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Anales de Psicología

versão On-line ISSN 1695-2294versão impressa ISSN 0212-9728

Anal. Psicol. vol.30 no.3 Murcia Out. 2014

https://dx.doi.org/10.6018/analesps.30.3.166291 

 

Características familiares asociadas a violencia filio-parental en adolescentes

Family characteristics associated with child-to-parent aggressions in adolescents

 

 

Esther Calvete, Manuel Gámez-Guadix e Izaskun Orue

Deusto Stress Research. Universidad de Deusto

Esta investigación ha sido financiada por una subvención del Gobierno Vasco, Ref. PI2011-46 y por Bizkailab, Ref. 5736.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

La violencia filio-parental (VFP) constituye un área de creciente interés. Los estudios previos apuntan a factores familiares dispares como elementos explicativos de la VFP, tales como exposición a la violencia, la negligencia emocional y el estilo permisivo de crianza. Este estudio evaluó la asociación de estos factores con la ocurrencia de VFP física y psicológica severa. Un total de 1698 adolescentes (870 chicos y 828 chicas), con edades comprendidas entre 12 y 17 años contestaron medidas de VFP, exposición a la violencia familiar, afecto y comunicación, abandono parental y estilo permisivo de crianza. Los resultados de los análisis de regresión logística indicaron que los bajos niveles de afecto y comunicación se asociaban a todas las formas de VFP. Ser testigo de la violencia familiar se asoció a la VFP física contra padres mientras que la victimización directa familiar lo hizo con la VFP física contra madres y la VFP psicológica contra ambos progenitores. El estilo permisivo se asoció a la VFP psicológica severa pero no a la física.

Palabras clave: Agresiones de hijos a progenitores; Violencia filio-parental; Estilo parental; Exposición a la violencia.


ABSTRACT

The Child-to-Parent Aggression (CPA) is an area of growing interest. Previous studies suggest that a variety of family factors can act as explanatory elements of the CPA, such as exposure to violence, emotional neglect and permissive parenting style. This study examined the association of these factors with the occurrence of severe physical and psychological CPA. A total of 1698 adolescents (870 boys and 828 girls), aged between 12 and 17 years, answered CPA measures, exposure to violence, affection and communication, parental abandonment and permissive parenting style. Results of logistic regression analysis showed that low levels of affection and communication were associated with all forms of severe CPA. Witnessing family violence was associated with the physical VFP against fathers whereas direct victimization in family was associated with physical CPA against mothers, and psychological CPA against both parents. The permissive style was associated with the severe psychological CPA but not with the physical CPA.

Key words: Child-to-Parent Aggression; Parent abuse; Parenting style; Exposure to violence.


 

Introducción

La violencia filio-parental (VFP) constituye una modalidad de violencia familiar que ha recibido escasa atención en la literatura científica (Walsh y Krienert, 2007). Sin embargo, en años recientes se ha iniciado un interés creciente por este fenómeno, ocasionado en parte por el aumento de denuncias de progenitores hacia sus hijos y la alarma social generada en los medios de comunicación. Como resultado, en los últimos años está teniendo lugar un aumento de los estudios centrados en el conocimiento de la magnitud y factores de riesgo implicados en el fenómeno (Howard, 2011).

Fueron Harbin y Madden (1979) los primeros que identificaron este tipo de violencia familiar, a la que denominaron "síndrome de padres maltratados". Posteriormente, se han empleado otros términos tales como abuso de padres y violencia de hijos a padres o violencia filio-parental (Coogan, 2011). Se han ofrecido diversas definiciones del problema de la VFP. Por ejemplo, Cottrell (2001) la definió como actos cometidos por un hijo o hija para causar intencionalmente daño físico, psicológico o económico, o para obtener control y poder sobre un progenitor. En cuanto a su magnitud, la mayoría de los datos disponibles sobre VFP provienen de muestras clínicas pequeñas y estudios de casos (p. ej., Gallagher, 2004; Pereira, 2011), habiendo relativamente pocos estudios en muestras representativas de la comunidad. De estos, los estudios más recientes sobre la prevalencia de la VFP arrojan datos extraordinariamente variables. La mayoría de los estudios se han centrado en la forma física de VFP indicando tasas de prevalencia que oscilan entre el 4.6 y el 21% (p.ej., Calvete, Orue y Gámez-Guadix, 2013; Calvete, Orue y Sampedro, 2011; Ibabe y Jaureguizar, 2011; Pagani et al., 2003, 2004, 2009; Ulman y Straus, 2003). Los pocos estudios que han evaluado la prevalencia de agresiones psicológicas arrojan cifras que oscilan entre 45 y 65% (Calvete et al., 2011; Pagani et al., 2004, 2009).

