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Anales de Psicología

versão On-line ISSN 1695-2294versão impressa ISSN 0212-9728

Anal. Psicol. vol.36 no.3 Murcia Out./Dez. 2020  Epub 21-Dez-2020

https://dx.doi.org/10.6018/analesps.36.3.428631 

Psicología jurídica

Estudio de las necesidades en el ajuste personal, social y psicológico en adolescentes en riesgo de delincuencia e infractores

Erika Mayorga1  , Mercedes Novo2  *  , Francisca Fariña3  , Dolores Seijo2 

1Universidad Santo Tomás (Colombia)

2Universidad de Santiago de Compostela (Spain)

3Universidad de Vigo (Spain)

Resumen:

La literatura ha encontrado que las necesidades no-criminogénicas también son un factor de riesgo de delincuencia juvenil y, por tanto, han de ser objeto de intervención. Se diseñó un estudio de campo con el objetivo de conocer si el ajuste individual, social y psicológico (necesidades no-criminogénicas) difieren entre menores infractores, menores de protección y normalizados. Para ello se evaluó a 450 adolescentes (150 menores de reforma, 150 de protección y 150 normalizados) en el ajuste individual, social y psicológico. Los resultados mostraron un efecto significativo en el ajuste individual, social y psicológico para el factor población. Sucintamente, los menores de protección y reforma manifestaron un mayor desajuste individual en los niveles personal y familiar que los normalizados, y, adicionalmente, los de reforma a nivel social. Asimismo, los menores de protección e infractores exhibieron un mayor desajuste social consistente en más retraimiento social, ansiedad social/timidez y liderazgo que los normalizados, y los menores infractores un menor ajuste social en la consideración hacia los demás que los normalizados. En el ajuste psicológico, los menores de reforma y protección informaron de más sintomatología obsesivo-compulsiva, de sensibilidad interpersonal, depresiva, de hostilidad, de ansiedad-fóbica y psicótica que los normalizados, y los de protección más somática, ansiosa (generalizada) y paranoide que los normalizados. Se cuantificaron los déficits en estas dimensiones para estimar la magnitud de las necesidades. Se discuten las implicaciones teóricas de los resultados y para el diseño de programas de prevención de la delincuencia y de recaídas.

Palabras clave: Necesidades no-criminogénicas; Menores de reforma; Adolescentes de protección; Desajuste individual; Desajuste social; Desajuste psicológico

