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Anales de Psicología

versão On-line ISSN 1695-2294versão impressa ISSN 0212-9728

Anal. Psicol. vol.39 no.2 Murcia Mai./Set. 2023  Epub 04-Mar-2024

https://dx.doi.org/10.6018/analesps.475911 

Psicología social y organizacional

El papel mediador de la fuerza del compromiso entre los estilos de procesamiento de la identidad y el bienestar de personas adultas emergentes

Inmaculada Sánchez-Queija2  , Ángela Pineda-Balbuena2  , Marta Díez2  , Águeda Parra2 

2Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad de Sevilla (España)

Resumen:

Antecedentes:

Los estilos de identidad buscan conocer cómo las personas se manejan diariamente en las situaciones buscando un compromiso identitario. En este trabajo se propone conocer si los estilos de identidad varían según la edad y el sexo, y analizar la relación entre estos y la fuerza del compromiso con variables de bienestar y malestar psicológico.

Método:

278 participantes (M = 22.03; DT = 2.65) reclutados a través de un muestreo no probabilístico por bola de nieve cumplimentaron los cuestionarios.

Resultados:

Las mujeres puntuaron más alto en fuerza del compromiso y ellos adoptaron más un estilo difuso-evitativo. El estilo informacional correlacionó positivamente con las variables de bienestar (optimismo y florecimiento); el estilo normativo con depresión y ansiedad y el estilo difuso-evitativo correlacionó positivamente con las variables de malestar (depresión, ansiedad y estrés) y negativamente con las de bienestar. Finalmente, a mayor fuerza del compromiso más bienestar y menos malestar. La fuerza del compromiso media parcial o totalmente la relación entre estilos identitarios y las variables de bienestar/malestar.

Conclusiones:

Se deduce la importancia de la fuerza del compromiso en el bienestar personal y la necesidad de favorecer el desarrollo de la identidad de nuestros jóvenes.

Palabras clave: Adultez emergente; Estilos de identidad; Bienestar/ Malestar psicológico; Florecimiento; Fuerza del compromiso; Optimismo

Introduction

Erikson (1968) denominó la etapa de la adolescencia como “moratoria psico-social”, una etapa de espera que la sociedad otorga a los y las adolescentes para que busquen su identidad. En estas primeras formulaciones ya Erikson indicó que había ciertos grupos de personas que tenían la posibilidad de alargar el periodo de moratoria (por ejemplo, estudiantes universitarios o personas con elevado estatus social) y que, por tanto, en esos casos el logro de la identidad se obtendría durante la tercera década de la vida (Erikson, 1968). Mientras que a mediados del SXX el porcentaje de jóvenes que podían alargar la moratoria no era muy elevado, en la actualidad y como consecuencias de los cambios sociales y económicos asociados a la revolución tecnológica, el aumento de esta moratoria es característico de las personas jóvenes, al menos en los países desarrollados. Este hecho fue señalado por Arnett (2000, 2015) acuñando el término de Adultez Emergente, término que hace referencia al periodo vital comprendido entre los 18 y los 29 años y que definió, entre otras cuestiones, como una etapa inestable aunque de grandes posbilidades, en la que las personas están centradas en ellas mismas, sienten que aún no son adultas aunque ya no son adolescentes y continúan explorando y buscando su identidad. Estas mismas características han sido también encontradas entre las personas jóvenes españolas (Sánchez-Queija et al., 2020). En el contexto español también se ha encontrado que, entre los diferentes contenidos identitarios, la preocupación por el futuro -quizás el contenido más representativo de la búsqueda de la identidad-, destaca en la adultez emergente frente a otras etapas vitales (Gifre et al., 2011). Estos datos muestran la importancia del estudio del desarrollo de la identidad en esta etapa del ciclo vital, y de hacerlo también en España.

