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Avances en Odontoestomatología

versión On-line ISSN 2340-3152versión impresa ISSN 0213-1285

Av Odontoestomatol vol.32 no.5 Madrid sep./oct. 2016

 

 

 

Presentación de un quiste óseo aneurismático mandibular de gran tamaño. Reporte de un caso y revisión de la literatura

Presentation of an aneurysmal bone cyst mandibular of great size. A case report and review of the literature

 

 

Marín Botero M.L.*, García Restrepo F.**, Marín Cardona M.N.** y Castañeda Peláez D.A.***

* Bióloga. Odontóloga especialista en Estomatología y Cirugía Oral. Docente titular de la Facultad de Odontología. Universidad de Antioquia. Medellín. Colombia.
** Estudiante de pregrado de Odontología. Facultad de Odontología. Universidad de Antioquia. Medellín. Colombia.
*** Odontólogo de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Patólogo y Cirujano Bucal Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia. Profesor Asociado Facultad de Odontología. Universidad Antonio Nariño Bogotá DC. Colombia.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Un quiste es una cavidad patológica que puede contener una sustancia líquida, semilíquida o gaseosa. Aparecen como consecuencia de una reacción inflamatoria (quistes inflamatorios) o por causa no conocida (quistes del desarrollo). Comúnmente la cavidad está recubierta por una cápsula constituida por un tejido conectivo subyacente y un epitelio en el lumen, excepto en los pseudoquistes que carecen de tejido epitelial, como es el caso que nos ocupa donde presentamos un paciente con quiste óseo aneurismático (QOA). Esta lesión se presenta con una frecuencia del 1,2% de los quistes maxilares y 2% de los que aparecen en todo el organismo.
El objetivo de este trabajo es elaborar una revisión de la literatura y presentar un caso clínico de un paciente de 21 años de raza negra, masculino que consultó al servicio de cirugía maxilofacial de la Facultad de Odontología de la Universidad de Antioquia, por presentar un aumento de volumen en cuerpo mandibular derecho. Al examen radiográfico se encuentra una imagen radiolúcida de gran tamaño. Al paciente se le practicaron dos biopsias previas que dieron un diagnóstico distinto (tumor odontogénico queratoquístico y quiste radicular inflamatorio) pero el diagnóstico definitivo del espécimen quirúrgico fue quiste óseo aneurismático (QOA). Se escribe su manejo y se hace una revisión de la literatura.

Palabras clave: Quiste óseo aneurismático, lesión ósea, quiste de los maxilares, quiste óseo traumático, quiste óseo simple.


SUMMARY

A cyst is a pathologic cavity that can contain a liquid substance, semi-liquid or gaseous. Appear as a result of an inflammatory reaction (inflammatory cysts) or for reasons not known (cysts of development). Commonly the cavity is covered by a capsule formed by connective tissue and underlying a epithelium in the lumen, except in the pseudocysts that lack of epithelial tissue, as is the case where we present a patient with aneurysmal bone cyst (QOA). This injury occurs with a frequency of 1.2 % of the cysts maxillary and 2% of those who appear throughout the body.
The objective of this paper is to present a clinical case of a patient of 21 years of black male that consulted to the maxillofacial surgery service of the Faculty of Dentistry at the University of Antioquia, by presenting a volume increase in right mandibular body. The radiographic examination is a radiolucent image of great size. The patient will be practiced two previous biopsies that gave a diagnosis other than (odontogenic tumor queratocyst and radicular cyst inflammatory) but the definitive diagnosis of the surgical specimen was aneurysmal bone cyst (QOA). It describes its handling and is performed a review of the literature.

Key words: Aneurysmatic osseus cyst, simpleosseus cysts, bone lesion, cyst in the maxillary, traumaticosseus cyst.


 

Introducción

Un quiste puede definirse como: "cavidad anormal en tejido blando o duro la cual contiene un fluido, un semifluido o gas y que puede o no presentar epitelio" (1).