Introducción

La investigación de la delincuencia ha propiciado la identificación de factores de riesgo que son aquellas variables que predicen una alta probabilidad de comportamientos antisociales y delictivos (Farrington, Gaffney, y Ttofi, 2017); de factores de protección basados en el riesgo, que son aquellas variables que pronostican una baja probabilidad de delincuencia entre los individuos de riesgo; factores de protección interactivos que son las variables que anulan el efecto de los factores de riesgo de desarrollar comportamientos delictivos; factores de promoción, que son las variables que predicen una baja probabilidad de delincuencia y de factores mixtos de riesgo y promoción que son aquellas variables que en el polo positivo se relacionan con baja probabilidad de delincuencia, mientras en el negativo con una alta probabilidad de delincuencia (Farrington, Ttofi, y Piquero, 2016). Estos factores se asocian entre sí dando lugar a modelos de vulnerabilidad o incompetencia (Arce, Seijo, Fariña, y Mohamed-Mohand, 2010; McGuire, 2000; Werner, 1986) y de protección/promoción o competencia, especialmente socio-cognitiva (Arce, Fariña, y Novo, 2014; Lösel, Kolip, y Bender, 1992). Para esta asociación, variables de tipo individual, familiar o sociocomunitaria actúan como el nexo conductor, particularmente en la adolescencia (Farrington et al., 2016; Loeber, Slot, y Stouthamer-Loeber, 2008). De hecho, se ha encontrado evidencia sobre que los menores de riesgo siguen una trayectoria natural hacia desviación social (acumulan más factores de riesgo e incompetencia de la pre-adolescencia a la adolescencia), en tanto los de no-riesgo siguen una trayectoria natural hacia la adaptación social (incrementan los factores protectores y de promoción en el paso de la pre-adolescencia a la adolescencia) (Arce et al., 2010). A nivel familiar, el buen funcionamiento de la unidad familiar, la supervisión parental (e.g., control, apoyo), la cohesión familiar son predictores de una mayor adaptación social y ajuste de los adolescentes, en tanto un mal funcionamiento familiar y una pobre supervisión parental se relacionan con conductas antisociales y delictivas (Hoeve et al., 2009; Novo, Fariña, Seijo, Vázquez, y Arce, 2019). Es decir, la familia conforma un factor mixto de riesgo y promoción. A nivel social, los factores de la comunidad y el vecindario constituyen un factor de riesgo (comunidad/vecindario de alto riesgo de delincuencia) o protector (comunidad/vecindario de bajo riesgo de delincuencia) de comportamientos antisociales y delictivos (factor mixto de riesgo y promoción) (Fariña, Arce, y Novo, 2008); y la asociación con un grupo de iguales desviados, se relaciona firmemente con conductas delictivas -factor de riesgo- (Arce et al., 2011; Cutrín, Maneiro, Sobral, y Gómez-Fraguela, 2019). Asimismo, el ajuste escolar y los logros académicos han sido vinculados como factor protector del comportamiento antisocial y el bajo rendimiento, fracaso escolar y desajuste en la escuela más que como un factor de riesgo como una consecuencia del desajuste personal, social o familiar -factor de promoción- (Álvarez-García, Núñez, García, y Barreiro-Collazo, 2018; Corrás et al., 2017). En cuanto a los factores individuales, la literatura ha relacionado sintomatología internalizante y conductas agresivas (Marshall, Arnold, Rolon-Arroyo, y Griffith, 2015; Smokowski et al., 2017), desajuste psicológico con riesgo de reincidencia delictiva (Basanta, Fariña, y Arce, 2018), la morbilidad clínica con la reincidencia delictiva (Wibbelink, Hoeve, Stams, y Oort, 2017), así como la influencia de las cogniciones tóxicas (p.ej., hostilidad, ira, ideas persecutorias) como mecanismos subyacentes explicativos del comportamiento violento (Novo et al., 2012), y de la reincidencia en la conducta violenta (Hutchings, Gannon, y Gilchrist, 2010; Maruna, 2004). Cara a la intervención, estos factores de riesgo pueden ser estáticos (no modificables) o dinámicos, modificables y, por tanto, objetivo de la intervención, esto es, las necesidades a intervenir (Bonta y Andrews, 2017). A estos factores dinámicos los definieron en la intervención Bonta y Andrews como necesidades. Pero diferenciaron entre necesidades criminogénicas que se relacionan con la conducta criminal, y no criminogénicas, variables del individuo o sus circunstancias cuyo cambio no tiene un impacto directo en la tasa de reincidencia, postulando que la intervención sólo debería centrase en las criminogénicas. Ahora bien, la reincidencia delictiva se relaciona con déficits en necesidades no criminogénicas como el ajuste psicológico, que explica, en su totalidad, el 19.5% del riesgo de reincidencia delictiva (Basanta et al., 2018), con trastornos externalizantes (d = 0.415, explicando el 4.1% de la reincidencia) comórbidos -internalizantes y externalizantes- (d = 0.366, explicando el 3.2% de la reincidencia) (Wibbelink et al., 2017), o con destrezas sociales (e.g., consideración por los demás; auto-control en las relaciones sociales) que explican el 21.6% del riesgo de reincidencia delictiva (Basanta et al., 2018), es decir, no son causa de la delincuencia, pero sí facilitan la reincidencia. Además, estas estimaciones de la explicación de la reincidencia están infravaloradas pues las medidas de la reincidencia en los Registros Oficiales no captan la mayoría de la reincidencia real (Arce, Arias, Novo, y Fariña, 2020). Por tanto, la intervención sobre éstas también es necesaria.