La identidad se representa, según Erikson (1968), en un continuo en el que en un polo se encuentra la síntesis de identidad (saber quién se es y qué roles se quieren desempeñar en la sociedad) y en el otro la confusión (no tener claro ni quién se es ni qué roles desempeñar). En el primer caso se trata de una reelaboración de la identidad infantil en una más compleja, mientras que en el segundo se refiere a una inhabilidad para desarrollar una identidad adulta. James Marcia operativizó esta definición y construyó una tipología de estatus de identidad basándose en dos dimensiones: exploración y fuerza del compromiso (Marcia, 1966). La exploración se define como una conducta de resolución de problemas, una búsqueda de información relevante sobre uno mismo en la toma de decisiones en la vida, evaluando las diferentes alternativas posibles de cara a la identificación con unos roles, ideas o profesión determinados (Grotevant, 1987). Por otra parte, la fuerza en el compromiso representa la adherencia a determinados valores, creencias y metas (Marcia, 1988). Dividiendo los niveles de exploración y fuerza del compromiso en altos y bajos, y yuxtaponiendo cada nivel de ellos con el nivel del otro, Marcia crea cuatro estatus de identidad independientes (Marcia, 1966; Tesouro et al., 2013): logro de la identidad (fuerza del compromiso tras la exploración), moratoria (exploración sin haberse aún comprometido), hipoteca (fuerza del compromiso sin exploración previa) y difusión de identidad (ausencia de fuerza de compromiso y exploración).

La teoría de los estatus de identidad sigue vigente y continúa siendo el marco para el estudio del desarrollo de la identidad personal, aunque ha tenido algunos desarrollos posteriores. Entre ellos destaca el modelo de los estilos de identidad de Berzonsky (1990). Este autor postula que existen diferentes formas de realizar la exploración propuesta por Marcia, formas que definen tres estilos de identidad distintos. Así, mientras que los estatus de identidad propuestos por Marcia están basados en acciones del pasado (la persona ha explorado o no, se ha comprometido o no), los estilos postulados por Berzonsky se centran en el método con el que nos manejamos diariamente en las situaciones y con el que se busca la fuerza de compromiso identitario (Berzonsky et al., 2013). Los tres estilos propuestos por Berzonsky (1989, 2004) son: informacional, normativo y difuso-evitativo, y suelen analizarse junto a la fuerza del compromiso para conocer cómo interaccionan la fuerza del compromiso y las tres formas de conducta exploratoria en la formación de la identidad (Szabo et al., 2016).

Las personas con un estilo informacional de búsqueda de la identidad se apropian información, realizan un afrontamiento centrado en el problema y exploran activamente. Estas personas logran un compromiso flexible. Las personas que utilizan un estilo normativo utilizan la imitación y la conformidad a las normas de un grupo de referencia determinado. El estilo normativo se asocia con una visión cerrada, rígida y dogmática del compromiso, así como con la supresión de la exploración. Por último, las personas que utilizan el estilo difuso-evitativo suelen evitar la búsqueda activa de la identidad, generalmente prestan poca atención al futuro y a sus elecciones a largo plazo, y utilizan un afrontamiento centrado en las emociones. Este estilo se asocia con niveles bajos de fuerza en el compromiso (Berzonsky 1989, Berzonsky et al., 2015, Schwartz et al., 2015; Skhirtladze, 2016).

En relación con la edad, la investigación empírica muestra que, a medida que la edad aumenta durante la década de los 20 años, aumentará el porcentaje de personas con estatus de logro y disminuirá el porcentaje de personas con estatus de difusión (Berzonsky, 2008). Así mismo se espera que el estilo informacional se vea incrementado con la edad mientras que el normativo disminuya (Luyckx et al., 2013).