Las discrepancias en cifras se deben en buena medida a las diferentes metodologías empleadas para la evaluación de la VFP. Por ejemplo, la mayoría de los estudios utilizan cuestionarios que se centran solamente en la VFP física. Otros incluyen también la verbal dejando de lado algunas de las modalidades de violencia psicológica, como el maltrato económico. Asimismo, en la mayoría de los casos se contabiliza para la prevalencia de la VFP cuando el adolescente ha agredido a los padres al menos en una ocasión, aunque esto haya sido un hecho aislado. Este hecho es especialmente llamativo en el caso de las agresiones verbales (p.ej., gritos o amenazas), las cuales son reconocidas por la práctica totalidad de los adolescentes. Recientemente, un estudio realizado con una muestra de adolescentes españoles mostró que cuando se emplean criterios más estrictos, que incluyen la ocurrencia repetida de agresiones, las tasas de prevalencia son más bajas (3.2% y 14.2% para VFP física y psicológica, respectivamente; Calvete, Gamez-Guadix, Orue et al., 2013).

A pesar de las discrepancias en cuanto a metodologías empleadas, la mayoría de estudios disponibles coinciden en obtener tasas de VFP más altas hacia las madres que hacia los padres. Así, Pagani et al. (2004, 2009) encontraron que la tasa de VFP física era del 11% contra padres y del 13% contra las madres. Ulman y Straus (2003) encontraron tasas del 14% contra los padres y del 20% contra las madres. En el mencionado estudio de Calvete, Gamez-Guadix, Orue et al. (2013), aunque la VFP psicológica fue más frecuentemente ejercida contra las madres que contra los padres, no hubo diferencias en cuanto a VFP física.

Las características de las familias en las que tienen lugar la VFP han sido el foco de la mayoría de los estudios realizados. Aunque algunos estudios han reportado que la VFP es más común en familias de bajo estatus socioeconómico (Cottrell y Monk, 2004), otros han encontrado que se produce en todos los grupos socioeconómicos (Calvete et al., 2011; véase Routt y Anderson, 2011 para revisión).

Tradicionalmente la VFP se ha asociado con otras formas de violencia familiar (maltrato a hijos, exposición a la violencia conyugal) y con estilos de crianza que implican el uso del castigo y la privación emocional. Así, diversos estudios han identificado factores como la exposición a la violencia (p. ej., Boxer, Gullan y Mahoney, 2009; Gallagher, 2004; Gámez-Guadix y Calvete, 2012; Routt y Anderson, 2011), el castigo verbal (Pagani et al., 2009) y la privación emocional (Agnew y Huguley, 1989) como factores de riesgo para la VFP.