Los quistes pueden aparecer como consecuencia de una reacción inflamatoria (quistes inflamatorios) o por causa desconocida (quistes del desarrollo). La cavidad quística está revestida por una cápsula de tejido conectivo recubierto por epitelio en la cara que mira hacia la luz del quiste (1,2) excepto en los pseudoquistes que carecen de tejido epitelial.

Los huesos maxilares son únicos en el organismo por la presencia de los dientes en su estructura modificando su fisiología, por tanto son susceptibles a patologías relacionadas con el desarrollo embrionario, y también en procesos inflamatorios generados en los dientes (1).

El quiste óseo aneurismático (QOA) se define como una cavidad ósea revestida de una cápsula fibroconectiva carente de epitelio (3) por lo que se ha considerado un pseudoquiste o un quiste no odontogénico, o no derivado de los elementos embrionarios de formación del diente.

El QOA fue identificado inicialmente como una lesión clínico patológico descrito por primera vez en 1893 por Van Arsdale (4) pero sólo, en 1942, Jaffe y Lichtenstein (5) lo denominaron "quiste óseo aneurismático" (6,7) y, en 1983, Sanerkin et al. (8) describieron el subtipo sólido.

También se ha denominado quiste óseo traumático, quiste óseo solitario, quiste óseo simple, aneurismático quiste hemorrágico, cavidad ósea progresiva, cavidad ósea idiopática, quiste de extravasación y quiste óseo unicameral (9).

Esta lesión ha sido denominada con diversos nombres por tener una etiología controvertida y por aparecer con diferentes contenidos en su interior, que pueden incluir: sangre o aire, o un contenido sólido y también puede aparecer un líquido citrino.

Este quiste también puede encontrarse en los huesos largos del cuerpo y, en menor proporción, en los huesos planos (10).

Se considera que se origina de restos epiteliales del tejido que cubre los procesos primitivos que participan en la formación embrionaria de la cara y maxilares. Su incidencia es del 1,2% entre los quistes de los maxilares y del 2% de todos los quistes del resto del cuerpo (11).

 

Revisión de la literatura

Etiología y etiopatogenia

Su etiología y patogénesis no es clara, para lo cual se han propuesto varias teorías; la más aceptada fue planteada por Howe en el año 1965 y tiene su fundamento en los traumatismos (12) que producen hematomas intraóseos en la porción intramedular del hueso, donde no se organiza el coágulo, haciendo una resolución defectuosa; luego una isquemia pos hemorrágica induce una necrosis aséptica. Finalmente deja una cavidad ósea vacía, que luego es ocupada por un contenido claro o un fluido de tipo serosanguinolento (11,13,14) o, en ocasiones, la cavidad puede estar vacía (15).

Otras causas atribuidas a su origen son: alteraciones en el metabolismo del calcio y alteración local en el crecimiento o el metabolismo óseo, también secundario a neoplasias como la displasia cemento ósea, y la displasia fibrosa. Otra etiología posible son las infecciones leves, obstrucción venosa e isquemia local (9) siendo la teoría del trauma una de las más aceptadas y también puede haber un origen multifactorial (10).

Aunque la etiopatogénesis del quiste óseo aneurismático no sea clara, es considerada más bien, como un proceso reactivo en lugar de uno neoplásico (16).

La literatura internacional reporta una incidencia de trauma previo de entre el 17% y el 70%. Algunos autores han encontrado otros porcentajes de pacientes con antecedentes de trauma oro facial como: 23,8%, Cortell-Ballester et al. (17); 28% (18) y 71,4% (19,20).