Además de por la edad, los estudios previos se han interesado por las diferencias tanto en el estatus como en los estilos de identidad en función del género. Si la búsqueda y resolución de la identidad es una tarea evolutiva marcada por el contexto socio-histórico en el que se vive (Cieciuch & Topolweska, 2017; Erikson, 1968), tiene sentido que las diferentes formas de tratar a los géneros por parte de la sociedad se vean reflejadas en estilos de identidad diferenciados. Algunos resultados previos indican que los hombres muestran mayores puntuaciones en el estilo difuso-evitativo que las mujeres y, en coherencia, las mujeres presentan un estatus de logro o una fuerza del compromiso en la identidad más fuerte que los hombres (Berzonsky, 1992, 2008, Croccetti et al., 2014., Lewis, 2003).

En consonancia con la teoría germinal de Erikson, un sentido coherente de la identidad (o identidad de logro en términos de Marcia) resulta esencial para permitir a las personas adaptarse de forma efectiva y superar las adversidades de la vida cotidiana. En esta línea, algunas investigaciones han mostrado que los estilos que facilitan la adopción de fuerza en el compromiso, esto es, el estilo informacional y el normativo, correlacionan positivamente con aspectos como autoestima y bienestar (Karaś et al., 2015) o con agencia (Berzonsky y Kuk, 2021), mientras el estilo que dificulta la adquisición de compromisos, el difuso-evitativo, aparece como el más desadaptativo, asociándose negativamente con indicadores de bienestar (autoestima, optimismo) y positivamente con marcadores de malestar: depresión, estrés, ansiedad, con la toma de alcohol y otras drogas, delincuencia y conductas ilegales (Berzonsky y Kuk, 2021, Schwartz, 2013; Karaś et al., 2015; Schwartza et al. 2015; Schwartz et al., 2017). Estos resultados han sido encontrados en diferentes muestras, tanto estadounidenses, que es donde se realiza el grueso de la investigación sobre estilos identitarios, como en italianas, polacas o rumanas (Karaś et al., 2015).

Sin embargo, estos datos no son siempre replicados y, por ejemplo, Vleioras y Bosma (2005), con muestra griega, encontraron ausencia de relación de los estilos informativo y normativo con las diferentes dimensiones de bienestar; Shwartz y colegas con muestra estadounidense, encontraron que mientras el estilo informacional se asocia con dimensiones que reflejan desarrollo, autonomía, aceptación y crecimiento, el estilo normativo se relaciona positivamente con aceptación, pero negativamente con crecimiento personal y autonomía (Schwartz et al, 2013); Finalmente, con muestra canadiense y estadounidense se ha encontrado que sólo el estilo normativo se relacionaba con mejor autoestima y autoconcepto (Johnson y Nozick, 2011) o con menores síntomas depresivos y de soledad (Berzonsky y Kuk, 2021), sin que lo hiciera el estilo informacional.

Berzonsky y Cieciuch (2016) señalaron que estas diferencias podrían explicarse porque no todas las investigaciones controlaban el papel de la fuerza del compromiso en la relación entre estilos de identidad y bienestar/malestar, cuando esta fuerza se ha mostrado consistentemente favorecedora del bienestar y protectora ante el malestar (Skhirtladze et al, 2016). Así, en su trabajo, mostraron que la relación entre los estilos de identidad y los aspectos del bienestar estaban mediados por los niveles en la fuerza del compromiso (Berzonsky y Cieciuch, 2016).

La identidad se define como un constructo psicosocial (Erikson, 1968), y es que la persona no construye su identidad sola, sino que lo hace en un contexto histórico-cultural concreto. La investigación previa muestra que la relación entre identidad y bienestar/malestar cambia en función de la cultura de origen (Crocetti, et al., 2015; Suh, 2002). Por este motivo, es importante continuar estudiando la construcción de la identidad y de su relación con el bienestar/malestar en diferentes culturas. Que conozcamos, esta es la primera investigación realizada en España que analice la relación entre identidad y bienestar/malestar psicológico, durante una etapa aún poco estudiada en el contexto español y tan importante para el desarrollo en general y para el desarrollo identitario en particular como es la adultez emergente. Y lo hace utilizando el marco teórico de los estilos de identidad de Berzonsky, un marco teórico que tampoco ha sido explorado en nuestro contexto. El presente estudio tiene tres objetivos. En primer lugar, describir las diferencias en función de la edad y el sexo en el uso de los diferentes estilos de identidad de una muestra de adultos emergentes españoles. Segundo, analizar la relación que existe entre los distintos estilos de identidad y las variables de bienestar y malestar psicológico. Tercero, conocer si la consecución de una fuerza en el compromiso media la relación entre los estilos de identidad y el bienestar y malestar psicológicos. Estos tres objetivos permitirán conocer no sólo cómo se relacionan estas variables sino si la investigación previa realizada mayoritariamente en contextos anglosajones se replica o no en un país del sur de Europa.

