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Anales de Psicología

On-line version ISSN 1695-2294Print version ISSN 0212-9728

Anal. Psicol. vol.38 n.2 Murcia May./Sep. 2022  Epub July 29, 2022

https://dx.doi.org/10.6018/analesps.448821 

Psicología Social

La intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a experimentar preocupaciones y el pesimismo como factores intervinientes en la relación entre la dependencia emocional y la violencia

Janire Momeñe1  2  , Ana Estévez1  *  , Ana María Pérez-García2  , Andere Maguregi1 

1Universidad de Deusto (España)

2Universidad Nacional de Educación a Distancia (España)

Resumen

Las personas con dependencia emocional presentan preocupaciones constantes sobre el posible abandono o traición por parte de la pareja. De esta forma, ponen en marcha un gran abanico de estrategias retentivas dirigidas a cubrir la gran necesidad de controlar la relación. Además, sienten insatisfacción y frustración en la relación ya que sienten que nunca conseguirán lo que quieren o esperan de ella. Por esto, los objetivos del estudio se dirigen a analizar la posible relación entre la dependencia emocional, la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a las preocupaciones y el pesimismo. Asimismo, se comprueba el papel mediador de estos factores en la relación entre la dependencia emocional y la permanencia en relaciones de pareja violentas debido a la elevada prevalencia de darse conjuntamente en una misma relación. Participaron 258 personas, 77.1% mujeres y 22.9% hombres con edades que oscilaron entre los 18 y 67 años (M = 32.63; DT = 11.66). Los resultados reflejaron relaciones positivas entre la dependencia emocional, la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a las preocupaciones y el pesimismo. Igualmente, se comprueba que la dependencia emocional conduce a la permanencia en relaciones violentas a través de los factores mencionados.

Palabras clave: Dependencia emocional; Violencia; Intolerancia a la incertidumbre; Tendencia a las preocupaciones; Pesimismo

Introducción

La dependencia emocional hacia la pareja puede definirse como un patrón de necesidades emocionales y afectivas insatisfechas que intentan cubrirse de manera desadaptativa a través de las relaciones interpersonales (Urbiola et al., 2017). Estas personas manifiestan un intenso terror al abandono, a la soledad (Sirvent y Moral, 2018), a dejar de ser queridas y a sentirse menos prioritarias (Castelló, 2019). Asimismo, muestran pensamientos negativos sobre sí mismas, baja autoestima, inseguridad, necesidad de disponer de una pareja para sentirse completas, gran dificultad para afrontar la vida por sí mismas (Markez, 2015), una sensación de vacío emocional y sentimientos negativos, tales como, desánimo y tristeza (Moral et al., 2018). Es por esto por lo que sitúan a la pareja en un lugar predominante en sus vidas (Castelló, 2019) y ponen en marcha un amplio rango de estrategias retentivas con el fin de mantener la relación a toda costa, tales como, adquirir comportamientos de sumisión y extrema obediencia (Riso, 2014), adaptación pasiva a la pareja, falta de iniciativa (Sirvent y Moral, 2018) y demandas constantes y excesivas de atención, afecto y cercanía (Izquierdo y Gómez-Acosta, 2013) que resultan asfixiantes y que nunca son suficientes para aliviar la ansiedad experimentada. De esta forma, experimentan sentimientos de frustración ya que no se cumplen las expectativas anheladas (Markez, 2015), mostrando pérdida de identidad (Riso, 2014), sentimientos de no ser libres y, en definitiva, insatisfacción con la relación ya que sienten que nunca conseguirán lo que quieren de ella. A pesar de esto, son incapaces de romper la relación, mostrando un patrón comportamental de reiteradas rupturas con sus consiguientes retornos a la relación (Skvortsova y Shumskiy, 2014).