Por otra parte, estudios recientes indican que las tasas de VFP están incrementándose (Coogan, 2012). En el caso de España, según el informe anual de la Fiscalía General del Estado, en 2008 hubo 4.200 denuncias presentadas por los padres contra sus hijos, lo cual señala un aumento del 56% respecto al año anterior (Memorias de la Fiscalía General del Estado, 2008.). Si el factor familiar relevante para la VFP yace exclusivamente en experiencias de maltrato familiar y privación emocional resulta difícil explicar este aumento en las tasas de VFP. Por ello, es necesario examinar otros aspectos familiares que han podido experimentar cambios en los últimos años. Concretamente, los estudios indican que ha tenido lugar una profunda transformación en las relaciones entre progenitores e hijos, las cuales son cada vez más simétricas (Etxebarria, Apodaca, Fuentes, López y Ortiz, 2009). Las familias españolas han oscilado de un estilo parental autoritario a un estilo indulgente y permisivo (García y Gracia, 2009). Es decir, hace unos años los padres imponían su autoridad para resolver los conflictos en el hogar, pero en la actualidad, en un número cada vez mayor de los casos, los padres ceden a los deseos de sus hijos (Etxebarria et al., 2009). Esto se ha asociado con un cambio importante en los ciclos de poder dentro de la familia (Tew y Nixon, 2010). Además, a lo anterior se añade la cultura de consumo en la que los niños y niñas son criados en sociedades occidentales (Shim, Seridó y Barber, 2011) en la que los padres juegan el papel de proveedores (Calvete, Orue y Gámez-Guadix, 2013). En esta cultura del consumo y de la obtención inmediata de gratificaciones, la VFP puede representar un medio para alcanzar las metas cuando los padres se niegan a seguir satisfaciendo los deseos de sus hijos. De acuerdo con estos recientes cambios en los estilos de crianza y desarrollo de los jóvenes, se ha propuesto que la VFP se derivaría de la incapacidad de los padres para establecer límites a la conducta de sus hijos y establecer consecuencias contingentes a su conducta (Garrido, 2005; Howard, Budge y McKay, 2010, Pereira, 2011; Pereira y Garrido, 2009). Es decir, la VFP representaría una perturbación particular de las relaciones de poder tradicionales (Coogan, 2012) a través de la cual los adolescentes intentan controlar y ganar poder sobre los miembros de la familia. Esto ha sido descrito como síndrome del emperador por Garrido (2005), entendido como un engrandecimiento de los adolescentes a través del cual estos se sienten con derecho a usar la conducta controladora, abusiva y violenta para lograr lo que desean (Howard et al., 2010).

Por tanto, la revisión anterior sugiere que factores familiares diferentes, aunque no necesariamente incompatibles, podrían estar implicados en la VFP. Por un lado, cabe señalar los factores relacionados con la exposición a la violencia y la privación emocional y, por otro, el estilo permisivo y la ausencia de límites para la conducta de los hijos. Por ejemplo, Gallagher (2004) en el estudio cualitativo que llevó a cabo a través de entrevistas a familias afectadas por este problema, encontró que ambos tipos de factores estaban implicados. Sin embargo, hasta la fecha, ningún estudio previo de naturaleza cuantitativa ha analizado la contribución conjunta de estas variables como factores explicativos de la VFP. Por ello, en el presente estudio examinamos si los adolescentes que ejercían reiteradamente formas físicas y psicológicas de VFP se caracterizaban por los mencionados factores. En concreto, se evaluaron las siguientes variables familiares como potenciales factores asociados a la VFP: victimización directa e indirecta en la familia, ausencia de afecto positivo por parte de los progenitores, abandono por parte de los progenitores y estilo permisivo en la crianza. Nuestra hipótesis fue que estas variables se asociarían significativamente con la ocurrencia de VFP tanto física como psicológica. Además, dado que las agresiones psicológicas son más frecuentemente realizadas contra las madres que contra los padres y dado que madres y padres ejercen roles diferentes en la crianza de los hijos (Moon y Hoffman, 2008; Sturge-Apple, Davies, Boker y Cummings, 2004) examinamos la contribución de las mencionadas variables en la explicación de las agresiones hacia las madres y hacia los padres por separado. Nuestras hipótesis fueron de naturaleza tentativa dada la ausencia de estudios previos sobre esta cuestión. No obstante, basándonos en trabajos clínicos que sugieren que las madres que han sufrido previamente violencia doméstica son a menudo las víctimas de VFP (Gallagher, 2004), nuestra hipótesis inicial al respecto consistió en que la victimización indirecta se asociaría significativamente en mayor medida con las agresiones a madres. No esperamos encontrar diferencias substanciales para el resto de variables.