Método

Participantes

La muestra estuvo compuesta por 278 adultos emergentes (70.9% chicas) de 18 a 29 años (M= 22.03; DT= 2.65). El 65.6% habita en zona urbana (capital de provincia o municipio con más de 25000 habitantes). Respecto al nivel socioeconómico percibido de los participantes, un 31.8% informó tener un nivel bajo, un 42% medio y un 26.1% se percibió con un nivel socioeconómico medio-alto. Por otra parte, un 70.5% vive en su hogar de origen, un 25.9% habita en una vivienda compartida o residencia y un 3.6% se ha independizado. En cuanto al nivel de estudios, un 7.2% han finalizado sus estudios primarios o secundarios, un 64.7% terminó bachillerato o una formación profesional y un 28.1% finalizó sus estudios universitarios. Por último, la situación laboral se presenta de la siguiente manera: un 44.2% no trabaja ni busca empleo, un 32% no trabaja pero busca empleo, y por último un 23.7% tiene un empleo a tiempo parcial o completo.

Instrumentos

Se elaboró un cuestionario sociodemográfico donde los participantes indicaron su sexo, edad, lugar de residencia, nivel de estudios, situación laboral, con quien conviven y el nivel de ingresos percibido de la unidad familiar.

Las personas participantes contestaron además a los siguientes instrumentos:

Escala de identidad (Identity Style Inventory, ISI-5, Berzonsky et al., 2013). Se utilizó la traducción al español de la escala ISI-5 que se compone de 36 ítems evaluados en una escala tipo Likert de 1 (totalmente en desacuerdo) a 7 (totalmente de acuerdo). Estos ítems miden cuatro dimensiones: estilo informacional, compuesto por 9 ítems (α = .75, ej. “Cuando me enfrento a una decisión importante en mi vida, intento analizar la situación con el fin de comprenderla”). Estilo normativo, compuesto por 9 ítems (α = .69, ej., “Nunca me planteo qué quiero hacer con mi vida porque tiendo a hacer lo que la gente que me importa espera que haga”). Estilo difuso-evitativo, formado por otros 9 ítems (α = .72 p. ej. “Cuando tengo que tomar una decisión importante en mi vida, intento esperar lo máximo posible a ver qué ocurre”). Y, por último, la fuerza del compromiso, con 9 ítems (α = .71 p. ej., “Tengo claro cuáles son mis objetivos en la vida”).

Malestar psicológico. Se evaluó a través de la adaptación española (Badós et al., 2005) de la Depression Anxiety Stress Scales, DASS-21(Lovibond y Lovibond, 1995). Es un cuestionario de 21 ítems en una escala tipo Likert de 1 (nada aplicable a mí) a 4 (muy aplicable a mí o aplicable la mayor parte del tiempo) que se compone de tres subescalas: depresión (α= .84, p. ej., “No he podido sentir ninguna emoción positiva”), ansiedad (α= .83, ej., “He sentido que estaba al borde del pánico”) y estrés (α= .81 p. ej., “Me ha resultado difícil relajarme”), agrupadas en un factor de segundo orden: malestar psicológico general (α= .92).