La dependencia emocional se considera uno de los factores involucrados en la permanencia de relaciones violentas (Momeñe y Estévez, 2018), ya que podría dificultar la ruptura de la relación (Izquierdo y Gómez-Acosta, 2013). De manera paradójica, las personas víctimas de violencia por parte de la pareja mencionan seguir enamoradas de sus agresores independientemente de la gravedad de la violencia recibida (Castelló, 2005). De esta forma, las personas con dependencia emocional siguen un patrón de establecimiento de relaciones de pareja patológicas y desequilibradas (Castelló, 2012).

La violencia de pareja presenta una elevada incidencia y relevancia (Fernández-González et al., 2017), siendo las mujeres quienes reportan mayor riesgo de sufrirla (Peitzmeier et al., 2016). Puede manifestarse a través de tres formas diferentes; psicológica, física y sexual (Echeburúa, 2018; Lee y Lee, 2018). La violencia psicológica es la más prevalente (Mohammad-Alizadeh-Charandabi et al., 2016), puede darse de manera independiente o preceder a la violencia física y es la más difícil de identificar. La violencia ejercida va aumentando en frecuencia e intensidad con el tiempo (Del Castillo et al., 2015), ya que, una vez surgido el primer episodio violento y rotas las inhibiciones vinculadas con el respeto hacia la pareja, la probabilidad de repetirse y emplearse como manera de controlar la relación cada vez por motivos más insignificantes es mayor (Echeburúa y Muñoz, 2017).

Por su parte, la intolerancia a la incertidumbre es definida como una tendencia a percibir las situaciones inciertas y ambiguas como negativas, desagradables, inaceptables y amenazantes, independientemente de la probabilidad de que ocurran, lo que les lleva a reaccionar ante ellas de manera intensa y negativa a nivel emocional, cognitivo y conductual, así como a evitarlas (Morriss y McSorley, 2019; Radell et al., 2018; Rodgers et al., 2019; Roma y Hope, 2017). Asimismo, la dificultad para tolerar la incertidumbre supone cierto riesgo al incrementar la probabilidad de adopción de conductas de riesgo dirigidas a aliviar las emociones angustiosas o desagradables (Sadeh y Bredemeier, 2019). Por tanto, debido a la elevada presencia de situaciones inciertas en la vida cotidiana, a las consecuencias negativas que acarrea y a su presencia en diversas manifestaciones clínicas, estudios recientes han mencionado la relevancia de su estudio (Lauriola et al., 2018; Tanovic et al., 2018). Además, la intolerancia a la incertidumbre desempeña un papel fundamental en la etiología y mantenimiento de las preocupaciones (Chen et al., 2018; Osmanağaoğlu et al., 2018), a veces excesivas e incontrolables (González et al., 2006b) e incluso patológicas (Kusec et al., 2016). La tendencia a experimentar preocupaciones puede definirse como un patrón repetitivo de pensamientos o rumiaciones excesivas sobre aspectos negativos o displacenteros que están dirigidas hacia el futuro y son difíciles de controlar. Las preocupaciones interfieren y generan un deterioro y malestar significativos en áreas relevantes como el funcionamiento familiar, social y laboral (González et al., 2006). Sin embargo, hay personas que las consideran necesarias y las emplean para aumentar la sensación de control, analizar en profundidad los problemas, generar un rango de soluciones potenciales y poder así prevenir las consecuencias negativas (Rausch et al., 2011). En ese sentido, las personas con dificultades a la hora de tolerar la incertidumbre además de emplear los pensamientos repetitivos como es el caso de las preocupaciones y las rumiaciones, experimentan ideas pesimistas sobre los acontecimientos futuros (Yook et al., 2010).