En este contexto, nos planteamos un estudio con el objetivo de conocer si el ajuste individual, social y psicológico difiere entre menores infractores, menores de protección (de riesgo) y normalizados, y, en su caso, cuantificar la merma en el ajuste personal, social y psicológico en su totalidad y en cada uno de sus componentes, asociado al comportamiento delictivo (menores infractores), al riesgo de comportamiento delictivo (menores de protección) frente a comportamientos normalizados (menores normalizados), y entre menores infractores y de riesgo de infractores.

Método

Participantes

Un total de 450 adolescentes colombianos de Bogotá y Tunja con edades comprendidas entre los 14 y los 19 años (M = 16.07 años; EEM = 0.21) participaron en el estudio de los que 150 eran menores infractores, con una permanencia promedio en centros de 18.41 meses (EEM = 0.80) y 150 menores de protección, con una media de permanencia en acogida de 37.49 meses (EEM = 3.09), y 150 de población normalizada. Las muestras se equipararon en sexo, χ2(2) = 0.87, ns, 227 chicas (72, 80 y 75 chicas menores infractoras, de protección y normalizadas, respectivamente) y 223 chicos (78, 70 y 75).

Los menores del grupo de infractores cumplían la medida judicial de internamiento por hurto en un 80%, 5.3% lesiones, 11.3% homicidio, 2% delitos contra la libertad sexual y 1.3%, tráfico de drogas.

Instrumentos de medida

Se aplicó a los participantes un cuestionario sociodemográfico elaborado ad hoc para este estudio en el que se recababa la edad, sexo, nivel educativo, antecedentes penales y de protección, y estrato social.

Para medir la socialización se aplicó la Batería de Socialización/BAS-3 (Silva y Martorell, 1989), que examina la percepción que los propios sujetos tienen de su conducta social. Esta batería, que consta de 75 ítems a los que se responde o No, mide cinco dimensiones de la conducta social: consideración con los demás (α = .82), autocontrol en las relaciones sociales (α = .78), retraimiento social, ansiedad social/timidez (α = .78), y liderazgo (α = .73).

Para medir la adaptación se aplicó el Test Autoevaluativo Multifactorial de Adaptación Infantil (TAMAI) (Hernández, 2002) que, en 115 ítems a los que se responde o No, evalúa la inadaptación personal (α = .85), social (α = .75), escolar (α = .86), familiar (α = .75), y actitudes educadoras de los padres (α = .75).

Para medir el ajuste psicológico se aplicó la adaptación española del Brief Symptoms Inventory (BSI) (Aragón, Bragado, y Carrasco, 2000) que consta 53 de ítem a los que se responde en una escala tipo likert de 5 puntos, desde Nada (0) a Muchísimo (4), que evalúan 9 dimensiones sintomáticas: somatización (α = .96), obsesivo-compulsivo (α = .94), sensibilidad interpersonal (α = .90), depresión (α = .91), ansiedad (α = .93), hostilidad (α = .91), ansiedad-fóbica (α = .88), ideación paranoide (α = .93) y psicoticismo (α = .91). Además, contiene tres índices globales: índice de severidad global (GSI), el total de síntomas positivos (PST) y el índice de malestar referido a síntomas positivos (PSDI).

Diseño y procedimiento

Se planteó un estudio de campo con un diseño cuasi-experimental para la comparación de medias entre tres muestras de participantes (menores infractores, de protección, y normalizados). Sometida a análisis la sensibilidad del diseño para la comparación de medias entre 3 grupos, con entre 3 y 9 variables de respuesta (MANOVA) y un tamaño muestral de 450 sujetos, la probabilidad de detección (1-β) de diferencias significativas (α < .05) para un tamaño del efecto medio (f = .25/f2 = .065), oscila entre el 98% y el 100%.