Bienestar. Se utilizaron dos instrumentos. En primer lugar, la validación española (de la Fuente et al., 2017) de la Flourishing Scale (Diener, et al., 2010). Formada por 8 ítems en una escala tipo Likert de 1 (muy en desacuerdo) a 7 (muy de acuerdo) que evalúa la dimensión florecimiento (α= .80). Un ejemplo de un ítem sería “Llevo una vida con sentido y significado”. Altas puntuaciones representan a una persona con fortaleza y recursos psicológicos. En segundo lugar, la validación española (Rivera, 2015) de la escala de Optimismo (Scheier, Carver, y Bridges, 1994). Se trata de un cuestionario de 10 ítems en una escala de 1 (muy en desacuerdo) a 4 (muy de acuerdo) que mide una sola dimensión (α= .68, ej., “En tiempos difíciles, suelo esperar lo mejor”).

Procedimiento

Los datos fueron recogidos a través de un cuestionario que fue distribuido entre enero y febrero de 2015. El cuadernillo se cumplimentaba en papel, tardando las y los encuestados una media de 30 minutos en rellenarlos. La participación fue voluntaria, y se realizó a través de un muestreo no probabilístico por bola de nieve (Branjerdporn, Meredith, Strong y Green, 2019). De esta forma se evitó uno de los grandes problemas de la investigación en la adultez emergente: que las muestras suelen estar compuestas exclusivamente por estudiantes universitarios. Se informó por escrito a todos los participantes del objetivo del estudio y se les aseguró que la encuesta era tanto anónima como confidencial. El criterio de inclusión fue tener en el momento de la recolección de datos entre 18 y 29 años. El estudio fue aprobado por el comité de ética de la investigación biomédica de Andalucía.

Análisis de Datos

Se utilizó el programa IBM SPSS Statistics, versión 19. En primer lugar, se realizó un análisis descriptivo y una comparación de medias para las variables de identidad (estilo informacional, normativo, difuso-evitativo y fuerza del compromiso), florecimiento, optimismo y malestar psicológico (depresión, ansiedad y estrés) en función del sexo. Se analizó el tamaño del efecto con la d de Cohen (1988), considerando d = .20, .50, .80 como tamaño bajo, medio y alto respectivamente. El segundo paso fue llevar a cabo un análisis de correlaciones, primero entre los estilos de identidad y la edad y, posteriormente, entre los estilos de identidad, fuerza del compromiso, florecimiento y malestar psicológico. Finalmente se evaluó si existe mediación de la fuerza del compromiso entre los estilos de identidad y el bienestar/malestar. Para ello se realizaron ecuaciones de regresión simple entre los estilos de procesamiento de la identidad y la fuerza compromiso por una parte y, por otra, ecuaciones de regresión múltiples entre los estilos de procesamiento de la identidad y la fuerza del compromiso como VI (variable independiente) y las variables de bienestar/malestar como VD (variable dependiente). Además se calculó la significación estadística de la mediación a través del test de Sobel mediante el programa desarrollado por Jose (2013).

Resultados

Tal como vemos en la Tabla 1, las diferencias entre los hombres y las mujeres de la muestra de este estudio no son significativas en las variables relativas a optimismo o malestar, ni en los estilos informacional y normativo. Pero sí se encuentran diferencias en florecimiento, fuerza del compromiso y estilo difuso-evitativo. Así, se observa que las mujeres puntúan más elevado en florecimiento y en fuerza del compromiso mientras que los varones puntuaron más alto en el estilo difuso-evitativo. Se utilizó el estadístico t para varianzas iguales, excepto cuando la prueba de Levene indicó que existían varianzas diferentes (por ejemplo, en florecimiento).

Tabla 1: Descriptivo (media, desviación tipo) y comparación de medias entre hombres y mujeres en las variables relativas a la identidad, el florecimiento, el optimism y la depression, la ansiedad y el estrés. 

*p < .05;

**p < .01

Respecto a la variable edad se realizó una correlación de Pearson entre la edad y el resto de variables analizadas. Solo existe una correlación residual con el estilo normativo ( r = -.11, p = .07), que indica que a mayor edad menor uso del estilo normativo, sin que exista correlación con el resto de variables estudiadas.