En esta línea, el pesimismo se ha definido como una tendencia a ver y juzgar las cosas de manera negativa. Además, las personas pesimistas consideran que los acontecimientos desagradables persistirán durante mucho tiempo, creen que no pueden hacer nada para cambiar la situación y se atribuyen a sí mismos los errores o aspectos negativos (Seligman, 2011). De esta forma, este pensamiento pesimista impide la emisión de conductas para hacer frente a las adversidades y consecuentemente, la experiencia de fracaso aumenta el pesimismo (Lemola et al., 2020). Siguiendo el planteamiento de Peterson y Seligman (1984), sobre el estilo explicativo pesimista, coinciden a la hora de afirmar que las personas pesimistas tienden a explicar los sucesos negativos como una causa interna, es estable en el tiempo y afecta de manera global a todos los ámbitos de la vida. En contra, el estilo explicativo optimista, es definido como una tendencia a explicar los sucesos negativos como una causa externa a uno mismo, inestable en el tiempo y específico de ese ámbito concreto. Además, consideran que son capaces de ejercer conductas para solventar las situaciones negativas y alcanzar resultados positivos en el futuro (Carver y Scheier, 2001). Por lo tanto, el optimismo se relaciona con la expectativa de que en el futuro ocurrirán eventos positivos, mientras que el pesimismo se relaciona con la expectativa de que en el futuro sucederán eventos negativos y se ha relacionado con varios trastornos de la salud mental (Peres et al., 2019).

Consecuentemente, no se encuentran estudios que analicen la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a las preocupaciones y el pesimismo en las personas con dependencia emocional. A pesar de esto, los comportamientos que caracterizan a las personas con dependencia emocional tienen aspectos en común con los factores señalados. Debido a las repercusiones negativas que estos producen en la vida cotidiana y su posible interferencia en el tratamiento resulta necesario su estudio. La hipótesis subyacente propondría que la dependencia emocional se relacionaría positivamente con la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a las preocupaciones y el pesimismo. Además, estos factores mediarían la relación entre la dependencia emocional y la violencia de pareja. Por lo tanto, estas hipótesis se comprobarían a través de dos objetivos. El primero se dirigiría a analizar la relación entre las variables del estudio y el segundo a examinar si la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a las preocupaciones y el pesimismo son mecanismos potenciales que subyacen a la asociación entre la dependencia emocional y la permanencia en relaciones de pareja violentas.

Método

Participantes

En el presente estudio participaron 258 personas, 77.1% mujeres y 22.9% hombres con edades comprendidas entre los 18 y 67 años (M = 32.63; DT = 11.66). Predominaron los participantes nacidos en España conformando el 88% de la muestra. En cuanto al nivel de estudios, el 76.4% estaba cursando en el momento de participar en el estudio o había cursado estudios universitarios, el 19.4% formación profesional y el 4.3% estudios primarios. Respecto a las relaciones de pareja el 77.5% estaba manteniendo una relación de pareja en el momento de participar en el estudio mientras que el 22.5% no tenía pareja. En relación a la orientación sexual, el 83.7% se definió como heterosexual, el 13.2% como bisexual, el 2.3% como homosexual y el .8% como otro.

Instrumentos

Dependencia emocional. Cuestionario de Dependencia Emocional (CDE; Lemos y Londoño, 2006). Evalúa la dependencia emocional en el ámbito de las relaciones de pareja. Contiene 23 ítems divididos en 6 escalas: ansiedad de separación, evalúa las expresiones emocionales del miedo que se produce ante la posibilidad de la ruptura de la relación; expresión afectiva, se dirige a evaluar la necesidad de tener constantes expresiones de afecto por parte de la pareja que reafirmen el amor que se sienten y que calme la sensación de inseguridad y ansiedad; modificación de planes, analiza el cambio de actividades, planes y comportamientos debido a los deseos implícitos o explícitos por satisfacer a la pareja o a la simple posibilidad de compartir mayor tiempo con ella; miedo a la soledad, evalúa el miedo por no tener una relación de pareja y sentir que no es querido; expresión límite, evalúa las acciones o manifestaciones impulsivas de autoagresión ante una posible ruptura de la relación ya que puede suponer algo catastrófico por su enfrentamiento con la soledad y la pérdida de sentido de vida; búsqueda de atención, evalúa la búsqueda activa de atención por parte de la pareja para asegurar su permanencia en la relación y tratar de ser el centro de atención en la vida de ésta. El formato de respuesta es tipo Likert con 6 alternativas de respuesta que van de 1 (“Completamente falso de mí”) a 6 (“Me describe perfectamente”).