González y col (13), en 2002, hallaron en una paciente de ortodoncia una lesión (QOA) en forma bilateral, que probablemente se originó en las fuerzas excesivas del tratamiento ortodóncico. Se considera que el trauma ocasionado por fuerzas excesivas durante el tratamiento de ortodoncia puede ser un agente etiológico ya que cuanto más intensa sea la presión mantenida, mayor será la reducción del flujo sanguíneo a través de las zonas comprimidas, hasta el punto de que los vasos quedan totalmente colapsados y deja de fluir la sangre por ellos (21). Otros autores han encontrado el quiste en forma bilateral (22,23).

Epidemiología

El QOA se presenta con mayor frecuencia en los huesos donde hay una presión venosa relativamente elevada (24). Como los huesos del cráneo poseen presión venosa baja, el QOA es raro en estas áreas (3). Los quistes en los maxilares se ha observado que afecta individuos entre la primera y segunda décadas de la vida, especialmente entre 10 y 20 años de edad, con ligera predilección por hombres en una proporción de 60%, en los maxilares correspondiente a una relación: 3:2, pero la relación es contraria en la literatura reportada en huesos largos (25).

En los maxilares, el QOA se ha encontrado en pacientes entre la segunda y tercera década de la vida (11). Representa aproximadamente el 1,1% de todas las lesiones quísticas de la mandíbula (10). En aproximadamente el 20% de los casos, el QOA está asociado con otras lesiones, generalmente una lesión fibroósea o granuloma central de células gigantes (26).

Características clínicas

Esta lesión usualmente es asintomática, aunque se ha reportado entre el 3% y el 35% de los casos alguna sintomatología debida a la expansión ósea y compromisos nerviosos, tales como: dolor, disestesia, parestesia y fracturas patológicas (9,11).

En boca es más frecuente en la mandíbula que en el maxilar en una relación de 3:1 (27). Cuando está localizado en la mandíbula el sitio más frecuente es en el cuerpo mandibular (zona de molares y premolares en un 61%) (11) y seguido de la región sinfisiaria. Un menor número de casos se reportan en la zona anterior, en un 25% de los casos (10).

Cuando se presenta en el maxilar superior, la zona más afectada es el sector anterior (9,15).

Ha sido observado en casi todos los huesos del esqueleto, aunque más del 50% del total de casos ocurren en los huesos largos. Los huesos afectados más frecuente son el fémur y húmero en posición excéntrica de la metáfisis, aunque puede llegar a comprometer la epífisis por extensión. Si son de localización central pueden presentar fractura patológica (25). Entre un 12 a un 30% ocurren en la columna vertebral (28), especialmente en los arcos o cuerpos vertebrales donde los aplastamientos no son infrecuentes (25). Aproximadamente la mitad de las lesiones en huesos planos ocurre en la pelvis (21).

En la literatura lo han descrito de diferentes presentaciones (25):

a) Clásico: Lesión primaria lítica del hueso con contenido sanguíneo.

b) Secundario: Es secundario a un trauma u otra lesión preexistente benigna o maligna.

c) Sólido: Granuloma de resorción de células gigantes. Son sólidos y no siempre tienen cavidad aneurismática.

d) De tejidos blandos: Puede desarrollarse en los músculos, los espacios perivasculares o las fosas supraclavicular o inguinal sin afectación del hueso (25).

Son, generalmente, lesiones asintomáticas si son pequeñas y suelen pasar ocultos para el paciente y para el odontólogo (9), a menos que se identifiquen en una radiografía de control o se infecte, o haya cambio de color en los dientes y también cuando adquiera gran tamaños que produzca expansión de tablas óseas, movilidad dental, secreciones y algunas veces pueden reabsorber raíces por la presión a largo plazo y/o desplazar o inclinar piezas dentarias. También pueden producir fístulas que emergen a la mucosa oral o a piel. Los exámenes de laboratorio no muestran ningún resultado relevante.

Ni el tamaño ni la forma de un área radio lúcida es una indicación definitiva de la presencia de un quiste (29,30). El QOA se presenta con una amplia e inespecífica variedad de características clínicas, histológicas y radiológicas, lo que puede dificultar su diagnóstico (7). El diagnóstico se evidencia en la radiografía y la clínica y se comprueba en el acto quirúrgico y en el estudio histopatológico (1,2).