La Tabla 2 muestra las correlaciones entre las variables referentes a los estilos de afrontamiento de la identidad y las variables de bienestar y malestar analizadas. Se encuentró una correlación positiva de tamaño pequeño entre el estilo informacional y las variables de florecimiento y optimismo, así como una correlación positiva de tamaño medio con la variable fuerza del compromiso. Por otra parte, el estilo normativo correlaciona positivamente con la variable ansiedad. El estilo difuso-evitativo correlaciona positivamente con depresión, ansiedad y estrés y negativamente con florecimiento, optimismo y fuerza del compromiso. Finalmente, a mayor fuerza del compromiso más florecimiento y optimismo y menos depresión, ansiedad y estrés.

Tabla 2: Correlaciones entre los Estilos de afrontamiento de la identidad, la fuerza del compromiso y, el florecimiento, el optimism, la depresión, la ansiedad y el estrés. 

*p < .05;

**p <.01;

***p < .001

La tabla dos ofrece también otro dato digno de destacar: la fuerza del compromiso correlaciona en positivo y con tamaño medio con el estilo informacional, tiene una correlación cercana a cero con el estilo normativo y negativa de tamaño medio con el estilo difuso-evitativo.

Se pasó a testar, en último lugar, si la fuerza del compromiso mediaba la relación entre los estilos de identidad y las variables de bienestar y malestar evaluadas (ver figura 1). La tabla 3 muestra el estadístico Z de Sobel que indica cuál de estas relaciones fueron significativas.

Figura 1. Modelo teórico de mediación entre lost res estilos de afrontamiento identitario y las variables de bienestar/malestar. 

Tabla 3: Results of the proposed mediation analyses. 

*p< .001

Los resultados muestran que existe una mediación total de la fuerza del compromiso entre el estilo informacional y, tanto con el optimismo como con el florecimiento. De esta forma, la relación entre estilo informacional y, las variables optimismo y florecimiento desaparece al incluir la mediación de la fuerza del compromiso. Aquellas personas que utilizan este estilo se comprometen más y esa fuerza del compromiso es la que se relaciona positivamente con ambas VD.

Por otra parte, la fuerza del compromiso media la relación entre el estilo difuso-evitativo y la ansiedad y el estrés de forma total, mientras que lo hace con la depresión de forma parcial. En este último caso, la relación entre estilo difuso-evitativo y depresión se hace más débil al incluir la fuerza del compromiso en el modelo, ya que parte de esta relación se debe a que el estilo difuso-evitativo supone menor fuerza del compromiso y esta se relaciona negativamente con la depresión.

Discusión

Este trabajo tenía como objetivos describir las diferencias en el uso de los estilos de identidad en función de la edad y el sexo; analizar la relación entre estos estilos de identidad y la fuerza del compromiso con las variables de bienestar y malestar psicológico y, finalmente, conocer si el compromiso media entre los estilos de identidad y el bienestar y malestar psicológicos.

Los resultados indicaron que los hombres se comprometieron menos que las mujeres y, coherentemente, utilizaron más un estilo difuso-evitativo que ellas. Estos datos son acordes con las investigaciones previas (Berzonsky, 1992, 2008), que sugieren que estas diferencias se deben a que la socialización es diferente en función del sexo, los hombres suelen tener más libertad y menos supervisión y, por tanto, el logro de identidad se produciría más tardíamente (Berzonsky, 2008). Por el contrario, ellas ponen a prueba su madurez de forma más temprana, tomando decisiones y responsabilidades durante la adolescencia (Schultz et al., 2003) por lo que en la adultez emergente tendrían mayor fuerza en el compromiso que ellos.