El cuestionario total presenta una elevada consistencia interna, obteniendo un coeficiente alfa de Cronbach de .93 (Lemos y Londoño, 2006). En el presente estudio el coeficiente alfa de Cronbach para la escala global fue de .95.

Violencia de pareja recibida. Escala revisada de Tácticas para la Resolución de Conflictos (CTS2-Revised Conflicts Tactics Scale-2; Straus et al., 1996). Evalúa la violencia ejercida y recibida en el ámbito de las relaciones de pareja y el empleo de la negociación como método de resolución de conflictos. La escala está conformada por 78 ítems, de los cuales 39 ítems se dirigen a analizar las acciones realizadas por la persona que contesta el cuestionario, mientras que los otros 39 ítems, se dirigen a analizar las acciones ejercidas por su pareja. Contiene cinco escalas: negociación, hace referencia a las acciones que se adoptan para finalizar un desacuerdo por medio del debate y del razonamiento. Esta escala se divide en dos subescalas cognitiva, la cual evalúa esos debates y emocional, la cual evalúa en qué medida la pareja se comunica sentimientos afectivos positivos y se propicia expresiones de afecto y respeto. El resto de las escalas señaladas a continuación se dividen también en dos subescalas menor y severa. La escala de agresión física hace referencia a la violencia física. La escala de abuso psicológico incluye actos de violencia verbal y no verbal. La escala de coerción sexual evalúa las conductas orientadas a obligar a la pareja a participar en una actividad sexual no deseada. Finalmente, la escala de lesiones mide los daños físicos infringidos, tales como, roturas de huesos, necesidad de asistencia médica o dolor continuado. La escala consta de 8 alternativas de respuesta donde se indicará el número de veces que un acto violento ha ocurrido en los últimos 12 meses (0 “Nunca”, 1 “Una vez”, 2 “Dos veces”, 3 “De tres a cinco veces”, 4 “De seis a diez veces”, 5 “De once a veinte veces”, 6 “Más de veinte veces” y 7 “No en el año pasado, pero sí anteriormente”). Asimismo, presenta 4 indicadores: Prevalencia (es dicotómico (0-1), indica si los actos han tenido lugar o no); Cronicidad (se refiere al número de veces que un acto de una escala ha ocurrido); Prevalencia a lo largo de la vida (toma como referencia temporal toda la vida de la persona que completa el cuestionario); Frecuencia anual (sopesa los ítems de cada escala por su frecuencia de ocurrencia).

En el presente estudio, se emplearán los ítems dirigidos a evaluar la violencia física y psicológica recibida por parte de la pareja.

La escala total de la violencia recibida, ha mostrado buenas propiedades psicométricas en población adulta española, obteniendo un coeficiente alfa de Cronbach de .83. De esta forma, las subescalas de victimización también han obtenido una buena consistencia interna, negociación (α = .75), agresión física (α = .80), abuso psicológico (α = .73), coerción sexual (α = .63) y lesiones (α = .69) (Graña et al., 2013). En el presente estudio el coeficiente alfa de Cronbach para la escala de agresión física fue de .94 y para la escala de abuso psicológico fue de .90.

Intolerancia a la incertidumbre. Escala de Intolerancia a la Incertidumbre (EII; González et al., 2006). Evalúa la intolerancia a la incertidumbre, reacciones emocionales y conductuales ante situaciones ambiguas, implicaciones de inseguridad e intentos de controlar el futuro. Está compuesta por 27 ítems divididos en dos subescalas: incertidumbre generadora de inhibición, referida al modo en que la incertidumbre genera inseguridad, estrés y perturbación; incertidumbre como desconcierto e imprevisión, referida a la necesidad de certidumbre que surge en la persona intolerante a la incertidumbre al verse afectada por los imprevistos. El formato de respuesta es tipo Likert con 5 alternativas de respuesta que van desde 1 (“Nada característico de mí”) hasta 5 (“Extremadamente característico de mí”).