Un quiste se infecta por ruptura de alguna cortical poniendo en contacto la mucosa oral con la cápsula del quiste, si se produce drenaje el quiste deja de crecer (1,2). El aspirado de un quiste produce un líquido claro si no está infectado y oscuro o purulento si lo está.

Características radiográficas

En radiografías, el QOA muestra una imagen radiolúcida redondeada unilocular con un límite radiopaco bien definido, puede verse la tabla ósea erosionada a nivel fino, pero puede ser irregular. Otras veces las imágenes son referidas como septos y algunos casos son descritos como multiloculares, como panales de abeja o pompas de jabón debido a su naturaleza expansible (31). Si el crecimiento ha sido lento y si no está infectado, muestra contornos dobles cuando están destruidas ambas corticales (32). Puede desplazar raíces conservando su vitalidad y también otras cavidades y estructuras anatómicas (11,13).

El desplazamiento dentario y la reabsorción de la raíz son poco frecuentes, pero puede ocurrir; y también puede provocarse la perforación de la cortical y emerger a tejidos blandos (27). En tomografías y reconstrucción 3D, se pueden ver varios niveles y fluidos entre los espacios quísticos que se pueden apreciar también en resonancia magnética, la cual es un método imagenológico muy eficaz para hacer un diagnóstico diferencial (25).

Características histopatológicas

El examen histopatológico del QOA es muy variable. Macroscópicamente se observa un tejido fibroso delgado en la pared del hueso, algo así como una esponja de hueso rellena de sangre con una fina capa perióstica; a nivel microscópico el tejido conjuntivo fibroso es bien vascularizado, sin evidencia de un epitelio, que puede incluir eventuales focos de células gigantes multinucleadas de pequeño tamaño, tejido de granulación, gránulos de hemosiderina (13) y focos de lesión fibroósea. En cualquier caso, la ausencia de un revestimiento epitelial es una característica constante (17).

Diagnósticos diferenciales

El verdadero diagnóstico de un quiste requiere de la interrelación de la radiografía, la historia clínica, el cirujano, y el patólogo quien tipifica la lesión según las características del epitelio de revestimiento o un conectivo carente de epitelio (1,2). La imagen radiográfica de varias entidades son similares como la de: granuloma periapical, defecto quirúrgico, fase temprana de la displasia periapical del cemento (22); también se debe establecer un diagnóstico diferencial con: quiste periodontal lateral, quiste primordial, lesión fibroósea, tumor odontogénico queratoquístico, tumor odontogénico adenomatoide, ameloblastoma, granuloma central de células gigantes y fibroma ameloblástico (32), especialmente de estas dos últimas que se presentan en la mayoría de los casos en la región del cuerpo y rama mandibular y su incidencia etaria es similar (10,18). Es esencialmente un diagnóstico por descarte.

Tratamiento

La elección del método quirúrgico depende del comportamiento clínico y del examen radiográfico. El tratamiento de elección para el quiste óseo simple ha sido la escisión y legrado. Los índices de recidivas son variables desde un 8% a un 60%, que en la mayoría de los casos se debe a la remoción inadecuada de la lesión (31).

Las complicaciones ocurren por una técnica defectuosa, o a una vecindad con órganos importantes como el seno maxilar que puede generar una comunicación orosinusal y requerir una intervención adicional con una rotación de un colgajo; igualmente debido a una comunicación con la fosa nasal que requiere procedimientos adicionales, a su vez puede ocurrir desvitalización de dientes vecinos (1,2).

Se puede hacer o no, marsupialización previa, dependiendo del tamaño y de las circunstancias del paciente, especialmente se hace cuando hay riesgo de fractura patológica por el tamaño y compromiso del quiste, para reducir la lesión antes de la enucleación. El comportamiento de estas lesiones es totalmente benigno (11).