Por otra parte, en relación a los cambios con respecto a la edad, en esta investigación sólo hemos encontrado una relación residual entre edad y estilo normativo, de forma que los participantes de más edad utilizan menos el estilo normativo. Este resultado es, en parte, contraintuitivo ya que a medida que la edad aumenta se espera que aumenten los niveles de estado de logro (relacionado con el estilo informativo) y disminuya el estado de difusión (relacionado con el estilo difuso evitativo) (Luyckx et al., 2013), resultados que no se han encontrado en esta muestra.

Especialmente llamativa es la ausencia de correlación entre la fuerza del compromiso y la edad. Esta ausencia puede ser debida, sencillamente, a la muestra, ya que el 74,1% de las y los adultos emergentes tenían menos de 23 años. Pero también puede deberse a la propia definición de la etapa de la adultez emergente y las características específicas del contexto español. La adultez emergente es una etapa de búsqueda de identidad, de sentirse en tierra de nadie y de no saber bien qué roles y compromisos adoptar (Arnett, 2000, 2013, 2016). España es, quizás, uno de los contextos en los que mejor encaja la conceptualización de adultez emergente: la tasa de desempleo en los jóvenes alcanza el 40.5%, se abandona el hogar familiar con una media de edad de 29.4 años y el primer hijo llega alrededor de los 30.4 años (INE, 2018). En este contexto, difícilmente se pueden adoptar roles adultos tipicos, pues lo dificulta la falta de independencia económica y residencial y la incapacidad de formar una familia propia. La identidad es un constructo psicosocial y es complicado comprometerse en una sociedad que ofrece un futuro incierto y cuando aún queda tiempo hasta tener opción de adoptar roles adultos. O quizás, como apuntaba Bauman (2007), más que un compromiso claro las personas jóvenes van adquiriendo múltiples identificaciones parciales que permiten ir adaptándose al cambio constante. Ante tanta transformación lo mejor es no comprometerse con nada. En palabras del citado autor: “Hoy los compromisos tienden a ser muy mal vistos, salvo que contengan una cláusula de hasta nuevo aviso” (Bauman, 2007, p. 31). Bauman y Arnett coinciden en que las transformaciones sociales de los últimos 30 años han llevado a un desarrollo del Ciclo Vital diferente. Según el sociólogo Bauman en la sociedad del SXXI los compromisos políticos, laborales o con la pareja son superficiales y se definen a corto plazo, en una visión de la persona siempre en estado de transitoriedad y que navega en un mar de incertidumbres (Bauman, 2003). Por su parte, el psicólogo Arnett circunscribe al periodo de la adultez emergente el estado de transitoriedad o inestabilidad. Para Arnett la adultez emergente es el momento de buscar y establecer compromisos, en el ámbito laboral y de pareja fundamentalmente, compromisos que la persona adulta emergente acabará logrando, tal como muestra la investigación actual (p. ej. Luyck et al., 2013). En cualquier caso, nos encontramos ante el desafío de que instituciones como la educativa proporcionen herramientas y estrategias para aprender a vivir en este nuevo mundo e incluir en el currículum estrategias para conocerse personalmente que ayuden a la consolidación de la identidad, más aún teniendo en cuenta que los datos muestran una importante relación entre la fuerza del compromiso y un elevado bienestar y bajo malestar psicológicos.

En cuanto a la relación entre los estilos de identidad y los indicadores de bienestar/malestar podemos observar que adoptar un estilo informacional se muestra como un factor de protección al tener correlaciones positivas con el bienestar. Sin embargo, la ausencia de estilo informacional no es un factor de riesgo, ya que no se relaciona con malestar. El análisis de mediación muestra que la relación entre estilo informacional y, optimismo y florecimiento se debe a que es más fácil establecer una fuerza del compromiso fuerte cuando se utiliza este estilo. Así, una identidad consolidada, propia y autoelaborada, que ya se había mostrado relacionada con indicadores de bienestar como autonomía, autoestima y satisfacción con la vida (Schwartz, 2013) tambien se relaciona con florecimiento y optimismo.