 

Método

Participantes

Participaron 1698 adolescentes (870 chicos y 828 chicas), con edades comprendidas entre 12 y 17 años (M = 14.09; DT = 1.27), procedentes de 22 centros escolares (54.4% privados; 45.6% públicos) seleccionados aleatoriamente de la totalidad de centros escolares de Bizkaia. El 59.9% eran estudiantes de primer ciclo de la ESO (primero y segundo), el 24.7% de segundo ciclo (tercero y cuarto) y el 15.4% de bachillerato. La gran mayoría de los participantes (89.1%) eran españoles, un 7.8% sudamericanos, un 0.9% del este de Europa, un 1.1% africanos, un 0.5% orientales y un 0.6% de otros países. Los progenitores del 78.9% de los adolescentes estaban casados, 15.9% separados, 1.5% divorciados, 1.5% viudos, 1.3% eran novios, 0.7% pareja de hecho, 0.2% familia monoparental y en un caso (0.1%) ambos progenitores habían fallecido. De acuerdo con las profesiones y niveles educativos de los padres y madres, y siguiendo los criterios del Grupo de Trabajo de la Sociedad Española de Epidemiología y de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (2000), los niveles socioeconómicos fueron: 12.6% bajo, 17.2% medio-bajo, 31.3% medio, 31.4% medioalto y 7.5% alto.

Medidas

La VFP se evaluó con el Cuestionario de Agresiones de Hijos a Padres (Child-to-Parent Aggression Questionnaire; CPAQ; Calvete, Gamez-Guadix, Orue et al., 2013). El CPAQ consiste en 20 ítems paralelos: 10 referidos al padre y otros 10 referidos a la madre. En cada bloque de 10 preguntas, 7 describen agresiones psicológicas (p. ej., insultar, coger dinero sin permiso y amenazar con pegar al padre o a la madre) y los otros 3 ítems describen agresiones físicas (p. ej., pegar con algo que puede hacer daño o dar patadas). Los adolescentes indicaron con qué frecuencia han realizado esas acciones contra el padre o la madre en el último año utilizando una escala tipo likert de 4 puntos: 0 (nunca), 1 (ha ocurrido una o dos veces), 2 (ha ocurrido entre 3 y 5 veces) y 3 (ha ocurrido 6 veces o más). Para estimar la frecuencia media mostrada en la Tabla 1 las variables se recodificaron de la siguiente manera: 0 = 0 veces, 1 = 1.5 veces, 2 = 4 veces, 3 = 7 veces. El CPAQ ha mostrado excelentes propiedades psicométricas en una muestra de 2700 adolescentes españoles, en la cual tanto los análisis factoriales exploratorios como confirmatorios proporcionaron sólido apoyo empírico a sus estructura factorial y fiabilidad (Calvete, Gamez-Guadix, Orue et al., 2013). Los coeficientes alpha en este estudio fueron .71, .74, .71 y .74 para la VFP física hacia padres y madres y para VFP psicológica hacia padres y madres, respectivamente.

Para medir la exposición a la violencia empleamos una versión adaptada de la Escala de Exposición a la Violencia (EEV; Orue y Calvete, 2010). La escala original consta de 21 ítems sobre la exposición a la violencia en cuatro contextos: colegio, vecindario, casa y televisión. Los ítems incluyen tanto la victimización como la exposición indirecta, que se refiere a cuando el adolescente es testigo de violencia. Cada ítem se contesta en una escala tipo likert de 5 puntos de 0 (nunca) a 4 (todos los días). El estudio de validación del instrumento mostró excelentes propiedades psicométricas para la EEV, incluyendo confirmación de su estructura factorial (Orue y Calvete, 2010). Posteriormente se ha validado en muestras de adolescentes maltratados (Calvete y Orue, 2013). En este estudio empleamos la EEV con el fin de evaluar únicamente la violencia familiar, tanto en cuanto a victimización directa como indirecta. La subescala de victimización directa en la familia consistió en 3 ítems (p. ej., ¿Cuántas veces te han pegado o dañado físicamente en el hogar?) y mostró un coeficiente alpha .77. Para la subescala de victimización indirecta en la familia (i.e., ser testigo de la violencia) se añadieron nuevos ítems referidos a ser testigo de la violencia conyugal (p. ej., ¿Cuántas veces has observado en el hogar como un hombre agrede físicamente a su pareja?). De este modo la subescala de victimización indirecta en la familia consistió en 5 ítems y mostró un coeficiente alpha .68.