Se debe hacer una buena sutura asegurándose de la formación de un coagulo y que el tejido blando quede soportado por hueso para evitar una dehiscencia, conformando los rebordes óseos regularizados y si es posible realizar regeneración ósea guiada. El espécimen quirúrgico siempre se debe enviar a estudio histopatológico (22).

Si hay dientes relacionados con la lesión y están vitales se puede omitir el tratamiento de conducto ya que se ha reportado que pueden conservar la vitalidad aun después de la cirugía (13). La endodoncia pre o intraquirúrgica puede hacerse en dientes desvitalizados o cuyos ápices estén totalmente inmersos en la lesión. Si hay endodoncia previa, se debe realizar apicectomía con una obturación retrógrada.

Es indispensable hacer controles radiográficos cada año para asegurarse de la cicatrización. La curación es muy dependiente del tamaño de la lesión por eso no se puede precisar el tiempo en ocurrir la resolución completa.

Se ha reportado incluso la curación espontánea o luego de la biopsia, pero generalmente requiere tratamiento aunque no demasiado invasivo. Hoy existen disponibles múltiples técnicas mínimamente invasivas que han dado buenos resultados especialmente en quistes de huesos largos como inyección de prolamina (solución alcohólica de zaina: una proteína del maíz que es esclerosante, trombosante y fibrosante) que se utiliza bajo anestesia general y radioscopia; también se ha empleado crioterapia, relleno con matriz ósea desmineralizada por inyección, inyección percutánea de calcitonina y metilprednisolona, inyección de sulfato de calcio y escleroterapia con polidocanol al 3% (25).

Pronóstico

Es altamente favorable cuando el tratamiento es adecuado, la curación es completa. Puede ocurrir una recidiva si no se realiza la adecuada exéresis del quiste. Pero raras veces es necesario un segundo procedimiento (15).

 

Presentación del caso

Caso clínico

Paciente de sexo masculino, de raza negra, 21 años de edad, que consulta al servicio de Cirugía Maxilofacial del Hospital Universitario San Vicente Fundación de Medellín adscrito a la Universidad de Antioquia, remitido por odontólogo de una institución de salud pública por presentar aumento de volumen en mandíbula, asintomático y de evolución desconocida.

Intraoralmente se observa excelente integridad dental y buena oclusión dental, pero hay aumento de volumen por vestibular que compromete el cuerpo y la sínfisis, mientras que por lingual, la expansión de la tabla es solo en zona de canino y bicúspides inferiores derechos.

En radiografía panorámica inicial (Fig. 1a), se aprecia imagen radiolúcida de 10 cm de longitud, multiloculada, localizada desde distal del diente 46 hasta mesial del 33. Presentan rizólisis la raíz mesial del 46 y la raíz del 45, con posible necrosis pulpar. Tenían movilidad mínima los dientes 46, 45 y 44; los demás dientes presentaban vitalidad normal y el conducto dentario inferior se encuentra rechazado. No hay alteración en la sensibilidad del nervio mentoniano.

 

 