La obtención de las medias se realizó por investigadores entrenados, que prestaron atención que los participantes respondieran a todos los ítems, en los centros de los participantes. Los datos fueron recogidos en los centros en los que se encontraban los jóvenes, y, en una sesión, salvo en los casos en los que por efecto del cansancio fue necesaria más de una. Como el orden de obtención de las medidas objetivo del estudio puede dar lugar a un error sistemático de medida i.e., introducir una explicación alternativa al efecto estudiado (Arce, Fariña, y Fraga, 2000), se contrabalanceó el orden de obtención con la rotación estándar del orden (A-B-C; A-C-B, B-C-A, B-A-C, C-B-A, C-A-B). Para la evaluación de los menores infractores se obtuvo autorización judicial y de las instituciones de cumplimento de las medidas, para los menores de protección de las autoridades administrativas responsables de su tutela; y para los menores normalizados, el consentimiento informado por sus padres o representantes legales. Todos los menores participaron de forma voluntaria y consentida. El tiempo de administración osciló entre los 30-40 minutos.

Los datos fueron tratados conforme a la Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y Garantía de los Derechos Digitales (2018).

Análisis de datos

Para el contraste de medias entre grupos del factor población se procedió con MANOVAs (cuando las variables dependientes formaban un conjunto teórico y estaban correlacionadas), según procediera. En la F multivariada tomamos como estadístico multivariante la traza de Pillia-Bartlett porque es más robusta frente a la heterogeneidad de varianza y la violación de la normalidad multivariable, a excepción de cuando los grupos difieren únicamente en una variable en cuyo caso la Raíz Mayor de Roy es más potente, reduciendo el error tipo II; esto es, la falsa aceptación de la hipótesis nula, que es más probable en esta contingencia (Olson, 1976). Los contrastes a posteriori se ejecutaron con la corrección de Bonferroni (1/m). Como tamaño del efecto calculamos ηp2 en las pruebas multivariadas y la d de Cohen en la comparación de dos medias. Para la interpretación de la magnitud del tamaño del efecto, tomamos la Probabilidad de Superioridad del Tamaño del Efecto (PSTE; Monteiro, Vázquez, Seijo, y Arce, 2018) para d y la varianza explicada para ηp2. La PSTE expresa el porcentaje (probabilidades) de tamaños del efecto sobre el total a los que superaría el observado. Para la cuantificación de los déficits en las poblaciones tomamos el BESD (Redondo, Fariña, Seijo, Novo, y Arce, 2019).

Resultados

Ajuste individual

Ejecutando un MANOVA, los resultados mostraron un efecto multivariado significativo en el ajuste individual para el factor población (menores infractores, de protección y normalizados), F(8, 890) = 5.63, p < .001, 1-ß = 1.0, explicando el 4.8% de la varianza, ηp2 = .048, un efecto mayor que el 62.55% (PSTE = .6255) de todos los posibles.

Los efectos univariados (ver Tabla 1) evidenciaron diferencias significativas entre grupos en inadaptación personal, social y familiar. Los contrastes a posteriori (corrección de Bonferroni: .05/3 = .017) revelaron una mayor inadaptación personal en los menores de protección que en los infractores y normalizados; que los menores infractores y de protección informaron de una mayor inadaptación familiar que los normalizados; y que los infractores advirtieron de mayor inadaptación social que los normalizados. El incremento en la inadaptación personal de los menores de protección es del 15% (r = .15) y del 19% (r = .19) en contraste con los infractores y normalizados; del 27% (r = .27) y del 22% (r = .22) en inadaptación familiar de los menores de protección e infractores con los normalizados; y del 17% (r = .17) en inadaptación social de los infractores sobre los normalizados.

La magnitud de las diferencias significativas entre poblaciones (PSTE en la Tabla 1) es de un tamaño del efecto mayor que 1/6 (.1742, menores infractores y de protección en inadaptación personal), 1/5 (.1974, .2128, en inadaptación social entre menores infractores y normalizados, y en inadaptación personal entre menores de protección y normalizados, respectivamente), 1/4 (.2586, en inadaptación familiar entre menores infractores y normalizados) y 1/3 (.3108, en inadaptación familiar entre menores de protección y normalizados) de todos los posibles efectos con incremento en la inadaptación.

Tabla 1.  Efectos univariados en la inadaptación para el factor población. 