Obtuvo un coeficiente alfa de Cronbach para la escala global de de 0,95 (incertidumbre generadora de inhibición α = .93; incertidumbre como desconcierto e imprevisión α = .89). En el presente estudio el coeficiente alfa de Cronbach fue de .96 para la escala global, de .95 para la subescala incertidumbre generadora de inhibición y de .92 para la subescala incertidumbre como desconcierto e imprevisión.

Preocupaciones. Cuestionario de Preocupación (PSWQ-11; Sandin et al., 2009). Evalúa la tendencia general a experimentar preocupaciones. Está compuesto por 11 ítems con un formato de respuesta tipo Likert que va desde 1 (“No es en absoluto típico en mí”) hasta 5 (“Es muy típico en mí”).

El cuestionario obtuvo una buena consistencia interna mostrando un coeficiente alfa de Cronbach de .92. En el presente estudio el coeficiente alfa de Cronbach fue de .95.

Optimismo. Cuestionario de Optimismo (COP, Pedrosa et al., 2015). Consta de 9 ítems con un formato tipo Likert de 5 puntos que va desde 1 (“Totalmente en desacuerdo”) hasta 5 (“Totalmente de acuerdo”). Se recodificaron los ítems formulados de manera positiva para obtener la escala de pesimismo.

El coeficiente alfa de Cronbach fue de .84. En el presente estudio el coeficiente alfa de Cronbach fue de .87.

Procedimiento

Se trata de un estudio exploratorio y cuantitativo de corte transversal.

Se solicitó la colaboración al estudio de manera online a través de diversas redes sociales a lo largo de 6 meses y los participantes se reclutaron siguiendo la técnica de muestreo de bola de nieve. Se les facilitó un enlace para poder acceder al estudio dividido en varios apartados. En el primer apartado recibieron información sobre las características generales del estudio: objetivo; profundizar en el conocimiento de las relaciones de pareja, voluntariedad y anonimato de las respuestas emitidas, importancia de la sinceridad, criterios de inclusión; tener más de 18 años y haber tenido al menos una relación de pareja, duración, contacto de las investigadoras, etc. El segundo apartado recogía datos sociodemográficos y el tercer apartado incluía la batería de cuestionarios seleccionados para el estudio.

Todos los participantes firmaron un consentimiento informado de manera previa a la participación en el estudio. Además, el presente estudio se aseguró de seguir los principios éticos establecidos por la Declaración de Helsinki (World Medical Association, 2013).

Análisis estadístico

En primer lugar, se analizaron las relaciones bivariadas entre la dependencia emocional y la violencia física y psicológica recibida, la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a las preocupaciones y el pesimismo a través de la r de Pearson. A continuación, se realizó un modelo de regresión lineal en tres pasos (Baron y Kenny, 1986) para analizar un modelo de mediación que incluía la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a las preocupaciones y el pesimismo como mediadores hipotéticos en la relación entre la dependencia emocional y la violencia física recibida, así como, en la relación entre la dependencia emocional y la violencia psicológica recibida. En el primer paso, la dependencia emocional debe relacionarse de manera estadísticamente significativa a la violencia de pareja recibida. En el segundo paso, la dependencia emocional debe asociarse significativamente a las variables mediadoras. En el tercer paso, la relación entre la dependencia emocional y la violencia recibida debe disminuir al introducir las variables mediadoras en el modelo. Asimismo, todos los análisis de mediación se realizaron controlando las variables sexo y edad. El efecto de la mediación se evaluó mediante el procedimiento bootstrapping que proporciona intervalos de confianza del 95%.

Resultados

En primer lugar, se analizaron las relaciones entre las variables del estudio (Tabla 1).

La dependencia emocional estaba positivamente relacionada con la violencia de pareja recibida, sobre todo con la violencia psicológica, la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a las preocupaciones y el pesimismo.