El paciente autoriza la realización de todo el tratamiento firmando el consentimiento informado. Previo a la biopsia inicial se hizo aspirado produciendo un líquido citrino (Fig. 2a) y el primer estudio histopatológico encontró un tejido conectivo laxo, algunas células gigantes multinucleadas con pocos núcleos y una banda delgada de queratina; no había evidencia de tejido epitelial pero fue considerado como muestra insuficiente. No obstante, se dio un diagnóstico de tumor odontogénico queratoquístico, por la presencia de una banda de queratina (Figs. 3a y 3b). Posterior a este procedimiento, la lesión se sobreinfectó y el paciente debió ser hospitalizado por la severidad del cuadro clínico; se aprovechó esta condición para realizar una segunda biopsia bajo anestesia general 8 días más tarde, en la cual se encontró una cápsula constituida por tejido conectivo con intenso infiltrado inflamatorio y un tejido epitelial con varias capas de células la cual dio como diagnóstico: quiste radicular inflamatorio (Figs. 3c y 3d). Ante la ambigüedad del diagnóstico y la agresividad de la lesión se decidió realizar la intervención con el primer diagnóstico (tumor odontogénico queratoquístico -exqueratoquiste-). Con este diagnóstico se decidió planear un tratamiento quirúrgico agresivo y se optó por ordenar la realización de las endodoncias de 46 a 33 (9 dientes) previamente al procedimiento quirúrgico, ya que los ápices dentales estaban inmersos en la cavidad y el curetaje mismo haría amputación de paquetes vasculares pulpares, además según el diagnóstico es una lesión muy recidivante. Este tratamiento endodóntico duró 3 meses debido a la dificultad de sellar los conductos por la presencia de un drenaje a través de las cámaras pulpares de un líquido color ámbar, al cabo de dicho tiempo cesó la producción de contenido líquido y se concluyeron las endodoncias.

 

 

 

Se procedió a realizar la fase quirúrgica bajo anestesia general. Se levanta un colgajo trapezoidal de distal del 46 a distal del 33. Al reflejar el colgajo se encuentra tabla expandida en toda su extensión y perforada en zona de bicúspides (dientes 44 y 45) lugar donde se habían realizado las biopsias previamente. Se procedió a retirar toda la cortical vestibular expandida hasta tener acceso completo a la cavidad quística (Fig. 2b). Se encuentra y remueve cápsula fibrosa gruesa que recubre el defecto óseo (Fig. 2c). Se hace fresado con instrumental cortante rotario de la cavidad ósea y se pincela todo el defecto óseo con solución de Carnoy. Se aprecian algunas perforaciones de la cortical lingual, las cuales se cauterizan con electro bisturí por el riesgo de invasión de la lesión tumoral hacia tejidos blandos linguales. Debido al debilitamiento del borde basilar mandibular, se coloca una placa de reconstrucción para evitar una fractura intra o posoperatoria. Antes de suturar el colgajo se rellena defecto óseo con colágeno fibrilar y se medica con analgésicos y antibióticos. El tejido obtenido se envía a patología. El reporte histopatológico del espécimen quirúrgico muestra un tejido fibroconectivo carente de epitelio y se obtuvo un diagnóstico posquirúrgico (Figs. 3e y 3f) de quiste óseo aneurismático.

Debido a que en la segunda biopsia apareció un epitelio, se indujo al error en el diagnóstico pero, evaluando las tres muestras histopatológicas, se consideró que dicho tejido epitelial de la segunda biopsia era producto de la reacción inflamatoria, mientras que la biopsia inicial y el espécimen quirúrgico no mostraron componente epitelial; se optó por considerarlo un quiste óseo aneurismático.

El paciente se evaluó a los 8 y 15 días y luego a los 2 meses, a los 10 meses y a los 2 años. En la cita de control a los 2 meses se encontró necrosis pulpar y fístula a nivel del 47, el cual estaba adyacente a la lesión y se había amputado el ápice de la raíz mesial durante el procedimiento quirúrgico. Se realizó la endodoncia y se resolvió la infección (Fig. 1b). Además presentó una parestesia del nervio mentoniano derecho y se prescribe complejo B tabletas por un mes. Se realizó nueva valoración posquirúrgica a los 10 meses y se encontró adecuado proceso de cicatrización ósea, pero presento una secuela de oclusión, ya que los dientes que quedaron sin soporte óseo por estar inmersos en el defecto óseo, (del diente 44 al 33) se intruyeron y produjeron una mordida abierta. Dos años después se realiza una nueva revisión clínica y radiográfica donde se encuentra que: de los dientes 44 a 33 permanecen en mordida abierta, el 44 además está ligeramente vestibularizado (Fig. 1c). En la radiografía panorámica se observa un buen llenado óseo, pero en la tomografía tridimensional muestra que hay un defecto de unos 6 mm de diámetro que comprometen el ápice del 44 y del 43 que falta por regenerar el hueso y aún persiste la parestesia dos años después (Fig 1d). En imagen intraoral se aprecia que el aumento producido por la expansión de la lesión de la tabla lingual a nivel de dientes 43, 44 y 45 aún persiste (Fig 2d).