Los estilos parentales se evaluaron con la Escala de Estilo Parental (Oliva, Parra, Sánchez-Queija y López, 2007) y con el Inventario de Estilos Parentales (Young Parenting Inventor/; YPI, Young, 2003). De la Escala de Estilo Parental se usó la subescala de afecto y comunicación. Esta escala incluye 8 ítems referidos a la madre y otros tantos referidos al padre. Describe un estilo parental de afecto y apoyo explícito, de aceptación e interés por las cosas del hijo o de la hija y de sensibilidad ante sus necesidades (p. ej., Si tengo algún problema puedo contar con su ayuda). El coeficiente alpha para la subescala fue .94. El YPI describe numerosos estilos de crianza que pueden estar en el origen de esquemas disfuncionales y problemas psicológicos. La versión en español del YPI se ha empleado anteriormente con adultos, tanto en población clínica como de la comunidad (Corral, 2011; Estévez y Calvete, 2007). En este estudio adaptamos a adolescentes las subescalas de estilo parental de abandono y la de estilo permisivo. La subescala de abandono consta de 4 ítems referidos a la madre y 4 referidos al padre y se refiere a un estilo de crianza en el que se ve afectada la seguridad básica proporcionada principalmente por parte de las personas que supuestamente deberían querer, cuidar y proteger al niño. Incluye ítems como, por ejemplo, "me retiró de su lado o me dejó solo por largos periodos de tiempo". La subescala de estilo permisivo consiste en 4 ítems referidos a la madre y 4 referidos al padre y describe un estilo parental en el que los padres aceptan que los niños no asuman las responsabilidades de sus comportamientos y sean tratados como poseedores de derechos especiales. Un ejemplo de ítem sería "Me consintió, fue demasiado permisivo en muchos sentidos". Los coeficientes alpha fueron .70 y .75 respectivamente para abandono y falta de límites. Dado que es la primera vez que se emplean estas subscalas con adolescentes realizamos un análisis factorial confirmatorio con el fin de evaluar el modelo de medida para ambas. El análisis se realizó con LISREL 8.8 (Jöreskog y Sörbom, 2004) y mediante el método de máxima verosimilitud. Se permitió covariar los errores de medidas de aquellos ítems paralelos para el padre y la madre, siguiendo las recomendaciones de Little, Preacher, Selig y Card (2007). Se utilizaron la raíz cuadrada media de error de aproximación (RMSEA), el índice de ajuste comparativo (CFI) y el índice de ajuste no normativo (NNFI) para evaluar la bondad de ajuste del modelo. Según diversos autores (Hoyle y Panter, 1995; Hu y Bentler, 1999), valores del CFI y NNFI mayores que .90 y valores del RMSEA menores que .06 reflejan un buen ajuste. Este análisis mostró la adecuación del modelo de medida para ambas subescalas del YPI en la muestra del estudio, x2(95, N = 1698) = 496, RMSEA = .057 (90% I.C. = .052; .062), NNFI = .94, CFI = .95.

Procedimiento

Tras obtener el permiso de los centros escolares, se envió una carta a los padres de los adolescentes para obtener su consentimiento. Sólo 12 padres (0.44%) se negaron a que sus hijos/as participaran en el estudio. La participación fue voluntaria y anónima y ningún adolescente se negó a completar el cuestionario. La investigación fue revisada y aprobada por el Comité Ético de Investigación de la Universidad de Deusto.

 

Resultados

La Tabla 1 recoge los estadísticos descriptivos más importantes del estudio. Tal y como puede observarse, excepto para la frecuencia de VFP psicológica, que fue significativamente mayor en las chicas que en los chicos, no hubo diferencias estadísticamente significativas en las medias del resto de variables. Los resultados sobre prevalencias indicaron que el 13.7% de los adolescentes ha ejercido violencia física al menos una vez contra sus progenitores en el último año. La prevalencia fue significativamente mayor hacia las madres (9.3%) que hacia los padres (7.2%), t (1497) = 4.27, p < .001. A su vez, la práctica totalidad de los adolescentes reconocieron algún tipo de conducta incluida en la escala de violencia psicológica sobre sus padres (p.ej., gritar o amenazar a sus padres).