Ajuste social

Ejecutado un MANOVA, los resultados evidenciaron un efecto multivariado significativo en el ajuste social para el factor población (menores infractores, de protección y normalizados), F(10, 888) = 12.38, p < .001, 1-ß = 1.0, que explica el 12.2% de la varianza, ηp2 = .122, un efecto mayor que en 77.34% (PSTE = .7734) de todos los posibles.

Los efectos univariados mostraron diferencias entre los tres grupos (infractores, protección y grupo control) en las escalas consideración hacia los demás, retraimiento, ansiedad-timidez y liderazgo (ver Tabla 2). Los contrastes a posteriori advirtieron que los menores infractores exhiben menor consideración hacia los demás que los normalizados; y que los menores de protección e infractores más retraimiento social, ansiedad social/timidez y liderazgo que los normalizados.

El incremento en la falta de consideración a los demás por parte de los menores infractores frente a los normalizados es del 15% (r = .15); y el aumento frente a los menores normalizados del 29% (r = .29) y 26% (r = .26) en retraimiento, del 32% (r = .32) y 37% (r = .37) en ansiedad timidez, y del 24% (r = .24) y15% (r = .15) en liderazgo de los menores infractores y protección, respectivamente.

La magnitud de las diferencias significativas entre poblaciones (PSTE en la Tabla 2) es de un tamaño del efecto mayor que 1/6 (.1664, en consideración hacia los demás y liderazgo entre menores infractores y normalizados); 1/4 (.2736 y .2886, en retraimiento y liderazgo entre menores de protección y normalizados); 1/3 (.3328 y .3616 en retraimiento social y ansiedad timidez entre menores infractores y normalizados); y cerca de 1/2 (.4246 en ansiedad timidez entre menores de protección y normalizados) de todos los posibles efectos con incremento en la inadaptación.

Tabla 2.  Efectos univariados en el ajuste social para el factor población. 

Ajuste psicológico

Ejecutado un MANOVA, se encontró un efecto multivariado significativo para el factor población (menores infractores, de protección y normalizados), F(18, 880) = 3.94, p < .001, 1- ß = 1.0, en el ajuste psicológico, que explica el 7.5% de la varianza, ηp2 = .075, un efecto mayor que el 66.54% (PSTE = .6654) de todos los posibles.

Los efectos univariados (véase la Tabla 3) informaron de diferencias en las 9 dimensiones sintomáticas terciadas por el factor población. Los contrastes a posteriori mostraron que los menores de protección manifestaron más sintomatología somática, obsesiva-compulsiva, depresiva, ansiosa (ansiedad generalizada), hostil, de ansiedad-fóbica, paranoide, de sensibilidad interpersonal y psicoticismo, que los normalizados. Por su parte, los menores infractores advierten de más síntomas obsesivo-compulsivos, depresiva, de hostilidad, de ansiedad-fóbica, de sensibilidad interpersonal y psicoticismo. Finalmente, los menores de protección revelaron más síntomas somáticos, ansiosos (generalizada), de ansiedad-fóbica e ideación paranoide que los infractores.

Tabla 3.  Efectos univariados en el ajuste psicológico para el factor población. 

El incremento en el desajuste psicológico de los menores de protección en relación con los normalizados es del 62% (r = .30) en somatización, del 22% (r = .22) en obsesión-compulsión, del 29% (r = .29) en depresión, del 24% (r = .24) en ansiedad, del 28% (r = .28) en hostilidad, del 30% (r = .30) en ansiedad-fóbica, del 32% (r = .32) en ideas paranoides, y del 24% (r = .24) en psicoticismo. Por su lado, el desajuste psicológico entre los menores infractores el 17% (r = .17) en obsesión-compulsión, el 20% (r = .20) en depresión, el 24% (r = .24) en hostilidad, el 19% (r = .19) en ansiedad-fóbica, el 21% (r = .21) en sensibilidad interpersonal, y el 17% (r = .17) en psicoticismo mayor que en los normalizados. Por último, los menores de protección presentan un daño psicológico mayor un 18% (r = .18) en síntomas somáticos, un 17% (r = .17) en ansiosos (generalizada), un 14% (r = .14) de ansiedad-fóbica, y un 21% de ideación paranoide que los infractores.