Adoptar un estilo normativo se ha relacionado con la ansiedad, algo que puede explicarse por haber adoptado una identidad ajena al sujeto, tomando prestada una identidad externa. Esto supondría resistencia a los cambios y evitación de la información que no encaje con los estándares de la persona que utiliza el estilo normativo (Schwartz, 2001), provocando el malestar. O quizás pueda ocurrir lo contrario, son las personas más ansiosas las que buscan una identidad normativa con el objetivo de reducir sus niveles de ansiedad. Llama la atención que, en contra de resultados anteriores (Berzonsky, 2003), encontremos una ausencia de correlación entre este estilo y la fuerza del compromiso que es, en última instancia, y tal y como estamos viendo en los otros dos estilos, la variable que se relaciona con más fuerza con el bienestar y malestar.

Por otra parte, el estilo difuso-evitativo no solo incluye una relación positiva con indicadores de malestar, sino que su relación es inversa con los de bienestar. Es decir, es un factor de riesgo para el ajuste personal de los y las adultos emergentes. De nuevo, el análisis de mediación nos explica el mecanismo por el que esta relación sucede. Este hecho puede deberse a los bajos niveles de fuerza en el compromiso que adquieren las personas que utilizan este estilo, tal y como se ha vuelto a evidenciar en esta muestra, y serían estos bajos niveles, que ya se han relacionado con baja autoestima y autoconcepto inestable (Berzonsky, 2013) o con sintomatología depresiva y soledad (Berzonsky y Kuk, 2021) los que explicarían el malestar que provoca el estilo difuso-evitativo.

Para finalizar, señalar que nuestro estudio presenta algunas limitaciones. Primero, se trata de una muestra reducida obtenida mediante el método bola de nieve. Si bien este método es una estrategia habitual para acceder a grupos de difícil acceso, conocidos en la literatura como hard-to-reach populations (Atkinson & Flint 2001), y nos ha permitido llegar a adultos emergentes no universitarios, también conlleva algunos riesgos como es la dificultad para extrapolar los datos a la población general debido a la posible sobre o sub-representación de ciertos grupos que pueden dar lugar a problemas de representatividad de la muestra (Atkinson & Flint 2001) . Segundo, el uso exclusivo de cuestionarios sin recogida de información cualitativa que permita entender qué argumentos y estrategias aportan los y las participantes del estudio y que podrían ser incluidas en próximas líneas de investigación. Tercero, los resultados pueden haberse visto afectados por la descompensación de la muestra en función del género. Sin embargo, a pesar de la pequeña muestra utilizada, esta muestra evita el principal hándicap de los trabajos realizados con adultos emergentes: el hecho de que suelen hacerse con estudiantes universitarios. Además, los resultados coinciden con otras investigaciones previas (ej. Berzonsky y Cieciuch, 2016), lo que aporta gran validez externa a esta investigación, permitiendo generalizar los datos conocidos hasta ahora a la población española. No olvidemos la importancia del contexto en la búsqueda de identidad, identidad que es a la postre y, como ya hemos mencionado, un constructo psicosocial. La psicología del desarrollo no puede continuar estudiando la psique sin tener en cuenta el contexto en el que se desarrolla el organismo (Overton, 2015). Así, esta es, que conozcamos, la primera investigación realizada en nuestro país que utiliza los estilos de identidad de Berzonsky, una línea de investigación prolija en otros países. De este trabajo podemos deducir la importancia de la fuerza del compromiso en el bienestar personal y, por tanto, la necesidad de que los diferentes agentes sociales provean de políticas públicas que favorezcan el desarrollo de la identidad de nuestros jóvenes que son la generación más formada de nuestra historia y, por tanto, una apuesta necesaria.

REFERENCIAS

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Fuente de financiación.-Sin financiación.

Recibido: 29 de Enero de 2022; Revisado: 21 de Julio de 2022; Aprobado: 13 de Agosto de 2022

Conflictos de interés.-

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