencia (posiblemente ligado al mayor uso que realizan de la Red).

De igual modo, el porcentaje de adolescentes que discute con sus padres a causa de Internet es el doble que en los de primer ciclo. Ello hace pensar que la influencia positiva que pueden llegar a ejercer los padres en el uso saludable de la Red será mayor cuanto a más temprana edad se fomente y, por tanto, invita a una mayor información y sensibilización.

Por lo que se refiere a la Titularidad del Centro, se ha encontrado que la frecuencia de conexión es mayor entre los/as adolescentes que asisten a centros privados y concertados, resultado congruente con el obtenido por Garmendia et al., (2011). De igual modo, estos poseen en mayor medida conexión en casa (e incluso en su propio cuarto), al igual que dispositivos como cámara Web o conexión a través del teléfono móvil. En la misma línea, los/as estudiantes de centros privados/concertados se muestran más informados y son los que acuden en mayor medida a sus familiares como fuente de información. Estas diferencias vuelven a coincidir con las encontradas por Garmendia et al. (2011), aunque en su caso las diferencias se establecen entre niveles socioeconómicos.

Tratando de integrar los resultados obtenidos, cabría decir en primer lugar que no parece justificada una actitud alarmista ante el problema. Las cifras encontradas revelan un uso "esperable" de Internet y las redes sociales entre los adolescentes, siendo en buena medida coherentes con los datos presentados en estudios precedentes (Bringué y Sádaba, 2009; Garmendia et al., 2011). No obstante, los elevados niveles de implantación detectados, así como la multiplicidad de usos y motivaciones subyacentes, aconsejan una postura cautelosa al respecto, más aún si se tiene en cuenta el papel residual que parecen ejercer los padres y la enorme brecha generacional existente.

Si a partir de estos datos se intenta estimar el volumen de adolescentes que podrían estar haciendo un uso aparentemente peligroso de la Red (se conectan diariamente, durante más de dos horas, no se conectan todo lo que les gustaría y tienen frecuentes discusiones con sus padres a causa de Internet), podríamos estar hablando de algo más de un 2% de individuos; dato que extrapolado a la población gallega de estudiantes de ESO representaría aproximadamente unos 2000 casos. Si se analiza su distribución en diferentes variables, puede comprobarse además que este porcentaje es significativamente mayor entre las mujeres (χ2 = 4.01; p < .05; 2.9% frente a un 1.5% en hombres); entre escolares de segundo ciclo (χ2 = 6.23; p < .05; 3% frente a un 1.3% en primer ciclo), y ligeramente mayor en los centros privados o concertados (2.7% frente a un 2% en centros públicos). Se comprobó además que este grupo de individuos presentan puntuaciones significativamente mayores en la Dimensión de Posible Riesgo de Dependencia de la escala de actitudes desarrollada (t = -12.935; p < .001), lo que proporciona evidencias de su validez de criterio y/o capacidad discriminativa.

En definitiva, la realidad que describen los resultados presentados coincide con la visión proporcionada por buena parte de los trabajos previos, aunque en muchas ocasiones estos se hayan centrado en aspectos excesivamente concretos (lo que impide disponer de una visión global del problema objeto de estudio), y en otros casos hayan sido obtenidos a partir de muestras muy limitadas, como es el caso de los datos proporcionados por el propio Informe europeo EU Kids Online, para el conjunto del estado español. Pero más allá de disponer de una visión algo más completa y objetiva de la realidad, la intención del presente trabajo era contribuir al diseño de estrategias y líneas de actuación a nivel de prevención y control, que favorezcan un uso más saludable de Internet entre los más jóvenes.

En ese sentido, habida cuenta de que Internet es utilizado principalmente en el entorno del propio hogar, corresponde a los padres ejercer un control efectivo de su uso, por lo que se hace necesario que dispongan de un buen conocimiento de todo lo que tiene que ver con la Red y las nuevas tecnologías, convirtiéndose así una fuente de información y un verdadero elemento de referencia para sus hijos. Tal y como recomienda Mayorgas (2009), es necesario reforzar medidas que insten a los padres a que ejerzan un control más estrecho y responsable del uso de Internet que hacen sus hijos/as, tanto en su propia casa (ubicando los ordenadores en lugares comunes), como a través de otras vías o dispositivos (teléfono móvil, conexiones wifi, ciber, etc.), así como en lo relativo al control de los contenidos. Asimismo, sería recomendable que los padres limitasen tanto la frecuencia de conexión, como el tiempo que sus hijos/as pasan en la Red.

En segundo lugar, los resultados obtenidos advierten de la necesidad de trabajar con los centros educativos. Estos deben convertirse en una fuente relevante de información y formación con relación a Internet y en un interlocutor válido para modular los conocimientos, actitudes y hábitos de uso entre los/as adolescentes. Más allá de las tradicionales "clases de informática", sería recomendable establecer en los propios diseños curriculares una formación integral sobre Internet, bajo una orientación psicosocial, que favorezca un uso saludable.

La tercera línea o frente de actuación debe desarrollarse a nivel institucional. Las diferentes administraciones deben asumir su responsabilidad a través de medidas concretas como: (1) favorecer la realización periódica de estudios que permitan hacer un seguimiento objetivo y puntual del problema; (2) promover la elaboración y validación de herramientas de screening que hagan posible un cribado del uso peligroso y la dependencia de Internet entre los más jóvenes, posibilitando una rápida detección y consecuente derivación a los servicios de salud o dispositivos asistenciales que proceda; (3) realizar campañas de información y sensibilización dirigidas a segmentos o targets concretos (padres, educadores.); (4) implicar y coordinar a diferentes instituciones, órganos o agentes sociales (Consejerías de Educación, Defensor del Pueblo, Institutos de Consumo, asociaciones de padres, asociaciones de consumidores, etc.); y (5) promover que las propias firmas comerciales y proveedores de Internet implementen mecanismos de control que puedan ser utilizados por padres y educadores de modo sencillo y efectivo a la hora de controlar y limitar el uso de Internet por parte de los/as adolescentes.

 

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Dirección para correspondencia:
Antonio Rial Boubeta
Área de Metodología de las Ciencias del Comportamiento
Facultad de Psicología
Universidad de Santiago de Compostela
Campus Vida s/n 15782 Santiago
A Coruña (España)
E-mail: antomo.riaLboubeta@usc.es

Artículo recibido: 26-9-2012
Revisado: 7-2-2013
Aceptado 14-1-2013

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