Tabla 1 Estadísticos descriptivos y correlaciones entre las variables del estudio 

En segundo lugar, se analizó el papel mediador de la intolerancia a la incertidumbre en la relación entre la dependencia emocional y la violencia física y psicológica recibida. Los datos obtenidos de manera estadísticamente significativa se exponen en la Tabla 2.

La dependencia emocional se asoció de manera estadísticamente significativa a la violencia física. Los resultados obtenidos sugirieron que el 6.67% de dicha relación era explicada por la intolerancia a la incertidumbre.

Tabla 2 Modelo de mediación que incluye la dependencia emocional (X), la intolerancia a la incertidumbre (M) y la violencia física recibida (Y) 

A continuación, se analizó el papel mediador de la tendencia a las preocupaciones en la relación entre la dependencia emocional y la violencia física y psicológica recibida (Tabla 3).

La dependencia emocional se relacionó significativamente con la violencia física y psicológica y la tendencia a las preocupaciones explicó el 6.67% y el 4.54% de dichas relaciones respectivamente.

Tabla 3 Modelo de mediación que incluye la dependencia emocional (X), la tendencia a las preocupaciones (M) y la violencia física y psicológica recibida (Y) 

En último lugar, se analizó el papel mediador del pesimismo en la relación entre la dependencia emocional y la violencia física y psicológica recibida. A continuación, se reflejan los resultados estadísticamente significativos (Tabla 4).

Tal y como puede apreciarse, la dependencia emocional condujo a la permanencia en relaciones violentas psicológicamente y el pesimismo explicó el 4.54% de dicha relación.

Tabla 4 Modelo de mediación que incluye la dependencia emocional (X), el pesimismo (M) y la violencia psicológica (Y) 

Discusión

El primer objetivo iba dirigido a analizar las relaciones entre las variables del estudio. Los resultados reflejaron cómo la dependencia emocional aumentaba de manera paralela a la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a experimentar preocupaciones y el pesimismo. En conocimiento de las autoras, los estudios dirigidos a analizar estas relaciones son inexistentes. A pesar de esto, los resultados obtenidos relacionados con la intolerancia a la incertidumbre podrían explicarse a través de estudios previos que mencionan el empleo de conductas controladoras por parte de las personas dependientes emocionalmente hacia la pareja (Petruccelli et al., 2014). Además, muestran una gran necesidad de saber en todo momento lo que hace y con quién está su pareja, lo que puede derivar en continuas y excesivas llamadas de teléfono y apariciones en lugares inapropiados (Castelló, 2005). En esta línea, ante la percepción de un posible abandono por parte de la pareja, generada por situaciones como una discusión, un retraso en el horario o ante la comprobación de la existencia de otras prioridades o personas significativas en su vida, ponen en marcha maniobras de todo tipo con el fin de evitar cualquier tipo de distanciamiento. En estos casos pueden imponer determinadas normas de funcionamiento de la relación que le proporcionarían seguridad al sentir que tiene el control de la relación y de la prevención del abandono de la pareja (Markez, 2015). Los datos obtenidos relacionados con la tendencia a experimentar preocupaciones irían en consonancia con estudios que mencionan que las personas con dependencia emocional experimentan preocupaciones extremas y constantes relacionadas con el posible abandono o traición por parte de la pareja (Castelló, 2019). De esta forma, presentan elevadas rumiaciones o preocupaciones intensas sobre el deterioro, ruptura o abandono de la relación y su consecuente soledad. Por ello, viven las relaciones de pareja con gran ansiedad e inquietud (Castelló, 2005). En cuanto a la relación entre la dependencia emocional y el pesimismo, estos resultados van en la línea de estudios que mencionan que una menor sensación de control sobre la relación de pareja conduce al desarrollo de estados de ánimo negativos en las personas con dependencia emocional (Markez, 2015). Asimismo, se ha señalado la presencia de desajustes afectivos en forma de sentimientos negativos en las personas con dependencia emocional (Sirvent y Moral, 2018) junto con la sensación de vacío emocional crónico y deseos de autodestrucción (Moral et al., 2018).