La magnitud de las diferencias significativas entre poblaciones (PSTE en la Tabla 3) es de un tamaño del efecto mayor que 1/6 (.1586 en ansiedad fóbica entre menores infractores y protección) y 1/5 (.1896, .2202 y .1896, en obsesión-compulsión, ansiedad-fóbica y psicoticismo entre menores infractores y normalizados; .2040 y .1974 en somatización y ansiedad entre menores infractores y protección), 1/4 (.2282, .2736 y .2358 en depresión, hostilidad y sensibilidad interpersonal entre menores infractores y normalizados; .2510, .2736 y .2736 en obsesión-compulsión, ansiedad y psicoticismo entre menores de protección y normalizados; y .2358 en ideación paranoide entre menores infractores y de protección), y 1/3 (.3400, .3328, .3182, .3400, .3616, y .3526 en somatización, depresión, hostilidad, ansiedad-fóbica, ideación paranoide y sensibilidad interpersonal entre menores de protección y normalizados) de todos los posibles efectos de incremento en el desajuste psicológico.

Realizado un MANOVA se halló un efecto multivariado significativo en los índices globales de malestar para el factor población (menores infractores, de protección y normalizados), F(6, 892) = 5.56, p < .001, 1-ß = .999, que explica el 3.6% de la varianza, ηp2 = .036. Los efectos univariados (ver Tabla 4) evidenciaron diferencias significativas entre poblaciones en el GSI, PST y PSDI)

Tabla 4.  Efectos univariados en los índices globales de malestar para el factor población. 

Los contrastes a posteriori constataron que los menores infractores y de protección informaban de una mayor severidad global (GSI), de más síntomas positivos (PST) y de mayor severidad en los síntomas positivos (PSDI) que los normalizados; y los de protección de mayor severidad global (GSI) que los infractores.

El aumento en el GSI, PST y PSDI en los menores infractores en comparación con los normalizados fue del 19%, 15% y 21%, respectivamente. Asimismo, los menores de protección informaron de un GSI, PST y PSDI un 30, un 25 y un 20% (rs = .30, .25 y .20) mayor que los normalizados. Finalmente, los menores de protección notificaron una severidad global un 14% (r = .14) que los infractores.

La magnitud de las diferencias significativas entre poblaciones (PSTE en la Tabla 4) es de un tamaño del efecto mayor que 1/6 (.1586, en severidad global entre menores de protección e infractores; y .1740 entre menores infractores y normalizados); 1/4 (.2206 en el GSI entre menores infractores y normalizados; y .2206 en el PSDI entre menores de protección y normalizados); 1/5 (.2358 en el PSDI entre menores infractores y normalizados; y .2886 en el PST entre menores de protección y normalizados); y 1/3 (.3472 en el GSI entre menores de protección y normalizados) de todos los posibles efectos con incremento en la inadaptación.

Discusión

Los resultados de este estudio están sujetos a limitaciones en su generalización. Primera, el diseño asume que las respuestas de los participantes son honestas, pero en las población de menores infractores se sospecha de un error sistemático, la simulación o mentira (American Psychiatric Association, 2013), como a la disimulación, esto es, ocultación de sintomatología adversa o falsa asunción de características positivas (Fariña et al., 2017). Segunda, el diseño del estudio ha asumido un efecto directo y acumulativo de las variables de medida en la conducta delictiva, pero las relaciones pueden ser otras. Tercera, otras variables de riesgo, protectoras o de promoción que también tienen efectos en la conducta delictiva pueden mediar o moderar los efectos. Cuarta, el contexto de la investigación, menores colombianos, puede afectar a la generalización de los resultados a otros contextos. Quinta, el diseño planteado tiene como objetivo la definición de factores de riesgo, no pudiendo generalizarse a otras condiciones como mixto o de promoción. Sexta, las necesidades identificadas en los menores de riesgo son propias de la población específica de riesgo del estudio (menores de protección) que no tienen por qué ser compartidas por otras poblaciones de riesgo (p.ej., menores de barrios/comunidades de riesgo). Con estas limitaciones en mente, de los resultados de este estudio se extraen las siguientes conclusiones:

  1. Sobre el ajuste individual. La población explica en torno al 5% del (des)ajuste individual. Concretamente, los menores infractores y de protección evidencian déficits en la adaptación familiar (i.e., clima familiar negativo y desavenencias en la pareja -padres); los de protección a nivel personal (i.e., insatisfacción personal y desajuste afectivo) y los infractores, social (i.e., agresividad social, conflicto con las normas, relaciones sociales escasas y desconfianza social). Esta inadaptación se cuantifica en una merma entre aproximadamente el 20 y el 30% y en términos de la magnitud del efecto negativo es mayor que entre 1/5 y 1/3 de todos los posibles, es decir, el daño no sólo es significativo, sino cuantioso y grave. Los hallazgos en la inadaptación familiar, personal y social entre los menores infractores y de riesgo, se suman a los conocidos en otras áreas de funcionamiento del individuo: mayor vulnerabilidad a enfermedades físicas (Martinón et al., 2017), bajo rendimiento y fracaso escolar (Corrás et al., 2017), incremento en las probabilidades de presenciar o vivir violencia de género y familiar (Seijo et al., 2016), de ser objeto de violencia parento-filial (Loinaz y de Sousa, 2020); de un estilo autoritario de socialización parental relacionado con el uso de la violencia y conductas delictivas (Ruiz-Hernández, Moral-Zafra, Llor-Esteban, y Jiménez-Barbero, 2019). En suma, el desajuste individual no sólo conlleva una asociación con conductas delictivas y de riesgo de las mismas, sino también un desajuste en las otras áreas de funcionamiento del individuo (American Psychiatric Association, 2013). En consecuencia, tanto la intervención con infractores como en la prevención de conductas delictivas se han de implementar programas que, entre sus objetivos, incluyan la rehabilitación de un adecuado ajuste individual y con el alance de reparación de un daño cuantioso y grave.

  2. Sobre el ajuste social. La población explica en torno al 12% del (des)ajuste social. Concretamente, los menores infractores y de protección evidencian lagunas en el retraimiento social (i.e., aislamiento activo y pasivo de los demás), ansiedad social/timidez (i.e., reacciones de miedo y timidez en las relaciones sociales), y liderazgo (i.e., exceso de ascendencia, popularidad, iniciativa y confianza en sí mismos); y los menores infractores en la consideración hacia los demás (i.e., escasa sensibilidad social y preocupación por los demás). Sucintamente, estas carencias en la socialización facilitan la asociación con iguales desviados (factor de riesgo) y controlan la barrera cognitiva que inhibe las conductas delictivas (inhibe un factor de protección interactivo) (Arce et al., 2010; Cutrín et al., 2019; Férriz, Sobral, y Goméz-Fraguela, 2018). Estas desviaciones de la normalidad alcanzan entre el 15 y cerca del 40% y en términos de la magnitud del efecto negativo es mayor que entre 1/6 y casi la 1/2 de todos los posibles, o sea, el deterioro en el ajuste social es considerable y muy profundo. Dichas desviaciones en el ajuste social (socialización) de la normalidad anteceden la conducta delictiva, especialmente aplicable a los menores de riesgo (Novo et al., 2012), y se relacionan con persistencia en las mismas, especialmente aplicable a los menores infractores (Maruna, 2004). Así pues, los programas de prevención e intervención han de tener entre sus objetivos reparar las necesidades asociadas al desajuste social del individuo y con un efecto muy grande dado que el daño es muy acentuado.