 

Discusión

El quiste óseo aneurismático es una lesión asintomática y, aunque haya aumento de volumen, suele ser descubierto sólo en forma accidental durante estudios radiográficos de rutina o por la presencia de síntomas leves. Usualmente se presenta como una lesión osteolítica, radiolúcida, unilocular o multilocular de límites definidos que puede expandir, adelgazar y perforar corticales óseas o no hacerlo, dependiendo del tamaño de la lesión. Suele extenderse entre las raíces de las piezas dentarias con un contorno festoneado, y puede causar rizólisis como ocurrió con este paciente. También se ha visto maloclusión, movilidad y migración de los dientes envueltos en la lesión (31), como el caso reportado por Saldaña M et al., 2013 (7), quienes además, en el posoperatorio, hicieron contención del segmento dentario que quedó sin soporte óseo, lo que no se previó en nuestro caso, ocasionando una maloclusión posterior. Generalmente los dientes logran mantener la vitalidad pulpar aun después del tratamiento (27).

El QOA puede expandir ambas corticales y realizar perforaciones en las mismas, y permanecer recubierta por periostio o por una fina lámina de hueso (en cáscara de huevo) (26) y por dichas perforaciones puede extenderse hacia los tejidos blandos (27).

Si bien actualmente la teoría del trauma es la más aceptada como factor desencadenante, el antecedente de un trauma real, es poco frecuente en los pacientes portadores de esta patología (15).

 

Conclusión

Los quistes pueden presentar mucha variación en su evolución ya que el medio ambiente que rodea la lesión como el estado de inflamación, compresión o descompresión y factores inmunológicos del paciente pueden modular el curso de la lesión modificando sus características clínicas, radiográficas e histopatológicas. Presentamos un caso de gran tamaño con etiología desconocida y características clínicas e histopatológicas inusuales, como la presencia de un epitelio reactivo durante una fase aguda de la inflamación y la presencia de queratina en la primera biopsia, lo cual dificultó el diagnóstico ya que se tuvieron tres diagnósticos en consideración y se dio como definitivo el del espécimen quirúrgico que presentaba alguna concordancia con la biopsia inicial. También se originó rizólisis del 45 y 46, posiblemente por la cronicidad de la lesión y un posible origen del quiste a nivel de estos dientes. Luego de la intervención quirúrgica surgió una necrosis pulpar en el 47 posiblemente debida al curetaje amplio que comprometió un ápice de dicho diente. Los dientes anteroinferiores quedaron sin soporte óseo luego del procedimiento quirúrgico permitiendo una intrusión de los mismos a largo plazo para dejar una mal oclusión. Se debió realizar una contención ortodóncica para prevenir dicha secuela. Se debe incorporar en los protocolos quirúrgicos una contención ortodóncica cuando los dientes quedes inmersos en una ausencia de soporte óseo.

El manejo de una lesión de tipo tumoral o quística debe ser un trabajo conjunto del cirujano, el radiólogo y el patólogo, para hacer el mejor tratamiento para el paciente y evitar escuelas o mutilaciones indebidas que pueden comprometer la responsabilidad del patólogo y el cirujano.

 

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Dirección para correspondencia:
Martha Lucia Marín Botero
Universidad de Antioquia
Facultad de Odontología
Calle 64 # 52-59
Medellín. Colombia
Correo electrónico: marthaluciamarin@gmail.com

Fecha de recepción: 4 de julio de 2015
Aceptado para publicación: 11 de noviembre de 2015