El segundo objetivo del estudio se centró en evaluar el papel mediador de la intolerancia a la incertidumbre en la relación entre la dependencia emocional y la violencia de pareja física y psicológica recibida. Los resultados obtenidos reportaron una relación significativa entre la dependencia emocional y la violencia física recibida. A este respecto, la intolerancia a la incertidumbre explicó parte de dicha relación. Estos resultados pueden explicarse debido a que las personas con dependencia emocional presentan conductas controladoras y dominantes sobre la pareja, demandando continuamente atención y afecto con el objetivo de controlar la relación y asegurarse la permanencia de la pareja en ella (Aiquipa, 2012). Estos comportamientos podrían recordar a las reacciones intensas ante situaciones ambiguas características en las personas con intolerancia a la incertidumbre (González et al., 2013). Además, las situaciones inciertas e inesperadas, como es el caso de un posible abandono de la pareja, les agota y les perturba y creen que pueden evitarlo (Rodríguez de Behrends y Brenlla, 2015). Por su parte, la teoría del apego podría explicar la relación entre la intolerancia a la incertidumbre y la permanencia en relaciones de pareja violentas ya que el estilo de apego ansioso-ambivalente establecido en la infancia, característico en las personas que permanecen en relaciones violentas, actúa como predictor de la intolerancia a la incertidumbre en el futuro (Zdebik et al., 2018). Otra explicación, podría basarse en que la intolerancia a la incertidumbre se ha asociado fuertemente a la ansiedad generalizada (Gillett et al., 2018) y se ha mencionado que las personas con niveles más altos de internalización de síntomas como la ansiedad pueden ser más vulnerables a establecer o permanecer en relaciones violentas (Novak y Furman, 2016). A este respecto, se ha mencionado que la intolerancia a la incertidumbre podría desempeñar un papel importante en el desarrollo y el mantenimiento de una amplia gama de trastornos emocionales (McEvory y Carleton, 2016).

El tercer objetivo del estudio fue examinar si la tendencia a experimentar preocupaciones mediaba la relación entre la dependencia emocional y la violencia física y psicológica recibida. Los datos obtenidos corroboraron dicha mediación. Esto puede deberse a que las personas con dependencia emocional se caracterizan por reflejar una gran preocupación en el rostro, nerviosismo constante y angustia (Castelló, 2005). Para calmar la ansiedad que sienten, originada por las preocupaciones relacionadas con el abandono de la pareja, le demandan continuas e intensas muestras de atención y afecto que nunca le resultan suficientes ni cumplen su objetivo de calmar la angustia que experimentan (Markez, 2015). A parte de las preocupaciones concernientes a la pareja, las personas con dependencia emocional manifiestan una tendencia a la ansiedad y preocupación ante situaciones que requieren ser independiente o funcionar de manera autónoma (Bornstein, 1996). Además, estos resultados también podrían explicarse a través de la teoría del aprendizaje social. Esta teoría postula que la dependencia emocional es aprendida por imitación (Bandura, 1960). A colación con esto, el origen de la dependencia emocional se ha relacionado con un estilo de crianza parental de sobreprotección (Scantamburlo et al., 2013) que se caracteriza por presentar elevadas y frecuentes preocupaciones (Kalomiris y Kiel, 2016). De este modo, las personas con dependencia emocional pueden estar repitiendo ese patrón conductual de tendencia a las preocupaciones aprendidas por los padres. En cuanto a la permanencia en relaciones violentas, estos resultados pueden explicarse retomando la teoría del apego previamente mencionada. El estilo de apego ansioso-ambivalente establecido en la infancia a través de las interacciones llevadas a cabo con las figuras de apego además de predecir la permanencia en relaciones violentas, predice la tendencia a presentar preocupaciones obsesivas en torno a la pareja, a un posible abandono o separación, elevada ansiedad y constante vigilancia (Feeney y Noller, 2001).