  3. Sobre el ajuste psicológico. La población explica en torno al 7.5% del (des)ajuste psicológico. Concretamente, los menores infractores y de protección manifiestan más sintomatología obsesivo-compulsiva (pensamientos, impulsos y acciones, que son experimentados como persistentes e irresistibles por el sujeto y que son de naturaleza externa y no deseados), de sensibilidad interpersonal (sentimientos de inadecuación personal e inferioridad, auto-desaprobación, hipersensibilidad a opiniones y actitudes ajenas, y marcada incomodidad en las relaciones interpersonales), depresiva (signos de retraimiento de los intereses de la vida, pérdida de motivación, y de energía vital), de hostilidad (pensamientos, sentimientos y acciones que son característicos de agresividad, irritabilidad, rabia, ira y resentimiento), de ansiedad-fóbica (respuesta persistente de miedo a una persona, lugar, objeto o situación específica que se caracteriza por ser irracional y desproporcionado que lleva a conductas de evitación o escape), y psicótica (en población no clínica: relativo a cinismo, aislamiento y concreción de una vida fantasiosa) que los normalizados; y, adicionalmente, los de protección más somática (malestar derivado de percepciones de disfunciones corporales), ansiosa (nerviosismo, tensión, sentimientos de terror, aprehensión y temor) y paranoide (i.e., agresividad, ira, furia, irritabilidad, rabia, resentimiento, suspicacia, miedo de pérdida de autonomía, necesidad de control). Asimismo, menores infractores y de protección informan de mayor severidad global, más síntomas positivos y mayor malestar referido a síntomas positivos. Estas desviaciones de la normalidad alcanzan entre el 17 y el 32% y en términos de la magnitud del efecto negativo es mayor que entre 1/6 y un 1/3 de todos los posibles, o sea, el deterioro en el ajuste psicológico es entre moderado y grave (Endicott, Spitzer, Fleiss, y Cohen 1976). La asociación entre problemas internalizantes (p.ej., depresión, ansiedad, ideación paranoide) y externalizantes (p.ej., ira, hostilidad, agresividad) ha sido corroborada también en investigaciones previas y en contextos delictivos diversos (Arce et al., 2011; Baskin-Sommers et al., 2016; Carswell, Maughan, Davis, Davenport, y Goddard, 2004; Novo et al., 2012), así como el rol que desempeñan en el desarrollo de la delincuencia adulta (Basto-Pereira y Maia, 2017). Al igual que en el presente estudio, también se ha encontrado que el desequilibrio psicológico es característico de menores de protección (Bastiaanssen, Delsing, Kroes, Engels, y Veerman, 2014). Además, carencias en estos marcadores de salud se ha hallado que son vehiculizadoras de la reincidencia (Basanta et al., 2018; Fariña et al., 2014; Novo et al., 2012). Sin embargo, se desconocía era la magnitud del daño y que éste afecta al conjunto de los marcadores de salud mental. De todo ello se desprende que los programas de prevención e intervención en delincuencia han de tener como objetivo prioritario lograr un reequilibrio psicológico, teniendo presente que la magnitud del daño oscila entre moderado y grave por lo que la magnitud de la intervención ha de ser grande.

  4. Sobre las necesidades en situación de riesgo, Los menores de protección (riesgo) presentan, adicionalmente, mayores desajustes en el área individual (inadaptación personal), más sintomatología cínica (somática, ansiosa tanto generalizada como específica, e ideación paranoide) y mayor severidad clínica global que los menores infractores. En suma, los menores de riesgo no sólo comparten los déficits respecto a la normalidad con los infractores, sino que también son parcialmente más deficitarios que éstos. Por tanto, el riesgo de paso a infractores es extremo y acucia la intervención a nivel preventivo en la corrección de todas estas necesidades para detener ese salto de riesgo a infractor (Arce et al., 2010).

En suma, es necesario que la intervención incluya contenidos ajustados a las necesidades, en este caso, de los menores (Bonta y Andrews, 2017) y basada en técnicas de intervención eficaces (Novo et al., 2019; Van der Stouwe et al., 2020), pero no sólo necesidades criminogénicas, sino también no-criminogénicas que se ajusten a los menores con conductas delictivas y de riesgo en los órdenes personal, social y psicológico.

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Financiación: Esta investigación fue financiada, en parte, por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad en el marco de proyecto con referencia PSI2017-87278-R.

Recibido: 19 de Mayo de 2020; Revisado: 25 de Mayo de 2020; Aprobado: 12 de Junio de 2020

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