En este estudio se aplicó un criterio restrictivo para considerar la presencia de VFP. Para la agresión psicológica severa consideramos el porcentaje de adolescentes que informó haber llevado a cabo más de 6 veces en el último año (i.e., código de respuesta = 3) las conductas de amenazar, insultar, chantajear, coger dinero sin permiso, hacer algo para fastidiar al progenitor y desobedecer en algo importante. Para determinar la presencia de VFP física severa, calculamos el porcentaje de adolescentes que reconocieron agresiones físicas al menos entre 3 y 5 veces en el último año (i.e., códigos de respuesta 2 y 3). Las tasas de prevalencia de VFP severa fueron 4% y 13.8% para físicas y psicológicas, respectivamente. La prevalencia de VFP psicológica severa hacia la madre fue de 11.8% y hacia el padre de 11%. Estas diferencias no fueron estadísticamente significativas, t (1497) = 0.69, p =.51. Tampoco se encontraron diferencias en la VFP física severa hacia las madres y hacia los padres (2.8% en ambos casos).

Se realizaron análisis de regresión logística para evaluar conjuntamente la asociación de las variables familiares con la VFP ejercida contra las madres y con la VFP ejercida contra los padres. Las variables criterio en los modelos (agresión física y psicológica hacia los padres) fueron dicotomizadas (valores 0 y 1) en función de la presencia o no de cada tipo de violencia (física severa y psicológica severa). Las variables predictoras fueron empleadas en su métrica original. Este análisis permite estimar la probabilidad de que cada tipo de VFP tenga lugar en presencia de las variables predictoras. La relación entre las variables se estima mediante el estadístico denominado Odd Ratio (OR). OR superiores a 1 indican que el aumento de la variable independiente se asocia a un incremento de la probabilidad de que ocurra la VFP. Por el contrario, OR inferiores a uno indican que el incremento de la variable independiente se asocia a una disminución en la probabilidad de ocurrencia de la VFP.

Los resultados para la presencia de violencia física severa hacia los padres y las madres se presentan en la Tabla 2. La Prueba de Hosmer y Lemeshow indicó un buen ajuste de los modelos estimados [padres: x2 (8, n = 1497) = 8.77, ns; madres: x2 (8, n = 1564) = 4.04, ns]. Tal y como puede observarse, la victimización indirecta a la violencia familiar (i.e., ser testigo de la violencia en la familia), los bajos niveles de afecto y comunicación, el estilo parental de abandono y el estilo parental permisivo incrementaron significativamente el riesgo de violencia física severa hacia los padres. La asociación fue especialmente elevada para la victimización indirecta (OR = 2.57).

La victimización directa, por su parte, no mostró una relación significativa con la presencia de violencia física severa. En el caso de violencia contra las madres, la victimización directa en la familia, los bajos niveles de afecto y comunicación y el estilo parental de abandono incrementaron significativamente la probabilidad de violencia física severa. Sin embargo, la victimización indirecta y el estilo parental permisivo no se relacionaron con la presencia de violencia física severa hacia las madres (Tabla 2).

La Tabla 3 muestra los resultados obtenidos para violencia psicológica severa hacia los padres y las madres. La Prueba de Hosmer y Lemeshow no fue estadísticamente significativa [padres: x2 (8, n = 1497) = 7.94, ns; madres: x2 (8, n = 1564) = 10.08, ns], lo cual indica un buen ajuste global de los modelo estimados. En el caso de la violencia psicológica severa hacia los padres, la victimización directa, el estilo parental de abandono, el estilo parental permisivo y los niveles bajos de afecto y comunicación se asociaron significativamente con mayor probabilidad de presencia de violencia psicológica severa. La victimización indirecta no mostró una relación significativa con este tipo de violencia. En el caso de las madres, la victimización directa, el estilo parental permisivo y los bajos niveles de afecto y comunicación se asociaron significativamente con la probabilidad de violencia psicológica severa. Por su parte, la victimización indirecta y el estilo parental de abandono no estuvieron asociados con esta violencia (Tabla 3).