El último objetivo del estudio fue comprobar el papel mediador del pesimismo en la relación entre la dependencia emocional y la violencia física y psicológica recibida. Los resultados reflejaron que el pesimismo explicaba una parte de la relación entre la dependencia emocional y la violencia psicológica recibida. A este respecto, esto podría explicarse debido a que las relaciones que establecen las personas con dependencia emocional están llenas de oscilaciones emocionales y sentimientos de dolor, tristeza, desesperación, ausencia de libertad y de no tener elección. Sienten una gran insatisfacción con la relación, sin embargo, son incapaces de romperla ya que la soledad que esto conllevaría generaría un sufrimiento mucho más grande que el sufrimiento que experimentan permaneciendo en ella. Asumen que nunca conseguirán lo que quieren de esa relación, pero se aferran a ella, moviéndose en un círculo vicioso de continuas rupturas y retornos a la relación (Skvortsova y Shumskiy, 2014). Además, se ha mencionado que las personas con dependencia emocional presentan negatividad sobre sí mismas (Markez, 2015) y un estado de ánimo habitual negativo que se caracteriza por una profunda tristeza, infelicidad e inseguridad personal independientemente de sus circunstancias (Castelló, 2005). De este modo, presentan una insatisfacción generalizada con la vida (Bornstein et al., 2004). En esta línea, estudios previos han mencionado que la dependencia emocional sería predictora de la sintomatología ansiosa y depresiva (Estévez et al., 2017). Asimismo, estudios previos han reportado mayores puntuaciones en el esquema disfuncional temprano de negatividad/pesimismo en las personas que sufren violencia de pareja en comparación con las personas que no la sufren (Huerta et al., 2016). Este esquema disfuncional establecido en la infancia y asociado a la permanencia en relaciones violentas refleja las creencias de que las cosas irán mal o empeorarán, focalizando la atención en aspectos negativos y minimizando o ignorando los aspectos positivos u optimistas (Young et al., 2013). En esta línea, se ha comprobado que las mujeres con mayores síntomas depresivos tienen más probabilidades de sufrir violencia en sus relaciones de pareja (Gonzalez-Guarda et al., 2013; Keenan-Miller et al., 2007; Lehrer et al., 2006).

El presente estudio no se encuentra exento de limitaciones. Por un lado, el carácter transversal del estudio imposibilita la obtención de relaciones causales. Por otro lado, las personas con dependencia emocional presentan una tendencia a negar el problema lo que ha podido influir en los datos obtenidos (Moral-Jiménez y González-Sáez, 2020). Además, las medidas de autoinforme corren el riesgo de sufrir el sesgo de deseabilidad social. Por su parte, el muestreo por bola de nieve empleado presenta algunas desventajas a la hora de generalizar los resultados. En futuros estudios sería interesante analizar los resultados empleando muestra clínica, es decir, personas que han vivido situaciones de violencia.

Concluyendo, los resultados obtenidos son relevantes y de gran importancia clínica. Esto es debido a la ausencia de estudios que analicen la relación entre la dependencia emocional y la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a experimentar preocupaciones y el pesimismo. Además, tampoco se han encontrado estudios que analicen el papel mediador de estos factores en la relación entre la dependencia emocional y la permanencia en relaciones de pareja violentas. Estos análisis son muy importantes debido a la transcendencia que tiene la dependencia emocional en la violencia (Martín y Moral, 2019). En términos de implicaciones clínicas, se ha comprobado que las personas que presentan dependencia emocional hacia la pareja muestran una intolerancia a la incertidumbre, tendencia a experimentar preocupaciones y pesimismo. Estos factores pueden influir en el tratamiento y mantenimiento de las relaciones disfuncionales. Por tanto, pueden ser constructos relevantes a tener en cuenta tanto en la terapia individual como en la terapia de pareja y es necesario trabajarlos e incluirlos en el tratamiento para mejorar los resultados.

REFERENCIAS

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Recibido: 03 de Octubre de 2021; Revisado: 12 de Julio de 2021; Aprobado: 23 de Julio de 2021

Conflicto de interés:

Los autores de este artículo declaran no tener conflicto de interés.

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