 

Discusión

La VFP constituye un fenómeno de creciente interés en la literatura científica. Sin embargo, la investigación previa sobre los factores familiares que pueden contribuir a la VFP ha arrojado resultados mixtos. Por una parte, algunos estudios han vinculado esta forma de violencia familiar con experiencias de victimización familiar y privación emocional previas, sugiriendo que la VFP vendrían a representar una forma de transmisión de la violencia intergeneracional (p.ej., Boxer et al., 2009; Gamez-Guadix y Calvete, 2012; Routt y Anderson, 2011). Por otro lado, estudios recientes enfatizan las dificultades de muchos progenitores para establecer límites a la conducta de sus hijos, las cuales se manifestarían en un estilo crianza permisivo, como antecedentes de la VFP (Coogan, 2012; Garrido, 2005; Howard et al., 2010; Pereira y Bertino, 2009; Tew y Nixon, 2010). El presente estudio aporta datos que pueden contribuir a clarificar la contribución de ambos tipos de variables familiares.

Sin duda, los resultados de este estudio son reveladores para la violencia severa ejercida contra padres y madres. Estos resultados muestran un perfil más cercano con la propuesta de que son factores relacionados con la victimización y la privación emocional en la familia los elementos relevantes para VFP de naturaleza física. Tanto para la violencia física contra madres como con la violencia contra padres, uno de los factores centrales fue la escala de afecto y comunicación, la cual se asoció negativamente con la presencia de este tipo de violencia. Este resultado implica que los adolescentes que admitieron haber agredido físicamente de forma reiterada a su padre y/o madre, relataban que estos no habían transmitido aceptación e interés por sus cosas ni atendido de forma sensible sus necesidades. Además, de forma consistente, las puntuaciones en estilo parental de abandono se asociaron significativamente a la ocurrencia de VFP física. Este estilo, como se ha mencionado, describe la experiencia de haber sido abandonado por el progenitor. Este abandono puede ser tangible, cuando por ejemplo, el progenitor se ausenta fuera del domicilio parental por un tiempo, o simbólico, cuando el progenitor permanece en el domicilio pero, por ejemplo, es inestable emocionalmente de forma que el niño experimenta cierto abandono por parte del progenitor (Young, Klosko y Weishaar, 2003) . Ambas variables familiares, ausencia de afecto y comunicación y estilo de abandono, constituyen aspectos que sugieren una cierta negligencia emocional, lo cual es consistente con los resultados de estudios previos (Agnew y Huguley, 1989; Gallagher, 2004).

Además, la victimización familiar se asoció significativamente con la VFP física. Sin embargo, de forma inconsistente con nuestra hipótesis, mientras que en el caso de violencia contra las madres fue la victimización directa el factor relevante, en el caso de la violencia contra padres lo fue la victimización indirecta, que se refiere al hecho de ser testigo de la violencia. Se trata de un hallazgo relevante que hay que interpretar con cautela. Cabe señalar al menos dos explicaciones para la relación entre victimización directa y violencia contra las madres. En primer lugar, aunque los datos obtenidos en otros países arrojan resultados mixtos (McKee et al., 2007; Zervides y Knowles, 2007), un estudio en España mostró que las madres usan más el castigo físico contra sus hijos (Calvete, Gámez-Guadix y Orue, 2010), lo cual podría incrementar la probabilidad de que los hijos respondan de manera recíproca con agresiones físicas hacia sus madres. Esta interpretación es congruente con la evidencia previa que indica que conforme aumenta la tasa de agresiones físicas de progenitores a hijos, es mayor la probabilidad de comportamientos agresivos de hijos a progenitores (Mahoney y Donnelly, 2000). En segundo lugar, se ha encontrado que los estilos familiares coercitivos y autoritarios incrementan la probabilidad de problemas de conducta en los hijos, incluyendo la conducta agresiva. En este contexto, los hijos podrían dirigir las conductas agresivas contra sus madres a quienes podrían percibir como más débiles y vulnerables (Gámez-Guadix et al., 2012, Jaureguizar, Almendros y Carrobles, 2012; Kennair y Mellor, 2007). Gallagher (2004) también sugirió que el hecho de que las madres sean percibidas como más débiles físicamente que los padres podía explicar porque son más frecuentemente objeto de agresiones por parte de los hijos.

En el caso de la asociación entre ser testigo de la violencia familiar y la VPF contra padres, esta podría estar reflejando situaciones en las que los hijos agreden a los padres para defender a sus madres. De hecho, existen varios estudios que indican que en situaciones de violencia de género, los hijos al llegar a la adolescencia atacan físicamente a los padres para proteger a las madres (Ibañez, 2004). No obstante, como se ha indicado, estas explicaciones son tentativas y habría que realizar nuevos estudios para ahondar en el rol ejercido por ambas formas de victimización. En este sentido, un estudio reciente con adolescentes maltratados mostró que ser testigo de la violencia familiar era un factor mucho más determinante para el aprendizaje de conductas agresivas en los hijos que la victimización directa (Calvete y Orue, 2013).

En el caso de la VFP psicológica, los análisis realizados revelaron que el perfil de características familiares asociadas a la VFP hacia padres y madres fue muy similar. En ambos casos la falta de afecto positivo en la crianza de los hijos junto con la victimización directa y el estilo parental permisivo fueron las características familiares más relevantes. Además, el estilo parental de abandono contribuyó a explicar la VFP hacia los padres, pero no la VFP hacia las madres. De estos resultados hay dos aspectos que merecen una reflexión. El primero es que el estilo permisivo parece ser más relevante para las agresiones psicológicas que para las agresiones físicas severas. Esto sugiere que la falta de límites puede ser un factor que explica muchas de las conductas agresivas hacia los progenitores en la sociedad actual (Coogan, 2012; Garrido, 2005; Howard et al., 2010; Tew y Nixon, 2010) pero no las formas físicas severas. El segundo aspecto destacable es que el abandono parental es relevante para la VFP psicológica hacia padres pero no para la VFP hacia madres. Esto es consistente con los resultados de un estudio reciente en el que se entrevistó a adolescentes que habían ejercido VFP y a sus progenitores, en el que se encontró que estos a menudo describían una cierta ausencia por parte de la figura paterna pero no de la materna como un factor clave que había contribuido al problema (Calvete, Orue, Bertino et al., 2013).

Este estudio presenta algunas limitaciones que deben ser tenidas en cuenta al interpretar los resultados. La primera es su naturaleza transversal que impide el establecimiento formal de factores de riesgo. Un seguimiento de la muestra es necesario para determinar que los factores familiares identificados predicen el riesgo de aumento de VFP a lo largo del tiempo. La segunda limitación importante es que el estudio está basado en los relatos de los adolescentes y sería clave obtener la visión de los progenitores a fin de confirmar el papel de los estilos parentales y de la exposición a la violencia familiar. Finalmente, cabe señalar que el grupo de adolescentes que había perpetrado VFP física fue reducido (en torno al 3%), lo cual podría haber introducido algún sesgo en los resultados. Futuros estudios deberían replicar estos hallazgos en muestras extraídas de diferentes poblaciones.

Con todo, el estudio tiene también fortalezas importantes tales como estar basado en una muestra grande obtenida al azar de la población y el haber basado los resultados en criterios más estrictos de los habituales a la hora de definir la ocurrencia de la VFP severa. En conjunto, los resultados contribuyen a clarificar el conocimiento sobre los perfiles familiares característicos de la VFP y muestran que aspectos tales como la exposición a la violencia y negligencia familiar constituyen factores relevantes para este fenómeno. El estilo permisivo, en cambio, se asoció de forma más débil a la VFP y fundamentalmente a sus manifestaciones psicológicas.

 

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Dirección para correspondencia:
Esther Calvete.
Deusto Stress Research.
Universidad de Deusto.
Avenida de las Universidades, 24.
48080, Bilbao (España).
E-mail: esther.calvete@deusto.es

Artículo recibido: 19-1-2013
Revisión recibida: 9-4-2013
Aceptado: 10-6-2013

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